sábado, 6 de enero de 2024

FILOSOFÍA ANDINA: ¿COSMOVISIÓN O FILOSOFÍA EN SENTIDO PROPIO? (revista Wllakuy)

 


FILOSOFÍA ANDINA: ¿COSMOVISIÓN O FILOSOFÍA EN SENTIDO PROPIO?

Gustavo Flores Quelopana[1]

 

V

oy a abordar el carácter filosófico de la filosofía andina acudiendo a una refutación al enfoque intercultural de Estermann, porque considero que encierra una concesión grave el eurocentrismo. El enfoque intercultural del filósofo y teólogo Josef Estermann expuesto en su celebrado libro Filosofía Andina. Estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina (1998) tiene un aspecto positivo y otro negativo.

Lo positivo es que se opone a la definición occidental de la filosofía como pensar racional, crítico y sin supuestos, y con ello es partidario del sentido multívoco de la filosofía. Lo negativo es que define la filosofía como “experiencia vivencial” o “inculturada”, con lo cual identifica lo filosófico con la primacía de lo “vivido” o cosmovisión, en este caso mítica. La comprensión de esta “metafísica vital”, mítica, no conceptual es llamada por Estermann “filosofía”.

Pero esta solución es profundamente errónea, porque al identificar el sentido multívoco de la filosofía con la cosmovisión no está aportando nada nuevo y no avanza hacia la reconceptualización misma de la esencia de la filosofía. Ya Julián Marías en su Historia de la Filosofía había señalado que para hablar de una tradición filosófica no occidental “…lo más problemático es el sentido de la palabra misma filosofía” (Ibid. Alianza Universidad, pág. 10).

Efectivamente, tomando la filosofía como “metafísica vital del mito” Estermann no está descubriendo la “filosofía andina” sino que la está rebajando a nivel de la Weltanschauung o visión del mundo. Y esto no es debido a que el mito sea concebido como algo inferior, sino como asociado a lo inculturado y vivencial. En rigor la Weltanschauung no es filosofía sino imagen objetiva del mundo con carácter de verdad relativa y que refleja un nivel históricamente determinado del proceso cognoscitivo. Por eso la cosmovisión es el impacto psicológico-emotivo del mundo que no reclama un valor objetivo y es una guía pragmática para el vivir. En cambio, la filosofía es una concepción del mundo que reclama para sí objetividad y verdad.

Estermann rebaja la filosofía andina al nivel de cosmovisión, lo vivencial e inculturado. Pero nos preguntamos, ¿Acaso la construcción de impresionantes acueductos, monumentales construcciones megalíticas, impresionantes pirámides, la fina orfebrería, su compleja religión, su delicada vida moral, sus impresionantes calendarios astronómicos y sus convicciones filosóficas son simple cosmovisión, mero impacto psicológico-emocional del mundo? ¿Acaso los simples runas eran los filósofos andinos en vez de los Amautas y sus equivalentes? Por supuesto que no. Esto equivaldría a caer en el reproche que le hacía Hegel a Schelling al recordarle que la sustancia no sólo existe como absoluto, sino también como sujeto. Y, por tanto, estaríamos cayendo en la noche en que todos los gatos son negros.

Y esto vale tanto en los dos modos de entender la filosofía, esto es, como ciencia y como modo de vida. Estermann lo que hace es borrar incorrectamente la diferencia que hay entre filosofía y cosmovisión para hablar de la filosofía andina, sin captar que el esfuerzo fenomenológico va por el camino distinto de la reconceptualización misma de la filosofía. Ese es el camino que seguí por mi parte, hasta arribar a lo que denominé filosofía mitocrática[2], o uso de la razón mítica para explicar los fundamentos del mundo.

Los presupuestos hermenéuticos y metodológicos de Estermann ocultan cuidadosamente que no sabe ver en lo preconceptual otra forma de filosofar. En realidad, su análisis gnoseológico es tan pobre que no distingue entre concepto-imagen y concepto-puro de la lógica. El primero se atiene a la armonía de los contrarios, mientras el segundo al principio de no-contradicción y de identidad. Tampoco advierte que, si el filósofo moderno arranca de la historia, el filósofo medieval de la nada y el filósofo griego del ser, el filósofo ancestral tiene su punto de partida en lo divino. O sea, se trata de una filosofía religiosa, mántica y espiritual. Y no podía ser de otro modo, porque la filosofía mitocrática es hija de una forma anterior de filosofar, llamada filosofía mitomórfica del chamanismo. Si las categorías básicas del filósofo griego son: teoría, logos y ser; la del filósofo occidental cristiano: creación, nada y persona; la del filósofo moderno: tiempo, historia y vida; la del filósofo no occidental andino son: revelación, símbolo y vida. Es decir, las formas conceptuales de la filosofía ancestral no son lógicas sino estético-religiosas.

Por todo ello, lo más descaminado del planteamiento intercultural de Estermann es que estaría negando la existencia de la filosofía misma en un sentido distinto al occidental. Y con ello su ataque a la definición monocultural occidental de filosofía fracasa. Otro punto controvertible en su planteamiento es que lo quechua andino monopolizaría la filosofía andina como cosmovisión, ignorando el acervo cultural Jacaru, Aymara y de otras lenguas pertenecientes a culturas muy distintas a la inca, como los moches, chimúes, chachapoyas, y culturas anteriores como la Tiahuanaco, Chavín, Caral, entre otras.

En una palabra, al negar la posibilidad de la filosofía real, aunque en un sentido diferente a la tradición eurocéntrica, y no asumiéndola como mera cosmovisión, termina haciendo fracasar el sentido multívoco de la filosofía y fortaleciendo su sentido eurocéntrico, que prejuiciosamente sostiene que no existe un sentido de filosofía distinto al que nació en Grecia.

En otras palabras, Estermann deja incólume el falso supuesto de que Grecia es la medida de toda filosofía posible. Por lo demás, explicar la racionalidad andina es explicar su visión del mundo y no necesariamente explicitar su propia filosofía.



[1] Gustavo Flores Quelopana (Lima, 1959). Filósofo, poeta y escritor, peruano de frondosa obra y ágil pluma. Ex-Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, Presidente tres veces en la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA-Perú). Disertante en universidades de Colombia, Panamá, México y Perú. Sus aportes filosóficos se traducen en varias categorías: lo “Numinocrático”, aplicado a la filosofía prehistórica; “Mitomorfico” para entender el filosofar arcaico; “Mitocrático”, para comprender la filosofía ancestral; lo “Anético”, para categorizar la crisis moral y antropológica de la posmodernidad; la Justicia como “Copertenencia”; el “Hiperimperialismo”, como lo característico y esencial de la globalización neoliberal actual; la “Cibercracia”, régimen político hacia el cual marcha el capitalismo digital; y el “Ciber Deus”, como realidad posible de la Inteligencia Artificial Fuerte, y la “paradoja antrópica”, como categoría clave para entender la destrucción ecológica por la modernidad objetivante y antimetafísica.

 

[2] Véase mis obras: Filosofía mitocrática y mitocratología (2010), Corpus filosófico andino (2019) y Filosofía Ser, Historia (2023).

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