La voz en el corazón: Dios más
allá de los muros
Por la mañana visité al Padre Juan Leuridan Huys en el Convento de Santo Domingo, ubicado en el Centro Histórico de Lima, con motivo de la entrega de uno de mis libros que eran de su interés, y mantuvimos -como siempre- una interesante conversación sobre la Iglesia, su historia reciente y el Papa actual, el agustino León XIV, a quien lo llegó a conocer personalmente. Por la tarde me escribió esta precisión: “Juan Pablo II nombró cardenales a Congar, De Lubac y Urs von Baltazar. No fue Juan XXIII como yo dije”. Lo cual me llevó a las siguientes indagaciones.
0. ¿Qué teólogos censuró Pio XII?
Durante el pontificado de Pío XII (1939–1958),
varios teólogos fueron censurados o vigilados por sus ideas consideradas
demasiado innovadoras o cercanas al “modernismo”, una corriente teológica que
la Iglesia había condenado a principios del siglo XX. Aquí algunos casos
destacados:
Teólogos censurados o vigilados bajo Pío XII:
- Henri de Lubac: Jesuita francés, fue uno de
los más influyentes del siglo XX. Su obra Surnaturel (1946), que
cuestionaba ciertas interpretaciones escolásticas sobre la gracia, fue mal
recibida por la Curia. En 1950, fue retirado de la enseñanza por orden de
Roma.
- Pierre Teilhard de Chardin: Jesuita y
paleontólogo, propuso una síntesis entre evolución y cristianismo. Aunque
nunca fue formalmente condenado, sus obras fueron prohibidas para
publicación durante su vida, y se le impidió enseñar o publicar sobre
teología.
- Marie-Dominique Chenu: Dominico francés, fue
sancionado en 1950 por su enfoque histórico y pastoral de la teología. Su
libro Une école de théologie: Le Saulchoir fue puesto en el índice,
y se le prohibió enseñar.
- Yves Congar: También dominico, fue vigilado de
cerca por sus ideas sobre la colegialidad episcopal y el ecumenismo.
Aunque no fue condenado formalmente, fue marginado y se le prohibió
publicar durante varios años.
Estas censuras reflejan el clima de desconfianza hacia la renovación teológica que caracterizó los últimos años del preconcilio. Curiosamente, muchos de estos teólogos fueron luego rehabilitados por Juan XXIII y jugaron un papel clave en el Concilio Vaticano II.
1. ¿Qué papa rehabilitó a Congar?
El teólogo dominico Yves Congar fue rehabilitado por el papa Juan XXIII. Después de años de censura y marginación por parte del Santo Oficio debido a sus ideas reformistas y su apoyo al ecumenismo, Congar fue sorprendido al ser nombrado en 1960 como consultor de la Comisión Teológica preparatoria del Concilio Vaticano II. Este gesto fue interpretado como una clara señal de rehabilitación y reconocimiento de su pensamiento. Más adelante, Juan Pablo II también le rindió homenaje al crearlo cardenal en 1994, poco antes de su fallecimiento.
2. ¿A qué otros teólogos rehabilitó Juan
XXIII?
Además de Yves Congar, el papa Juan XXIII
rehabilitó a varios teólogos que habían sido marginados o vigilados por sus
ideas progresistas antes del Concilio Vaticano II. Entre los más destacados
están:
- Henri de Lubac: Jesuita francés cuyas obras
fueron puestas en el índice por sus ideas sobre la gracia y la naturaleza.
Juan XXIII lo llamó como perito para el Concilio, marcando su regreso al
centro del pensamiento teológico católico.
- Karl Rahner: Aunque no fue formalmente
censurado, sus ideas eran vistas con recelo. Juan XXIII lo incluyó como
asesor del Concilio, y Rahner se convirtió en una de las voces más
influyentes del evento.
- Edward Schillebeeckx: Dominico belga que
también fue invitado como perito. Aunque sus tensiones con Roma se
intensificaron más tarde, su participación en el Concilio fue un signo de
apertura.
- Bernhard Häring: Redentorista alemán, pionero
en la renovación de la teología moral. Aunque enfrentó críticas
posteriores, fue valorado en el contexto del Vaticano II.
La estrategia de Juan XXIII fue clara: abrir las ventanas de la Iglesia y permitir que voces innovadoras ayudaran a renovar su pensamiento. Muchos de estos teólogos habían sido considerados sospechosos, pero bajo su pontificado pasaron a ser protagonistas del cambio.
3. ¿Qué hizo Juan Pablo II con ellos?
