Por Gustavo Flores
Quelopana
P r ó l o g o
Generalmente los filósofos de la Nada intentan una
simbiosis entre la filosofía oriental y la filosofía occidental. Aquí nada de
eso se busca. En estas páginas no me propongo mantener primacía alguna de la
nada absoluta ni de la nada relativa, y menos rechazar su problemática
filosófica ante la trascendencia divina, la creación y la existencia humana.
Lo que si quisiera contar al lector es que la idea
surgió al constar que un punto crucial de enorme importancia es que hay
tradiciones orientales que colocan la Nada antes que el Ser, mientras que
Occidente hace lo contrario. No obstante, hay que reparar que para la tradición
occidental ni la razón natural, ni la razón sobrenatural llegan a saber lo que
realmente es Dios o el Ser absoluto. Dios no es el ser finito, es causa de
todas las cosas. Por ende, no es la Nada. La Nada de Oriente piensa aquella
nada antes de la creación. Pero el Dios de Occidente llega a concebir aquella
voluntad amorosa e infinita antes de la creación misma. Lo que lleva a pensar
que solamente columbrando la nada oriental como metáfora de lo que es anterior
al ser finito se halla un punto de encuentro entre la metafísica de Oriente y
Occidente.
Sin embargo, esta no ha sido la motivación más
profunda para escribir la presente obra, sino que pensar el problema de la nada
misma nos lleva hacia el problema del Ser. Los problemas que plantea pensar la
Nada absoluta lleva al tema del origen del ser, y, en buena cuenta, al problema
de Dios. Y de la solución que encontremos en este primer punto dependerá todo
lo demás. Como un poliedro he visto sorprendido cómo se han ido desenvolviendo
los problemas gravitantes de la nada pura, la nada potencial del ser
categorial, la nada anonadada de las cosas finitas, la nada anonadante de la
existencia humana, la nada de la entropía, la nada de la muerte, la nada escatológica
y la nada inocua.
Soy consciente que he dejado sin abordar otras formas
suyas –por ejemplo la nada del silencio, la nada del sufrimiento, la nada de la
locura, la nada del sueño, la nada de la soledad, etc.-. Pero lo he preferido
asi por el momento.
El resultado es que me ha permitido desplegar
sistemáticamente todo un abanico de problemas que tienen que ver con los
problemas cruciales de la filosofía. No he ocultado en ningún momento que mi
raciocinio es metafísico teísta. Pero no lo ha sido a priori, sino como
consecuencia de los análisis discursivos efectuados. Y, también, de mi
convencimiento de que la razón más que lógica es profundamente existencial y
abierta a las verdades y realidades suprarracionales. Pero, además, los
problemas y las respuestas han sido hallados pensando en la crisis de nuestro
tiempo, descreído, nihilista, anético y sin valores. Por ello, no es una obra
académica sino de esclarecimiento personal. Si en algo ayuda a los demás, será
porque la búsqueda humana de respuestas sobre los problemas límite de la
existencia nunca cesará.
Finalmente, si se me pidiera mostrar en un puño lo
esencial de este libro, diría: La nada absoluta nada es, pero el Ser absoluto
si es. Su creación es buena, pero caída, con ello la nada relativa asedia sin
cesar en las cosas finitas y en la existencia humana. No obstante, el hombre
siempre insuficiente cuenta con la ayuda del Creador para su salvación. Estas
páginas comienzan con el tema del ser y la nada y culminan con el tema de la
salvación. Nuestro tiempo antropológico no es ajeno al tema de la salvación,
pero solamente lo aborda desde la perspectiva secularizada de la ciencia. Por
tanto, no son los temas sino las soluciones halladas en el libro las que
colisionan frontalmente con el espíritu práctico, antimetafísico, exitista,
materialista, hedonista y nihilista de nuestra época finisecular.
Confieso que al concluir la obra soy más consciente de
la desafiante tarea de mi existencia, pero, sin lugar a dudas, vale la pena
perseverar en el intento.
1
LA NADA ABSOLUTA
Parágrafo uno.
- Si la Nada es Absoluta entonces nada es, ni Dios existe. Como hay existencias
la Nada no puede ser absoluta y Dios existe.
§2.- Si la Nada absoluta es necesaria, entonces no
existe lo contingente. Como hay seres contingentes, la Nada no puede ser
necesaria. El único ser necesario sería Dios.
§ 3.- Por lo mismo, la Nada absoluta si es no puede ser contingente sino
necesaria. Pero como la Nada absoluta no puede ser necesaria debido a que hay
seres contingentes, entonces puede ser contingente. O sea, puede estar presente
en los seres finitos como Nada relativa en la angustia, el mal, la muerte y en
la entropía.
§ 4.- Si la Nada absoluta es necesaria, tiene primacía sobre el
ser. Como no es necesaria no tiene primacía sobre el ser finito ni infinito.
§ 5.- Si la Nada absoluta es, no es posible el tránsito hacia
al ser. Como hay seres finitos dicho tránsito ontológico no puede ser fruto de
la Nada absoluta sino de un Ser Infinito necesario.
§ 6.- De la Nada absoluta por sí misma nada adviene. Como hay
cosas que advienen no lo hacen desde la Nada absoluta por sí misma sino desde
un Ser necesario, infinito y permanente.
§ 7.- Si algo infinito es o existe, entonces la Nada
absoluta no es. Al Ser absoluto no se le puede oponer una Nada absoluta, pues
es contradictoria la presencia de dos absolutos. De modo que queda excluido el
dualismo metafísico.
§ 8.- El ser finito sólo puede advenir a la existencia
desde la Nada si existe un Principio Absoluto necesario y permanente que es
Dios. De la Nada nada viene, si no es por la acción de un Ser absolutamente
necesario. Por tanto, Dios existe y el ateísmo yace en un error.
§ 9.- Sólo un Ser absoluto y necesario, más no la Nada
absoluta, puede dar origen al Universo desde la nada absoluta. Si nada viene de
la Nada, entonces la presencia del ser tiene su origen desde un Ser absoluto e
infinito. El ser infinito no puede pensarse desde la nada, sino al revés. Y el
ser finito puede ser pensado desde la nada potencial o relativa. De manera que
la materia siendo contingente no puede ser causa de sí misma. Materialismo y
panteísmo son imposibles.
§ 10.- Si el origen del Universo es un acto del Ser
absoluto ésta no puede ser una acción ciega ni azarosa -que implicaría cierta
presencia de la Nada en su seno- sino una creación providencial, racional,
voluntaria y libre. En consecuencia, el ser absoluto no es un mero arjé o
principio metafísico sino un Dios personal, creador y providente. Y por
Revelación se sabe que es uno y trino.
§ 11.- Por ende, antes de la Creación, del tiempo y del
espacio, de lo contingente y finito, la Nada absoluta tiene un sentido formal,
más no material. O sea, la Nada absoluta tiene un sentido negativo más no
positivo. La nada absoluta no es privación, es ausencia preternatural del acto
de Creación por la voluntad de un Dios personal y providente.
§ 12.- Por ende, el Ser y Nada no son lo mismo fuera del
tiempo y del espacio, o sea en la eternidad. En la eternidad el Ser increado es
plenitud ontológica absoluta y la nada ausencia completa.
