viernes, 26 de septiembre de 2025

LA AMENAZA MUNDIAL DEL LOBBY PROSIONISTA

 


LA AMENAZA MUNDIAL DEL LOBBY PROSIONISTA

Por un mundo que exige justicia, no complicidad

I. Introducción: El cerco se cierra

En septiembre de 2025, el mundo ha cruzado un umbral de horror. La ofensiva israelí sobre Gaza ha dejado más de 65.000 muertos, en su mayoría civiles, mujeres y niños. Las imágenes de barrios arrasados, hospitales bombardeados y cadáveres bajo los escombros han estremecido a la conciencia global. Líderes internacionales, juristas, académicos y movimientos sociales han calificado esta masacre como genocidio, y la Corte Penal Internacional ha emitido órdenes de arresto contra los máximos responsables del Estado israelí.

Pero detrás de las bombas, los drones, el hambre como arma de guerra y el bloqueo total, hay una maquinaria más silenciosa y poderosa: el lobby prosionista. No es solo una red de influencia política en Estados Unidos —su epicentro—, sino una estructura transnacional que opera en medios de comunicación, finanzas, diplomacia y defensa. Este lobby no solo sostiene la impunidad de Israel: la fabrica, la exporta y la impone.

Este artículo expone cómo el lobby prosionista representa una amenaza mundial, no solo para Palestina, sino para el derecho internacional, la paz global y la soberanía de los pueblos. Porque lo que está en juego ya no es solo la libertad de Gaza, sino el futuro de la humanidad frente a un poder que ha decidido que ningún crimen es demasiado grande si sirve a sus intereses.

II. Gaza: el epicentro del horror

Gaza ya no es una zona de conflicto: es una zona de exterminio sistemático. Más de 65.000 víctimas han sido registradas desde el inicio de la ofensiva israelí, en una campaña que ha convertido desde hospitales hasta universidades en escombros, escuelas en fosas comunes y barrios enteros en cenizas. El asedio total —sin agua, sin electricidad, sin alimentos ni medicinas— ha sido ejecutado con precisión quirúrgica, no como error de guerra, sino como estrategia deliberada de aniquilación.

La Corte Penal Internacional ha documentado el uso del hambre como arma, el bombardeo de civiles, la destrucción de infraestructura humanitaria y la persecución sistemática de una población entera. Las órdenes de arresto contra Netanyahu y Gallant no son simbólicas: son el resultado de una investigación rigurosa que concluye que el Estado israelí ha cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Pero el horror no se detuvo en Gaza. El ataque aéreo en Doha, capital de Qatar, dirigido contra líderes de Hamás en plena negociación de alto el fuego, fue una provocación directa contra la diplomacia internacional. Más de 60 países árabes e islámicos se reunieron en una cumbre de emergencia para condenar a Israel por genocidio, exigir sanciones y respaldar las acciones judiciales internacionales.

La Asamblea General de la ONU, en una sesión histórica, fue escenario de una condena global sin precedentes: más de 150 países exigieron el cese inmediato de la ofensiva, el reconocimiento del Estado palestino y el cumplimiento de las órdenes de arresto. El presidente de Indonesia ofreció 20.000 soldados como fuerza de paz. Brasil se sumó a Sudáfrica en la denuncia ante la CPI. España, Francia, Irlanda y Noruega reconocieron oficialmente a Palestina. El cerco diplomático se ha cerrado.

Gaza es hoy el espejo donde el mundo se mira y decide: o se enfrenta al poder impune del lobby prosionista, o acepta que el genocidio puede ser legal si lo ejecuta un aliado estratégico.

III. El lobby proisraelí: arquitectura de la impunidad

El poder de Israel no se sostiene únicamente en sus misiles, drones o escuadrones de combate. Se sostiene en una red global de influencia política, mediática y financiera que ha convertido el genocidio en Gaza en una narrativa aceptable para las élites occidentales. Esa red tiene nombre: el lobby prosionista.

