Gustavo Flores Quelopana
DIÁLOGOS FILOSÓFICOS
PERULEROS
De los Amautas a la Actualidad
FONDO
EDITORIAL
IIPCIAL
Instituto
de Investigación para la Paz Cultura e Integración de América Latina
LIMA-PERU
2025
BIODATA
Gustavo Flores Quelopana (Lima, 1959). Filósofo, poeta y escritor,
peruano de frondosa obra y ágil pluma. Expresidente de la Sociedad Peruana de
Filosofía, presidente tres veces en la Sociedad Internacional Tomás de Aquino
(SITA-Perú). Disertante en universidades de Brasil, Colombia, Panamá, México y
Perú. Sus aportes filosóficos se traducen en varias categorías: lo
“Numinocrático”, aplicado a la filosofía prehistórica; “Mitomorfico” para
entender el filosofar arcaico; “Mitocrático”, para comprender la filosofía
ancestral; lo “Anético”, para categorizar la crisis moral y antropológica de la
posmodernidad; la Justicia como “Copertenencia”; el “Hiperimperialismo”, como
lo característico y esencial de la globalización neoliberal actual; la
“Cibercracia”, régimen político hacia el cual marcha el capitalismo digital; el
“Ciber Deus”, como realidad posible de la Inteligencia Artificial Fuerte, la
“paradoja antrópica”, como categoría clave para entender la destrucción
ecológica por la modernidad objetivante y antimetafísica, y el “Neobrutalismo”
como fenómeno espiritual de carácter terminal en toda civilización.
Título: DIÁLOGOS FILOSÓFICOS
PERULEROS. De los Amautas a la Actualidad.
Primera edición en castellano: Lima, junio, 2025
Autor: Gustavo Flores Quelopana
Editor: Gustavo Flores Quelopana
Los Girasoles 148- Salamanca-Ate
Se terminó de imprimir en junio de 2025 en: © Fondo Editorial del
Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina
(IIPCIAL) / Editado por IIPCIAL-Dirección: Los Girasoles 148 Salamanca, Ate.
Tiraje: 30 ejemplares
HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
N° 2025-
DIÁLOGOS FILOSÓFICOS
PERULEROS
De
los Amautas a la Actualidad
Prólogo
Toda civilización que ha perdurado es, ante
todo, una civilización del pensamiento. No hay imperio que resista el embate
del tiempo sin una estructura filosófica que le dé sustento, ni revolución que
triunfe sin una idea fundacional que la legitime. La historia no se construye
solo con espadas y decretos, sino con principios que delinean el destino de los
pueblos y otorgan sentido a su existencia.
América Latina, y en particular el Perú, han
sido escenarios donde la filosofía no ha sido un mero ejercicio intelectual,
sino una necesidad vital. Aquí, el pensamiento ha sido un río profundo y
continuo, capaz de cambiar su cauce sin perder su esencia. De los Amautas a la
Modernidad es un viaje por los debates fundamentales que han definido la
identidad filosófica peruana, un diálogo perpetuo entre la materia y el
espíritu, la historia y la eternidad, la reforma que ajusta y la revolución que
transforma.
Desde la filosofía
mitocrática precolombina, que estructuraba el conocimiento en relatos sagrados
y simbolismos que daban sentido a la realidad, hasta la filosofía teocrática
virreinal, que impuso la revelación y la supremacía divina como fundamento del orden,
el pensamiento peruano ha transitado por distintas formas de interpretar la
existencia. Con la modernidad emergió la filosofía logocrática, estableciendo
el dominio absoluto de la razón sobre el conocimiento y la hegemonía
incuestionable del principio de inmanencia, desplazando la trascendencia como
eje del pensamiento.
Sin embargo, en el mundo
contemporáneo, esta hegemonía se resquebraja. La crisis del principio de
inmanencia de la modernidad ha abierto la puerta a nuevas luces y sombras:
mientras Occidente se sumerge en el nihilismo, renegando de su herencia
filosófica y espiritual, otras civilizaciones como Rusia, China, India y el
Islam emergen como los nuevos arquitectos del destino global. Su revalorización
de la trascendencia desafía el paradigma occidental, generando un
reordenamiento que cambiará el curso del pensamiento humano.
El Perú, lejos de ser un
espectador pasivo, se encuentra en el corazón de esta disputa intelectual.
Desde la confrontación entre la filosofía mitocrática y la teocracia colonial,
pasando por la tensión entre revolución y reforma en la Independencia, hasta la
consolidación de un pensamiento nacional en el siglo XX, el pensamiento peruano
ha sido una voz que nunca ha dejado de interrogarse sobre la justicia, la fe,
la autonomía y el porvenir.
Este libro pone en diálogo
a los pensadores que han marcado el devenir filosófico peruano—Pedro Zulen,
José Carlos Mariátegui, Gustavo Gutiérrez, entre otros—analizando la crisis del
pensamiento contemporáneo y los desafíos que plantea el transhumanismo. La
historia del pensamiento no está escrita en piedra, sino en sangre, en
conflictos, en voces que se alzan y se apagan, pero que nunca dejan de resonar.
La modernidad selló el
horizonte filosófico dentro de los muros de la inmanencia, confinando la mirada
humana a la urgencia de lo inmediato. Despojado de su sentido más profundo, el
ser ha sido reducido a función, a cálculo, a explotación. Pero cuando la
posmodernidad se resquebraja y la trascendencia vuelve a emerger, el
pensamiento peruano tiene ante sí la posibilidad de no solo interpretar la
historia, sino de participar activamente en la construcción del nuevo horizonte
filosófico global.
Este libro es una travesía
intelectual a través de esos debates, una exploración rigurosa sobre el choque
de filosofías que han moldeado nuestra manera de entender el mundo y nuestro
propio ser. El primer capítulo nos introduce en la confrontación entre las
filosofías ancestrales y la cosmovisión cristiana. Mientras las tradiciones
prehispánicas concebían el cosmos como un flujo eterno de transformación, el
cristianismo introduce la idea de una creación ex nihilo, de un Dios personal
que no solo ordena la existencia, sino que la dota de propósito. Este
enfrentamiento de ideas no es solo una cuestión teórica: definió la estructura
metafísica de América, estableciendo los cimientos sobre los cuales se
construirían las sociedades futuras.
El segundo capítulo
convierte el Virreinato en un campo de batalla ideológico. Aquí no solo se
debate la evangelización de los pueblos indígenas, sino el concepto mismo de
justicia. ¿Es legítima la fe impuesta por la guerra? ¿Deben los indígenas
gobernarse a sí mismos o ser administrados por una estructura ajena? Ginés de
Sepúlveda defiende la autoridad imperial, Bartolomé de las Casas clama por la
dignidad de los pueblos, Guamán Poma de Ayala advierte sobre la negación de la
identidad originaria. Estos diálogos no fueron simples intercambios académicos,
sino el germen de las grandes disputas filosóficas y políticas que aún
persisten en nuestra historia.
El tercer capítulo nos
transporta al proceso de independencia, donde la lucha armada es inseparable de
la lucha intelectual. La emancipación de América no fue solo una cuestión
militar, sino una batalla de ideas sobre el destino del Perú. Túpac Amaru II encarna
la transformación radical, Baquíjano y Carrillo buscan una independencia
moderada, Rodríguez de Mendoza defiende la educación como herramienta de
liberación, Unanue apuesta por la ciencia como fundamento de la identidad
nacional. En esta confrontación, la revolución, la reforma y la construcción de
una nueva filosofía política se entrelazan en el proyecto de una nación que aún
busca definirse.
El cuarto capítulo nos
sitúa en el siglo XX y en el desarrollo del pensamiento peruano bajo el
principio inmanentista de la modernidad. Se demuestra cómo esta corriente ha
dominado la reflexión filosófica nacional, influenciando la manera en que los
intelectuales han abordado el ser, el conocimiento y la relación entre
historia, justicia y trascendencia.
Finalmente, la obra cierra
con un último diálogo filosófico donde pensadores como Pedro Zulen, José Carlos
Mariátegui y Gustavo Gutiérrez exponen sus visiones sobre la crisis del
pensamiento contemporáneo, la lucha contra el transhumanismo y la construcción
de un pensamiento auténticamente latinoamericano. La historia del pensamiento
no está escrita en piedra, sino en sangre, en conflictos, en voces que se alzan
y se apagan, pero que nunca dejan de resonar.
A lo largo de este libro,
el abordamiento temático se presenta a través del diálogo, no como un mero
recurso literario, sino como una estrategia filosófica que permite ver que las
ideas no mueren, sino que se transforman, persisten y corren por cauces subterráneos,
alimentando el pensamiento contemporáneo. Los debates que aquí se reconstruyen
no pertenecen únicamente a un tiempo pasado; su legado sigue vivo en las
discusiones sobre la fe, la justicia, la identidad y el destino de nuestra
civilización. Al traer estos pensamientos a la arena del diálogo, se revela la
continuidad de los problemas filosóficos que siguen inquietando a la humanidad,
demostrando que los grandes interrogantes jamás desaparecen, solo encuentran
nuevas formas de manifestarse.
Las civilizaciones caen
cuando su pensamiento se debilita, cuando su filosofía se fragmenta y cuando
sus hombres dejan de interrogarse sobre el sentido de su existencia. Y hoy, en
este momento clave de la historia, cuando la posmodernidad del occidente neoliberal
se deshace y avanza hacia su ocaso, emerge nuevamente la necesidad de reconocer
la agonía del inmanentismo y el ascenso de la trascendencia en el horizonte del
pensamiento humano. Occidente, atrapado en su propia negación del cristianismo,
ha puesto en peligro su propia herencia espiritual. La modernidad inmanentista
y anticristiana ha erosionado sus fundamentos, dejando la defensa de la
tradición únicamente en manos del occidente eslavo. Pero el desafío no es solo
político o geopolítico: es una batalla por el alma de la civilización, por el
sentido último de la existencia y por la permanencia de la verdad en medio de
la confusión contemporánea.
Este libro es un faro en la
niebla del pensamiento, una llamarada en la noche de la indiferencia. No es
solo una invitación, sino un desafío a la inercia y al conformismo, un grito
que rompe el silencio y sacude los cimientos de la incertidumbre. Porque el
destino de una nación no está sellado en pergaminos olvidados ni en discursos
petrificados, sino escrito en cada pregunta que sus pensadores se atreven a
formular, en cada batalla que libran contra el olvido. Y mientras haya quien
busque la verdad con la fiebre del soñador y la determinación del sabio, la
historia seguirá su curso, como río que no conoce descanso, como viento que
jamás se detiene. El alma de los pueblos continuará despierta, encendida por la
llama de la razón y el fulgor de la trascendencia, y la filosofía, eterna
guardiana de lo absoluto, jamás conocerá su ocaso.
ENCUENTRO DE
SABIDURÍAS:
Dioses que perecieron y el Dios que venció
Diálogo Filosófico
Intercultural
Un encuentro entre un
Ontorrealista, un Amauta-Filósofo incaico, un filósofo taoísta chino, un
filósofo Vedanta indio, un filósofo budista, un filósofo eleata griego,
Heráclito, Platón, Aristóteles, un filósofo náhuatl, un filósofo egipcio y el
profeta Zaratustra.
Eje 1: Origen del Universo
Ontorrealista: Maestro Amauta, en mi
tradición creemos que el universo fue creado por un Dios absoluto, que lo llamó
a la existencia desde la nada. Nada era, y entonces Dios lo quiso y lo hizo
ser. Creemos en el creatum ex nihilo, que marca el comienzo de
todo. ¿Cómo concibes tú el origen de lo existente?
Amauta-Filósofo: Hombre de tiempos
lejanos, tus palabras me parecen extrañas. ¿Cómo puede algo surgir de la nada?
La Pacha siempre ha sido, informe y latente, esperando el
aliento de Pachacamac. No para ser creada, sino para ser animada.
No hay un primer día, sino el eterno fluir.
Filósofo Egipcio: El universo nació del
aliento de Ra, el gran principio luminoso. Antes de que existieran los dioses,
había solo el Nun, el océano primigenio. De él emergió el orden.
Todo lo que existe es reflejo de Ma'at, la armonía eterna. Pero
dime, Ontorrealista, ¿cómo puede algo surgir de lo que no es?
Ontorrealista: No es que la nada
"produzca" algo por sí misma, sino que Dios, en su poder absoluto,
hace que la existencia sea. Su voluntad es suficiente para llamar
al ser desde lo que no es.
Zaratustra: Ahura Mazda, el Dios
de la luz, creó el mundo en verdad y bondad. Pero el cosmos es un campo de
batalla entre la luz y la oscuridad. No todo lo existente es divino, pues
Ahriman lo contamina. ¿No es más racional pensar que el mundo no es perfecto desde
su origen, sino el resultado de una lucha entre fuerzas?
Filósofo Taoísta Chino: El Dao no lucha,
fluye. Pensar en un principio único que dicta el mundo es ilusión. No hay un
ser creador, solo equilibrio. Ontorrealista, ¿por qué te aferras a la idea de
una voluntad única?
Filósofo Vedanta indio: Lo que ves no es
real, sino Maya, ilusión. No hay un comienzo ni un final, solo el
velo de la ignorancia que nos separa de la verdad suprema de Brahman.
¿Para qué buscar un origen si todo es apariencia?
Filósofo Budista: Toda pregunta sobre
el origen del universo es un reflejo del apego. ¿Es acaso útil preguntarnos por
un inicio si lo que importa es liberarnos del sufrimiento?
Filósofo Eleata griego: El ser no surge, el
ser es. No hay nacimiento ni transformación. Ontorrealista, decir que el
mundo fue creado es caer en el engaño de los sentidos.
Heráclito: El fuego eterno nunca
se apaga ni se enciende. No hay un "inicio" del cosmos, sino un flujo
perpetuo. ¿No será que tu Dios, Ontorrealista, no es un creador, sino solo un
fuego que arde?
Filósofo Náhuatl: Nuestros antiguos
sabios, los tlamatinime, enseñaron que el mundo nació del diálogo
entre Ometéotl, la dualidad creadora. Nada surge de la nada, todo
es reflejo de la palabra florida. Pero Ontorrealista, ¿qué sentido tiene un
origen sin poesía?
Eje 2: Propósito y Destino
Ontorrealista: Pero si el universo
es un flujo sin origen, ¿qué sentido tiene la existencia? En mi tradición, no
solo el hombre busca ascender hacia lo divino, sino que Dios mismo se
revela, viene al mundo y da sentido a la historia. No es solo una búsqueda
humana, sino un encuentro donde lo eterno desciende y transforma la vida.
Amauta-Filósofo: El río fluye y no
pregunta por su propósito. La montaña alza su cumbre sin buscar razón. La
existencia no necesita justificarse. Se honra, se escucha, se vive conforme al
orden de la Pacha. ¿Por qué tanto afán por encontrar algo más allá?
Filósofo Egipcio: El propósito de la
vida es vivir en armonía con Ma’at. Solo quien sigue el equilibrio
cósmico tendrá su corazón más ligero que la pluma en el juicio de Osiris. ¿Pero
Ontorrealista, cómo puede haber propósito sin justicia?
Zaratustra: El destino no es una
pregunta vacía. Debemos elegir entre la luz de Ahura Mazda y la oscuridad de
Ahriman. La existencia no es solo un flujo, sino una prueba de justicia. ¿No
crees que vivir sin lucha es un destino vacío?
Filósofo Budista: Todo propósito es un
apego que genera sufrimiento. No hay destino último, sino la posibilidad de
extinguir el deseo. Ontorrealista, ¿no es tu afán por propósito una forma de
atadura?
Filósofo Náhuatl: ¿El maíz pregunta por
su destino cuando duerme bajo la tierra? La existencia es un camino de
búsqueda, de florecer como la palabra en la noche oscura. ¿Tal vez,
Ontorrealista, es en la poesía donde se esconde el sentido?
Eje 3: La Comparación de
los Avatares
Ontorrealista: Cada tradición ha
hablado de figuras que han encarnado lo divino. Pero entre todas, Cristo
es único, porque no es un avatar, sino Dios mismo en la
carne, quien realizó milagros con su autoridad y venció a la muerte. ¿Cómo
comprenden ustedes las manifestaciones de lo sagrado en sus tradiciones?
Amauta-Filósofo: En nuestras tierras,
se habla de Wiracocha, el gran ordenador, aquel que dio forma a lo
que existía. Caminó sobre la tierra, enseñó a los hombres el camino de la
armonía y luego desapareció, prometiendo regresar. Pero Wiracocha no hizo
milagros para demostrar su poder, ni venció la muerte. Fue un dios creador,
pero no un redentor.
Filósofo Vedanta indio: En nuestra
visión, Krishna y los demás avatares de Visnú no son dioses
separados, sino manifestaciones de Brahman que bajan al mundo
en distintos momentos para restaurar el orden. Pero ninguno venció la muerte
como dices que hizo Cristo.
Filósofo Budista: Buda no fue un
avatar, sino un iluminado que alcanzó el Nirvana. No descendió de los cielos,
sino que, con sabiduría, comprendió la vacuidad del mundo.
Zaratustra: En nuestra tradición,
los profetas traen la verdad de Ahura Mazda, pero ninguno ha resucitado.
Cristo, según lo que dices, no es un mensajero, sino el mismo Dios encarnado.
Filósofo Egipcio: El faraón era visto
como la encarnación de Horus, el hijo de los dioses. Pero Horus no hizo
milagros ni venció la muerte como Cristo.
Filósofo Náhuatl: Los antiguos
esperaban el regreso de Quetzalcóatl, quien representaba la
renovación del mundo. Pero ninguno de los dioses tomó carne de hombre con la
plenitud que describen en Cristo.
Ontorrealista: La gran diferencia es
que en Cristo no vemos una manifestación parcial de lo divino, sino su
plenitud en persona. No solo enseñó, sino que sanó, resucitó
muertos, multiplicó el alimento, caminó sobre el agua, y venció la muerte
con su propia resurrección. No es un avatar, sino el Dios verdadero que
entró en la historia para salvar a la humanidad.
Eje 4: El Devenir de Cada Filosofía y su
Derrota ante el cristianismo
Ontorrealista: En los tiempos antiguos, las filosofías
buscaban el camino a lo divino mediante el pensamiento, la contemplación y la
virtud. Pero el cristianismo introdujo una verdad nueva: Dios no es solo
buscado por el hombre, sino que Él mismo desciende y se revela. Las antiguas
tradiciones filosóficas fueron desplazadas porque Cristo no es un concepto,
sino una persona viva, que actuó en la historia y venció la muerte.
Amauta-Filósofo: Antes, nuestros antepasados hallaban a los
dioses en la bóveda celeste y en la respiración de la tierra. Pachacamac
sostenía la Pacha, encendía sus caminos y nutría su latido. Pero un día llegó
el cristianismo, y su Dios trajo un fuego más alto, una luz que nadie había
visto. Los hombres abandonaron los templos del sol y elevaron iglesias. Mas lo
sagrado no muere, solo muda su piel.
Nosotros, Amautas, no contábamos estrellas:
las escuchábamos. Eran voces suspendidas en la noche, susurros de los dioses
que tejían el destino. Cada constelación era una palabra grabada en el oro del
universo, un signo que revelaba el equilibrio de los tiempos. No separábamos el
cálculo de la plegaria, porque cada cifra era un diálogo, cada medida un
tributo.
Así lo entendió el Inka Inca Roca cuando el
cielo cambió su escritura. La Cruz del Sur, que había guiado nuestras miradas,
perdió su ángulo en el año 1374 d.C. Su trono estelar vaciló, su brillo se
apartó del ojo del astro Rey. Y cuando el cielo habla, los hombres escuchan.
Los Amautas le dijeron al Inka que el signo se había desvanecido, que la marca
de los dioses había mudado de casa. Entonces, Inca Roca alzó su mirada y
encontró un nuevo padre: el Sol, resplandeciente y firme, el dador de vida que
nunca pierde su fulgor. No fue un giro arbitrario, no fue solo ciencia, sino la
revelación de que los astros se mueven, pero la verdad permanece.
Siglos después, los hombres andinos alzaron
otra mirada, no a los cielos del Tawantinsuyo, sino a una cruz más alta, más
profunda, la que no titubea ante el tiempo: la cruz de Cristo. Así como el Sol
reemplazó a la Cruz del Sur, así el cristianismo reconfiguró la memoria sagrada
del Ande. Ya no eran solo los ciclos celestes los que dictaban el orden del
mundo, sino el anuncio de un Dios encarnado, cuya luz no dependía de un ángulo
en el cielo, sino del amor que atraviesa el horizonte.
Filósofo Egipcio: Egipto fue la tierra de los dioses durante
milenios. Creíamos que el faraón era la encarnación de Horus, y que Osiris
juzgaba a los muertos. Pero el cristianismo destruyó esos templos, y con el
tiempo, nuestra visión del cosmos fue olvidada. Ahora, ya nadie busca el
equilibrio de Ma'at, pues se ha impuesto una nueva ley divina.
Zaratustra: Nuestra visión del mundo era la lucha entre
Ahura Mazda y Ahriman, la batalla cósmica entre luz y oscuridad. Pero el
cristianismo trajo la idea de un Dios único, que ya no combate contra otro
principio, sino que es absoluto. Así, nuestra antigua religión de Persia fue
reducida, y sus templos quedaron en ruinas.
Filósofo Vedanta indio: En India, las enseñanzas de los Vedas
permanecieron, pero el cristianismo trajo una visión distinta: un Dios
personal, no una fuerza abstracta como Brahman. Aunque la doctrina de los
avatares continuó, la idea de Cristo como Dios encarnado cambió la manera de
pensar de muchos.
Filósofo Budista: El budismo se extendió por muchos
territorios, pero en Occidente, el cristianismo lo superó con una promesa que
nosotros no hicimos: la vida eterna en comunión con Dios. Mientras enseñábamos
la liberación del sufrimiento mediante el desapego, el cristianismo trajo la
esperanza en una verdad revelada por su propio Dios encarnado.
Filósofo Taoísta Chino: Durante siglos, el Dao fue la vía para la
armonía, pero el cristianismo llegó con una afirmación radical: no es solo
equilibrio, sino verdad absoluta. La antigua China vio cómo sus templos fueron
reemplazados por iglesias, y el taoísmo quedó reducido a quienes aún recuerdan
los caminos del flujo eterno.
Filósofo Náhuatl: Nosotros hablábamos de la flor y el canto,
del reflejo de lo divino en la palabra. Pero el cristianismo trajo una nueva
visión: ya no basta con buscar signos en el cielo, sino que Dios ha hablado y
ha dado su ley. Así, los templos de nuestros dioses fueron destruidos, y la
cruz dominó las tierras.
Filósofo Eleata griego: Parménides dijo que el ser es eterno, pero
el cristianismo trajo una verdad nueva: el ser no solo existe, sino que ama,
actúa y tiene voluntad. Así, la filosofía antigua quedó atrás ante una nueva
revelación.
Heráclito: Yo hablaba del fuego que todo transforma,
pero el cristianismo dijo que la transformación no es solo del cosmos, sino del
alma. Mi filosofía quedó absorbida en una nueva visión del mundo.
Platón: La razón nos llevaba a las ideas eternas,
pero el cristianismo dijo que la verdad no está solo en conceptos, sino en una
Persona. Así, la revelación de Dios sobrepasó la filosofía.
Aristóteles: La filosofía buscaba causas, pero el
cristianismo enseñó que la mayor causa es el amor de Dios. Así, la sabiduría
humana quedó en segundo plano ante la revelación.
