domingo, 23 de noviembre de 2025

Contra el nihilismo educativo (Universidad Nacional de Huancayo)

 


Contra el nihilismo educativo: la Pedagogía del amor como resistencia ontológica

Gustavo Flores Quelopana

Primer Congreso Internacional de Filosofía, Ciencias Sociales y Pedagogía desde el Centro del Perú – Universidad Nacional del Centro del Perú/Huancayo-24 al 28 de noviembre

Resumen

La ponencia aborda la crisis de la educación contemporánea marcada por el nihilismo estructural, la tecnocracia y la fragmentación del ser humano. Se parte de un análisis antropológico que muestra cómo las concepciones naturalista, racionalista, existencialista y nihilista han reducido al hombre a dimensiones parciales, privándolo de su vocación trascendente. Frente a ello, se propone la antropología cristiana como visión integral que reconoce al ser humano como cuerpo, mente y espíritu, abierto a la comunión y a la trascendencia.

La pedagogía del amor, fundada en esta antropología, se presenta como resistencia ontológica y profecía educativa. No forma individuos funcionales para el mercado, sino personas plenas llamadas a la dignidad, la justicia y la esperanza. Educar para amar significa cultivar la libertad como vocación, la razón como servicio y el cuerpo como templo, integrando lo humano y lo divino en una síntesis transformadora.

La crítica a la modernidad educativa denuncia la absolutización de la autonomía subjetiva, la reducción del aula a laboratorio de rendimiento y la expulsión de lo espiritual del espacio formativo. En contraste, la pedagogía del amor humaniza la ciencia, orienta la libertad y atraviesa el conflicto con misericordia profética. Sus implicaciones prácticas incluyen la formación para la justicia social, el cuidado de la creación, la construcción de comunidades fraternas y la transformación ética y política de la sociedad.

En conclusión, educar para amar es formar para la plenitud del ser. En tiempos de secularismo radical y nihilismo educativo, esta pedagogía se levanta como posibilidad luminosa y urgente: donde el amor educa, el alma despierta; y donde el alma despierta, la historia cambia.

Palabras clave: Nihilismo educativo, antropología cristiana, pedagogía del amor, resistencia ontológica, tecnocracia, trascendencia, comunión, dignidad humana, justicia social y esperanza activa.

Abstract

This paper addresses the crisis of contemporary education marked by structural nihilism, technocracy, and the fragmentation of the human being. It begins with an anthropological analysis that shows how naturalist, rationalist, existentialist, and nihilist conceptions have reduced the human person to partial dimensions, depriving them of their transcendent vocation. In contrast, Christian anthropology is proposed as an integral vision that recognizes the human being as body, mind, and spirit, open to communion and transcendence.

The pedagogy of love, grounded in this anthropology, is presented as ontological resistance and prophetic education. It does not form functional individuals for the market but whole persons called to dignity, justice, and hope. To educate for love means to cultivate freedom as vocation, reason as service, and the body as temple, integrating the human and the divine in a transformative synthesis.

The critique of modern education denounces the absolutization of subjective autonomy, the reduction of the classroom to a performance laboratory, and the expulsion of the spiritual from the formative space. In contrast, the pedagogy of love humanizes science, orients freedom, and traverses conflict with prophetic mercy. Its practical implications include formation for social justice, care for creation, the building of fraternal communities, and the ethical and political transformation of society.

In conclusion, to educate for love is to educate for the fullness of being. In times of radical secularism and educational nihilism, this pedagogy rises as a luminous and urgent possibility: where love educates, the soul awakens; and where the soul awakens, history changes.

Keywords Educational nihilism, Christian anthropology, pedagogy of love, ontological resistance, technocracy, transcendence, communion, human dignity, social justice, and active hope.

1. Fundamento antropológico: las concepciones del ser humano y su impacto educativo

Toda reflexión pedagógica debe partir de una pregunta esencial: ¿qué es el ser humano? La respuesta a esta pregunta determina el modelo educativo, la finalidad de la formación y el tipo de sociedad que se construye. A lo largo de la historia, diversas concepciones antropológicas han orientado la educación, cada una con sus implicancias filosóficas, éticas y políticas.

  • Antropología naturalista: El ser humano es visto como un organismo biológico complejo, determinado por leyes naturales. La educación, en este marco, se enfoca en la adaptación funcional, en el desarrollo de habilidades útiles para la supervivencia y la eficiencia social.