En Estados Unidos, su epicentro, grupos como AIPAC, sectores del Congreso, think tanks neoconservadores y conglomerados mediáticos han blindado a Israel frente a la condena internacional. Su influencia se manifiesta en:

  • Veto sistemático en la ONU: Washington ha bloqueado toda resolución que exigía el cese de hostilidades, protección de civiles o sanciones contra Israel, incluso cuando más de 150 países votaron a favor.

  • Suministro de armas: Mientras Gaza era pulverizada, EE.UU. aprobaba nuevos paquetes militares para Israel, incluyendo municiones de precisión y sistemas de defensa avanzados.

  • Narrativa mediática controlada: Cadenas como CNN, Fox News, BBC y otros grandes medios han minimizado la masacre, ocultado cifras, descontextualizado imágenes y repetido el discurso oficial israelí sin cuestionarlo.

  • Presión sobre aliados: Gobiernos europeos y árabes han sido presionados para no romper relaciones con Israel ni reconocer oficialmente a Palestina, bajo amenaza de sanciones, aislamiento o pérdida de apoyo económico.

Pero el lobby prosionista va más allá de la diplomacia. Derrocha millones de dólares en comprar voluntades: financia campañas políticas, patrocina intelectuales, infiltra universidades, premia periodistas obedientes y compra partidos de derecha que repiten su discurso sin matices. En América Latina, Europa y África, políticos que antes defendían los derechos humanos hoy justifican el exterminio, seducidos por fondos, favores y promesas de respaldo internacional.

La solidaridad con Palestina es criminalizada. Activistas son perseguidos, censurados o despedidos. Académicos críticos son silenciados. Plataformas digitales eliminan contenido que denuncia el genocidio. El debate público ha sido secuestrado por una maquinaria que convierte la defensa de la vida en antisemitismo, y la denuncia del crimen en traición.

El lobby prosionista no defiende a los judíos: defiende al Estado israelí como proyecto colonial, militar y supremacista. Y en ese proyecto, la verdad, la justicia y la humanidad son obstáculos que deben ser eliminados.

IV. Fractura global: el mundo responde

La reacción internacional ha sido contundente:

  • Sudáfrica y Brasil han denunciado a Netanyahu ante la CPI por crímenes de guerra y de lesa humanidad.

  • España, Francia, Irlanda, Noruega y otros países europeos han reconocido oficialmente al Estado palestino.

  • Indonesia ha ofrecido enviar 20.000 soldados como fuerza de paz a Gaza, si la ONU lo autoriza.

  • Turquía y Egipto realizan maniobras navales conjuntas en el Mediterráneo como advertencia a Israel.

  • España e Italia han desplegado buques militares para proteger la Flotilla Global Sumud, que intenta romper el bloqueo de Gaza.

  • Países bálticos han advertido que cumplirán las órdenes de arresto de la CPI si Netanyahu pisa su territorio.

  • China ha declarado que Gaza “pertenece al pueblo palestino” y ha exigido un alto el fuego integral.

  • Pakistán ha amenazado con represalias nucleares si Israel utiliza armas atómicas contra Irán.

Este cerco diplomático y militar representa un cambio de paradigma: Israel ya no es intocable.

La ofensiva israelí sobre Gaza ha provocado una reacción internacional sin precedentes, que ha fracturado el mapa diplomático y militar en torno al conflicto. Lo que antes era silencio cómplice, hoy es condena abierta. Lo que antes era neutralidad estratégica, hoy es ruptura moral.

Antes de la Asamblea de la ONU: el quiebre inicial

Incluso antes de la histórica sesión de la Asamblea General de septiembre de 2025, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, México, Chile, Colombia, Malasia y Argelia ya habían condenado públicamente la ofensiva israelí, denunciando el uso desproporcionado de la fuerza, el castigo colectivo y la destrucción sistemática de infraestructura civil. Canadá, en particular, sorprendió al suspender temporalmente la cooperación militar con Israel, y exigir una investigación independiente sobre los crímenes cometidos en Gaza.

Después de la Asamblea: el cerco se formaliza

  • Sudáfrica y Brasil presentaron denuncias formales ante la Corte Penal Internacional (CPI) contra Netanyahu por crímenes de guerra y de lesa humanidad.

  • España, Francia, Irlanda, Noruega y Eslovenia reconocieron oficialmente al Estado palestino, rompiendo décadas de ambigüedad diplomática.

