martes, 19 de agosto de 2025

SERES INTERMEDIOS PERO NO INTERMEDIARIOS

 


SERES INTERMEDIOS 

PERO NO INTERMEDIARIOS

Una reflexión teológica sobre entidades liminales en el imaginario espiritual andino y universal

Resumen

Este ensayo explora la noción de seres ontológicamente intermedios presentes en diversas tradiciones espirituales, especialmente en el imaginario andino y en culturas antiguas que hablan de dioses civilizadores venidos del cielo. A través de una lectura teológica cristiana, se distingue entre entidades que actúan como mediadores legítimos entre Dios y el hombre, y aquellas que simplemente existen en zonas liminales del orden creado, sin función redentora ni intercesora. El texto propone una ontología más matizada que reconoce la existencia espiritual sin atribuir divinidad, y advierte sobre los riesgos del culto a entidades ambiguas. Se integran referencias bíblicas y patrísticas para sustentar el discernimiento espiritual y la centralidad de Cristo como único mediador.

Palabras clave

Ontología intermedia · Mediación espiritual · Teología cristiana · Dioses civilizadores · Muki y Apu · Discernimiento espiritual · Patrística · Sincretismo religioso · Cosmología andina · Ángeles caídos

1. Introducción

La historia religiosa de la humanidad está poblada por entidades que desafían las categorías tradicionales de lo divino y lo demoníaco. En los Andes, figuras como el Muki y el Apu han sido interpretadas como presencias tutelares, protectores de la tierra, o incluso como manifestaciones de lo sagrado. En otras culturas, los llamados dioses civilizadores venidos del cielo —como Viracocha, Quetzalcóatl o los Anunnaki— han sido considerados portadores de orden, sabiduría y tecnología. Este ensayo propone una lectura teológica y ontológica de estas entidades, no como mediadores entre Dios y el hombre, sino como seres ontológicamente intermedios: entidades que habitan zonas liminales entre lo divino y lo caído, entre el cielo y el abismo, sin ocupar el rol de intermediarios legítimos.

2. El problema teológico del culto a entidades no divinas

Desde la perspectiva cristiana, toda adoración, súplica y reverencia debe dirigirse exclusivamente al Dios revelado en Jesucristo. La práctica de hacer pagos, ofrendas o rituales a entidades como el Muki o el Apu, aunque profundamente arraigada en la tradición cultural andina, plantea un conflicto espiritual: se reconoce a estas entidades un poder que no les corresponde ontológicamente. La Iglesia no niega la experiencia de quienes afirman haber tenido encuentros con estas presencias, pero sí advierte sobre el riesgo de atribuirles funciones que sólo pertenecen a Dios o a sus enviados legítimos.

“Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).

San Ireneo de Lyon, en Contra las herejías, advierte:

“Los que se apartan de la verdad, aunque parezcan sabios, no conocen a Dios, y por eso se extravían en la multiplicidad de los poderes invisibles.”

3. Ontología intermedia: más allá del dualismo clásico

La teología cristiana ha tendido a dividir el mundo espiritual en dos grandes categorías: los seres que sirven a Dios (ángeles, santos) y los que se oponen a Él (demonios, espíritus impuros). Sin embargo, esta clasificación no contempla la posibilidad de entidades que no encajen plenamente en ninguna de estas dos categorías. Aquí se propone la noción de seres ontológicamente intermedios: entidades que no son mediadores legítimos entre Dios y el hombre —como lo es Cristo, único puente entre lo divino y lo humano— sino que simplemente existen en zonas intermedias del cielo y del infierno. No interceden, no redimen, no conducen al Padre. Su función no es la de intermediarios, sino la de habitantes de márgenes ontológicos, regiones liminales donde la luz y la sombra se entrelazan, donde lo creado y lo caído conviven sin resolución.

San Gregorio Nacianceno, en su Oración Teológica, afirma:

“No todo lo que es espiritual es santo, ni todo lo que es invisible es divino.”

