Feminismo contemporáneo: entre la disolución de lo femenino y la crisis de sentido
Introducción
El feminismo contemporáneo, lejos de ser una simple evolución del pensamiento emancipador de las mujeres, se ha convertido en una amalgama ideológica que, en muchos de sus sectores, ha perdido el norte ético, espiritual y antropológico. En su afán por deconstruir todo lo establecido, ha abrazado postulados relativistas, nihilistas, ateos y culturalistas que no solo distorsionan la verdad revelada, sino que también socavan los fundamentos de la dignidad humana. Este ensayo busca deslindar esta corriente del feminismo del cuidado, que sí reconoce los valores propios de la mujer, y demostrar cómo el feminismo dominante actual se ha convertido en un agente de disolución cultural.
I. De la emancipación a la fragmentación
El feminismo surgió como una respuesta legítima a siglos de desigualdad estructural. Desde el derecho al voto hasta la lucha por la autonomía corporal, sus primeras olas buscaron justicia. Sin embargo, el feminismo contemporáneo ha mutado hacia una forma de pensamiento que ya no busca la equidad, sino la disolución de las diferencias ontológicas entre los sexos, negando que lo masculino y lo femenino tengan vocaciones distintas pero complementarias.
Este feminismo ya no se basa en la dignidad compartida entre hombre y mujer, sino en una sospecha constante hacia lo masculino, que ha derivado en discursos de confrontación, exclusión y, en algunos casos, odio visceral. La crítica legítima al patriarcado ha sido reemplazada por una hostilidad hacia la figura del varón, visto como opresor por naturaleza.
II. Relativismo y nihilismo como fundamentos
El feminismo contemporáneo se sostiene sobre una ética relativista, donde no existen verdades morales absolutas ni principios objetivos. Todo se reduce a la experiencia subjetiva, a la vivencia individual y a la autopercepción. Esta visión ha desembocado en una fragmentación moral, donde cada grupo define su propia ética, sin referencia al bien común ni a la ley natural.
El nihilismo, por su parte, se manifiesta en la negación de todo sentido trascendente. La maternidad, el amor, el cuerpo, la sexualidad… todo es deconstruido, vaciado de significado y convertido en objeto de consumo o de lucha política. El feminismo ya no propone una visión elevada de la mujer, sino una disolución de lo femenino en nombre de la autonomía radical.
III. Culturalismo y ateísmo militante
El feminismo actual ha abrazado el culturalismo posmoderno, que niega cualquier esencia humana y reduce todo a construcciones sociales. Así, ser mujer ya no implica una vocación natural, sino una identidad fluida, negociable y muchas veces desligada del cuerpo. Esta visión ha llevado a la promoción de agendas como la ideología de género y la normalización de prácticas que, desde una perspectiva tradicional, se consideran contrarias al orden natural.
Además, el feminismo contemporáneo ha adoptado una incredulidad religiosa militante, que no solo cuestiona la fe cristiana, sino que la acusa de ser origen de la opresión. Se ha tergiversado el mensaje de Cristo, reinterpretando las Escrituras desde una óptica ideológica, y negando la complementariedad entre hombre y mujer como diseño divino. En lugar de redescubrir el evangelio como fuente de liberación auténtica, se lo ha convertido en blanco de desprecio y distorsión.
IV. La promoción de la agenda LGBTIQ+
Una de las expresiones más visibles del feminismo contemporáneo es su alianza con la agenda LGBTIQ+. Esta alianza no se limita a la defensa de derechos civiles, sino que promueve activamente la normalización de conductas que, desde la ley natural y la antropología cristiana, se consideran desordenadas. La homosexualidad, la identidad transgénero y otras expresiones son presentadas no solo como legítimas, sino como superiores al modelo heterosexual tradicional.
Esta promoción no reconoce que la dignidad humana no implica la validación de todas las conductas, sino el llamado a vivir conforme a la verdad del ser. La ética actual, influida por el feminismo radical, ha perdido esta distinción, y ha convertido la libertad en un absoluto desligado de la verdad.
V. El feminismo del cuidado: una alternativa digna
Frente a esta deriva ideológica, el feminismo del cuidado representa una alternativa que merece ser rescatada. Este feminismo reconoce:
La diferencia sexual como riqueza, no como opresión.
La vocación femenina al cuidado, la empatía y la entrega, como virtudes propias y valiosas.
La posibilidad de amar sin perder la identidad, y de vivir relaciones equitativas sin negar la complementariedad.
Este feminismo no busca destruir lo masculino, sino reconciliarlo con lo femenino en una visión armónica del ser humano. Tampoco niega la fe, sino que muchas veces se nutre de ella para proponer una ética del amor, del servicio y de la justicia.
