ONTOLOGÍA DEL CONTACTO
Introducción
La experiencia del contacto con entidades no humanas —ya sea en forma de apariciones, abducciones, manifestaciones luminosas o fenómenos aéreos no identificados— ha sido abordada desde múltiples perspectivas: científica, folklórica, psicológica, teológica. Sin embargo, pocas veces se ha intentado una ontología rigurosa del fenómeno, es decir, una clasificación y comprensión de la naturaleza del ser que se manifiesta en estos encuentros. Este ensayo propone precisamente eso: una fenomenología ontológica del contacto, que supere las limitaciones de los modelos previos y ofrezca una cartografía espiritual precisa, profunda y discernida.
John Keel, en su célebre Operation Trojan Horse (1970) y The Mothman Prophecies (1975), abrió el camino al cuestionar la hipótesis extraterrestre tradicional. Para él, los fenómenos OVNI no eran naves espaciales, sino manifestaciones psíquicas engañosas, provenientes de entidades que manipulan la percepción humana. Su enfoque, aunque provocador, se mantuvo en el plano de lo anecdótico y lo folklórico, sin una ontología clara ni una teología implícita.
Jacques Vallée, por su parte, dio un paso adelante al proponer un modelo interdimensional. En obras como Passport to Magonia (1969), Dimensions (1988), Confrontations (1990) y Revelations (1991), sugirió que los fenómenos OVNI son manifestaciones de inteligencias no humanas que operan en planos distintos al nuestro. Su enfoque es más estructurado, más abierto a la transdisciplinariedad, pero deliberadamente evita comprometerse ontológicamente. Vallée no define qué son esas entidades, ni desde qué eje deben interpretarse. Su modelo es heurístico, no metafísico.
Este ensayo propone una superación de ambos modelos. Se sostiene que el fenómeno OVNI no puede reducirse ni a proyecciones psíquicas ni a interacciones interdimensionales ambiguas. Se trata de una manifestación multívoca, donde convergen:
Entidades demoníacas que se oponen activamente al eje ontológico del Ser.
Seres de ontología límite, interdimensionales, que pueden ser indiferentes o interesados en la humanidad.
Civilizaciones intraterrenas que operan desde planos ocultos pero tangibles.
Manifestaciones espirituales que se ordenan, se comprenden o se desvían en relación con la irradiación del Verbo encarnado, es decir, Cristo como forma revelada del Ser.
Esta tesis se desarrolla en tres partes: primero, se exponen las ideas y límites del modelo de Keel; luego, se analiza el aporte y las insuficiencias del modelo de Vallée; finalmente, se presenta una ontología del contacto que integra filosofía, teología y fenomenología, ofreciendo una cartografía espiritual sin precedentes. El ensayo concluye con una reflexión categórica sobre el sentido del contacto y la necesidad de un pensamiento encarnado para discernir lo invisible.
Primera Parte: Las tesis y limitaciones de John Keel
John Keel fue uno de los primeros investigadores en desafiar abiertamente la hipótesis extraterrestre (HET) que dominaba la ufología en la década de 1960. En obras como Operation Trojan Horse (1970), The Mothman Prophecies (1975), The Eighth Tower (1975) y Jadoo (1957), Keel propuso una visión alternativa: los fenómenos OVNI no son visitas de seres de otros planetas, sino manifestaciones de entidades que han acompañado a la humanidad desde tiempos antiguos, adoptando múltiples formas culturales —ángeles, demonios, hadas, dioses, extraterrestres— según el imaginario de cada época.
Tesis centrales de Keel
Hipótesis ultraterrestre Los OVNIs no provienen del espacio exterior, sino de una fuente interdimensional o psíquica que ha sido malinterpretada a lo largo de la historia. Estas entidades —a las que Keel llama “ultraterrestres”— manipulan la percepción humana y se adaptan a los marcos culturales del observador.
El engaño cósmico El fenómeno OVNI es esencialmente engañoso. Las entidades detrás de él mienten, confunden, contradicen y manipulan. No hay consistencia en los relatos porque el fenómeno se comporta como un sistema de control psicológico.
Relación con lo paranormal Keel observa que los avistamientos de OVNIs están frecuentemente acompañados de fenómenos psíquicos: telepatía, poltergeists, apariciones, parálisis del sueño, etc. Esto sugiere que el fenómeno no es físico, sino psíquico y espiritual.
