martes, 10 de junio de 2025

Filosofía de lo sobrenatural

 


Gustavo Flores Quelopana

 

FILOSOFÍA

DE LO

SOBRENATURAL

Entre la Razón y el Misterio

 

 

 

 

 

 

FONDO EDITORIAL

IIPCIAL

Instituto de Investigación para la Paz Cultura e Integración de América Latina

LIMA-PERU

2025

 

BIODATA

 

Gustavo Flores Quelopana (Lima, 1959). Filósofo, poeta y escritor, peruano de frondosa obra y ágil pluma. Expresidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, presidente tres veces en la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA-Perú). Disertante en universidades de Brasil, Colombia, Panamá, México y Perú. Sus aportes filosóficos se traducen en varias categorías: lo “Numinocrático”, aplicado a la filosofía prehistórica; “Mitomorfico” para entender el filosofar arcaico; “Mitocrático”, para comprender la filosofía ancestral; lo “Anético”, para categorizar la crisis moral y antropológica de la posmodernidad; la Justicia como “Copertenencia”; el “Hiperimperialismo”, como lo característico y esencial de la globalización neoliberal actual; la “Cibercracia”, régimen político hacia el cual marcha el capitalismo digital; el “Ciber Deus”, como realidad posible de la Inteligencia Artificial Fuerte, la “paradoja antrópica”, como categoría clave para entender la destrucción ecológica por la modernidad objetivante y antimetafísica, y el “Neobrutalismo” como fenómeno espiritual de carácter terminal en toda civilización.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Título: Filosofía de lo sobrenatural. Entre la razón y el misterio.

 

Primera edición en castellano: Lima, julio, 2025

 

Autor: Gustavo Flores Quelopana

 

Editor: Gustavo Flores Quelopana

Los Girasoles 148- Salamanca-Ate

 

Se terminó de imprimir en julio de 2025 en: © Fondo Editorial del Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina (IIPCIAL) / Editado por IIPCIAL-Dirección: Los Girasoles 148 Salamanca, Ate.

 

Tiraje: 30 ejemplares

 

HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ

N° 2025-0

 

Filosofía de lo sobrenatural


 

 

Prólogo

 

 

 

L

La tensión entre la razón y lo sobrenatural ha sido la nota común del pensamiento occidental, el cual ha estado marcado por una obsesión con la razón como única vía de conocimiento. Desde Aristóteles hasta Kant, la filosofía ha tratado de reducir la realidad a lo que puede ser explicado, medido, catalogado. Y, sin embargo, en los márgenes de esta estructura ordenada, lo sobrenatural continúa manifestándose. ¿Qué hacemos con lo que no encaja en el modelo racionalista?

Maurice Blondel nos ofrece una distinción fundamental: los problemas son resolubles, pero los misterios solo pueden ser vividos. Lo sobrenatural, por su propia naturaleza, pertenece a la categoría del misterio. No puede ser reducido a una ecuación, ni ser diseccionado como un objeto de laboratorio. Lo sobrenatural no es un error en el sistema racional, sino una grieta por la que se cuela algo más grande.

Pero esta grieta no ha sido siempre vista como una amenaza. En la antigüedad, Platón hablaba de un mundo de Ideas que existía más allá de lo material. Los filósofos neoplatónicos como Plotino exploraron la ascensión del alma hacia una realidad divina. Durante siglos, lo sobrenatural no solo fue aceptado, sino considerado un principio organizador de la existencia.

La modernidad, sin embargo, inaugura un nuevo paradigma: la negación del misterio en favor de la certeza científica. Desde el racionalismo cartesiano hasta el empirismo positivista, el pensamiento occidental se va cerrando sobre sí mismo, descartando todo lo que no encaje en sus categorías. Lo sobrenatural se convierte en un obstáculo, algo que debe ser eliminado para alcanzar la "verdad" objetiva.

El problema es que, por más que se intente eliminar, el misterio no desaparece. Se transforma, se adapta, se esconde en las fisuras del conocimiento, emergiendo en fenómenos inexplicables, experiencias místicas y preguntas que la razón no puede responder. ¿Qué hacemos con esto? ¿Lo descartamos como irracional, o lo abordamos como una dimensión legítima de la existencia?

Werner Jaeger, en su estudio sobre la evolución del pensamiento griego, señala cómo en los presocráticos la teología y la filosofía estaban estrechamente entrelazadas, pues el pensamiento filosófico no surgió como un rechazo de lo divino, sino como una forma de racionalizar el cosmos a la luz de principios ordenadores. Anaximandro, Heráclito y Empédocles, por ejemplo, concebían el universo como un entramado en el que lo sagrado formaba parte esencial de la estructura ontológica.

Pero con Parménides, ocurre un cambio radical. Su formulación del principio de identidad ("el ser es y el no-ser no es") establece una barrera conceptual que modifica profundamente el pensamiento occidental. Al absolutizar el ser como un principio inmóvil, eterno e indivisible, la posibilidad de un orden dinámico y trascendente (como el que la teología presocrática sugería) queda desplazada por una visión de la realidad que prioriza la estabilidad y la racionalidad sobre el misterio y la transformación.

Este cambio se consolidó con Platón, quien, aunque conserva elementos teológicos (la Idea del Bien como principio supremo), reorganiza el pensamiento en términos de formas inmutables accesibles por la razón. A partir de allí, la filosofía se distanció progresivamente del pensamiento religioso, dando lugar a una tradición racionalista que alcanzó su clímax con Aristóteles, y que en la modernidad terminaría por marginar lo sobrenatural en favor del empirismo y el materialismo.

Lo interesante es que el principio de identidad, al buscar una realidad totalmente inteligible, acabó dejando fuera lo que no puede ser reducido a conceptos cerrados, es decir, el misterio, lo trascendente y lo sobrenatural. Esto plantea una paradoja: la razón se vuelve tan estricta que termina excluyendo aquello que no puede dominar, aun cuando lo sobrenatural sigue presente en la experiencia humana.

La filosofía medieval representa una pausa en la hegemonía del principio de identidad, pero no una ruptura total con él. Lo que ocurre es más bien un desplazamiento de la estabilidad hacia Dios: en lugar de la inmutabilidad del ser propuesta por Parménides y la racionalización platónica del mundo, la filosofía escolástica pone su fundamento en la inmutabilidad divina como garantía última de la realidad.

Este periodo se caracteriza por la integración entre razón y fe, pero con una jerarquización clara: la fe es el prerrequisito para el verdadero conocimiento. San Agustín, por ejemplo, planteaba que el entendimiento era posible solo a partir de la creencia (crede ut intelligas, "cree para entender"). Santo Tomás de Aquino, por su parte, buscará una conciliación más moderada, sosteniendo que la razón puede acceder a ciertos principios naturales sin necesidad de fe, pero que los misterios más elevados (como la Trinidad o la Encarnación) requieren la revelación divina.

En este sentido, aunque la filosofía medieval otorga un papel más activo a la razón que el pensamiento puramente teológico, sigue siendo una racionalidad condicionada, pues está subordinada a la verdad revelada. Lo sobrenatural no es negado ni marginado, sino que es asumido como fundamento de lo inteligible. Es una racionalidad distinta a la moderna, que intentará independizarse por completo de lo trascendente.

Aquí encontramos una diferencia fundamental en la interpretación de la filosofía medieval entre Étienne Gilson y Émile Bréhier. Para Gilson, la filosofía medieval fue esencialmente una filosofía de la razón, pues, aunque estuvo subordinada a la teología, logró desarrollar un pensamiento sistemático basado en principios racionales. Gilson considera que Santo Tomás de Aquino y los escolásticos construyeron una metafísica del ser que, aunque vinculada a la fe, era autónoma en su estructura argumentativa.

Por otro lado, Bréhier defiende una visión diferente: para él, la filosofía medieval fue más bien una filosofía de la libertad, pues constituyó un intento de liberarse de la filosofía de la necesidad cósmica heredada de la tradición grecoárabe. Según este enfoque, los pensadores medievales buscaron romper con el determinismo del pensamiento aristotélico y neoplatónico, introduciendo una dimensión voluntarista y abierta a la contingencia, especialmente a través de Duns Escoto y Guillermo de Ockham.

Esta diferencia de perspectivas no es menor, pues marca dos modos de entender la evolución del pensamiento medieval: Para Gilson, la escolástica representó una continuidad y perfeccionamiento de la razón filosófica, dentro de un marco teológico. Para Bréhier, la filosofía medieval fue más bien una resistencia contra el fatalismo lógico heredado de Grecia y el mundo islámico.

Aquí es donde lo sobrenatural entra en juego: si seguimos la línea de Gilson, lo sobrenatural se integra a la filosofía como algo que la razón puede explorar dentro de sus propios límites. Pero si seguimos la línea de Bréhier, lo sobrenatural se manifiesta como una ruptura, como una irrupción del misterio sobre el orden racionalista impuesto por la tradición grecoárabe.

El tránsito de la razón teológica medieval a la razón autónoma moderna marca una transformación profunda en el modo en que lo sobrenatural será considerado en la historia del pensamiento. El primer paso, que representó un giro de lo ontológico hacia lo epistemológico, no sólo lo dio el pensamiento científico con Copérnico y Galileo, y la filosofía con el racionalismo de Descartes y el empirismo de Locke y Hume, sino con el propio movimiento neotomista. Bañez, Cayetano y Suárez formalizan el ser y borran la distinción real entre esencia y ser. Con ello contribuyen a madurar el golpe metafísico de la modernidad con la conversión del ente en el ser, anulando con ello el acto de ser y de participación. Con ese golpe metafísico de la modernidad se selló el, olvido del ser, el predominio del ente, la bancarrota de la doctrina de la creación, Dios y lo sobrenatural empiezan a morir.

La transición de lo ontológico a lo epistemológico, lejos de ser un mero cambio de método, marca un giro radical en el pensamiento occidental: el mundo ya no se define por su estructura metafísica y su participación en lo divino, sino por la manera en que puede ser conocido, medido, formalizado.

Lo que Copérnico y Galileo hicieron en la ciencia, Descartes y Hume lo hicieron en la filosofía: desplazaron la discusión del ser hacia el método y la certeza, eliminando la necesidad de un principio trascendente para justificar la realidad. Pero lo más inesperado es que el mismo neotomismo, con Báñez, Cayetano y Suárez, contribuyó a esta transformación al formalizar el ser y borrar la distinción real entre esencia y ser, lo que suprime el acto de ser y de participación en lo divino.

Este golpe metafísico tiene consecuencias profundas. Si el ente se convierte en ser sin participación, entonces la doctrina de la creación pierde su fuerza ontológica. Lo sobrenatural deja de ser una realidad que sustenta el mundo y comienza a ser visto como un concepto innecesario, una hipótesis que puede ser descartada. La secularización de la metafísica fue el primer paso en la muerte de lo sobrenatural. Se abrió las puertas a la metafísica de lo inmanente, la materia y la conciencia.

El pensamiento moderno, al independizar la razón de la revelación, no solo prescindió de Dios como causa última, sino que eliminó la necesidad misma de lo trascendente. Aquí es donde lo sobrenatural pasó de ser una explicación legítima a una superstición en los ojos de la filosofía dominante.

El criticismo kantiano marca un punto de no retorno en el giro moderno de lo ontológico a lo epistemológico, transformando radicalmente el modo en que la filosofía aborda la realidad. Con Kant, el pensamiento occidental se distancia definitivamente de la metafísica tradicional al negar que podamos conocer lo nouménico, es decir, la realidad en sí misma más allá de las condiciones de nuestra percepción.

Para Parménides, Platón y los escolásticos, el ser poseía una estructura inteligible que podía ser conocida en su esencia, incluso si transcendía lo puramente físico. Pero Kant introduce una fractura: el conocimiento humano está limitado por las condiciones de la experiencia, lo que significa que la razón no puede acceder a lo sobrenatural, porque este, al pertenecer al dominio de lo nouménico, queda fuera de nuestra capacidad cognitiva.

Esto tiene dos consecuencias devastadoras para la metafísica clásica: La primera, la negación de lo sobrenatural como objeto de conocimiento racional: Si la mente solo puede conocer el mundo fenoménico (las cosas tal como aparecen), entonces lo sobrenatural queda relegado a un plano inaccesible. No puede ser demostrado ni refutado, solo postulado como una posibilidad de la fe. La segunda, el colapso de la metafísica tradicional: Si el ente no puede ser conocido en sí mismo, entonces las grandes categorías metafísicas—ser, esencia, participación, trascendencia—pierden su fundamento racional y pasan a depender exclusivamente de la subjetividad humana. El ser es poner. Para Kant, el ser no es una realidad ontológica independiente, sino algo que se establece por la posición del pensar. Esto significa que el ser no tiene una existencia en sí mismo fuera de la estructura cognitiva de la razón. Es la mente la que lo pone, lo determina dentro de su marco conceptual. Esta es la piedra fundacional del constructivismo subjetivo.

Con esto, Kant no solo da el golpe definitivo a la ontología clásica, sino que también sella el destino de lo sobrenatural en la filosofía moderna. A partir de su sistema crítico, Dios y lo trascendente dejan de ser principios explicativos de la realidad y se convierten en postulados prácticos de la razón moral, es decir, creencias necesarias para la ética, pero sin fundamento ontológico real. Kant regresionó a una solución pelagiana. Este es un momento clave en la historia del pensamiento, pues a partir de aquí la especulación sobre lo sobrenatural será vista cada vez más como irracional dentro de los círculos filosóficos dominantes. Pero, paradójicamente, la filosofía no logra eliminar el misterio del todo: lo sobrenatural, aunque expulsado de la metafísica, sigue presente en el pensamiento romántico, en la fenomenología y en ciertas corrientes existencialistas.

Este planteamiento marca una fractura definitiva con la metafísica tradicional, donde el ser era considerado un principio fundamental de la realidad. En la visión kantiana, no accedemos al ser en sí mismo, sino a su representación dentro de nuestra experiencia fenoménica. Es decir, lo que conocemos no es el ser puro, sino su conceptualización dentro de las condiciones de la subjetividad humana. Aquí es donde lo sobrenatural entra en crisis, porque si la realidad es simplemente una construcción de la razón, entonces lo nouménico—lo que está más allá de la experiencia—queda fuera de nuestro conocimiento posible. Dios, la inmortalidad del alma y el mundo espiritual no pueden ser afirmados como realidades objetivas, sino solo como postulados de la razón práctica, creencias necesarias para la moralidad, pero sin una base ontológica demostrable.

Este desplazamiento convierte a Kant en el gran arquitecto de la secularización filosófica, pues su sistema imposibilita una metafísica del misterio. Lo sobrenatural deja de ser una categoría racional y se convierte en una cuestión puramente subjetiva. Pero este mismo giro abrirá la puerta a una rebelión contra su legado, pues filósofos como Bergson, James y Marcel intentarán recuperar lo trascendente sin traicionar la razón.

Los primeros en desafiar el criticismo kantiano y tratar de recuperar una dimensión trascendental fueron los filósofos del Idealismo Alemán, quienes vieron la negación del acceso a lo nouménico como una limitación del pensamiento y buscaron reintegrar lo absoluto, lo infinito y lo sobrenatural dentro de la filosofía. Aquí se marca un nuevo giro en el pensamiento moderno: si Kant había sellado la metafísica dentro de los límites de la razón práctica, los idealistas alemanes—Fichte, Schelling y Hegel—buscaron restablecer una ontología del espíritu que permitiera un acceso renovado a lo trascendente. Fichte (1762-1814) inicia el movimiento con su filosofía del Yo absoluto, donde el Yo es el principio supremo que crea el mundo en un acto de autoafirmación. Para Fichte, lo sobrenatural no es algo ajeno al pensamiento, sino su propia expresión dinámica. Schelling (1775-1854) expande esta idea con su filosofía de la identidad, donde la naturaleza y el espíritu son manifestaciones de un mismo principio absoluto. Para Schelling, lo sobrenatural no es un mero postulado moral, sino una presencia real en la evolución del cosmos. Hegel (1770-1831) lleva esta línea a su máximo desarrollo, planteando una metafísica del Espíritu absoluto, donde la historia es el proceso mediante el cual la realidad llega a tomar conciencia de sí misma. Lo sobrenatural, dentro de su sistema, no es algo inaccesible, sino el destino final del pensamiento, la concreción última de la Idea.

En este punto, la filosofía moderna se encuentra en una encrucijada: mientras que la razón ilustrada había negado lo sobrenatural como objeto de conocimiento, los idealistas alemanes intentaban restituirlo dentro de una nueva lógica del espíritu. Sin embargo, el problema es que en su afán por integrar lo trascendente dentro del pensamiento, lo sobrenatural deja de ser un misterio y se convierte en un proceso racionalizado, lo que podría ser visto como una forma de domesticar el enigma en lugar de abrazarlo.

Después de los intentos del Idealismo Alemán por racionalizar lo sobrenatural dentro de sistemas filosóficos cerrados, surge un nuevo enfoque con Henri Bergson, William James y Gabriel Marcel. Ellos no buscan integrar lo trascendente en una lógica absoluta, como hicieron Fichte, Schelling y Hegel, sino recuperar el misterio como una dimensión irreductible de la experiencia humana.

