viernes, 13 de junio de 2025

La voz en el corazón: Dios más allá de los muros

 


La voz en el corazón: Dios más allá de los muros

 

Por la mañana visité al Padre Juan Leuridan Huys en el Convento de Santo Domingo, ubicado en el Centro Histórico de Lima, con motivo de la entrega de uno de mis libros que eran de su interés, y mantuvimos -como siempre- una interesante conversación sobre la Iglesia, su historia reciente y el Papa actual, el agustino León XIV, a quien lo llegó a conocer personalmente. Por la tarde me escribió esta precisión: “Juan Pablo II nombró cardenales a Congar, De Lubac y Urs von Baltazar. No fue Juan XXIII como yo dije”. Lo cual me llevó a las siguientes indagaciones.

0. ¿Qué teólogos censuró Pio XII?

Durante el pontificado de Pío XII (1939–1958), varios teólogos fueron censurados o vigilados por sus ideas consideradas demasiado innovadoras o cercanas al “modernismo”, una corriente teológica que la Iglesia había condenado a principios del siglo XX. Aquí algunos casos destacados:

Teólogos censurados o vigilados bajo Pío XII:

  • Henri de Lubac: Jesuita francés, fue uno de los más influyentes del siglo XX. Su obra Surnaturel (1946), que cuestionaba ciertas interpretaciones escolásticas sobre la gracia, fue mal recibida por la Curia. En 1950, fue retirado de la enseñanza por orden de Roma.
  • Pierre Teilhard de Chardin: Jesuita y paleontólogo, propuso una síntesis entre evolución y cristianismo. Aunque nunca fue formalmente condenado, sus obras fueron prohibidas para publicación durante su vida, y se le impidió enseñar o publicar sobre teología.
  • Marie-Dominique Chenu: Dominico francés, fue sancionado en 1950 por su enfoque histórico y pastoral de la teología. Su libro Une école de théologie: Le Saulchoir fue puesto en el índice, y se le prohibió enseñar.
  • Yves Congar: También dominico, fue vigilado de cerca por sus ideas sobre la colegialidad episcopal y el ecumenismo. Aunque no fue condenado formalmente, fue marginado y se le prohibió publicar durante varios años.

Estas censuras reflejan el clima de desconfianza hacia la renovación teológica que caracterizó los últimos años del preconcilio. Curiosamente, muchos de estos teólogos fueron luego rehabilitados por Juan XXIII y jugaron un papel clave en el Concilio Vaticano II.

1. ¿Qué papa rehabilitó a Congar?

El teólogo dominico Yves Congar fue rehabilitado por el papa Juan XXIII. Después de años de censura y marginación por parte del Santo Oficio debido a sus ideas reformistas y su apoyo al ecumenismo, Congar fue sorprendido al ser nombrado en 1960 como consultor de la Comisión Teológica preparatoria del Concilio Vaticano II. Este gesto fue interpretado como una clara señal de rehabilitación y reconocimiento de su pensamiento. Más adelante, Juan Pablo II también le rindió homenaje al crearlo cardenal en 1994, poco antes de su fallecimiento.

2. ¿A qué otros teólogos rehabilitó Juan XXIII?

Además de Yves Congar, el papa Juan XXIII rehabilitó a varios teólogos que habían sido marginados o vigilados por sus ideas progresistas antes del Concilio Vaticano II. Entre los más destacados están:

  • Henri de Lubac: Jesuita francés cuyas obras fueron puestas en el índice por sus ideas sobre la gracia y la naturaleza. Juan XXIII lo llamó como perito para el Concilio, marcando su regreso al centro del pensamiento teológico católico.
  • Karl Rahner: Aunque no fue formalmente censurado, sus ideas eran vistas con recelo. Juan XXIII lo incluyó como asesor del Concilio, y Rahner se convirtió en una de las voces más influyentes del evento.
  • Edward Schillebeeckx: Dominico belga que también fue invitado como perito. Aunque sus tensiones con Roma se intensificaron más tarde, su participación en el Concilio fue un signo de apertura.
  • Bernhard Häring: Redentorista alemán, pionero en la renovación de la teología moral. Aunque enfrentó críticas posteriores, fue valorado en el contexto del Vaticano II.

La estrategia de Juan XXIII fue clara: abrir las ventanas de la Iglesia y permitir que voces innovadoras ayudaran a renovar su pensamiento. Muchos de estos teólogos habían sido considerados sospechosos, pero bajo su pontificado pasaron a ser protagonistas del cambio.

