FILOSOFÍA
PREHISTÓRICA (III)
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad
Peruana de Filosofía
TERCER PERIODO
Edad de la metafísica
numinocrática espiritualista
(230 mil a 28 mil años)
3
EL
HOMO SAPIENS NEANDERTAL
Con el Homo sapiens Neandertal adviene el
descubrimiento del espíritu y del alma, como seres sobrenaturales presentes en
el mundo. Es una instancia superior en la concreción de la experiencia numinosa
del hombre prehistórico. Ya no se trata de la metafísica perceptual-imaginativa
de lo numinoso como lo sagrado difuso del Homo habilis, ni de lo numinoso como
metafísica intuitiva de lo sagrado concreto en el tótem del Homo erectus, sino
de lo numinoso como metafísica de lo sobrenatural que está en el mundo. Se abre
paso a la idea trascendente del alma y los seres espirituales pero como parte
de lo inmanente.
El Paleolítico medio
es la época de los Neandertalenses. Han quedado atrás 2,5 millones de años del
Paleolítico Inferior del Homo habilis y el Homo erectus. El paleolítico
inferior culmina con el éxito evolutivo del Homo erectus que logra expandirse
por toda Eurasia, domina el fuego, inventa el hacha, levanta campamentos, del
clan pasa a la horda, efectúa grabados geométricos en conchas, conchas
perforadas, y paredes de cuevas (Cueva del Castillo, por ejemplo), da pasos
firmes hacia el lenguaje articulado y perfecciona el pulido de la piedra usando
martillos de percusión blandos.
Su dieta era más
diversificada que la del Homo erectus. Practicaron la caza y la pesca Asaba y
cocía sus alimentos y cocinaban guisos en bolsas confeccionaban con pieles de
animales. Es muy significativo que los huesos de animales no presentan marcas
carcomidas en un 90 por ciento. Lo que sugiere que la grasa y la carne se
separaban por efecto de la cocción. Por el estado de sus dientes es probable
que se alimentaran de granos calientes de cebada. Aprovechaba la luz y el calor
para dar forma a sus instrumentos.
Al emplear el fuego en
sus actividades domésticas la estructura de sus asentamientos eran complejos.
Una cueva en Cataluña permite afirmar que disponían de lugares de vida en
común, dormitorios y agua caliente, a través de calentamientos de rocas. Pero
el neandertal es homo sapiens descendiente del Homo erectus. Irrumpe hace 230
mil años en Europa, Oriente Próximo y Medio y Asia, para desaparecer
misteriosamente hace 28 mil años.
A partir de hace unos
100 mil años comenzaron a convivir en Oriente Próximo con los humanos de tipo
sapiens sapiens, procedente del África. Se piensa que las mutaciones son las
responsables tanto de la conectividad cerebral, el aumento del tamaño del
cerebro como de la aparición de nuevos tipos humanos. Los neandertales eran
robustos, extremidades cortas y de rostro arcaico. Los huesos
fósiles descubiertos hasta hoy (unos 400 individuos) era de esqueleto robusto,
extremidades cortas, tórax en barril, arcos supraorbitarios resaltados, frente
baja e inclinada, faz prominente, mandíbulas sin mentón y una gran capacidad craneal de 1.500 cm³.
Coincidieron con la
última glaciación llamada Würm o Edad de Hielo, la cual comenzó hace 110 mil
años y finalizó hacia el 12 mil a.C., llegando a
alcanzar una temperatura media 10 o 12 grados más baja que la actual
(glaciaciones). Se supone que por 19 mil años, los grupos primitivos del Asia tuvieron
la oportunidad de cruzar el «puente de Beringia». Tiempo fue suficiente para
que los primeros grupos humanos y otras especies procedentes de Asia llegaran
al norte de América.