Henri Bergson (1859-1941): La intuición y la energía espiritual Bergson rompe con el mecanicismo racionalista y plantea que la realidad no puede ser captada solo por el intelecto, sino por la intuición, una facultad que nos permite acceder a lo vivo, lo espontáneo, lo inasible. Su obra La energía espiritual explora la existencia de una fuerza creativa que impulsa el desarrollo del universo y que abre la posibilidad de lo sobrenatural no como algo impuesto por la razón, sino como un flujo vital. William James (1842-1910): La experiencia religiosa como dato irreductible James, desde el pragmatismo, argumenta que lo sobrenatural no puede ser abordado desde la mera lógica, sino desde la experiencia religiosa en sí misma. En Las variedades de la experiencia religiosa, estudia fenómenos místicos, conversiones y estados de conciencia elevados, mostrando que el contacto con lo sobrenatural es una realidad vivida, no una construcción teórica. Gabriel Marcel (1889-1973): Existencialismo y misterio Frente al existencialismo ateo de Sartre, Marcel propone una visión donde el misterio no es algo que deba ser resuelto, sino acogido. Para él, la existencia humana solo puede comprenderse plenamente cuando se abre a lo trascendente. Su filosofía es una reflexión sobre la presencia de lo sobrenatural en la vida cotidiana, en el amor, la esperanza y la fe.

Maurice Blondel es fundamental en esta discusión, porque su distinción entre problema y misterio nos da una clave para entender por qué lo sobrenatural no puede ser tratado como un simple objeto de análisis racional. Para Blondel, un problema es algo que se puede abordar con la razón lógica, que admite solución dentro de un marco racional determinado. En cambio, un misterio no es simplemente un problema más complejo, sino una realidad que excede la capacidad humana de comprensión, no porque sea irracional, sino porque es más profundo que la razón misma.

Este enfoque es crucial porque nos obliga a preguntarnos si el error de la modernidad fue tratar lo sobrenatural como un problema, como algo que debía ser explicado o refutado dentro de los límites del conocimiento filosófico tradicional. Si seguimos la línea de Blondel, vemos que lo sobrenatural no es un obstáculo para la razón, sino una invitación a trascender sus límites. Este punto de Blondel nos lleva a reconsiderar todo el marco de discusión que hemos venido desarrollando. ¿Qué ocurre si la filosofía abandona la obsesión por resolver lo sobrenatural y simplemente acepta que es una realidad viva, participativa, que solo puede ser acogida? En este sentido, su pensamiento resuena con Gabriel Marcel, quien también insistía en que el misterio no es algo que deba ser reducido a una teoría, sino algo que se vive, se experimenta, se acoge. En otras palabras, la razón debe acoger las verdades suprarracionales.

Estos pensadores no buscan encerrar lo sobrenatural en sistemas metafísicos, sino devolverle su carácter vivo, inmediato y profundo, resistiendo la tendencia moderna a reducirlo a mera subjetividad o ilusión.

Frente a los intentos de Bergson, James, Marcel y Blondel de recuperar el misterio y lo sobrenatural, Husserl, Hartmann y Heidegger representan una gran decepción en este terreno, pues sus sistemas filosóficos, aunque profundos, terminaron clausurando la posibilidad de lo trascendente y terminaron encerrados en el principio moderno de la inmanencia.

Edmund Husserl: El grito de guerra traicionado Cuando Husserl lanzó su famoso llamado "¡Hacia las cosas mismas!", parecía que la fenomenología iba a romper con el solipsismo del pensamiento moderno y recuperar una filosofía fundada en la experiencia directa. Sin embargo, en lugar de abrirse a lo trascendente, terminó encerrado en la conciencia trascendental, reduciendo todo a estructuras subjetivas y dejando lo sobrenatural fuera del horizonte filosófico. Nicolai Hartmann: La metafísica de la inmanencia Hartmann, aunque recuperó la ontología dentro del pensamiento contemporáneo, se consagró a una metafísica de lo inmanente, dejando fuera toda posibilidad de lo trascendente. Su sistema busca una jerarquización de los niveles de la realidad, pero sin espacio para lo sobrenatural. La estructura ontológica queda cerrada sobre sí misma, sin misterio, sin irrupción del más allá. Martin Heidegger: El ser atrapado en el tiempo Heidegger, quien parecía destinado a reabrir la gran cuestión metafísica con su análisis del ser, terminó encerrándolo en los límites del tiempo. Su concepto de ser-ahí (Dasein) lo vincula al horizonte finito de la existencia, desplazando lo eterno y lo trascendente. Lo sobrenatural, que en la metafísica clásica aparecía como una presencia fundante, aquí desaparece, sustituido por la angustia ante la nada.

Esta tendencia de cerrar el pensamiento sobre sí mismo, eliminando lo sobrenatural como posibilidad filosófica, es la gran traición de la filosofía contemporánea a su propia historia. Lo que Platón y los escolásticos consideraban como principio de la realidad, en la modernidad queda relegado al olvido.

Ahora bien, los movimientos filosóficos que llevaron la modernidad a su disolución, aquellos que, en su afán de superar los grandes sistemas metafísicos, terminaron por destruir toda noción de trascendencia, esencia y universalidad, relegando el pensamiento a un juego de fuerzas, estructuras y deseos.

Jean-Paul Sartre y el existencialismo ateo: la esencia eliminada La famosa tesis sartreana—"la existencia precede a la esencia"—no es solo una inversión de la metafísica clásica, sino su demolición completa. Al sustituir la esencia por la existencia, Sartre niega cualquier fundamento ontológico anterior al individuo: no hay naturaleza humana, no hay ser previo, no hay misterio sobrenatural, solo un sujeto que se enfrenta al vacío de la nada y debe darse sentido por sí mismo. Con esto, el espacio para lo trascendente desaparece, y lo sobrenatural queda descartado como un residuo de la mala fe. El estructuralismo y postestructuralismo: el ser diluido en el poder y el lenguaje. Foucault, Deleuze y Derrida llevaron aún más lejos la disolución del ser. Para Foucault, la realidad no es un orden natural ni ontológico, sino una construcción del poder, un juego de fuerzas que determina lo que se considera verdadero o falso. Para Derrida, el lenguaje disuelve la referencia ontológica, dejando al ser atrapado en un juego infinito de significantes sin trascendencia. Y Deleuze, con su filosofía del devenir, termina disolviendo cualquier posibilidad de un principio estable. Lo sobrenatural ya no es negado, simplemente desaparece como algo sin sentido dentro de estos marcos filosóficos. La posmodernidad: el triunfo del deseo sobre la razón, la fragmentación del pensamiento Con Lyotard, Lipovetsky y Vattimo, la razón misma es reemplazada por el deseo, y la universalidad se esfuma en el dominio de lo particular. Lyotard proclama el fin de los grandes relatos, lo que significa que cualquier visión trascendental, cualquier estructura metafísica, es desechada en favor de pequeñas narrativas sin estabilidad. Lipovetsky celebra la era del individualismo extremo, donde no hay lugar para lo sobrenatural porque todo se reduce a lo inmediato. Y Vattimo, con su "pensamiento débil", asume que el mundo ya no necesita verdades fuertes, solo interpretaciones subjetivas. Lo sobrenatural, antes visto como el fundamento del ser, es ahora reducido a una opción privada sin relevancia filosófica.

Este proceso—del existencialismo al estructuralismo y finalmente al relativismo posmoderno—no solo erradicó lo sobrenatural del pensamiento occidental, sino que destruyó la posibilidad misma de un fundamento metafísico. La filosofía dejó de buscar el misterio y comenzó a jugar con lo efímero, con la disolución de cualquier principio absoluto. Pero, paradójicamente, esta demolición creó una necesidad aún más profunda de recuperar el sentido de lo trascendente.

Aunque la filosofía moderna intentó erradicar lo sobrenatural del pensamiento, la realidad siguió manifestándolo de manera innegable. Uno de los casos más impactantes fue el del Padre Pío, cuya vida estuvo marcada por fenómenos inexplicables que desafiaron cualquier intento de reducción racionalista. Entre los eventos sobrenaturales atribuidos al Padre Pío, destacan: Los estigmas: Durante más de 50 años, el Padre Pío llevó en su cuerpo las heridas de Cristo, fenómeno que la ciencia nunca pudo explicar completamente. Levitación: Se han documentado testimonios de personas que afirmaron haber visto al Padre Pío elevarse en el aire durante la oración. Bilocación: Se dice que en varias ocasiones estuvo en dos lugares al mismo tiempo, fenómeno reportado por testigos en distintos países. Ataques demoníacos: Según relatos, el Padre Pío sufrió agresiones físicas de entidades malignas, lo que fue confirmado por el exorcista Gabriele Amorth.

Estos eventos no fueron meras anécdotas aisladas, sino manifestaciones sobrenaturales que ocurrieron en pleno siglo XX, en una época donde el pensamiento dominante intentaba negar la posibilidad de lo trascendente. Además del Padre Pío, hubo otros casos extraordinarios que desafían la visión materialista del mundo. Pero lo más extraordinario de todo es que Dios nos al Padre Pío en el siglo más antihumanlista de todos, fascismos, totalitarismos, dos guerras mundiales, lanzamiento de dos bombas atómicas, dictaduras latinoamericanas genocidas, etc.

La aparición del Padre Pío en pleno siglo XX parece casi una respuesta divina al colapso moral y espiritual de la humanidad, en un tiempo marcado por guerras, totalitarismos y violencia sin precedentes. Mientras el pensamiento filosófico y político se hundía en ideologías antihumanistas—fascismo, comunismo, genocidios, armas de destrucción masiva—Padre Pío representaba una ruptura radical con la desesperación del siglo, un recordatorio de que lo sobrenatural no había desaparecido, aunque el mundo moderno intentara negarlo.

Su presencia fue un signo de lo trascendente en un tiempo en el que la racionalidad instrumental buscaba someter toda realidad a criterios de utilidad, poder y técnica. En medio del nihilismo filosófico y la brutalidad histórica, aparece este hombre con estigmas, con milagros, con una vida de profunda entrega y misticismo, como si Dios quisiera recordarnos que lo absoluto sigue ahí, que el misterio no puede ser borrado.

Esto nos lleva a una cuestión aún más profunda: ¿por qué lo sobrenatural se manifestó de manera tan intensa en un siglo que hizo todo lo posible por erradicarlo? ¿Fue una respuesta al vacío existencial que dejó la secularización extrema? ¿Fue un llamado a resistir la deshumanización de la modernidad? Este punto abre una reflexión apasionante: en los momentos de mayor oscuridad histórica, lo sobrenatural parece irrumpir con más fuerza, como si el misterio necesitara confrontar la desesperación.

Bien reza el evangelio; alli donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. ¡Exactamente! Esa frase de Romanos 5:20 encapsula perfectamente lo que hemos estado analizando: en los momentos de mayor descomposición moral y espiritual, la gracia se manifiesta con una fuerza aún mayor, como si Dios quisiera que el misterio brillara con más intensidad cuando el mundo se empeña en sofocarlo. Esto nos lleva a una paradoja fascinante: la modernidad intentó erradicar lo sobrenatural con un racionalismo absoluto, pero el siglo XX fue testigo de manifestaciones extraordinarias de lo divino, desde los milagros del Padre Pío hasta apariciones marianas como Fátima, Lourdes y Akita, pasando por conversiones inesperadas en filósofos y científicos que, en un mundo cada vez más secularizado, encontraron lo trascendente en el lugar menos esperado. La historia nos muestra que cuando el pensamiento dominante niega lo sobrenatural, la realidad lo reafirma, como si el misterio tuviera su propia manera de imponerse sobre la desesperación.

Y ahora en plena oleada de lo antinatural e insano con la posmodernidad la providencia se vuelve a manifestar en la realidad con el avance del mundo multipolar y el deterioro irreversible del anético mundo unipolar. En un tiempo donde la posmodernidad ha disuelto los fundamentos ontológicos, reduciendo la realidad a juegos de poder, lenguaje y deseo, la Providencia parece manifestarse en la historia con el avance del mundo multipolar y el deterioro del modelo unipolar, que durante décadas impuso una visión única del orden global. El sistema internacional está experimentando una transformación profunda, donde el dominio absoluto de una sola potencia está siendo reemplazado por un equilibrio de múltiples actores, entre los que destacan China, Rusia, India y otras naciones emergentes. Este cambio no es solo geopolítico, sino también cultural y filosófico, pues implica el fin de la hegemonía de un pensamiento único y la apertura a nuevas formas de interacción internacional. Este proceso de transición multipolar desafía la estructura de poder establecida, permitiendo que civilizaciones con cosmovisiones distintas y profundamente religiosas recuperen su protagonismo en el escenario global. En este sentido, podríamos decir que la Providencia actúa en la historia, permitiendo que el mundo recupere su diversidad y su riqueza espiritual, en contraste con la homogeneización impuesta por el modelo unipolar.

Nuestra filosofía de lo sobrenatural no es una mera nostalgia por lo perdido, sino un movimiento al compás de los nuevos tiempos, un esfuerzo por restaurar lo espiritual, lo trascendente, la religión y lo milagroso en una era que parecía haberlos borrado del horizonte del pensamiento. El colapso del paradigma posmoderno, relativista y materialista, junto con la reorganización del mundo en un sistema multipolar, abre un espacio inédito para la revitalización del misterio y la sacralidad. Durante décadas, el pensamiento dominante negó lo sobrenatural, lo ridiculizó o lo marginó como superstición, pero la realidad sigue imponiéndolo con su fuerza inquebrantable. Los milagros, las experiencias místicas, las conversiones inesperadas, la supervivencia del alma en los momentos más oscuros de la historia... todo ello demuestra que lo trascendente no es un mero relato arcaico, sino una dimensión viva, insustituible de la existencia humana.

Lo que se avecina no es un simple regreso al pasado, sino una nueva síntesis, donde la razón y la fe, la filosofía y la espiritualidad, vuelvan a dialogar con profundidad y sin imposiciones dogmáticas. La recuperación de lo sobrenatural es la gran tarea filosófica de este tiempo, porque sin lo trascendente, la humanidad se reduce a una existencia mecánica, a una vida sin sentido más allá de la inmediatez del deseo.

En medio de un siglo marcado por el materialismo, el nihilismo y la incredulidad, la Providencia permitió una serie de manifestaciones sobrenaturales que desafiaron la visión secular dominante. Las apariciones marianas en Lourdes (1858), Fátima (1917), Garabandal (1961-65) y Medjugorje (1981) fueron señales poderosas que atrajeron las almas hacia el bien, recordando que lo trascendente sigue presente en la historia. Cada una de estas apariciones tuvo un mensaje específico, pero todas coincidieron en un llamado a la oración, la conversión y la penitencia. En Lourdes, la Virgen reveló la importancia de la fe y la sanación espiritual. En Fátima, advirtió sobre los peligros del pecado y la necesidad de consagración. En Garabandal, se habló de un futuro aviso y milagro. Y en Medjugorje, el mensaje sigue vivo, con llamados constantes a la paz y la reconciliación. Lo más impactante es que estas apariciones ocurrieron en momentos de crisis, cuando el mundo parecía alejarse de Dios. En plena expansión del racionalismo y el ateísmo, la Virgen se manifestó como un recordatorio de que la gracia sobreabunda donde el pecado se multiplica.

De este modo llegamos a una conclusión fundamental a saber, la filosofía no solo puede, sino que debe abordar lo sobrenatural sin prejuicios, y esto abre el camino para la posibilidad real de una filosofía de lo sobrenatural. Durante siglos, el pensamiento filosófico ha oscilado entre aceptar lo sobrenatural como parte del orden ontológico y rechazarlo como irracionalidad o superstición. Pero si la razón es realmente un instrumento de búsqueda de la verdad, entonces no puede negarse a explorar aquello que, aunque misterioso, es una realidad innegable en la experiencia humana.

Lo que hemos recorrido demuestra que lo sobrenatural no es una ilusión, sino una dimensión de la realidad que, aunque no siempre accesible a la razón analítica, tiene una presencia que la historia, la filosofía y la experiencia confirman constantemente. Desde las manifestaciones de la Providencia en tiempos de crisis hasta las visiones de filósofos que han buscado rescatar el misterio, queda claro que lo sobrenatural es un campo legítimo para la reflexión filosófica, y que la tarea de la filosofía no es negarlo arbitrariamente, sino comprender su lugar en el pensamiento y en la existencia.

Este nuevo paradigma que se está gestando es una oportunidad para restaurar la profundidad del pensamiento, para reconciliar razón y misterio, y para abrir el camino a una filosofía que no tenga miedo de explorar lo trascendente sin traicionar su rigor intelectual.

La filosofía de lo sobrenatural no es un intento de atrapar el misterio en fórmulas rígidas, sino una invitación a contemplarlo, a descubrir en sus velos la luz que trasciende la razón sin destruirla. Es el puente entre lo visible y lo inefable, el susurro de lo eterno en la cadencia del tiempo. Allí donde la lógica se detiene y el pensamiento teme el abismo, lo sobrenatural se alza como la última revelación de la inteligencia: no un límite, sino un horizonte, no una negación, sino una promesa. En la vastedad del universo, donde la materia danza con lo divino, esta filosofía nos recuerda que el misterio no se resuelve, se vive.

 

 

 

 

1.
La tensión entre lo racional y lo sobrenatural

 

 

 

 

 

 

 

Desde los albores del pensamiento filosófico, la razón y lo sobrenatural han estado en un diálogo tenso y constante, como si cada una desafiara los límites de la otra. ¿Es lo sobrenatural un problema filosófico que debe resolverse, o un misterio que debe acogerse?