VI. Deslinde necesario: feministas con vocación ética vs. feminismo relativista y nihilista
No todo el feminismo contemporáneo está atrapado en la lógica del relativismo y la disolución. Existen pensadoras, activistas y teólogas que, aunque se identifican como feministas, no han renunciado a una visión ética sólida ni a la dignidad ontológica de lo femenino. Este deslinde es crucial para evitar reduccionismos y para reconocer que el debate interno dentro del feminismo es tan profundo como el externo.
Feministas con vocación ética
Estas autoras han defendido la dignidad de la mujer sin negar su diferencia ontológica ni su vocación natural al cuidado, la empatía y la entrega. Algunas incluso han buscado reconciliar el feminismo con la fe cristiana, la ley natural o una crítica racional al orden político moderno:
Carol Gilligan: psicóloga y filósofa estadounidense, pionera del feminismo del cuidado. En In a Different Voice (1982), propuso una ética relacional basada en la empatía, la responsabilidad y el vínculo humano, en contraste con la ética abstracta de la justicia. Gilligan no niega la diferencia sexual, sino que la reivindica como fuente de una moral femenina propia, profundamente humana y no relativista.
Carole Pateman: teórica política británica que, en The Sexual Contract (1988), desmonta las bases del liberalismo moderno al mostrar cómo el contrato social excluye a las mujeres mediante un contrato sexual implícito. Aunque su crítica es radical, Pateman no cae en el relativismo ni en la disolución del sujeto femenino; su enfoque conserva una estructura ética y racional que busca justicia sin negar la naturaleza humana.
Elisabeth Schüssler Fiorenza: teóloga feminista que propone una lectura crítica de la Biblia desde la justicia, sin negar su valor espiritual.
Marcela Lagarde: promotora del concepto de “feminismo del cuidado”, que reconoce la dimensión relacional y afectiva de la mujer.
María Zambrano: filósofa española que defendió una visión espiritual y poética de lo femenino, lejos del materialismo ideológico.
Sojourner Truth: activista cristiana afroamericana, cuya lucha por los derechos de la mujer estuvo guiada por una profunda fe en Dios.
Matilde Hidalgo de Procel: pionera del feminismo latinoamericano, médica y política ecuatoriana, que integró su vocación profesional con valores éticos y espirituales.
Feminismo relativista, nihilista y culturalista
Por contraste, otras figuras han promovido una visión del feminismo que niega toda esencia femenina, abraza el relativismo moral y se alinea con ideologías que contradicen la ley natural y la verdad revelada:
Judith Butler: principal exponente de la teoría queer, que sostiene que el género es una construcción fluida y que la identidad sexual no tiene base biológica ni natural.
Simone de Beauvoir: aunque influyente, su obra El segundo sexo plantea que “no se nace mujer, se llega a serlo”, lo que ha sido interpretado como una negación de la naturaleza femenina.
Angela Davis: activista marxista que ha vinculado el feminismo con la lucha revolucionaria, promoviendo una visión materialista y antirreligiosa del género.
Graciela Hierro Pérez-Castro: filósofa mexicana que defendió el placer como eje de la ética feminista, en una línea que relativiza el orden moral tradicional.
Celia Amorós: crítica del pensamiento cristiano y defensora de una ética secular, culturalista y deconstructiva del género.
Estas autoras han procedido a una ruptura con la tradición, la fe y la antropología clásica, promoviendo una visión del ser humano desligada de su naturaleza y de su vocación trascendente.
Conclusión
El feminismo contemporáneo, en muchas de sus expresiones, ha dejado de ser una propuesta de justicia para convertirse en una ideología de confrontación, fragmentación y disolución. Su base relativista, nihilista, atea y culturalista lo ha alejado de la verdad revelada, de la ley natural y de la vocación femenina. En lugar de promover la dignidad de la mujer, ha contribuido a la confusión de identidades, a la ruptura de vínculos esenciales como la maternidad y la familia, y a la exaltación de estilos de vida que contradicen el orden moral objetivo.
Frente a esta deriva, el feminismo del cuidado y otras corrientes éticas ofrecen una alternativa digna, donde la mujer es reconocida en su diferencia, en su vocación relacional, y en su capacidad de amar, servir y construir. Este feminismo no niega la fe, ni la naturaleza, ni la complementariedad entre los sexos; al contrario, las reivindica como fuentes de sentido y plenitud.
El deslinde entre feministas éticas y feministas relativistas es urgente. No se trata de rechazar todo el feminismo, sino de rescatar lo valioso sin aceptar lo destructivo. La mujer no necesita ser desarraigada de su esencia para ser libre; necesita ser reconocida en su verdad para ser plenamente humana. Solo así podrá el feminismo volver a ser una fuerza de renovación cultural, espiritual y moral, en lugar de un agente de decadencia.
Bibliografía
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