4. Los dioses civilizadores venidos del cielo

En muchas culturas antiguas, se registra la presencia de seres que descienden del cielo para enseñar, fundar ciudades, transmitir conocimientos y establecer orden. Viracocha en los Andes, Quetzalcóatl en Mesoamérica, los Anunnaki en Mesopotamia, los Nommo en África: todos comparten el patrón de ser entidades no humanas que interactúan con la humanidad en momentos fundacionales. Aunque no se presentan como salvadores, sí como maestros. Desde la teología cristiana, estas figuras no pueden ser consideradas divinas ni mediadoras. Su origen es incierto, su intención ambigua, y su efecto espiritual requiere discernimiento.

San Agustín, en La Ciudad de Dios, advierte:

“Los demonios pueden enseñar cosas útiles, pero lo hacen para seducir, no para salvar.”

5. Discernimiento espiritual y redención

El cristiano está llamado a discernir, no a negar simplistamente. La existencia de seres intermedios no implica su legitimidad espiritual. Aunque puedan manifestarse con poder, belleza o sabiduría, no deben ocupar el lugar de Dios ni ser objeto de culto. Todo lo que no conduce a Cristo, aunque fascine, puede ser una trampa. Sin embargo, incluso estas entidades, si existen, están llamadas a la redención. Todo lo creado, incluso lo caído, puede ser restaurado. Pero para ello, debe ser iluminado por la verdad revelada.

“No creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” (1 Juan 4:1).

San Antonio Abad enseñaba:

“El demonio se disfraza de ángel de luz, y por eso el monje debe tener el corazón vigilante y la mente sobria.”

6. Conclusión

La noción de seres intermedios pero no intermediarios permite una lectura más matizada del mundo espiritual. Reconoce la complejidad ontológica de ciertas entidades presentes en el imaginario religioso sin atribuirles funciones que sólo pertenecen a Dios. Esta distinción es crucial para evitar el sincretismo, el relativismo espiritual y la confusión teológica. El cristiano, en diálogo con las culturas, debe aprender a discernir lo que es símbolo, lo que es sombra, y lo que puede ser luz. Porque en los márgenes del ser, también se libra la batalla por la verdad.

7. Epílogo

Este ensayo no pretende clausurar el misterio, sino abrirlo. En los Andes, como en tantas otras geografías espirituales, hay voces que susurran desde los bordes del cielo y del abismo. El cristiano no debe temerlas, pero tampoco adorarlas. Debe escucharlas con el oído del Espíritu, para que lo que hoy es sombra, mañana pueda ser luz. Porque incluso en los márgenes, Dios puede hablar. Pero sólo en Cristo, esa voz se convierte en Palabra.

8. Bibliografía

Agustín de Hipona. (2000). La ciudad de Dios (Vol. I–II). BAC. Antonio Abad. (2010). Dichos y enseñanzas. Monte Carmelo. Biblia de Jerusalén. (2009). Ediciones Cristiandad. Gregorio Nacianceno. (1998). Oraciones teológicas. Ciudad Nueva. Ireneo de Lyon. (1995). Contra las herejías. Paulinas. Juan Pablo II. (1994). Cruzando el umbral de la esperanza. Plaza & Janés. Pablo de Tarso. (ca. 60 d.C.). Cartas Pastorales. Nuevo Testamento. Rahner, K. (1976). Tratado fundamental sobre la fe. Herder. Ratzinger, J. (2005). Introducción al cristianismo. Sígueme. Ricoeur, P. (1995). La simbólica del mal. Trotta. Tillich, P. (1985). Teología sistemática. Cristiandad.