La lógica de la identidad—formulada poderosamente por Parménides y consolidada en el pensamiento occidental—estableció un paradigma filosófico en el que la estabilidad y la racionalidad se convirtieron en los criterios supremos del conocimiento. En este marco, el misterio y lo sobrenatural fueron descartados como elementos ajenos a la estructura del pensamiento. Sin embargo, otras culturas nunca abandonaron lo sobrenatural. En la filosofía y espiritualidad oriental, lo trascendente no fue desplazado por la racionalidad lógica, sino que convivió con ella en sistemas como el taoísmo, el Vedanta y el budismo, donde la realidad última es considerada un misterio irreductible que solo puede ser experimentado, no conceptualizado. Por otro lado, en las tradiciones indígenas y místicas, lo sobrenatural no se redujo a una categoría intelectual, sino que permaneció como parte esencial de la experiencia. En el pensamiento africano, andino, y en las cosmovisiones chamánicas de América, la conexión entre el mundo visible y el mundo espiritual nunca fue destruida por el racionalismo occidental.

Este contraste nos permite ver que la negación del misterio no fue un destino inevitable, sino el resultado de una elección filosófica específica. Mientras Occidente intentó encerrar la realidad en el principio de identidad, otras tradiciones mantuvieron abierta la puerta al misterio, al espíritu, a lo inexplicable.

El cristianismo no solo abrió de nuevo la puerta al misterio, sino que transformó radicalmente la metafísica del pensamiento antiguo, introduciendo conceptos que desafiaron la estructura racionalista heredada de Grecia y Roma. Mientras la filosofía clásica se sustentaba en la estabilidad del ser y el principio de identidad, el cristianismo irrumpió con nociones como la creación ex nihilo, la Encarnación, la Gracia y la Resurrección, que trascendían la lógica aristotélica y platónica. La historia dejó de ser un eterno retorno o un ciclo cósmico y se convirtió en un relato con un destino definitivo: la unión con lo divino. Además, el cristianismo fusionó fe y razón, lo que permitió que lo sobrenatural no quedara relegado a lo irracional, sino que se integrara en un sistema filosófico capaz de dialogar con la inteligencia humana. Los primeros Padres de la Iglesia y luego los escolásticos, con Santo Tomás a la cabeza, lograron articular un pensamiento donde lo sobrenatural no era un obstáculo, sino el fundamento mismo de la existencia. Este giro metafísico abrió una vía nueva, en la que el misterio no debía ser eliminado, sino acogido como parte esencial del conocimiento.

La síntesis escolástica, que logró armonizar razón y fe, comenzó a fracturarse con dos corrientes que marcaron un giro decisivo: el pensamiento terminista de Duns Scoto y el voluntarismo de Guillermo de Occam. Con la escolástica decadente las bases del pensamiento moderno ya estaban echadas aun antes de la revolución científica. Duns Scoto y el pensamiento terminista introdujo una distinción clave entre el ser como concepto unívoco y la distinción real entre esencia y existencia. Su enfoque terminista buscaba una precisión extrema en la definición de los conceptos filosóficos, pero al hacerlo, separó la metafísica del misterio, debilitando la visión de la participación en lo divino. Esto condujo a una interpretación más formalista del ser, donde la ontología empezó a depender más de las categorías lógicas que de la intuición mística que había predominado en la alta escolástica. El otro fue Guillermo de Occam y el voluntarismo, quien llevó la crisis aún más lejos con su principio de la navaja, rechazando los entes innecesarios y reduciendo la metafísica a una visión nominalista, donde los universales no tienen existencia real, sino que son meras construcciones del lenguaje. Lo universal es mero flatus vocis. Además, su voluntarismo desplazó la visión aristotélica-tomista del orden racional del universo. Para Occam, Dios no actúa bajo principios inteligibles, sino únicamente por voluntad, lo que marcó una ruptura radical con la idea de un cosmos regido por leyes participativas. Estos dos movimientos quebraron la síntesis ontológica clásica, preparando el terreno para la crisis filosófica de la modernidad. El ser dejó de ser una estructura estable y participativa, y comenzó a ser analizado en términos lógicos y contingentes, lo que abrió la puerta a la ruptura definitiva con la metafísica tradicional en el siglo XVI.

El divorcio entre lo racional y lo sobrenatural no fue solo un fenómeno filosófico, sino que estuvo profundamente influenciado por cambios políticos y económicos que reconfiguraron la manera en que la sociedad concebía la realidad. Con el auge del capitalismo incipiente, la lógica del pensamiento comenzó a desplazarse de una visión trascendente y sacralizada hacia una mentalidad pragmática, instrumental y financiera. Factores clave en esta transformación fueron: El nacimiento de la banca y el crédito, Con el desarrollo de los sistemas financieros en los siglos XIII y XIV, el intercambio económico dejó de depender exclusivamente de la producción y comenzó a basarse en transacciones abstractas, como el crédito y los préstamos. Esto fomentó una visión más secular del mundo, donde la confianza en el orden divino era reemplazada por la lógica del contrato y el interés monetario. La mentalidad burguesa hace su aparición. La burguesía emergente trajo consigo una nueva manera de entender la existencia, basada en la autonomía, el trabajo, la acumulación de riqueza y el progreso material. La salvación ya no era el objetivo central de la vida; en cambio, el éxito individual y el bienestar económico empezaron a ganar protagonismo. El pragmatismo económico comenzó a desplegarse. Mientras en la Edad Media el orden social estaba estructurado en torno a una visión teológica del cosmos, en la modernidad el capitalismo introdujo una dinámica distinta: el cálculo, la eficiencia y la rentabilidad se convirtieron en los criterios fundamentales. Esto desplazó la importancia de lo sobrenatural y reforzó la idea de un mundo manejable, predecible, racional y basado en intereses materiales. Este giro no fue inmediato ni absoluto, pero preparó el terreno para el secularismo moderno, donde lo sobrenatural pasó de ser una verdad fundamental a una opción secundaria dentro de la cultura dominante.

Werner Sombart fue uno de los grandes estudiosos del capitalismo y su evolución histórica. En su obra El Burgués, analiza cómo el desarrollo económico estuvo profundamente influenciado por factores culturales, sociales y espirituales, y no solo por cuestiones materiales. Sombart identificó que el surgimiento del capitalismo no fue un proceso meramente económico, sino que estuvo vinculado a transformaciones en la mentalidad occidental, incluyendo el auge de la burguesía, el crédito, la banca y la racionalización de la vida cotidiana. En su estudio sobre el lujo y el capitalismo, también exploró cómo el consumo y la acumulación de riqueza modificaron la estructura social. Su enfoque es clave para entender cómo la secularización del pensamiento no solo fue impulsada por la filosofía, sino también por cambios económicos que desplazaron la visión trascendente del mundo. Otros son Duby y Murray. Georges Duby fue un historiador clave en el estudio de la sociedad medieval, especialmente en su análisis de las mentalidades colectivas, estructuras económicas y dinámicas sociales. Su enfoque dentro de la Escuela de los Annales permitió una visión más profunda sobre cómo la cultura y la economía medieval influyeron en la evolución del pensamiento occidental. Por otro lado, Alexander Murray ha trabajado en la historia intelectual y económica de la Edad Media, con estudios sobre la relación entre religión, economía y sociedad. Su investigación sobre el suicidio en la Edad Media, por ejemplo, revela aspectos fundamentales sobre la percepción de la vida y la muerte en el pensamiento medieval.

Es decir, la mentalidad burguesa desempeñó un papel crucial en la secularización del pensamiento, no solo por su influencia económica, sino porque transformó la manera en que la sociedad percibía la realidad. Desde la Baja Edad Media hasta la consolidación del capitalismo moderno, los valores pragmáticos, materialistas y racionalistas de la burguesía desplazaron progresivamente el misterio y lo sobrenatural del centro de la cultura occidental. Aquí hay algunos factores clave: La racionalización económica. Con el auge del comercio y la banca, el mundo empezó a organizarse en función de cálculos financieros, riesgo y beneficio, reemplazando la antigua visión de la providencia divina como reguladora de la economía. El crédito y la inversión promovieron una visión más inmanente del éxito, donde la prosperidad se obtenía por esfuerzo y estrategia, no por la bendición divina. La autonomía individual y el ascenso de la razón pragmática. Mientras la sociedad medieval estaba estructurada en torno a un orden religioso, la mentalidad burguesa impulsó la independencia del individuo frente a dogmas colectivos. La razón dejó de ser un medio para comprender lo trascendente y se convirtió en una herramienta de eficacia y progreso material. El desplazamiento de lo sobrenatural en la ética y la cultura. La moralidad burguesa se centró en la utilidad y el éxito, promoviendo una visión donde lo trascendente ya no era necesario para justificar el bien y el mal. Esto preparó el terreno para filosofías como el humanismo secular y el positivismo, que terminaron de borrar lo sobrenatural del horizonte intelectual dominante.

En este sentido, historiadores como Duby, Sombart y Murray han estudiado cómo la burguesía no solo modificó la economía, sino que reconfiguró la estructura de pensamiento, contribuyendo a la progresiva secularización de Occidente.

En definitiva, el hombre burgués, al posicionarse en la cúspide de la estructura social con su racionalidad pragmática, desplazó progresivamente lo sobrenatural como principio explicativo y exaltó lo inmanente como única realidad válida. En este proceso, la mentalidad burguesa consolidó un pensamiento donde el éxito, la acumulación y el cálculo reemplazaron la trascendencia y el misterio. Desde la expansión del capitalismo hasta la secularización de la cultura, esta racionalidad pragmática redujo la existencia a lo mensurable, lo útil y lo concreto, descartando cualquier referencia a lo divino o lo metafísico como una ilusión impropia del pensamiento moderno. Así, la filosofía dejó de dialogar con el misterio y comenzó a cerrarse sobre sí misma, encerrando la razón dentro de un mundo puramente material. Pero, como hemos visto, lo sobrenatural nunca desapareció; al contrario, en los momentos de mayor negación, se manifestó con más fuerza, desafiando la lógica de lo burgués y reafirmando su lugar en la historia.

La Revolución Industrial, el positivismo y el imperialismo fueron los grandes motores que aceleraron y profundizaron el proceso de secularización en Occidente, consolidando una visión del mundo en la que lo sobrenatural fue relegado como algo irrelevante, incluso indeseable. La Revolución Industrial fue el dominio de la técnica. Con la mecanización de la producción, la ciencia y la tecnología tomaron un papel central, desplazando la visión tradicional del cosmos como un orden creado por Dios. La industrialización promovió una mentalidad basada en la eficiencia, el cálculo y el control, reduciendo la realidad a su dimensión material y medible. El positivismo encarnó la eliminación de lo trascendente. Con Auguste Comte, el positivismo estableció la idea de que solo el conocimiento basado en la observación empírica y la ciencia tenía validez. Esto llevó a la exclusión de la metafísica y la teología del ámbito del conocimiento legítimo, marcando un quiebre definitivo con la tradición filosófica que incluía lo sobrenatural. El imperialismo fue la expansión del materialismo práctico. La colonización y el dominio de grandes territorios reforzaron una mentalidad utilitaria y racionalista, donde el poder y el desarrollo económico se convirtieron en los únicos criterios de progreso. La imposición de modelos económicos y políticos materialistas contribuyó a la erosión de las cosmovisiones tradicionales que integraban lo trascendente en la vida cotidiana. Este proceso no fue instantáneo, pero sí sistemático, y el resultado fue una sociedad cada vez más cerrada a lo sobrenatural. Sin embargo, la realidad nunca dejó de manifestarlo, como vimos en los casos de Padre Pío, las apariciones marianas y la resistencia de las culturas religiosas.

Ahora bien, la transición hacia un mundo multipolar no solo está redefiniendo la geopolítica, sino que también podría estar influyendo en la mentalidad burguesa, alejándola de la secularización extrema y acercándola a una mayor sensibilidad hacia lo sobrenatural. Algunos pensadores, como Aleksandr Dugin, han argumentado que la multipolaridad permite la recuperación de identidades culturales y espirituales que fueron marginadas por el modelo unipolar2. En este sentido, el burgués contemporáneo, especialmente en civilizaciones que han mantenido una fuerte tradición religiosa, podría estar reintegrando lo trascendente en su visión del mundo. Si el mundo multipolar fomenta una mayor diversidad de modelos de gobernanza y pensamiento, es posible que veamos una revalorización de lo sobrenatural, especialmente en sociedades donde la modernidad no ha logrado erradicar completamente la dimensión espiritual. El mundo multipolar ha permitido que distintas civilizaciones revaloricen lo sobrenatural dentro de sus propias tradiciones culturales y filosóficas. A diferencia del modelo unipolar, que tendía a imponer una visión secular y racionalista, la multipolaridad ha abierto espacio para que cada civilización recupere su relación con lo trascendente según sus propios principios.

Aquí algunos ejemplos clave: La civilización ortodoxa (Rusia y Eurasia). En Rusia, el pensamiento de Aleksandr Dugin ha promovido una visión donde la espiritualidad ortodoxa es un pilar fundamental de la identidad nacional. La Iglesia Ortodoxa ha recuperado su influencia en la vida pública, y el concepto de "symphonia" (armonía entre Estado e Iglesia) ha vuelto a ser relevante. El mundo islámico como Irán y Turquía, la religión sigue siendo un elemento central en la política y la cultura, resistiendo la secularización occidental. La teología islámica ha mantenido una fuerte conexión con lo sobrenatural, especialmente en el sufismo, donde la experiencia mística es clave. China y su tradición espiritual, aunque ha promovido el materialismo en su desarrollo económico, el confucianismo y el taoísmo han resurgido como fuentes de identidad cultural. La visión taoísta del universo sigue integrando lo sobrenatural como parte del equilibrio cósmico. India y el hinduismo siguen siendo una fuerza espiritual dominante, con una cosmovisión que integra lo sobrenatural en la vida cotidiana. La filosofía vedántica y las prácticas religiosas han resistido la influencia del secularismo occidental.

Este panorama muestra que el mundo multipolar no solo está redefiniendo la geopolítica, sino también la relación de las civilizaciones con lo sobrenatural, permitiendo que cada cultura recupere su propia visión trascendente sin imposiciones externas.

 

¿Es lo sobrenatural un problema filosófico o un misterio?

Aquí entra en escena Maurice Blondel, quien distingue entre problema y misterio. Un problema es algo que la razón puede analizar y resolver dentro de un sistema lógico. Un misterio, en cambio, no puede ser encerrado en una estructura racional porque lo supera, lo desborda. Lo sobrenatural, entonces, no es un obstáculo para el pensamiento, sino su frontera, el límite donde la razón ya no puede explicar, pero sí intuir.

Maurice Blondel fue una figura clave en la filosofía cristiana, pero su pensamiento no estuvo exento de críticas. Aquí algunas de las principales objeciones que se le han hecho: Confusión entre filosofía y teología. Algunos críticos han señalado que Blondel, al integrar la acción humana con la trascendencia, difumina los límites entre filosofía y teología, haciendo que su sistema filosófico dependa demasiado de presupuestos religiosos. Acusaciones de subjetivismo. Desde ciertos sectores filosóficos, se le ha acusado de ceder ante el subjetivismo kantiano, al enfatizar la experiencia interna y la acción como vía de acceso a lo trascendente, lo que podría debilitar las pruebas racionales tradicionales de la existencia de Dios. Rechazo desde el positivismo y el racionalismo. Filósofos más cercanos al positivismo han criticado su enfoque por no ajustarse a los criterios de verificabilidad empírica, considerando que su filosofía de la acción introduce elementos que no pueden ser sometidos a prueba dentro de un marco estrictamente racional. Resistencia dentro de la propia teología. Desde algunos sectores teológicos, se le ha acusado de racionalizar demasiado el cristianismo, intentando explicarlo dentro de un sistema filosófico que, para algunos, diluye la dimensión de fe y revelación. A pesar de estas críticas, Blondel sigue siendo una referencia fundamental en la discusión sobre la relación entre razón y fe.

La cuestión central que ha dividido la filosofía a lo largo de los siglos es: ¿Puede la razón abordar lo sobrenatural, o es un dominio que le está vedado? Algunas corrientes filosóficas han sostenido que lo sobrenatural está más allá del alcance de la razón, pues por definición desborda toda conceptualización lógica y analítica. Esto lo argumentan pensadores como Kierkegaard, quien ve la fe como un "salto" fuera de la racionalidad, y también Lev Chestov, quien sostiene que la razón es insuficiente para explicar lo trascendente. Por otro lado, filósofos como Santo Tomás de Aquino han defendido que la razón sí puede acercarse a lo sobrenatural, aunque con límites. Según Tomás, la metafísica nos permite intuir el orden divino mediante el uso de principios racionales, pero hay aspectos del misterio que solo pueden ser captados a través de la fe y la revelación. La filosofía contemporánea ha oscilado entre ambos enfoques: algunos han tratado de racionalizar completamente lo sobrenatural, mientras que otros lo han relegado al ámbito de la subjetividad. Sin embargo, si lo sobrenatural es una dimensión real, entonces el pensamiento filosófico no puede ignorarlo sin mutilar su propio alcance.

Pero ¿qué define la realidad de lo sobrenatural? La realidad de lo sobrenatural se define por su interacción con el mundo humano y su resistencia a ser reducido por explicaciones meramente racionales o científicas. A lo largo de la historia, se ha abordado desde distintas perspectivas. Desde la filosofía: Metafísica clásica: Lo sobrenatural es aquello que trasciende la naturaleza física y tiene un fundamento en el ser absoluto (Dios, lo divino). Existencialismo místico: Algunos filósofos como Blondel y Bergson argumentan que lo sobrenatural es parte de la experiencia humana, manifestándose como intuición, revelación o gracia. Desde la teología: En las tradiciones religiosas, lo sobrenatural es una manifestación de lo divino, accesible mediante la fe, los milagros, la revelación o los sacramentos. En el cristianismo, lo sobrenatural se evidencia en fenómenos como la encarnación, la resurrección y la gracia. Desde la experiencia humana: Los relatos de místicos, santos y visionarios muestran que lo sobrenatural no es solo una abstracción filosófica, sino una realidad concreta que se experimenta. Fenómenos como los milagros, las apariciones marianas y las experiencias místicas han sido considerados evidencias de lo sobrenatural en la historia. Desde la ciencia y la parapsicología: Aunque la ciencia tradicional evita abordar lo sobrenatural, algunos campos como la física cuántica han abierto nuevas discusiones sobre la existencia de dimensiones no visibles. Investigaciones sobre experiencias cercanas a la muerte, percepción extrasensorial y milagros han llevado a algunos científicos a reconsiderar los límites de la realidad.

