LA RACIONALIDAD Y LA ILOGICIDAD
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Charles Péguy decía que “Una gran
filosofía no es una filosofía sin reproche, es una filosofía sin miedo”. Y esto
mismo es lo que se puede decir del primer libro de José Luis Herrera Las Cinco Esquinas de la Racionalidad. Y
esto es cierto. El heroico trino del filósofo, a semejanza del poeta, a
semejanza del artista, nunca está seguro de su perfección y por eso canta hasta
la muerte.
Las cinco esquinas de la racionalidad
es un libro difícil, abigarrado y, en ciertos pasajes, oscuro, y todo ello es
debido a la riqueza de reflexiones y al esfuerzo de su autor por sacar adelante
una tesis novedosa. Efectivamente, se puede afirmar peripatéticamente que cada
capítulo es un futuro libro en potencia. En una palabra es un libro que promete
mucho más de lo que da. Lo cual lejos de ser un defecto es, al contrario, una
virtud, dado que la filosofía peruana está urgida de pensamiento original.
Pero con este texto José Luis Herrera
se columbra como una joven promesa de la filosofía peruana, a quien habrá de
seguir en su producción y reflexión para bien del pensamiento nacional. Como
todavía está cursando la carrera de Filosofía sus profesores y mentores habrán
de prestarle mayor atención, como cuando se tiene un nuevo brote y se le dan
todos los cuidados para que crezca robusto y sano. Por tanto, en su caso la
tarea no sólo es personal sino de la misma comunidad académica. Ya muchas veces
se ha podido ver que muy buenos frutos son echados a perder por una deficiente
formación, el rutinarismo académico, el dogmatismo ideológico, la falta de
incentivos para la investigación, incluso la soberbia, el orgullo y la vanidad.
Como vemos el camino es largo y espinoso. Y cuando se ve una obra que promete
–como en este caso- hay que encomendarse a la riqueza de la personalidad del
autor, para saber sortear los obstáculos, y a una buena dosis de la diosa
fortuna.
José Luis Herrera es un joven
pensador limeño que nace en 1968. Estudia matemáticas en San Marcos,
contabilidad en la Universidad Nacional del Callao y filosofía en la
Villarreal. Herrera tiene una manifiesta predisposición para la lógica y
congenialidad con la filosofía del lenguaje. Esta analiticidad da una
excepcional fecundidad en su primer libro que hoy nos convoca,
Como su editor deseo confesar que
pocas veces llega a mis manos libros que dan tanta esperanza al filosofar
nacional. Como filósofo me atrevo a afirmar que hay que esperar investigaciones
más numerosas y fecundas por parte de José Luis Herrera. Si algún modesto
consejo se puede dar a un novel filósofo es el de estar abierto a todos los
vientos, no dejarse sobornar por el interés político, el capillismo ideológico,
el practicismo del sentido común, ni someterse al dogmatismo religioso. Lo cual
no quiere decir que deba mantenerse inmarcesible e impoluto como un ángel, Todo
lo contrario. Un filósofo puede tener convicciones absolutas en moral, política
y religión, y además puede vincularlas a su propia filosofía. Lo cual no debe
convertirlo no en un político, un predicador ni un dogmático. Sencillamente
debe ser un filósofo, es decir, un humilde amante del saber.
Ahora bien, sobre el contenido del
libro se puede afirmar lo siguiente. En primer lugar, está dividido en cinco
partes (la experiencia, lo trascendente, los signos, la lógica y la
interpretación). En segundo lugar, el texto no es un tratado de lógica, ni de
semiótica, ni de hermenéutica, y sin embargo los involucra. Sin duda es un
texto complejo. Es una investigación sobre la racionalidad andina, en primera
instancia, y de la racionalidad humana, en segunda instancia.
Sobre la racionalidad andina se
expresará taxativamente afirmando su existencia y esto lo hace tras analizar la
sintaxis de los tres idiomas originarios del Perú: el quechua, aymara y
Jacaru. Sobre la racionalidad humana va
más lejos aun para aseverar que lo lógico es solamente una parte de ella, pues
la otra parte, o sea lo irracional, también le pertenece. Y esta forma de
pensar no lógica, que es ineliminable, se expresa mediante analogías, símbolos
y metáforas. Estas son las dos conclusiones centrales de su investigación que
podemos enmarcarla dentro de la corriente analítica y de la filosofía andina.
Efectivamente, el autor lleva a cabo de forma inédita en su obra una
confluencia de ambas tendencias.
Al respecto se puede afirmar que
José Luis Herrera forma parte de la intensidad de la vida filosófica que vuelve
al Perú en los primeros quince años del siglo veintiuno, a través de las
investigaciones de la filosofía andina (Odilón Guillén, Víctor Mazzi, Luis Enrique Alvizuri, Víctor Díaz
Guzmán, María Flores Gutiérrez), pero también se integra al grupo de
investigaciones de la filosofía analítica (Quintanilla, Villena) y los
investigadores de la racionalidad andina (Peña Cabrera, Zenón Depaz).
