jueves, 25 de diciembre de 2025

Entrevista por mi libro INFINITO Y MODERNIDAD

 


Del afecto al sentido al hilo del tiempo (Reseña)



Del afecto al sentido al hilo del tiempo

El afecto como inscrita en la temporalidad trascendental de la conciencia es aquí la tesis controvertible. Del afecto al sentido al hilo del tiempo. Un itinerario husserliano, es un artículo de la obra Del tiempo. Perspectivas fenomenológicas, publicado en 2024 por la editorial Dykinson, constituye uno de los aportes más recientes y originales de Rosemary Rizo-Patrón.

A diferencia de sus trabajos anteriores, centrados en la interpretación y sistematización de los diálogos de Husserl con la tradición filosófica moderna y contemporánea, en esta obra la autora se afirma como pensadora que desarrolla una propuesta propia. El texto se inscribe en el marco de los estudios fenomenológicos sobre el tiempo, pero introduce una perspectiva singular: la relación entre afectividad, temporalidad y constitución del sentido como núcleo de la experiencia humana.

La obra se presenta como un itinerario husserliano que explora cómo el afecto, entendido como la dimensión originaria de la vivencia, se convierte en el hilo conductor hacia la constitución del sentido. Rizo-Patrón muestra que la fenomenología no puede reducirse a la descripción de actos de conciencia aislados, sino que debe atender a la manera en que la afectividad orienta la conciencia en el tiempo. El afecto no es un añadido secundario, sino la condición de posibilidad de que el sentido se constituya y se mantenga en la continuidad temporal.

En este recorrido, la autora retoma la fenomenología husserliana de la temporalidad —la estructura de retención, vivencia y protención— y la amplía hacia una reflexión sobre cómo el afecto sostiene esa estructura. El tiempo no es solo la forma de la conciencia, sino el tejido en el que la afectividad da dirección y peso a la experiencia. Así, el sentido se revela como inseparable de la afectividad y del flujo temporal. Esta propuesta coloca a Rizo-Patrón en diálogo con debates contemporáneos sobre la fenomenología del afecto y del tiempo, mostrando que la fenomenología puede responder a problemas actuales sin perder su rigor filosófico.

El libro también se distingue por su tono reflexivo y creativo. No se limita a comentar a Husserl, sino que utiliza su pensamiento como punto de partida para elaborar una filosofía propia. En este sentido, Del afecto al sentido al hilo del tiempo marca un giro respecto a obras anteriores como Husserl en diálogo (2012), donde el aporte era principalmente profesoral y de interpretación. Aquí, en cambio, la autora se afirma como pensadora que ofrece una propuesta original: una fenomenología del afecto y del tiempo como fundamento del sentido.

En definitiva, Del afecto al sentido al hilo del tiempo es una obra que consolida a Rosemary Rizo-Patrón como pensadora fenomenológica. Su aporte consiste en mostrar que el sentido no se constituye únicamente en la conciencia trascendental, sino en la trama de la afectividad y la temporalidad. Con este libro, publicado por Dykinson en 2024, Rizo-Patrón ofrece una reflexión original que amplía la fenomenología husserliana y la conecta con debates contemporáneos sobre el tiempo y la experiencia afectiva.

Ahora bien, esta tesis de que el afecto constituye el sentido no está exenta de objeciones filosóficas. La primera objeción señala que el afecto, por su carácter cambiante y dependiente de estados emocionales, carece de las notas de universalidad y necesidad que caracterizan a las estructuras trascendentales de la conciencia. En este sentido, podría ser visto más como un fenómeno empírico que como un fundamento eidético. La segunda objeción advierte el riesgo de psicologismo: si el sentido se funda en el afecto, se corre el peligro de confundir la normatividad del sentido con la facticidad de la vida emocional, reintroduciendo bajo otro nombre el psicologismo que Husserl quiso superar. Una tercera objeción distingue entre motivación y constitución: el afecto puede motivar la conciencia, orientar la atención o dar peso a ciertas vivencias, pero no necesariamente constituir el sentido, que requiere actos intencionales como percepción, juicio o imaginación. Finalmente, se plantea el problema de la intersubjetividad: las estructuras trascendentales deben garantizar la posibilidad de un mundo común, compartido intersubjetivamente, y el afecto, al ser vivido de manera singular y privada, parece difícil de universalizar.

