sábado, 13 de septiembre de 2025

EXHORTACIÓN A LA CONVERSIÓN

 


EXHORTACIÓN A LA CONVERSIÓN

Obra en seis escenas Género: Diálogo filosófico-dramático Personajes:

  • Salomón: Hombre de casi 80 años, espiritualista, iniciado, con pensamiento gnóstico aunque no lo reconozca como tal.

  • Gustavo: Filósofo cristiano, sereno, profundo, que dialoga desde la fe y la razón, sin imponer pero con firmeza.

Escena I – El banco del parque

(Atardecer. Salomón está sentado en un banco, contemplando el cielo. Gustavo llega con un libro en la mano.)

Gustavo: ¿Te molesta si me siento?

Salomón: En absoluto. El cielo está hermoso. Parece que quiere decir algo.

Gustavo: A veces lo dice. Pero no todos lo escuchan.

Salomón: Yo lo escucho. El alma se eleva, Gustavo. No por fe ni por dogmas, sino por reencarnación. Cada vida nos acerca más a la conciencia cósmica. La divinidad no se alcanza por creencias, sino por evolución espiritual.

Gustavo (con calma): ¿Y estás seguro de que esa conciencia es Dios?

Escena II – Dos visiones

Salomón: Dios… ese concepto humano. La culpa, el pecado, la salvación… todo eso son construcciones mentales. No hay culpa, Gustavo. Solo aprendizaje. Y la salvación es una ilusión para los que temen vivir. La mente espiritual no necesita redención. Solo expansión.

Gustavo: Pero si no hay culpa, ¿cómo explicas el dolor que causamos? ¿La injusticia, el egoísmo, el mal?

Salomón: Son experiencias. Nada más. No hay juicio, solo tránsito. La conciencia se expande, no se condena.

Gustavo: ¿Y si el mal no fuera solo error, sino ruptura? ¿Y si la redención no fuera ilusión, sino necesidad?

Escena III – El tiempo y la verdad

Salomón: He vivido casi ochenta años. He aprendido que Dios no es una persona. Es energía. Vibración. Presencia impersonal que fluye en todo. No hay voluntad divina, solo flujo cósmico.

Gustavo: Pero si Dios no es persona, ¿cómo puede amar? ¿Cómo puede llamarte por tu nombre?

Salomón: El amor es una frecuencia. No necesita rostro. La idea de un Dios que habla, que juzga, que salva… es demasiado humana.

Gustavo: Tal vez lo es. Porque nosotros somos humanos. Y tal vez Dios se hizo humano para alcanzarnos.

Escena IV – La grieta

Salomón: Jesús… no es el que enseña el cristianismo. Fue un iniciado. Un maestro entre muchos. Lo que vino después fue religión, no revelación. Dogmas, iglesias, cruz… todo eso es estructura. No esencia.

Gustavo: ¿Y si lo que vino después fue fidelidad? ¿Y si Jesús no solo enseñó, sino que se entregó?

Salomón: No necesito cruz ni sangre. Necesito silencio, introspección, conciencia.

Gustavo: ¿Y si lo que necesitas es alguien que te ame más allá de tu conciencia?

Escena V – La decisión

(Silencio. El sol comienza a ocultarse.)

Salomón: Cuando muera, mi alma no será juzgada. Se reencarnará. Seguirá su camino. No temo al juicio. No creo en él.

Gustavo: Y si el juicio no fuera castigo, sino encuentro. Si la muerte no fuera tránsito, sino abrazo. ¿No querrías que ese abrazo fuera de alguien que te conoce?

Salomón: ¿Y si me he equivocado?

Gustavo: Entonces estás a tiempo. Ochenta años no son condena. Son paciencia divina. Cristo no cuenta los errores. Cuenta los regresos.

Escena VI – El nombre del camino

(El parque está en penumbra. Las luces del atardecer se han apagado. Salomón y Gustavo siguen sentados, en silencio. Hay una pausa larga. Luego, Salomón habla con voz serena.)

Salomón: Antes de que te vayas, quiero aclararte algo. No soy gnóstico. No me identifico con doctrinas antiguas ni con etiquetas. Soy un espiritualista. Un iniciado. Mi camino es interior, libre, sin dogmas ni estructuras. No busco redención, busco expansión.

Gustavo (con tono reflexivo): Lo entiendo. Pero a veces, lo que uno cree haber dejado atrás… lo sigue repitiendo con otro nombre. Tu visión del alma atrapada en la materia, del conocimiento como liberación, de la reencarnación como ascenso… Todo eso es gnóstico, aunque lo llames espiritualismo.

Salomón (con leve incomodidad): No es lo mismo. Yo no sigo textos antiguos. Yo experimento.

Gustavo: Pero el contenido es el mismo. La negación del pecado, la idea de que el cuerpo es obstáculo, que Dios no es persona sino energía… Eso no es nuevo. Es el viejo gnosticismo con ropaje moderno. Y lo más grave: niega a Cristo como Salvador.

Salomón: Yo respeto a Jesús. Lo admiro.

Gustavo: Pero no lo reconoces. No como el Hijo de Dios. No como el Redentor. Y eso marca toda la diferencia. Porque no se trata de admirar a Cristo, sino de seguirlo. No de elevarse, sino de entregarse.

(Silencio. Salomón baja la mirada. Gustavo se pone de pie lentamente.)

Gustavo: No te lo digo para etiquetarte. Te lo digo porque te quiero. Y porque aún estás a tiempo.

(Gustavo se aleja lentamente. Salomón queda solo, pensativo. El telón cae.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.