§ 13.- Si hay Ser absoluto e infinito
éste es Dios, entonces es el único ser necesario y la Nada solo es parcial o
potencialmente posible en la creación. Por eso. resulta pertinente pensar en el
acierto de Cantor al devolverle a la matemática su vínculo con lo religioso (la
mente humana piensa lo transfinito, lo infinito absoluto es propio de Dios). Al
demostrarse que el infinito en acto existe en lo temporal, finito y
contingente, se superó la opinión de Aristóteles de que en el mundo sólo existe
el infinito en potencia, porque en acto sólo es en el Primer Motor inmóvil. La
escuela eleática había negado el cambio y con ello el infinito potencial. Pero
el peripatético al admitir el cambio no refuta el infinito en potencia, pero no
admite el infinito en acto.
§ 14.- Hay nada material en la degradación
y/o potenciación del ser creado en el tiempo, pero también en su ausencia o
vacío. De modo que no hay nada absoluta respecto al ser finito, sino al Ser
Infinito.
§ 15.- Si Dios Creador existe no hay nada
absoluta. Por tanto, la nada absoluta no existe sino solamente respecto a la
Creación. Dios crea de la nada (Creatum ex nihilo), pues nada viene de
la nada, y lo creado se debate en la nada relativa.
§ 16.- La Nada absoluta nada es, la Nada relativa
se da en lo finito anonadado en el orden del tiempo. Es decir, no hay primacía
material de la Nada absoluta sobre el ser, solo hay primacía formal. Sólo hay
primacía de la nada relativa sobre el ser finito después de la Caída.
§ 17.- Pero hay la primacía material de la
nada potencial o relativa que se da en el ser finito anonadado en el orden del
temporal. Y el ser finito se anonada desde la Caída en la muerte, el mal, la
angustia y la entropía.
§ 18.- Se puede pensar la Nada absoluta
antes de la Creación para mantener la primacía sobre el ser, haciendo que el
origen del ser sea el no-ser y negando la trascendencia divina. Pero lo que en
realidad se hace aquí es pensar la nada antes del ser categorial, más no del
Ser absoluto. O sea, no se puede pensar la Nada absoluta antes del Ser
absoluto, porque el sólo hecho de pensarlo es algo y no es nada. En
consecuencia, en tal intento lo que se termina pensando es el ser indeterminado
que se identifica con la nada.
§ 19.- En
suma, tenemos la Nada pura o Absoluta que es formal, la Nada potencial
concierne al ser puro indeterminado, la Nada anonadante que es el devenir del
ser categorial, el cual desde la Caída se manifiesta como mal, angustia, muerte
y entropía.
§ 20.- Por último, pensar lo impensable
se da en la Nada como privación y como negación. Pero su sentido ontológico no
es absoluto sino relativo. La nada absoluta es un concepto vacío sin objeto,
pero ello es así sólo en el orden finito más no en el orden infinito. En el
orden infinito la nada absoluta se da en la acción libre de creación de un
Universo por un Dios omnipotente. Decir que Dios crea el mundo a partir de la
nada, no es un concepto vacío sin objeto, sino una posibilidad ontológica nada
contradictoria de un ser absoluto. Por tanto, no sólo es un ente de razón. Lo
cual no niega, como dice Kant, que haya datos vacíos para los conceptos: las
intuiciones vacías sin objeto, y los objetos vacíos sin concepto. Pero la
lógica es impotente para afrontar el problema de la Nada porque, en definitiva,
en un problema ontológico-existencial.
§ 21.- La Nada
absoluta no es lo impensable ni lo inconcebible, porque equivale a pensar la no
participación del Ser en la Existencia ni en la Realidad. En otras
palabras, la Nada absoluta no sólo es la ausencia de universo, sino la
ausencia de ser finito. Pero nunca ausencia del ser infinito o absoluto, porque
de la nada nada viene y menos puede haber dos absolutos.
Resumen.
-
Si
hay Nada absoluta ésta es necesaria y no contingente. Más aún, haría imposible
la existencia del ser finito e infinito. Como hay Universo y cosas finitas
entonces la Nada no es absoluta. Es más, como lo contingente y finito no puede
provenir de sí mismo, se hace necesario afirmar la existencia del Ser absoluto.
La imposibilidad ontológica de la Nada absoluta hace indispensable sostener que
es el Ser absoluto el principio de las cosas del universo. Pero para que dicho
Ser absoluto no contenga en su entraña a la Nada no debe ser un principio o arjé
ciego, azaroso o meramente causal, sino Persona providente, libre y
racional, Una y Trina por Revelación. Si hay Dios-Persona, entonces es el único
ser necesario y la Nada solo es parcial o potencialmente posible. Pero hay Nada
en la degradación y/o potenciación del ser creado en el tiempo, también en su ausencia
temporal. O sea, la Nada está presente en la materia en estado de equilibrio y
en la materia en estado de fluctuación. El tiempo no es la nada, pero la nada
se introduce en la creación con el tiempo. Además, somos nada sin Dios. O sea,
de todas las criaturas creadas sólo el hombre es capaz de actualizar
conscientemente la presencia de Dios en su ser. El hombre es el único ser
finito con vocación por el ser infinito. De modo que solo hay nada absoluta
respecto al ser infinito que crea de la nada el ser finito, y nada relativa
respecto al ser finito, en cuyo vacío fluctuante hay tiempo potencial. Pero una
cosa es la nada antes de la Caída y otra lo que es después. Si Dios Creador
existe, no hay Nada absoluta material sino sólo en sentido negativo, como
ausencia. Pero la Nada material como manifestación temporal es inocua antes de
la Caída, y se vuelve mortal y corruptible después de la Caída. Por tanto, la
nada absoluta no existe sino solamente respecto a la Creación. La Nada absoluta
nada es, la Nada relativa se da en lo finito anonadado en el orden del tiempo.
No hay primacía material de la Nada absoluta sobre el ser, solo hay primacía
formal. Pero hay la primacía material de la nada potencial que se da en el ser
finito anonadado en el orden temporal, con distinto efecto antes y después de
la Caída.
En
suma, tenemos la Nada pura o Absoluta que es formal, la Nada potencial
concierne al ser puro indeterminado, la Nada anonadante que es el devenir del
ser categorial, el cual se manifiesta como muerte y entropía.
Comentario.
-
Una
de las grandes preguntas de la filosofía es el problema del Ser y la Nada. La
tradición cristiana arriba a la siguiente conclusión: Dios no es el ser creado,
es la causa del ser de todas las cosas y no puede ser subsumido bajo el ser
categorial. Por eso, Dios no es, es más bien el principio de todos los modos de
ser. Lo que Dios es no podemos saberlo. Cuando estamos
predicando de Dios términos como “simple”, “inmutable”, “incorpóreo” e
“infinito” sólo connotamos algo que pueda aplicarse a Dios, sin afirmar
positivamente algo de la sustancia divina. Es por ello que Santo Tomás de
Aquino precisaba que de Dios sólo podemos connotar sus características
fundamentales de modo analógico, pero no de modo inequívoco. Por su parte, Heidegger en su conferencia La
cosa, procura pensar la fuente del ser, o sea, una especie
de Supraser plotiniano. Fuente de la cual -según él- proviene todo, incluso los
dioses. Leibniz también lo intentó con su armonía preestablecida, que termina
en un Dios plotiniano que lo hace depender de su esencia divina. Con ello
Heidegger se aproxima a la idea tradicional de la Nada de Oriente. Aunque bien visto, Oriente piensa la Nada antes de la
Creación o del Ser, pero no piensa a Dios mismo antes de la Nada de la Creación
o del Ser. Es el cristianismo el que piensa a Dios antes de la Nada de la
creación. Los griegos nunca pudieron superar el esquema dualista de la
dicotomía entre el ser positivo –la forma- y el ser negativo –la materia-.