En el propio texto, Rizo-Patrón es consciente de estas tensiones y responde a ellas reformulando el concepto de afecto. Para ella, el afecto no debe entenderse como emoción psicológica contingente, sino como estructura fenomenológica originaria que orienta la conciencia en el tiempo. De este modo, evita el riesgo de psicologismo y subjetivismo, al inscribir el afecto en la universalidad de la temporalidad trascendental. Su defensa consiste en mostrar que el afecto no es un estado empírico, sino el motor que pone en marcha la intencionalidad y que hace posible la constitución del sentido. Con ello, Rizo-Patrón ofrece una fenomenología ampliada que busca responder a las objeciones y que invita a la discusión crítica sobre el papel del afecto en la filosofía contemporánea.

Sin embargo, cabe añadir una observación crítica: la inscripción del afecto en la universalidad de la temporalidad trascendental puede parecer más un recurso retórico que una evidencia filosófica coherente. Husserl concebía la temporalidad trascendental como una estructura eidética, universal y necesaria de la conciencia, mientras que el afecto, por su carácter cambiante y pre-reflexivo, parece resistirse a esa universalización. Al afirmar que el afecto se inscribe en la temporalidad, Rizo-Patrón busca mostrar que no es un estado empírico contingente, sino un momento constitutivo del flujo temporal. Sin embargo, el paso de lo empírico a lo trascendental no queda del todo justificado: se afirma más que se demuestra. Por ello, la propuesta abre un camino interesante hacia una fenomenología del afecto y del tiempo, pero deja pendiente la tarea de fundamentar con rigor cómo el afecto puede ser elevado al rango de estructura trascendental sin caer en psicologismo o subjetivismo.

Referencia: Rosemary Rizo-Patrón, Del afecto al sentido al hilo del tiempo. Un itinerario husserliano, Madrid: Dykinson, 2024.

Husserl en diálogo: Lecturas y debates (Reseña)

 

Reseña del libro Husserl en diálogo: Lecturas y debates (2012, Fondo Editorial PUCP / Editorial Siglo del Hombre)

El libro Husserl en diálogo: Lecturas y debates constituye una obra fundamental en la producción filosófica de Rosemary Rizo-Patrón, quien se ha dedicado a estudiar y difundir la fenomenología husserliana en América Latina. Publicado en 2012 por el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Editorial Siglo del Hombre en Bogotá, el volumen reúne una serie de estudios que buscan situar a Edmund Husserl en conversación con la tradición filosófica moderna y contemporánea. La autora examina cómo la fenomenología husserliana se relaciona con los ideales racionales de la modernidad, cómo se distancia críticamente de ellos y cómo responde a las objeciones y reformulaciones de pensadores posteriores.

El contenido del libro se organiza en capítulos que ponen en diálogo a Husserl con figuras centrales como Descartes, Kant y Hegel, mostrando las raíces modernas de su proyecto y las tensiones que lo atraviesan. En el capítulo dedicado a Descartes, Rizo-Patrón analiza cómo Husserl retoma la idea del cogito y la certeza, pero la transforma en conciencia trascendental, convirtiendo la duda metódica en epojé y ampliando el cogito cartesiano hacia la estructura intencional de la conciencia. En el capítulo sobre Kant, estudia la relación entre la fenomenología y el criticismo kantiano, señalando coincidencias en la búsqueda de fundamentos y diferencias decisivas, como la distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno frente a la insistencia husserliana en que la conciencia constituye el sentido del objeto en su totalidad. En el capítulo sobre Hegel, revisa la tensión entre la fenomenología husserliana y la dialéctica hegeliana, contrastando la conciencia trascendental con el movimiento histórico de la conciencia en Hegel, y mostrando cómo Husserl privilegia la descripción eidética sobre el devenir histórico.