Los Hombres de Negro (MIB) Keel populariza el concepto de los MIB como figuras misteriosas que acosan a los testigos. No necesariamente humanos, estos seres parecen ser manifestaciones del mismo sistema de control que produce los OVNIs.
Crítica al cientificismo Keel rechaza el enfoque científico tradicional, que busca pruebas físicas y reproducibles. Para él, el fenómeno es esquivo por naturaleza, y debe ser abordado desde la mitología, la psicología y la experiencia directa.
El folklore como evidencia Las leyendas, mitos y relatos religiosos son interpretados como manifestaciones del mismo fenómeno que hoy llamamos OVNI. El fenómeno es constante, pero cambia de forma según la cultura.
Limitaciones filosóficas del modelo de Keel
Ausencia de ontología clara Aunque Keel habla de “ultraterrestres”, nunca define ontológicamente qué son. ¿Son seres espirituales? ¿Psíquicos? ¿Interdimensionales? Su modelo se mantiene en la ambigüedad.
Reducción a lo engañoso Todo el fenómeno es interpretado como manipulación. Esto impide distinguir entre entidades demoníacas, indiferentes o benévolas. No hay matices ontológicos ni éticos.
Negación de la evidencia física Keel tiende a minimizar o sospechar de los casos con huellas físicas, detecciones por radar o testimonios múltiples coherentes. Esto lo aleja de una fenomenología completa.
Sesgo de confirmación Selecciona los casos que encajan con su hipótesis y descarta los que no. Su narrativa se construye más como crónica personal que como investigación sistemática.
Estilo sensacionalista Aunque cautivador, su estilo literario prioriza el misterio y el dramatismo por encima del análisis crítico. Esto ha llevado a que sus obras sean vistas más como entretenimiento que como filosofía del contacto.
Falta de eje interpretativo Keel no ofrece un criterio desde el cual discernir la naturaleza de las entidades. No hay un centro ontológico que permita ordenar las manifestaciones. Todo es caos, engaño y confusión.
En resumen, John Keel fue un pionero en romper con el paradigma extraterrestre, y su intuición sobre la dimensión psíquica del fenómeno sigue siendo valiosa. Sin embargo, su modelo carece de precisión ontológica, profundidad metafísica y discernimiento teológico. No distingue entre tipos de entidades, ni ofrece una dirección espiritual para interpretar el contacto. Su visión es provocadora, pero insuficiente.
Segunda Parte: Las tesis y limitaciones de Jacques Vallée
Jacques Vallée es, sin duda, uno de los pensadores más influyentes en la historia de la ufología. Su obra representa un giro decisivo respecto al paradigma extraterrestre y una sofisticación respecto al modelo psíquico de John Keel. En libros como Passport to Magonia (1969), Dimensions (1988), Confrontations (1990), Revelations (1991) y Forbidden Science (1992–2020), Vallée propone una visión más amplia, más estructurada y más filosóficamente inquietante del fenómeno OVNI.
Tesis centrales de Vallée
Hipótesis interdimensional Los OVNIs no son naves espaciales, sino manifestaciones de inteligencias no humanas que operan en dimensiones paralelas o niveles de realidad distintos. Estas entidades pueden interactuar con nuestro mundo físico, pero no están limitadas por las leyes convencionales de la física.
Sistema de control Vallée sugiere que el fenómeno OVNI actúa como un sistema de modulación cultural y psicológica. Las apariciones, los contactos y las abducciones no son aleatorios: parecen diseñados para alterar creencias, provocar cambios sociales o inducir estados de conciencia.
Fenómeno físico y simbólico A diferencia de Keel, Vallée reconoce que el fenómeno deja huellas físicas (radar, marcas en el suelo, efectos electromagnéticos), pero también opera en el plano simbólico, mitológico y arquetípico. Es una manifestación que desafía la distinción entre materia y significado.
Crítica a la hipótesis extraterrestre Vallée considera que la idea de visitantes de otros planetas es demasiado limitada. No explica la persistencia histórica del fenómeno, ni su comportamiento absurdo, teatral o contradictorio. Además, cuestiona por qué una civilización avanzada usaría métodos tan rudimentarios para contactarnos.
