jueves, 4 de julio de 2024

PRÓLOGO AL POEMARIO HORAS SIN TIEMPO

 


PEDRO RAFAEL GONZÁLEZ ALVA-Poeta y docente de literatura

HORAS SIN TIEMPO

(Lima, IIPCIAL, 2003)

Prólogo

La presente obra poética de Gustavo Flores nos anonada y sobrecoge por la ingeniosa, original y hasta misteriosa, tanto en la forma y ropaje exterior, cuanto, en el equilibrio entre la elegancia y la fuerza, la belleza y la sabiduría de la que sin proponérselo hace derroche.

En efecto, su inspiración, ora mágica y de difícil comprensión, ora diáfana, serena y profunda, es un manantial de claridad de luna llena, de calor de sol, de fe intensa y tal vez de desconsuelo frío, congelante, tenebroso.

Gustavo se nos manifiesta como un creador de pluma generosa, portentosa, rica en giros y términos reveladores de un trasfondo filosófico que subyace en cada poema, y que nos invita a releer algunos de ellos.

Con mucha razón Don Ricardo Palma expresó: “Es arte del demonio o brujería esto de escribir versos…”. Pareciera que Gustavo hace uso de ambos en su creación poética, que trasunta un acentuado sentido antropológico, con el que abre las puertas para conocer al hombre en su más amplia riqueza, pero también nos insinúa la flaqueza, la impotencia y el infortunio que acompañan a la naturaleza humana. Se revela igualmente poseedor de dotes poco frecuentes y de mérito dual: filósofo y poeta, propio de espíritus privilegiados.

Su poesía es un verdadero concierto de sentimientos afines, pero también disímiles y opuestos, que constituyen el patrimonio psicológico y espiritual del hombre. Por un lado, el Amor, cantado con diferentes y matices llenos de dulzura y exquisitez, a veces plagados de ruda ironía. Pareciera que hablara con Dante Murr cuando éste expresa: “El hombre que no ama no vive. Es un muerto que camina”. También nos dice sin escribirlo que una vida sin amor es como una mañana sin sol o una primavera sin flores.

“Te conocí cuando cantarina florecías

Con el garbo de una rosa

Tu largo y negro pelo como la noche

Tu alma: benigna y humilde

Y tu plácido amor”.

Gustavo Flores aquí nos regala su prolífica inspiración poética de contenido metafísico. Hay en sus versos expresiones sencillas y cristalinas, pero también las hay obscuras como nubarrones que se van diluyendo en su cielo inundado de estrellas al rayar el alba inspiradora. Con su peculiar estilo nos muestra la sombra, pues sin ella ignoraríamos el valor de la luz, nos invita a admirar el vuelo del águila por el contraste con el arrastrarse de la oruga.

La lectura de sus creaciones de tinte filosófico seduce al aficionado. Más en otros quedamos pensativos, casi perdidos en la selva intrincada de su follaje metafísico.

Gustavo nos invita a gozar con el gorjeo del ruiseñor y casi nos obliga a compararlo con el silbido de la serpiente. Usa los vocablos con un estilo muy suyo, dejando el sabor de lo dulce e inefable, pero también de lo agridulce y hasta amargo.

Gustavo nos hace paladear verdades y sentimientos de lo más escondidos, de aquellos que anidan en los lugares más secretos del corazón. Sus poemas nos traen a la memoria lo que nos ha dicho Amado Nervo: “Mis rimas van al alma porque del alma salen… en el cofre lírico, las perlas que más valen son las lágrimas, siempre que del alma se exhalen”.

Si bien los versos de Gustavo no configuran las formas exteriores de la rima y la consonancia, ellos nos sumergen por momentos en una hondonada lírica que nos tienta a verter “una lágrima metafísica”. Platón diría: su pensamiento cuando crea es un discurso que su alma se da a sí misma, y su palabra escrita se convierte en un discurso que su alma dirige a los que lean sus poemas, dejándonos sumidos en profunda reflexión. Así dice:

“Yo no busco el verso en la palabra

Sino la busco en la sonora vida”, y agrega:

“Lo cierto es que converso mucho

Con el hombre que hay dentro de mí…”

“Es un buen amigo, confidente fiel…”

“Por eso sueño volando

Sobre el tajo de la muerte”.

Otra de sus musas inspiradoras de su creación literaria es “la huesuda y fúnebre muerte”:

“¿estaré contigo en el banquete eterno?

¿Será tu casa el rompeolas de mis últimas horas?