Los capítulos siguientes se dedican a los diálogos de Husserl con pensadores contemporáneos que transformaron la fenomenología. En el capítulo sobre Heidegger, Rizo-Patrón analiza la crítica heideggeriana a Husserl, mostrando el paso de la fenomenología de la conciencia a la ontología fundamental del ser-en-el-mundo, y cómo Heidegger reprocha a Husserl su idealismo trascendental. En el capítulo sobre Levinas, explora cómo este pensador convierte la fenomenología en ética de la alteridad, desplazando el centro desde la conciencia hacia la responsabilidad frente al otro, y cuestionando la primacía del sujeto constituyente. En el capítulo sobre Ricoeur, examina la hermenéutica fenomenológica, mostrando cómo la fenomenología se abre hacia la interpretación, el lenguaje y la narratividad, introduciendo la mediación simbólica y hermenéutica y ampliando el horizonte fenomenológico hacia la cultura y la historia.

La conclusión del libro recapitula los diálogos y debates, subrayando la vigencia de la fenomenología como proyecto filosófico y su capacidad de interlocución con distintas tradiciones. Rizo-Patrón destaca que, pese a las críticas y transformaciones, la fenomenología husserliana sigue siendo un punto de referencia indispensable para pensar la racionalidad, la conciencia y el sentido en la filosofía contemporánea.

En definitiva, Husserl en diálogo: Lecturas y debates es una obra valiosa porque ofrece una visión panorámica y crítica de la fenomenología husserliana en relación con la filosofía moderna y contemporánea. Su aporte consiste en la claridad, la sistematización y la capacidad de articular los diálogos de Husserl con otros pensadores, lo que convierte el libro en un instrumento académico de gran utilidad.

Sin embargo, debe señalarse que se trata de un aporte principalmente profesoral y de interpretación, más que de una propuesta filosófica original en sentido creador. Rizo-Patrón aparece aquí como una intérprete rigurosa y una profesora que organiza y transmite debates complejos, pero no como una pensadora que inaugure un sistema propio o categorías nuevas.

Referencia: Rosemary Rizo-Patrón, Husserl en diálogo: Lecturas y debates, Lima: Fondo Editorial PUCP / Bogotá: Editorial Siglo del Hombre, 2012.

Basadre, ese desconocido (Reseña)

 

El libro Basadre, ese desconocido, editado en el año 2004 por la Universidad Ricardo Palma, constituye una obra singular dentro de los estudios dedicados a Jorge Basadre, pues se propone rescatar dimensiones poco atendidas de su figura y, al mismo tiempo, ofrecer una base documental que permita nuevas investigaciones. La obra se organiza en dos partes claramente diferenciadas, cada una con un aporte específico que, en conjunto, configuran un volumen de referencia.

La primera parte, a cargo de David Sobrevilla, se compone de seis estudios que buscan iluminar aspectos menos visibles del historiador tacneño. Aquí se presenta a Basadre no solo como el autor monumental de la Historia de la República del Perú, sino como un intelectual integral, un filósofo de la historia y un ensayista político y cultural. Sobrevilla muestra cómo Basadre reflexionó críticamente sobre la modernidad, la nación y la cultura, tres ejes que atraviesan su pensamiento. En cuanto a la modernidad, Basadre advertía los riesgos de una modernización superficial, imitativa y sin raíces, defendiendo en cambio una modernidad auténtica, sustentada en ciudadanía activa, educación sólida y cultura democrática. Respecto a la nación, la concebía como un proyecto inconcluso, marcado por fracturas sociales y desigualdades, pero con la posibilidad de realizar la “promesa de la vida peruana” si se lograba cohesión e identidad compartida. En relación con la cultura, la entendía como el cemento de la nación, capaz de articular la diversidad y dar sentido a la modernidad, integrando lo indígena, lo mestizo y lo criollo en una visión plural y democrática. Además, Sobrevilla rescata los “años difíciles” de Basadre, en los que las crisis personales y políticas marcaron su sensibilidad histórica, y el “tiempo de cosecha”, cuando consolidó su obra madura. También subraya su papel como funcionario público, intentando llevar sus ideas a la práctica en el ámbito educativo y cultural.