El Eclipse del Logos: Apuntes sobre una Rendición Inmanente

 


El Eclipse del Logos: Apuntes sobre una Rendición Inmanente

Preludio

Hace unas semanas asistí al vigésimo Congreso Nacional de Filosofía, realizado del 4 al 8 del presente mes de agosto, con la esperanza —ingenua, quizás— de encontrar en sus ponencias algún eco de lo eterno. Lo que encontré, en cambio, fue un desfile de inteligencias brillantes que parecían haber hecho voto de silencio ante lo trascendente. El cristianismo, lejos de ser discutido con rigor o reverencia, fue tratado como un vestigio incómodo, una superstición colonial que debía ser superada por la razón, la identidad o el ritual andino. Salí del congreso conmovido, sí, pero no por la profundidad de las ideas, sino por el vacío que dejaban. Lo más grato fue reencontrar a viejas amistades y conocidos y lo más amargo paso a describir.

Opinión y Reconocimiento

Mi condición de ex presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, así como mi participación como invitado y ponente en dicho congreso, no me exime —ni debe eximirme— de emitir una opinión personal y crítica sobre lo que allí presencié. Al contrario, considero que el compromiso con la filosofía exige no sólo cortesía institucional, sino también lucidez y valentía intelectual. Ser parte de una comunidad filosófica no implica silencio ante sus extravíos, sino responsabilidad frente a su rumbo. Y si algo ha de honrar el pensamiento, es la capacidad de decir lo que se ve, incluso cuando lo visto incomoda.

No puedo dejar de reconocer el enorme y, en muchos sentidos, heroico esfuerzo realizado por el comité organizador del congreso. En medio de un apoyo institucional que fue, en el mejor de los casos, fenicio —más preocupado por la rentabilidad simbólica y efectiva que por el respaldo genuino al pensamiento filosófico—, estos colegas lograron sostener con dignidad y entrega un evento de gran envergadura. Su labor, muchas veces silenciosa y contracorriente, permitió que el congreso se llevara a cabo pese a la indiferencia o tibieza de sus máximas autoridades universitarias. A ellos, más que a las estructuras, debemos el mérito de que la filosofía siga teniendo un espacio, aunque precario, para reunirse y pensarse.

La Sociedad Peruana de Filosofía

Sin embargo, no puedo dejar de señalar que me llamó profundamente la atención que, durante el acto de clausura, se agradeciera públicamente a una extensa lista de instituciones y universidades, pero no se hiciera mención alguna a la Sociedad Peruana de Filosofía. Más allá de cualquier diferencia o desencuentro que pueda existir con dicha institución, considero que la causa de la filosofía está muy por encima de las coyunturas personales o institucionales. Por principio, no se debió omitir su nombre, pues su trayectoria y compromiso con el pensamiento filosófico en el país merecen, al menos, el reconocimiento formal en un evento de esta magnitud.

Que la Sociedad Peruana de Filosofía se mantenga por encima de las preocupaciones filosóficas universitarias y conserve su independencia frente a ellas no debe ser motivo para tergiversar su naturaleza ni para invisibilizar su papel. No es —ni debe convertirse— en un colegio profesional de filósofos, ni en una asociación de graduados en filosofía. Su razón de ser está en reconocer y promover a quienes, desde diversas tradiciones y enfoques, realizan aportes originales y significativos al pensamiento filosófico peruano. Esa vocación abierta, crítica y rigurosa es precisamente lo que le confiere su legitimidad y relevancia en el panorama intelectual del país.

Causas del Paganismo e Inmanentismo Filosófico

Este fenómeno no es casual ni espontáneo. Tiene raíces profundas y múltiples causas que convergen en el pensamiento contemporáneo peruano. Entre ellas:

  • Reacción anticolonial y desencanto histórico El cristianismo, asociado con la conquista y la evangelización forzada, ha sido reinterpretado como instrumento de dominación. En respuesta, muchos intelectuales buscan en el paganismo andino una forma de resistencia simbólica, aunque a menudo sin una recuperación seria de su contenido espiritual.

  • Desprestigio de la metafísica en la academia La filosofía académica ha desplazado la metafísica en favor de enfoques pragmáticos, lingüísticos o sociopolíticos. La trascendencia se considera irrelevante o incluso peligrosa, y el pensamiento se encierra en lo inmanente, lo verificable, lo útil.