Por ello su agón cósmico era de ascensión hacia lo Uno. Lo Uno nunca
desciende al hombre. En cambio, en la tradición andina se piensa al Ordenador
como insuflando vida, forma o espíritu al universo. En la ancestral filosofía
prehispánica andina no hay creación, sino ordenación
vivificante. Esa es la idea encerrada en la palabra Pachacamac. Lo cual
supone una metafísica dualista con una especie de materia ignota increada.
Camac no es creador, se encuentra con una materia prima con la cual ordena las
cosas y origina el mundo. Es decir, si
los griegos pensaron el nihil ex nihilo –nada viene de la
nada-, el Occidente cristiano piensa el Creatum ex nihilo –creación
desde la nada- y la América indígena piensa ex quo vita –orden
desde la vida o Pachacamac-, el Oriente piensa el nihil ex Creatum –nada
es creación-. De ahí que el fin último del sabio oriental sea la salvación
mediante la reintegración a la Realidad verdadera, del sabio
andino el cuidado de la armonía del mundo o de la vida, del
sabio cristiano la santidad o unión sin identidad con Dios, y
del sabio griego el conocimiento teórico, universal y verdadero.
El griego piensa el Ser, el cristiano a Dios, el
andino a la Vida y el oriental a la Nada. Son cuatro orbes filosóficos con sus
propias diferencias culturales y espirituales. Pero todas tienen un punto de
partida común, a saber, el asombro. La
gran diferencia se da en la pregunta fundamental de cada una. En el griego
es: por qué hay Ser en vez de Nada. En el cristiano, por
qué Dios creó el mundo. En el andino, por qué la Pacha es Camac o el
Ser es Vida. Y en el oriental, por qué el Ser es Nada.
La
Nada oriental supone pensar el Ser desde la Nada, el Ser griego exige pensar el
cosmos desde la forma impuesta a lo informe, el Dios cristiano plantea un ser
omnipotente que desde la Nada crea el Ser, y la Vida andina propone un Ser
ordenador que actúa sobre lo informe. Un punto crucial de enorme importancia es que la
tradición oriental coloca la Nada antes que el Ser, mientras que Occidente hace
lo contrario. No obstante, se debe reparar que para el Occidente cristiano ni
la razón natural ni la razón sobrenatural llegan a saber lo que realmente es
Dios. Más bien permanece como el principio de todos los modos de ser. Para el cristiano Dios no es el ser, es la causa de
ser de todas las cosas. Pero tampoco es la Nada. Para el oriental reintegrarse
en la Nada es hallar el verdadero ser del no-ser. Para el griego ascendiendo al
principio supremo se alcanza el conocimiento verdadero. Para el andino cuidando
la vida se logra un tránsito menos traumático a un nuevo orden o Pachacuti. Los
griegos son los filósofos del Ser. Los cristianos los filósofos de Dios. Los
orientales los filósofos de la Nada. Los andinos precolombinos son los
filósofos de la Vida. Solamente pensando
la Nada oriental como metáfora de lo que es anterior al Ser se puede hallar un
punto de encuentro entre la metafísica de Oriente con Occidente. La Nada de
Oriente logra pensar aquella Nada antes de la Creación, pero no antes del Ser
absoluto. El Dios de Occidente llega a concebir aquella voluntad amorosa antes
del Creatum ex nihilo. La Vida andina logra pensar el principio activo del Ser,
pero no concibe al Dios omnipotente, ni a la creación. El Ser griego agoniza
entre la multiplicidad de las cosas y la permanencia de la verdad. Pero dentro de la filosofía cristiana, Dios está más
allá de toda comprensión racional y existencial, por eso tenemos en Jesucristo
una revelación de la Verdad Eterna en el Tiempo, por el seno de María. Paradoja
que el pensamiento racional no puede comprender y resulta escándalo para la
razón natural. Por eso, la consideración de los orbes filosóficos nos hace
comprender que los conceptos claves en las diferentes manifestaciones
culturales y espirituales son: Dios, Nada, Ser y Vida. Los mismos que se pueden
resumir en el Ser y la Nada. Dios es la eternidad, su creación es el ser finito
en el tiempo. La Nada nada es, por ello
es antes que el Ser creado en la concepción cristiana. En cambio, la Vida, como
el Ser, puede entenderse como increado en Dios y creado por
Dios. Es muy probable que la filosofía precolombina entendiera ambos sentidos
de la Vida. Pero lo vio como ordenado y lo sin orden o
caos en un ciclo de eterno retorno. Es decir, careció del concepto
metafísico de creación. De las tres ideas que se pueden tener sobre
Dios: Alguien poderoso, el Supremo ordenador y el Creador todopoderoso, todo
indica que los precolombinos asumieron la segunda. Por lo demás, en todos los
hontanares espirituales atribuirse una familiaridad con Dios es una
desvergüenza deplorable. Así, como Dios revela su existencia no sólo a quien
cree, del mismo modo el misterio de Cristo y de María sólo se hace evidente a
través de la fe.
Es
comprensible que todas estas reflexiones resulten fuera de lugar para los
filósofos de la modernidad, tan acostumbrados a dejar de lado la metafísica
para atenerse solamente a lo dado experimentalmente según el método científico
o restringir las esencias a productos de la subjetividad. Así, los ateos del
capitalismo avanzado como los liberales antirreligiosos Dawkins (El
espejismo de Dios) y Hitchens (Dios no es bueno) creen que la razón
científica-natural es todo y desdeñan todo lo que venga de la fe o la razón
sobrenatural. Pero Kant es un mejor ejemplo paradigmático de la negación del
pensar metafísico. Toda su juventud se la pasó buscando una conciliación entre
ciencia y metafísica, para culminar en la primacía de lo gnoseológico sobre lo
ontológico. Proyecto que lo plasmó en su madurez en sus Críticas. Pero
deslumbrado como estaba por la coherencia metodológica de Newton terminó
descalificando la metafísica porque no cumplía con los requisitos de objetivad
de la ciencia. Con ello sacrificó no sólo la unidad del saber, sino las
aspiraciones cognitivas más radicales del hombre. La filosofía en la modernidad
se ha separado de la teología, pero en realidad la filosofía y la teología no
están separadas, sino íntimamente unidas porque conciernen al ser verdadero.
Pero en esta obra por el momento se deja indicado que la metafísica no debe
tener la misma objetivad de la ciencia, porque su objetividad es de tipo
existencial y no empírica, ni subjetiva. Terry Eagleton ha subrayado (Razón,
Fe y Revolución) que si Occidente no retorna a sus fundamentos metafísicos
no podrá salvarse ni reconstruir a la humanidad. Pero en realidad no hay camino
de retorno, los signos de la decadencia se acentúan para dibujar en el
horizonte un ocaso indetenible. La metafísica no salvará a la presente
civilización moderna, lo cual no significa que hace falta una nueva revolución
metafísica. Pero ésta deberá rescatar el aporte de la modernidad. La filosofía moderna tuvo el mérito de devolverle al hombre su dignidad,
dándole conciencia de su libertad, pero al mismo tiempo el demérito de hacerle
perder la trascendencia y llevarlo al relativismo, escepticismo y al nihilismo
a través de una hermenéutica desmitizante. Lo que indica, que, para la
recuperación del ser, la verdad y la trascendencia es necesario una
hermenéutica remitizante, que sintetice la libertad con la necesidad humana de
trascendenc
2
LA NADA POTENCIAL
§ 22.- La Nada potencial es el ser puro indeterminado.
