jueves, 13 de junio de 2019

PACO Y LA DIOSA RAZÓN


PACO Y LA DIOSA RAZÓN
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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El justo homenaje a un pensador es pensar su legado intelectual. La muerte arrebata la vida física pero no se puede llevar a las ideas que sobreviven a su guadaña. Francisco Miroquesada Cantuarias ha dejado de existir (1918-2019). Un derrame cerebral fue el detonante. Llevó una vida extraordinaria dedicada a comprender el funcionamiento de la razón humana. En este sentido podría pensarse que acaba de desaparecer el paladín del racionalismo peruano. Veamos hasta qué punto esto es cierto. Además, despejar este asunto servirá para esclaracer cuál fue su aporte fundamental.
Ahora bien, existen dos serios excesos y peligros: excluir la razón –fideísmo- y no admitir más que la razón –racionalismo-. Ambas son trampas que cercan el alma humana. Por lo demás, el hombre está lleno de error, todo lo engaña en ese cruento combate entre la sensación y la razón. No sólo las pasiones turban y los sentidos mienten sino que la razón se equivoca. Dentro de nuestra alma hay feroces animales -como el orgullo y la vanidad- que perturban el correcto pensamiento.
Y es normal que así sea porque queremos vernos grandes pero en realidad somos pequeños. Somos tan presuntuosos que siempre queremos ocultar la nada de nuestro ser. Pascal decía que si se somete todo a la razón la vida humana pierde todo lo misterioso y sobrenatural. La religión se extingue. Y si se ofende a los principios de la razón, nuestra religión será absurda y ridícula. Lo cual resulta indiferente y normal a nuestra era secular, arreligiosa y antimetafísica. Justamente fue Ortega el que vió el vinculo entre razón y creencia, aunque lo entrevió de modo algo confuso. Pues creyó que el ocaso de la razón científica, cartesiana y abstracta sería reemplazada por la razón vial o razón histórica. Cuál fue el caso de Paco.
Pero Paco –como cariñosamente le decían sus amigos- aún cuando sostenía que su teoría de la razón sólo se refiere al nivel lógico matemático, nunca se opuso a que una teoría general de la razón rebasara el nivel formal y abordara el nivel real. Al uso escéptico de la razón lo llamó "razón impura". Para él es imposible que la razón se destruya a sí misma. Pero el proyecto completo de la razón no lo realizó y por ello nunca dio a conocer su versión definitiva. Más no se cansaba de subrayar que sólo existe una razón que se manifiesta de diversas maneras. O sea que la lógica era relativa. Y esa es su intuición más profunda, por más que no concilió las creencias ni admitió lo irracional en el funcionamiento de la razón. 
Para Paco no hay ocaso de la razón científica ni su reemplazo por una nueva fe, sino que percibió la novedad de las diversas formas que tiene la razón de operar. Cuando aborda la ética para afirmar que es no arbirariedad y simetría, admite la paradoja de que los valores morales se imponen por sí  mismos algo similar al de las verdades evidentes. Pero no existe una racionalidad a priori de la normatividad. La intuición práctica es una estimativa a priori y universal, en la que todos tenemos derecho a decidir. 
Manifestó un ateísmo nostálgico porque Dios no existe aun cuando deseara que existiera. A lo sumo sería un ideal ético como en Cohen, pero que no puede eludir en convertirse en la proyección feuerbachiana de las necesidades humanas. Esto es, Dios sólo tiene jungianamente vínculo con los acontecimientos psíquicos y no con la realidad trascendente del alma humana. Fue un hombre culto que confundiò el momentáneo eclipse moderno de Dios -idea buberiana- con la muerte de Dios nietzscheana. Como Heidegger, Sartre y Freud se negó a aceptar la existencia genuina de un Absoluto de origen no humano. Y con ello queda atrapado en la telaraña de la subjetividad moderna deificando la razón humana. Así sucumbe a la santidad demoníaca de la razón. No compartió la convicción de Gabriel Marcel de que Dios no es una esencia iluminada sino la presencia absoluta iluminante. 
Pero si su ateísmo moral destruía la idea de Dios, después manifestó un panteísmo que preserva la idea de lo divino como verdadera preocupación religiosa. Así más tarde, admitió -respondiendo a Lorenzo Peña- que ya no era ateo sino panteísta, porque la belleza de los fractales mostrados por los conjuntos de Julia y de Mandelbrot no podía ser obra sino de un dios impersonal. Y añadía que es imposible creer en un Dios personal no contradictorio mientras que no se reconozca la incompatibilidad de la libertad humana con la divinidad omnisciente y omnibenevolente. O sea el Paco maduro kantiano -recordemos que Kant escribió: "Dios no es una sustancia externa, sino sólo una condición moral dentro de nosotros"- retrocedió ya provecto hacia Spinoza.