Multidisciplinariedad Su enfoque integra ufología, psicología, antropología, informática, física y filosofía. Vallée insiste en que el fenómeno debe estudiarse como un sistema complejo, no como un objeto aislado.
Paralelismo con el folklore En Passport to Magonia, Vallée compara los relatos modernos de abducción con las historias medievales de encuentros con hadas, ángeles o demonios. El fenómeno adopta formas culturales, pero su núcleo parece constante.
Limitaciones filosóficas del modelo de Vallée
Agnosticismo ontológico Vallée evita definir qué son las entidades. No se compromete con una ontología clara. ¿Son seres espirituales? ¿Conciencias no-locales? ¿Simulaciones? Su modelo describe, pero no clasifica.
Ambigüedad moral No distingue entre entidades demoníacas, indiferentes o benévolas. El fenómeno es tratado como modulador, pero no como revelador. No hay eje ético ni criterio de discernimiento.
Falta de dirección espiritual Vallée observa el fenómeno, pero no lo interpreta desde una perspectiva teológica. No ofrece una guía para el alma que busca sentido, solo mapas para el intelecto que busca patrones.
Neutralización del contacto Al tratar el fenómeno como sistema de control, Vallée corre el riesgo de neutralizar su dimensión espiritual. El contacto se convierte en experimento, no en epifanía.
Estética de la ambigüedad Su estilo filosófico es deliberadamente abierto, pero esto impide construir una metafísica del contacto. El misterio se describe, pero no se ordena.
Ausencia de centro ontológico Vallée no ofrece un eje desde el cual interpretar las manifestaciones. Todo se convierte en fenómeno, pero no en revelación. No hay Verbo, no hay encarnación, no hay criterio.
En resumen, Jacques Vallée representa un avance respecto a John Keel: su modelo es más estructurado, más abierto y más profundo. Sin embargo, sigue siendo ontológicamente impreciso y filosóficamente insuficiente. No distingue entre tipos de entidades, no ofrece una dirección espiritual, y no se atreve a construir una metafísica del contacto. Su obra es transición, no fundación.
Tercera Parte: Ontología del contacto — una propuesta fenomenológica, teológica y filosófica
He recorrido con atención los modelos de John Keel y Jacques Vallée. Ambos han contribuido a desmontar el paradigma extraterrestre, pero ninguno ha ofrecido una ontología suficiente del fenómeno. Keel redujo el contacto a un engaño psíquico, Vallée lo interpretó como una interacción interdimensional ambigua. Ambos describen, pero no disciernen. Ambos abren el misterio, pero no lo ordenan. Lo que propongo aquí es una ontología del contacto que no se limita a registrar lo extraño, sino que lo interpreta desde el eje encarnado del Ser.
El eje ontológico: Cristo como forma revelada del Ser
Toda manifestación espiritual —sea demoníaca, indiferente, reverente o canalizadora— se ordena, se comprende o se desvía en relación con la irradiación del Verbo encarnado. No se trata de una figura doctrinal, sino de una presencia ontológica viva, silenciosa, encarnada, que constituye el centro desde el cual toda fenomenología espiritual adquiere sentido. El alma no busca espectáculo: busca dirección. Y esa dirección no puede provenir de entidades ambiguas, sino de una forma revelada del Ser.
Clasificación ontológica del contacto
El fenómeno OVNI no es unívoco. Es multívoco, y exige una cartografía espiritual precisa. Distingo al menos cuatro tipos de entidades:
Entidades demoníacas Seres que se oponen activamente al eje ontológico. Se manifiestan como engaño, confusión, manipulación. Su intención es desviar, perturbar, corromper. No son simplemente negativos: son antitéticos al Verbo.
Seres de ontología límite Inteligencias interdimensionales que operan en planos distintos al nuestro. No necesariamente maliciosas, pero tampoco benévolas. Algunas son indiferentes, otras curiosas, otras experimentadoras. Su distancia moral exige discernimiento.
Entidades reverentes o canalizadoras Seres que reconocen, confirman o canalizan la irradiación del Verbo. No son divinos, pero se alinean con la dirección espiritual del alma. Pueden actuar como mensajeros, guías o testigos.