Es el arjé o principio pre-cósmico que no tiene la nada fuera de sí, sino en
sí. La nada corre a través del ser. Esto no es pensar la Nada pura o absoluta,
sino en su identidad con el ser puro. La Nada pura o absoluta no es la Nada de
la indeterminación del ser. La Nada potencial es el ser indeterminado como ser
en potencia. Esta identificación fue hecha por Hegel, pero a diferencia nuestra
no pensó la Nada pura o absoluta. Al contrario, Hegel colocó al ser
indeterminado, al ser que se identifica con la Nada, en el inicio del proceso
dialéctico del ser. Para él la Nada es punto de partida y Ser es dirección. En
otras palabras, Hegel entrega por completo al Ser al movimiento. En cambio, en
Aristóteles el motor inmóvil es reposo del ser. El absoluto hegeliano no tiene
la nada fuera de sí, sino en sí. La nada corre por las venas del ser. Pero esto
no es pensar la nada pura sino en su identidad con el ser puro indeterminado.
Lo cual significa que la nada pura no es la nada de la indeterminación del ser.
§ 23.- La
Nada potencial equivale a pensar la participación del Ser absoluto en la
Existencia y en la Realidad finita. Esto es, la Nada potencial es la
ausencia de universo que dará comienzo al universo mismo. Pero nunca es el
vacío cósmico de carácter cuántico, donde se despliegan los entes de la
indeterminación probabilística.
§ 24.- La Nada de la indeterminación del ser es la
sustancia universal en su más alta abstracción. O sea, categorías vaciadas de
contenido. Por eso no es legítimo la identificación del Ser absoluto con la
indeterminación del ser puro indeterminado o Nada potencial.
§ 25.- Las categorías vaciadas de contenido determinado
no conforman una dualidad entre el Ser y la Nada, sino que Ser y Nada son una
unidad en fluctuante equilibrio que dará lugar al automovimiento concreto de la
sustancia. O sea, dará inicio al desarrollo.
§ 26.- De modo que la Nada potencial del ser puro
indeterminado es equivalente en lenguaje de la física al vacío inestable que se
corresponde con una explosión de entropía. O sea, la nada potencial del ser
indeterminado es la primera nadificación del ser absoluto.
§ 27.- Esa nadificación del Ser absoluto en el ser
indeterminado o Nada potencial contiene el paso del ser a la esencia. O sea,
esconde la quiddidad de los seres finitos. Las esencias intemporales son
en el Ser absoluto, mientras que la quiddidad en los seres finitos. Quiddidades
que están bajo los aspectos cambiantes de las existencias empíricas.
§ 28.- La Nada potencial del ser puro indeterminado no
es el tiempo y menos el espacio, sino el principio existente antes de éstos.
Equivale al Tao chino como sustancia que es ser y no-ser a la vez, el Yin Yang
de la unidad primordial que el taoísmo atribuye a todo lo existente o la
singularidad cosmológica de la física moderna.
§ 29.- Será, en consecuencia, un tiempo que precede al
tiempo del Universo. Como unidad primordial de contrarios precede al tiempo de
los entes del universo. No se trata de la dialéctica interna de la eternidad,
como la que busca iluminar Schelling (Las edades del mundo), ni de la
condición de intemporalidad de los objetos ideales, sino de la atemporalidad
pura. Muy lejos de la eternidad y antes del despliegue del tiempo la
atemporalidad es la mismidad de la temporalización del tiempo. La atemporalidad
del ser indeterminado y de la Nada potencial es la indicación de la eternidad
de donde procede y del tiempo que discurrirá. Lo que significa que la finitud
de los entes no puede ser comprendida plenamente sólo desde la temporalidad.
§ 30.- El Universo es resultado de una inestabilidad
irreversible de un vacío fluctuante de antimateria. Esto es, las categorías
vaciadas de contenido del ser indeterminado y de la nada potencial son
transitorias al estar destinadas a dejar su construcción formal para desplegar
su contenido concreto. Este despliegue corresponde a la quiddidad misma en las
cosas. O sea, la razón funcional al que responden las leyes de las cosas empíricas
está enlazada a la razón sustancial contenida en el desarrollo cambiante de los
entes empíricos.
§ 31.- La Nada potencial del ser indeterminado al
entrar en un estado de inestabilidad irreversible da lugar a la flecha del
tiempo. Pensar un tiempo antes del tiempo no es pensar en el tiempo de la
eternidad, sino en una eviternidad potencial atemporal de las fuerzas
pre-cósmicas, que darán lugar al mundo de la materia. Con ello el fenómeno de
la realidad efectiva es la manifestación total de la quiddidad en su despliegue
funcional. De modo que si hay seres temporales es porque hay eternidad.
§ 32.- El universo pequeño y caliente se transformó en
materia al perder el equilibrio o simetría interna original. Es decir, el ser
indeterminado y la nada potencial son creados por las ideas trascendentales del
Ser absoluto con el fin expreso de que pierda su simetría interna para dar
origen el universo de los entes. La dialéctica del ser indeterminado o la Nada
potencial lleva hacia una metafísica trascendentalista antes que, a una
metafísica de las esencias, donde el ser finito y el ser esencial, encuentran
su fundamento en el Ser absoluto.
§ 33.- La pérdida de la simetría interna del universo
primitivo equivale a que las categorías del ser indeterminado se llenen de
contenido concreto. O sea, el mundo de los entes materiales es la acción
siempre dinámica de las potencias fijas en las quiddidades. La materia es
actuada y dirigida interiormente por la quiddidad. La materia no es eterna,
inmortal ni inmutable. Tampoco existe separada de las fuerzas internas que la
dirigen. Siempre necesita de un punto de apoyo para ser. Aristóteles sólo habla
de la naturaleza material y en ella distingue lo inanimado y lo vivo, pero no
distingue las dos realidades fundamentales de la realidad material: materia
pura y materia prima. Para Aristóteles no hay materia pura, sólo hay materia
potencial, ser posible, materia real sólo hay con la forma. No conoce la idea
de Creación o salir de la nada, de manera que materia y forma son eternos. La
materia prima aristotélica y la materia pura no pueden existir por sí mismos y
necesitan ser sostenidas por las formas que la sustentan. Pero el ser
indeterminado o la Nada potencial no son la materia pura ni la naturaleza
material, sino la condición esencial de lo que informa la materia pura y la
materia prima. Al contener la quiddidad del cambio de las cosas empíricas, da
lugar al fenómeno tanto en su forma y materia. Parecida a la materia prima o
fundamento original (Urgrund) de los presocráticos. El ser indeterminado
o la Nada potencial no es imagen original, ni idea, ni forma esencial de la
cosa particular, sino la quiddidad de la forma esencial y de la forma
individual. Es la substancia de lo que será la realidad efectiva.
§ 34.- Por eso la metafísica dialéctica del ser
indeterminado no es la del Ser absoluto. Confundir al Ser absoluto con el mundo
lleva panteísmo, lo cual no llega al conocimiento de Dios, sino al conocimiento
de su creación. Su derrotero expone el paso del ser al ente, pero no del ser en
cuanto ser. El peligro de esta dialéctica es tomar el ser indeterminado por lo
divino, divinizando con ello a la Naturaleza.
§ 35.- El ser indeterminado de la nada potencial replica
de modo efímero y de manera formal el estado de permanencia del Ser absoluto.
Su tiempo no es aún el tiempo del Universo, pero tampoco es la eternidad de lo
divino. Por ende, aquí no se puede hacer la afirmación engelsiana de que “todo
lo que existe merece perecer”, porque todavía no hay entes existentes que
perezcan.