En conclusión, lo sobrenatural no es una ilusión, sino una realidad que atraviesa la historia, la filosofía y la experiencia humana, resistiendo cualquier intento de ser reducido a una categoría meramente racional. Lo que sucede es que la razón para comprender lo sobrenatural debe abrirse más allá del paradigma científico y materialista. La razón, cuando queda encerrada dentro del paradigma científico y materialista, se vuelve insuficiente para comprender lo sobrenatural, porque intenta someterlo a criterios que no le corresponden. El pensamiento moderno ha tratado de explicar la realidad solo en función de lo medible, observable y verificable, reduciendo todo conocimiento a lo empírico. Pero lo sobrenatural no opera bajo estas leyes; su existencia no depende de la cuantificación ni de la experimentación controlada, sino de una apertura intelectual y espiritual que permita captarlo. Para que la razón pueda dialogar con lo sobrenatural, debe ampliar sus horizontes, tal como lo hicieron filósofos como Blondel, Schelling y Bergson, quienes rechazaron el reduccionismo positivista y propusieron un pensamiento más intuitivo, religioso y místico, capaz de captar lo trascendente sin eliminar el rigor filosófico. La verdadera tarea de la filosofía contemporánea es liberar la razón de sus límites autoimpuestos y permitirle explorar el misterio con autenticidad, sin descalificarlo ni forzar su reducción a categorías racionalistas.

La filosofía moderna ha tratado de abordar lo sobrenatural como un problema, buscando reducirlo a categorías intelectuales. Sin embargo, cada vez que lo ha intentado, lo sobrenatural se ha resistido, permaneciendo como algo que no puede ser absorbido por la racionalidad sin perder su esencia. la esencia religiosa de lo sobrenatural exige un abordamiento espiritual. Lo sobrenatural no puede ser reducido a una mera categoría intelectual, porque su esencia es religiosa y trascendente, lo que implica que debe ser abordado con una apertura espiritual y no solo con análisis racional. La razón, por sí sola, puede explorar conceptos sobre lo sobrenatural, pero la experiencia espiritual es indispensable para su verdadera comprensión. Esto es lo que distingue el misterio del mero problema filosófico: lo sobrenatural no es algo que pueda ser resuelto con lógica, sino vivido, acogido y profundizado en la dimensión del espíritu. Por eso, los grandes místicos como San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila y Meister Eckhart nos enseñan que el conocimiento de lo sobrenatural no es solo una cuestión de pensamiento, sino de unión interior con lo divino. La filosofía, entonces, puede preparar el camino, pero la espiritualidad es la que abre las puertas al misterio.

Y lo más desconcertante para la razón es que lo sobrenatural rompe las leyes de la naturaleza material, no para destruirlas, sino para revelar una dimensión más profunda de la realidad, aquella que solo los místicos y santos han experimentado plenamente. En los fenómenos sobrenaturales—las visiones, los milagros, las experiencias místicas—no se trata de una simple alteración física, sino de un cambio en la percepción misma del ser, donde la realidad espiritual se impone con más fuerza que la realidad material. Es por eso que los santos y los místicos han vivido leyes que no son accesibles a la razón común ni a la realidad material, porque han sido capaces de entrar en una esfera donde el tiempo, el espacio y la causalidad material dejan de ser los únicos principios de existencia. En los escritos de San Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Padre Pío y tantos otros, encontramos relatos donde lo sobrenatural no contradice la naturaleza, sino que la trasciende, permitiéndonos vislumbrar una realidad que normalmente permanece oculta tras el velo de lo cotidiano. Este fenómeno desconcertante no es irracional, sino suprarracional, porque responde a leyes que operan en un nivel más alto de existencia.

La gracia y la gloria representan ese nivel superior de existencia que trasciende las leyes naturales, y la mística es la antesala donde se experimenta de manera anticipada este estado. Los grandes místicos han vivido momentos donde la percepción del tiempo, del espacio y de la materia se transforma, permitiéndoles participar, aunque sea parcialmente, en la realidad divina. Es en la gracia donde el alma se eleva más allá de lo material, y es en la gloria donde esta elevación alcanza su plenitud. Por eso, los místicos como San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila y el Padre Pío no solo hablaban de Dios, sino que vivían en Dios, experimentaban su presencia más allá de la razón y del mundo físico, anticipando la unión definitiva que se consumará en la gloria eterna. Este estado místico no es una ilusión ni una simple emoción; es una participación real en lo sobrenatural, donde la existencia humana toca lo divino de manera profunda.

Precisamente la gracia y la gloria presentan una paradoja fascinante: son, al mismo tiempo, un problema filosófico que busca ser comprendido por la razón y un misterio que nunca podrá ser agotado por el intelecto humano. Desde la filosofía, el concepto de gracia plantea preguntas sobre la relación entre lo natural y lo sobrenatural, la libertad humana y la intervención divina. ¿Es la gracia un principio ontológico que transforma la naturaleza humana, o es simplemente una concesión divina exterior? Los escolásticos, desde Santo Tomás hasta Suárez, abordaron estas cuestiones desde una perspectiva racional, tratando de integrar la acción divina dentro del orden filosófico del ser. Pero al mismo tiempo, la gracia no puede ser reducida a una categoría puramente conceptual, porque pertenece al ámbito del misterio. Su acción en el alma trasciende toda lógica, permitiendo a los místicos vivir de forma anticipada la gloria eterna, con experiencias fuera del marco racional y del tiempo. Aquí es donde la filosofía se encuentra con la teología mística: lo sobrenatural no solo puede ser pensado, sino que debe ser vivido. La gloria, por su parte, plantea el mismo dilema: ¿puede la razón entender la plenitud absoluta del ser en Dios sin perderse en abstracciones? Mientras la filosofía busca definirla, los místicos la han experimentado y descrito con una riqueza que desborda cualquier marco lógico.

 

La metafísica del misterio: de Platón a Bergson y a Cristo

En Platón, lo sobrenatural aparece en la forma del mundo de las Ideas, una realidad superior, inmutable y eterna que sustenta el orden del cosmos. La famosa alegoría de la caverna no es solo una metáfora epistemológica, sino una visión sobre la trascendencia: el mundo sensible es solo una sombra de lo auténtico, lo verdadero.

Este esquema se transforma con Bergson, quien abandona la idea de un orden estático y propone una metafísica del tiempo y la intuición. Para él, lo sobrenatural no es un conjunto de principios abstractos, sino una energía espiritual, una fuerza vital que impulsa la evolución del universo. Lo sobrenatural, en esta visión, no es una idea fija, sino un dinamismo, un devenir.

Si Platón concibe lo sobrenatural como un reino de orden perfecto y eterno, Bergson lo interpreta como un flujo de energía espiritual en transformación constante. Platón nos invita a ascender al mundo de las Ideas por medio de la razón. Es un movimiento anagógico. Bergson nos anima a sumergirnos en el misterio a través de la intuición. Es un movimiento de descenso. Mientras Platón imagina lo sobrenatural como una estructura inmutable, Bergson lo ve como una danza cósmica de lo vital. Este contraste marca una evolución fundamental en la metafísica del misterio: de una realidad trascendente y fija, a una visión de lo sobrenatural como proceso, movimiento y devenir.

El cristianismo introduce una inversión radical en la metafísica del misterio, en la que ya no es el hombre quien asciende a lo sobrenatural—como en Platón—ni una fuerza vital la que desciende al mundo—como en Bergson—sino Dios mismo quien desciende al hombre en un acto de amor absoluto. La Encarnación es el punto clave: en Cristo, lo divino y lo humano se unen en una sola persona, rompiendo con la separación ontológica que dominaba la filosofía antigua. Mientras Platón postulaba un mundo superior accesible solo por la razón y Bergson hablaba de una energía espiritual en movimiento, el cristianismo presenta una intervención directa de Dios en la historia, lo sobrenatural entrando en el tiempo y en la carne. Este descenso de Dios no es solo metafísico, sino existencial: En la Encarnación, lo infinito se hace finito sin perder su esencia, abriendo un camino nuevo hacia lo sobrenatural. En la Cruz, Dios no solo baja, sino que toma sobre sí la condición humana hasta la muerte, dándole una nueva redención. En la Resurrección, lo sobrenatural no solo ilumina, sino que vence la muerte, transformando la materia misma en gloria. Así, el misterio cristiano no solo rompe la filosofía clásica, sino que la eleva: no se trata de un ascenso intelectual ni de una evolución vital, sino de una unión real entre lo divino y lo humano.

Este cambio en la relación entre el hombre y Dios redefine la concepción filosófica de lo sobrenatural: ya no es solo un reino lejano ni una energía inmaterial, sino una presencia viva, un misterio encarnado. En el cristianismo, la metafísica del misterio alcanza su máxima expresión en el Dios hecho hombre, en la Encarnación de Cristo. Mientras en otras tradiciones filosóficas lo sobrenatural es concebido como una realidad distante, inaccesible o meramente conceptual, el cristianismo rompe con esa separación. Dios no se queda en lo trascendente, sino que entra en la historia humana, asumiendo nuestra naturaleza y participando de nuestras limitaciones sin perder su divinidad. Este acontecimiento cambia radicalmente la forma en que el misterio se entiende: Dios no es solo el principio supremo del ser, sino que se hace carne, tiempo y vida, mostrándose como una presencia viva. La gloria divina se revela en la humildad humana, mostrando que lo sobrenatural no es una realidad distante, sino que irrumpe en lo cotidiano. La cruz y la resurrección no son solo eventos históricos, sino manifestaciones concretas de cómo el misterio trasciende la muerte, el sufrimiento y el tiempo. El cristianismo, por tanto, no solo propone una teoría del misterio, sino que lo vive a través de la fe, los sacramentos y la relación directa con Dios. Lo sobrenatural ya no es un concepto filosófico lejano, sino un encuentro real con lo divino.

Lo sobrenatural no es una realidad distante ni inaccesible, sino que habita entre nosotros, se manifiesta en lo cotidiano y en la historia humana. El cristianismo nos muestra que lo divino no es solo un principio trascendente, sino una presencia viva, una realidad que impregna la existencia, transformándola desde dentro. En la Encarnación, Dios no solo se acerca al hombre, sino que asume su condición, lo que significa que lo sobrenatural no está separado del mundo, sino que lo sostiene y lo envuelve. Los místicos, santos y experiencias de fe han demostrado que la frontera entre lo visible y lo invisible es mucho más delgada de lo que creemos. Lo sobrenatural no es un fenómeno esporádico, sino una dimensión constante que acompaña la vida humana, esperando ser percibida por quienes tienen el corazón abierto.

Ser más sensibles a lo sobrenatural implica despertar la percepción espiritual, abrir el alma a una realidad que, aunque invisible, habita entre nosotros y nos rodea. Algunas maneras de cultivar esta sensibilidad son: Silencio y contemplación. La rapidez del mundo moderno nos satura con estímulos que dificultan percibir lo trascendente. Practicar el silencio interior y la contemplación permite que la mente y el corazón se abran a lo sobrenatural. Oración y vida espiritual. La oración no es solo una práctica devocional, sino un diálogo real con lo divino. A través de ella, la presencia sobrenatural se hace más palpable y profunda. Atención a los signos. Lo sobrenatural se manifiesta de muchas formas: en la providencia, en coincidencias significativas, en intuiciones profundas, en experiencias místicas. Estar atentos a estos signos nos ayuda a reconocer su presencia. Lectura de textos espirituales. Los escritos de místicos y santos no solo narran experiencias, sino que nos enseñan cómo ver lo invisible. Leer a San Juan de la Cruz, Teresa de Ávila o el Padre Pío puede transformar nuestra percepción del misterio. Vivir con gratitud y humildad. La sensibilidad a lo sobrenatural no surge solo de la inteligencia, sino de la actitud interior. La gratitud y la humildad permiten que el corazón se abra a la presencia de lo divino en cada instante. En esencia, la clave está en afinar la percepción espiritual, despojarnos del ruido y de los filtros racionalistas que nos impiden captar la realidad invisible.

 

La modernidad y la crisis de lo trascendente

Sin embargo, con la llegada de la modernidad, este diálogo entre razón y misterio entra en crisis. La filosofía empieza a cerrarse sobre sí misma, estableciendo límites cada vez más estrictos a lo que considera "conocimiento legítimo". Kant excluye lo nouménico del campo del conocimiento racional, el positivismo descarta toda referencia a lo trascendente, y el materialismo científico decreta que solo lo mensurable es real.

Este cierre del pensamiento produjo una paradoja: mientras la filosofía moderna negaba lo sobrenatural, la realidad seguía manifestándolo. Las experiencias místicas, los milagros, los fenómenos inexplicables no desaparecieron. Como vimos con el Padre Pío y las apariciones marianas, lo sobrenatural irrumpió con más fuerza en los tiempos de mayor negación. El desafío para la filosofía contemporánea es este: ¿Puede volver a abrirse al misterio sin perder su rigor? ¿Es posible una nueva metafísica que integre lo sobrenatural como una dimensión legítima del pensamiento?

El mundo moderno podría recuperar la sensibilidad hacia lo sobrenatural si logra trascender la inercia del racionalismo absoluto y el materialismo pragmático. Esto no implica rechazar la ciencia o la tecnología, sino reintegrar la dimensión espiritual en la existencia humana, permitiendo que lo invisible recupere su lugar en la percepción colectiva. Algunas formas en que esto podría ocurrir incluyen: Redescubrimiento de la contemplación. La hiperestimulación digital ha atrofiado nuestra capacidad de atención profunda. Recuperar la contemplación y el silencio interior nos permitiría reconectar con el misterio que nos rodea. Reconexión con lo simbólico. Las sociedades antiguas veían el mundo como un tejido de símbolos que revelaban lo trascendente. Volver a interpretar la realidad más allá de lo puramente literal ayudaría a despertar la percepción del misterio. Superación del reduccionismo cientificista. La ciencia ha demostrado ser un instrumento poderoso, pero no puede explicar lo sobrenatural sin reducirlo. Aceptar que la realidad es más amplia que el método científico permitiría una apertura intelectual mayor. Vuelta a una vida más interior. La hiperproductividad moderna nos ha alejado de la introspección. Recuperar la meditación, la oración o cualquier forma de recogimiento permitiría a muchas personas sentir lo sobrenatural de manera más directa. Testimonios y experiencias vividas. Lo sobrenatural no solo es un concepto; muchas personas han vivido encuentros con lo trascendente. Prestar atención a estos testimonios y no descartarlos apresuradamente podría abrir un nuevo espacio en el pensamiento moderno. En última instancia, el mundo moderno necesita reencontrarse con su dimensión espiritual para que el misterio deje de ser algo ajeno y vuelva a iluminar la existencia cotidiana.

La construcción de una nueva civilización exige un cambio profundo en los fundamentos sobre los que se ha organizado la sociedad moderna. Si queremos que la humanidad deje de girar en torno al dinero, el poder y el placer, debemos reorientarla hacia el espíritu y sus valores, recuperando la centralidad de lo trascendente en la vida colectiva. Esto implicaría: Restaurar una cultura del sentido. Una civilización no puede sostenerse solo en bienes materiales; necesita una visión trascendente que dé dirección a la existencia. Recuperar el arte, la filosofía y la espiritualidad como pilares centrales permitiría reconfigurar el rumbo de la sociedad. Educar en la virtud, no solo en la utilidad. La educación actual prioriza habilidades técnicas y pragmatismo, pero debe volver a formar el carácter y el alma. Instruir en la humildad, la generosidad y la trascendencia es esencial para un mundo que no esté dominado por el materialismo. Revalorizar el sentido comunitario. La hiperindividualización ha alejado al ser humano de su dimensión más profunda: su relación con los demás. Un mundo basado en valores espirituales restauraría el vínculo entre las personas desde la fraternidad y la búsqueda del bien común. Superar la dictadura del deseo. La sociedad actual fomenta la gratificación inmediata y el consumo sin límites. Una civilización centrada en el espíritu liberaría al hombre de la esclavitud del deseo, enseñándole a vivir desde la plenitud y no desde la carencia. Reintegrar lo sobrenatural en la existencia. Lo sobrenatural ha sido relegado como una mera creencia privada, pero es el fundamento último de una visión profunda del mundo. Redescubrir la dimensión sagrada de la vida permitiría una nueva orientación cultural y filosófica.

Si la humanidad logra dar este giro, podría despertar de la crisis espiritual que ha caracterizado la modernidad. Este sería el primer paso para un nuevo renacimiento basado en lo eterno, en lo luminoso y en lo trascendente. Una acotación más. En 2014 publiqué Crítica de la razón mística. Allí sostuve la idea de la naturaleza supralógica e inexpresable del éxtasis místico, basado sobre todo en el éxtasis de Tomás de Aquino. Todavía sostengo lo mismo, aunque matizado con la concepción de que la razón natural enriquecida por la razón sobrenatural de la gracia puede comprender por fe los misterios de la gracia, aunque en la medida de su propio límite y del que Dios permite.

 

Referencias

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2.

Fenómenos sobrenaturales:

 ¿excepción o evidencia?