Un aspecto fundamental que Sobrevilla destaca es la filosofía de la historia que Basadre adoptó. Se trata de una perspectiva de raíz idealista e historicista, influida tanto por la tradición clásica griega como por la filosofía alemana moderna. Basadre concebía la historia como un proceso de permanencias y cambios, donde el pasado debía ser comprendido para proyectar un futuro posible. Para él, la historia era un instrumento de conciencia nacional, capaz de revelar las fracturas del país y, al mismo tiempo, abrir la posibilidad de construir una nación cohesionada. Pensar al Perú como “promesa” es, en este sentido, una postura idealista: la nación no es un hecho consumado, sino una posibilidad abierta que debe realizarse en el futuro. Aquí resulta iluminador vincular esta idea con la entelequia aristotélica: así como en Aristóteles todo ser tiende a realizar su esencia, en Basadre la nación peruana tiende a actualizarse en la medida en que se aproxima a sus ideales. Los valores de ciudadanía, educación, democracia y cultura plural funcionan como ese telos que orienta el devenir histórico. La historia, entonces, no es solo relato de hechos, sino el camino hacia la realización de esa entelequia nacional.

La segunda parte, elaborada por Miguel Ángel Rodríguez Rea, aporta la base documental y bibliográfica que convierte al libro en una herramienta académica de largo alcance. Aquí se presenta una bibliografía selecta de las obras escritas por Basadre —libros, artículos, ensayos— y de los estudios que otros autores han dedicado a su figura. Lo más importante de esta sección es la sistematización inédita: antes existían referencias dispersas, pero no un corpus organizado que permitiera acceder de manera ordenada a las fuentes primarias y secundarias. Rodríguez Rea ofrece así un mapa de lectura que muestra la amplitud y diversidad de la producción basadriana, desde su obra historiográfica hasta sus escritos menos conocidos sobre educación, cultura y política. Al reunir tanto lo escrito por Basadre como lo escrito sobre él, se ofrece una visión panorámica de su legado y se facilita el trabajo de investigadores y estudiantes. Esta parte convierte al libro en un puente documental entre generaciones, asegurando que el “Basadre desconocido” pueda ser explorado en profundidad.

El aporte general del libro radica en que, por primera vez, se ofrece una obra de esta envergadura dedicada exclusivamente a Jorge Basadre: una combinación de estudios críticos y bibliografía exhaustiva que lo presenta como un intelectual integral y, al mismo tiempo, proporciona las herramientas para que otros continúen investigando. Su tesis central es clara: Basadre debe ser comprendido no solo como historiador, sino como un pensador que reflexionó sobre la modernidad, la nación y la cultura, y que concibió la historia —desde una filosofía idealista e historicista, cercana a la noción aristotélica de entelequia— como instrumento para pensar el destino del Perú.