§ 36.- No es el eidos de Platón del que deriva
la perfección de las ideas, sino la quiddidad de las cosas reales o forma que
determina la materia. En ese sentido es una ousía o sustancia, como una
realidad en sí que contiene y desarrolla su propia esencia. Siendo al mismo
tiempo Nada potencial por dos motivos: porque al provenir del Ser absoluto
carece de sus propiedades eternas e inmutables y porque contiene las esencias
que sirven de fundamento a los seres inanimados, animados y espirituales en una
temporalidad o devenir continua e incompleta. No hay ente -ni siquiera los
racionales finitos y espirituales- en el que no esté presente la nada, hay
graduación de la nada en los modos del ser. Salvo en el Ser absoluto, porque en
Dios la existencia es esencia. En cambio, en las cosas y demás seres esencia y
existencia existen separadas. En ese hiato se infiltra la Nada, que desde la
Caída se manifiesta en la angustia, el mal, la muerte y la entropía. Pero los
seres reales como acto dependen del acto puro del Ser absoluto.
§ 37.- El ser indeterminado es la presencia formal de la
presencia presente del Ser Absoluto. Es fundamento primario en el sentido de un
ente primordial. En cambio, el Ser absoluto es Dios, fundamento no primario
sino primero, y en ese sentido, no puede ser confundido con ningún ente. Es el
ser más allá de todo ente y a la vez lo más cercano al hombre. Por ello, el ser
indeterminado o la Nada potencial no es el reflejo opaco de las Ideas de
Platón, ni el mundo perfecto, eterno e indestructible de Aristóteles, sino el
contenido de la quiddidad de los seres finitos.
§ 38.- El ser indeterminado o Nada potencial es
atemporal, el ser esencial es intemporal, mientras que el ser real es temporal.
El ser esencial es intemporal y es en Dios o el ser absoluto, mientras que el
ser real es temporal. Pero la intemporalidad del ser esencial no es la
eternidad del ser primero. No hay cosa real sin esencia -las esencias son seres
ideales-, pero hay cosas sin existencia real -los entes ideales-. En todo
objeto real en devenir hay diferencia entre la esencia y quiddidad. Desde
Platón la esencia precede a la existencia, pero Sartre invierte la frase. En
cambio, Heidegger ve en la diferenciación entre esencia y existencia el
originario olvido del ser. Pero para Heidegger la única epopeya es la del ser.
En contrapartida, también existe la epopeya de la acción. Y la filosofía
práctica de Kant nos muestra que el hombre no sólo es finitud, porque es
esperanza y su razón necesita a Dios y la idea de inmortalidad del alma para
lograr la armonía entre virtud y felicidad. Por su parte, la filosofía de Bloch
puso hincapié en que la praxis es otra forma de manifestación del ser. Ello
lleva a pensar que el Ser se mide a partir del sentido y no a la inversa como
quiere Heidegger.
§ 39.- En la distinción entre esencia y existencia no hay tal
“olvido del ser”, como afirma Heidegger, porque el Ser primero no es un ente,
ni mero fundamento, sino lo que posibilita todo fundamento posible. De lo
contrario, Dios, la libertad y el amor, no serían más fuertes que la muerte y
la nada. Por ello, la interpretación onto-teológica del ser por la filosofía
occidental, lejos de ser un olvido del ser se convierte en una precisión
mayúscula del misterio Ser mismo. También la nueva época dominada por la
técnica y la ciencia lejos de ser el fin de la ontoteología, como cree
Heidegger, es el verdadero olvido del ser porque al eliminar a Dios o ser
absoluto se identifica al ser con los entes. Ese triunfo pírrico de la
metafísica de lo inmanente sobre la metafísica de lo trascendente está llevando
al pensamiento y civilización occidental a su verdadero colapso inesquivable.
Levinas (Dios, la muerte y el tiempo) sugiere enmendar la plana a
Heidegger interpretando a Dios no ontoteológicamente, sino éticamente. O sea,
Dios no nos remite al ser sino a algo previo, el Bien, lo ético original. Pero
resuelve mal el asunto, porque lo ontológico y lo axiológico no están separados
en el Ser primero o Dios. En Dios el Bien es ontológico y no está más allá del
Ser. Pero para Platón y Plotino, Dios está más allá del Ser. Afirman un más
allá del ser, una trascendencia a la que Levinas se adhiere. Un ámbito donde la
ética no se subordina a la ontología. Lo cual lleva hacia una teología
negativa, donde el Ser es manifestación y la Trascendencia no. Levinas se suma
a esa otra fuente de sentido concebida como Trascendencia más allá del ser. Lo
cual es un profundo error, porque significa separar el ser de la propia esencia
divina. Lo cual distorsiona la esencia intratrinitaria de la divinidad. Levinas
cae víctima de la teología natural de carácter neoplatónica. Heidegger, que
quiere poner al Ser más allá de Dios, y los filósofos que ponen a Dios más allá
del Ser, reflejan realmente el verdadero olvido del Ser.
§ 40.- Ni Dios es un sueño filosófico -como pretenden los
enciclopedistas y Hume-, ni es sabelianamente un mero postulado moral de la
razón práctica -como lo ve Kant-, ni el Absoluto es la dialéctica del ser
indeterminado que se identifica con la nada, en su despliegue inmanente en la
naturaleza y en la historia -como pretendió Hegel-. Por lo demás, suponer un
dios bueno más allá del ser es tan incongruente como postular un ser más allá
de Dios. En Dios ni la ontología ni la ética van por cuerdas separadas. Además,
no es posible una inteligibilidad sin referencia al ser. Ni la negación del ser
en la contradicción -descubrimiento de Hegel- abona en ese sentido, porque lo
negativo sigue siendo algo positivo en la nueva síntesis. Husserl (Lógica
formal y lógica trascendental) tampoco lo suscribe, porque admite que si se
quiere dar fundamento a la lógica formal es preciso mostrar su origen en una
ontología material. Por lo demás, la obra racional de la conciencia siendo
reminiscencia no deja de ser reconstrucción de una identidad inteligible que
tiene que ver con el ser. Por ello, el intento de Heidegger de destruir la
identificación entre presencia y ser naufraga no en el pensar lo impensable,
sino en pensar lo ininteligible. Por lo que, en Heidegger el ser es un obscuro
abismo sin fondo, su ser representa el fracaso de la racionalidad. En contraste
con los griegos, Platón y Aristóteles, donde el ser es el ser de la quietud.
Mientras que en la Edad Media hay el ideal de la ciencia divina, donde lo ético
recubre lo ontológico. En cambio, la Modernidad inaugura la racionalidad en su
inquietud, el ser se extravía y la trascendencia se niega.
§ 41.- En las virtualidades ontológicas del ser indeterminado
o la Nada potencial se distingue el dar origen al ser finito, en el cual se
puede distinguir el ser y el ente. El ente es múltiple y sus géneros son
distintos modos de ser -esencial, existencia, real, e inteligible-. Todo ente
es plenitud de una forma. El ente es un algo realizado y por ello mismo
anonadado. Ello lo abordaremos en el capítulo siguiente sobre la Nada anonadada
o el devenir de ser categorial.