La imagen final de Dios a la que arriba Paco en sus septuagenarios años continúa inclinándose a los imperativos de la razón humana, sin llegar a comprender que la razón del Absoluto tiene que ser diferente a la razón de lo finito. Su panteísmo no lo pone ante el Dios de Abraham, Jacob y de Issac sino ante el dios de los filósofos. Determinar la esencia de la razón sólo por la medida humana resulta insensato para decretar lo que es o debe ser la razón divina. 
Para el panteísmo de Spinoza la esencia del amor y la razón humana debe ser la misma que la del amor divino. El núcleo del razonar panteísta es la forma de pensar basada en la univocidad. Pero entre Dios y su creación no hay univocidad sino analogía. Pero al rechazarlo se cae en la absolutización del dominio racional de la filosofía. Ahora se comprende cómo el racionalismo conduce al desastre y hace que el espíritu se pierda en las tinieblas. 
Bergson en su testamento manifiesta su adhesión moral al cristianismo, Paco no. Le faltaba la fe en la religión revelada pero no la fe de la religión natural y racional. Su Dios idea es filosófico, no ama ni puede ser amado. No responde y sólo ofrece una fria visión de las esencias. Se trata del Ser, la unidad descubierta por la inteligencia. Pero con esta unidad comienza el delirio de la deificación humana. Delirio que llega a su madurez con el regnum hominis de la modernidad secular y escéptica. 
Paco no descubre la religión como lo sagrado, sino como la idea filosófica del Ser. Pero una cosa es conocer a Dios y otra amarlo. Pues el orden de la inteligencia no es el orden de la caridad. No sólo la razón es capaz de instruirnos, pues también lo hace el corazón. En cambio la piedad es la relación del hombre con lo divino. Con el racionalismo la piedad quedó convertida en una virtud del ser humano. La sociedad secular hizo de la Nada la última aparición de lo sagrado, que engaña al hombre con su ausencia de límites, lo convierte en un proyecto de ser, hacia el superhombre. Pero el superhombre es el acecho del demonio. 
Paco era un hombre de buen corazón, generoso y justo, que batalló en la fundamentación humanista de la razón y contribuyó con el regnum hominis de la modernidad secular y escéptica. Hay personas que son felices y razonables por haber encontrado a Dios y servirlo. Otras son desdichadas y razonables por vivir buscándolo pero sin encontrarlo. Por último están las personas locas y desdichadas por vivir sin buscarlo ni encontrarlo. De este último talante es el hombre actual posmoderno que vive en la indiferencia y diversión sin buscar la verdad. Paco pertenece al segundo tipo porque buscaba la verdad, aunque quizá en un lugar equivocado. Ante la proximidad de la muerte en su centenaria vida es inevitable que se haya puesto a pensar en la inmortalidad del alma, en nuestras dos naturalezas de alma y cuerpo, si basta la penetración de la verdad por vías racionales y en que si la parte que en nosotros razona no es sino espiritual.
Ahora bien, ¿por qué no puede conocerse a Dios sin saber lo que es, si hay un infinito numérico sin saber si es par o impar? Conocemos la existencia de lo infinito divino sin saber su naturaleza. Y así como por la fe conocemos su existencia, por la gloria conoceremos su naturaleza. Pero sobre estas cuestiones límite nunca sabremos sus respuestas, ni cuál fue su apuesta final, las mismas que sólo en esta vida tenemos la oportunidad de hacerlas. Sus últimos pensamientos moran en lo desconocido. Sólo el Creador las conoce.
A propósito de Creador recuerdo la sustentación de mi ponencia de ingreso a la Sociedad Peruana de Filosofía por invitación del mismo Paco. La misma llevaba como título "Humanismo de la postmodernidad". Las críticas acerbas de María Luisa Rivara y su incondicional Mario Mejía Huamán incidían en que hablaba de Dios y por ello no se trataba de un tema filosófico. ¡Para qué dijeron semejante cosa! Se armó un caluroso debate y para cortarlo Paco pidió votación y fue el primero en votar a favor de mi incorporación. O sea, él no creia en Dios pero respetaba la reflexión filosófica que sí hacía una mención favorable del Creador.