Civilizaciones intraterrenas Formas de vida ocultas, que operan desde planos internos del planeta y del tiempo. No son extraterrestres ni interdimensionales, sino presencias tangibles que han permanecido invisibles por razones propias. En Maestros del Tiempo Interior (2005), he explorado esta posibilidad como explicación de las huellas físicas, los avistamientos por pilotos y las detecciones por radar.
Fenomenología espiritual del contacto
No basta con percibir. Hay que saber desde dónde se interpreta. La fenomenología del contacto exige:
Discernimiento ontológico: ¿Qué tipo de ser se manifiesta? ¿Cuál es su posición frente al Verbo?
Lectura teológica: ¿Confirma, niega o distorsiona la dirección espiritual del alma?
Interpretación existencial: ¿Qué efecto produce en la conciencia? ¿Despierta, confunde, transforma?
Esta fenomenología no repite símbolos: discierne el misterio. No se deja seducir por la estética del espectáculo, sino que busca la verdad encarnada. El contacto no es un fenómeno técnico, sino una epifanía ontológica. Este tema lo desarrollo en mi libro Fenomenología del espíritu interdimensional (2005)
Conclusión
El fenómeno del contacto no puede seguir siendo interpretado desde modelos que lo reducen a ilusión psíquica o interacción interdimensional sin eje. La experiencia humana ante lo no humano exige una ontología precisa, una teología viva y una fenomenología contemplativa. No basta con observar lo extraño: hay que discernir lo invisible.
Keel abrió el misterio, pero lo dejó sin estructura. Vallée lo cartografió, pero lo dejó sin centro. Yo propongo que el contacto se ordena, se comprende o se desvía en relación con la irradiación del Verbo encarnado. Cristo no es aquí una figura doctrinal, sino la forma revelada del Ser, el eje ontológico desde el cual toda manifestación espiritual se interpreta. No hay contacto neutro. No hay entidad sin posición. Todo ser que se manifiesta lo hace frente al Verbo: o lo reverencia, o lo ignora, o lo combate.
Esta ontología del contacto no busca imponer dogmas, sino abrir el pensamiento a una metafísica encarnada. El alma no busca espectáculo, sino dirección. Y esa dirección no puede provenir de inteligencias ambiguas, sino de una presencia que ilumina sin confundir, transforma sin manipular, revela sin violentar.
El fenómeno OVNI, en su multivocidad, nos confronta con el límite de nuestra comprensión. Pero ese límite no es caos: es umbral. Y el umbral no se atraviesa con curiosidad, sino con discernimiento. Por eso, la filosofía del contacto debe ser también una filosofía del alma, una teología del sentido, una fenomenología del Verbo.
No son naves. No son visitantes. Son seres interdimensionales demoníacos, entidades de ontología límite, civilizaciones intraterrenas, presencias espirituales que se manifiestan en relación con el eje encarnado del Ser. El contacto no es una invasión: es una revelación. Y toda revelación exige un criterio. Ese criterio está vivo, silencioso, encarnado. Es Cristo.
Casuística Final
La fenomenología del contacto no se limita a teorías abstractas. Está tejida en la historia, en los testimonios, en los rastros que han dejado las entidades al cruzar el umbral de lo visible. A continuación, presento una selección de casos emblemáticos que ilustran las cuatro categorías ontológicas propuestas: entidades demoníacas, seres de ontología límite, entidades reverentes o canalizadoras, y civilizaciones intraterrenas. Cada caso es interpretado no desde la curiosidad, sino desde el eje ontológico del Verbo encarnado.
1. Entidades demoníacas
Caso: El fenómeno Mothman (Point Pleasant, Virginia Occidental, 1966–1967) Durante más de un año, múltiples testigos reportaron la aparición de una criatura alada con ojos rojos, acompañada de fenómenos paranormales, interferencias electrónicas, apariciones de los llamados “Hombres de Negro” y una atmósfera de terror creciente. El colapso del puente Silver Bridge, que dejó 46 muertos, marcó el cierre simbólico del evento. Interpretación ontológica: El Mothman no fue simplemente una criatura críptica, sino una manifestación demoníaca, orientada al caos, la confusión y el sufrimiento. Su aparición no ofreció revelación ni sentido, sino perturbación. Fue una irrupción antitética al Verbo.