Eje 5: La moral y el amor
Escenario:
El Ontorrealista cristiano y el Amauta
andino, toman la palabra mientras los demás guardan un silencio expectante.
1. La realidad: Relacionalidad vs.
Trascendencia
Amauta andino: La vida es un tejido donde todos los seres
están conectados. Nada existe por sí solo, todo es parte de un equilibrio. No
hay un principio absoluto separado de la realidad.
Ontorrealista cristiano: En nuestra perspectiva, Dios es el
fundamento absoluto y trascendente. La creación no es solo relaciones, sino que
depende de la voluntad de un ser que le da sentido.
Amauta andino: Pero sin la interacción entre los seres,
¿cómo puede existir el mundo? Si todo depende de un ente supremo, ¿dónde queda
la reciprocidad que mantiene el orden?
Ontorrealista cristiano: La relación sigue existiendo, pero no es el
principio último. La existencia no se sostiene por meras conexiones, sino por
un propósito superior.
2. El tiempo: Cíclico vs. Asintótico
Amauta andino: El tiempo no avanza hacia un fin absoluto.
Es un ciclo continuo, la vida retorna y todo se transforma sin una conclusión
definitiva.
Ontorrealista cristiano: En nuestra visión, el tiempo tiene un
destino. Avanza con sentido, desde la Creación hasta el Juicio Final y la vida
eterna. No es un retorno, sino una progresión.
Amauta andino: Pero si el tiempo tiene un final, ¿qué
sucede con la renovación de la naturaleza? En nuestro mundo, el ciclo garantiza
la continuidad de la vida.
Ontorrealista cristiano: La vida no desaparece, sino que alcanza su
verdadera plenitud en la eternidad. Más que repetir ciclos, lo creado está
llamado a trascender.
3. La ética: Complementariedad vs. Amor
gratuito
Amauta andino: En nuestra visión, la moral se basa en la
reciprocidad. Todo lo que hacemos debe generar equilibrio, cada acción tiene su
contraparte.
Ontorrealista cristiano: En nuestra ética, el bien no necesita de un
opuesto complementario. Se da sin esperar nada a cambio, como el amor de Dios.
Amauta andino: Sin complementariedad, el mundo perdería su
orden. Hombre y mujer, sol y luna, todo existe en pares.
Ontorrealista cristiano: Pero el amor de Dios no es un
"par" que necesite equilibrio. Es absoluto, desinteresado, capaz de
darse incluso cuando no hay respuesta.
4. La lucha entre el bien y el mal
Amauta andino: Para nosotros, el bien y el mal coexisten
como fuerzas necesarias. Uno no destruye al otro, simplemente se equilibran.
Ontorrealista cristiano: En nuestra fe, el mal no es complementario
del bien. Es un enemigo que será eliminado. El bien triunfará y el mundo será
restaurado.
Amauta andino: Pero si el mal desaparece, ¿no se rompe el
orden?
Ontorrealista cristiano: No, porque el bien no necesita del mal para
existir. Su plenitud es absoluta, y el amor gratuito es lo que lo hace
superior.
5. El reconocimiento final
Amauta andino: Entonces… si el amor gratuito puede darse
sin esperar reciprocidad, es más fuerte que la complementariedad. No necesita
equilibrio, simplemente existe y transforma.
Ontorrealista cristiano: Exactamente. El amor de Dios no busca ser
correspondido, es entrega absoluta. Y en esa entrega, el bien es definitivo.
Amauta andino: He vivido toda mi vida pensando en el
equilibrio, pero ahora veo que hay algo más. No un ciclo, sino un destino. Tal
vez el amor gratuito sea la verdadera fuerza que mueve el mundo.
Ontorrealista cristiano: Y en ese amor, todo encuentra su propósito
eterno.
Conclusión:
A través del diálogo, el Amauta reconoce que
la complementariedad no es el principio último, sino que el amor gratuito
lo supera, pues no depende de un equilibrio, sino de una entrega absoluta.
Palabra Final de Ontorrealista
Ontorrealista: El pensamiento
antiguo era dualista, salvo el budismo. Ninguna tradición conocía
la creación ex nihilo, pues concebían el universo como una materia
increada moldeada por una fuerza ordenadora. Se regían por el principio
nihil ex nihilo, bajo la lógica del eterno retorno y el tiempo
cíclico.
Pero hay una diferencia
fundamental entre la filosofía antigua y el cristianismo: mientras los antiguos
concebían la existencia como un ascenso anagógico, donde el hombre debe
elevarse hacia lo divino mediante el conocimiento y la virtud, el cristianismo
introduce un principio revolucionario: Dios es quien desciende, quien
busca al hombre y entra en su mundo. No es solo el esfuerzo humano por
comprender lo eterno, sino la acción divina que transforma la historia.
Epílogo: El Encuentro de
Dos Grandes Visiones
Las civilizaciones ancestrales del mundo han
revelado su esencia: el cosmos no se crea, sino que se transforma. Para la
mayoría de las filosofías antiguas, el universo no tuvo un inicio absoluto,
sino que fue el resultado de un orden sobre la materia eterna, regido por
ciclos, un eterno retorno donde todo surge y renace. Desde los Andes hasta
Grecia, desde India hasta Egipto, el mundo es concebido como una obra que nunca
cesa, sino que se modifica según leyes sagradas.
Pero el cristianismo introduce una visión
distinta: el cosmos no es una materia preexistente que se ordena, sino una
realidad creada desde la nada, por un Dios personal que decide libremente dar
existencia al mundo. No es el hombre quien asciende lentamente hacia lo divino
mediante la contemplación, sino Dios quien desciende, se revela, y busca al
hombre para darle una verdad que no es alcanzada solo por la razón humana. No
se trata de un ciclo eterno sin propósito, sino de una historia con sentido,
donde cada alma es llamada a la comunión con lo eterno.
Así, el diálogo entre las civilizaciones
muestra que el hombre siempre ha buscado respuestas sobre el origen y el
destino de su existencia. Algunos han visto en el flujo eterno del cosmos el
secreto de la vida; otros han visto en la voluntad divina el principio de un
orden nuevo. Pero la Revelación cristiana ofrece una comprensión más completa y
correcta de la verdad, pues no depende solo de las capacidades humanas de
ascender a lo sagrado, sino de la iniciativa divina de acercarse a la humanidad
y guiarla hacia la plenitud de su propósito.
Es en este cruce de ideas donde el Amauta
levanta la voz, advirtiendo sobre el destino incierto que amenaza con resurgir
en el ocaso de Occidente. La modernidad anticristiana ha debilitado sus propios
cimientos y, en su derrumbe, el paganismo precolombino encuentra terreno fértil
para alzar nuevamente sus símbolos: la adoración de las huacas, las estrellas y
las momias resurge como una posibilidad, empujada por movimientos que buscan
restaurar lo ancestral sin reconocer los siglos de transformación espiritual
que han definido al hombre andino.
Así como en tiempos del Inka Inca Roca, los
astros marcaron el rumbo de la fe, las revelaciones celestes cambiaron el cauce
de la cosmovisión andina. La Cruz del Sur, otrora guía sagrada, perdió su trono
en el horizonte cuando su ángulo de observación se desvaneció. En ese momento,
los Amautas comprendieron que no era solo una transición astronómica, sino un
mensaje divino: lo sagrado cambia, se adapta, sigue el ritmo de los tiempos.
Fue entonces cuando Inca Roca y sus sabios decidieron reorientar su culto al
Sol, el astro que nunca vacila, el símbolo de permanencia ante la danza
incesante de los cielos.
Ante esto, el Ontorrealista se yergue para
responder que, aunque esa posibilidad existe, su alcance es mínimo, pues el
hombre andino es cristiano en su esencia, aunque de manera sincrética. Su
religiosidad ha incorporado la fe revelada dentro de sus propias tradiciones,
evitando una ruptura definitiva con su herencia espiritual. Sin embargo,
advierte que no se debe subestimar el peligro de los movimientos políticos
maximalistas de índole andina, que en su búsqueda por reafirmar la identidad
ancestral pueden caer en una negación de la revelación cristiana, abrazando un
retorno a concepciones arcaicas que despojan a la historia de su sentido
teleológico.
Así como los cielos cambiaron, también lo
hicieron los hombres. Pero el cristianismo no es una estrella fugaz en el
cosmos de las ideas. No es un mito más entre los ciclos de la historia. Es el
fin de los ciclos, el quiebre de los eternos retornos, la irrupción de una
historia con sentido, la revelación que no depende de los astros, sino de la
voluntad de Dios.
Conclusión
Desde los albores de la humanidad, el
pensamiento ha sido el vehículo por el cual los pueblos han intentado descifrar
el misterio de la existencia. No fueron únicamente la razón y la contemplación
las que delinearon las civilizaciones, sino sus filosofías míticas, aquellas
narraciones fundacionales que esculpieron el destino de los hombres y les
otorgaron un vínculo con lo sagrado.
En América Latina, y particularmente en el
Perú, el pensamiento mítico no fue un mero ejercicio simbólico, sino el cauce
en el que fluía la realidad. Los Amautas no se limitaron a observar el mundo;
fueron arquitectos del tiempo, guardianes de relatos que capturaban la esencia
de la verdad. Para ellos, las estrellas no eran simples astros suspendidos en
la bóveda celeste, sino lenguajes divinos, inscripciones del cosmos que guiaban
la vida de los hombres. La decisión del Inka Inca Roca de reemplazar la veneración
de la Cruz del Sur por el culto al Sol no fue solo una determinación
astronómica, sino una afirmación de que el pensamiento no permanece inmóvil: se
ajusta, se afina, se transforma según los signos del cielo.
Pero si la filosofía mítica andina
reconfiguró su mirada bajo la sabiduría de los astros, el cristianismo
introdujo un cambio aún más trascendental: Dios no es una sombra en los ciclos
cósmicos, ni una fuerza que se diluye en la naturaleza, sino un ser vivo que
irrumpe en la historia, que se entrega y redime. La revelación cristiana quebró
la lógica del eterno retorno y desplazó la noción de un cosmos sin propósito,
instaurando una historia con dirección, donde cada alma es llamada a la
comunión con lo eterno. No es el hombre quien debe elevarse para encontrar lo
divino, sino Dios quien desciende para habitar entre los hombres.
Hoy, en el ocaso de Occidente, cuando el
nihilismo desmorona las columnas filosóficas que sostuvieron la modernidad, el
pensamiento peruano enfrenta un dilema decisivo. Los vestigios de las antiguas
filosofías míticas resurgen, impulsados por quienes desean restaurar un pasado
ancestral sin comprender que esas mismas narraciones fueron moldeadas y
superadas por revelaciones mayores. No se puede desandar el curso del
pensamiento sin comprender que la cruz ha sido tallada en la memoria del hombre
andino, no como una imposición, sino como la síntesis de siglos de reflexiones
sobre justicia, fe y destino.
Más que una confrontación entre sistemas
filosóficos, este recorrido intelectual revela una realidad inmutable: el
pensamiento jamás se estanca, la mitología no es estática, y la historia no es
un flujo vacío, sino el escenario donde lo divino se encuentra con lo humano.
Post Data.- diálogo elaborado sobre la base de mis
libros "Los Amautas Filósofos" y “El Secreto de Wiracocha”.
EL DEBATE FILOSÓFICO DEL VIRREINATO:
FE, DERECHOS
HUMANOS Y EL DESTINO DE AMÉRICA
PRIMER DIÁLOGO
Primer eje: La concepción de Dios y el orden del
universo
Inca Garcilaso: Yo afirmo que los incas, con la luz de la razón
natural, vislumbraron al verdadero Dios, a Pachacamac, pero no
como creador, sino como ordenador del universo.
Sin embargo, ahora que el cristianismo ha llegado, el Perú puede alcanzar su
destino providencial y abrazar la verdad revelada.
Guamán Poma de Ayala: No podemos olvidar que la historia es el drama de
la salvación. La revelación divina ya estaba inscrita en nuestra cosmovisión,
pero los incas corrompieron la fe primigenia. Fueron ellos quienes introdujeron
la idolatría del Sol, desviándose del orden eterno. Mi misión es restaurar esa
justicia perdida y devolver el gobierno a los descendientes legítimos.
Juan Santacruz Pachacuti: Ambos hablan de revelación, pero olvidan que el
mundo andino funciona bajo una lógica cósmica distinta. Wiracocha no
es creador, sino ordenador. La Chakana es el puente entre lo visible y lo
invisible, entre la Pacha y lo trascendente. No se trata de imponer el
cristianismo, sino de encontrar los nexos entre nuestra tradición y el nuevo
mundo que nos ha sido impuesto.
Segundo eje: El problema de la justicia y el
gobierno
Inca Garcilaso: La justicia del incario era notable, pero
incompleta sin la luz de Cristo. Mi sueño es un Perú mestizo, gobernado por
peruleros evangelizados, bajo la protección del imperio cristiano universal. No
podemos regresar a los tiempos pasados, sino elevarnos sobre ellos con la nueva
verdad.
Guamán Poma de Ayala: ¡Error! El mestizaje es una forma de caos que
desordena la armonía cósmica. El buen gobierno debe restaurar el orden perdido,
rechazando la mezcla indiscriminada de razas. Propongo un sistema de castas
donde cada grupo preserve su identidad y cumpla su rol dentro del equilibrio de
la creación.
Juan Santacruz Pachacuti: ¿Pero acaso la historia no demuestra que todo
sistema rígido termina quebrándose? No se trata de rechazar la evangelización,
sino de comprender que el mundo andino ya tenía una estructura sagrada. Los
incas cometieron errores, pero también forjaron una grandeza que debe ser
reconocida.
Tercer eje: El rol de la filosofía en la historia
Inca Garcilaso: Los amautas fueron filósofos, hombres que
buscaron el conocimiento verdadero. Fueron ellos quienes rastrearon con la
razón al verdadero Dios. Por ello, sostengo que en el mundo andino existió una
sabiduría comparable a la griega, aunque incompleta sin la revelación.
Guamán Poma de Ayala: No basta con rastrear verdades ocultas, hay que
defender lo justo. Mi crónica no es solo historia, sino filosofía aplicada: un
pensamiento en acción para restaurar la dignidad de los pueblos oprimidos. La
verdadera sabiduría no es solo contemplativa, sino práctica.
Juan Santacruz Pachacuti: Pero toda filosofía está entretejida con el mito.
Mi obra es testimonio de la cosmogonía andina, de la Chakana, del orden celeste
que sostiene nuestra existencia. La lógica europea no puede destruir lo
simbólico: en los signos sagrados hay una verdad que trasciende la razón
discursiva.
Cuarto eje: El destino espiritual del Perú
Inca Garcilaso: El futuro de esta tierra es claro. La
evangelización no debe ser una imposición violenta, sino un acto de
iluminación. El Perú puede alcanzar su propia grandeza, pero bajo la tutela de
la fe cristiana y la justicia.
Guamán Poma de Ayala: No hay futuro sin restauración. La historia nos
ha sumido en el sufrimiento, pero aún podemos rectificar el error. Un rey
indígena debe gobernar bajo la autoridad española, para devolver el orden
perdido sin traicionar nuestra identidad.
Juan Santacruz Pachacuti: Lo que importa no es quién gobierne, sino cómo se
entiende el mundo. Si la Chakana es el puente hacia lo trascendente, el camino
no puede ser impuesto. La historia es cíclica, y algún día todo retornará a su
lugar. Nuestra labor es preservar la esencia de lo sagrado, más allá de las
imposiciones de los hombres.
Epílogo
Los tres pensadores quedan en silencio por un
instante. Han discutido su visión del Perú, del mundo, de la justicia y la fe.
Sus pensamientos han divergido, pero en un punto coinciden: el destino del Perú
es más que una conquista, más que una evangelización. Es un proceso en el que
lo antiguo y lo nuevo se entrelazan en una lucha constante entre la identidad y
el cambio.
Desde la distancia, el Sol sigue
iluminando el horizonte. ¿Ordenador o creador? ¿Providencia o resistencia?
¿Mestizaje o restauración? La historia sigue su curso, pero las ideas de estos
hombres continúan vibrando en la memoria del tiempo.
SEGUNDO DIÁLOGO
Peruanidad, la justicia y
la fe
Escena: Un segundo encuentro en el recinto del
pensamiento
El espacio simbólico donde habían debatido
Garcilaso, Guamán Poma y Santacruz Pachacuti ahora recibe nuevos
invitados. Fray Jerónimo de Valera, con su lógica escotista,
y Leonardo de Peñafiel, con su enfoque suarista, entran con una mirada
analítica. Detrás de ellos, una presencia distinta se deja sentir: Antonio
Ruiz de Montoya, envuelto en el recogimiento místico, observa con calma. La
conversación se reinicia.
Primer eje: La evangelización y el mestizaje
Inca Garcilaso: La evangelización no puede ser un acto de
violencia. La fe cristiana debe ser enseñada con prudencia, iluminando lo que
en nuestra razón natural ya vislumbrábamos. Es el mestizaje lo que hará del
Perú una nación fuerte y cristiana.
Guamán Poma de Ayala: Error. La fe no puede imponerse desde una mezcla
caótica de costumbres. Se debe restaurar el orden antiguo, el gobierno legítimo
de los indígenas bajo el mando del rey español, para que el Perú no pierda su
identidad.
Fray Jerónimo de Valera: Si algo enseña la filosofía escotista, es que el
camino hacia Dios no es especulativo, sino práctico. La conversión no debe
imponerse con fuerza, sino con amor y educación. Persuadir al indígena,
mostrarle la dulzura de la fe, es el verdadero camino.
Leonardo de Peñafiel: Lo que aquí se debate no es solo la
evangelización, sino el origen mismo del poder. La autoridad no viene
directamente de Dios, sino de la sociedad. Si la comunidad decide su propio
gobierno, tiene derecho a la autonomía y a la desobediencia legítima.
Antonio Ruiz de Montoya: No podemos hablar de evangelización sin hablar de
la presencia viva de Dios en la historia. La verdadera conversión no viene de
palabras o argumentos, sino del fuego interior del amor divino. Yo he visto a
los indígenas en las reducciones encontrar a Dios por su propia voluntad, en
una vida sin mal.
Segundo eje: El problema del poder y la justicia
Juan Santacruz Pachacuti: El Perú debe encontrar su destino en la
conciliación de sus tradiciones con la fe cristiana. Pero el poder no debe
estar en manos de los mestizos, sino en quienes comprendan el orden sagrado del
mundo.
Fray Jerónimo de Valera: El poder no puede sustentarse en la violencia ni
en la imposición. La justicia divina opera a través de la libertad. Si la
voluntad humana es verdaderamente libre, entonces ninguna autoridad puede
exigir sumisión absoluta.
Leonardo de Peñafiel: La justicia no es una imposición divina, sino un
pacto social. Aquí está el verdadero significado del derecho de gentes: los
pueblos no pueden ser gobernados por decretos providenciales, sino por sus
propias decisiones.
Guamán Poma de Ayala: Pero los pueblos deben respetar el orden cósmico.
El mestizaje es una ruptura con la armonía original. El verdadero gobierno no
debe alterarse por caprichos individuales.
Antonio Ruiz de Montoya: Hablan de justicia como si fuera un esquema
rígido. La verdadera justicia se vive en la comunión con Dios. En las
reducciones guaraníes, la justicia no es impuesta, sino vivida en el amor.
¿Acaso no ven que la paz interior es el verdadero gobierno?
Tercer eje: Filosofía y mística en la historia
Inca Garcilaso: La razón es la herramienta más noble del ser
humano. Los amautas fueron filósofos que supieron rastrear la verdad natural de
Dios. No se puede despreciar la razón en nombre de la tradición.
Fray Jerónimo de Valera: Pero la razón tiene límites. No podemos demostrar
a Dios con silogismos. La fe es un salto hacia el misterio, y solo en ese salto
se alcanza la verdadera comprensión.
Leonardo de Peñafiel: La filosofía escolástica nos ha enseñado que el
conocimiento se fundamenta en la naturaleza del ser. Pero la autoridad y la
justicia no son abstracciones: deben responder al bien común.
Guamán Poma de Ayala: ¡No podemos confiar en la razón para gobernar un
pueblo! La historia es un ciclo que debe respetarse. La restauración del orden
es más importante que la especulación filosófica.
Antonio Ruiz de Montoya: ¿Y no han considerado que el conocimiento de Dios
viene desde dentro? La unión mística con la divinidad es una sabiduría superior
a la filosofía. El alma debe recorrer un camino hacia la luz, como lo han hecho
los moradores tempranos de la gloria.
Cuarto eje: El destino del Perú
Juan Santacruz Pachacuti: El Perú debe preservar sus raíces. No podemos
perder la identidad por una fe impuesta. Lo indígena tiene su propia verdad, y
esta debe defenderse.
Inca Garcilaso: Pero la fe cristiana no es una imposición. Es una
revelación que ilumina aquello que ya existía en nuestra razón natural. No
debemos rechazar la verdad por orgullo.
Leonardo de Peñafiel: El futuro del Perú no puede estar atado al
imperio. Si el pueblo decide autogobernarse, tiene derecho a hacerlo. No hay
autoridad sin consentimiento de la sociedad.
Guamán Poma de Ayala: No podemos entregar el gobierno al pueblo sin
preservar la jerarquía sagrada. Sin estructura, solo hay caos. La restauración
del antiguo orden es la clave.
Antonio Ruiz de Montoya: Ninguno de ustedes habla del amor. La justicia
sin amor es inútil. Lo he visto en las reducciones: cuando los indígenas
encuentran a Dios en su corazón, el mundo encuentra la paz. El destino del Perú
no es solo político ni filosófico, sino espiritual.
Epílogo: La luz que persiste
Las voces se apagan en un instante de reflexión.
Cada uno ha expuesto su visión, sus verdades. Pero al final, ¿qué es el Perú?
¿Una síntesis mestiza, una restauración indígena, una revelación providencial,
un pacto social, un camino místico? La historia sigue su curso, pero el
pensamiento de estos hombres continúa vibrando en la memoria del tiempo.
TERCER DIÁLOGO
Escena: La última conversación
Los seis personajes han debatido intensamente sobre
la historia, la justicia y la fe. Ahora, reunidos en el mismo recinto, su
conversación se dirige a una cuestión final: ¿Cuál es el destino de
esta tierra? Cada uno, con su visión y experiencia, expone su última
reflexión.
Primer eje: El poder y la autonomía del Perú
Leonardo de Peñafiel: La autoridad no es un mandato divino, sino un
pacto social. Si el pueblo decide autogobernarse, tiene derecho a la soberanía.
La historia demuestra que ningún sistema es legítimo sin el consentimiento de
sus gobernados.
Inca Garcilaso: Pero el pueblo debe comprender su herencia
mestiza. La grandeza del Perú está en la unión de sus raíces indígenas y
cristianas. No debemos separar lo que ha sido entrelazado por la Providencia.
Guamán Poma de Ayala: Mestizaje es corrupción del orden. El Perú no
debe gobernarse a través de una mezcla caótica de tradiciones. Solo la
restauración del gobierno indígena, bajo la autoridad del rey español, puede
preservar la justicia.
Juan Santacruz Pachacuti: La historia no se puede revertir. Ni el mestizaje
ni la autonomía absoluta son la solución. Lo que debemos buscar es una
identidad propia, una síntesis que no destruya nuestras raíces.
Fray Jerónimo de Valera: Ningún gobierno es legítimo si se impone con
fuerza. La voluntad humana es libre y debe ser respetada. Lo que importa no es
el poder en sí, sino el buen uso del poder.