¿Y yo? Ya voy juntado

Mis huesos a tu sombra”.

Concede generoso tratamiento a la muerte y confiesa su esperanza de que ella se trocará en nueva vida:

“Llega aciago el pájaro negro

Para helarnos el corazón de terror y pena…”

“¿serán las almohadas de Cristo

las que reciban mi alma?”.

“El día me ha cansado tanto, y pronto

Estaremos extendidos bajo la lápida…”

“¿Será Dios que paciente espera

que devoremos la vida eterna?”.

A pesar de la severa frialdad y rigor kantianos, Gustavo nos descubre un mundo ignoto, ignorado, pero de una calidez de un fuego apasionante, que por momentos puede llagar a incendiar el alma de quienes son susceptibles de romántica sensibilidad.

“¿Por qué tu sonrisa pregonera

cruza el cansancio de mis huesos?”

“¿Por qué el agudo florete de tu amor

me devoró incontinente el corazón?”

“Poso mis dedos sobre tu piel purificada

y caes sobre la yerba cual fruta silvestre…”

“Ardes cual fogata en rojo atardecer

Y me extasío cual abeja en el dulce colmenar”.

Finalmente, debemos expresar que nuestro poeta hace gala de espontaneidad creadora: por una parte, pinta la realidad sufriente, palpitante del ser; por otra, crea imágenes y situaciones con una acicalada fantasía. Su poesía es rica en temas, en musas inspiradoras: un verdadero manantial, inacabable, con hondura en la reflexión antropológica, humanista, pródiga de sentimientos nobles, metafísicos. Su mensaje exquisito, sin regateos, fluye cual riachuelo que persigue llegar al rio tormentoso, al inmenso océano de la vida. Canta al Amor, que es vida, y concede generosa aceptación a la Muerte, con la esperanza que ella se trocará en nueva Vida.

San Isidro, 11 de mayo 2003

miércoles, 3 de julio de 2024

2 DE JULIO, DÍA MUNDIAL DEL OVNI

 


JUAN CARLOS ASMAT-Docente de Filosofía/Trujillo
2 DE JULIO, DÍA MUNDIAL DEL OVNI
LOS OVNIS COMO SERES VIVOS EXTRATERRESTRES NO EXISTEN

A mi juicio a la fecha no existe una sola evidencia científica sobre la existencia sobre seres vivos extraterrestres. Sencillamente no lo hay, todas las supuestas evidencias resultan en teorías, muchas conspirativas y muchas con enormes lagunas científicas.
¿Podríamos acaso aplicar lo que decía Sagan que la ausencia de pruebas no son pruebas de ausencia?, evidentemente no a mi juicio.
Uno de los grandes libros sobre el tema lo escribe mi gran amigo el Doctor Gustavo Flores Quelopana, destacado filósofo peruano, miembro de la SOCIEDAD PERUANA DE FILOSOFÍA y su expresidente.

Aborda desde una concepción filosófica y científica del tema, analizando todas las posibilidades que permiten al lector filosofar sobre el tema.

lunes, 1 de julio de 2024

EL ALTAR DEL FUEGO DE CARAL

 

EL ALTAR DEL FUEGO DE CARAL

¿Representa dicho altar al pie de las imponentes pirámides de la milenaria civilización de Caral la adoración del Fuego? Si se acepta la adoración directa del fuego la estaríamos poniendo al nivel del culto a los elementos del hombre prehistórico. Todos los restos monumentales indican que estamos muy lejos de una primitiva religión de integración y sí, más bien, dentro del contexto de una religión de servicio, propio del hombre del neolítico, agricultor y urbano.

¿Pero si no se trata de una adoración del fuego qué representaría el mismo? Todo señala que estamos ante un pensamiento complejo que emplea el fuego como símbolo de la divinidad. Es decir, sus antiguos sacerdotes rezan -como los zoroastristas- frente al fuego como símbolo de la luz o de la deidad absoluta y suprema. El fuego representaría la energía del creador. En una palabra, el fuego sería el símbolo de la divinidad.

¿Pero qué tipo de divinidad representaría el fuego de los de Caral? ¿Una divinidad monoteísta y creadora u otra ordenadora y superior ante las demás deidades? Lo primero exige un pensamiento no dualista, sino estrictamente monista. Esto es, un único dios, creador desde la nada. De lo cual no hay rastro en el pensamiento precolombino, sino a partir de la Conquista. Lo segundo no es incompatible con un pensamiento dualista, no monista. De lo cual hay abundante testimonio en las crónicas sobre una deidad superiora ante las demás. 