  • Antropología racionalista: El ser humano es definido por su capacidad de pensar. La razón se convierte en el centro de la formación, y la educación se orienta hacia el dominio del conocimiento, la lógica y la técnica.

  • Antropología existencialista: El ser humano es libertad radical, proyecto abierto, angustia y decisión. La educación se convierte en espacio de autenticidad, pero también de incertidumbre, donde el sentido se construye sin referencia última.

  • Antropología nihilista: El ser humano es vacío, sin esencia ni destino. La educación se reduce a entrenamiento, a gestión de competencias, a producción de individuos funcionales para el mercado.

  • Antropología cristiana: El ser humano es imagen de Dios, criatura histórica abierta a la trascendencia, llamada a la comunión, a la libertad y al amor. Esta visión no es una opción entre otras: es una revelación que ilumina la totalidad del ser.

Frente a las concepciones que fragmentan, reducen o deshumanizan al sujeto, la antropología cristiana ofrece una visión integral, donde cuerpo, mente y espíritu se educan en comunión. Educar para amar, desde esta perspectiva, es formar para la plenitud, para la santidad, para la comunión con Dios y con los otros.

Esta antropología no evade la historia: la habita. No niega la cultura: la transforma. No impone dogmas: testimonia una verdad encarnada. Y desde ella, se articula la pedagogía del amor como acto redentor, como resistencia espiritual, como profecía encarnada.

2. Superación de las antropologías reductivas: la propuesta cristiana

Las concepciones naturalistas, racionalistas, existencialistas y nihilistas han influido profundamente en los modelos educativos modernos. Sin embargo, todas ellas comparten una limitación estructural: fragmentan al ser humano, lo reducen a una dimensión parcial, y lo privan de su vocación trascendente.

  • El naturalismo lo convierte en mecanismo biológico.

  • El racionalismo lo reduce a mente calculadora.

  • El existencialismo lo deja en la angustia sin redención.

  • El nihilismo lo disuelve en la funcionalidad sin sentido.

Frente a estas visiones, la antropología cristiana ofrece una superación integral. El ser humano es cuerpo, alma y espíritu; es historia y eternidad; es libertad y vocación. Esta concepción no es una construcción filosófica más: es una revelación encarnada en Cristo. En Él, lo humano y lo divino se unen sin confundirse, y desde Él, la educación se convierte en camino de plenitud.

La pedagogía del amor, fundada en esta antropología, no forma para el mercado, sino para el Reino. No educa para competir, sino para comulgar. No transmite datos, sino que despierta vocaciones. Es una pedagogía que transforma desde dentro, porque reconoce que el corazón humano es el lugar donde Dios habita y llama.

3. Crítica a la modernidad educativa: fragmentación, tecnocracia y pérdida del alma

La educación se ha convertido en el campo donde se libra la batalla decisiva de nuestro tiempo. No es un espacio neutro ni un simple servicio, sino el lugar donde se define la identidad de los pueblos y el sentido de lo humano. Sin embargo, sobre ella se cierne el peligro del nihilismo estructural: una fuerza que disuelve valores, fragmenta horizontes y reduce al hombre a engranaje de sistemas sin alma. Allí donde la educación debería cultivar humanidad, el nihilismo amenaza con vaciarla de contenido y convertirla en mera técnica de supervivencia.

La modernidad educativa, heredera de una antropología racionalista y funcionalista, ha producido un modelo centrado en el rendimiento, la eficiencia y la utilidad. El ser humano ha sido reducido a un sistema operativo: aprende a adaptarse, pero no a trascender; resuelve problemas, pero no se pregunta por el sentido; calcula, pero no contempla.

La pedagogía constructivista, en su versión más radical y desarraigada de toda trascendencia, absolutiza la autonomía del sujeto y relativiza toda verdad. El conocimiento se convierte en construcción subjetiva, desvinculada de toda referencia ontológica. La educación, así concebida, forma individuos funcionales, pero no personas plenas. Optimiza competencias, pero no despierta almas.

Este modelo, bajo la apariencia de libertad, instala una nueva forma de esclavitud: la del yo encerrado en sí mismo, sin misterio, sin comunión, sin eternidad. La tecnocracia educativa, al servicio del mercado, ha convertido el aula en laboratorio de rendimiento, y al maestro en gestor de indicadores. La secularización radical ha expulsado lo espiritual del espacio formativo, como si educar pudiera hacerse sin alma.