 

 

 

El estudio de los fenómenos sobrenaturales siempre ha estado en el cruce entre lo espiritual y lo científico, generando debates sobre si son excepciones extraordinarias o pruebas tangibles de una realidad trascendente.

El estudio de los fenómenos sobrenaturales ha sido abordado desde diversas disciplinas, cada una con su propia interpretación sobre su naturaleza y significado.

1. Parapsicología: lo sobrenatural como fenómeno mental

La parapsicología estudia eventos como la telepatía, la precognición y la percepción extrasensorial, tratando de encontrar explicaciones dentro de la psicología y la neurociencia. Algunos investigadores sostienen que ciertos fenómenos pueden ser manifestaciones de la mente humana, como estados alterados de conciencia o capacidades aún no comprendidas. Sin embargo, la parapsicología sigue siendo un campo controvertido, ya que muchos de sus estudios no cumplen con los criterios científicos tradicionales.

2. Teología: lo sobrenatural como intervención divina

Desde la teología, los fenómenos sobrenaturales son vistos como manifestaciones de lo divino, ya sea a través de milagros, revelaciones o experiencias místicas. En el cristianismo, eventos como las apariciones marianas, los estigmas y la bilocación son interpretados como signos de la acción de Dios en el mundo. La teología sostiene que lo sobrenatural no puede ser reducido a explicaciones científicas, ya que pertenece a una realidad superior que trasciende la lógica humana.

3. Filosofía: lo sobrenatural como misterio ontológico. La filosofía ha tratado de definir lo sobrenatural dentro de la metafísica y la teoría del conocimiento. Platón lo concebía como el mundo de las Ideas, una realidad superior e inmutable. Bergson lo interpretó como una energía vital, un dinamismo que impulsa la evolución del universo. Algunos filósofos contemporáneos han explorado la relación entre razón y fe, preguntándose si lo sobrenatural es un problema filosófico o un misterio que desborda la lógica.

4. Ciencia: lo sobrenatural como fenómeno inexplicado

La ciencia tradicional ha sido escéptica respecto a lo sobrenatural, buscando explicaciones dentro de la física, la biología y la psicología. Algunos fenómenos han sido interpretados como ilusiones perceptivas, efectos neurológicos o fraudes. Sin embargo, ciertos eventos siguen desafiando las explicaciones científicas, lo que ha llevado a algunos investigadores a considerar la posibilidad de dimensiones desconocidas o principios aún no comprendidos.

Examinemos lo sobrenatural como una realidad objetiva. Se base en: Testimonios históricos y religiosos. Las experiencias místicas, milagros y fenómenos inexplicables han sido documentados en diversas culturas y épocas, sin relación directa entre ellas. Consistencia en los relatos. A lo largo de la historia, personas que nunca tuvieron contacto han descrito fenómenos sobrenaturales de manera similar, lo que sugiere que no son meras construcciones individuales. Fenómenos físicos inexplicables. Casos como la bilocación, la levitación y los estigmas presentan evidencias que no pueden ser reducidas a explicaciones psicológicas o neurológicas. Transformación de personas y sociedades. Muchos encuentros con lo sobrenatural han generado cambios profundos en quienes los experimentan, incluso convirtiéndolos en figuras de inspiración y virtud. Principios filosóficos y metafísicos. La existencia de lo sobrenatural se apoya en nociones filosóficas como el acto de ser, la trascendencia y el misterio, fundamentos de muchas corrientes filosóficas.

Ahora veamos los argumentos en contra: Lo sobrenatural como una construcción de la mente humana. Explicaciones psicológicas . Estados alterados de conciencia, alucinaciones o sugestión pueden inducir experiencias que parecen sobrenaturales, pero tienen una base neurológica. Influencia cultural y social. Muchas manifestaciones sobrenaturales están influenciadas por el contexto religioso y cultural en el que ocurren, lo que sugiere una construcción colectiva más que una realidad objetiva. Ausencia de pruebas científicas concluyentes. La ciencia no ha podido demostrar de manera definitiva la existencia de lo sobrenatural bajo condiciones verificables y reproducibles. Explicaciones evolutivas. Algunos estudios sugieren que la creencia en lo sobrenatural puede haber surgido como un mecanismo evolutivo para dar sentido a lo desconocido y reforzar la cohesión social. Fraudes y manipulaciones. A lo largo de la historia, se han revelado numerosos fraudes relacionados con lo sobrenatural, lo que genera dudas sobre su autenticidad.

Ambas posturas tienen argumentos sólidos, y la verdadera cuestión radica en si la razón humana es capaz de captar toda la realidad, o si existen dimensiones que desbordan sus límites. todo abona en favor de que existen dimensiones que desbordan sus límites por las siguientes razones. Aquí hay razones clave que apoyan la idea de que existen dimensiones que desbordan los límites de la razón y la percepción humana: 1. Experiencias místicas y sobrenaturales. A lo largo de la historia, santos y místicos han narrado encuentros con lo divino que transformaron su existencia. Fenómenos como la bilocación, los estigmas o las visiones marianas sugieren una realidad que no se ajusta a las leyes físicas conocidas. 2. La insuficiencia de la ciencia para explicarlo todo. La ciencia moderna ha demostrado su capacidad para describir fenómenos naturales, pero no ha logrado abarcar la totalidad de la realidad. Ámbitos como la física cuántica han revelado comportamientos del universo que desafían la lógica clásica, lo que abre la posibilidad de dimensiones desconocidas. 3. La universalidad del sentimiento religioso y lo trascendente. En todas las civilizaciones y épocas, la humanidad ha sentido la necesidad de vincularse con lo invisible, lo que sugiere que la dimensión sobrenatural no es una invención circunstancial ni cultural. Las estructuras religiosas han surgido sin contacto entre culturas, indicando una intuición común sobre lo sobrenatural. 4. Testimonios consistentes sobre lo sobrenatural. Personas de diferentes ámbitos han experimentado fenómenos inexplicables, sin relación previa entre ellas. Milagros, apariciones y conversiones radicales son ejemplos de que lo sobrenatural no es simplemente una construcción psicológica. 5. La existencia de leyes superiores en la mística cristiana. Los escritos de místicos como San Juan de la Cruz, Teresa de Ávila y Padre Pío describen un orden de existencia que trasciende las leyes materiales. Si la vida espiritual tiene reglas y estructuras propias, entonces no puede ser simplemente un fenómeno subjetivo.

Todo esto sugiere que hay dimensiones que escapan la razón, pero que pueden ser vividas y reconocidas. No se trata solo de creencias, sino de una realidad que nos envuelve y nos sobrepasa.

La interpretación de lo que nos sobrepasa puede abordarse desde dos perspectivas fundamentales: 1. Interpretación ontológica: lo que nos sobrepasa como realidad absoluta. Desde el punto de vista ontológico, lo que nos sobrepasa se refiere a una realidad superior que: a. No depende de nuestra percepción ni comprensión, sino que existe por sí misma, con independencia del sujeto; b. Puede concebirse como el Ser absoluto, el fundamento último de la existencia, como lo describe la metafísica clásica (Platón, Tomás de Aquino, Heidegger). En la teología cristiana, lo que sobrepasa al hombre es Dios, cuya realidad no es relativa ni conceptual, sino objetiva y trascendente. En este sentido, lo sobrenatural no es una ilusión ni una construcción mental, sino una dimensión ontológica que sostiene la existencia. 2. Interpretación epistémica: lo que nos sobrepasa como límite del conocimiento. Desde una perspectiva epistémica, lo que nos sobrepasa marca el límite de la razón humana, porque: a. No puede ser reducido a conceptos racionales sin perder su esencia; b. Se manifiesta en el misterio (Blondel, Marcel), es decir, en aquello que no puede ser agotado por el pensamiento analítico; c. En la filosofía de la ciencia, ciertos fenómenos como el infinito, el tiempo y la conciencia son ejemplos de realidades que desbordan la capacidad de explicación de la mente humana. Mientras la ontología defiende que lo que nos sobrepasa es una realidad independiente, la epistemología señala que nuestro conocimiento tiene límites, y estos límites revelan la existencia de algo mayor que el pensamiento. De manera que lo que nos sobrepasa puede entenderse como: a. Desde la ontología, un principio supremo de existencia que es real y trascendente; b. Desde la epistemología, un límite del conocimiento que abre la puerta al misterio.

Si combinamos ambas perspectivas, llegamos a la conclusión de que lo sobrenatural no solo existe, sino que desafía la capacidad humana de comprenderlo totalmente.

 

Revelaciones y visiones: intervención divina o fenómeno psicológico

Las revelaciones y visiones han sido registradas en distintas tradiciones religiosas. Algunos de los casos más famosos incluyen: Las apariciones marianas, como las de Fátima y Lourdes; y las revelaciones místicas, como las visiones de Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz. Desde la perspectiva espiritual, se argumenta que estas experiencias son manifestaciones directas de lo divino, donde Dios o los santos intervienen activamente en la historia humana. Sin embargo, desde la psicología y la neurociencia, algunos investigadores las han interpretado como alteraciones de la percepción, estados de trance, epilepsia o efectos de meditación profunda. Estudios han analizado cómo el cerebro, bajo ciertas condiciones, puede generar experiencias de trascendencia, lo que plantea el dilema: ¿Es una activación neurológica, o es el cerebro captando una realidad superior?

Veamos las razones por las cuales lo sobrenatural no puede reducirse a una activación neurológica. 1. Fenómenos que ocurren sin explicación fisiológica. Algunos eventos sobrenaturales, como la bilocación o los estigmas, no tienen correlato neurológico visible ni pueden explicarse solo como activaciones cerebrales. 2. Testimonios de múltiples personas en distintos tiempos y lugares. Experiencias como apariciones marianas o revelaciones místicas han ocurrido en culturas distintas, épocas diversas y a personas sin conexión entre sí, lo que sugiere que no es solo un proceso individual del cerebro. 3. Efectos profundos y permanentes en la vida de quienes los experimentan. Las experiencias místicas cambian radicalmente la vida de quienes las viven, dándoles mayor lucidez, coherencia existencial y transformación moral, lo que no es característico de alteraciones neurológicas. 4. Independencia de estados fisiológicos. Lo sobrenatural se ha manifestado tanto en estados de vigilia como en momentos de salud plena, lo que descarta que sea solo un efecto de crisis neurológicas. 5. Resistencia a ser reducidas a alucinaciones. En estudios sobre visiones místicas, los sujetos mantienen control de sí mismos, no muestran deterioro mental y sus experiencias son coherentes, lo que contradice la idea de que son solo ilusiones generadas por el cerebro.

Razones por las cuales lo sobrenatural es el cerebro captando una realidad superior: 1. Capacidad del cerebro para percibir dimensiones más amplias. La conciencia humana no está limitada a lo material; tiene intuiciones profundas que parecen revelar aspectos de una realidad mayor. 2. Interacción entre mente y trascendencia en experiencias místicas. En las tradiciones espirituales, los estados de oración profunda o contemplación permiten captar lo divino, lo que sugiere que el cerebro es un receptor de lo sobrenatural, no un mero generador de ilusiones. 3. Física cuántica y la posibilidad de dimensiones desconocidas. Algunos planteamientos en física teórica proponen que podría existir una realidad más amplia que no percibimos normalmente, lo que abriría la posibilidad de que el cerebro acceda a dimensiones superiores en ciertos estados. 4. Convergencia de intuición y revelación. Muchos filósofos y místicos han sostenido que la razón humana puede percibir lo trascendente, no por un mecanismo material, sino porque existe algo más allá del mundo físico al que el ser humano puede conectarse. 5. Lo sobrenatural no niega la razón, sino que la completa. Si el cerebro fuera solo un mecanismo cerrado, no podría concebir nociones de infinito, eternidad, trascendencia y misterio. La capacidad humana para captar estos conceptos sugiere que somos parte de una realidad mayor. En resumen, el cerebro no es un generador de ilusiones, sino un instrumento capaz de percibir lo sobrenatural cuando se abre a lo trascendente. De manera que no se trata de un fenómeno psicológico, ni solamente de una revelación divina, sino que estamos acondicionados para percibir los sobrenatural en las condiciones adecuadas. No se trata únicamente de un fenómeno psicológico, ni de una mera revelación divina, sino de una capacidad humana innata para percibir lo sobrenatural cuando se dan las condiciones adecuadas.

1. El ser humano está predispuesto a captar lo trascendente. Desde el punto de vista filosófico y teológico, el hombre no es un ser cerrado en sí mismo, sino que tiene una estructura ontológica abierta a lo sobrenatural. No sólo somos una criatura abierta al mundo, como supone Heidegger, sino que estamos abiertos a lo trascendental. En la tradición cristiana, esto se explica por la imagen y semejanza de Dios, que dota al hombre de una apertura natural a lo divino. En la fenomenología, autores como Marcel y Blondel sostienen que la existencia humana no puede encerrarse en lo finito, sino que tiende al misterio.

2. La percepción del misterio depende de la disposición del alma. Así como la vista necesita luz para ver, la conciencia humana requiere una apertura espiritual para percibir lo sobrenatural. La oración, la contemplación y la humildad permiten que el alma reconozca el misterio con mayor claridad. El exceso de materialismo y pragmatismo entorpece esta capacidad, cerrando la percepción a lo trascendente.

3. Lo sobrenatural no es irracional, sino suprarracional. La razón humana puede aproximarse al misterio, pero no agotarlo. Santo Tomás de Aquino distingue entre lo inteligible por la razón y lo captado por la fe, mostrando que la mente humana puede ver destellos de lo divino, aunque no comprenderlo plenamente. Lo sobrenatural no es un “error” del pensamiento, sino una realidad superior que supera la lógica convencional.

Por ello, el ser humano no inventa lo sobrenatural, sino que está condicionado para percibirlo cuando el alma y la conciencia están dispuestas. No se trata de una activación neurológica ni de una revelación externa aislada, sino de un diálogo constante con lo trascendente.

La capacidad de preguntarnos por Dios y lo trascendente es una característica única del ser humano, lo que sugiere que nuestra existencia está estructurada para buscar lo sobrenatural. A diferencia de otras criaturas, no nos limitamos a la supervivencia ni a la percepción sensorial, sino que buscamos el sentido, la finalidad y la verdad última. Esto se manifiesta en:

  • La filosofía y la religión, que han construido sistemas de pensamiento para entender lo divino.
  • La moral y la conciencia, que nos llevan a cuestionar el origen del bien y el propósito de la vida.
  • El arte y la espiritualidad, que han sido expresiones de la búsqueda del misterio y la trascendencia.

Esta pregunta por Dios no es accidental, sino un indicio de que nuestra naturaleza no se agota en lo material. Si la mente humana está estructurada para abrirse a lo sobrenatural, entonces quizás lo sobrenatural es tan real como lo físico.

En cambio, el filósofo australiano Peter Singer es uno de los pensadores más influyentes en el ámbito de la ética aplicada y los derechos de los animales que sostiene que los animales poseen intereses morales y que su sufrimiento debe ser considerado en nuestras decisiones éticas. Singer defiende el antiespecismo, argumentando que los animales deben ser tratados con la misma consideración moral que los humanos. Sin embargo, sus críticos han señalado que: Su enfoque minimiza la diferencia entre humanos y animales, lo que podría llevar a conclusiones problemáticas en bioética. Pues, la moralidad humana no puede aplicarse directamente a los animales, ya que estos no tienen la misma capacidad de agencia moral. El utilitarismo extremo de Singer lleva a una visión materialista de la existencia, donde lo moral se reduce a cálculos de placer y sufrimiento, negando cualquier dimensión trascendente o sobrenatural. Singer argumenta que la vida humana no tiene valor intrínseco, sino que depende de la capacidad de experimentar placer o sufrimiento. Esto lleva a conclusiones como: La eutanasia y el aborto como decisiones pragmáticas, sin considerar el valor espiritual de la persona. La posibilidad de justificar la eliminación de individuos con graves discapacidades si no cumplen con ciertos criterios de bienestar. Desde la perspectiva cristiana y metafísica, esto despoja al ser humano de su dimensión sagrada, reduciéndolo a un simple organismo biológico. Pero, además, implica la negación de lo sobrenatural como fundamento de la moral. Singer defiende una ética basada exclusivamente en criterios racionales y materiales, lo que implica: rechazo de Dios como origen del bien moral y negación de cualquier principio absoluto que trascienda el cálculo utilitarista.

Este enfoque excluye la posibilidad de que la moral se base en lo divino, la gracia o la trascendencia, reduciéndola a intereses materiales. Su falta de apertura al misterio y lo inexplicable tiende a descartar todo lo que no puede medirse o calcularse, por lo que ignora las experiencias espirituales y místicas, considerándolas irrelevantes. Niega que existan realidades superiores al mundo físico, rechazando la posibilidad de lo sobrenatural. Este enfoque es limitado, porque la razón humana no puede abarcar toda la realidad con cálculos numéricos. Singer representa un pensamiento que coloca lo material por encima de lo espiritual, cerrando la posibilidad de una visión trascendente de la moral y la vida humana. Su enfoque es útil en ciertos debates prácticos, pero no puede reemplazar una concepción profunda de la existencia basada en lo divino y lo sobrenatural.

 

Bilocación, levitación y estigmas: ¿adelanto del cuerpo glorioso?

Muchos santos y místicos han sido asociados con fenómenos extraordinarios como la bilocación, la levitación o los estigmas.

  • Padre Pío y San José de Cupertino son casos documentados de personas que levitaron en éxtasis.
  • Sor María de Ágreda es uno de los casos más notorios de bilocación, apareciendo en lugares distantes sin desplazamiento físico.
  • Los estigmas, sufridos por Padre Pío y otros santos, replican las heridas de Cristo en la crucifixión, pero sin explicación médica.