Es decir, una única deidad superior sobre todas las demás, creador del orden, de la ley eterna de la vida y lo bueno, vencedora del mal y la muerte. Se trata de una deidad superior que no descarta las deidades inferiores. Lo que se conserva en el cristianismo sincrético actual en los Andes.

El fuego eterno sería el símbolo divino de una deidad superiora del Hanan Pacha, pero basado en el dualismo visto como complementario. Es decir, se reconoce un dios principal entre una vastedad de divinidades inferiores. A este esquema religioso de servicio Max Müller le denominó henoteísmo, la cual reina sobre el politeísmo. 

El fuego de Caral sería entonces la veneración de las cualidades benefactoras de una deidad superior, ordenadora y creadora del bien. Es muy probable que dicha deidad haya sido concebida como creador increado de todo, incluso de su opuesto complementario.

De esta forma, en el fuego de Caral se simboliza a una remota deidad suprema, de índole henoteísta, que implica un dualismo cósmico, que preforma a Tunupa, Pachayachachiq ticsi wiracocha, Wiracocha y Pachacamac. O sea, la idea de una divinidad absoluta y suprema -dentro de un esquema henoteísta- arranca desde Caral.

Nada de esto señala el desarrollo lineal de la teología andina. Al contrario, parece estar llena de sinuosidades y retrocesos. Las deidades zoomórficas, la antropofagia y los sacrificios humanos lo testimonian. Pero Caral señala la línea ascendente de la religiosidad andina.

En suma, en Caral se cuenta con la evidencia del paso de la primitiva religión de integración del paleolítico hacia la neolítica religión de servicio, henoteísta, cosmocéntrica, agrocéntrica, de un dualismo complementario, de un esquema henoteísta con una deidad suprema sobre las deidades inferiores.

No obstante, subsiste un problema. ¿Cómo concebir dicha deidad suprema henoteísta? Hay tres respuestas: 1. Sólo representa el Bien -su ser no es dualista-. 2. Contiene en sí el Bien y el Mal -hay dualidad en su ser-. 3. Es responsable de la creación del mal, pero no lo representa -su ser creó el mal, pero no lo contiene y lo deja a su suerte-. 

La opción (1) es propia de las tres grandes religiones monoteístas -judaísmo, cristianismo e islamismo-, con un Dios absoluto y omnipotente, creador desde la nada. La (2) es propia de las deidades supremas de las religiones de servicio y que tuvo su expresión filosófica con Empédocles y su filosofía de los cuatro elementos y el dualismo del Amor y el Odio. Por su parte, muchos andinólogos conciben la deidad suprema precolombina de esta forma. Además, está muy vinculado al esquema mítico de la lucha del bien contra el mal. Pero la (3) no es incompatible con el henoteísmo religioso, donde es responsable de generar el mal dentro de un necesitarismo cósmico.

Por mi parte advierto una cuarta posibilidad. (4) se trata de una deidad suprema henoteísta que dentro de un esquema mítico pone orden en el caos, pero no elimina el caos, subsiste un dualismo cósmico irreductible, dentro de un eterno retorno regenerador del mundo. Es decir, no estamos ante una deidad superior inmutable, sino dinámica y en devenir, y su devenir consiste en volver a ordenar el mundo ante el caos. 

Hay un aspecto que se debe resaltar en toda esta búsqueda de explicación. La cual es que no se puede dejar de advertir que aun existiendo una deidad suprema que reconcilia las oposiciones, todo el devenir obedece a una causalidad cósmica inexorable que subsume cualquier dualismo concebible. A este esquema metafísico se conoce como "necesitarismo" -el mundo es y sucede todo necesariamente como debe suceder-, y salió a luz no sólo en la teoría del destino del pensamiento antiguo -todo está predeterminado, como es arriba es abajo, la cadena causal es inflexible-, sino también en la Edad Media con la lucha de Tomás de Aquino contra el necesitarismo greco-árabe.

Al final lo que se impone es una inteligencia ciega, sin providencia ni inteligencia personal, sino impersonal, una ley cósmica que devora a las propias deidades y las vuelve a soltar en una nueva reconfiguración del mundo, un nuevo Pachakutik. Se trata de una filosofía mitocrática que no se basa en la libertad, sino en la necesidad. Lo que se condice bien con las sociedades teocráticas de las grandes civilizaciones antiguas.