Juan Pablo II tuvo una relación compleja con
los teólogos del Vaticano II. En algunos casos, reconoció y honró su legado; en
otros, marcó distancia con sus posturas más audaces:
- Yves Congar fue plenamente rehabilitado: en
1994, Juan Pablo II lo nombró cardenal, un gesto que coronó su
trayectoria tras años de censura.
- Karl Rahner fue respetado, pero con reservas.
Aunque no fue sancionado durante su pontificado, sus ideas más proféticas
—como su visión de una Iglesia más abierta al mundo moderno— no siempre
fueron bien recibidas. La “involución posconciliar” que él mismo percibía
lo llevó a adoptar posturas más críticas.
- Bernhard Häring, en cambio, no fue
rehabilitado. Sus críticas a la encíclica Humanae Vitae y a la
autoridad del magisterio en temas morales lo mantuvieron en tensión con
Roma. Durante el pontificado de Juan Pablo II, incluso se le retiró la missio
docendi (el permiso oficial para enseñar teología), lo que muestra una
clara desaprobación institucional.
En resumen, Juan Pablo II valoró el aporte de estos teólogos al Concilio, pero también reafirmó ciertos límites doctrinales. Fue una mezcla de reconocimiento y control.
4. ¿Qué hizo Benedicto XVI?
Benedicto XVI, antes Joseph Ratzinger, tuvo
una relación muy especial con el Concilio Vaticano II, ya que participó
activamente como perito (experto teológico) durante su juventud. Más adelante,
como papa, adoptó una postura de continuidad crítica: defendía el Concilio como
necesario, pero advertía contra interpretaciones que, según él, distorsionaban
su espíritu.
En una carta escrita en 2022, Benedicto XVI
afirmó que el Vaticano II fue “no solo significativo, sino necesario”,
destacando que por primera vez se abordaron con profundidad temas como la teología
de las religiones y la relación entre fe y razón. También subrayó que el
Concilio ayudó a reformular la comprensión de la Iglesia, no solo como
institución, sino como Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo.
En cuanto a los teólogos rehabilitados por
Juan XXIII, Benedicto XVI mantuvo una relación ambivalente con ellos:
- A Henri de Lubac lo admiraba profundamente y
lo citaba con frecuencia.
- A Yves Congar lo respetaba, aunque no
compartía todas sus posturas eclesiológicas.
- Con Karl Rahner, su relación fue más tensa:
aunque lo reconocía como influyente, discrepaba de su enfoque teológico
más existencialista.
- En cambio, fue más crítico con figuras como Schillebeeckx
o Häring, cuyas propuestas morales y eclesiales consideraba problemáticas.
En resumen, Benedicto XVI no deshizo la rehabilitación de estos teólogos, pero sí reorientó la interpretación del Concilio hacia una visión más doctrinal y menos rupturista.
5. ¿Cómo influyó esta visión?
Benedicto XVI dejó una huella profunda en la
interpretación del Concilio Vaticano II, y eso se refleja claramente en
documentos como Deus Caritas Est (2005) y Verbum Domini (2010).
Deus Caritas Est – El amor
como núcleo de la fe
Esta fue su primera encíclica como papa, y en
ella dejó claro que el cristianismo no comienza con una idea, sino con un
encuentro con el Amor de Dios. Benedicto retoma el corazón del mensaje
conciliar: Dios es amor, y ese amor se manifiesta tanto en la dimensión
espiritual (ágape) como en la humana (eros). Pero va más allá: propone que la
caridad no es solo una virtud privada, sino una misión eclesial estructural, lo
que da fundamento teológico a la acción social de la Iglesia.
Esto conecta con los teólogos del Concilio,
como de Lubac o Congar, que habían insistido en una Iglesia más encarnada en el
mundo. Pero Benedicto lo hace con un tono más doctrinal, menos rupturista.
Verbum Domini – La
Palabra como diálogo vivo
Aquí Benedicto desarrolla una visión rica de
la revelación como diálogo entre Dios y la humanidad. Afirma que la Escritura
no es solo un texto, sino una voz viva que interpela a la Iglesia y al
creyente. Esta idea está en sintonía con el espíritu del Vaticano II,
especialmente con la constitución Dei Verbum, pero Benedicto insiste en
que la interpretación debe estar enraizada en la Tradición y el Magisterio,
evitando lecturas subjetivas o ideológicas.
Esto marca cierta distancia con teólogos como
Rahner o Schillebeeckx, que promovían una hermenéutica más abierta. Benedicto
no los rechaza, pero sí reencuadra el Concilio como reforma en continuidad, no
como ruptura.