§ 42.- Pero hay algo que no está contenido en las
virtualidades ontológicas del ser indeterminado o de la Nada potencial, a
saber, las realidades espirituales. Las realidades
espirituales (Dios, ángeles, alma humana) no emergen de la materia
evolutiva, porque son directamente creadas por Dios o el Ser absoluto. Los
ángeles son pura forma sin materia, el hombre no. Por lo demás, sea dicho que,
a diferencia del idealismo absoluto, aquí no se afirma que las cosas sean
apariencias porque no es correcto afirmar que el ser no corresponde más que a
Dios, dado que toda existencia y realidad participa del ser. Ahora bien, el
alma humana no existe antes de su unión con el cuerpo. Entre la fecundación y
el nacimiento crea Dios el alma individual de cada ser humano, siendo su
destino volver a la unidad psicofísica con el cuerpo. O sea, existir como
persona. Esto significa que, si Dios crea directamente el alma humana en plena
desenvoltura del Universo, entonces se da una Creatio ex nihilo del
alma humana en la historia. Lo cual destaca la importancia suprema del hombre
dentro de toda la creación, ente como realidad vinculante de lo inmanente y lo
trascendente. Esto es, mientras que el mundo material ha sido arrojado en
la creación, en cambio el alma espiritual humana ha sido especialmente
creada. Por tanto, la pregunta metafísica fundamental no es sólo por qué hay
Ser en vez de Nada, sino, también, por qué hay seres espirituales en vez de
meras cosas inanimadas y seres animados sin alma espiritual.
Sinopsis. -
La Nada potencial es el ser puro indeterminado. Es el
arjé o principio pre-cósmico que no tiene la nada fuera de sí, sino en sí. Pero
esto no es pensar la Nada pura o absoluta, sino en su identidad con el ser
puro. Lo cual significa que la nada pura o absoluta no es la nada de la
indeterminación del ser. La Nada de la indeterminación del ser es la sustancia
universal en su más alta abstracción. O sea, categorías vaciadas de contenido,
las cuales no conforman una dualidad entre el Ser y la Nada, sino que Ser y
Nada son una unidad en fluctuante equilibrio que dará lugar al automovimiento
concreto de la sustancia. O sea, dará inicio al desarrollo. La nada potencial
del ser indeterminado es la primera nadificación del ser absoluto. Las
categorías vaciadas de contenido del ser indeterminado y de la nada potencial
son transitorias al estar destinadas a dejar su construcción formal para
desplegar su contenido concreto. La Nada potencial del ser indeterminado al
entrar en un estado de inestabilidad irreversible da lugar a la flecha del
tiempo. Pensar un tiempo antes del tiempo no es pensar en el tiempo de la
eternidad, sino en una eviternidad potencial de las fuerzas pre-cósmicas, que
darán lugar al mundo de la materia. El ser indeterminado y la nada potencial
son creados por el Ser absoluto con el fin expreso de que pierda su simetría
interna para dar origen el universo de los entes. La metafísica dialéctica del
ser indeterminado no llega al conocimiento de Dios, sino al conocimiento de su
creación. Su derrotero expone el paso del ser al ente, pero no del ser en
cuanto ser. El peligro de esta dialéctica es tomar el ser indeterminado por lo
divino, divinizando con ello a la Naturaleza. El ser indeterminado es la
presencia formal de la presencia presente del Ser Absoluto.
Comentario. -
La secularización de la ciencia llevó hacia una visión ametafísica y
ateológica del universo, pero no suprimió el anhelo de
comprensión total del mundo ni el afán de salvación. Pero ciencia,
metafísica y fe, ni se sustituyen ni se excluyen. El metafísico como el teólogo
no debe abstenerse de la ciencia y viceversa. La ciencia habla del mundo creado
por Dios, la metafísica de sus principios y la teología debe dialogar con la
ciencia con espíritu crítico-ideológico. La metafísica ni la fe se realizan en
el ámbito experimental del mundo, pero tampoco se divorcian del mundo. La
metafísica como la teología sí proporcionan una idea del mundo más general que
la ciencia.
Copérnico con su heliocentrismo no explicó el orden inferior, ese fue el
mérito del Cusano con su idea de infinitud espacial. Kepler, divinizó la
geometría y terminó en una teología horizontal de salvación. Galileo enfatiza
la observación en las ciencias demostrativas. Su énfasis en la ratio física
confundió lo exacto con lo verdadero e hizo imposible la libertad humana. Bacon
pone su esperanza en la ciencia y en la técnica. Descartes hace casi
desaparecer a Dios. Newton con su hypothesis non fingo niega a
Dios. El antropocentrismo kantiano hace
imposible que el mundo haya salido de las manos de Dios. Esa visión ametafísica
y ateológica se prolonga hasta el monismo fundamentalista de Einstein y el
pluralismo complementario de la física cuántica. Todos renuncian a la visión
total del universo. Pero la ciencia en un problema hermenéutico, que como
teología natural exige dar un paso más hacia la desmitificación. La ciencia
cuanto más nominalistamente se relaciona con lo contingente y mundano, más
aviva el anhelo intramundano de salvación. El problema es que en un mundo sin
Dios, la salvación trate de resolverse solamente en el ámbito de lo inmanente.
Así, la tendencia panteísta en el concepto matemático de las ciencias reside en
que otorga al cosmos su propia identidad autónoma. Y es que el orden ahistórico
de la ciencia encubre la realidad total y el misterio de lo existente. Es
conocido que, en la perspectiva bíblica agustiniana, ciencia y fe se oponen, la
sophia humana no tiene eficacia salvífica. Pero el agustinismo ideologizó las
matemáticas al modo neoplatónico. En cambio, para Pablo de Tarso la sabiduría
humana sí tiene poder salvífico. La aporía socrática -al conocimiento no le
compete el descubrimiento de la realidad total- y el destino de la
metafísica-el ser es un trascendens, es la verdad y Dios- nos lleva a
darnos cuenta del error agustiniano que se enfrenta con la dialéctica paulina
-sabiduría conceptual y kerigma salvífico-. La teoría de los dos libros
-Revelación y revelación natural- demuestra que el libro de la Naturaleza puede
ser leído como revelación natural de Dios. La utilidad del positivismo metódico
-la verdad reside en el concepto- lleva a reconocer que también la ciencia
necesita de una nueva metafísica. En la teología de una experiencia analógica,
donde se diferencia información, interpretación y realidad, lleva a reconocer
que nuestra existencia es escatológica, que el ser se muestra analógicamente en
todo lenguaje, que el evangelio es palabra profana con sentido divino, que el
universo es historia de Dios con el hombre y que Dios es el fondo abisal de la
ciencia. El mundo no es Dios, pero Dios está en el mundo. Pero si bien la
secularización no suprimió el anhelo de comprensión total del mundo ni el afán
de salvación, tiene un lado oscuro bastante acentuado en la celebración de la
muerte de Dios y el ateísmo práctico extensivo en las masas. Sus pensadores así
lo demuestran. Heidegger quiere ir más allá de Dios, hacia el inefable ser;
para Paul Tillich Dios es suprapersonal; para el obispo John Robinson la
teología debe ser secularista; y Bertrand Russel ya octogenario escribe su
novela Satán en los suburbios, donde la secularización puede ser vista
como un descenso a los infiernos.
Ahora bien, los astrónomos han confirmado que vivimos en un inmenso
vacío cósmico. Y con ello vuelven a resonar las antiguas preguntas filosóficas:
¿si la materia surgió de la nada? ¿Qué había antes del Universo? ¿Todo se formó
a partir de un fenómeno microscópico llamado fluctuaciones cuánticas? ¿Lo
explica todo, las leyes de la física, es Dios el Creador de estas leyes? La
física y la cosmología se ocupan sólo de cosas que se pueden verificar. La
filosofía de lo que se puede explicar racionalmente sin verificación empírica,
la religión de lo que se debe tener fe por revelación. En nuestro caso nos
interesa la antigua v perenne pregunta filosófica formulada varias veces por
grandes pensadores como Heráclito, Parménides, Platón, Aristóteles, san
Agustín, santo Tomás de Aquino, Leibniz, hasta Heidegger. Y la pregunta es:
¿Por qué hay Ser en vez de nada? Veamos primero lo que confirman los astrónomos. Según un nuevo
descubrimiento, el Universo sería algo así como una descomunal pompa de jabón,
con toda la materia concentrada en la superficie y casi totalmente vacía por
dentro. Esta conclusión fue expuesta en la reunión anual de la Sociedad
Astronómica Americana, que se celebró en Austin, Texas. La Vía Láctea, nuestra galaxia, junto a todas sus compañeras,
se encuentra en el borde mismo de un enorme vacío de más de
mil millones de años luz de extensión y en cuyo interior no hay
"nada".
