EL BOSÓN DE HIGGS Y LA FILOSOFÍA
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
El Bosón del 4 por ciento
El físico británico-escocés Peter Higgs en 1964 postuló la partícula de Higgs (como campo de fuerza responsable de la formación de masa de las partículas, es decir, de la existencia de planetas, estrellas y galaxias) y hoy desde el gran acelerador de partículas de Ginebra nos llega la noticia de su descubrimiento. Pero en verdad es todavía un pico estadístico y hacen falta muchos más experimentos para confirmar que no se trata de un dato aleatorio.
Pero si se confirmase la pieza que le faltaba al Modelo Estándar (lo que no ocurrió con el supuesto hallazgo de un neutrino que superaba la velocidad de la luz y que terminó con una renuncia lamentable de un importante científico), entonces la ciencia sólo lograría dar cuenta del 4% de la masa del Universo, dejando inexplicado la materia oscura, la energía oscura y la gravedad. Además tampoco da cuenta de la luz. Y ni qué decir de las supercuerdas y los agujeros de gusanos que son todavía meras teorías.
El asunto se complicaría más por la postulación de la teoría de la gravedad cuántica de enlaces, según la cual no hubo una Gran Explosión sino un Gran Rebote de un universo anterior que colapsó, se destruyó y dio origen a nuestro universo. Por lo cual nuestro bosón tendría su importancia sólo para nuestro universo pero no para uno anterior.
Por consiguiente, el nombre de la "partícula de Dios" es excesivo, periodístico, incorrecto y descaminador, además por fortuna ningún científico serio la llama así. Por lo demás, lo que se espera del CERN son muchas cosas desconcertantes, entre ellas descubrir partículas supersimétricas que darían cuenta de la armonía existente entre la física del micromundo y del macromundo.
La partícula Higgs y el olvido del ser
De confirmarse el hallazgo del bosón de Higgs, pieza que faltaba al Modelo Estándar, ello demostraría el "modesto" aunque "seguro" camino de la ciencia. Seguro por sus confirmaciones experimentales, y modesto porque sólo daría explicación del 4% de la materia del Universo entero. Para que pueda dar cuenta del otro 96% de la materia universal (conformado por la materia oscura, la energía oscura y la gravedad), la armonía existente entre la micro y macrofísica, entre otros enigmas científicos, no sabemos cuánto tiempo le demandará.
Pero a pesar de lo pequeño del porcentaje es, sin embargo, un gigantesco paso en el conocimiento humano. No obstante, se trata de un crecimiento en dirección óntica y no ontológica. Ya Heidegger había insistido en la diferencia ontológica entre el ser y el ente.
Pues bien, este nuevo e importante paso de la ciencia representa un escalón más en el olvido del ser, lo que se inició con el pensamiento óntico de la metafísica griega, y hace que dicho olvido llegue a la cumbre en la ciencia y tecnología moderna.
Bienvenido sea el bosón de Higgs por cuanto agota el pensamiento óntico de la metafísica y acelera la inminente llegada del pensamiento metafísico ontológico.
Consideraciones epistémicas
Sin el afán de aguar la fiesta sobre el hallazgo del bosón de Higgs cabe hacerse una pregunta de índole epistemológica: ¿Y si se trata de una incorrecta interpretación de las mediciones estadísticas? En otras palabras ¿Y si se trata de una mera interpretación subjetiva sobre datos objetivos?
Marx, Nietzsche y Freud subrayaron en que no se pueden tomar los hechos de la conciencia por hechos de la realidad. Se podría pensar que en este caso media el sofisticado instrumental del CERN. Sí, pero en toda relación entre hechos y conciencia se incluye necesariamente la interpretación que le da la conciencia finita de la comunidad científica históricamente determinada.
Es por esto que Feyerabend cuestionó el carácter objetivo, necesario y universal de la ciencia. Y por encima de los aportes de Avenarius, Russell, Frege y Wittgenstein a la nueva epistemología antimetafísica de Schlick, Carnap y Neurath, surgió un Popper que impugnó el principio de verificación proponiendo el de falsación. En una línea similar Putnam habla de la "concepción heredada", Hanson señala que toda observación está cargada de teoría, Kuhn acuña el concepto de paradigma, y Gadamer, Ricouer, Otto Apel, Rorty y Habermas proponen en vez de la epistemología a la misma hermenéutica, pues consideran que el propio método experimental está transito de interpretación.
Ya Kant había dilucidado la determinación del objeto por el conocimiento subjetivo. Frente a esta tendencia epistémica Husserl vuelve a hablar metafísicamente de "ir a las cosas mismas", pero Heidegger advirtiendo la primacía de la subjetividad en el pensamiento fenomenológico husserliano propone el giro de "develar al fenómeno" y Nicolai Hartmann se plantea enérgicamente una nueva ontología donde se reconozca el ser del ente con absoluta independencia de la subjetividad humana.
En otras palabras, se terminó abandonando el análisis lógico de las proposiciones científicas por la estructura histórica del descubrimiento científico. Pero Lakatos cuestiona las reconstrucciones históricas de la ciencia y Kuhn pide atender a su historia interna. Popper lo acusó de relativismo histórico, Mastermann contrapone al paradigma científico el paradigma metafísico y Toulmin niega que haya "revolución" y se muestra favorable a un lento "evolucionismo" de la ciencia. Todo lo cual ha desembocado en el debate sobre cómo se puede ser realista en ciencia.
Con estos desarrollos el afán neopositivista de enterrar a la metafísica fracasó, el pensamiento científico se ha hecho más modesto, más lejano de la arrogancia cientificista empirista y lógica, más consciente de sus limitaciones y de los condicionamientos de la razón experimental. Y sobre la hermenéutica podemos decir a favor que el ser que puede ser comprendido es lenguaje, y en contra que lo incomprensible del ser no nos habla y sin embargo es.
Lo que nos lleva a pensar que el ser no coincide necesariamente con el lenguaje de la comprensión humana y lo que coincide sólo es un pequeña parte. En otras palabras, el sentido del ser no se da totalmente al sentido humano y el sentido del ser dado al hombre es apenas el sentido del sinsentido. Lo cual es un golpe al narcicismo humano que revela la ilusión de su autonomía. Si el lenguaje es el ámbito de la experiencia hermenéutica, el ser es el ámbito previo de la experiencia ontológica.
Por tanto, celebremos el posible hallazgo del bosón de Higgs sin embriagarnos de la soberbia antimetafísica del supérstite cientificismo en retirada. El hombre es fintio, temporal e histórico, pero es el único ser contingente que lo sabe y ello le permite atisbar por deducción y revelación en lo infinito, supratemporal y eterno.
Lima, Salamanca 08 de Julio 2012
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