En este sentido, resulta enriquecedor contrastar la visión de Basadre con la de otros pensadores. Frente a Marx, que concebía la historia como lucha de clases y motor materialista, Basadre la entendía como proyecto idealista orientado por valores y promesas. A diferencia de Gabriel Tarde, que veía en la imitación social la clave de la vida colectiva, Basadre subrayaba la necesidad de cultura y educación como motores de cohesión nacional. Aunque compartía con Dilthey la idea de comprender la historia desde la experiencia vivida, añadía un horizonte normativo: la historia debía guiar hacia la realización de la nación. Frente al análisis económico-cultural de Sombart, Basadre se centraba en la historia política y social del Perú como camino hacia la ciudadanía. Mientras Windelband distinguía entre ciencias nomotéticas e idiográficas, Basadre se situaba en la tradición idiográfica, pero con un telos idealista que trascendía la mera descripción. Durkheim veía la sociedad como hecho social objetivo; Basadre, en cambio, concebía la nación como tarea ética y cultural. Frente al historicismo teológico de Troeltsch, Basadre proponía un historicismo secular, centrado en la promesa nacional. Pareto analizaba las élites y sus ciclos, mientras Basadre buscaba la democratización y la ampliación de ciudadanía como fin histórico. Veblen criticaba el consumo ostentoso, pero Basadre se preocupaba más por la fragilidad institucional y la necesidad de cultura democrática. Weber interpretaba la historia a través de la racionalización y la ética protestante; Basadre lo hacía desde la fragilidad peruana y la necesidad de cohesión cultural. Simmel exploraba las formas sociales y la vida urbana, mientras Basadre se enfocaba en la construcción nacional y en la educación como base. Spengler veía la historia como ciclos de decadencia cultural, en tanto Basadre la concebía como promesa abierta hacia el futuro. Toynbee entendía la historia como respuesta a desafíos, y aunque Basadre coincidía parcialmente, enfatizaba que el desafío peruano debía resolverse con ciudadanía y cultura plural. Karl Mannheim, con su sociología del conocimiento, concebía las ideas como productos de contextos sociales específicos; Basadre, en cambio, veía en los ideales nacionales no solo un reflejo de condiciones sociales, sino un horizonte normativo que debía orientar la acción histórica. Ferdinand Tönnies distinguía entre Gemeinschaft (comunidad) y Gesellschaft (sociedad), mostrando la transición hacia formas modernas de organización social; Basadre, sin desconocer esa tensión, insistía en que la nación peruana debía articular comunidad y sociedad a través de la cultura y la educación, evitando que la modernidad destruyera los vínculos colectivos.

Estas comparaciones, omitidas por Sobrevilla en la primera parte del libro, ayudan a precisar el pensamiento histórico y filosófico de Basadre. Permiten reparar en que su visión idealista y normativa, aunque rica y fecunda, no reconoce lo trascendente y se mantiene dentro de los límites inmanentistas de la modernidad. En ese sentido, Basadre es profundamente moderno y hasta kantiano, pues se atiene a lo fenoménico: incluso el ideal, en su concepción, pertenece al ámbito de lo dado en la experiencia histórica y cultural. Su giro hacia lo concreto autónomo de lo trascendente constituye, precisamente, tanto la fuerza como la limitación de su pensamiento: fuerza porque lo hace profundamente moderno y normativo, capaz de orientar la acción histórica hacia la ciudadanía y la cultura; limitación porque al divorciarse tajantemente de la visión providencialista y trascendente de la historia, su filosofía se priva de un horizonte más amplio, quedando confinada a la modernidad y a una lectura kantiana de la historia como fenómeno.

En definitiva, Basadre, ese desconocido revela a un pensador que, dialogando con las grandes tradiciones filosóficas y sociológicas, se distingue por haber concebido la historia como promesa y tarea, vinculada inseparablemente al destino del Perú. Sin embargo, esta concepción se resiente por su tajante divorcio con la visión providencialista y trascendente de la historia: al mantenerse dentro de los márgenes inmanentistas de la modernidad, Basadre reduce el horizonte histórico a lo fenoménico, incluso cuando se trata del ideal. Esto no lo advierte Sobrevilla porque él también es otro inmanentista. 

El giro de Basadre hacia lo concreto autónomo de lo trascendente constituye tanto la fuerza como la limitación de su pensamiento: fuerza porque lo hace profundamente moderno y normativo, capaz de orientar la acción histórica hacia la ciudadanía y la cultura; limitación porque, al no reconocer lo trascendente, su filosofía de la historia se priva de un horizonte más amplio, quedando confinada a la modernidad y a una lectura kantiana de la historia como fenómeno. 

Así, el libro muestra a contrapelo un Basadre que dialoga con Marx, Tarde, Dilthey, Sombart, Windelband, Durkheim, Troeltsch, Pareto, Veblen, Weber, Simmel, Spengler, Toynbee, Mannheim y Tönnies, pero que se diferencia de todos ellos por su apuesta idealista y normativa, profundamente moderna, que concibe la historia como tarea ética y cultural, aunque limitada por su desvinculación de cualquier dimensión trascendente o providencialista.