Otro elemento sumamente
significativo es que tuvieron ritos funerarios. En el yacimiento
italiano de Circeo se halló un cráneo rodeado por un círculo de piedras, en el
yacimiento uzbeko de Teshik Tash apareció el esqueleto de un niño protegido por
un círculo de cuernos de cabra hincados sobre el suelo. En otros restos se han
hallados huesos de oso rodeados de materiales en círculo. Lo que lleva a fueron
los primeros en pensar en el Mito del Oso.
Por otro lado, muy
pocos llegaban a los cuarenta años. Y no era por mala alimentación sino por
riesgos ambientales y ocupacionales. Estaban bien alimentados. Inventan la
lanza. Inventaron el arte rupestre[1]. Otras señas sorprendentes de
pensamiento simbólica en los neandertales son las Venus de Berejat Ram y de Tan
Tan (figuras antropomorfas de entre 200.000 y 300.000 años); los círculos de
piedras de hace 175.000 años en la cueva de Bruniquel, en el suroeste de
Francia; y el uso de plumas de aves como ornamento o como capa, documentado en
Gibraltar.
Lo cual demuestra su
capacidad para el pensamiento simbólico. Practicaba el canibalismo ritual entre
algunos grupos del Paleolítico Medio. Lo que se asocia al gran abundamiento de
restos infantiles. Tuvieron lenguaje articulado. Tenían maquillaje y ornamento
personal[2]. Sus herramientas líticas corresponden a la llamada
cultura musteriense y, en su etapa final, a la cultura Châtelperroniense.
Algunos han atribuido la capacidad simbolica a la cultura Châtelperroniense,
eso es al Neandertal en su etapa final. Pero las numerosas pruebas que confirmarían que los neandertales tuvieron
lenguaje, cognición avanzada y pensamiento simbólico, desmienten esta
posibilidad. Sobre su extinción se han formulado varias hipótesis. Se descarta la que
contempla la rigurosidad de la última glaciación porque los neandertales se
hallaban muy bien adaptados al frio.
La hibridación con el Homo sapiens sapiens parece probable por el mapeo
del ADN[3]. Pero no se puede descartar
su falta de competencia por los recursos debido a su poca población y por la
población diez veces más numerosa del homo sapiens sapiens. Otra hipótesis
enfatiza la trasmisión de enfermedades tropicales por seres humanos que
emigraron de África. Finalmente, otra teoría vincula su desaparición a la
desaparición del supervolcán de los Campos Flégreos en Nápoles, Italia, hace 39
mil años.
Ahora bien, la
interpretación del pensamiento simbólico del Neandertal se ha divido en dos
frentes: la inmanente naturalista y la trascendente sobrenaturalista. La
primera sostiene que la conciencia existencia no sólo del neandertal sino del
paleolítico en general es horizontal, secular, inmanente y naturalista. Como
prueba de ello exhiben las pinturas rupestres de animales y figuras humanas en
las cavernas prehistóricas.
Esta interpretación no
niega la existencia de lo sagrado en el nómade recolector cazador, pero afirma
que no concibe lo trascendente porque en su conciencia paradójica primero es el
todo antes que la parte. Pero esta concepción del Paleolítico como pura
inmanencia horizontal sin trascendencia vertical no explica la razón de ser de
los enterramientos rituales que se manifiesta a partir del Neandertal.
Ver lo sagrado como
pura inmanencia sin trascendencia puede ser admisible en la metafísica
pre-animista del Homo habilis y hasta en la metafísica animista del Homo erectus, pero resulta
bastante controvertible su negación en el Homo Neandertal. En primer lugar, lo
para nosotros es arte para el hombre prehistórico resultaba ser religión.
Cometemos anacronismo al llamar “arte” a las pinturas rupestres del
prehistórico. Su pensar estético es al mismo tiempo pensar
metafísico-religioso. Ese es el significado más plausible de las impresiones en
negativo de manos en las cuevas del periodo, por ejemplo. Igual sucede con los
círculos de piedra y hueso en los enterramientos humanos y del oso.