Su otro gran proyecto de madurez era fundamentar la praxis revolucionaria al margen de la dialéctica, lo que lo llevó al reformismo infecundo. Miroquesada a diferencia de Salazar no toma en cuenta las condiciones materiales que condicionan a la filosofía, ni fue crítico con el magisterio de la filosofía occidental –fue eurocéntrico- y en él la teoría no tiene ninguna conexión con la praxis. Por ello Sobrevilla tildó su postura de híbrido.
Como profesor Paco no era efusivo como el filósofo hartmanniano Luis Alarco, ni vehemente como el helenista Russo Delgado, ni polémico como el filósofo de la dominación Salazar Bondy, sino con su voz atenuada y nerviosa, impartía con una oratoria académica una docencia calmada e informada, más parecido a las maneras aristocráticas de su maestro Mariano Iberico. Sobre lo sobrenatural Paco a diferencia de los estoicos no admitía la realidad de la adivinación y sobre lo paranormal era como Cicerón un escéptico, pero no a fortiori sino por pedirle al medium alguna demostración de un problema matemático hasta el momento insoluble y no obtener respuesta alguna.
Pero volviendo al tema central de la razón que lo obsedió hasta el fin de sus días, se ratificó en la opinión de que la proliferación de los sistemas lógicos heterodoxos no afectaban a la unidad interna de la razón (principios de simetría y no arbitrariedad). Defendió la persistencia de un núcleo de principios comunes invariables. Así afirmó: “La razón tiene una estructura básica que se manifiesta en sus diversos dinamismos. Cuando capta una nueva región de objetos capta, asimismo, el tipo de lógica que debe utilizar para estudiar teóricamente dicha región.
Lógica y ontología se imbrican mutuamente”. O sea, aceptaba que había lógicas inmutables sin por ello afirmar el esencialismo ni la metafísica. Tuvo el gran acierto de considerar que la lógica está relacionada con la ontología, porque pensaba que cada universo exige una lógica especial y constituye una lógica natural. Entonces por qué no incluyó el universo de la religión revelada con su propia lógica especial. Por su acendrada convicción en el ideal griego de una vida racional y por su falta de fe en lo sobrenatural. 
Para Paco el hombre antes que un capax dei es un capax ratio. Consideró que la razón nunca puede llevar a la sinrazón. Incluso consideró a la poesía y al mito como formas no algoritmicas de la razón. Destacó que es la sociedad industrial la que transforma la razón hamana en razón algorítmica, marchitando la creatividad de la razón poética. A este ataque contra el ideal de vida racional lo llamó paradoja praxeológica. Además asoció el racionalismo al humanismo. En realidad su principio de autotelia deriva en humanismo y éste en filosofía de la liberación (con Zea y Dussell firmó la declaración de Morelia). Pero con ello no se sobrepasa el humanismo profano y se emascula el vínculo que tiene la razón con el misterio y lo sobrenatural. Lo irracional existe y ello no ofende ni disminuye a la razón. Dios se oculta a los sabios y soberbios, indignos de conocer su santidad. Dos clases de personas conocen a Dios: los que tienen el corazón humillado y saben de sus propias bajezas humanas, y los que tienen el espíritu bastante abundante para ver la verdad. Ni los pirrónicos ni los pelagianos están entre éstos últimos.
Para Paco el racionalismo nunca puede llevar a la sinrazón. Quien lo lleva es más bien la mente humana. Esto nos conduce hacia la advertencia de no confundir las condiciones necesarias de logicidad con las condiciones ontológicas suficientes de la razón. El racionalismo es un humanismo secular y sin Dios. Justamente por ello el racionalismo puede llevar la sinrazón. al como se aprecia en la sociedad moderna. La forma más generalizada de la presencia de lo irracional en la sociedad moderna es la omnipresencia de la consulta horoscópica y de la magia que ni la ciencia ni el progreso han podido eliminar.
Y es que la razón y la realidad no coinciden y eso causa angustia en el hombre, Si coincidieran toalmente sólo imperaría el sentido unívoco. Pero no es así. Tampoco se oponen, de contrario imperaría el sentido equívoco. Razón y realidad son isomórficos, por ello el sentido es analógico. Y por ende el enigma de la razón persiste junto al enigma de la realidad. ¡Gracias Paco! por habernos hecho coincidir contigo reparando en que la razón se manifiesta de diversas maneras, pero también discrepando en que esas maneras no tienen que colisionar ni excluir a la religión ni restringirse al sentido eurocéntrico.