  • Indonesia ofreció desplegar 20.000 soldados como fuerza de paz en Gaza, si la ONU lo autoriza.

  • Turquía y Egipto realizaron maniobras navales conjuntas en el Mediterráneo Oriental, por primera vez en más de una década, como advertencia directa a Israel.

  • España e Italia enviaron buques militares para proteger a la Flotilla Global Sumud, que intenta romper el bloqueo naval sobre Gaza.

  • Países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia) anunciaron que cumplirán las órdenes de arresto de la CPI si Netanyahu o Gallant pisan su territorio.

  • China declaró que Gaza “pertenece al pueblo palestino” y exigió un alto el fuego integral, acusando a Israel de violar el derecho internacional.

  • Pakistán advirtió que responderá con represalias nucleares si Israel utiliza armas atómicas contra Irán, alineándose con la defensa estratégica del eje islámico.

Cambio de paradigma

Este cerco diplomático y militar no es solo una reacción: es una reconfiguración del orden mundial. Israel, que durante décadas fue blindado por sus alianzas estratégicas, hoy enfrenta aislamiento jurídico, condena moral y presión militar. El mito de su intocabilidad se ha roto.

La fractura global no es coyuntural: es estructural. Y marca el inicio de una nueva etapa donde la impunidad ya no es garantía, y donde el lobby prosionista deberá enfrentar no solo la resistencia de los pueblos, sino la justicia de los tribunales internacionales.

V. Fractura interna: el judaísmo contra el sionismo

La maquinaria de guerra israelí no solo enfrenta condena internacional: enfrenta una rebelión espiritual desde dentro del judaísmo. Lo que antes era una minoría crítica, hoy se ha convertido en una corriente creciente de rabinos, teólogos, estudiantes y comunidades enteras que repudian el genocidio en Gaza como una profanación del judaísmo mismo.

Los judíos ortodoxos antisionistas, como los de Neturei Karta, han intensificado sus denuncias, calificando las acciones del Estado israelí como “una traición a la Torá” y “una violación del pacto con Dios”. En manifestaciones públicas en Nueva York, Londres, París y Jerusalén, han portado pancartas que dicen: “Judíos contra el sionismo”, “El judaísmo no apoya el asesinato”, y “Israel no nos representa”.

Pero la fractura va más allá de los márgenes. Importantes rabinos de renombre internacional, como el Rav Yaakov Shapiro y el Rav Dovid Feldman, han comparado públicamente a Netanyahu con “un nuevo Hitler con kippá”, acusándolo de usar el judaísmo como escudo para justificar una ideología fascista, expansionista y supremacista. Han denunciado su proceder anético, su racionalidad instrumental, que convierte la religión en herramienta de guerra, y la memoria del Holocausto en excusa para cometer crímenes similares.

En universidades como Harvard, Columbia, Berkeley y Oxford, estudiantes judíos han liderado protestas contra el apoyo de sus gobiernos a Israel, exigiendo el fin del financiamiento militar y el reconocimiento del Estado palestino. Han publicado manifiestos donde afirman: “Ser judío no significa apoyar el genocidio”.

Esta fractura interna revela una verdad incómoda: el sionismo político no representa al judaísmo, ni en su ética, ni en su espiritualidad, ni en su historia. El judaísmo, como tradición milenaria, se basa en la justicia, la compasión y la dignidad humana. El sionismo, como proyecto colonial y militar, ha traicionado esos principios.

El mundo reacciona —aunque tarde— y empieza a distinguir entre la fe y el Estado, entre el pueblo judío y el aparato sionista, entre la memoria y la manipulación. Y esa distinción es hoy más urgente que nunca.

VI. Escenarios posibles: entre el abismo y la esperanza

El conflicto palestino-israelí ha alcanzado un punto de inflexión donde la historia puede bifurcarse hacia la barbarie o hacia la justicia. Lo que ocurra en los próximos meses no será solo una cuestión regional: será una definición del orden mundial. Y los escenarios que se abren son tan extremos como reales.