Representar lo sagrado
como mera inmanencia sin trascendencia no requeriría de tanto rito, se lo
abandonaría en el campo, la estepa o en la cueva sin mayor detalle. Algo tuvo
que cambiar en la idea misma de lo sagrado con el Neandertal. Y ese algo fue la
profundidad metafísica de lo numinoso. Todo indica que surge la idea del alma,
del espíritu. Esta idea del alma no es la primera metafísica del hombre
prehistórico, sino que es un salto cualitativo en su desarrollo como criatura
metafísica dentro de la especie humana.
Con el Neandertal la
especie humana expresa su capacidad para percibir lo sagrado en su separación inicial
de lo inmanente. Es la primera gran manifestación de lo trascendente. Pero
tampoco es legítimo atribuir a esta primera manifestación de lo trascendente un
carácter complejo y sumamente abstracto. Se trataría de una idea de lo
trascendente como simple “más allá” de las cosas invisibles.
Pero esto
aparentemente “simple” para nosotros, resulta sumamente avanzado para el hombre
prehistórico del Paleolítico Medio. Pues en realidad el concepto-imagen se
vuelve más complejo con operaciones figurativas, simbólicas, metafóricas y
analógicas. Su interpretación del cosmos se enriquece, pues la totalidad viviente
y animada no se extiende solamente al aparecer fenoménico sino también al
aparecer transfenoménico, lo invisible y onírico. Su forma de sabiduría no sólo
es instrumental, sino mántica, pática, mágica y mítica. Aparece el chamán, el
mago y el brujo. Estos encarnan la figura filosófica de la época.
Surge la creencia en
seres sobrenaturales y en el alma. El sentido de su sabiduría es
intuitivo-oracular. Se trata de una filosofía simbólica sin dioses ni religión
pero con la creencia en la idea del alma y la vida de ultratumba. Sería común
la experiencia de lo sagrado mediante la conciencia alterada, el trance y la
posesión. La idea del alma es la primera experiencia de lo sagrado como aquello
trascendente. Con el neandertal la espiritualidad del hombre primitivo deja de
ser plenamente horizontal e inmanente. Es el primer salto firme hacia lo
vertical y el abandono de la horizontalidad de la inmanencia.
Es la primera vez en
que la mentalidad participatoria[4] del hombre primitivo se entrena en el acceso
al mundo de lo sagrado. Esta actitud lo pone en condiciones de alcanzar la
auténtica revelación de lo real en la captación del “más allá”. Su pensamiento
simbólico admite intuitivamente en la realidad una vida visible y otra vida
invisible. No se plantea inferencias lógicas sino el esplendor de una visión.
Lo cual no significa la existencia de otros principios lógicos para cada
especie humana, sino otro uso de los mismos principios lógicos. Su comprensión
implica ir más allá del principio de identidad y de razón suficiente del
intelectualismo racionalista.
El filosofar simbólico
emplea la analogía, la lógica paraconsistente y la armonía de los contrarios.
Se echan las bases lógicas para el pensamiento mítico. Esto indica que el mito
del oso más que una narrativa sería una visión simbólico-analógico de lo que la
cosa “oso” representa como espíritu.
En realidad, con el
Neandertal lo que alumbra no es el Mito –narración transreal de lo real o forma narrativa analógico-metafórica que
tiene la razón ancestral de responder a los misterios del cosmos -, sino
lo Mitomórfico –primera intuición de la separación entre lo sagrado lo profano-. El
contacto del Neandertal con una mayor profundidad de lo espiritual muestra
que lo divino tiene además de las
tres funciones del lenguaje –indicativo, emocional y representativo- una
cuarta: la paradigmática, o el don de hacerse presente simbólicamente a través
de cualquier medio. Esta dimensión se relaciona con el primer salto
hacia la trascendencia del Homo neandertal.
