viernes, 27 de abril de 2018

FILOSOFÍA PREHISTÓRICA (III)


FILOSOFÍA PREHISTÓRICA (III)
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía

 Resultado de imagen para rostro de hombre neardental
TERCER PERIODO
Edad de la metafísica numinocrática espiritualista
(230 mil a 28 mil años)

3
EL HOMO SAPIENS NEANDERTAL

Con el Homo sapiens Neandertal adviene el descubrimiento del espíritu y del alma, como seres sobrenaturales presentes en el mundo. Es una instancia superior en la concreción de la experiencia numinosa del hombre prehistórico. Ya no se trata de la metafísica perceptual-imaginativa de lo numinoso como lo sagrado difuso del Homo habilis, ni de lo numinoso como metafísica intuitiva de lo sagrado concreto en el tótem del Homo erectus, sino de lo numinoso como metafísica de lo sobrenatural que está en el mundo. Se abre paso a la idea trascendente del alma y los seres espirituales pero como parte de lo inmanente.

El Paleolítico medio es la época de los Neandertalenses. Han quedado atrás 2,5 millones de años del Paleolítico Inferior del Homo habilis y el Homo erectus. El paleolítico inferior culmina con el éxito evolutivo del Homo erectus que logra expandirse por toda Eurasia, domina el fuego, inventa el hacha, levanta campamentos, del clan pasa a la horda, efectúa grabados geométricos en conchas, conchas perforadas, y paredes de cuevas (Cueva del Castillo, por ejemplo), da pasos firmes hacia el lenguaje articulado y perfecciona el pulido de la piedra usando martillos de percusión blandos.

Su dieta era más diversificada que la del Homo erectus. Practicaron la caza y la pesca Asaba y cocía sus alimentos y cocinaban guisos en bolsas confeccionaban con pieles de animales. Es muy significativo que los huesos de animales no presentan marcas carcomidas en un 90 por ciento. Lo que sugiere que la grasa y la carne se separaban por efecto de la cocción. Por el estado de sus dientes es probable que se alimentaran de granos calientes de cebada. Aprovechaba la luz y el calor para dar forma a sus instrumentos.

Al emplear el fuego en sus actividades domésticas la estructura de sus asentamientos eran complejos. Una cueva en Cataluña permite afirmar que disponían de lugares de vida en común, dormitorios y agua caliente, a través de calentamientos de rocas. Pero el neandertal es homo sapiens descendiente del Homo erectus. Irrumpe hace 230 mil años en Europa, Oriente Próximo y Medio y Asia, para desaparecer misteriosamente hace 28 mil años.

A partir de hace unos 100 mil años comenzaron a convivir en Oriente Próximo con los humanos de tipo sapiens sapiens, procedente del África. Se piensa que las mutaciones son las responsables tanto de la conectividad cerebral, el aumento del tamaño del cerebro como de la aparición de nuevos tipos humanos. Los neandertales eran robustos, extremidades cortas y de rostro arcaico. Los huesos fósiles descubiertos hasta hoy (unos 400 individuos) era de esqueleto robusto, extremidades cortas, tórax en barril, arcos supraorbitarios resaltados, frente baja e inclinada, faz prominente, mandíbulas sin mentón y una gran capacidad craneal de 1.500 cm³.

Coincidieron con la última glaciación llamada Würm o Edad de Hielo, la cual comenzó hace 110 mil años y finalizó hacia el 12 mil a.C., llegando a alcanzar una temperatura media 10 o 12 grados más baja que la actual (glaciaciones). Se supone que por 19 mil años, los grupos primitivos del Asia tuvieron la oportunidad de cruzar el «puente de Beringia». Tiempo fue suficiente para que los primeros grupos humanos y otras especies procedentes de Asia llegaran al norte de América.
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Otro elemento sumamente significativo es que tuvieron ritos funerarios. En el yacimiento italiano de Circeo se halló un cráneo rodeado por un círculo de piedras, en el yacimiento uzbeko de Teshik Tash apareció el esqueleto de un niño protegido por un círculo de cuernos de cabra hincados sobre el suelo. En otros restos se han hallados huesos de oso rodeados de materiales en círculo. Lo que lleva a fueron los primeros en pensar en el Mito del Oso.