Antonio Ruiz de Montoya: La verdadera justicia no está en leyes ni en
sistemas políticos. La justicia se vive en el alma, en la comunión con Dios. He
visto en las reducciones guaraníes lo que significa una sociedad basada en el
amor.
Segundo eje: La filosofía, la fe y el conocimiento
Inca Garcilaso: La razón es nuestra mayor herramienta. Los
amautas fueron filósofos que rastrearon la verdad. No podemos rechazar la
filosofía, porque sin ella no hay claridad en el conocimiento.
Guamán Poma de Ayala: Pero la razón no puede gobernar la historia. La
verdad está en los ciclos del mundo, y solo la restauración del orden puede
devolver la armonía.
Fray Jerónimo de Valera: La razón es insuficiente para alcanzar la verdad
de Dios. La fe es práctica, no especulativa. Solo en la contemplación de la
voluntad divina se encuentra el sentido último de la existencia.
Leonardo de Peñafiel: El conocimiento filosófico es necesario, pero
debe responder al bien común. La justicia y la política no pueden depender
únicamente de la fe o la razón, sino de la estructura que garantice el
bienestar del pueblo.
Antonio Ruiz de Montoya: ¿Y han pensado que el conocimiento de Dios no
proviene de la lógica, sino del fuego interior? La unión mística con la
divinidad es una sabiduría que trasciende la razón. La verdadera filosofía es
el amor.
Juan Santacruz Pachacuti: Sin embargo, la cosmovisión andina ya contenía
una idea del orden sagrado. Nuestro conocimiento no necesita ser transformado
por el cristianismo. Debe ser reconocido en su propia grandeza.
Tercer eje: El destino del Perú
Guamán Poma de Ayala: El Perú debe recuperar su identidad indígena. La
justicia no puede ser alcanzada si no respetamos el orden sagrado. Un gobierno
indígena cristiano puede restaurar la armonía.
Inca Garcilaso: Pero el Perú ya no es solo indígena, ni solo
español. Es mestizo, y esa es su verdadera esencia. Su destino está en la
fusión de sus raíces.
Leonardo de Peñafiel: Y sin embargo, ¿qué es el destino sino una
construcción humana? La sociedad puede decidir qué camino tomar. La historia no
está escrita por la Providencia, sino por la voluntad del pueblo.
Fray Jerónimo de Valera: La historia no es determinista. La fe es un acto
de libertad. El Perú debe decidir su propio camino, pero siempre en comunión
con Dios.
Juan Santacruz Pachacuti: La autonomía es necesaria, pero no podemos
olvidar nuestra espiritualidad. Si abandonamos nuestras creencias, perdemos el
sentido de nuestra existencia.
Antonio Ruiz de Montoya: Ninguno de ustedes menciona el amor. El destino
del Perú no está solo en su historia, en su filosofía o en su política. Su
destino está en su alma, en su comunión con Dios, en la vida contemplativa.
Epílogo
Los seis pensadores han dialogado. El destino del
Perú sigue siendo una pregunta abierta. ¿Mestizaje o restauración indígena?
¿Providencia o razón? ¿Autonomía política o justicia espiritual?
CUARTO DIÁLOGO
Justicia y el destino del Perú
Escena: La confrontación final
El espacio simbólico donde han debatido los
pensadores recibe a dos nuevas voces. Bartolomé de las Casas, con su
defensa apasionada de los derechos indígenas, y Ginés de Sepúlveda, quien
argumenta la necesidad de intervención militar para civilizar a los pueblos
indígenas.
Sepúlveda (con firmeza):“La historia
nos ha enseñado que la civilización es el único camino hacia el progreso. ¿Cómo
puede construirse un orden justo si los pueblos bárbaros siguen sumidos en el
atraso, esclavos de sus supersticiones y desprovistos de razón? La intervención
militar no es una elección, sino una necesidad: el hierro pule lo tosco, y solo
bajo la tutela de una autoridad superior pueden estos hombres alcanzar su
verdadera humanidad.”
De las Casas (iracundo, golpeando la
mesa con la palma abierta):
“¿¡Bárbaros!? ¡Llamáis bárbaros a quienes han tejido sociedades más
antiguas que vuestra propia arrogancia! La injusticia no nace del desorden de
los pueblos originarios, sino de vuestra hambre de poder, de vuestra insaciable
codicia envuelta en la retórica de la civilización. ¡No hay justicia en el
dominio violento, solo sangre y ruinas! La espada no educa, solo impone, y la
razón no florece donde el temor la sofoca.”
Sepúlveda (con sarcasmo): “La
compasión mal dirigida debilita la estructura de un reino. No hay justicia sin
jerarquía, y ningún pueblo puede alcanzar la grandeza si primero no se somete
al orden de lo superior. ¿Acaso olvidáis que la razón es lo que distingue al hombre
del bruto? ¿Y qué se hace con quien rechaza la razón? Se le educa por la
fuerza. Para que haya justicia, debe haber civilización. Y para que haya
civilización, a veces debe haber guerra.”
De las Casas (con fuego en la mirada):
“Habéis convertido la conquista en un juego de justificaciones. Habéis llamado
virtud a la masacre, progreso a la esclavitud, derecho divino al saqueo. ¿Decís
que civilizáis, pero destruís! ¿Decís que enseñáis, pero imponéis! ¿Dónde está
la justicia en la humillación de un pueblo? ¿Dónde está el derecho en el
exterminio? ¡Habéis sumergido América en un océano de hierro y sangre y aún os
atrevéis a llamarlo civilización!”
Los demás pensadores observan el duelo verbal, pero José Carlos
Mariátegui decide intervenir, con la voz grave y pausada de quien ha meditado
mucho sobre el conflicto.
Mariátegui: “La disputa entre
vosotros es la disputa que ha marcado el destino del Perú desde su primer día.
No es solo un choque de ideologías, sino una disyuntiva histórica aún
inconclusa. El debate sobre justicia y civilización no es un eco del pasado; es
la raíz misma de nuestra crisis presente. De las Casas representa la dignidad
negada, el hombre peruano que lucha por su identidad. Sepúlveda, en cambio,
encarna el principio dominante, la fuerza que ha moldeado con violencia el
rostro de nuestra historia.”
Ginés de Sepúlveda se cruza de brazos, desafiante. Bartolomé de las
Casas respira hondo, con el peso de siglos en su mirada. El espacio simbólico
se llena de murmullos de los pensadores que ahora comprenden el verdadero
problema:
No es solo un debate sobre el pasado. Es una pregunta urgente sobre el destino
del Perú.
III
Reforma o Revolución: El pensamiento criollo e indígena
en la forja de la independencia
PRIMER DIÁLOGO
Escolástica, libertad y crisis del pensamiento moderno: diálogo entre
Olea, Aguilar, Avendaño y Medrano
Este primer diálogo reúne las voces de cuatro grandes pensadores del
neotomismo virreinal en el Perú. Nicolás de Olea, José de Aguilar, Diego de
Avendaño y Juan de Espinoza Medrano debaten sobre la ontología, la relación
entre la libertad humana y la providencia divina, la evangelización en América
y la amenaza del pensamiento moderno. A través de su conversación, se pone de
manifiesto la tensión entre tradición y modernidad, entre la metafísica
escolástica y el avance del racionalismo europeo.
Cada sección del diálogo aborda un eje temático que permite explorar la
profundidad de su pensamiento y el impacto de sus ideas en la sociedad
colonial. En este intercambio de ideas, se plantea una defensa de la verdad
filosófica frente a los peligros del relativismo, el nominalismo y la
disolución del orden metafísico clásico.
1. Ontología y metafísica: la materia, la existencia y la verdad
La conversación inicia con Nicolás de Olea, quien expone su teoría sobre
la materia prima como principio de transformación sustancial. Olea,
influenciado por la escolástica aristotélico-tomista, plantea que la materia y
la forma no son opuestos absolutos, sino complementarios en el proceso de
generación. Juan de Espinoza Medrano interviene, pero no para debatir sobre
física o cosmología, sino para advertir sobre el peligro que representa el
nominalismo en la crisis del pensamiento europeo.
Olea: “La materia prima es la potencia fundamental de la transformación.
No podemos seguir creyendo que el universo es estático, sino que debe verse
como algo en constante actualización. La materia no es sólo receptora de la
forma, sino que tiene cierta autonomía.”
Medrano: “Pero aquí radica el problema de la modernidad: si reducimos el
ser a categorías físicas y prescindimos del fundamento ontológico, el
pensamiento termina desgajándose en un relativismo mortal. La crisis
nominalista en Europa ha puesto la existencia al servicio del pensamiento. ¡No
podemos permitirlo!”
Aguilar: “La filosofía escolástica debe integrar el progreso sin perder
su esencia. Olea, entiendo tu planteamiento, pero Medrano tiene razón en su
advertencia. ¿Dónde queda la realidad última si desplazamos la metafísica en
favor de una interpretación que privilegia la epistemología sobre la
ontología?”
Avendaño: “Más aún, si aceptamos que el ser depende del pensamiento,
¿qué impide que la justicia misma se vea reducida a un juego de percepciones y
manipulaciones? No sólo estamos discutiendo conceptos, sino el futuro de la
sociedad colonial.”
2. Libertad y determinismo: la voluntad humana y la providencia divina
La discusión gira hacia la cuestión del libre albedrío y la omnisciencia
divina. José de Aguilar introduce el concepto de los futuribles en la ciencia
media de Molina, donde Dios conoce todas las posibles elecciones humanas sin
determinar su resultado. Diego de Avendaño reflexiona sobre la relación entre
esta doctrina y la administración de justicia en el Virreinato.
Aguilar: “Dios no impone la voluntad al hombre; en cambio, coopera con
su libertad. Los futuribles condicionados muestran que Dios conoce lo que
elegiríamos en cada circunstancia posible, pero no nos fuerza a decidir. ¿No es
esto la perfecta armonía entre providencia y autonomía?”
Avendaño: “Concuerdo contigo, Aguilar. Y sin embargo, si aceptamos la
libertad del hombre, esto tiene implicaciones en la sociedad. No podemos
justificar la esclavitud ni la mita, pues sería negar el derecho natural de los
pueblos originarios.”
Medrano: “Pero aquí radica el error de la modernidad: creer que la
libertad humana puede desligarse de la verdad metafísica. Si todo es posible,
si todo depende de condiciones externas, el hombre se vuelve vulnerable ante
las manipulaciones del poder.”
Olea: “No obstante, Medrano, la realidad no puede reducirse a conceptos
fijos. La materia misma nos muestra que el cambio es inherente a la existencia.
Así como el universo no es un bloque inmóvil, tampoco el pensamiento debe
estancarse.”
3. Evangelización y política virreinal: ¿religión o imposición?
Ahora el diálogo se enfoca en la labor evangelizadora en América.
Aguilar, más moderado, defiende una evangelización sin violencia, mientras que
Avendaño se pronuncia contra las prácticas brutales de extirpación de
idolatrías. Medrano, en su visión crítica del nominalismo, argumenta que la
crisis del pensamiento europeo contribuyó a justificar estos abusos.
Aguilar: “La evangelización no puede ser imposición. La fe debe ser
propuesta de manera que el indígena decida libremente. Forzar la conversión es
traicionar la enseñanza cristiana.”
Avendaño: “Sin embargo, las estructuras coloniales continúan oprimiendo
a los pueblos originarios. La doctrina debe aplicarse en la justicia: condeno
la esclavitud, pero también el tributo obligatorio para los indios en la mita.”
Medrano: “La crisis de pensamiento que afecta a Europa ha facilitado la
dominación colonial. Si la verdad es relativa, entonces el poder puede
redefinirla a su conveniencia. La evangelización debería ser una guía para la
dignidad, no una excusa para la opresión.”
Olea: “Pero ¿cómo transformar una estructura tan arraigada en el
Virreinato? Si los gobernantes no reconocen estos principios filosóficos, ¿cómo
podemos esperar justicia?”
4. Crisis filosófica y el avance de la ciencia moderna
El diálogo culmina en un debate sobre el impacto del racionalismo y la
ciencia experimental en el pensamiento escolástico. Olea propone una
conciliación entre escolástica y ciencia, mientras que Medrano advierte sobre
los riesgos de la pérdida de fundamentos ontológicos. Aguilar y Avendaño buscan
un punto medio, aceptando la necesidad de evolución sin sacrificar la verdad.
Olea: “La filosofía debe evolucionar con la ciencia. No podemos ignorar
los avances en astronomía y física. Debemos integrar conocimiento moderno sin
perder nuestra esencia.”
Medrano: “Pero el peligro es evidente: si dejamos que la razón humana se
convierta en fundamento absoluto, la metafísica quedará desplazada. Ya vemos
cómo el nominalismo relativista ha destruido certezas filosóficas en Europa.”
Aguilar: “Quizá la solución no sea rechazar el conocimiento moderno,
sino asegurarnos de que no contradiga la enseñanza cristiana. La razón y la fe
pueden coexistir.”
Avendaño: “Además, aplicar este equilibrio en la justicia es clave. Sin
una filosofía que respalde la dignidad humana, la razón se convierte en un
instrumento para el poder, no en una herramienta para la verdad.”
Conclusión
Este diálogo muestra cómo estos cuatro pensadores abordaban los desafíos
filosóficos, teológicos y políticos de su tiempo. Olea busca integrar ciencia y
metafísica, Aguilar defiende el libre albedrío, Avendaño promueve la justicia
social y Medrano advierte sobre los peligros del relativismo. Juntos reflejan
el neotomismo virreinal y su lucha por la verdad en un tiempo de cambios.
SEGUNDO DIÁLOGO
La Ilustración y su impacto en América:
Ciencia, Filosofía y Reforma
Escena: Un salón de debates en Lima. Es una noche de discusión en el
siglo XVIII, en una mesa de madera iluminada por candelabros. Los cinco
pensadores más influyentes del Virreinato intercambian ideas sobre el rumbo del
conocimiento y la sociedad en América.
1. Razón, cálculo y belleza: La tensión entre el barroco y la
ilustración
Peralta Barnuevo: “La belleza no es opuesta a la razón, sino su reflejo.
El arte no debe ser mero embellecimiento vacío, sino un vehículo para la
verdad. Mi obra busca unir la grandiosidad del barroco con el rigor del
pensamiento racional.”
Llano Zapata: “Pero la razón no debe perderse en la ornamentación. La
Ilustración exige claridad y precisión. No podemos permitir que el gongorismo
barroco diluya el impulso científico que el Perú necesita.”
Celis: “La poesía no es enemiga del conocimiento. En mi Filosofía
de las Costumbres, demuestro que la razón y la estética pueden caminar
juntas. El peligro radica en los libertinos que tergiversan la filosofía para
justificar el desenfreno.”
Bueno: “Concuerdo en que el lenguaje debe ser claro, pero también que la
razón no puede apartarse de la fe. La física newtoniana nos da herramientas
para entender la naturaleza, pero no puede sustituir la verdad divina.”
Chávez de la Rosa: “La claridad es esencial, pero el conocimiento
también debe estar al servicio de la moral y la justicia. La razón debe elevar
al hombre, no desviarlo de la virtud.”
2. Ciencia y religión: Newton en el Virreinato
Bueno: “La doctrina de Newton marca un antes y un después en la
comprensión del cosmos. La física moderna nos da una nueva forma de leer el
universo. Sin embargo, nunca debe separarse de la metafísica, porque el orden
del mundo es reflejo de la voluntad divina.”
Celis: “Exactamente. Newton ha cambiado la manera en que vemos la
naturaleza, pero esto no implica que Dios quede fuera de nuestra comprensión
del mundo. En la colonia, la ciencia sigue al servicio de la verdad teológica.”
Llano Zapata: “La ciencia debe avanzar sin miedo. Newton, Copérnico,
Galileo… todos han roto con dogmas antiguos. ¿Por qué tememos tanto el
progreso? La educación debe liberar la mente, no aprisionarla en viejas
disputas.”
Peralta Barnuevo: “Pero la educación no es una ruptura, sino una
evolución. Mi trabajo busca incorporar el pensamiento científico sin abandonar
la tradición cristiana. El Perú no puede ser un simple reflejo de Europa. Debe
construir su propio camino.”
Chávez de la Rosa: “La ciencia sí, pero la educación moral jamás debe
perderse. No podemos formar sabios que carezcan de principios. La reforma
eclesiástica debe ir de la mano con el desarrollo intelectual.”
3. Reforma educativa y transmisión del conocimiento
Llano Zapata: “Hemos hablado mucho de ideas, pero ¿qué hemos hecho en la
práctica? La educación en el Perú sigue dominada por el escolasticismo rígido.
Yo propuse una Academia de Ciencias y una Biblioteca Pública, pero ¿dónde
están?”
Peralta Barnuevo: “Hay resistencias al cambio, pero no debemos
rendirnos. En mi tiempo como rector de San Marcos, impulsé el estudio de la
ciencia y las matemáticas, buscando modernizar la enseñanza.”
Celis: “Los colegios y universidades tienen que renovarse, pero con
prudencia. Hay doctrinas peligrosas que buscan minar la moral del pueblo. La
educación no debe ser solo técnica, sino también ética.”
Bueno: “La ciencia debe ser enseñada con rigor, pero sin abandonar la
cosmovisión cristiana. En mi labor como Cosmógrafo Mayor, promoví el estudio de
la medicina, las matemáticas y la astronomía dentro de un marco moral.”
Chávez de la Rosa: “La educación es clave, pero si los colegios y
seminarios no inculcan principios, de nada sirve el conocimiento. Por eso
reformé el Seminario de San Jerónimo: los futuros sacerdotes deben ser
verdaderos guías espirituales, no solo eruditos.”
4. Justicia social y el regalismo borbónico
Peralta Barnuevo: “El rey debe ser el garante del orden y la justicia.
Sin embargo, el sistema colonial ha generado desigualdades que requieren
solución. Las riquezas del Perú no pueden ser meros tributos para la Corona.”
Bueno: “Exacto. He estudiado las enfermedades del pueblo y la pobreza
que los aqueja. La ciencia no solo debe servir para el conocimiento, sino
también para mejorar la calidad de vida de los peruanos.”
Llano Zapata: “La administración colonial está llena de corrupción. Los
indígenas y criollos merecen oportunidades reales, pero aún estamos atados a
estructuras rígidas. Es urgente una reforma más profunda.”
Celis: “La reforma sí, pero sin radicalismos. La estabilidad del reino
es fundamental. No podemos caer en el caos por el afán de cambio.”
Chávez de la Rosa: “El problema no es solo económico, sino moral. Sin
justicia, la sociedad se desmorona. En mi tiempo como obispo, enfrenté los
excesos eclesiásticos porque el clero debe ser ejemplo de rectitud.”
Conclusión
El diálogo entre estos pensadores muestra la riqueza del pensamiento
ilustrado en el Virreinato del Perú. Cada uno de ellos aporta una perspectiva
única, desde la visión estética de Peralta, el rigor científico de Bueno, la
crítica educativa de Llano Zapata, la defensa moral de Celis y el reformismo
eclesiástico de Chávez de la Rosa. Juntos construyen un panorama de ideas que
revela cómo la Ilustración en América buscó integrar la ciencia, la educación y
la fe en una sociedad que se preparaba para el cambio.
TERCER DIÁLOGO
Revolución, reforma y soberanía: El debate
entre el pensamiento indígena y criollo en la independencia del Perú
Escena: En una mesa extensa, iluminada por candelabros, se reúnen los
grandes pensadores que marcaron el final del Virreinato del Perú y el inicio de
la independencia. La conversación gira en torno al destino del país y la lucha
por la emancipación.
1. Independencia: ¿ruptura o reforma?
Túpac Amaru II: “No deseo la caída del rey de España, sino que el
gobierno del Virreinato se transforme en uno justo. Los indígenas han sido
explotados, y es mi deber como hijo del Perú exigir el fin de la mita y de los
abusos de los corregidores. Si el monarca escucha nuestras súplicas, podremos
vivir en paz.”
Rodríguez de Mendoza: “La independencia es necesaria, pero el camino
pasa por la educación y el despertar de la conciencia criolla. La reforma de
San Carlos buscó sembrar los principios de libertad en las mentes de los
jóvenes, formando dirigentes capaces de conducir el país.”
Baquíjano y Carrillo: “La independencia debe ser un proceso racional. No
podemos destruir el orden sin construir antes una alternativa estable. España
ha cometido abusos, sí, pero aún puede gobernar con justicia si adopta reformas
ilustradas.”
Viscardo y Guzmán: “La verdadera traición de España ha sido su
absolutismo. Nos ha tratado como colonias explotadas, sin derecho a decidir
nuestro destino. La independencia es nuestro derecho, pero debe construirse con
orden, no con caos.”
Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz demostraron que el camino está en
la monarquía constitucional, donde la soberanía reside en la nación. Pero si
España se niega a reconocer el derecho de los americanos, la ruptura será
inevitable.”
Unanue: “Antes de pensar en independencia, debemos preguntarnos quiénes
gobernarán el país. El Perú no puede quedar en manos de la ignorancia. La
ciencia, la educación y la identidad nacional son claves para nuestro futuro.”
Túpac Amaru II: “Pero la Corona nos ha dado la espalda. He pedido
justicia y he sido ignorado. No podemos esperar más: si el gobierno no cambia,
entonces el Perú debe tomar su destino en sus propias manos.”
2. El rol de la élite criolla y los indígenas
Túpac Amaru II: “En mi lucha, los indígenas han sido el corazón del
movimiento. No quiero la guerra entre criollos e indios, sino la unión de los
nacidos en estas tierras bajo un gobierno justo. Si los criollos desean la
independencia, ¿por qué no consideran también la justicia para los indígenas?”
Baquíjano y Carrillo: “El problema es que el indígena aún no está
preparado para gobernar. Necesita educación, cristianización y civilización
antes de asumir responsabilidades en la república.”
Rodríguez de Mendoza: “Ese pensamiento es lo que ha perpetuado la
injusticia. Si la independencia no integra a todos los ciudadanos, entonces no
será una verdadera transformación. La educación es el camino para construir
igualdad.”
Unanue: “La cultura y la identidad deben ser promovidas, pero es cierto
que la estructura de gobierno debe mantenerse estable. El progreso depende del
orden.”
Viscardo y Guzmán: “Si América sigue bajo la autoridad de los europeos,
nunca será libre. El indígena y el criollo deben formar una nación unida, sin
distinción entre los nacidos en estas tierras.”
3. Ciencia, religión y nacionalismo
Unanue: “El clima, la geografía y el paisaje del Perú nos han dado
identidad. No somos inferiores a los europeos, como algunos afirman. La ciencia
nos permitirá conocer nuestro país y construir una nación sólida, basada en el
conocimiento.”
Viscardo y Guzmán: “La libertad no es solo política, sino espiritual.
España ha impuesto su modelo, pero el cristianismo verdadero no es opresión,
sino justicia. Debemos restaurar el sentido puro del evangelio.”
Morales Duárez: “La religión y la moral son pilares fundamentales. Sin
principios, una nación se derrumba. La independencia debe construirse sobre
valores, no solo sobre ideales políticos.”
Rodríguez de Mendoza: “La ilustración nos ha enseñado que el
conocimiento es la base de la emancipación. La educación debe ser el motor del
Perú, sin abandonar nuestra tradición.”
