jueves, 9 de octubre de 2025

Diálogo entre un Yogui Gnóstico y un Cristiano: ¿Qué es realmente espiritual?

 


Diálogo entre un Yogui Gnóstico y un Cristiano: ¿Qué es realmente espiritual?

Yogui Gnóstico dice:

“Las religiones no son espirituales, ¡ninguna! Solo son restos de alguna revelación deformada, manipulada, arreglada convenientemente para engañar a la gente y quitarles su plata. Han devenido en organizaciones institucionalizadas multimillonarias para quitarles su dinero a la gente… Con gente dogmática y fanática que puede creer cualquier cosa con tal que dejen sus diezmos y donaciones...” 

Cristiano responde: Lo que verdaderamente no es espiritual es la soberbia con la que te expresas y la autosuficiencia que proclamas. El orgullo que desprecia a millones de creyentes, la arrogancia que se cree superior a toda tradición revelada, y la actitud que se burla de la fe ajena no nacen del espíritu, sino del ego.

“Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.” — Santiago 4:6

La espiritualidad auténtica no se construye sobre el desprecio, sino sobre el amor, la humildad y la verdad. No se trata de creerse iluminado por encima de todos, sino de reconocer que necesitamos a Dios, que somos limitados, y que la revelación divina no es un invento humano, sino un regalo que nos llama a la conversión.

“El que se exalta será humillado, y el que se humilla será exaltado.” — Lucas 14:11

Yogui Gnóstico añade:

“La meditación me ha mostrado que no necesito intermediarios ni dogmas. El yoga me conecta con lo divino directamente. Las religiones solo imponen miedo y culpa.” 

Cristiano responde: Comprendemos que la práctica de la meditación y el yoga, cuando se desvincula de la verdad revelada por Dios, puede descentrar el eje espiritual y llevar al alma a confiar más en sí misma que en su Creador. El gnóstico se cree autosuficiente, el yogui se cree iluminado, pero ambos olvidan que la verdadera luz no nace del hombre, sino de Dios.

“Para Dios no hay nada imposible.” — Lucas 1:37 “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido.” — Salmo 34:18

Yogui Gnóstico concluye:

“¿Y qué ha hecho su Dios por mí? He vivido 80 años buscando respuestas, y solo encontré contradicciones en las religiones. Prefiero seguir mi camino interior.” 

Cristiano responde con firmeza y compasión: A tus 80 años, lo que debería preocuparte no es atacar la fe ajena, sino tu relación con el verdadero Dios. La vida es breve, y cada día es un regalo que se nos da para acercarnos a la verdad. Darle la espalda al Dios vivo, al que te creó, al que te ha sostenido durante ocho décadas, no es señal de iluminación, sino de ceguera espiritual.

Cristo no vino a quitarle dinero a la gente, sino a dar su vida por todos. Su mensaje es de redención, misericordia y verdad. La Iglesia, con sus defectos humanos, sigue siendo el cuerpo de Cristo en la tierra, llamada a servir, sanar, enseñar y amar. Miles de misioneros, sacerdotes, pastores y creyentes entregan su vida en silencio, sin buscar riqueza, sino llevando consuelo a los pobres, esperanza a los enfermos y dignidad a los olvidados.

“Hoy, si oyes su voz, no endurezcas tu corazón.” — Hebreos 3:15

💬 Reflexión final: La verdadera espiritualidad no se mide por cuánto se rechaza, sino por cuánto se ama. No por cuánta autosuficiencia se proclama, sino por cuánta humildad se vive. Y no por cuántas religiones se critican, sino por cuán cerca estamos del Dios que nos llama.

El Dios mortal y el rostro oculto del Estado neoliberal: una lectura crítica

 

El Dios mortal y el rostro oculto del Estado neoliberal: una lectura crítica

Cuando leí El Dios mortal de Sinesio López, me encontré con una obra rigurosa, lúcida y profundamente reveladora sobre la historia política del Perú en el siglo XX. López logra caracterizar con precisión el Estado oligárquico como una estructura racista, excluyente y funcional a una élite económica que se benefició de un modelo primario-exportador. Su análisis histórico y sociológico permite entender cómo se consolidó ese Estado, cómo se enfrentó a movimientos antioligárquicos desde los años veinte, y cómo, finalmente, fue desplazado por un sistema político más pluralista e inclusivo entre los años ochenta y noventa.

Sin embargo, mientras avanzaba en la lectura, comencé a notar una tensión que me resultó difícil de ignorar. López analiza el Estado oligárquico desde categorías económicas —acumulación, exclusión, estructura de clase— pero cuando aborda el modelo que lo reemplaza, lo hace desde categorías políticas: pluralismo, inclusión, apertura democrática. Esta asimetría conceptual me parece problemática, porque al cambiar el lente analítico, se pierde de vista el verdadero rostro del Estado neoliberal que emerge en ese tránsito.

El neoliberalismo no es simplemente una apertura política. Es una reconfiguración profunda del poder, donde el Estado deja de ser un instrumento de la oligarquía nacional para convertirse en una herramienta al servicio del hiperimperialismo global. Las grandes corporaciones transnacionales toman el relevo, y el Estado se convierte en gestor de intereses privados disfrazados de eficiencia pública. Esta transformación no es solo económica, sino también cultural: el neoliberalismo penetra con una lógica posmoderna que fragmenta identidades, debilita lo colectivo y convierte al individuo en consumidor antes que ciudadano.

López no advierte que el Estado oligárquico fue, en realidad, una forma del Estado plutocrático, y que el neoliberalismo no lo supera, sino que lo perfecciona. El poder económico no desaparece: se globaliza. Y en ese proceso, el Estado se vuelve más opaco, más tecnocrático, más distante. Se habla de inclusión, pero se gestiona la exclusión con algoritmos y discursos de competitividad.

Además, el libro carece de un análisis comparativo con otros Estados latinoamericanos que han vivido procesos similares. México, Chile, Colombia, Argentina… todos han transitado de modelos oligárquicos a formas neoliberales, con matices distintos, pero con patrones comunes. Integrar esa dimensión habría permitido comprender mejor la especificidad peruana dentro de una lógica regional.

En suma, El Dios mortal es un libro valioso para entender la evolución y caída del Estado oligárquico en el Perú. Pero si queremos comprender el modelo neoliberal que lo reemplazó —con su racionalidad económica, su cultura posmoderna y su vocación imperial— necesitamos ir más allá. Necesitamos una crítica que no se quede en la superficie política, sino que se atreva a mirar el fondo económico y cultural del nuevo dios que gobierna nuestras vidas: el mercado global.