Desde la teología, se ha planteado que estos fenómenos podrían ser anticipaciones del cuerpo glorioso, es decir, manifestaciones previas a la transformación final del ser humano en la resurrección.

Desde la ciencia, algunos han tratado de explicarlo como:

  • Alteraciones biológicas y psicosomáticas (especialmente los estigmas).
  • Autoinducción del trance místico, lo que podría influir en fenómenos físicos como la levitación.

Los fenómenos sobrenaturales corporales, paranormales y espirituales, como la bilocación, la levitación y los estigmas, han sido objeto de múltiples intentos de explicación científica. Sin embargo, no existen pruebas concluyentes de que sean causados por alteraciones biológicas, efectos psicosomáticos o autoinducción mística. Entre las razones por las que no pueden explicarse por mecanismos físicos o psicológicos tenemos:  1. Ausencia de patrones fisiológicos comunes. Los estudios sobre estigmas en personas como Padre Pío y Teresa Neumann han demostrado que estas heridas no siguen los procesos típicos de la cicatrización ni responden a tratamientos médicos convencionales.

No presentan inflamaciones, infecciones ni las características de una lesión autoinfligida. 2. Fenómenos ocurridos en estados de conciencia plena. La bilocación y la levitación no han sido registradas como resultado de estados alterados de conciencia. En el caso de Sor María de Ágreda, existen testimonios de su presencia simultánea en España y América, sin signos de trance o pérdida de control mental. 3. Eventos documentados por múltiples testigos. En la historia de los santos y místicos, se han registrado múltiples testimonios que confirman la veracidad de estos fenómenos. En el caso de San José de Cupertino, su levitación fue presenciada por personas de distintos ámbitos, incluyendo científicos y religiosos. 4. Imposibilidad de autoinducción en casos de bilocación y levitación. Los fenómenos de bilocación no pueden ser explicados por la psicología, ya que implican la presencia física en dos lugares a la vez, lo que no es posible por mecanismos mentales. La levitación, al desafiar las leyes de la gravedad, no puede ser atribuida a la autosugestión ni a estados de trance.

Uno de los casos más sorprendentes es el de abstinencia prolongada de alimentos o fenómeno de la inedia mística, donde personas han vivido durante años, incluso décadas, sin ingerir comida ni agua. Algunos ejemplos documentados incluyen:

  • Catalina de Siena (8 años sin alimentos sólidos).
  • Luisa Lateau (14 años).
  • Lidwina de Schiedham (28 años).
  • Nicolás de Flüe (19 años).
  • Therese Neumann, una mística alemana que, según testimonios, vivió sin consumir alimentos desde 1927 hasta su muerte en 1962.

Estos casos han sido estudiados desde la teología y la ciencia, pero no existe una explicación médica concluyente sobre cómo estas personas lograron sobrevivir sin nutrición convencional. Algunos investigadores han sugerido que podría tratarse de un fenómeno sobrenatural, mientras que otros han intentado explicarlo como un estado fisiológico extremo aún no comprendido.

Los fenómenos sobrenaturales incluyen manifestaciones tan extraordinarias como la lectura de conciencia y la desmaterialización, que han sido documentadas en la vida de varios santos y místicos. Aquí algunos casos relevantes: 1. Lectura de conciencia. Este fenómeno se refiere a la capacidad de ciertas personas de conocer los pensamientos o pecados ocultos de otros, sin que haya una comunicación previa. Algunos ejemplos incluyen: Padre Pío, quien tenía la capacidad de leer el alma de quienes acudían a confesarse con él, revelando detalles que solo ellos conocían. San Juan María Vianney, el Cura de Ars, quien podía identificar los pecados de los penitentes antes de que los confesaran. 2. Desmaterialización. La desmaterialización ocurre cuando un objeto o persona desaparece físicamente y reaparece en otro lugar sin explicación lógica. Ejemplos incluyen: San Martín de Porres, quien fue visto en distintos lugares sin haber viajado físicamente, lo que sugiere un fenómeno de bilocación y desmaterialización. San Alfonso de Ligorio, quien desapareció de su celda y fue visto en el lecho de muerte del Papa Clemente XIV, sin haber salido físicamente de su monasterio. 3. Otros fenómenos sobrenaturales. Además de la lectura de conciencia y la desmaterialización, existen otros eventos extraordinarios:

·           Levitación: San José de Cupertino fue visto flotando en el aire durante momentos de éxtasis.

·           Estigmas: Padre Pío y Santa Rita de Casia presentaron heridas similares a las de Cristo sin explicación médica.

Estos fenómenos han sido estudiados desde la teología y la ciencia, pero no existe una explicación concluyente que los reduzca a procesos psicológicos o biológicos.

Si bien la ciencia ha intentado ofrecer explicaciones, ninguna teoría ha logrado abarcar estos fenómenos sin dejar cuestiones abiertas. La teología plantea que podrían ser adelantos del cuerpo glorioso, una manifestación de la transformación final del ser humano en la resurrección.

La idea de que estos fenómenos sobrenaturales sean adelantos del cuerpo glorioso se fundamenta en una concepción teológica clave: en la resurrección, el cuerpo ya no estará sujeto a las leyes materiales, sino que la materia obedecerá al espíritu. Y efectivamente, en el estado de gloria el cuerpo no responde a las leyes y necesidades de la materia, sino a las del espíritu. Es un mundo totalmente diferente al conocido en este mundo terrenal. Son anticipos de la vida celeste en la vida terrena. Ya no se vive en uno, se vive en Dios y para Dios. De ahí que se haga evidente: 1. La transformación del cuerpo en la resurrección. En la teología cristiana, el cuerpo glorioso es aquel que, después de la resurrección, queda plenamente espiritualizado, siguiendo las enseñanzas de San Pablo: "Se siembra en corrupción, resucita en incorrupción. Se siembra en debilidad, resucita en poder. Se siembra cuerpo natural, resucita cuerpo espiritual" (1 Corintios 15:42-44). Esto significa que el cuerpo resucitado: No está limitado por las leyes físicas que hoy gobiernan la materia. Posee propiedades superiores, como la impasibilidad, la agilidad y la luminosidad.

2. Fenómenos como señales de esta transformación futura. Si ciertos santos han manifestado bilocación, levitación, estigmas o inedia, es porque sus cuerpos ya estaban participando, en cierto grado, de las cualidades del cuerpo glorioso. La bilocación sugiere que el cuerpo puede estar presente en varios lugares sin restricciones físicas. La levitación muestra que el cuerpo ya no está sujeto a la gravedad. Los estigmas indican una unión sobrenatural con Cristo, manifestando una transformación espiritual en la carne.

3. La materia obedeciendo al espíritu. En la vida terrenal, el cuerpo está sometido a las leyes físicas, pero en la resurrección, según la doctrina cristiana: La materia será transfigurada, obedeciendo plenamente la voluntad del alma. La distinción entre lo material y lo espiritual no desaparecerá, pero habrá una armonía perfecta. Esto explicaría por qué algunos santos han anticipado ciertos rasgos del cuerpo glorioso, revelando un orden superior que sobrepasa nuestra comprensión física.

Estos fenómenos sobrenaturales no son simplemente anomalías inexplicables, sino señales de una realidad futura, en la cual el cuerpo transformado ya no estará sometido a las leyes materiales, sino que la materia obedecerá al espíritu. La afirmación "Seréis como ángeles" (Mateo 22:30) encierra un significado profundo en el contexto de la resurrección. Cristo no dice que dejaremos de ser humanos, sino que nuestro ser será elevado, adquiriendo ciertas cualidades que hoy solo atribuimos a los ángeles. En nuestra condición terrenal, la materia domina el espíritu, limitándolo a las leyes físicas. En la resurrección, ocurrirá lo contrario: el espíritu dominará la materia, permitiendo capacidades que ahora consideramos extraordinarias. Esto explica fenómenos místicos como: Bilocación, donde el cuerpo ya no está sujeto a la ubicación única en el espacio. Levitación, donde la gravedad deja de ser una restricción absoluta. Inedia, donde la vida ya no depende exclusivamente de la alimentación material.

El cuerpo glorioso no es un cuerpo distinto, sino el mismo cuerpo, pero plenamente espiritualizado, libre de corrupción, sufrimiento y limitaciones físicas. La materia no desaparece, pero obedece totalmente al espíritu en armonía con la voluntad divina. Este pasaje de Cristo es, por tanto, una revelación de la dignidad futura del ser humano, llamado a trascender su condición actual, alcanzando una plenitud semejante a la de los ángeles. Dios permite estos anticipos del cuerpo glorioso para manifestar que la transformación definitiva del ser humano no es solo una promesa futura, sino una realidad que ya opera en ciertos santos y místicos como señal del destino último de la humanidad.

1. Es una confirmación de la resurrección y la plenitud futura. Los milagros físicos como la bilocación, la levitación y la inedia son atestiguaciones visibles de que la materia puede trascender sus límites actuales cuando se somete plenamente al espíritu. En la resurrección, el cuerpo glorioso no estará sometido a las leyes materiales, sino que la materia obedecerá al espíritu, como Cristo mostró en su propia resurrección.

2. Testimonio para fortalecer la fe. Dios permite estos fenómenos en algunos santos y místicos para que sean signos visibles de su poder y de la realidad de lo sobrenatural. Padre Pío, San José de Cupertino, Sor María de Ágreda y otros fueron testigos vivos de lo que el cuerpo humano puede alcanzar cuando está completamente unido a Dios.

3. Revelación progresiva del orden celestial. No todos experimentan estas manifestaciones porque Dios actúa según su plan providencial, pero permite que algunos sean instrumentos de revelación, mostrando que el mundo espiritual es más real que lo material. Dios concede estos anticipos como pruebas de la realidad del cuerpo glorioso, fortaleciendo la fe y mostrando que la materia no es un obstáculo para la trascendencia, sino un instrumento que, cuando es purificado, se convierte en expresión del espíritu.

Los milagros de Jesucristo no fueron simples alteraciones físicas, sino manifestaciones del poder del espíritu sobre la materia, revelando una realidad donde la ley del amor prima sobre la causalidad material. Cada milagro de Cristo demuestra esta superioridad del orden espiritual:

·           Caminar sobre las aguas La materia ya no limita el movimiento cuando está completamente sometida al espíritu.

·           Aquietar la tormenta La naturaleza obedece a quien está unido a Dios, porque la creación responde al amor divino.

·           Multiplicar los panes y los peces La abundancia no depende de la cantidad inicial, sino de la acción de quien puede transformar la realidad.

·           Convertir el agua en vino La materia no es un límite, sino un medio que el amor divino reconfigura según su voluntad.

·           Resucitar a Lázaro La vida no está determinada por leyes biológicas, sino por el poder del espíritu.

Cada acción de Cristo fue un anticipo del Reino, en el que la materia ya no es esclava de la causalidad, sino instrumento del amor y la voluntad divina. En la resurrección, los cuerpos gloriosos participarán de esta misma realidad, plenamente espirituales, sin restricciones físicas. En el estado de gloria, la fe y el amor no son solo virtudes espirituales, sino fuerzas activas que transforman la realidad. Cuando Cristo dijo: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: 'Muévete de aquí allá', y se movería" (Mateo 17:20), no hablaba en sentido figurado. En el orden espiritual, la fe y el amor son principios que tienen autoridad sobre la materia, porque no están sometidos a las leyes físicas, sino que operan en una dimensión superior.

  • La fe permite participar de la voluntad divina, alineando el alma con el orden eterno.
  • El amor es la esencia misma de Dios, y en la gloria, será el principio que rija todo movimiento, pensamiento y existencia.

Por eso, los cuerpos gloriosos no estarán limitados por la física, sino que serán plenamente espirituales, con una libertad que hoy apenas podemos intuir. Será el momento en que la materia obedezca al espíritu, porque la ley del amor habrá triunfado sobre toda restricción terrenal.

La concepción del cuerpo glorioso en el cristianismo está profundamente ligada a la resurrección y la transformación del cuerpo físico en un estado espiritual perfecto, libre de las limitaciones materiales. En contraste, las tradiciones místicas de las religiones orientales—como el hinduismo, el budismo y el taoísmo—tienen visiones distintas sobre la trascendencia del cuerpo y el espíritu. En el hinduismo y el budismo, por ejemplo, el objetivo espiritual no es la glorificación del cuerpo, sino la liberación del ciclo de nacimiento y muerte (samsara) para alcanzar la moksha o el nirvana, estados de existencia en los que el ser se funde con lo absoluto o alcanza la iluminación. En el taoísmo, el cuerpo es visto como un microcosmos del universo, y algunas prácticas buscan la inmortalidad espiritual mediante la armonización de las energías internas2. Si bien los místicos orientales buscan una transformación espiritual profunda, su concepto de trascendencia difiere del cuerpo glorioso cristiano. En lugar de una resurrección corporal, muchas de estas tradiciones enfatizan la disolución del yo individual en una realidad superior o la integración con el orden cósmico.

Dios derrama su gracia sobre toda criatura, pero respeta un orden. Y en ese orden concede que los grandes místicos orientales alcancen su propósito, aunque ello no signifique el disfrute de la gloria de Dios. Desde la lógica cristiana, la salvación y la participación en la gloria de Dios están exclusivamente vinculadas a la fe en Cristo y su obra redentora. Jesús dijo claramente: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). Esto implica que la plenitud de la vida eterna y la transformación del cuerpo en estado glorioso solo ocurren a través de la comunión con Cristo y su resurrección. Los místicos de las religiones orientales pueden alcanzar estados elevados de contemplación y conocimiento espiritual según sus propias tradiciones, pero desde la perspectiva cristiana, esto no significa que participen de la gloria de Dios ni de la transformación definitiva prometida en la resurrección. La glorificación del cuerpo es un don exclusivo para aquellos que han sido redimidos por Cristo y han recibido la vida nueva en Él. La enseñanza cristiana también subraya la misericordia de Dios, reconociendo que su justicia y amor son insondables. Aunque los místicos orientales hayan buscado lo divino con sinceridad, la plena participación en la gloria divina está reservada para aquellos que han sido reconciliados con Dios por medio de Cristo. Sin esta fe y este vínculo con el Salvador, su destino tras la muerte quedaría fuera de la plenitud del Reino prometido por Jesús.

Desde esta perspectiva, la transformación gloriosa del cuerpo es un privilegio concedido a quienes han sido incorporados a Cristo mediante su sacrificio, su resurrección y la fe en Él. Jesús dijo en Juan 14:2: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros." Esta afirmación es profundamente significativa dentro de la enseñanza cristiana sobre la vida eterna. Desde la lógica del cristianismo, esta frase expresa que hay un espacio para los que creen en Cristo y siguen su camino. Las "moradas" pueden entenderse como los distintos niveles de gloria dentro del Reino de Dios, preparados para aquellos que han sido redimidos. Sin embargo, esto no contradice la enseñanza central de que la única manera de acceder a esta plenitud es por medio de Jesucristo. Aunque Dios es misericordioso y justo, y puede permitir diversas experiencias espirituales según su voluntad, la participación plena en su gloria sigue estando vinculada a la salvación en Cristo. Desde esta perspectiva, las moradas no indican múltiples caminos de salvación fuera de Cristo, sino el lugar que Él ha preparado para sus seguidores. En este sentido, aunque Dios tenga muchas moradas y su providencia sea infinita, la plenitud de su gloria está vinculada al reconocimiento y aceptación de Cristo como Señor y Salvador. Aunque figuras como Buda, Confucio, Lao Tsé y Zaratustra fueron grandes maestros espirituales en sus propias tradiciones, su acceso a las moradas celestiales según la doctrina cristiana dependería de la gracia y el juicio de Dios.

La enseñanza de Cristo afirma que nadie va al Padre sino por Él (Juan 14:6), lo que implica que la comunión plena con Dios y la participación en su gloria están exclusivamente reservadas a quienes han sido redimidos por Él. Sin embargo, el misterio de la misericordia divina es profundo, y algunos teólogos han reflexionado sobre la posibilidad de que Dios, en su infinita justicia y amor, tenga un propósito para las almas que han buscado la verdad sinceramente, aun sin conocer explícitamente el Evangelio. Así, desde la lógica cristiana más estricta, estas figuras no estarían en las moradas de Dios en el sentido pleno de la comunión con Él, pues no recibieron la salvación mediante Cristo. Pero el juicio último y la disposición de esas moradas pertenecen exclusivamente a Dios, quien conoce los corazones y las intenciones de cada alma.

Desde la enseñanza cristiana, la cuestión del destino de los que no conocieron a Cristo, pero fueron buenos es un misterio que se aborda con la justicia y misericordia de Dios. La Iglesia sostiene que Dios juzga a cada persona según su conciencia y sus acciones, y que nadie se condena simplemente por ignorancia involuntaria. En este sentido, aunque el acceso pleno a la gloria de Dios está ligado a la fe en Cristo, hay una esperanza para quienes, sin haberlo conocido, vivieron de acuerdo con los principios del amor, la justicia y la verdad. También la tradición cristiana afirma que Cristo descendió al infierno, específicamente al "Seol" o "Hades", donde estaban las almas de los justos que habían muerto antes de su redención. Esto se conoce como la "Descensión a los Infiernos", expresado en el Credo como "descendió a los infiernos" (1 Pedro 3:18-19). La interpretación tradicional es que Cristo, con su victoria sobre la muerte, abrió el camino de la salvación para aquellos que, aunque no habían conocido el Evangelio, esperaban la redención prometida. Así, la enseñanza cristiana reconoce que el juicio de Dios es perfecto y que su misericordia alcanza incluso a aquellos que no tuvieron la oportunidad de conocer a Cristo en vida.