En resumen, estos documentos muestran cómo Benedicto XVI honra el impulso renovador del Concilio, pero lo canaliza hacia una síntesis entre apertura y fidelidad doctrinal.
6. ¿Cómo la visión de Benedicto XVI influyó
en tres áreas clave de su pontificado?
Liturgia: “La belleza como camino hacia Dios”
Benedicto XVI tenía una profunda sensibilidad
litúrgica. Promovió una “reforma de la reforma”, buscando recuperar el sentido
de lo sagrado y la continuidad con la tradición. Permitió el uso más amplio del
rito tridentino (la misa en latín anterior al Concilio) con el motu proprio
Summorum Pontificum (2007), no como rechazo al Vaticano II, sino como una forma
de enriquecer la liturgia con su herencia histórica.
Para él, la liturgia debía ser teológicamente
densa, estéticamente bella y espiritualmente profunda. Decía que la liturgia no
es un espectáculo, sino una participación en el misterio de Cristo.
Teología de la Iglesia: comunión, no
burocracia
Benedicto XVI insistió en que la Iglesia no
es solo una institución, sino una comunión viva guiada por el Espíritu. Retomó
la visión conciliar del Pueblo de Dios, pero subrayó que esa comunidad tiene
una estructura jerárquica con raíces sacramentales. En su visión, la autoridad
eclesial no es poder, sino servicio en la verdad.
También defendió la unidad entre fe y razón,
y entre Escritura y Tradición, como pilares de una teología sólida y
dialogante.
Diálogo interreligioso: apertura con
identidad
Benedicto XVI promovió el diálogo con otras
religiones, pero siempre desde una identidad cristiana clara. En encuentros
como el de Asís (2011), reafirmó que el diálogo no significa relativismo, sino búsqueda
común de la verdad. Subrayó la importancia del respeto mutuo, especialmente en
contextos donde los cristianos sufren persecución.
También abordó temas delicados como la
libertad religiosa, el papel de la razón en la religión y la necesidad de una
ética común para la humanidad.
En conjunto, su pontificado fue un intento de armonizar la renovación del Concilio con la riqueza de la tradición, sin caer ni en el inmovilismo ni en la ruptura.
7. ¿Rahner inventó el cristiano anónimo?
¡Exacto! La idea del “cristiano anónimo” es
una de las contribuciones más originales y debatidas del teólogo Karl Rahner.
Él propuso que una persona puede estar en camino de salvación por la gracia de
Cristo, incluso sin conocer explícitamente a Cristo ni pertenecer formalmente a
la Iglesia.
Rahner partía de una visión teológica muy
influida por su antropología trascendental: creía que todo ser humano, en lo
más profundo de su ser, está abierto a Dios. Así, si alguien —por ejemplo, un
budista, un agnóstico sincero o un indígena sin contacto con el cristianismo— vive
según su conciencia, busca la verdad y responde al bien, estaría respondiendo
implícitamente a la gracia de Dios. En ese sentido, sería un “cristiano
anónimo”.
Esta idea fue muy influyente en el Concilio Vaticano II, especialmente en documentos como Lumen Gentium (n. 16), que reconocen la posibilidad de salvación fuera de los límites visibles de la Iglesia. Pero también generó controversia: algunos lo vieron como una apertura necesaria, otros como una dilución de la identidad cristiana.
8. ¿Cómo esta idea influyó en el diálogo
interreligioso o en la teología de la misión?
La noción del “cristiano anónimo” de Karl
Rahner tuvo un impacto profundo en la teología de la misión y el diálogo
interreligioso, especialmente tras el Concilio Vaticano II.
Diálogo interreligioso: apertura sin
sincretismo
La idea de que personas fuera del
cristianismo pueden estar en relación con Dios sin saberlo abrió la puerta a un
diálogo más respetuoso y teológicamente fundamentado con otras religiones. Ya
no se trataba solo de convertir, sino de reconocer la acción de Dios en otras
tradiciones. Esto inspiró documentos como Nostra Aetate, que afirma que
la Iglesia “rechaza nada de lo que en estas religiones hay de verdadero y
santo”.
Rahner ayudó a pasar de una postura
exclusivista a una visión inclusiva, donde el otro no es simplemente un “no
creyente”, sino un posible interlocutor de Dios.