Frente a esta lógica, la pedagogía cristiana del amor no solo es alternativa: es profecía. Recuerda que educar no es construir desde la nada, sino responder al don recibido. Es abrirse a la verdad que llama, y dejarse transformar por el amor que salva. No excluye la ciencia: la humaniza. No niega la libertad: la orienta. No evita el conflicto: lo atraviesa con misericordia profética.

Educar desde el corazón de Cristo es formar para la comunión, para la contemplación, para la ternura. Es levantar una cultura del encuentro en medio de una civilización que fragmenta, acelera y vacía. Es sembrar sentido donde reina el absurdo, y encender vocaciones donde impera la funcionalidad.

4. Implicaciones pedagógicas: formar para la dignidad, la comunión y la trascendencia

La pedagogía del amor, fundada en una antropología cristiana, no se limita a una propuesta teórica: se encarna en prácticas educativas concretas que transforman al sujeto, a la comunidad y a la historia. Sus implicaciones son múltiples y profundamente integradoras:

  • Formar para la dignidad humana: Cada persona es imagen de Dios. La educación debe reconocer y cultivar esta dignidad ontológica, no como mérito ni utilidad, sino como don.

  • Educar para la justicia social: El amor cristiano es compromiso con los pobres, con los excluidos, con los heridos de la historia. La educación debe ser profética, liberadora, encarnada en las luchas del pueblo.

  • Reconocer a Cristo como modelo educativo: Cristo es la síntesis entre lo eterno y lo temporal, entre lo divino y lo humano. Su pedagogía es ternura, entrega, cruz y resurrección.

  • Cultivar la integralidad del ser: Cuerpo, mente y espíritu deben educarse en comunión. El amor ordena, perfecciona e integra.

  • Promover la paz y el respeto ambiental: La creación es sacramento vivo. Educar para amar es educar para cuidar, para reconciliar, para vivir en armonía con la tierra.

  • Transformar la sociedad desde la educación: La pedagogía del amor no reproduce estructuras de poder: las redime. Forma ciudadanos creyentes, críticos y comprometidos.

  • Unir sin confundir lo eterno y lo temporal: La encarnación es el acto supremo del amor. Educar es ayudar al otro a vivir en la historia con conciencia de lo eterno.

Esta pedagogía no se impone ni se tecnifica: se vive en la comunidad, se encarna en la práctica, se proyecta en la transformación espiritual y social. El educador es formador de conciencia, testigo del amor encarnado, constructor del Reino en lo cotidiano.

En diálogo con pensadores como Comblin, Metz, Casaldáliga y Dussel, esta propuesta se afirma como acto teológico, ético y político. Educar para amar es formar para la esperanza activa, para la ternura militante, para la ética del rostro, para la fidelidad al Dios que se encarna, acompaña y libera.

5. Conclusión: educar para amar es formar para la plenitud del ser

La pedagogía del amor, fundada en una antropología cristiana, no es una técnica ni una ideología: es una visión integral del ser humano como criatura histórica abierta a la trascendencia. Frente a los reduccionismos tecnocráticos, secularistas y fragmentarios que dominan la educación contemporánea, esta propuesta afirma que educar es acompañar el alma en su camino hacia la plenitud.

Educar para amar es formar para la dignidad, la comunión y la trascendencia. Es reconocer en cada persona la imagen de Dios encarnado. Es cultivar la libertad como vocación, la razón como servicio y el cuerpo como templo. Es integrar lo humano y lo divino, lo temporal y lo eterno, en una síntesis pedagógica que transforma desde dentro.

El educador, en esta clave, no transmite contenidos: testimonia el amor que salva. No gestiona procesos: acompaña vocaciones. No reproduce sistemas: construye Reino. Su tarea no es funcional: es espiritual, ética, profética. Educar para amar es formar sujetos libres, conscientes, espirituales y comprometidos con la justicia, la paz y el cuidado de la creación.

En medio del colapso moral y material de Occidente, tras décadas de secularismo radical, nihilismo educativo y tecnocracia deshumanizante, esta pedagogía emerge como posibilidad luminosa y urgente. No es una nostalgia piadosa: es una profecía encarnada. Y su tiempo ha llegado.

Porque donde el amor educa, el alma despierta. Y donde el alma despierta, la historia cambia.

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