Escenario del abismo: el colapso total

  • Israel desata su arsenal nuclear táctico, rompiendo el tabú más temido del siglo XXI. Un ataque contra Irán o Gaza con armamento atómico provocaría una reacción en cadena.

  • Pakistán responde con represalias nucleares, cumpliendo su advertencia pública. Turquía moviliza tropas. Irán activa su red regional. El conflicto se convierte en una guerra multinacional.

  • Estados Unidos interviene directamente, arrastrando a la OTAN y a sus aliados. Rusia y China se alinean con el eje antiisraelí. El mundo entra en una guerra global por Palestina.

  • Israel colapsa internamente: estallido social, desobediencia militar, ruptura entre sionistas radicales y judíos religiosos. El Estado se fragmenta.

  • Gaza se convierte en una fosa común, con millones de desplazados, hambruna masiva, epidemias y una generación entera perdida.

Este escenario no es ficción: es la consecuencia lógica si se mantiene la impunidad, si se permite que el lobby prosionista siga dictando la política global, y si el mundo sigue reaccionando tarde.

Escenario de esperanza: el giro histórico

  • Cese al fuego inmediato, garantizado por una coalición internacional que impone condiciones vinculantes a Israel.

  • Reconocimiento pleno del Estado palestino, con fronteras definidas, acceso a organismos internacionales y garantías de seguridad.

  • Juicio internacional a los responsables del genocidio, con Netanyahu y sus cómplices enfrentando la justicia en La Haya.

  • Gobierno de transición en Israel, con líderes moderados que aceptan la solución de dos Estados y desmantelan el aparato colonial.

  • Reparación humanitaria masiva: entrada de ayuda, reconstrucción de Gaza, retorno de desplazados, justicia restaurativa y memoria histórica.

Este escenario exige coraje político, ruptura con la hipocresía diplomática y una movilización global que no se detenga ante el chantaje del lobby prosionista.

Encrucijada moral

El mundo está ante una decisión que definirá generaciones: permitir que el genocidio se normalice, o convertir Palestina en el punto de partida de una nueva ética internacional. No hay neutralidad posible. No hay tiempo para ambigüedades. Cada Estado, cada líder, cada ciudadano debe elegir de qué lado de la historia quiere estar.

VII. Conclusión: ¿quién controla el relato?

No hay crimen más perfecto que aquel que se comete con el consentimiento del relato. El lobby prosionista no solo ha blindado gobiernos, comprado conciencias y financiado guerras: ha colonizado el lenguaje, ha secuestrado la verdad, ha convertido el genocidio en defensa propia y la resistencia en terrorismo. Su poder no reside en los tanques ni en los drones, sino en su capacidad para dictar lo que el mundo debe ver, decir y callar.

Pero ese poder está siendo desafiado. Desde las ruinas de Gaza, desde las calles de Nueva York, desde las universidades de París, desde los templos de Jerusalén, una conciencia global se levanta. Una conciencia que ya no teme ser acusada de antisemitismo por denunciar el crimen. Una conciencia que distingue entre el judaísmo milenario y el sionismo colonial. Una conciencia que rompe el silencio, que desobedece el relato impuesto, que reclama justicia sin condiciones.

La lucha por Palestina ya no es solo territorial: es civilizatoria. Es la lucha por el derecho internacional frente a la barbarie institucionalizada. Es la lucha por la dignidad humana frente al cálculo geopolítico. Es la lucha por la verdad frente a la propaganda. Es la lucha por la memoria frente a la manipulación.

Y como en los días de Pericles, cuando se defendía la democracia frente a la tiranía, o como en los discursos de Demóstenes, cuando se advertía contra el avance del poder sin alma, hoy el mundo debe hablar con voz clara y sin temblor:

“No hay paz sin justicia. No hay justicia sin verdad. Y no hay verdad mientras el crimen tenga micrófono y la víctima sea silenciada.”

Cada Estado, cada líder, cada ciudadano tiene ante sí una elección: ser cómplice o ser testigo, ser espectador o ser parte, ser eco del poder o ser voz de los que ya no pueden gritar.

Palestina no pide caridad. Pide justicia. Y esa justicia será el juicio del mundo sobre sí mismo.

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