De manera que sus dos principales
conclusiones las obtiene a través de cinco capítulos. El primer capítulo se
llama “La Experiencia”. Sostiene que la experiencia de la racionalidad no es la
racionalidad y es mejor basarse en la experiencia de la racionalidad para
construir la definición de racionalidad. Llama a su propia posición “criticismo”,
entendida como la posición que ni admite ni niega la racionalidad andina sino
que plantea el examen de su posibilidad.
El segundo capítulo es el más extenso y
se denomina “Los trascendente”. Aquí se demuestra que la racionalidad andina
existe por reglas sintácticas de las lenguas originales, y que existe un
lenguaje subyacente de carácter trascendente y de naturaleza apriorística en
las lenguas vernáculas. Se trata de un apriorismo cultural que se describe
mejor con el concepto de “fundo”.
El tercer capítulo se llama “Los
Signos” y aborda el tema central de la semiótica. Tras una crítica a la
semiótica de Saussure y de Peirce obtiene la aproximación de ambas posturas a
través de una concepción del signo que resulta análoga a una ecuación. Aquí es
donde vincula el pensamiento fundico a una estrategia semiótica presente en
cualquier semiosis.
El cuarto capítulo se llama “La Lógica”
y trata sobre la lógica intercontextual. El tema es muy complejo pero quizá la
forma más simple de decirlo es que trata de la demarcación de los límites del
lenguaje, de lo que puede y no puede decirse, que se encuentra ya planteado en
el Tractatus del primer Wittgenstein.
El autor no comparte la solución que da Wittgenstein a dicho problema.
El quinto y final capítulo denominado
“La Interpretación” aborda diversos temas relacionados con la interpretación y
la certeza. Afirma que la racionalidad de la interpretación es una racionalidad
limitada. Luego discurre sobre la dialéctica hegeliana y concluye con una
comparación entre la racionalidad andina y la racionalidad histórica, donde por
medio de la interpretación de un mito creacionista andino se revela la
conciencia sobre la problemática del origen de todas las cosas donde Wiracocha
es el “incomprensible”, aunque el autor no se anima a llamarlo “filosofía”.
Para concluir, podemos preguntarnos
cómo queda colocado Herrera en la tradición filosófica por medio de sus dos
principales tesis (la racionalidad humana no es enteramente lógica y la
racionalidad andina existe). Al respecto se puede afirmar, en primer lugar, que
Herrera pertenece a la tradición de la filosofía moderna por su enfoque
histórico. Así, si la filosofía griega entiende la filosofía como vida teórica, y la filosofía medieval
como vida beata, la filosofía moderna
lo hace como vida histórica, temporal y
vital. En segundo lugar, nuestro autor está alejado de la tradición griega
al admitir lo irracional e ilógico. Como sabemos el filósofo griego parte del
mundo, que existe desde siempre. Es decir, arranca del ser. Su mundo es
inteligible y por eso sus tres categorías básicas son: teoría, logos y ser. En cambio Herrera como filósofo occidental parte
de dos nuevas ideas aportadas por la filosofía cristiana: la creación y la nada. Si el griego se siente extraño ante el mundo
de la variabilidad, en cambio el
filósofo europeo cristiano problematiza la nihilidad.
Y Herrera problematiza la nihilidad en la irracionalidad y la ilogicidad,
siendo con ello hijo legítimo del cristianismo. Esto nos lleva hacia un tercer aspecto más problemático
aun. Y está vinculado al problema de la filosofía andina y oriental donde lo
problemático es el sentido de la palabra misma filosofía. Al respecto Herrera no da todavía el paso decisivo de
reconceptualizar la filosofía misma, a pesar de que reconoce en el mito
cosmogónico una reflexión sobre el origen del mundo. Finalmente hay un cuarto
aspecto en su pensamiento, quizá el más decisivo. Su reconocimiento del ámbito
de la irracionalidad es una puerta abierta hacia la cosa en sí, lo nouménico y
el carácter independiente del ser. Esto es dejar la entrada libre para salir
del antiesencialismo y el nominalismo y pasar hacia un esencialismo que
facilite un apriorismo del ser y un conocimiento inmediato de Dios. Esto es, su
postura crítica da esperanzas en medio del nihilismo y relativismo de la
filosofía posmoderna para volver a abordar las fundamentales cuestiones de la
metafísica. Lo que no llama la atención, pues la tradición filosófica
latinoamericana ha sido casi siempre de índole realista.
En suma, estamos ante un libro señero
que anuncia mayores desarrollos e inusitadas profundizaciones. Sólo cabe
felicitar a su autor y al Departamento Académico de Filosofía de la Universidad
Nacional Federico Villarreal por apoyar a sus investigadores e incentivar el
pensamiento filosófico.
Muchas gracias.
Lima, Salamanca 24 de
Setiembre 2014
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