El "agujero" que contiene la Vía Láctea es conocido como
el "vacío KBC" (por Keenan, Barger y Lennox
Cowie, de la Universidad de Hawaii), y es el mayor vacío conocido por la
Ciencia. La idea fue lanzada en 2013 por la astrónoma Amy Barger y su
estudiante Ryan Keenan, de la Universidad de Winsconsin-Madison, mostraba que
la galaxia en que vivimos reside justo en los límites de un gigantesco vacío,
una oscura y enorme región de espacio que contiene muchas menos galaxias,
estrellas y planetas de lo que podemos ver en nuestro vecindario cósmico más
inmediato. El Universo parece un queso de Gruyere o de una enorme tela de araña en
3D en el que la materia "normal" se distribuye en agujeros y
filamentos. Los filamentos están hechos de cúmulos y super cúmulos de galaxias,
que a su vez están formadas por miles de millones de estrellas, gas, polvo y
planetas. Y toda esa materia "normal" apenas supone el 5% de la masa
total del Universo. El 95% restante, que no puede ser observado directamente,
está hecho de materia y energía oscuras. El nuevo estudio del
astrónomo Hoscheit, también estudiante de Barger, confirma la idea de que vivimos en el mayor de los vacíos conocidos hasta ahora en el
Universo. Un vacío que, además, ha permitido resolver las
discrepancias que existían al usar diferentes técnicas para medir la velocidad
a la que el Universo se expande. Hoscheit no ha podido encontrar objeción
alguna, ni obstáculo observacional que vaya en contra de la conclusión de que
la Vía Láctea reside en el borde mismo de un gigantesco
vacío. Hasta aquí llega la noticia de los cosmólogos. Y
lo primero que se puede advertir es que el vacío cósmico actual no es
el vacío cuántico del que surgió todo el Universo. No sólo se trata de dos
tipos de vacío distintos, por lo dimensional, macrocósmico el actual y
microcósmico el original, sino que, por lo estructural, se relaciona con
aquella fuente energética que dio origen a la energía oscura y a la materia
oscura. Lo segundo a conjeturar es que la duración finita de la
expansión de dicha pompa de jabón llamada Universo no tiene por qué ser
relevante respecto al destino de una de sus criaturas que la habita, a saber,
el hombre. Todo indica que el principio antrópico existe para subrayar la relevancia
cósmica del hombre al haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Tercero,
si el Universo reposa sobre un vacío cósmico, este mismo vacío tuvo que haber
tenido un origen y al tenerlo no es la Nada, sino que es “algo” llamado vacío
cósmico. Lo cual permite deducir que el vacío cósmico no es la Nada. De modo
que el vacío cósmico sería algo así como el repositorio de la energía oscura y
la de la materia oscura, las cuales son también resultado de las fuerzas
físicas fundamentales, las mismas que tampoco son ni el vacío cósmico ni la
nada, y sí más bien algo así como el Neutrovacío (término acuñado por el
matemático y cosmólogo peruano Enrique Álvarez Vita). Cuarto, si el vacío
cósmico tuvo un origen ese origen no pudo ser las fluctuaciones cuánticas del
Neutrovacío, porque la idea misma de lo cuántico puede suponer un vacío
macroscópico, pero no un vacío microscópico. De manera que el origen del vacío
cósmico –tanto macro y microcósmico- no es ni sí mismo ni
la nada, sino algo exterior al Universo in nuce o en potencia.
Justamente sería el ser indeterminado o la Nada potencial. Ese algo exterior no
puede ser ni el azar, ni la causalidad, ni la indeterminación, sino la libre
voluntad de un Ser superior inteligente y con voluntad sobre el ser indeterminado.
De modo que no es un contrasentido pensar que el Universo fue creado de la Nada
por un ser omnipotente y omnisciente.
Quinto. Las fluctuaciones cuánticas pueden haber dado origen al Big Bang
dando comienzo a todo el Universo incluido el vacío cósmico. Pero dichas
fluctuaciones no ocurren en la Nada sino en el vacío cuántico que ya es algo.
Entonces, qué dio origen a ese vacío cuántico. Si suponemos que ella misma se
originó, resulta siendo causa de sí misma o causa sui. Algo así
como una divinidad inconsciente, una fuerza cósmica ciega, como piensa el
panteísmo. La materia y la naturaleza quedarían divinizadas. Esa es la solución
del panteísmo o sea Dios es todo y se confunde con el mundo. El alma quedaría
convertida en epifenómeno neurológico, la inmortalidad es un mito y el espíritu
quedaría pulverizado. Esto es justamente lo que se supone en la propuesta
panteísta que en el fondo es un materialismo solapado. Sexto. Pero también es un
materialismo sutil el llamado panenteísmo (Dios está en todo lo trascendente e
inmanente) de Schelling y Krause. En el fondo el panenteísmo al afirmar que Dios está en la naturaleza
afirma que Dios cambia y se identifica con la creación. O sea, la creación es
igual con la propia esencia de Dios. Así, niega la naturaleza trascendente e
inmutable de Dios, y, por ende, la necesidad del milagro, la encarnación y la
redención de Cristo. Si Dios está también en la mudable naturaleza
inmanente, entonces qué sentido tiene la encarnación y redención de Cristo:
ninguna. Si Cristo es innecesario y sólo importa el Dios que está en todo,
entonces la salvación es automática, la libertad sobra, todo está inscrito en
las leyes naturales por la voluntad infinita del Creador. Pero hay algo más
grave aún. Si Dios está en todo, entonces la creación tiene que ser infinita o
sea eterna. La materia deriva en eterna, el tiempo en un eterno retorno. Como
para el panenteísmo Dios es trascendente e inmanente, entonces hay dos
eternidades. Pero como no puede haber dos eternidades, porque es un contrasentido
lógico y ontológico, entonces aquí reluce una inconsistencia más del
panenteísmo. Séptimo.
Pero, además, cómo explicar que de dichas azarosas fluctuaciones cuánticas se
engendrara el principio antrópico y la libertad. Y, además, cómo de algo ciego
y azaroso se puede explicar un sentido, un propósito, un orden, un telos que
parece seguir claramente el Universo. Al espíritu euclidiano se le escapa la
explicación de la libertad del individuo y la historia humana. Es un fenómeno
que rompe sus reglas cuantitativas y empíricas. La explicación más plausible
del fenómeno humano y del universo mismo lo ofrece la elucidación teísta. Al
espíritu euclidiano de carácter cientificista le caracteriza la rebelión contra
Dios. La libertad tiene una naturaleza propia y no puede ser reducida a
explicaciones azarosas, cuánticas ni causales.