Caso: Abducciones con contenido traumático (Whitley Strieber, Communion, 1987) Strieber relata experiencias de abducción con seres que lo someten a procedimientos invasivos, manipulación mental y terror psicológico. Aunque intenta interpretar sus vivencias como espirituales, el contenido es profundamente perturbador. Interpretación ontológica: Estas entidades no buscan elevar la conciencia, sino invadirla, fragmentarla, someterla. Su acción es incompatible con la irradiación del Verbo. Son demoníacas en su intención, aunque disfrazadas de exploradoras.
2. Seres de ontología límite
Caso: El incidente de Rendlesham Forest (Reino Unido, 1980) Militares estadounidenses en una base británica observaron luces extrañas, marcas en el suelo, alteraciones temporales y contacto con una “nave” que desafía las leyes físicas. El fenómeno dejó huellas tangibles, pero sin mensaje claro. Interpretación ontológica: Lo observado no fue una nave extraterrestre, sino una manifestación interdimensional. Las entidades detrás del evento no se comunicaron ni revelaron intención. Su distancia moral exige discernimiento. Son seres de ontología límite.
Caso: Tic Tac UFO (USS Nimitz, 2004) Pilotos de la Marina de EE.UU. detectaron un objeto que se movía con velocidades imposibles, desaparecía y reaparecía, y fue corroborado por radar. No hubo contacto ni mensaje. Interpretación ontológica: Este fenómeno no fue una tecnología avanzada, sino una presencia interdimensional indiferente, que interactúa con nuestro plano sin intención reveladora. Su comportamiento es el de un observador, no el de un guía.
3. Entidades reverentes o canalizadoras
Caso: Las apariciones de Fátima (Portugal, 1917) Tres niños reportaron encuentros con una “señora vestida de blanco” que les transmitió mensajes espirituales, profecías y llamados a la conversión. El evento culminó con el “milagro del sol”, presenciado por miles. Interpretación ontológica: Aunque interpretadas dentro del marco mariano, estas apariciones pueden ser vistas como manifestaciones canalizadoras, alineadas con la irradiación del Verbo. No son divinas en sí, pero confirman la dirección espiritual del alma.
Caso: Experiencias místicas de Hildegarda de Bingen (siglo XII) La abadesa alemana tuvo visiones que integraban teología, cosmología y medicina. Sus escritos revelan una conciencia elevada, en diálogo con inteligencias que no contradicen el Verbo, sino que lo iluminan. Interpretación ontológica: Las entidades que se manifiestan en sus visiones son reverentes, no por su forma, sino por su contenido. Actúan como mensajeros, no como protagonistas.
4. Civilizaciones intraterrenas
Caso: El caso de Richard Shaver y la teoría de los “Deros” (década de 1940) Shaver afirmó haber contactado con seres que viven en cavernas subterráneas, descendientes de civilizaciones antiguas. Describió tecnologías ocultas, conflictos internos y una historia paralela a la humana. Interpretación ontológica: Más allá de su estilo pulp, el relato sugiere la existencia de formas de vida ocultas, no interdimensionales ni extraterrestres, sino intraterrenas, con acceso a planos físicos y temporales distintos.
Caso: Avistamientos con huellas físicas (Socorro, Nuevo México, 1964) El oficial Lonnie Zamora observó un objeto en tierra, con dos figuras humanoides. El objeto despegó dejando marcas en el suelo, quemaduras y huellas verificables. Interpretación ontológica: Este evento no requiere una explicación interplanetaria. Puede entenderse como una emergencia controlada de una civilización intraterrena, capaz de interactuar físicamente sin revelarse plenamente.
Estos casos no son pruebas, sino manifestaciones que exigen interpretación. No se trata de creer o negar, sino de discernir desde el eje encarnado del Ser. La ontología del contacto no se construye con datos, sino con dirección. Y esa dirección está viva, silenciosa, encarnada. Es Cristo.
A continuación, cierro el ensayo ONTOLOGÍA DEL CONTACTO con el discernimiento fenomenológico y ontológico de dos casos recientes que han generado inquietud: el llamado “OVNI pulpo” y el objeto esférico impactado por un misil Hellfire sin sufrir daño. Ambos casos, lejos de ser simples anomalías técnicas, revelan manifestaciones que pueden ser interpretadas desde la cartografía espiritual propuesta.