3. ¿Qué hizo Juan Pablo II con ellos?

Juan Pablo II tuvo una relación compleja con los teólogos del Vaticano II. En algunos casos, reconoció y honró su legado; en otros, marcó distancia con sus posturas más audaces:

  • Yves Congar fue plenamente rehabilitado: en 1994, Juan Pablo II lo nombró cardenal, un gesto que coronó su trayectoria tras años de censura.
  • Karl Rahner fue respetado, pero con reservas. Aunque no fue sancionado durante su pontificado, sus ideas más proféticas —como su visión de una Iglesia más abierta al mundo moderno— no siempre fueron bien recibidas. La “involución posconciliar” que él mismo percibía lo llevó a adoptar posturas más críticas.
  • Bernhard Häring, en cambio, no fue rehabilitado. Sus críticas a la encíclica Humanae Vitae y a la autoridad del magisterio en temas morales lo mantuvieron en tensión con Roma. Durante el pontificado de Juan Pablo II, incluso se le retiró la missio docendi (el permiso oficial para enseñar teología), lo que muestra una clara desaprobación institucional.

En resumen, Juan Pablo II valoró el aporte de estos teólogos al Concilio, pero también reafirmó ciertos límites doctrinales. Fue una mezcla de reconocimiento y control.

4. ¿Qué hizo Benedicto XVI?

Benedicto XVI, antes Joseph Ratzinger, tuvo una relación muy especial con el Concilio Vaticano II, ya que participó activamente como perito (experto teológico) durante su juventud. Más adelante, como papa, adoptó una postura de continuidad crítica: defendía el Concilio como necesario, pero advertía contra interpretaciones que, según él, distorsionaban su espíritu.

En una carta escrita en 2022, Benedicto XVI afirmó que el Vaticano II fue “no solo significativo, sino necesario”, destacando que por primera vez se abordaron con profundidad temas como la teología de las religiones y la relación entre fe y razón. También subrayó que el Concilio ayudó a reformular la comprensión de la Iglesia, no solo como institución, sino como Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo.

En cuanto a los teólogos rehabilitados por Juan XXIII, Benedicto XVI mantuvo una relación ambivalente con ellos:

  • A Henri de Lubac lo admiraba profundamente y lo citaba con frecuencia.
  • A Yves Congar lo respetaba, aunque no compartía todas sus posturas eclesiológicas.
  • Con Karl Rahner, su relación fue más tensa: aunque lo reconocía como influyente, discrepaba de su enfoque teológico más existencialista.
  • En cambio, fue más crítico con figuras como Schillebeeckx o Häring, cuyas propuestas morales y eclesiales consideraba problemáticas.

En resumen, Benedicto XVI no deshizo la rehabilitación de estos teólogos, pero sí reorientó la interpretación del Concilio hacia una visión más doctrinal y menos rupturista.

5. ¿Cómo influyó esta visión?

Benedicto XVI dejó una huella profunda en la interpretación del Concilio Vaticano II, y eso se refleja claramente en documentos como Deus Caritas Est (2005) y Verbum Domini (2010).

Deus Caritas Est – El amor como núcleo de la fe

Esta fue su primera encíclica como papa, y en ella dejó claro que el cristianismo no comienza con una idea, sino con un encuentro con el Amor de Dios. Benedicto retoma el corazón del mensaje conciliar: Dios es amor, y ese amor se manifiesta tanto en la dimensión espiritual (ágape) como en la humana (eros). Pero va más allá: propone que la caridad no es solo una virtud privada, sino una misión eclesial estructural, lo que da fundamento teológico a la acción social de la Iglesia.

Esto conecta con los teólogos del Concilio, como de Lubac o Congar, que habían insistido en una Iglesia más encarnada en el mundo. Pero Benedicto lo hace con un tono más doctrinal, menos rupturista.

Verbum Domini – La Palabra como diálogo vivo

Aquí Benedicto desarrolla una visión rica de la revelación como diálogo entre Dios y la humanidad. Afirma que la Escritura no es solo un texto, sino una voz viva que interpela a la Iglesia y al creyente. Esta idea está en sintonía con el espíritu del Vaticano II, especialmente con la constitución Dei Verbum, pero Benedicto insiste en que la interpretación debe estar enraizada en la Tradición y el Magisterio, evitando lecturas subjetivas o ideológicas.