De ahí que la lingüística no puede limitarse a la
dimensión humana, ni limitar el hombre la captación de la realidad. Lo que
en realidad experimenta la especie humana con el Neandertal es un mayor
desarrollo de sus sentidos espirituales. Ahora lo profano cobrará sentido desde
lo sagrado y esta sacralidad implica una dimensión inmanente que desoculta otra
dimensión de carácter trascendente. Es el primer atisbo participativo en
develar el ente extramundano desde el ente intramundano y en inaugurar de modo
alegórico la diferencia entre el Ser y el mundo físico. Con el Neandertal esta
sabiduría del ente sagrado trascendente se halla en su fase inicial y deberá
esperar milenios para su pleno esplendor con el Homo sapiens moderno. Aquí no
se trata de la diferenciación clara entre lo profano y lo sagrado, de la nos
habla Mircea Eliade, sino de una intuición mitomórfica normativa que da forma
incluso a lo sagrado y lo profano.
Existe una frontera epistémico-ontológica entre lo
mitomórfico y lo mitocrático[5]. El
primero siempre lo portará el chamán, el brujo y el mago tanto prehistórico,
como ancestral y actual. Mientras que lo segundo es propio de las
civilizaciones teocráticas fenecidas. Lo mitocrático auténtico implica la
creencia real en lo trascendente. En cambio, el mitoide de la sociedad moderna
son puras creencias inmanentes sin trascendencia.
Para entender cabalmente el surgimiento de lo
mitomórfico en el Paleolítico Medio con el Neandertal, hay que distinguirlo de
lo mitomórfico tanto del Cromañón como de las civilizaciones antiguas que son
propiamente mitocráticas[6]. Lo
mitomórfico subsiste hasta el día de hoy en las prácticas chamánicas, no así lo
mitocrático en el mundo occidental, americano ni asiático, aunque sí en el
mundo islámico.
Nuestro cavernícola hombre de la Edad de Hielo era un
devorador de cadáveres para efectos rituales. Esta ceremonia o práctica cultual
implica la idea de adoración, reverencia o devoción a una persona, cosa o
situación reconocida como superior. Es un acatamiento de lo sagrado. Lo sagrado
es una experiencia existencial constitutiva de la condición humana. Y en las
sociedades prehistóricas es revelación de un mundo abierto a lo trasmundano,
numinoso y trascendente. Lo cual supone el comienzo de una gran atracción por
el misterio, lo oculto y por todo aquello que ayuda a espiritualizar la vida.
Los enterramientos rituales del Neandertal[7]
indican su sensibilidad a esquemas iniciáticos. Sus ritos buscan satisfacer sus
incipientes necesidades religiosas. Pero, además, cumplir con el rito
representa experimentar una trasmutación espiritual, confiriendo a la muerte
una función positiva para preparar el nuevo nacimiento. Los enterramientos
rituales del Neandertal buscan trascender la condición humana en una
palingenesia sobrehumana.
En la metafísica espiritualista intuitiva del Neandertal
hay una mutación ontológica del régimen existencial. Mitos y ritos que reviven
el modelo cosmogónico primitivo de la naturaleza. Mediante esta obsesión por la
Vida todo vuelve a ser como había sido in
illo tempore. También en la cosmogonía intuitiva prehistórica del
Neandertal el ser surge del no-ser, del caos. La mente neandertal es más
descriptiva que narrativa.
En rigor, él no narra sino describe. No estaba
capacitado para un relato con estructura textual compleja. Pero si era capaz de
describir con una estructura textual simple. Esto es, mostrar la realidad tal
como la percibe. De ahí el carácter intuitivo de su metafísica espiritualista y
de sus incipientes mitos. En realidad, no tiene mitos sino ritos y la experiencia
mitomórfica de la separación de lo sagrado y lo profano.