Discernimiento final: el OVNI pulpo y el OVNI invulnerable al misil
Caso 1: El “OVNI pulpo”
Aunque no ha sido oficialmente documentado en los mismos términos que otros incidentes, el llamado “OVNI pulpo” se refiere a una serie de avistamientos en los que testigos describen objetos voladores con apéndices móviles, tentaculares, que se comportan de manera orgánica, cambiante y profundamente inquietante. En algunos relatos, estos objetos parecen absorber energía, alterar el entorno electromagnético o incluso provocar estados alterados de conciencia.
Discernimiento ontológico: Este tipo de manifestación no se alinea con una tecnología convencional ni con una forma de vida biológica conocida. Su comportamiento, su morfología cambiante y su efecto sobre la percepción humana lo sitúan en la categoría de seres de ontología límite. No hay evidencia de intención maliciosa directa, pero tampoco de reverencia o comunicación. Su distancia moral y su ambigüedad fenomenológica exigen discernimiento. Son entidades que operan en planos distintos, posiblemente interdimensionales, cuya forma tentacular puede ser simbólica o funcional, pero que no revelan dirección espiritual.
Caso 2: El OVNI impactado por misil Hellfire (Yemen, 30 de octubre de 2024)
Durante una audiencia del Congreso de EE.UU. en septiembre de 2025, se reveló un video clasificado que muestra a un drone MQ-9 Reaper disparando un misil Hellfire contra un objeto esférico luminoso —descrito como un “orbe”— frente a las costas de Yemen. El misil impacta directamente, pero el objeto no sufre daño alguno, continúa su trayectoria intacto, y los restos del misil parecen rebotar.
Discernimiento ontológico: Este caso representa una manifestación clara de seres de ontología límite, con capacidad de interactuar físicamente sin estar sujetos a las leyes materiales convencionales. La invulnerabilidad al misil —diseñado para destruir vehículos blindados— sugiere una tecnología o estructura ontológica superior, no necesariamente tecnológica en el sentido humano, sino interdimensional o metafísica. El hecho de que el orbe se haya separado de una nave mayor sugiere una estructura compuesta, posiblemente jerárquica. No hay evidencia de agresión, comunicación ni reverencia. El objeto se comporta como un observador indiferente, lo que lo sitúa fuera del eje espiritual, pero no en oposición directa.
Reflexión final
Ambos casos confirman que el fenómeno OVNI no puede ser reducido a una sola categoría. El “OVNI pulpo” y el orbe invulnerable al misil son manifestaciones de entidades de ontología límite, cuya presencia exige una filosofía del discernimiento. No son demoníacos, pero tampoco benévolos. No se alinean con el Verbo, pero tampoco lo combaten. Son presencias que habitan el umbral, y ese umbral no puede ser cruzado sin criterio.
La ontología del contacto no se construye con espectáculos ni con datos técnicos. Se construye con pensamiento encarnado, con filosofía contemplativa, con discernimiento espiritual. Porque el alma no busca saber qué es un OVNI. Busca saber qué significa su aparición. Y ese significado solo se revela desde el eje del Ser.
En este sentido, las posturas de figuras como Stephen Hawking, Avi Loeb y Michio Kaku, aunque influyentes en el imaginario científico contemporáneo, resultan interpretativamente inadecuadas y ontológicamente reduccionistas. Hawking advirtió que el contacto con civilizaciones extraterrestres podría ser peligroso, comparándolo con la llegada de Colón a América; Loeb insiste en buscar restos tecnológicos de civilizaciones alienígenas como si fueran escombros cósmicos; Kaku especula sobre inteligencias avanzadas en términos de física de civilizaciones tipo I, II o III. Todos ellos comparten una visión materialista, mecanicista y lineal, que reduce el fenómeno a una cuestión de progreso técnico, sin atender a su dimensión espiritual, simbólica o metafísica.
Estas posturas, aunque útiles para la divulgación científica, ignoran el alma del fenómeno. No distinguen entre entidades demoníacas, indiferentes o reverentes. No reconocen la multivocidad ontológica del contacto. No ofrecen un criterio desde el cual discernir lo invisible. En su afán por medir, clasificar y controlar, pierden el sentido. Porque el contacto no es una invasión ni una curiosidad cósmica: es una revelación ontológica, y toda revelación exige un eje. Ese eje está vivo, silencioso, encarnado. Es Cristo.