Esto marca cierta distancia con teólogos como Rahner o Schillebeeckx, que promovían una hermenéutica más abierta. Benedicto no los rechaza, pero sí reencuadra el Concilio como reforma en continuidad, no como ruptura.

En resumen, estos documentos muestran cómo Benedicto XVI honra el impulso renovador del Concilio, pero lo canaliza hacia una síntesis entre apertura y fidelidad doctrinal.

6. ¿Cómo la visión de Benedicto XVI influyó en tres áreas clave de su pontificado?

Liturgia: “La belleza como camino hacia Dios”

Benedicto XVI tenía una profunda sensibilidad litúrgica. Promovió una “reforma de la reforma”, buscando recuperar el sentido de lo sagrado y la continuidad con la tradición. Permitió el uso más amplio del rito tridentino (la misa en latín anterior al Concilio) con el motu proprio Summorum Pontificum (2007), no como rechazo al Vaticano II, sino como una forma de enriquecer la liturgia con su herencia histórica.

Para él, la liturgia debía ser teológicamente densa, estéticamente bella y espiritualmente profunda. Decía que la liturgia no es un espectáculo, sino una participación en el misterio de Cristo.

Teología de la Iglesia: comunión, no burocracia

Benedicto XVI insistió en que la Iglesia no es solo una institución, sino una comunión viva guiada por el Espíritu. Retomó la visión conciliar del Pueblo de Dios, pero subrayó que esa comunidad tiene una estructura jerárquica con raíces sacramentales. En su visión, la autoridad eclesial no es poder, sino servicio en la verdad.

También defendió la unidad entre fe y razón, y entre Escritura y Tradición, como pilares de una teología sólida y dialogante.

Diálogo interreligioso: apertura con identidad

Benedicto XVI promovió el diálogo con otras religiones, pero siempre desde una identidad cristiana clara. En encuentros como el de Asís (2011), reafirmó que el diálogo no significa relativismo, sino búsqueda común de la verdad. Subrayó la importancia del respeto mutuo, especialmente en contextos donde los cristianos sufren persecución.

También abordó temas delicados como la libertad religiosa, el papel de la razón en la religión y la necesidad de una ética común para la humanidad.

En conjunto, su pontificado fue un intento de armonizar la renovación del Concilio con la riqueza de la tradición, sin caer ni en el inmovilismo ni en la ruptura.

7. ¿Rahner inventó el cristiano anónimo?

¡Exacto! La idea del “cristiano anónimo” es una de las contribuciones más originales y debatidas del teólogo Karl Rahner. Él propuso que una persona puede estar en camino de salvación por la gracia de Cristo, incluso sin conocer explícitamente a Cristo ni pertenecer formalmente a la Iglesia.

Rahner partía de una visión teológica muy influida por su antropología trascendental: creía que todo ser humano, en lo más profundo de su ser, está abierto a Dios. Así, si alguien —por ejemplo, un budista, un agnóstico sincero o un indígena sin contacto con el cristianismo— vive según su conciencia, busca la verdad y responde al bien, estaría respondiendo implícitamente a la gracia de Dios. En ese sentido, sería un “cristiano anónimo”.

Esta idea fue muy influyente en el Concilio Vaticano II, especialmente en documentos como Lumen Gentium (n. 16), que reconocen la posibilidad de salvación fuera de los límites visibles de la Iglesia. Pero también generó controversia: algunos lo vieron como una apertura necesaria, otros como una dilución de la identidad cristiana.

8. ¿Cómo esta idea influyó en el diálogo interreligioso o en la teología de la misión?

La noción del “cristiano anónimo” de Karl Rahner tuvo un impacto profundo en la teología de la misión y el diálogo interreligioso, especialmente tras el Concilio Vaticano II.

Diálogo interreligioso: apertura sin sincretismo

La idea de que personas fuera del cristianismo pueden estar en relación con Dios sin saberlo abrió la puerta a un diálogo más respetuoso y teológicamente fundamentado con otras religiones. Ya no se trataba solo de convertir, sino de reconocer la acción de Dios en otras tradiciones. Esto inspiró documentos como Nostra Aetate, que afirma que la Iglesia “rechaza nada de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo”.

Rahner ayudó a pasar de una postura exclusivista a una visión inclusiva, donde el otro no es simplemente un “no creyente”, sino un posible interlocutor de Dios.