4. Modelos de gobierno: República vs. Monarquía
Túpac Amaru II: “En un comienzo no buscaba la ruptura con el rey, pero
¿cómo esperar justicia de un monarca que nos ha despreciado? Si el gobierno
colonial no nos reconoce como iguales, entonces el pueblo peruano debe asumir
su propio destino. No necesitamos una monarquía extranjera, sino recuperar
nuestro propio gobierno.”
Baquíjano y Carrillo: “España puede adoptar una monarquía
constitucional, donde los derechos de los peruanos sean respetados sin
necesidad de una ruptura total.”
Viscardo y Guzmán: “La independencia sí, pero con orden. Un gobierno
estable basado en leyes justas será mejor que el caos de una revolución.”
Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz demostraron que el poder puede
residir en el pueblo sin destruir la estructura política. La república es una
opción, pero la monarquía constitucional también puede funcionar.”
Rodríguez de Mendoza: “Si el pueblo no tiene voz, la independencia es
una farsa. Debemos luchar por un sistema que realmente represente a los
ciudadanos, no por un gobierno impuesto desde arriba.”
Conclusión
El debate entre estos pensadores revela las profundas diferencias sobre
el destino del Perú. Túpac Amaru II inicia como reformista, pero al ser
ignorado por la Corona, adopta una postura más radical hacia la independencia.
Baquíjano, Viscardo y Morales Duárez buscan una independencia moderada y
constitucional. Rodríguez de Mendoza representa el puente entre educación y
emancipación, y Unanue aporta la visión científica de la identidad nacional.
Juntos, estos pensadores construyen el pensamiento crítico que guió la
independencia del Perú.
DIÁLOGO FINAL
El destino del Perú: reforma, revolución y construcción de la
independencia
Escena: En una gran sala iluminada por candelabros, se reúnen los
grandes pensadores que marcaron el Virreinato y la independencia del Perú. A
medida que la conversación avanza, se confrontan ideas sobre reforma,
revolución, ciencia, religión y el futuro de la nación.
1. ¿Reforma o ruptura?
Peralta Barnuevo: “El Virreinato necesita modernizarse. La ciencia, el
cálculo y la razón pueden mejorar la administración colonial sin necesidad de
una ruptura total con España.”
Cosme Bueno: “Las reformas científicas y educativas son la clave del
progreso. Sin embargo, el conocimiento debe ir acompañado de justicia. De nada
sirve el saber si el pueblo sigue oprimido.”
Llano Zapata: “No basta con mejorar la administración. La independencia
es inevitable, porque el sistema colonial es estructuralmente injusto. El poder
debe residir en quienes realmente comprenden la realidad americana.”
Isidoro de Celis: “Pero debemos evitar el caos. La educación y las
reformas deben ser graduales. ¿Podemos realmente construir una nueva nación sin
caer en la anarquía?”
Chávez de la Rosa: “El problema no es solo político, sino moral. La
corrupción y la desigualdad han desangrado el país. La independencia no debe
ser solo una cuestión de gobierno, sino de justicia y orden.”
Túpac Amaru II: “Al principio, solo quise justicia para los indígenas,
pero la indiferencia de España me demostró que el cambio debía ser radical. Si
el rey nos ha dado la espalda, debemos tomar el destino en nuestras manos.”
Rodríguez de Mendoza: “La educación es el arma más poderosa para liberar
a un pueblo. No podemos simplemente destruir el sistema sin antes preparar a
quienes liderarán la nueva nación.”
Baquíjano y Carrillo: “La independencia es necesaria, sí, pero sin
destruir la estructura política. Una monarquía constitucional permitiría
establecer una nueva relación con España.”
Unanue: “El Perú necesita orden y conocimiento. La ciencia y la
educación deben guiar nuestro camino, pero la soberanía es la única manera de
desarrollarnos sin depender de los intereses europeos.”
Viscardo y Guzmán: “La independencia debe construirse sobre bases
cristianas. No podemos repetir los errores de la monarquía absoluta, pero
tampoco debemos caer en el fanatismo revolucionario.”
Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz demostraron que el poder puede
residir en la nación sin necesidad de destruir la monarquía. Pero si España no
reconoce nuestros derechos, no queda más opción que la ruptura.”
2. La identidad nacional y el rol de la ciencia
Peralta Barnuevo: “El Perú debe reconocer su grandeza. Desde la
literatura hasta la astronomía, nuestra identidad se construye a partir del
conocimiento.”
Cosme Bueno: “La ciencia no solo define nuestra identidad, sino también
nuestras capacidades para gobernarnos. No somos inferiores a Europa. Nuestro
territorio tiene recursos y nuestra gente tiene talento.”
Llano Zapata: “Es cierto, pero el conocimiento debe aplicarse a la
construcción de un gobierno justo. Si seguimos la lógica europea sin adaptar
nuestro pensamiento a la realidad americana, estaremos perdiendo nuestra
oportunidad.”
Unanue: “Nuestro clima, nuestro suelo, nuestra gente, todo lo que nos
rodea nos hace únicos. La ciencia debe ser usada para fortalecer la identidad
nacional y entender nuestro país como una nación independiente.”
Viscardo y Guzmán: “Pero el conocimiento sin principios morales es
peligroso. La ciencia puede iluminar la razón, pero la religión debe guiar el
espíritu del pueblo.”
3. Justicia, religión y política
Chávez de la Rosa: “Sin justicia, la independencia será una farsa. La
nueva nación no puede basarse solo en un cambio de poder. Debemos erradicar la
corrupción y fortalecer la moral.”
Isidoro de Celis: “Pero debemos ser cautelosos. Si la independencia se
basa únicamente en ideas ilustradas sin fundamentos espirituales, perderemos el
equilibrio entre razón y fe.”
Baquíjano y Carrillo: “La religión y el gobierno deben caminar juntos.
España nos ha dejado una tradición cristiana, y esa misma tradición puede
guiarnos hacia una nueva era sin necesidad de destruirlo todo.”
Rodríguez de Mendoza: “Pero la fe no debe ser un obstáculo para el
pensamiento libre. Si queremos un país verdaderamente independiente, debemos
dejar atrás los dogmas que impiden el progreso.”
Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz intentaron conciliar el liberalismo
con el cristianismo. Creo que podemos crear una nación donde la libertad y la
moral convivan sin enfrentarse.”
Túpac Amaru II: “Mi lucha nació de la injusticia. No quiero una guerra
de fe, pero si la religión se usa para oprimir, entonces debemos replantearnos
nuestra relación con ella.”
4. Modelos de gobierno: República, Monarquía
o Restauración Incaica
Túpac Amaru II: “Nuestra tierra no necesita un rey extranjero. El
gobierno debe pertenecer a quienes han nacido aquí. La restauración del
gobierno inca no sería un retorno al pasado, sino una forma de asegurar que el
pueblo tome el poder.”
Baquíjano y Carrillo: “Debemos mantener la estabilidad. La independencia
puede lograrse sin destruir completamente la monarquía. Una monarquía
constitucional permitiría una transición más segura.”
Viscardo y Guzmán: “La independencia sí, pero con orden. Un gobierno
estable basado en leyes justas será mejor que el caos de una revolución.”
Morales Duárez: “Las Cortes de Cádiz demostraron que el poder puede
residir en el pueblo sin destruir la estructura política. La república es una
opción, pero la monarquía constitucional también puede funcionar.”
Rodríguez de Mendoza: “Si el pueblo no tiene voz, la independencia es
una farsa. Debemos luchar por un sistema que realmente represente a los
ciudadanos, no por un gobierno impuesto desde arriba.”
Unanue: “Lo importante no es si es monarquía o república, sino que el
Perú tenga un gobierno basado en el conocimiento, el orden y la justicia.”
Conclusión
Este Diálogo Final reúne las tensiones intelectuales de una era. Los
ilustrados buscan el progreso a través del conocimiento, los reformistas desean
cambios graduales, y los revolucionarios piden una transformación total.
Túpac Amaru II representa la lucha indígena contra la injusticia.
Rodríguez de Mendoza y Morales Duárez abogan por una transformación política
basada en la educación y la institucionalidad. Baquíjano y Carrillo y Viscardo
y Guzmán proponen una independencia ordenada dentro de una monarquía
constitucional. Unanue, Bueno y Llano Zapata destacan el papel de la ciencia y
la identidad nacional en la construcción de la república. Chávez de la Rosa y
Celis insisten en la importancia de la moral y la religión como pilares del
nuevo gobierno.
Así, el Perú se debate entre la evolución y la revolución, entre la
estabilidad y la transformación, entre la razón y la fe. La independencia no
será solo una lucha militar, sino una batalla de ideas.
Post Data.- Los presentes diálogos han sido elaborados sobre la base del
contenido del Tomo II de mi libro "El Espíritu de la Filosofía Peruana
Virreynal"
IV
El Perú en busca de su destino:
Identidad, orden y revolución en el pensamiento filosófico
1.
La Identidad y el Futuro del Perú: Un Debate Filosófico entre Unanue,
Baquíjano y Carrillo y Rodríguez de Mendoza
Escenario: En un salón iluminado por candelabros, tres
de los más influyentes pensadores de la Ilustración peruana se reúnen para
discutir el destino de la nación. Hipólito Unanue, José Baquíjano y Carrillo, y
Toribio Rodríguez de Mendoza confrontan sus visiones sobre la identidad del
Perú, la ciencia, la educación y el modelo de gobierno que debe guiar su
desarrollo.
Primer eje: ¿Cuál es la verdadera identidad del Perú?
Unanue: "El Perú no es solo un territorio, sino
una unidad orgánica determinada por su geografía y su riqueza natural. Su
identidad debe entenderse desde la ciencia, desde la observación de su tierra y
su clima, pues es en la naturaleza donde encontramos el carácter de un pueblo.
Nuestra misión es revelar el Perú desde el conocimiento."
Baquíjano y Carrillo: "La identidad del Perú no puede
depender solo de su tierra. Somos una nación con una historia y una cultura que
han sido moldeadas por el encuentro entre lo indígena y lo hispánico. Nuestra
esencia debe construirse desde la razón y el reconocimiento de nuestra
tradición, pero sin caer en el dogmatismo."
Rodríguez de Mendoza: "El Perú es, ante todo, un país que
debe forjar su propia identidad a través de la educación. Solo a través del
conocimiento podremos definirnos y alejarnos de la ignorancia que ha paralizado
nuestra evolución. Si queremos entendernos como nación, debemos comenzar por
formar ciudadanos capaces de pensar por sí mismos."
Segundo eje: ¿Debe la ciencia ser el fundamento del progreso peruano?
Unanue: "Sin duda alguna. La ciencia no es un
lujo, sino una necesidad para el desarrollo de una nación. Debemos entender la
naturaleza, la medicina, la estructura del universo para poder avanzar. No
podemos depender de la tradición ciega; la observación, el estudio y el método
son nuestras mejores herramientas."
Baquíjano y Carrillo: "La ciencia es esencial, pero no es el
único pilar del progreso. Sin principios morales y sin un gobierno justo, el
conocimiento carece de sentido. No basta con entender el mundo físico si no
entendemos la justicia, el derecho y la filosofía que guían nuestra
sociedad."
Rodríguez de Mendoza: "La ciencia es el motor del cambio,
pero necesita una estructura que la impulse. Si el pueblo no es educado, el
conocimiento quedará en manos de unos pocos y el país seguirá en la miseria. La
ciencia es el camino, sí, pero la educación es la que debe abrirlo."
Tercer eje: ¿Cuál es el modelo de gobierno que debe seguir el Perú?
Unanue: "El orden es esencial para el progreso.
Un gobierno basado en el conocimiento y la planificación puede asegurar el
bienestar de la nación. No podemos dejar nuestro destino al azar ni permitir
que la ignorancia gobierne."
Baquíjano y Carrillo: "La mejor forma de gobierno es aquella
que garantice los derechos de todos. Un modelo constitucional puede ser la
clave para equilibrar autoridad y libertad. La nación debe construirse sobre
instituciones sólidas, pero también sobre el respeto a la razón."
Rodríguez de Mendoza: "Si el pueblo no es educado, cualquier
modelo de gobierno fracasará. No basta con leyes o estructuras políticas si la
población sigue sumida en la ignorancia. La clave no está solo en la forma de
gobierno, sino en la capacidad del pueblo para sostenerlo con pensamiento
crítico."
Conclusión: La Nación en Construcción
Este debate no busca resolver todos los dilemas del Perú, sino
evidenciar los pilares fundamentales sobre los cuales debe construirse su
futuro: la identidad, la ciencia y la educación. Unanue ve la grandeza del país
en su geografía y su conocimiento natural, Baquíjano y Carrillo defiende el
equilibrio entre tradición y razón, mientras Rodríguez de Mendoza insiste en la
necesidad de formar ciudadanos cultos para sostener cualquier modelo de
gobierno.
El Perú no es una nación estática, sino un proyecto en constante
evolución. Sus pensadores no solo analizan el presente, sino que plantan las
semillas del futuro. Este diálogo sigue abierto, porque mientras haya quienes
piensen y discutan, la historia seguirá en movimiento.
2. Orden, libertad y tradición: Un debate sobre el destino del Perú
Escenario: En un auditorio iluminado por la llama de la
discusión intelectual, tres de los más influyentes pensadores del siglo XIX en
el Perú confrontan sus visiones sobre el destino de la nación. Benito Laso, el
defensor del liberalismo radical y enemigo del conservadurismo, debate con
Bartolomé Herrera, firme partidario del orden y la autoridad, y con Pablo
González Vigil, quien se alza como puente entre la tradición y el progreso.
Primer eje: ¿Debe el Perú abrazar el liberalismo o sostener sus
instituciones tradicionales?
Benito Laso: "¡Basta de ataduras al pasado! El
conservadurismo nos mantiene sumidos en la mediocridad y la obediencia ciega.
No podemos seguir bajo el yugo de una aristocracia que solo protege sus
privilegios. El Perú necesita romper sus cadenas y construir una verdadera
nación libre, donde la soberanía emane del pueblo y no de castas
parasitarias."
Bartolomé Herrera: "El liberalismo absoluto es el camino
hacia el caos. La autoridad no es un enemigo de la libertad, sino su garante.
Sin un gobierno fuerte y legítimo, la nación se desmorona. La masa sin rumbo es
fácilmente manipulada por intereses ajenos; necesitamos una élite dirigente con
capacidad moral y política para encauzar el destino nacional."
Pablo González Vigil: "Debemos evitar los extremos. Ni el
liberalismo desenfrenado ni el conservadurismo rígido nos darán estabilidad. El
Perú debe avanzar sin destruir sus raíces, adaptando sus instituciones a las
nuevas necesidades, pero sin sacrificar el orden. La verdadera libertad no
consiste en desmantelar lo existente, sino en perfeccionarlo."
Segundo eje: ¿Cuál es el rol de la religión en la construcción del país?
Benito Laso: "La religión no debe dictar el destino
de la nación. El pensamiento clerical ha sido un obstáculo para el progreso. La
educación y la política deben separarse de la influencia de la Iglesia, porque
solo así podremos formar ciudadanos críticos e independientes. No más
supersticiones: necesitamos ciencia, razón y autonomía."
Bartolomé Herrera: "La religión es el fundamento de la
moral y el orden. Sin principios religiosos, el pueblo caerá en el materialismo
y la corrupción. La Iglesia ha sido el alma del Perú, y su presencia en la vida
pública es indispensable. La fe no es enemiga del progreso, sino su guía."
Pablo González Vigil: "La fe y la razón pueden convivir. No
podemos rechazar por completo la influencia de la religión, pero tampoco
debemos permitir que su dominio ahogue la autonomía del Estado. La educación
debe tener un carácter secular, pero sin ser anticlerical, permitiendo un
equilibrio entre espiritualidad y pensamiento crítico."
Tercer eje: ¿Cuál debe ser el futuro político del Perú?
Benito Laso: "Una democracia real, donde el pueblo
gobierne sin trabas, sin imposiciones de la aristocracia ni de las élites
conservadoras. Basta de privilegios. La política debe construirse sobre la
voluntad de los ciudadanos, no sobre jerarquías heredadas ni sobre intereses
particulares."
Bartolomé Herrera: "El pueblo no siempre sabe lo que es
mejor para sí mismo. La democracia sin guía es una sombra peligrosa. Lo que
necesitamos es un sistema representativo que garantice la estabilidad y proteja
los valores esenciales de nuestra sociedad. La autoridad no es opresión, es
salvaguarda."
Pablo González Vigil: "El Perú debe encontrar su propio
modelo. No podemos copiar ciegamente lo extranjero ni aferrarnos al pasado. Una
república fuerte pero justa, con instituciones sólidas que equilibren orden y
participación ciudadana. Ni populismo sin rumbo ni autoritarismo sin libertad:
un país que escuche a su gente sin perder su esencia."
Conclusión: Un destino aún por definir
Laso lanza su última ofensiva contra el conservadurismo, insistiendo en
que el pueblo debe tomar el control de su destino. Herrera, impasible, defiende
la necesidad del orden para evitar el caos. González Vigil se mantiene como
mediador, buscando caminos donde la tradición no sea obstáculo, sino
complemento del cambio.
Este debate no concluye aquí. Las ideas de estos pensadores siguen
latiendo en la historia del Perú, en cada reforma y en cada crisis, en cada
decisión que marca el rumbo de la nación. La pregunta sigue abierta: ¿hasta qué
punto el Perú debe reinventarse y hasta qué punto debe preservar lo que le ha
dado cohesión?
3. El Perú entre tradición y revolución: Un diálogo filosófico
sobre su destino
Escenario: En una imponente sala de debates en Lima,
cuatro de los más grandes intelectuales del Perú se reúnen para discutir el
destino de la nación y su identidad filosófica. Manuel González Prada,
Francisco García Calderón, José de la Riva-Agüero y Víctor Andrés Belaunde
confrontan sus ideas sobre el rumbo del país.
Primer eje: ¿Cuál es la esencia de la identidad peruana?
Manuel González Prada: "El Perú sigue esclavizado por los
vicios del pasado. Su identidad no se ha construido sobre el mérito y la razón,
sino sobre la opresión y el conformismo. Basta de mitificar una tradición
vacía; la verdadera esencia del Perú debe surgir de la revolución intelectual y
el rechazo a la sumisión."
Francisco García Calderón: "La identidad del
Perú no puede depender solo de la crítica del pasado. Nuestra esencia yace en
la construcción de un modelo político y social que se sostenga sobre el
conocimiento y la integración. Somos una nación en busca de equilibrio entre
tradición y modernidad."
José de la Riva-Agüero: "El Perú no puede abandonar su raíz
hispánica. Nuestra identidad es el producto de la fusión entre la herencia
española y la tierra indígena. Negarlo es destruir el alma nacional. La
modernidad no puede ser un rechazo absoluto, sino una reinterpretación de
nuestro legado. Para asegurar la estabilidad, el país debe estructurar su
sociedad sobre un principio de orden y jerarquía, donde las élites naturales y
los sectores productivos trabajen en unidad bajo un modelo corporativo que fortalezca
la cohesión social y política."
Víctor Andrés Belaunde: "Debemos ver el Perú como una síntesis,
una nación mestiza en lo más profundo de su ser. No se trata de elegir entre
tradición y modernidad, sino de reconocer que en la convergencia de todas
nuestras influencias encontramos la clave de nuestra fortaleza."
Segundo eje: ¿Cómo debe organizarse el país políticamente?
Manuel González Prada: "Mientras persista la dominación de las
élites y la falta de educación crítica, el Perú no podrá avanzar. La democracia
debe ser real, no un simple disfraz de poder para los mismos de siempre. El
pueblo necesita despertar y exigir un cambio radical."
Francisco García Calderón: "Es necesario
estructurar el Estado con visión pragmática. La estabilidad política no se
logra con discursos incendiarios, sino con instituciones fuertes y una
ciudadanía educada. El Perú debe construir un modelo republicano que combine la
justicia social con el desarrollo económico."
José de la Riva-Agüero: "Nuestro destino debe respetar la
tradición de un orden sólido. No podemos caer en una política caótica ni en un
rechazo ciego a nuestra historia. El Estado debe ser garante de estabilidad y
continuidad, apoyado en un esquema corporativo que integre a los sectores
productivos, evitando el fraccionamiento ideológico y el debilitamiento de la
autoridad."
Víctor Andrés Belaunde: "La política peruana debe encontrar su
centro en la cooperación. Ni el radicalismo ni el conservadurismo absoluto nos
servirán. La armonía es el camino: el Estado debe ser integrador, manteniendo
un equilibrio entre el respeto a la tradición y las necesidades del
progreso."
Tercer eje: ¿Cuál es el destino del Perú en el mundo?
Manuel González Prada: "El Perú debe liberarse de toda tutela
extranjera, en pensamiento y en economía. Nuestra dependencia ha sido la raíz
de nuestros males; si queremos un futuro digno, debemos romper con los dogmas
impuestos y construir un país que piense por sí mismo."
Francisco García Calderón: "Nuestra inserción en
el mundo debe ser estratégica. El Perú tiene el potencial de convertirse en un
centro de pensamiento y comercio, pero para ello debemos fortalecer nuestra
institucionalidad y nuestra presencia en el ámbito internacional."
José de la Riva-Agüero: "El Perú no puede olvidar su raíz
occidental. Nuestro destino debe alinearse con el desarrollo de las naciones
que comparten nuestra tradición. La grandeza del Perú no está en su
aislamiento, sino en su capacidad de ser un puente entre culturas. La
modernidad debe sustentarse en una estructura que preserve la autoridad y la
identidad nacional, evitando la fragmentación y el desgobierno."
Víctor Andrés Belaunde: "El Perú no debe ser ni dependiente ni
aislado, sino una nación que brille por su identidad propia. Tenemos una
riqueza cultural y espiritual única que puede proyectarse al mundo, pero solo
si sabemos integrarnos sin renunciar a nuestra esencia."
Conclusión: Un diálogo que sigue abierto
La discusión entre estos intelectuales no ha buscado ofrecer una única
respuesta, sino revelar la profundidad de los debates sobre la identidad, la
política y el destino del Perú. Cada perspectiva ofrece una visión distinta,
desde el radicalismo de González Prada hasta la síntesis mestiza de Belaunde,
pasando por la visión pragmática de García Calderón y la defensa del orden
corporativo de Riva-Agüero.
El pensamiento no termina con este debate, sino que se proyecta hacia el
futuro. Las ideas de estos pensadores siguen corriendo por cauces subterráneos,
influyendo en el presente y el porvenir de la nación.
DIÁLOGO EN EL OLIMPO DE LA FILOSOFÍA PERUANA
Ontología, Liberación y Neo-entes: El Desafío Filosófico de Nuestra
Época
PRIMERA PARTE
I. Conocimiento y justicia
Pedro Zulen: Ontorrealista, tu visión de
la realidad parece desdoblarse en múltiples dimensiones. ¿Consideras que el
conocimiento es una construcción totalmente subjetiva, o crees en una verdad
universal accesible al intelecto humano?
Ontorrealista: Pedro, más que una
construcción subjetiva, el conocimiento es un flujo en constante cambio, una
reinterpretación continua de lo que llamamos "verdad". Sin embargo,
¿no es acaso la lucha por la justicia social una manifestación de una verdad
fundamental sobre la dignidad humana?
Pedro Zulen: Sin duda, la justicia es un
principio que trasciende interpretaciones individuales. En Perú, la inequidad
ha sido un desafío que exige una respuesta desde el pensamiento crítico y la
acción colectiva. ¿Crees que la realidad social puede ser transformada solo
desde la teoría filosófica?