Por otro lado, muy pocos llegaban a los cuarenta años. Y no era por mala alimentación sino por riesgos ambientales y ocupacionales. Estaban bien alimentados. Inventan la lanza. Inventaron el arte rupestre[1]. Otras señas sorprendentes de pensamiento simbólica en los neandertales son las Venus de Berejat Ram y de Tan Tan (figuras antropomorfas de entre 200.000 y 300.000 años); los círculos de piedras de hace 175.000 años en la cueva de Bruniquel, en el suroeste de Francia; y el uso de plumas de aves como ornamento o como capa, documentado en Gibraltar.

Lo cual demuestra su capacidad para el pensamiento simbólico. Practicaba el canibalismo ritual entre algunos grupos del Paleolítico Medio. Lo que se asocia al gran abundamiento de restos infantiles. Tuvieron lenguaje articulado. Tenían maquillaje y ornamento personal[2]. Sus herramientas líticas corresponden a la llamada cultura musteriense y, en su etapa final, a la cultura Châtelperroniense. Algunos han atribuido la capacidad simbolica a la cultura Châtelperroniense, eso es al Neandertal en su etapa final. Pero las numerosas pruebas que confirmarían que los neandertales tuvieron lenguaje, cognición avanzada y pensamiento simbólico, desmienten esta posibilidad. Sobre su extinción se han formulado varias hipótesis. Se descarta la que contempla la rigurosidad de la última glaciación porque los neandertales se hallaban muy bien adaptados al frio.

La hibridación con el Homo sapiens sapiens parece probable por el mapeo del ADN[3]. Pero no se puede descartar su falta de competencia por los recursos debido a su poca población y por la población diez veces más numerosa del homo sapiens sapiens. Otra hipótesis enfatiza la trasmisión de enfermedades tropicales por seres humanos que emigraron de África. Finalmente, otra teoría vincula su desaparición a la desaparición del supervolcán de los Campos Flégreos en Nápoles, Italia, hace 39 mil años. 

Ahora bien, la interpretación del pensamiento simbólico del Neandertal se ha divido en dos frentes: la inmanente naturalista y la trascendente sobrenaturalista. La primera sostiene que la conciencia existencia no sólo del neandertal sino del paleolítico en general es horizontal, secular, inmanente y naturalista. Como prueba de ello exhiben las pinturas rupestres de animales y figuras humanas en las cavernas prehistóricas.

Esta interpretación no niega la existencia de lo sagrado en el nómade recolector cazador, pero afirma que no concibe lo trascendente porque en su conciencia paradójica primero es el todo antes que la parte. Pero esta concepción del Paleolítico como pura inmanencia horizontal sin trascendencia vertical no explica la razón de ser de los enterramientos rituales que se manifiesta a partir del Neandertal.

Ver lo sagrado como pura inmanencia sin trascendencia puede ser admisible en la metafísica pre-animista del Homo habilis y hasta en la metafísica  animista del Homo erectus, pero resulta bastante controvertible su negación en el Homo Neandertal. En primer lugar, lo para nosotros es arte para el hombre prehistórico resultaba ser religión. Cometemos anacronismo al llamar “arte” a las pinturas rupestres del prehistórico. Su pensar estético es al mismo tiempo pensar metafísico-religioso. Ese es el significado más plausible de las impresiones en negativo de manos en las cuevas del periodo, por ejemplo. Igual sucede con los círculos de piedra y hueso en los enterramientos humanos y del oso.

Representar lo sagrado como mera inmanencia sin trascendencia no requeriría de tanto rito, se lo abandonaría en el campo, la estepa o en la cueva sin mayor detalle. Algo tuvo que cambiar en la idea misma de lo sagrado con el Neandertal. Y ese algo fue la profundidad metafísica de lo numinoso. Todo indica que surge la idea del alma, del espíritu. Esta idea del alma no es la primera metafísica del hombre prehistórico, sino que es un salto cualitativo en su desarrollo como criatura metafísica dentro de la especie humana.

Con el Neandertal la especie humana expresa su capacidad para percibir lo sagrado en su separación inicial de lo inmanente. Es la primera gran manifestación de lo trascendente. Pero tampoco es legítimo atribuir a esta primera manifestación de lo trascendente un carácter complejo y sumamente abstracto. Se trataría de una idea de lo trascendente como simple “más allá” de las cosas invisibles.

Pero esto aparentemente “simple” para nosotros, resulta sumamente avanzado para el hombre prehistórico del Paleolítico Medio. Pues en realidad el concepto-imagen se vuelve más complejo con operaciones figurativas, simbólicas, metafóricas y analógicas. Su interpretación del cosmos se enriquece, pues la totalidad viviente y animada no se extiende solamente al aparecer fenoménico sino también al aparecer transfenoménico, lo invisible y onírico. Su forma de sabiduría no sólo es instrumental, sino mántica, pática, mágica y mítica. Aparece el chamán, el mago y el brujo. Estos encarnan la figura filosófica de la época.