 

Entre la espiritualidad y la ciencia moderna

El mundo moderno ha tendido a racionalizar y desacreditar los fenómenos sobrenaturales, buscando explicaciones puramente científicas. Sin embargo, la realidad sigue mostrando eventos inexplicables que desbordan la lógica materialista.

Si bien la ciencia busca mecanismos físicos y psicológicos para entender estas experiencias, el problema fundamental es que no todo lo sobrenatural puede ser sometido a experimentación. La espiritualidad sostiene que lo sobrenatural no es un error del sistema, sino una apertura a una realidad superior que no puede ser reducida a lo empírico. Lo sobrenatural no obedece a la prueba empírica, porque no responde a los niveles inferiores de la existencia, sino a una realidad que trasciende las condiciones materiales. Es como si quisiéramos encender una bombilla de luz con un fósforo. Esto obliga a referirnos a varios aspectos, a saber:

1. La diferencia entre lo natural y lo sobrenatural. La ciencia opera dentro de un marco empírico, es decir, busca explicar los fenómenos según leyes físicas y causales. Sin embargo, lo sobrenatural no pertenece a este orden, porque: No sigue las leyes de la causalidad material. No se limita al espacio-tiempo ni a la percepción sensorial. Su manifestación responde a principios superiores, como la voluntad divina o el orden espiritual.

2. La razón por la que lo sobrenatural no es medible. Los experimentos científicos requieren que un fenómeno sea reproducible, medible y verificable en condiciones controladas. Lo sobrenatural, en cambio: No es una constante física, sino una manifestación particular en momentos específicos. No se reduce a procesos biológicos o químicos, sino que opera en el plano de la trascendencia. Se manifiesta en función de la disposición espiritual, la fe y la providencia divina.

3. La materia sometida al espíritu. En el orden natural, la materia sigue las leyes físicas. Pero en el orden sobrenatural, la materia obedece al espíritu, lo que explica fenómenos como: Bilocación, donde un cuerpo no está sujeto a la localización espacial. Levitación, donde la gravedad deja de ser un límite. Multiplicación de alimentos, donde la materia se transforma según un principio superior.

Lo sobrenatural no es una anomalía dentro de la ciencia, sino una realidad que opera en otro nivel de existencia. No puede ser medido con criterios empíricos porque no se rige por las mismas leyes. Su manifestación responde a principios espirituales, donde la materia deja de ser el fundamento absoluto de la realidad y se convierte en un instrumento de la voluntad divina. Los fenómenos sobrenaturales no son meras anomalías, sino indicios de una realidad que opera bajo principios distintos a los de la física convencional. ¿Son excepciones dentro del orden natural, o evidencias de un orden superior? ¿La ciencia moderna tiene las herramientas para abordarlos sin reducirlos, o necesita una apertura filosófica y espiritual?

La respuesta dependerá de hasta qué punto se acepte que la realidad visible no es la única dimensión de existencia. Todo apunta a que la realidad no se agota en lo visible y material, sino que existen niveles superiores de existencia, donde las leyes físicas dejan de ser el único marco de referencia. 1. ¿Son excepciones dentro del orden natural o evidencias de un orden superior? Si lo sobrenatural fuera simplemente una anomalía dentro del sistema material, entonces debería ser explicable dentro de las leyes físicas. Pero los fenómenos como: Bilocación, donde una persona está presente en dos lugares al mismo tiempo. Levitación, donde la gravedad pierde su efecto sobre el cuerpo. Multiplicaciones y transformaciones materiales, como las realizadas por Cristo, no responden a ningún principio físico convencional, lo que sugiere que hay un orden superior donde la materia ya no es la base, sino que obedece directamente al espíritu. 2. ¿La ciencia moderna tiene las herramientas para abordarlos sin reducirlos, o necesita una apertura filosófica y espiritual? La ciencia ha intentado explicar lo sobrenatural a través de: Neurología, reduciéndolo a estados alterados de conciencia. Física cuántica, explorando si existen dimensiones no perceptibles. Psicología, atribuyéndolo a sugestión o efectos psicosomáticos. Pero ninguna de estas aproximaciones ha sido capaz de explicar completamente estos fenómenos, porque lo sobrenatural no se ajusta a las leyes de la materia sino a las del espíritu. Para comprenderlo, la ciencia necesita una apertura filosófica y espiritual, que acepte que existen niveles superiores de realidad, donde la lógica materialista no puede ser la única medida. Lo cual nos conduce a la afirmación 3. La realidad visible no es la única dimensión de existencia. Si lo único real fuera lo medible, lo empírico y lo físico, entonces: No podríamos experimentar el amor ni la fe como fuerzas transformadoras. No existiría la libertad espiritual ni la búsqueda de sentido. No habría fenómenos que desborden las leyes de la física. Pero la realidad es más profunda que la materia, y lo sobrenatural es la prueba de que existen niveles superiores de existencia. Lo sobrenatural no es un error del sistema ni un fenómeno aislado, sino un indicio de que la realidad está estructurada en niveles, y que la materia no es el fundamento absoluto, sino que responde a principios superiores del espíritu y del amor divino.

Los fenómenos preternaturales son aquellos que van más allá de lo natural, pero no alcanzan el nivel de lo sobrenatural, que es exclusivo de Dios. En la teología cristiana, se considera que los demonios pueden realizar actos preternaturales, manipulando las leyes naturales sin violarlas, para engañar y generar confusión. Santo Tomás de Aquino distinguía entre lo natural (lo que ocurre regularmente en la creación), lo preternatural (lo que sucede raramente por la acción de seres creados, como los ángeles y demonios) y lo sobrenatural (lo que solo Dios puede realizar directamente). Los demonios, al ser ángeles caídos, conservan ciertos poderes que les permiten influir en la realidad de manera extraordinaria, pero sin realizar verdaderos milagros. En la modernidad, donde la ciencia busca explicaciones racionales para todo, los fenómenos preternaturales pueden ser utilizados por el demonio para sembrar dudas, confusión y alejar a las personas de la fe. Esto puede manifestarse en apariciones engañosas, falsos milagros o sucesos inexplicables que desvían la atención de la verdad divina. El demonio puede producir incluso falsos estigmas, tenemos en Italia el caso de Bongiovanni. Giorgio Bongiovanni es un caso conocido de estigmatización que ha sido examinado por expertos. Sus heridas han sido estudiadas por hematólogos, científicos y psiquiatras, y aunque no se ha podido determinar su origen exacto, algunos consideran que podrían ser autoinducidas o resultado de un fenómeno psicosomático. Sin embargo, es en su discurso donde se detecta su procedencia, ya que mezcla elementos religiosos con afirmaciones sobre extraterrestres y profecías apocalípticas. La Iglesia Católica no ha reconocido sus estigmas como auténticos, y algunos críticos lo consideran un fraude. Este caso muestra cómo los fenómenos extraordinarios pueden generar confusión, especialmente cuando se mezclan con creencias personales y narrativas que no están alineadas con la doctrina cristiana tradicional. No es casual que, en los últimos años, la Iglesia Católica ha visto un aumento en los casos de posesiones y otras manifestaciones demoníacas, lo que ha llevado a un incremento en la formación y designación de exorcistas. Según algunos exorcistas, la pérdida de fe en Occidente ha contribuido a una mayor vulnerabilidad espiritual, facilitando la acción del demonio. Además, ciertos cultos y prácticas ocultistas han sido señalados como factores que han intensificado la actividad demoníaca en algunas regiones. En respuesta, la Iglesia ha reforzado su ministerio de exorcismo, capacitando a más sacerdotes para enfrentar estos casos con discernimiento y autoridad espiritual.

Efectivamente, diversos estudios y testimonios han señalado un aumento preocupante del satanismo, el ocultismo y el esoterismo en las sociedades occidentales. Este fenómeno se ha visto impulsado por la pérdida de fe en muchas comunidades, el auge de prácticas espirituales alternativas y la difusión de ideologías que promueven la autosuficiencia espiritual sin referencia a Dios. El exorcista P. Francois-Marie Dermine ha advertido que el satanismo está creciendo en sociedades descristianizadas, incluso entre líderes religiosos, lo que ha llevado a la Iglesia a reforzar su enseñanza sobre la fe y la lucha contra la influencia demoníaca. Además, el sociólogo Massimo Introvigne ha analizado cómo el satanismo ha evolucionado desde una realidad oculta hasta convertirse en un fenómeno social con diversas manifestaciones. Este crecimiento del ocultismo y el esoterismo también ha generado un aumento en la demanda de exorcismos y en la preocupación por la influencia de estas prácticas en la cultura contemporánea.

Nada menos que en Estados Unidos existen organizaciones satánicas con reconocimiento legal. La Iglesia de Satán, fundada en 1966 por Anton LaVey en San Francisco, es una de las más conocidas. Su filosofía es ateísta y simbólica, utilizando la figura de Satán como representación de valores como el individualismo y la autosuficiencia. Además, el Templo Satánico, fundado en 2013, ha logrado obtener el estatus de religión reconocida en EE.UU., lo que ha generado controversia. A diferencia de la Iglesia de Satán, el Templo Satánico se enfoca en la lucha por la separación entre Iglesia y Estado y en la promoción de valores humanistas. Estos grupos no practican el satanismo en el sentido tradicional de adoración al demonio, sino que utilizan la figura de Satán como un símbolo de rebelión contra las normas religiosas establecidas. Sin embargo, su presencia ha generado debate y preocupación en sectores cristianos. También Inglaterra ha sido históricamente un centro de actividad ocultista y satanismo, con figuras como Aleister Crowley, conocido por su influencia en el ocultismo moderno. Crowley promovió prácticas esotéricas y rituales que han sido adoptados por diversas corrientes satánicas y ocultistas. La magia negra, vinculada al satanismo en algunos casos, se basa en la manipulación de fuerzas ocultas para obtener poder, venganza o influencia. Aunque el satanismo moderno no siempre está directamente relacionado con la magia negra, hay grupos que practican rituales con intenciones egoístas o destructivas. Este crecimiento del ocultismo y el satanismo en Occidente ha generado preocupación en sectores religiosos y sociales, especialmente por su impacto en la cultura y la espiritualidad contemporánea. No es casual que la promoción de la brujería y del paganismo tengan su epicentro literario en Inglaterra. La literatura fantástica en Inglaterra ha sido un terreno fértil para la exploración de temas mágicos y mitológicos. J.K. Rowling, autora de Harry Potter, ha sido objeto de debates sobre la influencia de la brujería en su obra, con algunos sectores religiosos preocupados por la representación de la magia. Sin embargo, otros ingenuos argumentan que su enfoque es más cercano a los cuentos de hadas y la fantasía clásica que a una promoción del ocultismo. Por otro lado, J.R.R. Tolkien, autor de El Señor de los Anillos, era un devoto católico y su obra está impregnada de valores cristianos, aunque utiliza mitologías y lenguajes inspirados en tradiciones paganas. Su obra no es consecuente con su pensamiento, y su saga es un retorno al paganismo anticristiano. A diferencia de Harry Potter, la obra de Tolkien ha sido defendida incautamente por muchos cristianos como una alegoría del bien contra el mal, con profundas raíces en la teología cristiana. Lo cual sólo es parcialmente cierto. La verdad es que las salpicaduras cristianas en su obra no lo eximen del espíritu pagano anticristiano. La literatura inglesa ha sido un espacio donde la magia, la brujería, el demonismo y la mitología han servido como herramientas narrativas, lo que va en consonancia con el declive moral y espiritual de Occidente.

En la estrepitosa decadencia espiritual de Occidente se han puesto de moda prácticas espirituales que representan un peligro. Así, la Iglesia Católica ha expresado preocupaciones sobre la práctica del yoga, los mantras y la meditación, especialmente cuando estas prácticas están vinculadas a filosofías espirituales ajenas al cristianismo. Algunos exorcistas y teólogos advierten que ciertas formas de meditación pueden abrir puertas a influencias espirituales no deseadas. Por ejemplo, el sacerdote y exorcista Javier Luzón ha señalado que el mindfulness y el yoga pueden llevar a una desconexión del "yo verdadero", lo que, según su experiencia, puede facilitar la acción de entidades espirituales malignas. Además, testimonios de personas que han practicado yoga han reportado experiencias inquietantes, como sensaciones de presencias extrañas o manifestaciones demoníacas. En realidad, la Iglesia no condena el ejercicio físico del yoga en sí, pero advierte sobre su dimensión espiritual, que puede entrar en conflicto con la fe cristiana. La influencia demoníaca puede manifestarse de diversas maneras, y según la teología cristiana, existen varios mecanismos por los cuales los demonios pueden afectar a las personas. Algunas de las formas más comunes incluyen: 1. Tentación: Es la estrategia más frecuente. Los demonios buscan influir en los pensamientos y deseos de las personas para alejarlas de Dios y llevarlas al pecado. 2. Infestación: Se refiere a la presencia demoníaca en lugares, objetos o incluso en personas que han estado expuestas a prácticas ocultistas. 3. Opresión: En este caso, los demonios pueden causar sufrimiento físico, emocional o mental sin poseer directamente a la persona. 4. Posesión: Es la forma más extrema, en la que un demonio toma control parcial o total del cuerpo de una persona, afectando su comportamiento y voluntad. 5. Influencia a través de prácticas espirituales: Algunas prácticas como el ocultismo, la magia, el espiritismo, ciertos tipos de meditación y el uso de mantras pueden abrir puertas a influencias demoníacas.

La Iglesia Católica recomienda la oración, la confesión, la vida sacramental y el uso de la armadura de Dios (Efesios 6:10-18) como protección contra estas influencias. Además, el discernimiento espiritual es clave para identificar y rechazar cualquier influencia maligna. El efecto negativo de ciertas prácticas como el yoga y el mindfulness puede manifestarse a nivel psicológico y espiritual. Algunos estudios señalan que la meditación intensa puede provocar ansiedad, disociación y episodios de depresión en ciertos individuos. Incluso, algunos textos budistas advierten sobre los riesgos de la meditación sin la guía adecuada, señalando que puede generar anomalías cognitivas y estados de despersonalización. Para el budismo, la meditación es una herramienta poderosa para alcanzar la iluminación, pero no está exenta de riesgos. Textos budistas antiguos, como el Dharmatrāta, advierten sobre posibles efectos adversos de la meditación intensa, incluyendo síntomas de depresión, ansiedad, disociación y despersonalización. Estos efectos han sido documentados en estudios modernos, que muestran que más del diez por ciento de los meditadores experimentan impactos negativos significativos en su vida cotidiana. Ahora bien, desde la perspectiva cristiana, algunos exorcistas han advertido que ciertas prácticas pueden abrir puertas a influencias espirituales demoníacas. Esto ocurre cuando la persona se expone a técnicas que buscan vaciar la mente o alterar la conciencia sin una referencia clara a Dios. En estos casos, la vulnerabilidad espiritual facilita la acción de entidades malignas, generando confusión, obsesiones o incluso fenómenos preternaturales.

En suma, dentro de la tradición cristiana, los fenómenos sobrenaturales son exclusivos de Dios y manifiestan su poder directo sobre la creación, mientras que los fenómenos preternaturales, aunque extraordinarios, provienen de seres creados, como ángeles y demonios. Estos últimos, especialmente los demonios, buscan imitar lo sobrenatural para generar confusión, distorsionar la fe y alejar a las almas de Dios. La historia de la Iglesia ha registrado numerosos casos de falsos milagros, apariciones engañosas y fenómenos extraordinarios que, lejos de ser manifestaciones divinas, han tenido origen preternatural con el propósito de sembrar el error. Por eso, el discernimiento espiritual es fundamental, y la Iglesia, con su autoridad, examina rigurosamente estos sucesos antes de reconocer su autenticidad.

 

Referencias

Aquino, T. (1265-1274). Summa Theologica. Biblioteca de Autores Cristianos. /Bergson, H. (1907). L’évolution créatrice. Félix Alcan. /Blondel, M. (1893). L’Action: Essai d’une critique de la vie et d’une science de la pratique. Félix Alcan. /Harry Potter: Existe una bibliografía detallada de J.K. Rowling compilada por Philip W. Errington, titulada J.K. Rowling: A Bibliography 1997-2013, publicada por Bloomsbury /Heidegger, M. (1927). Sein und Zeit (Ser y tiempo). Niemeyer. /Marcel, G. (1927). Journal métaphysique (Diario metafísico). Gallimard. /Platón. (380 a.C.). La República. Gredos. /San Juan de la Cruz. (1584). Subida al Monte Carmelo. Biblioteca de Autores Cristianos. /Santa Teresa de Ávila. (1588). Las Moradas. Biblioteca de Autores Cristianos. /Singer, P. (1975). Animal Liberation: A New Ethics for Our Treatment of Animals. Random House. /San Pablo. (s. I). Carta a los Corintios. Biblia de Jerusalén /Tolkien, R. R. El Señor de los Anillos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 3

Lo Sobrenatural Bajo la Mirada Filosófica

Exponentes, Clasificación y Leyes

 

 

 

Este capítulo explora cómo distintos filósofos han abordado la idea de lo sobrenatural, su relación con la trascendencia y la experiencia espiritual. A través de cada autor, analizamos sus principales contribuciones, seguidas de una evaluación crítica. Además, se propone una clasificación y al final se formulan sus leyes fenomenológicas.