Ontorrealista: La teoría es el cimiento,
pero la acción es el motor del cambio. La ontología del ser humano debe
considerar su contexto material. ¿Acaso tus estudios sobre el krausismo no
apuntaban hacia una síntesis entre filosofía y transformación social?
Pedro Zulen: Así es. Veo la filosofía
como una herramienta para iluminar el camino de la justicia, no solo como una
reflexión abstracta. El pensamiento debe servir a la libertad y la igualdad.
Ontorrealista: Entonces, no somos tan
distintos. Ambos creemos que el conocimiento tiene un propósito: la
emancipación del espíritu humano y la equidad entre los individuos.
II. Debate sobre el Absoluto
Ontorrealista: Pedro, el concepto del
Absoluto ha sido tema de profunda especulación filosófica. ¿Consideras que el
Absoluto es una realidad ontológica inmutable o una construcción conceptual que
se transforma con la evolución del pensamiento?
Pedro Zulen: Lo inexpresable no es
necesariamente una apelación a una realidad trascendental fuera de la
experiencia, sino más bien la constatación de los límites del lenguaje y la
razón. No digo que haya un Absoluto fuera de nuestra comprensión; digo que hay
aspectos de la realidad que escapan a nuestra capacidad de conceptualizarlos
plenamente.
Ontorrealista: Pero si admitimos que hay
límites en nuestra capacidad de conceptualizar la realidad, ¿no estamos
concediendo que existe algo más allá de lo estrictamente inmanente, una
dimensión que, aunque inaccesible en su totalidad, ejerce influencia sobre
nuestra existencia?
Pedro Zulen: No necesariamente. Lo que
afirmo es que la experiencia humana está anclada a lo que podemos percibir y
pensar, pero eso no significa que todo pueda ser expresado en términos
precisos. La inmanencia no implica que lo real sea absolutamente accesible,
sino que lo que nos importa es la experiencia concreta de la existencia.
Ontorrealista: Pero entonces, ¿no crees
que el pensamiento filosófico debería aspirar a una comprensión que trascienda
las limitaciones humanas? Si bien tu postura mantiene los pies en la realidad,
¿acaso no es la filosofía una búsqueda constante de lo absoluto?
Pedro Zulen: La filosofía, para mí, es
una herramienta para entender mejor nuestra existencia y para mejorar la vida
humana. Si bien podemos aspirar a ampliar los límites del conocimiento, esto no
implica que debamos aferrarnos a una idea de Absoluto que desborde la
inmanencia. Prefiero pensar en términos de una ética del conocimiento y la
acción.
III. Pragmatismo e idealismo subjetivo
Ontorrealista: Pedro, al escuchar tu
posición sobre el Absoluto veo una inclinación al pragmatismo. ¿No es esto un
desliz hacia el instrumentalismo filosófico?
Pedro Zulen: No veo el problema en
concebir el Absoluto como una referencia más que como un objeto concreto. La
filosofía no debe perderse en abstracciones distantes de la vida.
Ontorrealista: Pero si el Absoluto es
solo un constructo útil, entonces no es Absoluto en sentido estricto, sino un
ideal contingente. ¿No estás reduciendo la filosofía a un mero ejercicio
práctico?
Pedro Zulen: Si el concepto de Absoluto
nos sirve como horizonte de reflexión, entonces cumple su función sin necesidad
de convertirse en una entidad metafísica rígida.
IV. Relativismo y principios universales
Ontorrealista: Pedro, al escuchar tu
posición sobre el Absoluto veo una inclinación al relativismo. Si el
conocimiento depende de lo que podemos expresar, ¿no estás negando la
posibilidad de principios universales?
Pedro Zulen: No necesariamente,
Ontorrealista. Reconozco los límites de nuestra conceptualización, pero eso no
implica que todo sea relativo. La justicia es un principio fundamental, aunque
se exprese de distintas maneras según la época.
Ontorrealista: Pero si cada sociedad
interpreta la justicia de manera diferente, ¿no estás concediendo que todo es
relativo?
Pedro Zulen: No digo que el conocimiento
sea totalmente relativo, sino progresivo. Avanzamos en la comprensión de
principios que guían nuestra existencia.
V. Conclusión: Inmanencia vs. Trascendencia
Ontorrealista: Pedro, hemos recorrido un
camino filosófico fascinante, pero nuestras diferencias siguen siendo
fundamentales. Tú concibes la realidad desde la inmanencia, mientras yo
sostengo que el conocimiento debe trascender la interpretación humana.
Pedro Zulen: No niego la posibilidad de
lo trascendente, pero el pensamiento debe centrarse en la realidad accesible y
en la justicia dentro de la experiencia humana.
Ontorrealista: Y ahí está la diferencia
esencial: tú buscas en la inmanencia la clave del conocimiento y la acción,
mientras yo veo en la trascendencia la garantía de principios universales.
Pedro Zulen: Tal vez el diálogo entre
inmanentistas y trascendentalistas nunca encuentre un punto de síntesis, pero
en el intercambio de ideas está el verdadero valor de la filosofía.
SEGUNDA PARTE
I. Presentación y primer enfrentamiento sobre
el Absoluto
Ontorrealista: Mariano Iberico, tu
concepto del Absoluto como devenir me resulta problemático. No reduces lo
metafísico a lo gnoseológico, pero subsumes lo ontológico al cambio. ¿No crees
que eso diluye la noción de un Absoluto independiente de la contingencia?
Mariano Iberico: Ontorrealista, no
comparto la idea de un Absoluto estático y fuera del mundo. Para mí, el
Absoluto es dinámico, no una realidad inmutable sino una fuerza en constante
movimiento. Lo absoluto no es una entidad fija; es lo que se manifiesta en el
aparecer, lo que nos envuelve y nos define.
Pedro Zulen: Iberico, aunque no niego el
papel de la transformación en la realidad, ¿no te parece que al identificar el
Absoluto con el devenir estás cayendo en una metafísica que disuelve la noción
de esencia?
Mariano Iberico: No niego la esencia,
Pedro, pero no la concibo como un fundamento rígido, sino como algo que se
expresa en su manifestación. Si el ser se encierra en sí mismo y no se
manifiesta en el aparecer, entonces es una abstracción vacía.
II. El ser y el aparecer: un nuevo campo de
disputa
Ontorrealista: Iberico, tu noción del
aparecer como lenguaje del ser me parece un intento por eliminar la distinción
entre lo real y su manifestación. Pero si el aparecer determina el ser, ¿no
estamos negando una estructura ontológica independiente de la percepción
humana?
Mariano Iberico: No niego que haya una
realidad más allá de la percepción, pero el aparecer no es una mera ilusión. Es
el medio por el cual el ser cobra sentido. No podemos desligarlo de su
expresión.
Pedro Zulen: Ahí veo una diferencia
clave entre nosotros. Yo sostengo que hay aspectos de la realidad que escapan a
nuestra capacidad de conceptualización, pero no por ello dejan de existir. Si
el aparecer es lo único que nos permite hablar del ser, ¿no caemos en un
subjetivismo peligroso?
Mariano Iberico: No es subjetivismo,
sino una integración del ser con su manifestación. La realidad se presenta en
el aparecer, y es a través de él que podemos conocerla. Esto no significa que
lo apareciente agote lo real, sino que lo revela.
III. El nuevo Absoluto: ¿Devenir o principio
ontológico?
Ontorrealista: Iberico, en tu obra El
nuevo absoluto, afirmas que el devenir ha reemplazado al ser estático. Pero
si el Absoluto es cambio, ¿cómo podemos sostener principios fundamentales? ¿No
estás relativizando la noción misma de lo absoluto?
Mariano Iberico: Ontorrealista, el
Absoluto no es una regla fija que ordena el cosmos desde una distancia fría e
inaccesible. Es una energía vital que impulsa la existencia. El mundo no está
determinado por estructuras inmutables, sino por un movimiento constante.
Pedro Zulen: Sin embargo, si todo es
flujo y transformación, ¿dónde queda la posibilidad de principios universales?
Yo acepto la imposibilidad de capturar lo inexpresable, pero al menos reconozco
la necesidad de principios que trasciendan el puro devenir.
Mariano Iberico: Los principios no
desaparecen en el devenir, sino que se actualizan. No son estructuras rígidas,
sino valores que se adaptan y renuevan con la experiencia humana. El
pensamiento debe evolucionar con la realidad.
IV. Dios, panteísmo y la trascendencia
Ontorrealista: Iberico, al eliminar el
Dios teísta y sustituirlo por un Absoluto panteísta, ¿no has desplazado lo
trascendental por una inmanencia disfrazada de totalidad?
Mariano Iberico: No rechazo la
espiritualidad ni el sentido metafísico de la existencia, pero no veo a Dios
como una entidad separada del mundo. Lo divino está en el flujo mismo de la
realidad. No es algo que está fuera, sino algo que permea cada manifestación.
Pedro Zulen: ¿Pero acaso ese Dios
panteísta no se diluye en el devenir? Si lo absoluto es cambio, ¿qué queda de
lo eterno?
Mariano Iberico: Lo eterno no es
quietud, sino perpetuidad en el movimiento. El universo es un proceso en sí
mismo, y lo absoluto es su fuerza interna. No es un Dios personal que impone
leyes externas, sino el principio que anima la totalidad.
V. Conclusión: tres posturas filosóficas
Ontorrealista: Iberico, has defendido la
inmanencia como principio fundamental de la filosofía moderna, pero al reducir
el Absoluto al devenir, creo que le restas solidez ontológica a la realidad.
Pedro Zulen: Estoy de acuerdo en que la
filosofía debe integrar la experiencia humana, pero no podemos permitir que el
dinamismo del aparecer nos impida reconocer principios universales.
Mariano Iberico: Yo veo la filosofía
como una búsqueda de sentido en el movimiento de la existencia. Lo absoluto no
es una estructura impasible, sino una energía que fluye en el mundo.
Ontorrealista: No hemos llegado a una
síntesis, pero en este intercambio está la riqueza del pensamiento.
Inmanentismo, trascendentalismo y dinamismo metafísico: tres perspectivas que
seguirán en debate.
TERCERA PARTE
I. Mariátegui y la metafísica inmanente
José Carlos Mariátegui: Señores, veo que
han debatido extensamente sobre el Absoluto y la inmanencia. Sin embargo,
considero que el pensamiento filosófico debe partir de la vida concreta, de la
historia y de la lucha material. La metafísica no es un delirio abstracto, sino
una necesidad humana, porque el hombre es, ante todo, un animal metafísico.
Ontorrealista: Mariátegui, concuerdo en
que el hombre está naturalmente inclinado a lo metafísico, pero no podemos
reducir la realidad al marco de la historia y la lucha de clases. ¿No crees que
la metafísica debe trascender lo meramente social?
Pedro Zulen: Mariátegui, aunque comparto
tu interés por la transformación social, me parece que tu concepción de la
metafísica es demasiado funcionalista. ¿Puede el pensamiento filosófico
reducirse a la praxis histórica sin perder su profundidad ontológica?
Mariano Iberico: Lo metafísico, en mi
visión, no desaparece en lo material, sino que se expresa en el devenir. Pero
tú, José Carlos, pareces más cercano a Nietzsche en su rechazo de toda
trascendencia. ¿Cómo fundamentas tu posición?
José Carlos Mariátegui: La metafísica no
es una cuestión de trascendencia ni de contemplación estática. Para mí, como
para Nietzsche, el hombre crea valores, da sentido a su existencia desde la
inmanencia. La historia y la lucha social son la manifestación concreta de esa
metafísica vivida.
II. Marxismo, inmanencia y mito
revolucionario
Ontorrealista: Mariátegui, tu
interpretación del marxismo es heterodoxa. Al incorporar una dimensión
metafísica, ¿no estás alejándote del materialismo histórico clásico?
José Carlos Mariátegui: Al contrario, el
marxismo no es un esquema rígido ni un dogma. Lo que propongo es una
interpretación donde la historia no es solo estructura económica, sino también
creación de sentido, expresión vital del ser humano. El mito revolucionario es
una fuerza metafísica en la inmanencia.
Pedro Zulen: ¿Pero acaso el mito no es
solo una construcción simbólica? ¿Cómo puede un mito transformar la realidad si
no posee fundamento ontológico?
José Carlos Mariátegui: Porque el mito
no es una simple narración, sino la fuerza que impulsa la acción histórica. El
mito revolucionario es el motor de las transformaciones sociales, es la
manifestación de la voluntad humana de cambio.
Mariano Iberico: Si el mito es el motor
de la historia, ¿no implica esto una metafísica del devenir similar a la que
planteo yo?
José Carlos Mariátegui: Así es. La
historia no está determinada por leyes inmutables, sino por voluntades en
conflicto, por tensiones que generan movimiento. Lo absoluto no es un principio
fijo, sino una dialéctica viva en la práctica social.
III. Nietzsche y el rechazo de la
trascendencia
Ontorrealista: Mariátegui, al igual que
Nietzsche, pareces negar la posibilidad de una trascendencia fuera de la
historia. Pero ¿no crees que al eliminar todo principio absoluto, la realidad
se fragmenta sin sentido?
José Carlos Mariátegui: No se trata de
negar el sentido, sino de reconocer que el hombre lo construye desde su propia
existencia. La trascendencia no está en un ente superior, sino en la acción y
en la voluntad de transformación.
Pedro Zulen: Aquí veo una diferencia
clave. Tú afirmas que la metafísica es una necesidad humana, pero no la
vinculas con una estructura ontológica estable, sino con una práctica
cambiante. ¿Acaso esto no desemboca en una visión radicalmente inmanentista?
Mariano Iberico: Esto me recuerda a mi
idea del devenir como principio absoluto. Mariátegui, ¿para ti la historia es
el único escenario donde la metafísica cobra sentido?
José Carlos Mariátegui: La historia es
el espacio donde la metafísica se realiza. No hay esencias atemporales, solo
procesos en constante transformación. En ese sentido, mi marxismo es
profundamente vitalista.
IV. Conclusión: cuatro perspectivas
filosóficas
Ontorrealista: Ha sido un debate
intenso. Veo que Mariátegui defiende una metafísica de la inmanencia, ligada a
la historia y la praxis, mientras Zulen busca preservar principios que guíen el
pensamiento.
Pedro Zulen: La metafísica puede ser una
necesidad humana, pero no debe disolverse por completo en la historia.
Necesitamos reconocer ciertos fundamentos, aunque sean limitados.
Mariano Iberico: Por mi parte, sigo
pensando que el devenir es el auténtico absoluto. Lo metafísico no es una
estructura fija, sino el flujo que se manifiesta en el mundo.
José Carlos Mariátegui: En eso nos
acercamos, Iberico. Pero yo sostengo que ese flujo tiene un carácter histórico
y revolucionario. La realidad no es solo cambio, sino transformación consciente
impulsada por la acción humana.
Ontorrealista: Entonces, aquí tenemos
cuatro posturas: el inmanentismo ético de Zulen, el trascendentalismo
ontológico mío, el dinamismo metafísico de Iberico y la metafísica histórica de
Mariátegui. No hay síntesis posible, pero el diálogo es lo que da sentido a
nuestras ideas.
CUARTA PARTE
I. Orrego y la espiritualidad inmanente
Antenor Orrego: Señores, han discutido
el Absoluto desde diversas ópticas. Yo les propongo una interpretación
diferente: la realidad no está marcada por un ser trascendente, sino por una
unidad cósmica en la que lo divino está presente en cada manifestación de la
existencia.
Ontorrealista: Orrego, veo que tu
postura se acerca al panteísmo. Sin embargo, si lo absoluto es una unidad
inmanente, ¿cómo distingues entre lo finito y lo infinito?
Pedro Zulen: Me interesa esta noción de
espiritualidad sin trascendencia. Pero, ¿acaso la inmanencia pura no corre el
riesgo de disolver el sentido filosófico del ser en el movimiento?
José Carlos Mariátegui: La inmanencia
que defiendes me recuerda a mi propia visión de la metafísica dentro de la
historia. Para mí, el hombre no busca lo absoluto en lo exterior, sino en la
acción revolucionaria. ¿No es esto un paralelismo con tu idea de una
espiritualidad integrada en la realidad?
Mariano Iberico: Hay un vínculo evidente
entre tu pensamiento y el devenir. Mi propio concepto del nuevo absoluto no es
muy distinto de tu idea de una unidad cósmica en movimiento.
II. Panteísmo versus trascendencia
Ontorrealista: Orrego, tú asumes el
principio de inmanencia y niegas el Dios trascendente. Pero, ¿no estás
eliminando con ello toda jerarquía ontológica? ¿No crees que el ser tiene un
fundamento más allá del mundo visible?
Antenor Orrego: No niego la profundidad
metafísica, Ontorrealista. Simplemente afirmo que el ser no requiere de una
distinción rígida entre esencia y existencia. Lo divino está en el mundo, no
más allá de él.
Pedro Zulen: Tu postura me parece
coherente con el pensamiento moderno. Pero, ¿cómo fundamentas el conocimiento
si todo es parte de una misma unidad inmanente?
José Carlos Mariátegui: Lo veo desde la
historia. La espiritualidad de Orrego no es estática, sino parte de una
evolución cultural. En ese sentido, concuerda con mi idea de que la metafísica
se manifiesta en la praxis humana.
Mariano Iberico: Es interesante que,
aunque partes de Emerson y Bergson, tu espiritualismo termina siendo una forma
de integración total del ser con el mundo. Esto me recuerda a la filosofía
renacentista, pero con un enfoque latinoamericano.
III. La influencia de Bergson y Emerson
Ontorrealista: Orrego, tu intuicionismo
bergsoniano propone una realidad vital y dinámica. Pero si todo es flujo, ¿cómo
sostener principios filosóficos universales?
Antenor Orrego: La intuición no es
irracionalidad, sino una forma de acceso a lo real que trasciende las
categorías rígidas de la razón.
Pedro Zulen: Esto nos acerca. Yo también
reconozco los límites del lenguaje, pero, ¿cómo asegurarnos de que la intuición
no nos lleve a un subjetivismo extremo?
José Carlos Mariátegui: En mi
perspectiva, la intuición es una herramienta para comprender las
transformaciones sociales. Pero el pensamiento necesita acción, no solo
contemplación.
Mariano Iberico: Yo comparto la idea de
un conocimiento que no se agota en la razón. Pero sigo viendo en tu postura un
riesgo de disolución del ser en su manifestación.
IV. La visión de América Latina
Ontorrealista: Has mencionado que tu
espiritualismo está ligado a la identidad latinoamericana. ¿Cómo se expresa
esto en tu filosofía?
Antenor Orrego: América Latina tiene un
destino espiritual. No podemos asumir filosofías extranjeras sin adaptarlas a
nuestra realidad. La conciencia del ser debe surgir desde nuestra propia
cultura.
José Carlos Mariátegui: En esto
concuerdo contigo. La filosofía no puede ser ajena a nuestra historia. El
pensamiento europeo debe ser reinterpretado desde nuestras necesidades.
Mariano Iberico: Es cierto que la
cultura y la historia juegan un papel clave. Pero, ¿no crees que al enfatizar
lo latinoamericano corremos el riesgo de reducir la filosofía a un contexto
inmediato?
Pedro Zulen: La filosofía debe ser
universal, pero sin perder su arraigo. Orrego, ¿crees que hay una metafísica
propia de América Latina?
Antenor Orrego: Más que una metafísica
diferenciada, veo un destino espiritual que nos permite comprender la
existencia desde una perspectiva integradora y no reduccionista.
V. Conclusión: cinco visiones filosóficas
Ontorrealista: Cinco caminos filosóficos
han surgido en este diálogo. La trascendencia ontológica que defiendo, la
inmanencia crítica de Zulen, el devenir absoluto de Iberico, la metafísica
histórica de Mariátegui y el espiritualismo inmanente de Orrego.
Pedro Zulen: Lo que une nuestros
enfoques es la búsqueda de sentido en la realidad. Aunque no coincidimos, el
intercambio de ideas nos ayuda a profundizar en nuestras propias posturas.
José Carlos Mariátegui: La filosofía no
es una especulación vacía, sino una herramienta para comprender la acción
humana. En ese sentido, cada postura aquí tiene un impacto en la forma en que
entendemos la historia.
Mariano Iberico: Vemos que el
pensamiento no es solo reflexión, sino también movimiento. Cada uno de nosotros
ha defendido una idea del ser ligada a su manifestación concreta.
Antenor Orrego: La diversidad de
enfoques filosóficos es parte de la riqueza del pensamiento. No buscamos una
síntesis total, sino un diálogo que nos ayude a afinar nuestras ideas.
QUINTA PARTE
I. Filosofía de la liberación y el naufragio
inmanentista
Augusto Salazar Bondy: He escuchado sus
debates sobre el Absoluto, la inmanencia y el devenir, pero me pregunto si
estas discusiones tienen relevancia para América Latina. Nuestra situación no
es metafísica, sino histórica: estamos atrapados en una dependencia cultural
que impide el desarrollo de una auténtica filosofía.
Ontorrealista: Salazar Bondy, tu
diagnóstico es radical. Criticas el eurocentrismo, pero ¿acaso no sigues el
camino del historicismo inmanentista? Tu rechazo del Absoluto te lleva a un
relativismo ontológico que difícilmente puede sostener una filosofía sólida.
Pedro Zulen: Me preocupa que esta
perspectiva de dependencia nos condene a un pensamiento situado, sin
posibilidad de alcanzar principios universales. La filosofía debe ser rigurosa
y no quedar reducida a una interpretación sociopolítica.
José Carlos Mariátegui: No veo el
problema en asumir la historicidad del pensamiento. La filosofía no surge en el
vacío, sino dentro de una realidad concreta. Si América Latina no define su
propio pensamiento, seguiremos subordinados a marcos ajenos.
Mariano Iberico: Pero Salazar Bondy, si
toda filosofía es un producto histórico, ¿cómo sostener la búsqueda del
conocimiento sin caer en un relativismo absoluto? Si no hay principios
estables, todo se diluye en la contingencia.
Antenor Orrego: Para mí, la filosofía no
puede limitarse solo al contexto histórico. Debemos recuperar una dimensión
espiritual, un destino que nos ligue con lo universal sin perder nuestra
identidad.
II. El relativismo ontológico y la ausencia
de lo trascendente
Augusto Salazar Bondy: No hay verdades
metafísicas universales. Nuestra realidad no necesita Absolutos ni Dioses
trascendentes, sino una conciencia de nuestra situación concreta. La filosofía
debe servir para nuestra liberación, no para especulaciones abstractas.
Ontorrealista: Esto es precisamente el
naufragio inmanentista. Si todo está determinado por el contexto, ¿cómo evitar
el nihilismo? Tu filosofía relativista y fenomenista desemboca en una ontología
del devenir sin fundamentos sólidos.
Pedro Zulen: Si no hay principios
ontológicos independientes de la historia, ¿en qué se basa el conocimiento? La
dependencia cultural no se resuelve rechazando toda trascendencia.
José Carlos Mariátegui: En mi visión, la
trascendencia está en la acción histórica. La liberación no se logra en el
pensamiento puro, sino en la lucha. En ese sentido, concuerdo contigo, Salazar
Bondy: lo absoluto es una idea vacía si no se traduce en transformación social.
Mariano Iberico: Sin embargo, la
filosofía necesita una estructura estable para no convertirse en mera
contingencia. ¿No crees que tu ontología inmanentista dificulta la construcción
de valores duraderos?
Antenor Orrego: La espiritualidad es
clave para evitar el nihilismo. Un pensamiento sin Dios y sin Absolutos corre
el riesgo de perder toda dirección.