Surge la creencia en seres sobrenaturales y en el alma. El sentido de su sabiduría es intuitivo-oracular. Se trata de una filosofía simbólica sin dioses ni religión pero con la creencia en la idea del alma y la vida de ultratumba. Sería común la experiencia de lo sagrado mediante la conciencia alterada, el trance y la posesión. La idea del alma es la primera experiencia de lo sagrado como aquello trascendente. Con el neandertal la espiritualidad del hombre primitivo deja de ser plenamente horizontal e inmanente. Es el primer salto firme hacia lo vertical y el abandono de la horizontalidad de la inmanencia.

Es la primera vez en que la mentalidad participatoria[4] del hombre primitivo se entrena en el acceso al mundo de lo sagrado. Esta actitud lo pone en condiciones de alcanzar la auténtica revelación de lo real en la captación del “más allá”. Su pensamiento simbólico admite intuitivamente en la realidad una vida visible y otra vida invisible. No se plantea inferencias lógicas sino el esplendor de una visión. Lo cual no significa la existencia de otros principios lógicos para cada especie humana, sino otro uso de los mismos principios lógicos. Su comprensión implica ir más allá del principio de identidad y de razón suficiente del intelectualismo racionalista.

El filosofar simbólico emplea la analogía, la lógica paraconsistente y la armonía de los contrarios. Se echan las bases lógicas para el pensamiento mítico. Esto indica que el mito del oso más que una narrativa sería una visión simbólico-analógico de lo que la cosa “oso” representa como espíritu.

En realidad, con el Neandertal lo que alumbra no es el Mito –narración transreal de lo real o forma narrativa analógico-metafórica que tiene la razón ancestral de responder a los misterios del cosmos -, sino lo Mitomórfico –primera intuición de la separación entre lo sagrado  lo profano-. El contacto del Neandertal con una mayor profundidad de lo espiritual muestra que lo divino tiene además de las tres funciones del lenguaje –indicativo, emocional y representativo- una cuarta: la paradigmática, o el don de hacerse presente simbólicamente a través de cualquier medio. Esta dimensión se relaciona con el primer salto hacia la trascendencia del Homo neandertal.

De ahí que la lingüística no puede limitarse a la dimensión humana, ni limitar el hombre la captación de la realidad. Lo que en realidad experimenta la especie humana con el Neandertal es un mayor desarrollo de sus sentidos espirituales. Ahora lo profano cobrará sentido desde lo sagrado y esta sacralidad implica una dimensión inmanente que desoculta otra dimensión de carácter trascendente. Es el primer atisbo participativo en develar el ente extramundano desde el ente intramundano y en inaugurar de modo alegórico la diferencia entre el Ser y el mundo físico. Con el Neandertal esta sabiduría del ente sagrado trascendente se halla en su fase inicial y deberá esperar milenios para su pleno esplendor con el Homo sapiens moderno. Aquí no se trata de la diferenciación clara entre lo profano y lo sagrado, de la nos habla Mircea Eliade, sino de una intuición mitomórfica normativa que da forma incluso a lo sagrado y lo profano.

Existe una frontera epistémico-ontológica entre lo mitomórfico y lo mitocrático[5]. El primero siempre lo portará el chamán, el brujo y el mago tanto prehistórico, como ancestral y actual. Mientras que lo segundo es propio de las civilizaciones teocráticas fenecidas. Lo mitocrático auténtico implica la creencia real en lo trascendente. En cambio, el mitoide de la sociedad moderna son puras creencias inmanentes sin trascendencia.

Para entender cabalmente el surgimiento de lo mitomórfico en el Paleolítico Medio con el Neandertal, hay que distinguirlo de lo mitomórfico tanto del Cromañón como de las civilizaciones antiguas que son propiamente mitocráticas[6]. Lo mitomórfico subsiste hasta el día de hoy en las prácticas chamánicas, no así lo mitocrático en el mundo occidental, americano ni asiático, aunque sí en el mundo islámico.

