miércoles, 22 de mayo de 2024

UNA HUELLA IMBORRABLE

 

YSAÍ QUIROZ CARREÑO-Cenáculo Yachaywiñay/P. Libre

UNA HUELLA IMBORRABLE

(mayo 2024)

 


Para poder narrar el perfecto momento, tiempo histórico, de dónde y cuándo conocí a Gustavo Flores Quelopana; tengo que describir cuál era mi percepción en ese momento, y por aquellos tiempos yo me dedicaba a la contabilidad, mi vida trascurría entre llenados de registros, actas, pago de impuestos y estados financieros, sin dejar de lado la práctica de ejercicios físicos, los cuales los realizaba en el Campo de Marte, del distrito de Jesús María. Fue allí que conocí a Julio Rivera Dávalos, quien trascendió las barreras peruanas y su obra recorrió el mundo. Julio, en primera instancia, me contrató para darles clases particulares de Microsoft Office, y con el tiempo como su secretario personal y posterior amigo íntimo. Recuerdo también que en ese momento estaba avanzando su primer libro, y fue en su casa que conocí al filósofo Gustavo Flores Quelopana, cuando daba argumentos para corregir ciertas ideas del libro. A partir de ese momento, pude estar al tanto de las virtuosas habilidades que tenía Gustavo, no solamente para argumentar en contra o a favor, sino también para darnos cátedra de la historia de la filosofía. Su acuciosa intervención nos hacía preguntarnos cómo tanta información podría salir del cerebro de nuestro amigo. Eso despertó en mí la curiosidad por querer profundizar un poco más en temas filosóficos.

A mí me gustaba leer, pero eran temas psicológicos y metafísicos y muchas veces tuvimos largas conversaciones. Nos sentábamos en la mesa de su comedor y mientras degustábamos un delicioso café, Gustavo, Julio y yo, hablamos de diferentes temas sobre el amplio repertorio filosófico.

Recuerdo que una de las charlas más largas que tuvimos la empezamos los tres en la mañana y la terminamos en la noche. Ese choque de ideas era recurrente, sobre una variopinta infinidad de temas; además, ellos venían de realizar cenáculos de filosofía con el Dr. Antonio Belaunde Moreyra, a quien también conocí y también apoyé cuando estaba en su casa de reposo en San Borja. Es así como nace el Cenáculo de Filosofía Yachaywiñay, que Julio con mucho interés realizaba en su casa y donde tengo el placer de conocer a Toribio Torres, otro entrañable amigo con quien fundé posteriormente el Cenáculo de Filosofía Frónesis, recuerdo también a “Kiko” Álvarez Vita, físico matemático y filósofo, y su teoría del “Neutro Vacío”. Kiko formó también un Cenáculo en Miraflores, llamado “La Serpiente de Oro”. A Enrique Pfeiffer lo recuerdo por su teoría sobre el tiempo. A José Herrera, a quien lo recuerdo por sus argumentos lógicos, y muchos otros filósofos y pensadores como Víctor Montero Cam, Luis Enrique Alvizuri, Pablo Suárez, Miguel Polo, Ruth Romero Huamani, que dejaron una huella imborrable dentro de nuestro conocimiento.

Gustavo siempre ha sido un alma inquieta, y ha estado relacionado con múltiples instituciones, como la Sociedad Internacional Tomás de Aquino -SITA/Perú, donde fue tres veces presidente, la inscribió en los registros públicos, y publicó su revista institucional. También Gustavo asumió la presidencia de la Sociedad Peruana de Filosofía (SPF), incorporando a Julio, a Kiko, Albizuri y otros, a los cuales había ayudado a publicar sus libros y madurar sus ideas. Cómo olvidar los congresos, cursos, charlas, cafés, y demás reuniones que tuvimos con él en diversas ocasiones. La concentración en las ideas filosóficas siempre fue intensa, y nos animaba constantemente a publicar nuestras ideas en un libro. Por ello también me animé a publicar mi obra “Éxtasis”, que contiene poesía, cuentos, historias y aforismos.

La intensa y prolija obra de Gustavo -la cual por su fecundidad y originalidad nos dejaba sorprendidos-, y la ayuda que ha prestado a otros pensadores y filósofos, solo nos reafirma el enorme potencial humano que lo caracteriza, su ingenio perspicaz y certero a la hora de sus análisis y comentarios. Solo nos convence que estamos frente a un personaje que ha dejado una huella profunda no solo en la filosofía, sino también en las mentes y los corazones de quienes hemos tenido la suerte de compartir sus experiencias.

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