  • Influencia de corrientes posmodernas y deconstructivas El relativismo epistemológico y la crítica a los “grandes relatos” han debilitado la posibilidad de afirmar verdades universales. El cristianismo, con su pretensión de verdad revelada, se vuelve incompatible con el ethos posmoderno, que privilegia la fragmentación, la ambigüedad y la identidad mutable. En este marco, reina el anetismo: la exclusión deliberada del ser como categoría filosófica, sustituido por juegos de lenguaje, construcciones sociales y narrativas contingentes. El pensamiento ya no se pregunta por lo que es, sino por cómo se dice, quién lo dice y desde qué lugar de poder. La ontología ha sido desplazada por la retórica.

  • Instrumentalización de la filosofía para fines políticos La filosofía se ha convertido en herramienta de activismo. Se exige que sirva a causas sociales, étnicas o ideológicas. En ese marco, el cristianismo es visto como obstáculo, por su llamado a la conversión interior y su crítica al poder humano.

  • Pérdida del sentido trágico y del misterio La modernidad ha anestesiado el alma. El dolor, el pecado, la redención —temas centrales del cristianismo— han sido reemplazados por discursos de empoderamiento, resiliencia y bienestar. El misterio ha sido sustituido por la autoayuda.

  • Fascinación estética por lo ancestral El paganismo andino se presenta como alternativa espiritual, pero muchas veces es adoptado por su valor estético, simbólico o identitario, más que por convicción religiosa. Es una espiritualidad sin exigencia, sin dogma, sin cruz.

Filosofía Repetida: Entre el Magisterio Eurocéntrico y la Ideología

A todo esto se suma otro rasgo preocupante: la filosofía peruana contemporánea parece engolfada en la repetición del magisterio eurocéntrico. Se citan con devoción los grandes nombres del pensamiento europeo —Heidegger, Foucault, Derrida— pero rara vez se los confronta con audacia creadora. La originalidad ha sido sustituida por la glosa, y el pensamiento por la erudición. Se escribe como quien rinde examen, no como quien busca la verdad.

La historiografía filosófica ha ocupado el lugar de la filosofía viva. Se narran genealogías, se reconstruyen influencias, pero se evita la pregunta radical. El filósofo se convierte en cronista, no en pensador.

Durante la clausura del congreso, me sorprendió entre la estupefacción y la hilaridad escuchar la lectura de un acrítico manifiesto que anunciaba la creación de una Red Feminista de Filosofía, con el argumento de evitar la invisibilidad de las mujeres filósofas. Me pregunté entonces: ¿quién y cuándo se las ha invisibilizado? Porque en realidad, jamás han dejado de aparecer mujeres en los congresos, en las actas, en las publicaciones y en los debates filosóficos del país. La presencia femenina en la filosofía peruana ha sido constante, valiosa y reconocida. Lo que se plantea como reivindicación parece más bien una estrategia de posicionamiento ideológico, que corre el riesgo de convertir la filosofía en un campo de militancia antes que de pensamiento. El nazifeminismo ha desplegado sus banderas y ya veremos sus consecuencias. Otra manifestación más del declive cultural.

Todo esto es un síntoma inquietante: la infiltración de discursos ideológicos que, bajo la bandera de la justicia, imponen marcos cerrados y excluyentes. Se piensa desde consignas, no desde la libertad interior. Se exige adhesión, no reflexión. Y así, la filosofía pierde su vocación de apertura y se convierte en un aparato de legitimación política.

Paganismo con PowerPoint

Lo que vi en el congreso fue una espiritualidad decorativa. Los dioses de la tierra y la lluvia fueron invocados en ponencias académicas, no por fe, sino por estética. Se les citaba con solemnidad, pero sin temor ni amor. Era un paganismo de salón: útil para construir identidad, rentable en el discurso público, pero incapaz de transformar el alma. Bajo el ropaje de lo ancestral, muchos de sus defensores no buscaban comunión con lo sagrado, sino legitimidad para el poder. La Pachamama se convirtió en estandarte, no de adoración, sino de ambición. Y así, lo que pudo ser una recuperación espiritual terminó siendo una estrategia política con aroma a incienso. El pachamamismo que acabó tras dos décadas en Bolivia en un estrepitoso fracaso electoral amenaza en el horizonte político peruano y tiene su triste vanguardia entre los filósofos peruanos pachamamistas. 