Nuestro cavernícola hombre de la Edad de Hielo era un devorador de cadáveres para efectos rituales. Esta ceremonia o práctica cultual implica la idea de adoración, reverencia o devoción a una persona, cosa o situación reconocida como superior. Es un acatamiento de lo sagrado. Lo sagrado es una experiencia existencial constitutiva de la condición humana. Y en las sociedades prehistóricas es revelación de un mundo abierto a lo trasmundano, numinoso y trascendente. Lo cual supone el comienzo de una gran atracción por el misterio, lo oculto y por todo aquello que ayuda a espiritualizar la vida.

Los enterramientos rituales del Neandertal[7] indican su sensibilidad a esquemas iniciáticos. Sus ritos buscan satisfacer sus incipientes necesidades religiosas. Pero, además, cumplir con el rito representa experimentar una trasmutación espiritual, confiriendo a la muerte una función positiva para preparar el nuevo nacimiento. Los enterramientos rituales del Neandertal buscan trascender la condición humana en una palingenesia sobrehumana.
En la metafísica espiritualista intuitiva del Neandertal hay una mutación ontológica del régimen existencial. Mitos y ritos que reviven el modelo cosmogónico primitivo de la naturaleza. Mediante esta obsesión por la Vida todo vuelve a ser como había sido in illo tempore. También en la cosmogonía intuitiva prehistórica del Neandertal el ser surge del no-ser, del caos. La mente neandertal es más descriptiva que narrativa.

En rigor, él no narra sino describe. No estaba capacitado para un relato con estructura textual compleja. Pero si era capaz de describir con una estructura textual simple. Esto es, mostrar la realidad tal como la percibe. De ahí el carácter intuitivo de su metafísica espiritualista y de sus incipientes mitos. En realidad, no tiene mitos sino ritos y la experiencia mitomórfica de la separación de lo sagrado y lo profano.

Según las evidencia arqueológicas los neandertales tuvieron un arraigado sentido de compasión derivado de sus relaciones comunitarias preocupadas por el bienestar general. Cuidar de sus miembros que sufrían heridas o algún tipo de incapacidad física tiene que ver con algo que va más allá de la empatía que está presente en un chimpancé y primeros humanos. Se trata del sentimiento de la compasión que es una manifestación sublime del amor. Compasión es amor desinteresado que eleva la vida espiritual humana a sus más altas cumbres.  Resulta siendo la piedra fundacional de las venideras religiones sin recompensa.

El caso más antiguo y sorprendente –porque habla de todo el amor contenido en estos corazones- se obtuvo de KNM-ER 1808, un ejemplar femenino de Homo Ergaster, que vivió hace 1,5 millones de años. Los exámenes sugieren que sufrió hipervitaminosis, que dificultó su capacidad de supervivencia. Pero gracias a los cuidados sobrevivió para que la enfermedad fuera identificable en su patología ósea, algo que sólo ocurre en estadios avanzados de la enfermedad.

La compasión es la emoción humana más fundamental y prueba que es característica de la especie humana desde nuestros antepasados más antiguos. Lo cual desmiente que el hombre prehistórico estaba regido por principios de fuerza, poder y competitividad. La compasión ocupa un lugar central en su vida comunal y personal.

La compasión induce a la solidaridad, sacrificio e induce a un tipo de felicidad especial, profundamente espiritual, no ligada a ningún bien material. La compasión es escuchar la voz del corazón, el cual no es movido por un bien sensible sino suprasensible. Es amor puro por la creación. Sólo el corazón puede ver lo que no muere, ni tiene comienzo ni fin, esto es, el amor, que es eterno. Por eso el corazón es adivino y el que lo hace todo porque va más allá del tiempo y habita en lo intemporal.

Es auténtico amor por la vida, que para el hombre prehistórico viene envuelto en numinosidad sagrada.  Ello significa que el hombre prehistórico no sólo veía con los ojos sensibles sino con los ojos del corazón. No hay duda en son tiempos en que la primacía no la tiene la materia sino el espíritu. El desarrollo de los sentidos espirituales mostrados por la compasión es otra muestra que estamos ante una criatura de hechura metafísica y espiritual. Y es así porque no sólo el cuerpo tiene sentidos, el alma también los tiene y son de carácter espiritual.

Por ello, la expresión de la filosofía prehistórica no puede darse primero por la inferencia lógica, sino por el símbolo, la metáfora, la analogía, expresables de lo intuido en una realidad numinosa que es a la vez metafísica, estética y mística. No es una metafísica de la aletheia, ni del eidos, ni del percipi, sino de la presencia, de lo numinoso prístino, que no necesita develamiento porque se devela sola. Lo cual significa que existe un ámbito propiamente humano que es índole espiritual, suprasensible e inteligible.