Teología de la misión: de conquista a encuentro

Antes del Concilio, la misión era vista muchas veces como una empresa de conversión directa. Con Rahner y otros teólogos, se empezó a hablar de “misión como testimonio”: anunciar el Evangelio no como imposición, sino como propuesta de sentido, sabiendo que el Espíritu ya puede estar obrando en el corazón del otro.

Esto no eliminó la urgencia misionera, pero sí la redefinió: la misión se volvió más dialógica, contextual y humilde. El misionero ya no es solo maestro, sino también aprendiz.

Críticas y tensiones

No todos aceptaron esta visión. Algunos teólogos y sectores eclesiales temieron que el concepto de “cristiano anónimo” relativizara la necesidad de la fe explícita en Cristo. Otros lo vieron como una forma de colonialismo teológico encubierto: decir que el otro ya es cristiano “sin saberlo” puede sonar condescendiente.

Aun así, la propuesta de Rahner sigue siendo un punto de referencia clave en la teología contemporánea. Si quieres, podemos explorar cómo esta idea ha sido retomada o cuestionada por teólogos más recientes, como Jacques Dupuis, Raimon Panikkar o incluso el papa Francisco.

9. ¿Cómo tres figuras clave —Jacques Dupuis, Raimon Panikkar y el papa Francisco— han retomado, ampliado o cuestionado la idea del “cristiano anónimo” de Rahner?

Jacques Dupuis: del cristiano anónimo al pluralismo teológico

Dupuis, jesuita belga, fue uno de los teólogos que más desarrolló la teología cristiana del pluralismo religioso. En su obra Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, propuso que las religiones no cristianas no solo pueden salvar, sino que tienen un papel positivo en el plan de Dios. A diferencia de Rahner, que hablaba de una gracia implícita, Dupuis afirmaba que las religiones mismas pueden ser mediaciones salvíficas, aunque subordinadas a la revelación de Cristo.

Esto le valió tensiones con la Congregación para la Doctrina de la Fe, que en 2001 publicó una notificación advirtiendo sobre posibles ambigüedades en su obra. Aun así, su enfoque sigue siendo influyente en círculos teológicos abiertos al pluralismo.

Raimon Panikkar: del cristiano anónimo al “cristofanía”

Panikkar, filósofo y teólogo catalán-indio, fue más allá: propuso una visión radicalmente intercultural y pluralista. Para él, Cristo se manifiesta en todas las culturas y religiones, no como una figura exclusiva del cristianismo, sino como una presencia universal que se encarna de múltiples formas. Hablaba de “cristofanía” en lugar de cristología: no tanto una doctrina sobre Cristo, sino una experiencia viva de lo divino en lo humano.

Panikkar no negaba a Cristo, pero sí cuestionaba que el cristianismo tuviera el monopolio de su presencia. Su enfoque es más místico y simbólico, y ha sido muy influyente en el diálogo interreligioso, especialmente en contextos asiáticos.

Papa Francisco: apertura pastoral con raíces rahnerianas

Aunque no usa el término “cristiano anónimo”, el papa Francisco ha retomado su espíritu en muchas de sus intervenciones. En Evangelii Gaudium y Fratelli Tutti, insiste en que Dios actúa más allá de las fronteras visibles de la Iglesia, y que la misericordia es más grande que cualquier sistema doctrinal. Ha dicho, por ejemplo, que “el Espíritu Santo suscita carismas en todas partes, incluso fuera de la Iglesia”.

Su enfoque es más pastoral que teórico, pero refleja una visión inclusiva y dialogante, muy en la línea de Rahner y Dupuis. Francisco no niega la centralidad de Cristo, pero insiste en que la verdad no se impone, se propone con amor.

 

10. ¿Romanos 2, 14-15 dice algo parecido?

Romanos 2, 14-15 dice: “Cuando los gentiles, que no tienen la Ley, cumplen por naturaleza lo que la Ley exige, ellos, sin tener la Ley, son para sí mismos ley. Muestran que llevan escrito en el corazón lo que la Ley exige, como lo atestigua su conciencia, con sus juicios que unas veces los acusan y otras los defienden.”

Este pasaje ha sido interpretado por muchos teólogos —incluido Karl Rahner— como un fundamento bíblico para la idea del “cristiano anónimo”. San Pablo sugiere que incluso quienes no conocen la Ley (es decir, la revelación judía o cristiana) pueden actuar conforme a ella si siguen su conciencia. Esto resuena con la propuesta de Rahner: que la gracia de Dios puede actuar en toda persona que busque sinceramente el bien, aunque no conozca explícitamente a Cristo.