Así, el vacío cósmico ligado a las fluctuaciones
cuánticas encuentra el punto más controversial en la concepción de lo divino
como energía autocreadora, donde resulta siendo álgido el problema de la
libertad. Spinoza trató de resolverlo viendo la libertad como la conciencia de
la necesidad. Lo que resulta un verdadero contrasentido. Pues no es posible
construir un sistema ético ni explicar la libertad basándose en un naturalismo
y determinismo panteísta. Pero si bien en un universo regido por la necesidad no puede haber ni
bien ni mal, en un universo regido por la indeterminación materialmente sí
puede haber bien y mal, aunque formalmente dependa de factores extramateriales,
como la conciencia moral. En esta oscilación y ambigüedad subyace un
materialismo ateo que no puede comprender a Dios como sujeto y no sólo como
sustancia. No hay nada de sublime en el panteísmo. En un universo regido por la
necesidad y la indeterminación sólo puede surgir un dios filosófico que es
finalmente materia, pura energía ciega. Y como es material no es creador, sino
ordenador. Él es naturaleza no lo trasciende. Es un eterno flujo de energía
inagotable. Pero no hay ningún fin, el azar y la necesidad lo rigen todo. No
hay duda de que junto a la moralidad estoica y al panteísmo metafísico
espinosista se impulsó la secularización actual. En el mundo actual el panteísmo renace sobre los escombros del
mecanicismo naturalista, el materialismo, el positivismo y el cientificismo.
Incluso junto al indeterminismo todos tienen en común el predominio del
inmanentismo. Es lo que vemos en los multiversos de Hawking y
en el azar omnipresente de Dawkins. Los mismos coqueteos con
el panteísmo lo podemos hallar en aquella divinidad más profunda que Dios, en
la Gottheit de la vía
mística de Eckhart, el Urgrund de
Jacobo Boehme, en el Uno de Plotino, el Supraser en Heidegger, el Tao chino y
en el misticismo hindú.
Pero el gran inconveniente de la afirmación
panteísta es que su indiferenciación impersonal culmina en el pasivismo, el
quietismo, la negación del hombre y de Dios. Sencillamente en el panteísmo no
tiene cabida ninguna vocación creadora del hombre. Todo se absorbe en una
oscura energía divina que no sabe nada de la energía creadora del hombre, no es
antropológica, es pasiva y hostil a la creación. Todo queda absorbido en el
indiferenciado divinismo original, donde no se distinguen ni Dios ni el
hombre. Las grandes distorsiones conceptuales que nacen de la perspectiva panteísta
son debidas a la concepción unívoca del ser, donde lo trascendente es eliminado
ante el imperio ubicuo de la inmanente. Es el costo de renunciar a la
concepción analógica del Ser. Y así vemos a un Stephen Hawking confundido y sin
entender que nada puede la ciencia física decir sobre la creación, simplemente
porque la creación no es un suceso físico sino metafísico. Del mismo lastre y
grave defecto adolecen las especulaciones sobre los memes culturales de
Dawkins. La existencia
de una organización maravillosa en la naturaleza y de un orden superior a la
materia no puede ser obra del azar, la causalidad ni la indeterminación. Por el
contrario, la misma ciencia sugiere la existencia de un orden sobrenatural. Las
únicas respuestas posibles son de orden religioso y filosófico. La misma
ciencia impone la necesidad de Dios tanto en lo material como en lo espiritual.
La ciencia para completar sus explicaciones exige la existencia de un espíritu
consciente e inteligente que dio origen al Universo. Se trata de un espíritu
superior al cual el hombre debe prosternarse humilde. Einstein decía que el
primer trago de ciencia te vuelve ateo, pero en el fondo de la copa se
encuentra a Dios. No aceptarlo resulta siendo un defecto epistémico serio, pero
aún más grave secuela es el daño que se propina a la propia vida personal y
espiritual.
Finalmente, si
el Universo es como una pompa de jabón en cuyo interior está el vacío cósmico
se puede decir que tanto el Universo como el vacío son el Ser en cuanto lo
manifiesto. A esto se llama Realidad. Pero la Realidad no es la única
manifestación del Ser. Esta también la Existencia, como el Yo de un poder
ser dentro de un proyecto libre. Lo cual significa que el Ser es la fuente
común de la Existencia y de la Realidad. El Ser es la fuente del Universo
y no a la inversa. De modo que el Ser es eterno y es objeto de la metafísica;
la Realidad es instantánea y es estudiada por la física; y la Existencia es
temporal y es estudiada por la pneumatología. Ahora bien, dentro de este marco la Nada equivale a la no participación del Ser en la
Existencia ni en la Realidad. En otras palabras, la Nada es la ausencia de
universo, pero nunca es el vacío cósmico. ¿Pero acaso cabe
distinguir dos tipos de creaciones ex nihilo: ¿una sin el tiempo
(Universo) y otra desde el tiempo (alma humana), una sin el vacío cósmico y
otra con ella? Veamos, si el vacío cósmico del universo nos remite a la nada
antes de la creación y, por ende, antes del tiempo, por su parte el problema
del alma también nos señala una creación desde la nada, pero en el tiempo. Me
explico. Dios crea de la nada ambas realidades, a saber, el Universo y el alma
humana. Pero una cosa es la Creación a partir de la Nada (Creatio ex Nihilo)
del Universo y del vacío cósmico, y otra cosa es la Creación del alma humana
directamente por Dios en la historia y en el tiempo. Para la Iglesia las realidades espirituales (Dios, ángeles, alma humana)
no han emergido de la materia evolutiva. Pero, al contrario de lo que sostiene
el orfismo y el gnosticismo, el alma humana no existe antes de su unión con el
cuerpo. Entre la fecundación y el nacimiento crea Dios el alma individual de
cada ser humano. Cada ser humano posee su propia alma puramente espiritual y
constituye la intimidad de la persona. Y su destino es volver a la unidad
psicofísica con el cuerpo. O sea, volver a ser persona. Entonces, si Dios crea
directamente el alma humana en plena desenvoltura del Universo ello significa
que se da una Creatio ex nihilo del alma humana en la
historia. Todo lo cual relieva la importancia que tiene el hombre en el
universo mismo. Es más, subraya la importancia suprema del hombre dentro de
toda la creación como realidad vinculante de lo inmanente y lo trascendente. En
otras palabras, el mundo material ha sido arrojado en la creación, en
cambio el alma espiritual humana ha sido especialmente creada. Hacer
filosofía de la naturaleza sobre la base de los fundamentos científicos nos
lleva hacia la confirmación del principio antrópico de Brandon Carter y el
Diseño inteligente de Michael J. Behe. Los cuales ponen énfasis en que el
ajuste fino existente en las constantes cosmológicas no pueden ser fruto del
azar sino de un plan inteligente. Queda pendiente una inquietud no menos
crucial. Cuál es la relación entre el vacío cósmico y el daño ontológico que
infringió a todo el universo el pecado del hombre. Este punto tampoco es un
tema de la ciencia, aunque sí de la filosofía y de la teología. El crecimiento
exponencial del vacío cósmico que equivale al triunfo final de la entropía o del
caos, sería la consecuencia de la herida abierta por el pecado del hombre. El
vacío cósmico no es la Nada. Qué hubo antes de la Creación, a saber, Nada. Esa
fue la respuesta de San Agustín. Pero eso no significa que no haya habido el
Ser. El Ser Absoluto, como eterno, está fuera de lo temporal e instantáneo, tal
como es la naturaleza del Universo. En el Universo está el ser categorial. Por
eso un Dios providente, omnisciente y omnipotente crea el cosmos de la Nada.
Pero entre el ser categorial y el Ser absoluto está el ser indeterminado o la
nada potencial, como reflejo formal de la presencia presente del ser absoluto y
fuerza potencial de todos los entes que caminan al perecimiento.
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