La compasión ya estaba presente en los primeros enterramientos del Homo erectus. Pero lo que se observa en el Neandertal es algo superior. Los actos del amor y odio, destacaba Franz Brentano, son más elementales que los del juicio. Y he aquí que se comprueba que el sentido emocional de la manifestación racional del Homo neandertal sufre una transformación cualitativa. En realidad, como subrayó Max Scheler, el amor y el odio descubren el valor incluso antes de que haya sido preferido e intuido. Amor y odio representan el más alto grado de nuestra vida emotiva porque la persona se realiza a través de los valores. El neandertal es más persona que sus antecesores Homo habilis y homo erectus, y su captación de los valores es más amplia y rica.

A través de su emoción los valores son objeto de una intuición inmediata. La compasión es muy importante porque es un valor que no caracteriza cosas sino personas. Esto significa que el principio antrópico ya emergido durante el Homo erectus experimenta una profundización y crecimiento notorio con el neandertal. Con el grado más alto de la vida emotiva se conciben mejor la existencia de los valores objetivos y formales.

Por la realización del valor el individuo se convierte más en persona. La persona es la forma necesaria del ser del Espíritu. No hay espíritu impersonal, pues la esencia de la Persona es el espíritu. Más profundo que sentir un valor es preferir un valor, porque implica una elección y un acto espiritual que realiza la persona. Con la compasión el Neandertal testimonia una ampliación del amor y el odio, que posibilita el reino del valor accesible a la intuición emocional.

Además, en sus enterramientos también se pone de manifiesto la compasión, porque el Neandertal vive la muerte como parte de la vida. Vive la esencia de muerte en la memoria y esperanza de la perduración de la persona más allá de la muerte. Todo lo cual ratifica que la filosofía surge antes que para responder a cuestiones lógicas a cuestiones ontológicas. Rasgo existencial que hace posible su existencia en el mundo prehistórico del hombre.


[1] Luego de un ardoroso debate antropológico finalmente en 2018 se ratificó la capacidad artística del neandertal. Primeros vestigios que datan de hace 65 mil años en las cuevas de Maltravieso (Cáceres), Ardales (Málaga) y La Pasiega (Cantabria). Estas pruebas confirmarían que los neandertales tuvieron «lenguaje, cognición avanzada y pensamiento simbólico», según el arqueólogo portugués João Zilhão. Fuente Wikipedia: Homo Neanderthalensis.
[2] Véase Juan Luis Arsuaga, El collar de neandertal: en busca de los primeros pensadores, Editorial De bolsillo, 2003.
[3] Véase: ADN nuclear de un neandertal secuenciado: Dalton. «Neanderthal DNA yields to genome foray» Nature. 16 de mayo de 2006. Otro estudio de las poblaciones neandertal de Carlos Lalueza Fox, publicado en la revista Science (2009), destaca que la diversidad de la especie Neandertal era muy baja debido a la escasa diversidad genética. Su dramático colapso demográfico –unos 7 mil individuos- se atribuye al frío máximo glacial europeo de hace 130 mil años.
[4] Véase Antonio Belaunde Moreyra, La mentalidad participativa y otros ensayos. Lima, IIPCIAL, 2010.
[5] Véase mi libro Filosofía mitomórfica del chamanismo, Lima (2017)
[6] Véase mi libro Filosofia mitocrática y mitocratología, Lima (2010).
[7] Véase: Stringer, C. y C. Gamble. En busca de los neandertales, Barcelona, 2001. Heskovitz, M. J. El hombre  sus obras, México, 1964. Maluquer De Motes, J. La humanidad prehistórica, Barcelona, 1968. Frazer, J. La rama dorada, México, 1997. Claude Lévi-Strauss. El pensamiento salvaje (1962) FCE, México 1964.

3 comentarios:

  1. Liliana Molineris (Venasca-Italia)
    FILOSOFIA PREHISTORICA (III)
    La scoperta di interramenti e adorni dei cadaveri fanno pensare al sorgere dell'idea dello spirito e dell'anima nel Neandertal. Questa idea è un salto di qualità nello sviluppo della specie umana come creatura metafisica.
    Il suo pensiero intuisce che, oltre la vita visibile, ne esiste un'altra invisibile, un al di là oltre la morte.
    Il filosofare simbolico del Neandertal (mito dell'osso) è la base del pensiero del mito. Quello che stupisce in lui, non è il Mito, ma il Mitomorfico, cioè la prima intuizione, da parte dell'uomo, della separazione tra il sacro ed il profano.
    La maggior profondità spirituale nel Neandertal ci fa capire che il divino si fa presente simbolicamente e questo è il primo stato di trascendenza in questa epoca.
    Un altro segno di spiritualità è la capacità di provare compassione e amore che l'uomo del Paleolitico Medio ha nei confronti dei suoi simili, ammalati o più deboli, aver cura di loro dimostra amore senza pretese in cambio. Questo comportamento è un sentimento che anticipa una religione senza ricompensa, che si rivelerà all'uomo solo molto più tardi.