Según las evidencia arqueológicas los neandertales
tuvieron un arraigado sentido de compasión derivado de sus relaciones
comunitarias preocupadas por el bienestar general. Cuidar de sus miembros que
sufrían heridas o algún tipo de incapacidad física tiene que ver con algo que
va más allá de la empatía que está presente en un chimpancé y primeros humanos.
Se trata del sentimiento de la compasión que es una manifestación sublime del
amor. Compasión es amor desinteresado que eleva la vida espiritual humana a sus
más altas cumbres. Resulta siendo la
piedra fundacional de las venideras religiones sin recompensa.
El caso más antiguo y
sorprendente –porque habla de todo el amor contenido en estos corazones- se
obtuvo de KNM-ER 1808, un ejemplar femenino de Homo Ergaster, que vivió hace
1,5 millones de años. Los
exámenes sugieren que sufrió hipervitaminosis, que dificultó su capacidad de
supervivencia. Pero gracias a los
cuidados sobrevivió para que la enfermedad fuera identificable en su patología
ósea, algo que sólo ocurre en estadios avanzados de la enfermedad.
La compasión es la
emoción humana más fundamental y prueba que es característica de la especie
humana desde nuestros antepasados más antiguos. Lo cual desmiente que el hombre
prehistórico estaba regido por principios de fuerza, poder y competitividad. La
compasión ocupa un lugar central en su vida comunal y personal.
La compasión induce a la solidaridad, sacrificio e
induce a un tipo de felicidad especial, profundamente espiritual, no ligada a
ningún bien material. La compasión es escuchar la voz del corazón, el cual no
es movido por un bien sensible sino suprasensible. Es amor puro por la
creación. Sólo el corazón puede ver lo que no muere, ni tiene comienzo ni fin,
esto es, el amor, que es eterno. Por eso el corazón es adivino y el que lo hace
todo porque va más allá del tiempo y habita en lo intemporal.
Es auténtico amor por la vida, que para el hombre
prehistórico viene envuelto en numinosidad sagrada. Ello significa que el hombre prehistórico no
sólo veía con los ojos sensibles sino con los ojos del corazón. No hay duda en
son tiempos en que la primacía no la tiene la materia sino el espíritu. El
desarrollo de los sentidos espirituales mostrados por la compasión es otra
muestra que estamos ante una criatura de hechura metafísica y espiritual. Y es
así porque no sólo el cuerpo tiene sentidos, el alma también los tiene y son de
carácter espiritual.
Por ello, la expresión de la filosofía prehistórica no
puede darse primero por la inferencia lógica, sino por el símbolo, la metáfora,
la analogía, expresables de lo intuido en una realidad numinosa que es a la vez
metafísica, estética y mística. No es una metafísica de la aletheia, ni del
eidos, ni del percipi, sino de la presencia, de lo numinoso prístino, que no
necesita develamiento porque se devela sola. Lo cual significa que existe un
ámbito propiamente humano que es índole espiritual, suprasensible e
inteligible.
La compasión ya estaba presente en los primeros
enterramientos del Homo erectus. Pero lo que se observa en el Neandertal es
algo superior. Los actos del amor y odio, destacaba Franz Brentano, son más
elementales que los del juicio. Y he aquí que se comprueba que el sentido
emocional de la manifestación racional del Homo neandertal sufre una
transformación cualitativa. En realidad, como subrayó Max Scheler, el amor y el
odio descubren el valor incluso antes de que haya sido preferido e intuido.
Amor y odio representan el más alto grado de nuestra vida emotiva porque la
persona se realiza a través de los valores. El neandertal es más persona que
sus antecesores Homo habilis y homo erectus, y su captación de los valores es
más amplia y rica.
A través de su emoción los valores son objeto de una
intuición inmediata. La compasión es muy importante porque es un valor que no
caracteriza cosas sino personas. Esto significa que el principio antrópico ya
emergido durante el Homo erectus experimenta una profundización y crecimiento
notorio con el neandertal. Con el grado más alto de la vida emotiva se conciben
mejor la existencia de los valores objetivos y formales.