El enigma más sugestivo de la razón es que tiene que convivir con el misterio. ¡Brindemos por ello! El racionalismo de Paco al admitir que la razón maneja varias lógicas a la vez, hizo que cayera en la trampa que no permite iluminar el enigma de la razón en el misterio y en lo irracional. Su confianza en la razón al describirlo en términos de relativismo lógico proscribió lo alógico y el enigma que anida en su propia entraña. Los teoremas de incompletitud de Godel debió ya habernos exorcizado al respecto. La intuición y la imaginación salen al primer plano. La verdad suprema consistente y no contradictoria es propia sólo de Dios y no de la mente humana. Por ello es importante que el entendimiento enfrente el misterio contradictorio y comprenda que el esplendor del misterio es hacer ver nuestra finitud en la infinitud de Dios.La razón también se convierte en un demonio cuando no admite más que ella misma.
Para Paco el tema de nuestro tiempo no es el ocaso de razón, sino su funcionalidad por diferentes lógicas. Por ello nunca fue un heraldo irracionalista del asalto a la razón, sino, por el contrario, un apologeta de la fe en la razón. Fue un defensor de la diosa razón. Spengler solía decir que las culturas cuando entran en su decadente fase civilizatoria se vuelven racionalisas. Y esto es lo que vemos en occidente. Siguiendo el pensamiento de nuestro tiempo incrédulo hizo de Dios algo irreal o como Kant algo existente dentro de nosotros y por último regresionó a Spinoza, a Hegel y a Bergson, para concebir a Dios como una energía cósmica, razón universal o effort créateur. O sea un absoluto que se ve arrastrado al proceso dialéctico de la naturaleza y la historia. Volvemos a la astucia de la razón donde los individuos son simples sacrificados y medios para un fin externo.
El dios final de Paco es un espiritu universal que utiliza todo como medio y lo consume todo. E igual que Hegel termina sus días vaciando a la religión de todo contenido existencial. Pero limitar a Dios a una fuerza productora es eliminarlo de un mundo anhelante de salvación. Con ello el Paco senil corrige al Paco maduro, porque saca a Dios de la inmanencia de la subjetividad -idea señalada por Heidegger- para remitirlo al mundo objetivo de lo impersonal.
Y así el encuentro con el Dios existencial y vivo queda relegado a la ficción. Desconoció la realidad existencial de Dios, de Aquel que se encarnó y redimió a la humanidad. Como Hegel pensó que aquello que llamamos Dios debe ser accesible a la razón y como Marx supuso que si no es accesible entonces no existe. Pero nuestra generación camina sin Dios, sin luz, en el infierno de la noche como decía Hölderlin. Más el Paco senil se negó a ello, no quiso ser comparsa de este tiempo sin Dios, pero con su panteísmo final tampoco se alejó mucho.
Se distanció del eclipse total de Dios y prefirió el eclipse parcial. Pero la filosofía no es ciega ante Dios y sostiene que actualmente se carece de una orientación espiritual. El Paco provecto dejó de rehusarse a la realidad efeciva de la trascendencia. Pero lamentablemente no se trató de una trascendencia existencial sino como mera energía cósmica. Los asesinos de Dios que seguimos habitando en la oscuridad de la muerte no podremos redimirnos con ningún sacrificio externo sino únicamente interno, o sea ofreciéndonos a nosotros mismos.
Por eso cuando escribe sobre Ortega concluye: "Lo que Ortega llama razón vital yo le llamo logos humano". Si quisiéramos ver al hombre en su "circunstancia" en el esfuerzo racionalista de Paco vemos un drama. Dice Gómez de la Serna: "¡Hay mucha vida en una vida!". En su obra todo es serenidad, fría reflexión, seco análisis aderezado de humor. Sus libros son paisajes idílicos, pero en el fondo hay un volcán emocional. Pero el arrebato, la fiebre, la imaginación y la pasión corrían galopantes subterránemante: Por eso me atrevo a decir que en él conviven dos hombres antagonistas, a saber, la mente preclara racional del ideal griego y el temperamento impulsivo hacia lo alto que su talento teórico siempre controló. Lo que en el fondo siempre afirmó su corazón es que en este mundo violento e irracional debe reinar la serena razón.
De ahí que la obra de Paco no es Paco, pero el filósofo está siempre entrometido en su obra, en un gesto dramático, alegre y empeñoso. En las fotografías de sus últimos días luce como un viejo insigne y joven que dice "aun pienso y aprendo". Un derrame cerebral le interrumpió el último pensamiento, el de su propia muerte. No vivió su agonía. Es casi seguro que su razón no temía la muerte, quién sabe si fue lo mismo con su corazón.

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