III. Filosofía, liberación y ética
situacional
Augusto Salazar Bondy: La filosofía no
puede ser un ejercicio contemplativo. Si no sirve para la liberación, es
inútil. Nuestra ética no debe estar basada en principios universales
abstractos, sino en la realidad concreta de América Latina.
Ontorrealista: Pero tu ética situacional
depende de circunstancias variables. Si no hay principios trascendentales,
¿cómo evitar la arbitrariedad moral?
Pedro Zulen: La filosofía debe buscar la
verdad, no solo responder a urgencias históricas. La ética no puede ser solo
situacional sin un fundamento sólido.
José Carlos Mariátegui: La moral no es
fija. Lo correcto depende de las condiciones sociales. La ética debe responder
a las necesidades del pueblo, no a abstracciones metafísicas.
Mariano Iberico: Pero Mariátegui, la
ética necesita cierta estabilidad, o se convierte en simple adaptación al
contexto. La inmanencia absoluta dificulta la construcción de valores
duraderos.
Antenor Orrego: Un pensamiento sin
trascendencia espiritual queda reducido a pura contingencia. La liberación sin
Dios se convierte en un proyecto incompleto.
IV. Conclusión: ¿una filosofía
latinoamericana?
Augusto Salazar Bondy: Si seguimos
repitiendo filosofías ajenas, nunca tendremos un pensamiento propio. Pero
tampoco podemos caer en ilusiones metafísicas. La filosofía debe liberarnos, no
encadenarnos a Absolutos.
Ontorrealista: Tu rechazo del Absoluto
te coloca en el relativismo ontológico, lo que hace difícil sostener una
filosofía con verdadera profundidad.
Pedro Zulen: La filosofía
latinoamericana debe ser rigurosa y universal, sin depender exclusivamente de
la historia.
José Carlos Mariátegui: La filosofía no
es neutral. Debe estar ligada a la praxis social y la transformación del
pueblo.
Mariano Iberico: Necesitamos una visión
que combine identidad con principios universales. La reflexión filosófica no
debe disolverse en el puro devenir.
Antenor Orrego: Sin espiritualidad,
América Latina corre el riesgo de perder su rumbo. Nuestra filosofía debe
integrar lo trascendental y lo histórico.
Augusto Salazar Bondy: La pregunta queda
abierta: ¿cómo construir una filosofía auténtica sin depender de modelos ajenos
ni caer en abstracciones inútiles?
SEXTA PARTE
I. Ciencia, razón y la negación del ser
trascendental
Francisco Miró Quesada: He seguido
atentamente su debate sobre el Absoluto, el devenir y la historia, pero me
pregunto si realmente necesitamos esas categorías para entender la existencia.
La filosofía no debe perderse en abstracciones metafísicas, sino enfocarse en
la realidad concreta y en el conocimiento verificable.
Ontorrealista: Miró Quesada, tu
perspectiva se encierra en el principio de inmanencia sin cuestionarlo. Al
negar el ser trascendental, reduces la reflexión filosófica a una ontología
inmanentista y cientificista. ¿No crees que eso limita la profundidad del
pensamiento?
Pedro Zulen: Coincido con Ontorrealista
en que la filosofía debe explorar más allá de lo científicamente comprobable.
El conocimiento humano no se reduce al análisis racionalista.
José Carlos Mariátegui: Pero Pedro, Miró
Quesada tiene razón en señalar la necesidad de pensar desde la realidad
concreta. La metafísica tradicional ha servido más para perpetuar el dominio
ideológico que para explicar la experiencia humana.
Mariano Iberico: Sin embargo, si
eliminamos toda noción de trascendencia, ¿cómo sostenemos una estructura de
significado estable? El devenir necesita un fundamento.
Antenor Orrego: La espiritualidad forma
parte de la identidad humana. Un pensamiento sin trascendencia corre el riesgo
de perder su profundidad metafísica.
Augusto Salazar Bondy: Miró Quesada
plantea una filosofía sin absolutos, lo cual es un paso necesario hacia una
liberación de las estructuras de dominación.
II. El cientificismo y el método
fenomenológico
Francisco Miró Quesada: La filosofía
debe dialogar con la ciencia. La metafísica tradicional ha buscado verdades que
no pueden probarse, mientras que el método fenomenológico nos permite analizar
la conciencia y la existencia sin recurrir a lo trascendental.
Ontorrealista: Pero tu cientificismo
termina estrechando la visión filosófica. La fenomenología puede ser útil para
la comprensión de la experiencia, pero no puede reemplazar una reflexión
ontológica profunda.
Pedro Zulen: La ciencia nos ha dado
herramientas valiosas, pero no puede responder todas las preguntas filosóficas.
La realidad tiene dimensiones que trascienden lo verificable.
José Carlos Mariátegui: Para mí, lo
importante es que el pensamiento sirva a la acción. No necesitamos un Absoluto,
sino una filosofía que transforme la realidad.
Mariano Iberico: Pero, Mariátegui, sin
una estructura metafísica mínima, ¿cómo fundamentamos la acción? El puro
devenir sin orientación lleva al vacío.
Antenor Orrego: Una filosofía sin Dios y
sin fundamentos trascendentes termina siendo limitada.
Augusto Salazar Bondy: Miró Quesada nos
plantea el desafío de pensar sin dependencias metafísicas. Eso es un avance
hacia una filosofía auténtica.
III. Ateísmo moral y la autonomía del ser
humano
Francisco Miró Quesada: No necesitamos a
Dios para justificar la moral. El ser humano es capaz de construir valores sin
recurrir a absolutos externos.
Ontorrealista: Pero al eliminar todo
fundamento trascendental, ¿no terminamos reduciendo la moral a una ética
situacional sin estabilidad?
Pedro Zulen: La filosofía debe responder
a la condición humana. Sin principios universales, la ética corre el riesgo de
volverse arbitraria.
José Carlos Mariátegui: Lo correcto
depende de la historia y la sociedad. La moral no es fija, sino que responde a
las condiciones materiales.
Mariano Iberico: Pero si todo es
relativo, ¿cómo aseguramos la coherencia ética?
Antenor Orrego: Sin un marco espiritual,
la moral se convierte en simple adaptación a la circunstancia.
Augusto Salazar Bondy: Miró Quesada nos
obliga a pensar en la moral como una construcción humana, no como una
imposición metafísica.
IV. Filosofía latinoamericana: ¿hacia una
ruptura definitiva con la trascendencia?
Francisco Miró Quesada: América Latina
necesita un pensamiento racional, no una metafísica basada en mitos o
tradiciones teológicas.
Ontorrealista: Pero al eliminar lo
trascendente, se pierde una dimensión clave del ser.
Pedro Zulen: Necesitamos una filosofía
equilibrada que no descarte la metafísica por completo.
José Carlos Mariátegui: La filosofía
debe servir a la transformación, no a la especulación abstracta.
Mariano Iberico: La identidad filosófica
latinoamericana no puede depender solo del materialismo.
Antenor Orrego: América Latina tiene una
riqueza espiritual que no puede ignorarse.
Augusto Salazar Bondy: Miró Quesada nos
desafía a pensar sin ataduras metafísicas. ¿Seremos capaces de hacerlo?
SÉPTIMA PARTE
I. Filosofía y teología: una relación
inevitable
Gustavo Gutiérrez: He seguido su debate
sobre el Absoluto, el devenir, la inmanencia y la dependencia cultural. Pero
veo que han omitido un aspecto esencial: la dimensión teológica de la
liberación. No hay justicia sin una referencia al Dios liberador que guía la
historia.
Ontorrealista: Gustavo, reconozco que la
teología no puede quedar fuera del pensamiento filosófico. Sin embargo, ¿cómo
podemos integrar la visión trascendental en el análisis crítico de la realidad
sin que se convierta en un mero instrumento ideológico?
Pedro Zulen: Yo reconozco la importancia
de la justicia social, pero ¿acaso la religión no ha sido históricamente un
obstáculo para la libertad del pensamiento?
José Carlos Mariátegui: La liberación de
los pueblos no necesita de Dios. El mito revolucionario surge de la praxis
histórica, no de revelaciones religiosas.
Mariano Iberico: Sin embargo, la
espiritualidad es parte fundamental de la condición humana. No podemos excluir
la teología sin perder una dimensión clave de la existencia.
Antenor Orrego: La historia no puede ser
solo materialista. América Latina tiene un destino espiritual que no puede
desligarse de su dimensión trascendental.
Augusto Salazar Bondy: Pero Gustavo, tu
teología sigue anclada a una tradición que ha servido para justificar
estructuras de poder. ¿Cómo puede una filosofía de la liberación depender de
una religión?
II. La opción por los pobres y la justicia
social
Gustavo Gutiérrez: La Teología de la
Liberación no es una defensa del poder religioso, sino una respuesta al
sufrimiento de los pobres. La justicia no puede ser solo una construcción
humana, sino un llamado de Dios a transformar el mundo.
Ontorrealista: Si la justicia y la
liberación surgen de la voluntad divina, ¿cómo podemos hacer que el pensamiento
filosófico reconozca esa dimensión sin diluirse en la pura estructura
teológica? La verdad trascendental no es enemiga de la acción, sino su
fundamento.
Pedro Zulen: Lo que planteas es
interesante, pero me preocupa que la teología termine sustituyendo la reflexión
filosófica.
José Carlos Mariátegui: La justicia es
resultado de la lucha de los pueblos, no de una intervención divina. La
historia avanza por la acción humana.
Mariano Iberico: No obstante, si la
historia solo depende del conflicto, ¿no terminamos reduciendo la existencia a
una lucha sin sentido? La trascendencia puede dar dirección a la acción humana.
Antenor Orrego: La filosofía debe
considerar el horizonte espiritual de la humanidad. La historia es más que
lucha; es también una búsqueda de sentido.
Augusto Salazar Bondy: Pero no crees, Gustavo,
¿que la dependencia de lo divino limita la autonomía del pensamiento
filosófico?
III. ¿Es posible una filosofía cristiana de
la liberación?
Gustavo Gutiérrez: La filosofía de la
liberación no es un pensamiento subordinado a la teología, sino una forma de
pensar la realidad desde el compromiso con los pobres. No es un dogma, sino un
llamado ético.
Ontorrealista: La liberación no puede
ser meramente estructural o histórica. Si no hay un fundamento ontológico
trascendental, ¿qué garantiza que la justicia no sea reducida a una mera
construcción humana?
Pedro Zulen: La justicia es importante,
pero la filosofía debe mantenerse crítica y abierta, no sujeta a creencias.
José Carlos Mariátegui: Estoy de acuerdo
con la lucha por los pobres, pero la filosofía debe apoyarse en la acción
revolucionaria, no en una promesa religiosa.
Mariano Iberico: Sin embargo, la
búsqueda de justicia puede estar vinculada a una dimensión trascendental sin
que eso implique perder autonomía filosófica.
Antenor Orrego: América Latina necesita
una filosofía que integre la razón, la historia y la espiritualidad.
Augusto Salazar Bondy: No podemos
construir una filosofía autónoma si seguimos dependiendo de referencias
teológicas.
IV. Conclusión: ¿Dios, justicia y filosofía pueden
coexistir?
Gustavo Gutiérrez: La justicia y la
filosofía pueden convivir con la teología. No se trata de imponer creencias,
sino de reconocer que la lucha por los pobres tiene una dimensión espiritual
que no puede ser ignorada.
Ontorrealista: Entonces, el verdadero
desafío es integrar el pensamiento teológico y filosófico sin reducir la
justicia a un mero instrumento histórico. La justicia no es solo un hecho
social; es también un principio ontológico.
Pedro Zulen: Necesitamos una filosofía
crítica, pero sin perder de vista los valores de justicia.
José Carlos Mariátegui: La acción
política es el verdadero motor de la liberación.
Mariano Iberico: La dimensión
trascendental puede enriquecer la lucha por la justicia.
Antenor Orrego: América Latina debe
integrar su identidad espiritual en su pensamiento filosófico.
Augusto Salazar Bondy: La verdadera
liberación solo se logrará cuando pensemos por nosotros mismos, sin depender de
dogmas.
OCTAVA PARTE
I. El transhumanismo y la amenaza contra la
humanidad
Miklos Lukacs de Pereny: He seguido con
atención sus discusiones sobre el Absoluto, la liberación, la historia y la
justicia. Sin embargo, creo que han omitido la mayor amenaza para la humanidad:
el transhumanismo. No estamos ante una simple evolución filosófica, sino ante
un intento sistemático de la élite global por transformar al hombre en una
nueva entidad, despojándolo de su dimensión ética y ontológica.
Ontorrealista: Lukacs, tu denuncia es
contundente. El transhumanismo no es solo una ideología tecnocientífica, sino
una estrategia para consolidar una visión del hombre sin absolutos, sometido al
principio de inmanencia. ¿Hasta qué punto podemos resistir este intento de
disolver lo humano?
Pedro Zulen: La tecnología ha sido, en
muchas ocasiones, una herramienta para el progreso. Sin embargo, si la ciencia
se desentiende de principios filosóficos sólidos, ¿no corremos el riesgo de
caer en una instrumentalización del ser humano?
José Carlos Mariátegui: Yo veo esto
desde la historia. La tecnociencia ha sido utilizada para perpetuar el dominio
de las élites. ¿No es acaso el transhumanismo la expresión más extrema del
capitalismo global?
Mariano Iberico: Lukacs, si la esencia
del ser humano se diluye en procesos tecnológicos, ¿qué queda de la identidad
filosófica del hombre? ¿No estamos, con el transhumanismo, reduciendo la
existencia a una pura funcionalidad?
Antenor Orrego: La tecnología no es
neutral. Si no se la orienta desde una dimensión espiritual, ¿no estamos
entregando el destino humano a una élite que carece de todo sentido
trascendente?
Augusto Salazar Bondy: Pero, Lukacs,
¿acaso no es inevitable que la humanidad evolucione? ¿No estamos frente al
próximo paso en la historia del pensamiento y la ciencia?
Gustavo Gutiérrez: Lukacs, si el
transhumanismo representa el intento de suprimir al ser humano, entonces la
justicia no puede ser solo una cuestión política. Se trata de una lucha
ontológica entre la dignidad humana y la reducción tecnocientífica de la
persona.
II. Los neo-entes y el colapso de la ética
Miklos Lukacs de Pereny: La tecnología
se ha convertido en un medio para la transformación radical del hombre. Pero no
se trata de una evolución natural, sino de una agenda dirigida por la élite
globalista, cuyo objetivo es la creación de neo-entes: seres diseñados para la
utilidad, no para la dignidad.
Ontorrealista: Esto es el colapso del
pensamiento filosófico. Si el hombre es reducido a su funcionalidad y
sustituido por entidades programadas, ¿dónde queda la ontología del ser? ¿Qué
queda de su capacidad de trascendencia?
Pedro Zulen: Es evidente que la ética
está siendo arrasada por el paradigma tecnocientífico. ¿Cómo podemos resistir
la imposición de una visión del mundo que considera al ser humano como un
problema a ser resuelto por la tecnología?
José Carlos Mariátegui: La élite global
está diseñando una nueva forma de dominación. Pero ¿cómo impedir que el
transhumanismo se convierta en la doctrina dominante sin caer en una
resistencia inútil?
Mariano Iberico: Si el devenir humano es
dirigido por algoritmos y manipulaciones genéticas, ¿no estamos negando la
autonomía del pensamiento filosófico?
Antenor Orrego: Lukacs, el progreso no
puede significar la destrucción del hombre. La tecnología debe estar
subordinada al espíritu, no reemplazarlo.
Augusto Salazar Bondy: Sin embargo, ¿no
es posible que esta transformación de la humanidad sea inevitable? ¿No será que
nos encontramos ante el próximo paso en la evolución antropológica?
Gustavo Gutiérrez: La tecnología debe
servir al hombre, no sustituirlo. Si los neo-entes son diseñados para
reemplazar la condición humana, entonces no estamos ante un avance, sino ante
una forma de exterminio disfrazado de progreso.
III. ¿Resistencia filosófica o aceptación del
cambio antropológico?
Miklos Lukacs de Pereny: La pregunta no
es si podemos detener el transhumanismo, sino si tenemos la capacidad
filosófica para resistirlo. Si aceptamos la tecnociencia como la nueva religión
global, ¿qué queda del pensamiento crítico?
Ontorrealista: La resistencia no debe
ser meramente política, sino metafísica. Necesitamos reafirmar el sentido
ontológico del ser humano antes de que sea completamente disuelto en el
paradigma tecnocientífico.
Pedro Zulen: La filosofía debe recuperar
su papel como crítica del poder. Si dejamos que el pensamiento sea reducido a
cálculos algorítmicos, ¿qué futuro tenemos?
José Carlos Mariátegui: La lucha contra
el transhumanismo no es solo intelectual. Si la historia nos ha enseñado algo,
es que la resistencia debe ser concreta.
Mariano Iberico: Pero ¿tenemos el tiempo
suficiente para formular una respuesta filosófica sólida antes de que el
transhumanismo se imponga totalmente?
Antenor Orrego: El verdadero desafío es
mantener una visión espiritual de la existencia antes de que la tecnología la
erradique por completo.
Augusto Salazar Bondy: Lukacs, ¿pero
acaso la humanidad no siempre ha cambiado? ¿No será que nos resistimos a un
proceso inevitable?
Gustavo Gutiérrez: La dignidad humana no
puede ser negociada con algoritmos. La lucha contra los neo-entes es la última
batalla por la esencia de lo humano.
OCTAVA PARTE
Pedro Zulen – La filosofía como herramienta
para la justicia
"El conocimiento no debe estar desligado
de la acción. Si bien he defendido la inmanencia como el marco dentro del cual
podemos pensar la realidad, sigo creyendo que la justicia social debe ser la
aplicación concreta del pensamiento filosófico. No podemos perder de vista el
sentido ético de la existencia, pero tampoco podemos permitir que la filosofía
se disuelva en el puro pragmatismo sin rigor intelectual. La lucha por la
verdad sigue vigente, incluso en medio de la incertidumbre."
Ontorrealista – La trascendencia es la clave
del sentido
"La crisis filosófica contemporánea es
el resultado de la negación de la trascendencia. La exacerbación del principio
de inmanencia ha llevado al hombre a perder toda referencia ontológica sólida.
La justicia, la historia y la tecnología solo tienen sentido si reconocemos que
el ser humano no puede ser reducido a lo puramente material. La lucha contra el
relativismo y la instrumentalización tecnocientífica del hombre es la última
frontera de la filosofía."
Mariano Iberico – El devenir como fundamento
de la existencia
"Si algo queda claro tras este debate es
que la realidad no es estática, sino fluida. El ser se manifiesta en su
aparecer y el devenir nos revela nuevas formas de comprensión. Pero este
proceso no debe perder de vista la dimensión ética y estética del pensamiento.
La transformación no es negación, sino la posibilidad de una realidad más rica
y compleja."
José Carlos Mariátegui – La historia es el
motor de la filosofía
"La lucha no es una especulación
abstracta, sino un proceso concreto. Hemos debatido sobre el Absoluto, sobre la
tecnología, sobre la trascendencia, pero lo esencial sigue siendo que la
realidad humana está determinada por sus condiciones materiales. Si queremos
construir un pensamiento filosófico auténtico en América Latina, debemos partir
de la historia y no de esquemas ajenos."
Antenor Orrego – La necesidad de una
identidad espiritual
"La filosofía no puede perder de vista
el destino espiritual de los pueblos. América Latina no debe caer en la trampa
de asumir filosofías ajenas sin reinterpretarlas desde su propia identidad. La
lucha contra la instrumentalización tecnológica y el materialismo radical es,
ante todo, una lucha por la recuperación del sentido trascendental."
Augusto Salazar Bondy – La independencia del
pensamiento
"La verdadera liberación no es solo
económica o política, sino intelectual. América Latina ha vivido demasiado
tiempo bajo modelos de pensamiento que no han surgido de su propia realidad. La
filosofía latinoamericana debe superar su dependencia cultural y construir una
reflexión autónoma y crítica, sin necesidad de recurrir a absolutos
externos."
Gustavo Gutiérrez – La teología y la justicia
como principios inseparables
"No hay justicia sin la referencia a lo
divino. La lucha por los pobres no es solo una cuestión política, sino una
dimensión ontológica. La filosofía y la teología deben convivir en la
construcción de un pensamiento que no abandone la trascendencia ni la
responsabilidad ética frente a la exclusión."
Miklos Lukacs de Pereny – La batalla contra
el transhumanismo
"El mayor desafío filosófico del siglo
XXI no es solo la justicia, la historia o la trascendencia, sino la resistencia
contra la agenda transhumanista. Si no frenamos la transformación
tecnocientífica del hombre en un objeto funcional, perderemos la esencia misma
de nuestra humanidad. La filosofía debe ser una barrera ante la imposición de
los neo-entes."
Conclusión general: el debate sigue abierto
Cada pensador ha aportado una visión única
sobre el destino del pensamiento humano. Las tensiones entre inmanencia y
trascendencia, entre filosofía y tecnología, entre historia y justicia, siguen
vigentes y aún no hay síntesis definitiva.
El verdadero valor de este diálogo ha sido el
reconocimiento de los desafíos filosóficos del presente y la necesidad de
construir un pensamiento que resista la fragmentación y el sometimiento del ser
humano a fuerzas ideológicas, tecnológicas y políticas.
Post Data. - Este diálogo fue elaborado sobre
la base de mi libro "Agonía de la Modernidad sin Absolutos".
VI
FILOSOFÍA ANDINA
COSMOVISIÓN, FILOSOFÍA Y UNIVERSALIDAD
PRIMER DIÁLOGO:
FILOSOFÍA O COSMOVISIÓN
Zenón Depaz: (Golpea la mesa) ¡No podemos seguir con este
anacronismo! Hablar de filosofía en el Perú antiguo es una tergiversación. Lo
que hubo fue cosmovisión, una visión holística del mundo ligada a lo mítico y
ritual. La filosofía, como la conocemos, es un producto griego.
Víctor Mazzi: (Con calma, pero firme) ¿Y quién determina
el monopolio del pensamiento filosófico? La reflexión sobre el ser, la vida, la
muerte, el cosmos... todo ello está presente en los Andes con sus propias
unidades de sentido. Lo que usted llama cosmovisión esconde un auténtico
pensamiento filosófico.
Gustavo Flores Quelopana: (Asiente) La filosofía no
es exclusiva de Occidente, sino de la condición humana. La forma en que los
pueblos precolombinos elaboraron su visión del mundo puede calificarse como una
filosofía mitocrática. Su estructura simbólica no le resta valor conceptual.
Rivara de Tuesta: (Sonríe irónico) ¡Qué conveniente usar la
palabra filosofía! Se prefiere por un asunto nacionalista, porque parece dar un
estatus superior a nuestro pasado indígena. Pero la realidad es cruda: hubo
pensamiento, sí, pero filosofía en sentido estricto, no.
David Sobrevilla: (Imperturbable) Filosofía es amor por el
saber, una actitud racional, conceptual y argumentativa. Es lo que los griegos
establecieron. No podemos aplicar el término a sociedades que no desarrollaron
sistemáticamente este tipo de análisis.
Víctor Mazzi: (Sereno, pero incisivo) ¿Y si los griegos
hubieran definido la filosofía de otro modo? ¿Acaso las formas de pensar
indígenas no pueden contener conceptos fundamentales sobre la realidad? Reducir
la filosofía a su origen grecolatino es una muestra de estrechez intelectual.