Teología de la misión: de conquista a
encuentro
Antes del Concilio, la misión era vista
muchas veces como una empresa de conversión directa. Con Rahner y otros
teólogos, se empezó a hablar de “misión como testimonio”: anunciar el Evangelio
no como imposición, sino como propuesta de sentido, sabiendo que el Espíritu ya
puede estar obrando en el corazón del otro.
Esto no eliminó la urgencia misionera, pero
sí la redefinió: la misión se volvió más dialógica, contextual y humilde. El
misionero ya no es solo maestro, sino también aprendiz.
Críticas y tensiones
No todos aceptaron esta visión. Algunos
teólogos y sectores eclesiales temieron que el concepto de “cristiano anónimo” relativizara
la necesidad de la fe explícita en Cristo. Otros lo vieron como una forma de colonialismo
teológico encubierto: decir que el otro ya es cristiano “sin saberlo” puede
sonar condescendiente.
Aun así, la propuesta de Rahner sigue siendo un punto de referencia clave en la teología contemporánea. Si quieres, podemos explorar cómo esta idea ha sido retomada o cuestionada por teólogos más recientes, como Jacques Dupuis, Raimon Panikkar o incluso el papa Francisco.
9. ¿Cómo tres figuras clave —Jacques Dupuis, Raimon
Panikkar y el papa Francisco— han retomado, ampliado o cuestionado la idea del
“cristiano anónimo” de Rahner?
Jacques Dupuis: del cristiano anónimo al
pluralismo teológico
Dupuis, jesuita belga, fue uno de los
teólogos que más desarrolló la teología cristiana del pluralismo religioso. En
su obra Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, propuso
que las religiones no cristianas no solo pueden salvar, sino que tienen un
papel positivo en el plan de Dios. A diferencia de Rahner, que hablaba de una
gracia implícita, Dupuis afirmaba que las religiones mismas pueden ser
mediaciones salvíficas, aunque subordinadas a la revelación de Cristo.
Esto le valió tensiones con la Congregación
para la Doctrina de la Fe, que en 2001 publicó una notificación advirtiendo
sobre posibles ambigüedades en su obra. Aun así, su enfoque sigue siendo
influyente en círculos teológicos abiertos al pluralismo.
Raimon Panikkar: del cristiano anónimo al
“cristofanía”
Panikkar, filósofo y teólogo catalán-indio,
fue más allá: propuso una visión radicalmente intercultural y pluralista. Para
él, Cristo se manifiesta en todas las culturas y religiones, no como una figura
exclusiva del cristianismo, sino como una presencia universal que se encarna de
múltiples formas. Hablaba de “cristofanía” en lugar de cristología: no tanto
una doctrina sobre Cristo, sino una experiencia viva de lo divino en lo humano.
Panikkar no negaba a Cristo, pero sí
cuestionaba que el cristianismo tuviera el monopolio de su presencia. Su
enfoque es más místico y simbólico, y ha sido muy influyente en el diálogo
interreligioso, especialmente en contextos asiáticos.
Papa Francisco: apertura pastoral con raíces
rahnerianas
Aunque no usa el término “cristiano anónimo”,
el papa Francisco ha retomado su espíritu en muchas de sus intervenciones. En Evangelii
Gaudium y Fratelli Tutti, insiste en que Dios actúa más allá de las
fronteras visibles de la Iglesia, y que la misericordia es más grande que
cualquier sistema doctrinal. Ha dicho, por ejemplo, que “el Espíritu Santo
suscita carismas en todas partes, incluso fuera de la Iglesia”.
Su enfoque es más pastoral que teórico, pero
refleja una visión inclusiva y dialogante, muy en la línea de Rahner y Dupuis.
Francisco no niega la centralidad de Cristo, pero insiste en que la verdad no
se impone, se propone con amor.
10. ¿Romanos 2, 14-15 dice algo parecido?
Romanos 2, 14-15 dice: “Cuando los
gentiles, que no tienen la Ley, cumplen por naturaleza lo que la Ley exige,
ellos, sin tener la Ley, son para sí mismos ley. Muestran que llevan escrito en
el corazón lo que la Ley exige, como lo atestigua su conciencia, con sus
juicios que unas veces los acusan y otras los defienden.”
Este pasaje ha sido interpretado por muchos
teólogos —incluido Karl Rahner— como un fundamento bíblico para la idea del
“cristiano anónimo”. San Pablo sugiere que incluso quienes no conocen la Ley
(es decir, la revelación judía o cristiana) pueden actuar conforme a ella si
siguen su conciencia. Esto resuena con la propuesta de Rahner: que la gracia de
Dios puede actuar en toda persona que busque sinceramente el bien, aunque no
conozca explícitamente a Cristo.