Por la realización del valor el individuo se convierte
más en persona. La persona es la forma necesaria del ser del Espíritu. No hay
espíritu impersonal, pues la esencia de la Persona es el espíritu. Más profundo
que sentir un valor es preferir un valor, porque implica una elección y un acto
espiritual que realiza la persona. Con la compasión el Neandertal testimonia
una ampliación del amor y el odio, que posibilita el reino del valor accesible
a la intuición emocional.
Además, en sus enterramientos también se pone de
manifiesto la compasión, porque el Neandertal vive la muerte como parte de la
vida. Vive la esencia de muerte en la memoria y esperanza de la perduración de
la persona más allá de la muerte. Todo lo cual ratifica que la filosofía surge
antes que para responder a cuestiones lógicas a cuestiones ontológicas. Rasgo
existencial que hace posible su existencia en el mundo prehistórico del hombre.
[1]
Luego de un ardoroso debate antropológico finalmente
en 2018 se ratificó la capacidad artística del neandertal. Primeros vestigios
que datan de hace 65 mil años en las cuevas de Maltravieso (Cáceres), Ardales (Málaga) y La Pasiega (Cantabria). Estas pruebas confirmarían que los neandertales
tuvieron «lenguaje, cognición avanzada y pensamiento simbólico», según el
arqueólogo portugués João
Zilhão. Fuente Wikipedia: Homo
Neanderthalensis.
[2] Véase Juan Luis
Arsuaga, El collar de neandertal: en busca de los primeros
pensadores, Editorial De bolsillo, 2003.
[3] Véase: ADN nuclear de un
neandertal secuenciado: Dalton. «Neanderthal DNA yields to
genome foray» Nature. 16 de mayo de 2006. Otro estudio de las poblaciones
neandertal de Carlos Lalueza Fox, publicado en la revista Science (2009), destaca que la diversidad de la especie Neandertal
era muy baja debido a la escasa diversidad genética. Su dramático colapso
demográfico –unos 7 mil individuos- se atribuye al frío máximo glacial europeo
de hace 130 mil años.
[4] Véase
Antonio Belaunde Moreyra, La mentalidad
participativa y otros ensayos. Lima, IIPCIAL, 2010.
[7]
Véase: Stringer, C. y C. Gamble. En busca de los neandertales, Barcelona, 2001. Heskovitz, M. J. El
hombre sus obras, México, 1964.
Maluquer De Motes, J. La humanidad
prehistórica, Barcelona, 1968. Frazer, J. La rama dorada, México, 1997. Claude Lévi-Strauss. El pensamiento salvaje (1962) FCE,
México 1964.
Liliana Molineris (Venasca-Italia)
ResponderEliminarFILOSOFIA PREHISTORICA (III)
La scoperta di interramenti e adorni dei cadaveri fanno pensare al sorgere dell'idea dello spirito e dell'anima nel Neandertal. Questa idea è un salto di qualità nello sviluppo della specie umana come creatura metafisica.
Il suo pensiero intuisce che, oltre la vita visibile, ne esiste un'altra invisibile, un al di là oltre la morte.
Il filosofare simbolico del Neandertal (mito dell'osso) è la base del pensiero del mito. Quello che stupisce in lui, non è il Mito, ma il Mitomorfico, cioè la prima intuizione, da parte dell'uomo, della separazione tra il sacro ed il profano.
La maggior profondità spirituale nel Neandertal ci fa capire che il divino si fa presente simbolicamente e questo è il primo stato di trascendenza in questa epoca.
Un altro segno di spiritualità è la capacità di provare compassione e amore che l'uomo del Paleolitico Medio ha nei confronti dei suoi simili, ammalati o più deboli, aver cura di loro dimostra amore senza pretese in cambio. Questo comportamento è un sentimento che anticipa una religione senza ricompensa, che si rivelerà all'uomo solo molto più tardi.