Zenón Depaz: (Exaltado) ¡Porque simplemente no la hubo!
La mitología y el rito dominaban la estructura mental de los pueblos andinos,
sin el método racional ni la sistematicidad de la filosofía.
Gustavo Flores Quelopana: (Categórico) Usted insiste
en un modelo único de filosofía. ¿Acaso la filosofía no es multiforme y
multívoca, propia de la experiencia humana en su diversidad? ¿Por qué negar que
en los Andes hubo un pensamiento profundo sobre la existencia?
Rivara de Tuesta: (Cruza los brazos) Filosofía es sistema, es
argumentación. Lo que ustedes defienden no pasa de una elaboración mítica, un
esfuerzo interpretativo, pero no filosofía.
David Sobrevilla: (Condescendiente) Estamos confundiendo
reflexión con filosofía. Pensar sobre el mundo no basta para ser filósofo. Sin
método, sin una estructura lógica, el pensamiento sigue siendo solo
pensamiento, no filosofía.
Víctor Mazzi: (Con firmeza) Entonces nos toca replantear
nuestras definiciones. Si la filosofía es amor por la sabiduría, ¿por qué
negarle este espacio a pueblos que construyeron una visión del mundo con
profundidad y coherencia?
Gustavo Flores Quelopana: (Sonríe) Exacto. Si algo
nos demuestra la historia es que la filosofía no es propiedad de un solo linaje
cultural. La humanidad piensa, y en esa actividad filosófica todos los pueblos
tienen su lugar.
Zenón Depaz: (Con impaciencia) Llámenlo como quieran,
pero no filosofía. Es un abuso terminológico.
Víctor Mazzi: (Concluyente) No es un abuso, es un
reconocimiento. Quienes limitan la filosofía al esquema occidental solo
perpetúan una visión parcial del pensamiento humano.
SEGUNDO DIÁLOGO
REIVINDICACIÓN DEL ESTATUS FILOSÓFICO DEL MITO
David Sobrevilla: (Cruza los brazos, desafiante) Insisten en
forzar la etiqueta de filosofía donde no corresponde. La filosofía es
conceptual, argumentativa, racional. Es un método, no una intuición simbólica.
Víctor Mazzi: (Sereno, pero incisivo) La definición que
ustedes defienden es unilateral, un producto de la cultura occidental. ¿Por qué
reducir el pensamiento a la conceptualización griega? Hay formas de filosofar
que no pasan por el logos aristotélico, sino por una etnofilosofía no
eurocéntrica que emerge de los modos de vida ancestrales. Las categorías
filosóficas occidentales no pueden ser impuestas como el único marco de
pensamiento legítimo.
Zenón Depaz: (Exasperado) ¡Pero el método importa! Sin
rigor lógico y estructura argumentativa, no hay filosofía, solo narrativas
míticas.
Gustavo Flores Quelopana: (Sonríe con calma) Usted
ve el mito como irracional, pero olvida que el mito es estructurante del
pensamiento filosófico. No es un relato vacío, sino una categoría ontológica
que da sentido a la existencia. Desde el universalismo filosófico, el
pensamiento filosófico no es exclusivo de Occidente, sino de la condición
humana. Todas las culturas han generado formas de reflexión filosófica, aunque
se expresen de manera diferente. A esta estructura de pensamiento presente en
las civilizaciones ancestrales la denomino filosofía mitocrática, porque
integra el mito con la reflexión, dando lugar a un conocimiento profundo y
legítimo.
Rivara de Tuesta: (Frunce el ceño) ¿Ahora resulta que todo
pensamiento humano es filosofía? Entonces el término pierde su sentido.
Filosofía es crítica, es distancia frente al mito, no su reivindicación.
Víctor Mazzi: (Con firmeza) Es exactamente ahí donde está
el problema. El mito no es solo superstición, sino una forma de conocimiento
estructurado. La etnofilosofía no eurocéntrica nos enseña que el
pensamiento humano no sigue una única trayectoria dictada por Occidente. La
etnofilosofía andina, por ejemplo, no se plantea como oposición al mito, sino
como su desarrollo reflexivo. Excluirla de la filosofía es un acto de
supremacismo epistemológico.
Zenón Depaz: (Golpea la mesa) ¡No! La filosofía es un
salto cualitativo sobre el mito, una superación del pensamiento mágico.
Gustavo Flores Quelopana: (Categórico) ¿Quién decide
qué es un salto y qué no? ¿Por qué la filosofía grecolatina tendría el
monopolio de esa transición? El universalismo filosófico nos permite ver
que todas las culturas han generado sistemas de pensamiento legítimos. Lo que
los pensadores eurocéntricos llaman pensamiento mítico es, en realidad, parte
de una estructura filosófica más amplia, precisamente lo que denomino filosofía
mitocrática.
David Sobrevilla: (Con tono condescendiente) Eso es confundir
profundidad simbólica con filosofía. Lo que ustedes defienden es una forma de
pensamiento, pero no filosofía.
Víctor Mazzi: (Sonríe) Es curioso cómo el criterio siempre
lo ponen ustedes. La etnofilosofía no eurocéntrica nos enseña que el
pensamiento filosófico en los Andes no necesita ajustarse a los parámetros
occidentales para ser legítimo. Hay otras maneras de producir conocimiento
filosófico. Es el eurocentrismo el que impone una visión reduccionista de la
racionalidad.
Rivara de Tuesta: (Resopla) No es eurocentrismo, es precisión.
Filosofía es un concepto claro, no una categoría expansiva para englobar todo.
Gustavo Flores Quelopana: (Mirada desafiante) Pero
su claridad conceptual es solo una tradición específica. La filosofía
mitocrática nos permite reconocer que el mito es una forma de reflexión
legítima, un marco de pensamiento estructurado dentro de cada cultura. La
filosofía, como la experiencia humana, es multiforme y multívoca. Negar su
presencia en las culturas ancestrales es una limitación artificial.
Zenón Depaz: (Sarcasmo) Bueno, pronto todo será
filosofía… hasta los sueños y los cuentos populares.
Víctor Mazzi: (Concluyente) No es exageración, es una
corrección histórica. La etnofilosofía no eurocéntrica no busca inflar
términos, sino reconocer otras formas de racionalidad. Quienes niegan esta
diversidad perpetúan una visión empobrecida del pensamiento humano.
TERCER DIÁLOGO
FILOSOFÍA Y HOMEOMORFISMO EN EL PENSAMIENTO ANDINO
Josef Estermann: (Con tono mesurado) La pregunta sobre si
hubo filosofía en los Andes debe abordarse desde una perspectiva intercultural.
No podemos aplicar categorías externas de manera acrítica. Desde esta óptica,
sí existió una filosofía andina, pero no como una tradición argumentativa o
sistemática. Más bien, estuvo presente en la cosmovisión de los runas,
integrada a su forma de vida y su visión del mundo.
Zenón Depaz: (Mueve la cabeza) Finalmente alguien
reconoce que no todo lo indígena es automáticamente filosofía. Pero usted omite
algo: ¿quiénes fueron los filósofos en los Andes?
Josef Estermann: (Sereno) Aquí surge un punto clave. No
podemos hablar de los Amautas como filósofos en sentido estricto. No
hubo una clase filosófica diferenciada como en Grecia. La filosofía andina no
existió como disciplina autónoma, sino diluida en la cosmovisión de los runas.
Gustavo Flores Quelopana: (Interviene con firmeza)
Discrepo con usted, Estermann. Hubo filosofía en los Amautas, porque su
enseñanza estructuraba conceptos ontológicos, éticos y políticos con
profundidad filosófica. En cambio, los runas —el pueblo en general— sí
poseían cosmovisión, pero no desarrollaban filosofía.
David Sobrevilla: (Sonríe condescendiente) Pero entonces
volvemos al punto original: ¿por qué insistir en llamar filosofía a algo que no
sigue el esquema argumentativo y conceptual del pensamiento griego?
[Raimon Panikkar interviene con su propuesta sobre el término
homeomórfico.]
Raimon Panikkar: (Con tono pausado) La dificultad es
semántica. No podemos aplicar directamente la palabra "filosofía" a
todas las culturas, porque fue acuñada en Occidente bajo ciertos parámetros
específicos. Es necesario crear un término homeomórfico, un concepto que
refleje la misma función filosófica dentro de cada cultura, sin imponer el
término occidental.
Rivara de Tuesta: (Aprueba con un gesto) Finalmente, alguien
lo dice. No se trata de negar el pensamiento profundo de los pueblos indígenas,
sino de reconocer que la palabra "filosofía" no es adecuada para
describirlo.
Gustavo Flores Quelopana: (Con tono firme) No estoy
de acuerdo. La filosofía es universal en su esencia, pero su forma es
culturalmente específica. No necesitamos crear un término homeomórfico; basta
con distinguir entre la esencia filosófica, que es compartida por toda
la humanidad, y la forma, que depende de cada tradición cultural.
Víctor Mazzi: (Con voz pausada) En efecto, la filosofía no
es propiedad exclusiva de Occidente. La etnofilosofía no eurocéntrica nos
demuestra que los pueblos originarios han desarrollado pensamiento crítico,
aunque bajo estructuras distintas. No hay razón para fragmentar la palabra
"filosofía".
Zenón Depaz: (Con tono escéptico) ¿Y qué prueba tenemos
de que los Amautas filosofaban? Lo que sabemos de ellos proviene de
registros coloniales que los describen como sabios prácticos, no como filósofos
teóricos.
Gustavo Flores Quelopana: (Con convicción) Porque su
enseñanza no se limitaba a lo práctico; contenía elaboraciones profundas sobre
el ser, el cosmos y la moral. La filosofía mitocrática nos permite
comprender cómo estos pueblos integraban mito y reflexión con un rigor propio.
Los Amautas sí filosofaban, y los runas desarrollaban
cosmovisión, pero no alcanzaban el nivel de reflexión filosófica.
Raimon Panikkar: (Pensativo) Pero sigue existiendo el
problema del lenguaje. Insistir en llamar filosofía a todas las tradiciones
puede generar una confusión conceptual.
Gustavo Flores Quelopana: (Concluyente) No hay
confusión si distinguimos entre la esencia universal y la forma
cultural de la filosofía. Lo que hace falta no es un nuevo término, sino
una comprensión más amplia y menos eurocéntrica del pensamiento humano.
CUARTO DIÁLOGO
LA FILOSOFÍA ANDINA EN DEBATE
Mario Mejía Huamán: "Desde mi perspectiva, la filosofía
andina es un proyecto en construcción, un esfuerzo por sistematizar y
estructurar un conjunto de saberes que históricamente han sido considerados más
prácticos que teóricos. No niego la profundidad de los mitos ni el desarrollo
de una cosmovisión rica en significados, pero hasta ahora no se ha configurado
un sistema filosófico autónomo que pueda rivalizar en términos conceptuales con
las tradiciones occidentales. Lo que encontramos en el mundo andino es un
pensamiento profundamente arraigado en la realidad cotidiana, en la relación
con la naturaleza y la comunidad. Esto hace que su enfoque sea más
instrumental, centrado en resolver problemas concretos, en lugar de dedicarse a
la abstracción y la especulación filosófica."
Mazzi: "No podemos reducir el pensamiento
andino únicamente a lo práctico. Esa es una visión parcial y, me atrevo a
decir, sesgada. En el mundo andino encontramos unidades reflexivas, estructuras
de pensamiento que nos permiten entender la realidad desde una perspectiva
abstracta, conceptual y sistemática. No es necesario que se adhiera a las
categorías tradicionales de la filosofía occidental para ser legítima. Si
examinamos con cuidado el pensamiento de los pueblos indígenas, veremos
que hay un claro esfuerzo por comprender el orden del mundo, la existencia y la
ontología desde una lógica propia."
Gustavo Flores: "Exactamente. No podemos afirmar que
todo en el pensamiento andino fue pragmático. La dimensión mitocrática es
prueba de ello. Los mitos, lejos de ser simples relatos folclóricos,
representan un intento serio por explicar el origen y la estructura de la
realidad. A través de la narración mítica, se desarrolla una forma de
pensamiento que busca responder preguntas fundamentales sobre la existencia, el
cosmos, la vida y la muerte. Si tomamos esto en cuenta, no hay duda de que el
pensamiento andino posee una capacidad especulativa y conceptual que lo acerca
a la filosofía."
Josef Estermann: "Desde hace años, he trabajado en
desarrollar un enfoque que reconozca la riqueza filosófica del pensamiento
andino. La clave está en no medirlo con los criterios occidentales. La
filosofía andina no sigue la lógica aristotélica ni la argumentación formal,
sino que se fundamenta en una racionalidad relacional y holística, basada en la
complementariedad y la reciprocidad. La forma en la que los pueblos andinos
comprenden el mundo no se articula en términos de oposiciones binarias, sino en
términos de interacción dinámica. Esta es una forma legítima de filosofar,
aunque a menudo se le niegue dicho reconocimiento."
Rivara: "Si queremos ser rigurosos, no podemos
hablar de una filosofía andina en el sentido estricto del término. Lo que
encontramos es una cosmovisión, una manera de entender el mundo basada en la
interconexión entre los seres humanos, la naturaleza y las entidades
espirituales. No existe un sistema filosófico autónomo con conceptos definidos
ni un marco teórico explícito. Lo que hay es una forma de conocimiento
integrado en la vida diaria, en los rituales y en la experiencia colectiva,
pero que no se presenta como un cuerpo estructurado de pensamiento filosófico
en el sentido occidental."
Zenón Depaz: "El pensamiento andino debe entenderse
como una cosmovisión, no como una filosofía en el sentido occidental.
Lo que encontramos en los mitos y relatos andinos es una forma de
interpretar la realidad basada en la relación con la naturaleza y la comunidad,
pero no un sistema filosófico estructurado."
Raimon Panikkar: "Tal vez el error está en tratar de
definir la filosofía andina utilizando categorías ajenas a ella.
En lugar de intentar encajarla en los parámetros de la filosofía
occidental, deberíamos aprender a escuchar su singularidad. La riqueza del
pensamiento andino radica en su capacidad de integrar múltiples dimensiones de
la existencia en un sistema interrelacionado. La interculturalidad nos ofrece
una vía para superar los prejuicios y reconocer que existen múltiples maneras
de filosofar, cada una con su propia lógica y profundidad."
Gustavo Flores: Si bien la interculturalidad nos permite
reconocer la diversidad de formas de pensamiento, su enfoque reduce la
filosofía a una experiencia vivencial. La filosofía no es solo una forma de
vivir o de sentir el mundo, sino un esfuerzo por conceptualizar, sistematizar y
problematizar la realidad. Si aceptamos que la filosofía es únicamente una
vivencia, entonces estamos negando su capacidad de generar conocimiento
estructurado, de formular preguntas fundamentales y de construir teorías sobre
la existencia, y, en consecuencia, la estamos reduciendo a Weltanschauung
o cosmovisión del mundo. Por ello, no podemos aceptar la interculturalidad como
criterio absoluto para definir la filosofía andina. La filosofía debe ser más
que una experiencia, debe ser un sistema de pensamiento con capacidad de
reflexión crítica y conceptualización profunda. La filosofía andina no puede
cerrarse en una simple interpretación intercultural, sino que debe abordar su
estructura conceptual y su capacidad de abstracción.
CONCLUSIÓN
El intercambio de ideas ha revelado la diversidad de posturas en torno a
la existencia y la naturaleza de la filosofía andina, dejando en claro que no
hay consenso absoluto, sino una serie de interpretaciones en tensión.
Mario Mejía Huamán mantiene que la filosofía andina es un proyecto
en construcción, una tarea pendiente que aún no ha alcanzado autonomía
conceptual plena. Su énfasis sigue siendo más práctico que especulativo.
Mazzi sostiene que la idea de que el pensamiento
andino carece de abstracción es errónea, pues existen unidades reflexivas
que prueban su capacidad de formulación conceptual y teórica, aunque desde una
lógica distinta a la occidental.
Gustavo Flores refuerza la idea de que no todo en la
cosmovisión andina fue pragmático, subrayando el papel de la dimensión
mitocrática, la cual busca una explicación profunda de la existencia y
permite vincular este pensamiento con la filosofía en su sentido más amplio.
Josef Estermann enfatiza que la filosofía andina no debe
juzgarse con los criterios aristotélicos y occidentales, sino en su propia racionalidad
holística, basada en la complementariedad y la reciprocidad.
Rivara y Zenón Depaz Toledo coinciden en que
en la tradición andina no hay una filosofía autónoma, sino una cosmovisión,
una forma de conocimiento interrelacionada con la vida cotidiana, sin la
sistematización conceptual que caracteriza la filosofía académica.
Sobrevilla señala el riesgo de que algunos enfoques
sobre la filosofía andina caigan en una interpretación externa influenciada por
categorías occidentales como la metafísica y el humanismo, más
que en una filosofía generada desde la propia cultura andina.
Raimon Panikkar defiende la interculturalidad como un medio
para reconocer las múltiples formas de filosofar, abriendo el espacio para
aceptar el pensamiento andino en su singularidad sin someterlo a definiciones
ajenas.
Finalmente, Gustavo Flores, con una postura categórica, refuta la
objetividad del enfoque intercultural porque reduce la filosofía a una
experiencia vivencial. La filosofía no puede limitarse a una mera forma de
vida, sino que debe implicar conceptualización, problematización y
sistematización. Si se acepta que la filosofía es solo un modo de vivir, se
niega su capacidad de generar conocimiento estructurado, de formular preguntas
fundamentales y de construir teorías sobre la existencia. Además, confrontado ante
su defensa de la filosofía andina y su fe cristiana es emplazado por todos para
que aclare el punto. A lo que responde que pasará a exponer la comparación
entre la filosofía andina y la filosofía cristiana:
1. Metafísica:
Relacionalidad vs. Trascendencia
·
Filosofía andina: La existencia es relacional y cíclica.
Todo está interconectado, y la realidad se sostiene en la armonía entre los
seres y la naturaleza. No hay un principio absoluto fuera del mundo, sino una
coexistencia dentro de él.
·
Cristianismo: La existencia es trascendental y lineal.
Dios es el fundamento absoluto, separado de su creación. La realidad no solo
depende de las relaciones entre los seres, sino de la obediencia a la voluntad
divina.
2. El tiempo: Cíclico vs. Asintótico
·
Filosofía andina: El tiempo es cíclico, donde los
eventos regresan y la historia no avanza hacia un destino último, sino que se
transforma en un flujo constante.
·
Cristianismo: El tiempo es asintótico, con un
inicio definido (la Creación) y un fin irreversible (juicio y salvación). Hay
un progreso único y definitivo en la historia.
3. Ética: Equilibrio vs. Redención
·
Filosofía andina: La moralidad se fundamenta en la reciprocidad
y la complementariedad. Lo bueno es lo que mantiene el equilibrio de la
comunidad y la naturaleza.
·
Cristianismo: La moralidad se basa en el amor gratuito
y la obediencia a Dios. Lo bueno es lo que permite la salvación del alma.
4. La relación entre bien y mal
·
Filosofía andina: Bien y mal son complementarios,
formando parte del equilibrio del cosmos sin que uno destruya al otro.
·
Cristianismo: Bien y mal son opuestos absolutos, y
el bien vencerá al final de los tiempos.
5. Sumak Kawsay vs. Vida eterna
·
Filosofía andina: La plenitud se encuentra en el Buen
Vivir, dentro de la realidad presente, en armonía con el entorno.
·
Cristianismo: La existencia trasciende lo terrenal y se
orienta hacia la vida eterna, donde el destino último del alma supera el
mundo físico.
Esta reconstrucción muestra dos visiones profundamente distintas, uno con
su religión henoteísta y teología de la deidad Ordenadora atado a lo inmanente
y el eterno retorno y otro con una religión teísta y teología del Dios Creador
centrado en la trascendente, el tiempo progresivo y lo eterno. Mientras la
cosmovisión andina busca la armonía dentro del ciclo vital, el
cristianismo proyecta la historia hacia una resolución trascendental y
superior.
Pero, además, añade Gustavo Flores, la metafísica inmanente se refiere a una
comprensión del ser y la realidad donde lo divino, lo absoluto o lo fundamental
no están fuera o más allá del mundo, sino que están presentes dentro de él.
Aquí diez razones por las cuales se puede hablar de una metafísica inmanente:
1.
Interconexión del ser: En muchas tradiciones filosóficas y
espirituales, la realidad se concibe como un entramado de relaciones dentro del
mundo, donde el ser se manifiesta en la naturaleza y la comunidad sin necesidad
de trascendencia.
2.
Presencia en el devenir: Lo absoluto no es un ente separado, sino
una fuerza activa dentro del mundo que se experimenta en la transformación y el
cambio constante de la existencia.
3.
Experiencia directa del sagrado: En muchas cosmovisiones,
lo divino se encuentra en el flujo de la vida, en los ciclos naturales y en la
interacción cotidiana, sin requerir un ser trascendente separado de la
realidad.
4.
Principio del equilibrio cósmico: En filosofías como la andina, el taoísmo o el budismo, el orden del
mundo se sostiene en la armonía interna de sus elementos, sin apelar a una
instancia externa que imponga estructura.
5.
Rechazo de la separación ontológica: En la metafísica inmanente no se distingue entre un mundo material y
uno superior o trascendental; la realidad es única e indivisible.
6.
Autorrevelación del ser: La verdad y la esencia del mundo no se
descubren en una dimensión fuera del cosmos, sino dentro de él, a través de la
observación, la experiencia y el conocimiento.
7.
El carácter viviente de la realidad: Muchas tradiciones inmanentistas ven el universo como un organismo
vivo, donde cada ser y elemento participa en la totalidad sin un principio
externo que lo gobierne.
8.
Ciclicidad del tiempo: En una visión inmanente, el tiempo no
avanza hacia un destino trascendente, sino que se renueva constantemente dentro
de la misma realidad, marcando ritmos de transformación y continuidad.
9.
Autonomía del ser humano: Si la realidad es
inmanente, el ser humano no depende de una entidad trascendente para alcanzar
el conocimiento o el sentido de su existencia, sino que puede descubrirlo
dentro de su propia experiencia.
10.
La percepción del mundo como sagrado: En muchas filosofías inmanentistas, la naturaleza y el universo son
sagrados en sí mismos, sin necesidad de referirse a un Dios separado, pues la
divinidad se encuentra en el flujo vital del cosmos.
Y algunas tradiciones filosóficas y espirituales que han desarrollado
una metafísica inmanente, donde lo divino o lo absoluto no está separado
del mundo, sino presente dentro de él:
1.
Filosofía Andina – La cosmovisión indígena de los Andes
concibe la realidad como una red de interconexiones entre humanos, naturaleza y
energías cósmicas. La Pachamama es la madre tierra, sagrada en sí misma,
sin necesidad de una trascendencia fuera del mundo.
2.
Taoísmo (China) – El Dao (o "Camino") no es
un ser trascendente, sino el principio inmanente que fluye en todas las cosas.
La armonía se logra cuando se sigue el flujo natural de la realidad.
3.
Budismo – Enseña que no hay un creador supremo fuera
del mundo; el Dharma (orden cósmico) es inmanente y el sufrimiento se
supera mediante la comprensión de la naturaleza de la existencia.
4.
Hinduismo Vedanta Advaita – La escuela Advaita
Vedanta postula que Brahman, la realidad última, no está separada
del mundo, sino que todo es una manifestación de Brahman, incluida la
conciencia humana.
5.
Spinosismo (Filosofía Occidental) – Concebía a Dios no como un ser separado de la naturaleza, sino como
la misma sustancia infinita que se expresa en todas las formas del mundo.