Algunos comentaristas, como James Nisbet, destacan que Pablo está reconociendo la voz de la conciencia como testigo de la ley divina inscrita en el corazón humano. Otros estudiosos han vinculado este texto con la misión cristiana, argumentando que no se trata de relativizar la necesidad del Evangelio, sino de reconocer que Dios ya está presente en la historia de cada ser humano.
11. ¿Cómo este pasaje ha sido interpretado en
la tradición patrística o en el magisterio reciente?
Romanos 2, 14-15 ha sido interpretado a lo
largo de la historia, desde los Padres de la Iglesia hasta el magisterio
reciente:
Padres de la Iglesia: la ley natural y la
conciencia
San Juan Crisóstomo, en sus Homilías sobre
la Carta a los Romanos, interpreta este pasaje como una afirmación de que la
conciencia es una ley inscrita por Dios en el corazón humano, accesible incluso
a los gentiles que no conocían la Ley mosaica. Para él, esto demuestra que la
justicia no depende solo del conocimiento externo de la Ley, sino de la
disposición interior del alma.
Otros Padres, como San Agustín, vieron en
este texto una confirmación de la ley natural, es decir, una norma moral
inscrita por Dios en la razón humana, que permite distinguir el bien del mal
incluso sin revelación explícita.
Magisterio reciente: apertura al diálogo y a
la salvación universal
El Concilio Vaticano II retomó esta línea en Lumen
Gentium (n. 16), afirmando que quienes, sin culpa, no conocen el Evangelio
pero buscan sinceramente a Dios y siguen su conciencia, pueden alcanzar la
salvación. Esta enseñanza se inspira directamente en Romanos 2, 14-15.
Más recientemente, el papa Juan Pablo II, en Veritatis
Splendor (1993), reafirmó que la conciencia es “el núcleo más secreto y el
sagrario del hombre”, donde resuena la voz de Dios. Y Benedicto XVI, en Caritas
in Veritate, subrayó que la ley moral natural es un punto de encuentro
entre creyentes y no creyentes, base para una ética universal.
En resumen, este pasaje ha sido clave para fundamentar la idea de que Dios habla a todo ser humano a través de la conciencia, y que la salvación no está limitada a quienes conocen explícitamente la revelación.
12. ¿Cómo esta interpretación ha influido en
el derecho natural, en la bioética o incluso en el diálogo con el pensamiento
laico?
Romanos 2, 14-15 ha influido en tres áreas
contemporáneas: el derecho natural, la bioética y el diálogo con el pensamiento
laico.
Derecho natural: una ley inscrita en el
corazón
Romanos 2, 14-15 ha sido clave para
fundamentar la idea de una ley moral universal, accesible a toda persona por la
razón. Esta visión fue desarrollada por Santo Tomás de Aquino y retomada por el
magisterio moderno. Según un estudio académico, este pasaje conecta con la
tradición grecorromana y permite afirmar que la moral no depende solo de la
revelación, sino también de la naturaleza humana. Esto ha sido esencial para el
diálogo con sistemas jurídicos seculares, ya que permite encontrar principios
éticos comunes más allá de la fe.
Bioética: conciencia y dignidad humana
En bioética, la noción de ley natural basada
en la conciencia ha servido para defender la dignidad de la persona humana en
debates sobre aborto, eutanasia o manipulación genética. El argumento es que,
incluso sin fe religiosa, la razón humana puede reconocer ciertos límites
éticos fundamentales. Romanos 2, 14-15 respalda esta idea al afirmar que la
conciencia puede guiar al bien, incluso sin conocer la Ley revelada.
Diálogo con el pensamiento laico: puentes
éticos
Este pasaje también ha sido un puente para el
diálogo con el pensamiento laico. Al reconocer que la conciencia moral es
universal, se abre la posibilidad de construir una ética compartida con
personas de otras creencias o sin religión. El papa Benedicto XVI, por ejemplo,
defendía que la ley natural podía ser una base común para los derechos humanos
y la justicia social, sin imponer la fe cristiana.
En resumen, Romanos 2, 14-15 sigue siendo una
fuente poderosa de reflexión ética y teológica, capaz de tender puentes entre
la fe y la razón, entre creyentes y no creyentes. Si quieres, podemos explorar
cómo este pasaje ha sido usado en debates sobre derechos humanos, justicia
social o incluso en el pensamiento de filósofos contemporáneos como Habermas o
MacIntyre.
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