Filosofía sin Altura

El inmanentismo reinaba como dogma no declarado. Todo lo que trasciende era sospechoso. Se hablaba de cuerpos, de narrativas, de territorios, pero no de almas. La filosofía se volvió horizontal, como una ciudad sin campanarios. El pensamiento se dedicaba a cartografiar el yo, sin mapa del cielo. Reinaba una fenomenología sin alma: minuciosa en la descripción de la experiencia, pero muda ante el misterio. Se analizaban vivencias como quien disecciona mariposas, sin preguntarse por el vuelo. La conciencia era estudiada como superficie, jamás como profundidad. Y así, el sujeto se volvió protagonista, pero nunca peregrino.

El Desdén por el Crucificado

El cristianismo, en su forma más profunda, es intolerable para las élites intelectuales porque no se deja domesticar. No celebra la identidad, sino la conversión. No exalta la cultura, sino la cruz. No promete poder, sino humildad. Y eso, en una época que idolatra el yo, es imperdonable. El cristianismo recuerda que el ser humano no es suficiente por sí mismo, que necesita redención. Y en un mundo que ha hecho del narcisismo una virtud, esa idea es obscena. Lucir anticristiano, escéptico, agnóstico y ateo está de moda, o al menos eso se cree. Lucir creyente cristiano avergüenza, salvo mostrarse adepto de alguna religión oriental o adorador de los Apus o la Pachamama. Todo esto en un poderoso signo de los tiempos.

El Practicismo: Filosofía con Manual de Usuario

La filosofía peruana contemporánea parece haber sido escrita por ingenieros sociales. Se exige que el pensamiento sea útil, aplicable, medible. Se le pide a la filosofía que resuelva problemas, como si Platón hubiera fundado una ONG. La contemplación ha sido reemplazada por la consultoría. El practicismo filosófico reinaba a sus anchas, como si la verdad debiera presentarse en formato de informe técnico. Se pensaba no para elevar el alma, sino para optimizar procesos. El filósofo ya no era un amante de la sabiduría, sino un gestor de significados. Y así, la pregunta por el ser fue sustituida por la pregunta por el presupuesto.

Epílogo: Pensar con el Alma

No escribo esto con ánimo de condena, sino con espíritu de caridad y justicia. Pero sería una injusticia mayor callar ante lo evidente: la filosofía peruana atraviesa un estado de decadencia espiritual. Ha perdido el coraje de mirar hacia lo alto, de romper con el inmanentismo asfixiante de la modernidad, y en lugar de buscar la trascendencia, se refugia en un inmanentismo premoderno, revestido de símbolos ancestrales que ya no interpelan al alma, sino al poder.

El cristianismo no necesita ser defendido con ira, sino con belleza. Pero esa belleza exige valentía: valentía para afirmar que hay algo más que cuerpos y narrativas, que existe el alma, y que el alma tiene sed de lo eterno. Lo que falta en la filosofía peruana no es más crítica, sino más poesía; no más teoría, sino más santidad. Porque cuando el pensamiento se divorcia de la fe, no se vuelve más libre: se vuelve más triste, más plano, más funcional.

Y si alguna vez los filósofos vuelven a hablar de Dios, que lo hagan no como quien disecciona un cadáver, ni como quien instrumentaliza lo sagrado para fines políticos, sino como quien escucha un susurro que atraviesa el alma y la convoca al misterio. Porque este ha sido un congreso que no anuncia un renacimiento, sino que consagra el canto de sirena de la filosofía moderna y posmoderna en el Perú: seductora en forma, pero naufragada en sentido.