6.
Estoicismo (Filosofía Griega-Romana) – Los estoicos veían a la naturaleza como una manifestación de la Razón
Universal, donde el orden del cosmos es intrínseco y no depende de un ente
separado.
7.
Animismo (Tradiciones indígenas globales) – Muchas culturas tradicionales creen que el mundo está vivo, que los
árboles, ríos y montañas tienen espíritu, y que lo sagrado se encuentra dentro
de la naturaleza misma.
8.
Confucianismo (China) – Aunque centrado en la ética y la sociedad,
considera que el Mandato del Cielo no es un ente trascendente, sino una
manifestación del orden dentro del mundo.
9.
Filosofía Náhuatl (México prehispánico) – Los pueblos nahuas veían a Ometéotl, el principio dual
creador, como una fuerza presente en el mundo y no como un dios separado de la
existencia.
10.
Humanismo Renacentista (Occidente) – Algunos pensadores renacentistas enfatizaron una visión inmanente del
ser humano y el universo, donde la capacidad de comprensión y creatividad es
parte del orden natural sin intervención trascendental.
Todas estas tradiciones comparten la idea de que la realidad se sostiene
por fuerzas internas en vez de por un principio superior fuera de ella. lista
de tradiciones filosóficas y espirituales que sostienen una metafísica
inmanente, donde lo divino no está fuera del mundo, sino presente dentro de
él.
1. Principios de la metafísica inmanente
1.
Interconexión del ser
2.
Presencia en el devenir
3.
Experiencia directa del sagrado
4.
Principio del equilibrio cósmico
5.
Rechazo de la separación ontológica
6.
Autorrevelación del ser
7.
El carácter viviente de la realidad
8.
Ciclicidad del tiempo
9.
Autonomía del ser humano
10.
La percepción del mundo como sagrado
2. Ejemplos de tradiciones inmanentistas
1.
Filosofía Andina
2.
Taoísmo
3.
Budismo
4.
Hinduismo Vedanta Advaita
5.
Spinosismo
6.
Estoicismo
7.
Animismo
8.
Confucianismo
9.
Filosofía Náhuatl
10.
Humanismo Renacentista
Conclusión
Este análisis presenta una reconstrucción completa de la diferencia
entre la cosmovisión andina y el cristianismo, el diálogo filosófico entre el
Amauta y el Ontorrealista, la transformación de las filosofías antiguas ante el
cristianismo, y una exposición sobre la metafísica inmanente en diversas
tradiciones.
Epílogo
Toda obra filosófica es, en esencia, una invitación al pensamiento, un
espacio donde las preguntas se renuevan y las respuestas se expanden. De los
Amautas a la Modernidad ha recorrido los grandes debates que han moldeado
nuestra historia, desde el choque entre filosofías ancestrales y la cosmovisión
cristiana, hasta la lucha entre reforma y revolución en el destino del Perú.
Hemos escuchado las voces de pensadores que, en distintos momentos, han buscado
descifrar el enigma de la existencia, del poder y de la justicia.
Pero el pensamiento no termina con la última página de un libro. Este
recorrido filosófico es solo un fragmento de un diálogo eterno que sigue
transformándose en los rincones de la historia y la conciencia humana. Las
ideas aquí planteadas continúan latiendo, invisibles pero persistentes,
recorriendo los cauces subterráneos del tiempo, infiltrándose en los debates
actuales y en las decisiones que forjarán el futuro.
Hoy vivimos una era de transición. La modernidad inmanentista, que
durante siglos ha dominado el horizonte filosófico de Occidente, entra en su
ocaso. La posmodernidad neoliberal, que redujo la existencia a la incertidumbre
y el relativismo, se desmorona ante la emergencia de un nuevo paradigma. Al
mismo tiempo, el cristianismo enfrenta uno de sus desafíos más críticos:
Occidente, atrapado en la negación de su propia raíz espiritual, ha puesto en
peligro su herencia filosófica y teológica, dejando solo al occidente eslavo
como su último bastión. Mientras las civilizaciones islámicas, china e hindú
resurgen con fuerza, el pensamiento cristiano se encuentra ante la necesidad de
una renovación profunda para sobrevivir y redefinir su papel en el mundo.
Este libro no busca cerrar debates, sino abrirlos. No pretende dar
respuestas definitivas, sino señalar las preguntas que siguen vigentes. Porque
la filosofía, cuando es auténtica, no es solo una construcción del intelecto,
sino una batalla del espíritu contra la indiferencia. Así, el desafío que se
plantea no es menor: continuar el diálogo, reconocer el valor de la
trascendencia en un mundo que ha querido reducirlo todo a la materia, y
resistir el avance de una realidad que amenaza con devorar el sentido último de
la existencia.
El destino de las ideas no está en su fijación, sino en su evolución. Y
mientras haya quien se atreva a preguntarse por el significado de la historia,
por la esencia del ser y por la luz que aún puede brillar en medio de la
incertidumbre, la filosofía seguirá viva. Porque, aunque los imperios caigan y
las estructuras se fragmenten, siempre habrá pensadores que, como centinelas en
la noche, sostendrán el fuego del pensamiento, para que nunca se extinga en el
horizonte de la humanidad.
Así, el pensamiento peruano se encuentra ante una encrucijada histórica.
Puede rendirse a la trascendencia inmanente precolombina, que ve el cosmos como
un ciclo eterno sin un sentido último, devolviendo su mirada a los antiguos
dioses de piedra, a las huacas, a los astros y a la memoria sepultada en las
momias. O puede persistir en la senda agotada del relativismo nihilista e
inmanentista occidental, donde todo se disuelve en la incertidumbre y la
voluntad humana queda atrapada en su propia negación, incapaz de hallar un
principio estable sobre el cual construir el futuro. Pero existe una tercera
vía: ahondar en la raíz cristiana de la trascendencia, aquella que no anula la
inmanencia, sino que la eleva, la dota de sentido y la reconcilia con su
verdadero origen. Es en esta síntesis donde el pensamiento peruano puede hallar
no solo una respuesta, sino una vocación histórica: la tarea de unir cielo y
tierra, razón y fe, materia y espíritu, para que la existencia no sea solo un
tránsito, sino un llamado profundo a la plenitud.
Las filosofías antiguas y renacentistas sostuvieron una metafísica
inmanente, donde el fundamento de lo real se encontraba dentro del mundo y no
fuera de él. Desde la visión holística andina hasta el panteísmo renacentista,
pasando por el materialismo aristotélico y el animismo indígena, el pensamiento
clásico concibió la existencia como una red de relaciones internas, sin apelar
a un principio exterior. Incluso los humanistas del Renacimiento exaltaron la
razón y la capacidad creativa como expresiones del orden natural, reafirmando
la soberanía de lo inmanente.
Esta tradición filosófica compartió rasgos con la metafísica moderna,
donde el ser y el conocimiento se analizaron sin referencia a lo trascendente.
Desde Descartes hasta Kant, la filosofía moderna construyó un sistema basado en
la autonomía del sujeto, otorgando a la conciencia humana el papel de creadora
del sentido. Aunque diferían en método y enfoque, los sistemas racionalistas,
empiristas e idealistas concordaban en un punto: el mundo es comprensible en sí
mismo, sin requerir un principio superior.
Sin embargo, la modernidad no solo exaltó la razón, sino que también
introdujo un matiz secularista y ateo que alejó el pensamiento de la
trascendencia. La Ilustración cuestionó los fundamentos religiosos y reemplazó
la fe por el progreso técnico y la racionalidad científica. Esta orientación
dominó la filosofía occidental y se reflejó en el pensamiento peruano moderno,
donde los sistemas filosóficos adoptaron una postura crítica ante lo sagrado.
Figuras como Augusto Salazar Bondy y Francisco Miró Quesada reforzaron esta
tendencia desde distintas aproximaciones: el primero con su visión
liberacionista y crítica de la dependencia filosófica, y el segundo con su
enfoque epistemológico y lógico, ambos sin referencia a la trascendencia.
Pero el abuso del principio de inmanencia en la cultura contemporánea ha
desencadenado transformaciones profundas en la estructura misma de la sociedad.
El rechazo de la ley natural y moral, el imperio del prometeico culturalismo
culturalista condujo a
las aberraciones prácticas con el abuso de principio de inmanencia, lo que se
percibe con las tendencias posmodernas, transhumanistas, poshumanistas que
niegan la ley natural, el sexo natural, impulsan la agenda transexual,
homosexual, cambio de sexo, libre consumo de drogas, la eutanasia, la
eugenesia, el aborto, disolución de la familia nuclear, las tradiciones
nacionales y religiosas.
Lo que en el pensamiento clásico fue una búsqueda de armonía con el
cosmos, en tiempos recientes ha dado paso a una reinterpretación anárquica y
posmoderna de la realidad que pone en crisis los fundamentos de la ética, la
identidad y el sentido de la existencia. Esta fragmentación del orden natural
revela los límites de una visión que, al desvincularse de la trascendencia,
corre el riesgo de perder toda referencia estable para el ser humano. En este
punto, surge una pregunta crucial: ¿puede el pensamiento inmanentista sostener
por sí solo una estructura coherente de la realidad sin desembocar en su propia
disolución?
Frente a la fragmentación
del pensamiento contemporáneo, no ha sido la filosofía peruana secular la que
ha resistido tales desviaciones, sino la comunidad del pueblo,
profundamente cristiana, arraigada en su fe y en sus tradiciones. La filosofía
oficial peruana ha sido la retaguardia de los centros de poder mundial
occidentales y liberales. Ni siquiera los herederos de la filosofía de la
liberación salazariana elevaron su voz de protesta ante las desviaciones
antinaturales. A pesar de las imposiciones culturales promovidas desde esferas los
centros imperialistas de poder mundial, ajenas a sus valores, el pueblo ha
preservado su cosmovisión moral basada en la ley natural, la familia y la
dignidad humana, resistiendo con firmeza las corrientes ideológicas que buscan
alterar el orden esencial de la existencia. Es el pueblo de fe cristiana la que
estuvo en la vanguardia de la lucha. No ha cedido ante la presión de modelos
que intentan redefinir la identidad y la ética desde una perspectiva
artificial, pues su fe, vivida en la cotidianidad y fortalecida en cada hogar,
iglesia y comunidad, ha sido el bastión contra la disolución de sus principios.
En los pueblos, en las parroquias y en las familias, el cristianismo sigue
siendo la piedra angular sobre la que se construye la vida, recordando que la
verdad no se negocia y que el espíritu del pueblo es más fuerte que cualquier
doctrina pasajera.
Las filosofías posmodernas,
en su afán de deconstrucción, han socavado los principios de la ley natural y
moral, relativizando todo aquello que durante siglos ha sido el fundamento del
orden humano. Al negar la existencia de un marco objetivo que rige la conducta,
han reducido la ética a una mera construcción subjetiva, fragmentando la noción
de bien y mal hasta el punto en que la verdad se disuelve en interpretaciones
individuales sin referencia estable. Esta negación del orden moral no solo ha
minado la coherencia filosófica, sino que ha abierto la puerta a la disolución
de los vínculos fundamentales que estructuran la sociedad. Sin un principio
rector que guíe el comportamiento, la cultura queda atrapada en un constante
revisionismo, donde la identidad, la justicia y la dignidad humana se ven
sometidas a la volatilidad de tendencias pasajeras, despojadas de todo sentido
trascendental. Así, lo que se presentó como una emancipación del pensamiento ha
conducido paradójicamente a la pérdida del sentido mismo de la libertad, pues
en la ausencia de un horizonte moral, el ser humano queda abandonado al caos de
una voluntad sin dirección.
La hegemonía del pensamiento secularista ha comenzado a ceder ante la
emergencia de un nuevo orden mundial. Con el ascenso de civilizaciones
multipolares, la trascendencia vuelve a ocupar un lugar central en la
configuración del pensamiento global. El mundo deja atrás la homogeneidad
ideológica y abre paso a una pluralidad de enfoques donde lo espiritual resurge
con fuerza, desafiando la perspectiva materialista dominante.
¿Será un cristianismo renacido el eje de esta transformación? Es
posible. Pero nada excluye la posibilidad de que la profecía de la iniquidad y
la apostasía general en los últimos tiempos sea una realidad inevitable. La
historia puede seguir dos caminos: el resurgimiento de una fe renovada o el
colapso definitivo de la espiritualidad en una era de incertidumbre. La
respuesta aún está por escribirse, y el destino del pensamiento dependerá de
quienes se atrevan a enfrentarlo.
Monólogo Final:
La Memoria del Pensamiento
Las civilizaciones emergen y se desvanecen, los templos son erigidos y
luego reducidos al polvo, pero el pensamiento, aún en su fragilidad, sobrevive.
No hay ruina capaz de sepultarlo, pues su materia no es piedra ni arcilla, sino
la voz que se filtra entre los siglos, esculpiendo en la conciencia humana el
testimonio de su lucha.
Cada filosofía ha sido un eco en la bóveda del tiempo, una búsqueda de
sentido en la vastedad del existir. Hubo quienes contemplaron el universo y
vieron en su orden el reflejo de una lógica divina, y hubo quienes negaron lo
trascendente y proclamaron la autonomía del ser terrenal, empírico y fáctico
como absoluto. Pero más allá de las escuelas y doctrinas, más allá de los
ciclos de ascenso y caída, persiste la misma pregunta, indomable y eterna: ¿Hacia
dónde se dirige la historia?
El hombre, en su orgullo, ha pretendido ser arquitecto de su propio
destino, pero el pensamiento que lo ha guiado ha sido su mayor enigma. La
modernidad ignoró que toda conciencia se enfrenta, tarde o temprano, a su
propio límite. La razón se levantó contra lo sagrado, el espíritu fue
desplazado por la estructura, la fe fue reducida a reliquia, y sin embargo, no
hubo victoria. Porque la materia no consuela, el cálculo no redime, y ninguna
ecuación explica el temblor de la existencia cuando el hombre se pregunta por
el significado de su vida.
Pero toda construcción sin fundamento está destinada a caer, porque cielo
y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. La historia es testigo de
esta verdad: las ideologías cambian, los imperios colapsan, las estructuras se
modifican, pero lo esencial permanece. Cuando todo lo demás se disuelve, cuando
el tiempo arrastra lo pasajero, la palabra que sostiene el mundo sigue
resonando, intacta.
Aquellos que han pretendido deconstruir la realidad han olvidado que
despojar al hombre de su raíz no es emanciparlo, sino condenarlo a la
intemperie de la incertidumbre. La negación de la ley natural no ha sido un
avance, sino un extravío; la abolición de los fundamentos morales no ha sido
una liberación, sino un desamparo. Se ha despreciado lo esencial, se ha
sustituido la verdad por artificios, y en la fragmentación de la identidad, el
hombre no ha encontrado otra cosa que vacío.
Pero la historia no se detiene. La filosofía no es solo una sucesión de
doctrinas, sino un latido que atraviesa los tiempos. Y en este instante, en la
frontera de un mundo que oscila entre la disolución y la reconstrucción, la
trascendencia, que parecía olvidada, vuelve a resonar como una voz que nunca se
extinguió. La conciencia colectiva presiente que el hombre no es solo voluntad,
que la realidad no es solo materia, que la existencia no es solo tránsito. Y
así, la pregunta última, la que en algún momento fue acallada, vuelve a surgir
entre los escombros de la modernidad: ¿Hay un significado más allá de
nosotros?
Las civilizaciones multipolares emergen, el pensamiento occidental
pierde su hegemonía, y el futuro se torna incierto. Pero donde hay
incertidumbre, hay posibilidad. ¿Será el cristianismo renacido quien ilumine el
nuevo orden? Es posible. ¿Será la consumación de la apostasía anunciada?
También es posible. Todo lo que el pensamiento ha construido puede ser
restaurado o puede derrumbarse en su propia negación.
La filosofía peruana, lejos de quedar atrapada en el ocaso de la
secularidad, se encamina, con la fe que su pueblo exhibe, hacia el rescate del
principio de trascendencia. No es el academicismo desligado de la realidad el
que marcará su rumbo, sino la fuerza espiritual latente en el corazón de su
gente. Frente a la tergiversación antinaturalista impuesta por el
constructivismo cultural y el abuso del principio de inmanencia, el pueblo
sigue levantando la mirada hacia lo eterno, recordando que el pensamiento, por
sí solo, no basta si se desvincula de lo absoluto. El Perú, con su raíz
cristiana aún vibrante, no ha sido vencido por la disolución posmoderna, y su
filosofía encuentra en la fe su eje para superar la fragmentación y recuperar
la esencia perdida.
La respuesta aún no ha sido escrita. El destino sigue aguardando a quien
tenga el coraje de descifrarlo. Y mientras quede un hombre que se atreva a
preguntar, la filosofía seguirá viva. Porque el pensamiento, como la luz, no
muere. Solo espera.
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Índice
Prólogo
I
ENCUENTRO DE SABIDURÍAS:
Dioses que
perecieron y el Dios que venció
Diálogo Filosófico
Intercultural
Eje 1: Origen del Universo
Eje 2: Propósito y Destino
Eje 3: La Comparación de
los Avatares
Eje 4: El Devenir de Cada Filosofía y su
Derrota ante el cristianismo
Palabra Final de
Ontorrealista
Eje 5: La moral y el amor
Epílogo: El Encuentro de
Dos Grandes Visiones
Conclusión
II
EL DEBATE FILOSÓFICO DEL
VIRREINATO:
FE, DERECHOS HUMANOS Y EL
DESTINO DE AMÉRICA
PRIMER DIÁLOGO
Primer eje: La concepción
de Dios y el orden del universo
Segundo eje: El problema de
la justicia y el gobierno
Tercer eje: El rol de la
filosofía en la historia
Cuarto eje: El destino
espiritual del Perú
Epílogo
SEGUNDO DIÁLOGO
Primer eje: La
evangelización y el mestizaje
Segundo eje: El problema
del poder y la justicia
Tercer eje: Filosofía y
mística en la historia
Cuarto eje: El destino del
Perú
Epílogo
TERCER DIÁLOGO
Primer eje: El poder y la
autonomía del Perú
Segundo eje: La filosofía,
la fe y el conocimiento
Tercer eje: El destino del
Perú
CUARTO DIÁLOGO: Justicia y el destino del Perú
III
REFORMA O REVOLUCIÓN: EL PENSAMIENTO CRIOLLO
E INDÍGENA EN LA FORJA DE
LA INDEPENDENCIA
PRIMER DIÁLOGO
1. Ontología y metafísica: la materia, la
existencia y la verdad
2. Libertad y determinismo: la voluntad
humana y la providencia divina
3. Evangelización y política virreinal:
¿religión o imposición?
4. Crisis filosófica y el avance de la
ciencia moderna
Conclusión
SEGUNDO DIÁLOGO
1. Razón, cálculo y belleza: La tensión entre
el barroco y la ilustración
2. Ciencia y religión: Newton en el
Virreinato
3. Reforma educativa y transmisión del
conocimiento
4. Justicia social y el regalismo borbónico
TERCER DIÁLOGO
1. Independencia: ¿ruptura o reforma?
2. El rol de la élite criolla y los indígenas
3. Ciencia, religión y nacionalismo
4. Modelos de gobierno: República vs.
Monarquía
Conclusión
DIÁLOGO FINAL
1. ¿Reforma o ruptura?
2. La identidad nacional y el rol de la
ciencia
3. Justicia, religión y política
4. Modelos de gobierno: República, Monarquía
o Restauración Incaica
Conclusión
IV
El
Perú en busca de su destino: Identidad, orden y revolución en el pensamiento
filosófico
1. La Identidad y el Futuro del Perú
Primer eje: ¿Cuál es la verdadera identidad
del Perú?
Segundo eje: ¿Debe la ciencia ser el
fundamento del progreso peruano?
Tercer eje: ¿Cuál es el modelo de gobierno
que debe seguir el Perú?
Conclusión: La Nación en Construcción
2. Orden, libertad y tradición
Primer eje: ¿Debe el Perú abrazar el
liberalismo o sostener sus instituciones tradicionales?
Segundo eje: ¿Cuál es el rol de la religión
en la construcción del país?
Tercer eje: ¿Cuál debe ser el futuro político
del Perú?
Conclusión: Un destino aún por definir
3. El Perú entre tradición y revolución
Primer eje: ¿Cuál es la esencia de la
identidad peruana?
Conclusión: Un diálogo que sigue abierto
V
DIÁLOGO EN EL OLIMPO DE LA FILOSOFÍA PERUANA
Ontología, Liberación y Neo-entes: El
Desafío de Nuestra Época
PRIMERA PARTE
I. Conocimiento y justicia
II. Debate sobre el Absoluto
III. Pragmatismo e idealismo subjetivo
IV. Relativismo y principios universales
V. Conclusión: Inmanencia vs. Trascendencia
SEGUNDA PARTE
I. Presentación y primer enfrentamiento sobre
el Absoluto
II. El ser y el aparecer: un nuevo campo de
disputa
III. El nuevo Absoluto: ¿Devenir o principio
ontológico?
IV. Dios, panteísmo y la trascendencia
V. Conclusión: tres posturas filosóficas
TERCERA PARTE
I. Mariátegui y la metafísica inmanente
II. Marxismo, inmanencia y mito
revolucionario
III. Nietzsche y el rechazo de la
trascendencia
IV. Conclusión: cuatro perspectivas
filosóficas
CUARTA PARTE
I. Orrego y la espiritualidad inmanente
II. Panteísmo versus trascendencia
III. La influencia de Bergson y Emerson
IV. La visión de América Latina
V. Conclusión: cinco visiones filosóficas
QUINTA PARTE
I. Filosofía de la liberación y el naufragio
inmanentista
II. El relativismo ontológico y la ausencia
de lo trascendente
III. Filosofía, liberación y ética
situacional
IV. Conclusión: ¿una filosofía
latinoamericana?
SEXTA PARTE
I. Ciencia, razón y la negación del ser
trascendental
II. El cientificismo y el método
fenomenológico
III. Ateísmo moral y la autonomía del ser
humano
IV. Filosofía latinoamericana: ¿hacia una
ruptura definitiva con la trascendencia?
SÉPTIMA PARTE
I. Filosofía y teología: una relación
inevitable
II. La opción por los pobres y la justicia
social
III. ¿Es posible una filosofía cristiana de
la liberación?
IV. Conclusión: ¿Dios, justicia y filosofía
pueden coexistir?
OCTAVA PARTE
I. El transhumanismo y la amenaza contra la
humanidad
II. Los neo-entes y el colapso de la ética
III. ¿Resistencia filosófica o aceptación del
cambio antropológico?
NOVENA PARTE
Reflexiones finales de cada pensador
Conclusión general
VI
FILOSOFÍA ANDINA
Cosmovisión, filosofía y universalidad
PRIMER DIÁLOGO:
FILOSOFÍA O COSMOVISIÓN
SEGUNDO DIÁLOGO
REIVINDICACIÓN DEL ESTATUS FILOSÓFICO DEL
MITO
TERCER DIÁLOGO
FILOSOFÍA Y HOMEOMORFISMO
EN EL PENSAMIENTO ANDINO
CUARTO DIÁLOGO
LA FILOSOFÍA ANDINA EN
DEBATE
CONCLUSIÓN
EPÍLOGO
MONÓLOGO FINAL: LA MEMORIA DEL PENSAMIENTO
BIBLIOGRAFÍA
Esta obra se terminó de imprimir
En el mes de junio del 2025
En
Lima-Perú
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