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  2. Liliana Molineris (Venasca-Italia)
    FILOSOFÍA PREHISTÓRICA (III)
    El descubrimiento de los entierros y los adornos de los cadáveres sugiere la aparición de la idea de espíritu y alma en el Neanderthal. Esta idea es un salto cualitativo en el desarrollo de la especie humana como una criatura metafísica.
    Su pensamiento intuye que, más allá de la vida visible, hay otra invisible, más allá de la muerte.
    El filosofar simbólico del Neanderthal (mito del hueso) es la base del pensamiento del mito. Lo que le sorprende, no es el mito, sino el mitomorfo, esa es la primera intuición, por parte del hombre, de la separación entre lo sagrado y lo profano.
    La mayor profundidad espiritual en el Neanderthal nos hace comprender que lo divino se vuelve simbólicamente presente y este es el primer estado de trascendencia en esta era.
    Otro signo de la espiritualidad es la capacidad de compasión y amor que el hombre del Paleolítico Medio tiene hacia sus semejantes, enfermos o débiles, cuidan de ellos demuestra el amor a cambio sin pretensiones. Este comportamiento es un sentimiento que anticipa una religión sin recompensa, que se revelará al hombre mucho más tarde.

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  3. LA RAZÓN FILOSÓFICA. UNA EXÉGESIS ONTOLÓGICA EXISTENCIAL
    Licla Meza Ricardo
    UNMSM/PUCP
    Gustavo Flores Quelopana, quizá sea uno de los últimos metafísicos y uno de los pocos hombres de fe con formación teórica excepcional; pero de lo que sí podemos afirmar con mayor certeza es que estamos frente a uno de los filósofos más prolíficos de fines del s. XX e inicios del s. XXI. Nietzsche afirmaba que existen dos tipos de filósofos: los obreros y los legisladores. Los filósofos obreros son los que se dedican a predicar el pensar de otros filósofos, a los más llegan a ser meros hermeneutas, compiladores y sucursales que se constituyen en el eco del pensar ajeno, en breve son los filósofos de gabinete. Mientras que los legisladores son los filósofos con talante que se atreven no solo a pensar por sí mismos, sino que a crear nuevos senderos que permitan desentrañar otros aspectos de la realidad. Pues, de esta segunda laya es Gustavo Flores, quien en su pasión por la complicada actividad filosófica ha renunciado, incluso, otras actividades que puedan complicar su tiempo por el filosofar.
    En esta oportunidad, de la decena de títulos que ha publicado solo este año (2018) nos llena de asombro su último título: La razón filosófica. Una exégesis ontológica existencial. En este libro, nuestro filósofo peruano va más allá de su teoría mitocrática. En este trabajo Gustavo Flores propone una tesis irreverente que consiste en que la filosofía no se limita a las diversas culturas que existieron a lo largo de la historia, sino que la filosofía es propia de los homínidos, vale decir, existió una filosofía prehistórica que se remonta a los primeros filósofos: los homo habilis. Para sostener semejante tesis Gustavo Flores reformula y amplía el sentido de la razón. Es decir, para este pensador la razón no se reduce a lo meramente lógico, sino que ella, la razón, presenta un aspecto perceptual, emocional, estético, ético, religioso y filosófico. Desde esta perspectiva la razón filosófica se convierte en el estudio de metafilosófico de las diversas formas de filosofía (numinocrática, mitomórfica, mitocrática y logocrática). Es esta filosofía logocrática o de conceptos (que se remonta a los griegos) la que se ha impuesto y se ha normalizado como el único modo del filosofar, invisibilizando los otros aspectos de la razón que también permiten aproximarnos a la realidad. Sin embargo, no deja de resaltar, Gustavo Flores, que esta razón occidental (unidimensional) está en crisis por la proliferación del discurso posmodernos que exalta la difuminación del sentido existencial.

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