Liliana Molineris (Venasca-Italia)
ResponderEliminarFILOSOFÍA PREHISTÓRICA (III)
El descubrimiento de los entierros y los adornos de los cadáveres sugiere la aparición de la idea de espíritu y alma en el Neanderthal. Esta idea es un salto cualitativo en el desarrollo de la especie humana como una criatura metafísica.
Su pensamiento intuye que, más allá de la vida visible, hay otra invisible, más allá de la muerte.
El filosofar simbólico del Neanderthal (mito del hueso) es la base del pensamiento del mito. Lo que le sorprende, no es el mito, sino el mitomorfo, esa es la primera intuición, por parte del hombre, de la separación entre lo sagrado y lo profano.
La mayor profundidad espiritual en el Neanderthal nos hace comprender que lo divino se vuelve simbólicamente presente y este es el primer estado de trascendencia en esta era.
Otro signo de la espiritualidad es la capacidad de compasión y amor que el hombre del Paleolítico Medio tiene hacia sus semejantes, enfermos o débiles, cuidan de ellos demuestra el amor a cambio sin pretensiones. Este comportamiento es un sentimiento que anticipa una religión sin recompensa, que se revelará al hombre mucho más tarde.
LA RAZÓN FILOSÓFICA. UNA EXÉGESIS ONTOLÓGICA EXISTENCIAL
ResponderEliminarLicla Meza Ricardo
UNMSM/PUCP
Gustavo Flores Quelopana, quizá sea uno de los últimos metafísicos y uno de los pocos hombres de fe con formación teórica excepcional; pero de lo que sí podemos afirmar con mayor certeza es que estamos frente a uno de los filósofos más prolíficos de fines del s. XX e inicios del s. XXI. Nietzsche afirmaba que existen dos tipos de filósofos: los obreros y los legisladores. Los filósofos obreros son los que se dedican a predicar el pensar de otros filósofos, a los más llegan a ser meros hermeneutas, compiladores y sucursales que se constituyen en el eco del pensar ajeno, en breve son los filósofos de gabinete. Mientras que los legisladores son los filósofos con talante que se atreven no solo a pensar por sí mismos, sino que a crear nuevos senderos que permitan desentrañar otros aspectos de la realidad. Pues, de esta segunda laya es Gustavo Flores, quien en su pasión por la complicada actividad filosófica ha renunciado, incluso, otras actividades que puedan complicar su tiempo por el filosofar.
En esta oportunidad, de la decena de títulos que ha publicado solo este año (2018) nos llena de asombro su último título: La razón filosófica. Una exégesis ontológica existencial. En este libro, nuestro filósofo peruano va más allá de su teoría mitocrática. En este trabajo Gustavo Flores propone una tesis irreverente que consiste en que la filosofía no se limita a las diversas culturas que existieron a lo largo de la historia, sino que la filosofía es propia de los homínidos, vale decir, existió una filosofía prehistórica que se remonta a los primeros filósofos: los homo habilis. Para sostener semejante tesis Gustavo Flores reformula y amplía el sentido de la razón. Es decir, para este pensador la razón no se reduce a lo meramente lógico, sino que ella, la razón, presenta un aspecto perceptual, emocional, estético, ético, religioso y filosófico. Desde esta perspectiva la razón filosófica se convierte en el estudio de metafilosófico de las diversas formas de filosofía (numinocrática, mitomórfica, mitocrática y logocrática). Es esta filosofía logocrática o de conceptos (que se remonta a los griegos) la que se ha impuesto y se ha normalizado como el único modo del filosofar, invisibilizando los otros aspectos de la razón que también permiten aproximarnos a la realidad. Sin embargo, no deja de resaltar, Gustavo Flores, que esta razón occidental (unidimensional) está en crisis por la proliferación del discurso posmodernos que exalta la difuminación del sentido existencial.