sábado, 6 de enero de 2024

MUERTE Y MUNDO SUBTERRÁNEO EN LOS ANDES (Reseña)

 

Dos son los objetivos fundamentales de esta obra iluminadora del insigne antropólogo sanmarquino Rodolfo Sánchez Garrafa, a saber: comprender la concepción de la Muerte en el mundo andino y mostrar que con ello se puede contrarrestar la tanática cultura de la muerte del mundo moderno.
Efectivamente, la cultura andina concibe la Muerte como continuidad de la vida en otro plano de la existencia -el Ukupacha- y una vez en él el tiempo corre al revés, se llega viejo y se sale recién nacido nuevamente hacia el mundo de aquí o Kaypacha bajo el poder animador o Kama del mundo de arriba o Hanaqpacha.
El Ukupacha no sólo está habitado por los muertos que siguen viviendo en otro plano de la vida, incluso se casan, pero pierden la memoria de la vida anterior, sino que hay multitud de seres subterráneos, incluso animales, enanos o duendes, muchos de ellos seres monstruosos que lo habitan. Unos son benéficos otros maléficos.
En el Ukupacha están las semillas, la vida se manifiesta en la superficie de la tierra y en el Hanaqpacha está el poder fecundante del supramundo. Hay dos espacios básicos del universo (Hanaqpacha y Ukupacha) y de su encuentro o tinkuy aparece el Kaypacha o mundo de aquí. El Kaypacha nace del concurso de las fuerzas estelares y del inframundo.
El significado cosmológico del Zorro es que anuncia un eterno devenir cíclico donde se alterna la vida y la muerte. Su misión arquetípica es preservar el mundo. La serpiente Muru aparece como soga cósmica y conectora entre los mundos. También es vista como constelación.
En las Wakas se va al encuentro con los seres ordenadores del mundo. Tienen función oracular y comunican con el Ukupacha. Representan la convivencia de mundos complementarios. Por otra parte, la papa viene el inframundo y el maíz del supramundo. Diferente a Occidente en el mundo andino lo orgánico y lo inorgánico están conectados. Incluso los humanos se convierten en animales y plantas. El propio espíritu humano está amarrado con los otros espíritus del universo.
La Chakana es la escalera cósmica para viajar entre los mundos. El tiempo corre del futuro al pasado, ese es el sentido parental andino donde cobra importancia el fundador del linaje, representado por el árbol fundador. Las Pacarinas son agujeros blancos de origen de la vida, y las Chinkanas son los agujeros negros de la muerte.
El Ukupacha no representa las fuerzas del Mal opuesta a las fuerzas del bien, sino que bajo el principio de complementariedad de los opuestos es simplemente otra forma de vida en el ritmo cíclico del cosmos.
En suma, la muerte en el mundo andino es un viaje largo y peligroso, descaminarse es volverse un alma en pena, al llegar al mundo de los muertos (Upaymarka) su memoria se borra, llevan vida social hasta volver a nacer.
En este sentido el mundo andino no es una cultura de la muerte sino de la vida, la vida y la muerte se encuentran en un eterno devenir cíclico, y por ello sirve para oponerlo al sesgo tanático y angustioso del mundo moderno secularizado, materialista, ateo y hedonista.
No obstante, en la obra se echa de menos una reflexión sobre el significado ético del Ukupacha. Una cosa es que no cobije solamente el mal sino también el bien y otra cosa es que la vida moral exige el predominio del bien sobre el mal. En todo caso el principio de complementariedad de los opuestos no puede presidir la vida moral, e implica otro principio de no complementariedad. Si el hombre andino prehispánico veía la muerte como una repetición inversa de la vida en otro plano, entonces la muerte está desprovista de sentido moral. Es decir, de todas formas, se vuelve a nacer, así se haya sido malo o bueno en la vida. Los dioses precolombinos no son un dechado de bondad, sino como los humanos se lían, tienen amigos, acometen actos buenos y malos. En eso se parecen a los griegos. El equivalente andino del Tártaro heleno era el Ukupacha, pero la diferencia es que no se registra mito que relate algún juicio de los actos buenos o malos en vida del Kaypacha. Lo cual sí había en la religión faraónica. El sueño del pongo de Arguedas da a entender una especie de juicio por los actos malos cometidos, lo cual parece plausible y hasta necesario para la vida moral. Se puede pensar que Arguedas haya deslizado un elemento cristiano en la cosmovisión religiosa andina, pero sigue siendo problemático pensar que los actos malos en el kay Pacha serían simplemente olvidados en la vida de ultratumba. Dicho olvido hasta podría alentar el mal comportamiento moral en el Kaypacha, haciendo la vida moral muy frágil e insostenible.

Después de todo el Ukupacha sería un lugar de castigo no sólo para Arguedas, sino que para el andino precolombino en general. En los mitos andinos todo vuelve a comenzar cíclicamente, la vida sólo cambia de plano, pero no se extingue. Aparentemente el eterno retorno cíclico de la vida estaría libre de la culpa moral. Se trataría del soñado limbo nietzscheano: más allá del bien y del mal. Todo vuelve a comenzar, se trata de una nueva oportunidad para cumplir con el servicio de los dioses y los hombres. Así, en la religión de servicio prehispánica resultaba malo no cumplir con los rituales exigidos por los apus, la Pachamama, y demás deidades que lo exigían, y hacerlo resultaba algo bueno en sentido personal y comunal. Sobre este punto hay que reparar en la diferencia ética en el desarrollo religioso en general. Lo bueno y lo malo no se vive de la misma manera en las religiones de integración de la prehistoria y pueblos primitivos, las religiones de servicio de las civilizaciones antiguas, las religiones de liberación de Oriente y las religiones de salvación del monoteísmo judeo-cristiano-islámico.

En segundo lugar, la obra da la impresión de que el hombre andino sigue concibiendo el Ukupacha al estilo precolombino, sin dar las satisfacciones necesarias sobre la nueva manera de concebirla bajo la evangelización cristiana incluso en los Andes. Este asunto es sumamente importante porque representa examinar cómo una religión de servicio puede evolucionar hacia una religión de salvación. Los dioses andinos no son omnipotentes como el del monoteísmo cristiano, y esto significa que la muerte es vencida definitivamente en la segunda mientras que en la primera la muerte se perpetua en un eterno retorno cíclico universal. Ahora se entiende mejor las palabras del indio Tomás, que asistió al extirpador Francisco de Avila y fue responsable de la mayor parte de la recopilación de los mitos de Huarochirí, cuando dice que los dioses andinos han sido vencidos por una huaca más poderosa, refiriéndose al cristianismo. es evidente que no se le pasó de vista que la Muerte -de tanta importancia para la cosmovisión andina- era definitivamente vencida por Cristo.

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