Algunos comentaristas, como James Nisbet, destacan que Pablo está reconociendo la voz de la conciencia como testigo de la ley divina inscrita en el corazón humano. Otros estudiosos han vinculado este texto con la misión cristiana, argumentando que no se trata de relativizar la necesidad del Evangelio, sino de reconocer que Dios ya está presente en la historia de cada ser humano.

11. ¿Cómo este pasaje ha sido interpretado en la tradición patrística o en el magisterio reciente?

Romanos 2, 14-15 ha sido interpretado a lo largo de la historia, desde los Padres de la Iglesia hasta el magisterio reciente:

Padres de la Iglesia: la ley natural y la conciencia

San Juan Crisóstomo, en sus Homilías sobre la Carta a los Romanos, interpreta este pasaje como una afirmación de que la conciencia es una ley inscrita por Dios en el corazón humano, accesible incluso a los gentiles que no conocían la Ley mosaica. Para él, esto demuestra que la justicia no depende solo del conocimiento externo de la Ley, sino de la disposición interior del alma.

Otros Padres, como San Agustín, vieron en este texto una confirmación de la ley natural, es decir, una norma moral inscrita por Dios en la razón humana, que permite distinguir el bien del mal incluso sin revelación explícita.

Magisterio reciente: apertura al diálogo y a la salvación universal

El Concilio Vaticano II retomó esta línea en Lumen Gentium (n. 16), afirmando que quienes, sin culpa, no conocen el Evangelio pero buscan sinceramente a Dios y siguen su conciencia, pueden alcanzar la salvación. Esta enseñanza se inspira directamente en Romanos 2, 14-15.

Más recientemente, el papa Juan Pablo II, en Veritatis Splendor (1993), reafirmó que la conciencia es “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre”, donde resuena la voz de Dios. Y Benedicto XVI, en Caritas in Veritate, subrayó que la ley moral natural es un punto de encuentro entre creyentes y no creyentes, base para una ética universal.

En resumen, este pasaje ha sido clave para fundamentar la idea de que Dios habla a todo ser humano a través de la conciencia, y que la salvación no está limitada a quienes conocen explícitamente la revelación.

12. ¿Cómo esta interpretación ha influido en el derecho natural, en la bioética o incluso en el diálogo con el pensamiento laico?

Romanos 2, 14-15 ha influido en tres áreas contemporáneas: el derecho natural, la bioética y el diálogo con el pensamiento laico.

Derecho natural: una ley inscrita en el corazón

Romanos 2, 14-15 ha sido clave para fundamentar la idea de una ley moral universal, accesible a toda persona por la razón. Esta visión fue desarrollada por Santo Tomás de Aquino y retomada por el magisterio moderno. Según un estudio académico, este pasaje conecta con la tradición grecorromana y permite afirmar que la moral no depende solo de la revelación, sino también de la naturaleza humana. Esto ha sido esencial para el diálogo con sistemas jurídicos seculares, ya que permite encontrar principios éticos comunes más allá de la fe.

Bioética: conciencia y dignidad humana

En bioética, la noción de ley natural basada en la conciencia ha servido para defender la dignidad de la persona humana en debates sobre aborto, eutanasia o manipulación genética. El argumento es que, incluso sin fe religiosa, la razón humana puede reconocer ciertos límites éticos fundamentales. Romanos 2, 14-15 respalda esta idea al afirmar que la conciencia puede guiar al bien, incluso sin conocer la Ley revelada.

Diálogo con el pensamiento laico: puentes éticos

Este pasaje también ha sido un puente para el diálogo con el pensamiento laico. Al reconocer que la conciencia moral es universal, se abre la posibilidad de construir una ética compartida con personas de otras creencias o sin religión. El papa Benedicto XVI, por ejemplo, defendía que la ley natural podía ser una base común para los derechos humanos y la justicia social, sin imponer la fe cristiana.

En resumen, Romanos 2, 14-15 sigue siendo una fuente poderosa de reflexión ética y teológica, capaz de tender puentes entre la fe y la razón, entre creyentes y no creyentes. Si quieres, podemos explorar cómo este pasaje ha sido usado en debates sobre derechos humanos, justicia social o incluso en el pensamiento de filósofos contemporáneos como Habermas o MacIntyre.

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