 

Exponentes

Henri Bergson: La energía espiritual y el impulso vital. Propuso una visión dinámica de la realidad basada en el concepto de élan vital (impulso vital), una fuerza creadora que impulsa la evolución y la creatividad en la naturaleza. Para Bergson, la experiencia espiritual no era una realidad estática sino un movimiento continuo hacia lo superior, donde el pensamiento intuitivo tenía más acceso a la verdad que el intelecto racional. Crítica: La noción de lo sobrenatural en Bergson se presenta de manera difusa, sin una clara distinción entre lo trascendental y lo meramente evolutivo. Aunque su enfoque sobre la intuición es valioso, su concepto de impulso vital carece de una fundamentación teológica clara, lo que dificulta su aplicación dentro de una visión cristiana del sobrenatural.

William James: Experiencia religiosa y pragmatismo. Abordó la religión desde una perspectiva pragmática, analizando la experiencia individual y su impacto en la vida cotidiana. En Las variedades de la experiencia religiosa, destacó que lo sobrenatural no debía ser entendido como una entidad metafísica independiente, sino como una vivencia personal con efectos psicológicos y sociales. Crítica: Su interpretación pragmática reduce la religión a sus efectos en la subjetividad humana, dejando de lado su dimensión objetiva. Al eliminar cualquier referencia a lo sobrenatural como un principio trascendental independiente, su visión se aleja de la perspectiva cristiana, que reconoce la acción de lo divino más allá de la experiencia individual.

Gabriel Marcel: Existencialismo y lo sobrenatural. El problema de la trascendencia se vincula con la relación entre el individuo y el misterio de la existencia. Defendió un existencialismo cristiano en el que la apertura al misterio es fundamental para comprender el sentido profundo de la vida. La fe, en este sentido, es una participación en un orden superior que no puede ser reducido a una mera construcción humana. Crítica: Su visión del misterio como un horizonte que se vive pero no se define completamente es profunda, pero deja ciertas preguntas abiertas sobre la naturaleza de lo sobrenatural en relación con la revelación cristiana. Su enfoque filosófico es más fenomenológico que dogmático, lo que puede generar ambigüedad en su aplicación teológica.

Edmund Husserl: Fenomenología y conciencia trascendental. Desarrolló la fenomenología como método para comprender la estructura de la conciencia. Su concepto de conciencia trascendental establecía que la realidad es accesible solo a través de la percepción subjetiva. Aunque su pensamiento influyó en estudios sobre la fe y la experiencia religiosa, su enfoque filosófico no hace referencia explícita a lo sobrenatural. Crítica: La fenomenología husserliana, al centrarse en la subjetividad, puede reducir lo sobrenatural a una experiencia interna sin reconocer su existencia objetiva. Su metodología es útil para describir la vivencia de lo divino, pero no para fundamentar la realidad del orden sobrenatural.

Max Scheler: Filosofía de los valores y experiencia religiosa. Desarrolló una filosofía de los valores que incluía la dimensión espiritual. Consideraba que la experiencia religiosa revelaba los valores más altos, los cuales conectaban al ser humano con lo trascendente. La intuición del valor supremo acercaba al hombre a lo divino. Crítica: Aunque Scheler reconoce una dimensión objetiva de lo trascendente, su sistema filosófico no profundiza en la revelación cristiana ni en la acción directa de lo sobrenatural. Su enfoque antropológico es valioso, pero no establece un vínculo claro con la doctrina cristiana.

Vladimir Soloviev: Metafísica del amor y lo divino. Exploró la relación entre el amor y la naturaleza divina, desarrollando una metafísica basada en la unión del ser humano con Dios. Para él, el amor absoluto es el principio de la existencia y el puente hacia lo sobrenatural. Crítica: Su enfoque es profundamente cristiano y místico, pero su visión del amor como fuerza metafísica deja algunas cuestiones sobre la acción concreta de lo sobrenatural en la historia humana. Sin embargo, su énfasis en la comunión con Dios es una aportación valiosa para la teología cristiana.

Teilhard de Chardin: Evolución espiritual y el "Punto Omega". Intentó reconciliar la evolución con la fe cristiana, postulando el Punto Omega como el destino final de la humanidad en Dios. Para él, el desarrollo espiritual es una progresión que culmina en una unión definitiva con el Creador. Crítica: Su visión evolutiva de lo sobrenatural ha sido cuestionada por algunos teólogos, ya que presenta una interpretación dinámica que puede diluir la noción de intervención divina en momentos históricos concretos. Sin embargo, su enfoque sobre la convergencia en Dios es un aporte interesante.

Nicolás Berdiaev: Existencialismo cristiano y libertad sobrenatural. Defendió un existencialismo cristiano donde la libertad juega un papel central en la relación entre el hombre y lo divino. Lo sobrenatural, en su visión, es la expresión más alta de la libertad del espíritu humano. Crítica: Aunque su énfasis en la libertad es valioso, corre el riesgo de minimizar la acción directa de Dios en la historia y reducir el orden sobrenatural a una experiencia subjetiva. Aun así, su defensa del cristianismo como fuente de verdadera libertad es un aporte significativo.

Rudolf Otto: Lo santo y la experiencia del misterio. Exploró la idea de lo santo como lo mysterium tremendum et fascinans, una realidad que inspira temor y atracción. Para él, lo sobrenatural no es solo una categoría racional, sino una experiencia directa de lo divino. Crítica: Su enfoque fenomenológico describe bien la vivencia de lo sagrado, pero no profundiza en la relación entre lo sobrenatural y la revelación cristiana. Sin embargo, su conceptualización del misterio divino ha enriquecido la teología de la trascendencia.

Emmanuel Mounier: Personalismo y trascendencia. Desarrolló el personalismo, destacando la importancia de la persona en su relación con lo trascendente. La dimensión sobrenatural, en su visión, se integra en el desarrollo de la identidad y el compromiso con los valores cristianos. Crítica: Aunque su enfoque es profundamente cristiano, su visión del sobrenatural depende mucho de la evolución interior de la persona, sin enfatizar suficientemente la acción directa de Dios en la historia.

Maurice Blondel: La distinción entre problema y misterio. Distinguió entre el problema, que se resuelve racionalmente, y el misterio, que exige una apertura trascendental. Lo sobrenatural, en su visión, es un misterio que transforma la existencia. Crítica: Su enfoque es filosóficamente valioso, pero deja abiertas preguntas sobre la revelación cristiana y la intervención divina concreta.

 

Clasificaciones

A continuación, intentamos una clasificación de las diversas posturas desde lo ontológico, lo epistémico y lo religioso-teológico. Clasificación Ontológica (según su concepción de la realidad y lo sobrenatural):

1.        Ontología Evolutiva y Vitalista

o    Henri Bergson: El élan vital como principio creativo en la evolución.

o    Teilhard de Chardin: Desarrollo espiritual en un proceso evolutivo hacia el Punto Omega.

2.       Ontología Fenomenológica y Existencialista

o    Edmund Husserl: La conciencia como estructura de la realidad.

o    Gabriel Marcel: Lo sobrenatural como misterio que se vive existencialmente.

o    Nicolás Berdiaev: La libertad como fundamento ontológico de la trascendencia.

3.       Ontología Metafísica y Personalista

o    Vladimir Soloviev: El amor absoluto como principio ontológico del ser.

o    Emmanuel Mounier: La persona como realidad abierta a la trascendencia.

4.       Ontología Teológica y Mística

o    Rudolf Otto: Lo sagrado como experiencia del mysterium tremendum.

o    Maurice Blondel: La fe como misterio que trasciende lo puramente racional.

5.       Ontología Ética y Filosofía de los Valores

o    Max Scheler: La jerarquía de valores como clave de la experiencia religiosa.

o    William James: La religión como una estructura funcional que impacta la vida.

Clasificación Epistémica (según su concepción del conocimiento y la experiencia de lo sobrenatural):

1.        Epistemología Intuitiva y Vitalista

o    Bergson: El conocimiento intuitivo es superior al racional.

o    Teilhard de Chardin: La evolución espiritual como proceso cognitivo.

2.       Epistemología Fenomenológica y Existencialista

o    Husserl: Lo sobrenatural solo es accesible a través de la conciencia intencional.

o    Marcel: La fe no es una prueba racional, sino una experiencia viva.

o    Berdiaev: La libertad es el vehículo del conocimiento trascendental.

3.       Epistemología Teológica y Mística

o    Otto: El misterio divino es un conocimiento experiencial.

o    Soloviev: La verdad última se conoce a través del amor absoluto.

o    Blondel: La distinción entre problema y misterio en el conocimiento.

4.       Epistemología Ética y Pragmática

o    Scheler: El conocimiento moral se vincula a los valores más altos.

o    James: La verdad religiosa se valida por su impacto en la vida cotidiana.

o    Mounier: La trascendencia se conoce mediante la relación personal con Dios.

Clasificación Religioso-teológica:

1.        Teólogos y Pensadores Cristianos

o    Gabriel Marcel: Existencialismo cristiano basado en la apertura al misterio y la fe.

o    Vladimir Soloviev: Metafísica cristiana del amor como unión con lo divino.

o    Teilhard de Chardin: Visión evolutiva de la fe cristiana con el Punto Omega como destino espiritual.

o    Nicolás Berdiaev: Existencialismo cristiano centrado en la libertad como camino a Dios.

o    Emmanuel Mounier: Personalismo cristiano y trascendencia como fundamento del ser.

o    Maurice Blondel: Distinción entre el problema racional y el misterio sobrenatural en la teología.

2.       Filósofos con Influencias Religiosas

o    Henri Bergson: Explora la intuición y el élan vital en una visión que roza la trascendencia.

o    Rudolf Otto: Define lo santo como una experiencia mística de lo mysterium tremendum.

o    Max Scheler: Relaciona los valores espirituales con la estructura moral del universo.

3.       Pensadores con una Visión Ambigua sobre lo Sobrenatural

o    Edmund Husserl: Analiza la conciencia trascendental sin vinculación clara con la revelación cristiana.

o    William James: Explica la religión en términos psicológicos y pragmáticos, sin asumir su carácter sobrenatural.

Para la Iglesia lo recomendable es adoptar una postura integral sobre el fenómeno sobrenatural, recomendando que este abarque tres dimensiones fundamentales: la ontológica, la epistémica y la religioso-teológica. El propósito es evitar sesgos riesgosos que pueden tergiversar la manifestación de dicha fenomenología.

1. Postura Ontológica

Debe fundamentarse en la existencia real y objetiva de lo sobrenatural como una categoría que trasciende lo meramente natural. Esto implica:

·           Reconocer que lo sobrenatural no es una extensión de lo natural, sino un ámbito distinto gobernado por la voluntad divina.

·           Distinguir entre lo sobrenatural (obra directa de Dios), lo preternatural (acción de ángeles y demonios) y lo natural (realidad creada).

·           Afirmar que lo sobrenatural interviene en la historia humana, especialmente en los sacramentos, milagros y revelaciones.

2. Postura Epistémica

Debe asumir que el conocimiento de lo sobrenatural no puede ser reducido a la racionalidad humana, pero tampoco debe excluir el intelecto. Esto implica:

·           Rechazar el empirismo radical que niega lo sobrenatural por falta de evidencia material.

·           Reconocer que lo sobrenatural no es subjetivo, sino una realidad objetiva accesible por la fe y la revelación.

·           Considerar el papel del misterio en la experiencia religiosa, sin confundirlo con lo irracional.

3. Postura Religioso-Teológica

Debe basarse en la enseñanza de la Iglesia y en la revelación divina. Esto implica:

·           Afirmar que lo sobrenatural proviene exclusivamente de Dios y se manifiesta según su voluntad.

·           Advertir sobre los peligros de los fenómenos preternaturales que imitan lo divino para engañar.

·           Enseñar que la relación con lo sobrenatural no es una cuestión individualista, sino que debe estar en comunión con la Iglesia.

 

Leyes fenomenológicas

Con esta triple perspectiva, se establece una base firme para comprender y discernir los fenómenos sobrenaturales dentro de la doctrina cristiana. Ahora bien, sobre la base de una filosofía ontorrealista, la filosofía de lo sobrenatural puede formular las siguientes leyes que rigen su fenomenología en distintos ámbitos:

1. Leyes Ontológicas (relativas a la realidad del orden sobrenatural)

  • Ley de la distinción ontológica: Lo sobrenatural no es una extensión de lo natural, sino una realidad superior con su propio modo de existencia.
  • Ley de la acción trascendente: Lo sobrenatural puede intervenir en la historia humana, pero sin alterar el orden de las leyes naturales.
  • Ley de la manifestación divina: Lo sobrenatural solo procede de Dios, mientras que lo preternatural puede manifestarse por ángeles o demonios.

2. Leyes Epistémicas (sobre el conocimiento de lo sobrenatural)

  • Ley del acceso por la fe: Lo sobrenatural no es accesible por métodos empíricos, sino por la fe y la revelación.
  • Ley de la no reducción racional: Aunque la razón ayuda a comprender lo sobrenatural, este no puede ser reducido a conceptos racionales.
  • Ley del misterio esencial: Lo sobrenatural siempre conserva un aspecto de misterio que no puede ser plenamente desvelado.

3. Leyes Teológicas (sobre su relación con Dios y la revelación)

  • Ley de la intervención divina: Dios actúa en lo sobrenatural para manifestar su voluntad en la historia.
  • Ley del discernimiento espiritual: No todo lo que parece sobrenatural proviene de Dios; se requiere un juicio teológico para distinguirlo del preternatural.
  • Ley de la comunión: Lo sobrenatural no es individualista; siempre está vinculado a la relación del alma con Dios y la Iglesia.

4. Leyes Morales (sobre la responsabilidad ética ante lo sobrenatural)

  • Ley de la humildad ante lo divino: La experiencia de lo sobrenatural debe ser recibida con humildad, evitando el orgullo espiritual.
  • Ley del rechazo de lo preternatural maligno: Se debe evitar cualquier apertura a lo preternatural demoníaco, como el ocultismo o la magia negra.
  • Ley de la obediencia a la revelación: Lo sobrenatural debe ser interpretado a la luz de la revelación cristiana, sin desviaciones ideológicas o especulaciones esotéricas.

Estas leyes ofrecen un marco sólido para comprender y discernir el fenómeno sobrenatural desde una perspectiva ontorrealista.

 

Esquema fenomenológico

Este esquema fenomenológico del fenómeno sobrenatural es fundamental porque proporciona un marco claro y estructurado para analizar sus manifestaciones desde distintas perspectivas: corporales, psicológicas e intelectivas. Al distinguir entre lo místico y lo preternatural, permite un discernimiento más preciso sobre qué experiencias provienen de Dios y cuáles pueden ser manipulaciones de entidades malignas. Además, facilita una comprensión más profunda de la interacción entre lo sobrenatural y la realidad humana, evitando confusiones entre efectos psicológicos, estados espirituales y fenómenos externos. En el contexto de la teología y la filosofía, este esquema también ayuda a establecer criterios sólidos para el análisis de casos concretos, proporcionando una base ontológica y epistémica que respalde la postura cristiana sobre la acción de Dios en la historia y la influencia de lo preternatural en la experiencia humana.

I. Manifestaciones Corporales

🔹 Fenómenos místicos corporales

  • Estigmas: Aparición de heridas similares a las de Cristo.
  • Éxtasis: Estado de suspensión sensorial con pérdida parcial de movilidad.
  • Incorruptibilidad: Conservación del cuerpo después de la muerte sin descomposición natural.
  • Levitación: Elevación del cuerpo sin causa natural aparente.
  • Abstinencia prolongada: Capacidad de sobrevivir sin alimento ni agua por intervención sobrenatural.
  • Desmaterialización: Fenómeno en el cual el cuerpo parece desaparecer o volverse intangible en momentos de profunda oración o éxtasis místico.

🔹 Fenómenos preternaturales corporales

  • Movimientos involuntarios: Espasmos o convulsiones sin causa médica.
  • Alteraciones en temperatura corporal: Frío o calor extremo sin razón aparente.
  • Cambios físicos inexplicables: Transformaciones de la voz o del rostro en casos de posesión.

II. Manifestaciones Psicológicas

🔹 Fenómenos místicos psicológicos

  • Arrobamiento: Sensación de unión profunda con Dios.
  • Experiencias de iluminación: Percepción de verdades espirituales con claridad inmediata.
  • Conversión repentina: Cambio radical en la vida moral y espiritual.
  • Acidia mística: Estado de profunda fatiga espiritual que puede aparecer en almas avanzadas, generando una aparente indiferencia hacia Dios que, paradójicamente, suele ser señal de una etapa de purificación interior.

🔹 Fenómenos preternaturales psicológicos

  • Terror repentino sin causa aparente: Sensación de angustia ante una presencia oscura.
  • Distorsión de la realidad: Percepción de visiones falsas o engañosas.
  • Obsesión demoníaca: Pensamientos intrusivos de origen malintencionado.

III. Manifestaciones Intelectivas

🔹 Fenómenos místicos intelectivos

  • Revelación privada: Comunicación directa de un mensaje divino.
  • Profecía: Conocimiento anticipado de eventos futuros por intervención divina.
  • Sabiduría mística: Comprensión profunda de realidades espirituales sin aprendizaje previo.

🔹 Fenómenos preternaturales intelectivos

  • Conocimiento repentino de lenguas desconocidas: Manifestación en ciertos casos de posesión.
  • Comprensión distorsionada de doctrinas religiosas: Impulsada por influencias engañosas.
  • Falsos mensajes espirituales: Supuestas revelaciones que conducen al error.

Lo sobrenatural bajo la mirada filosófica nos permite comprender la relación entre el ser humano y la realidad trascendente desde distintos enfoques. A través de la ontología, nos ayuda a definir su naturaleza como algo que supera lo meramente natural y no puede ser reducido a causas físicas o materiales. Desde la epistemología, nos brinda herramientas para discernir cómo el conocimiento de lo sobrenatural es accesible, ya sea por la fe, la intuición o la revelación. En el ámbito teológico, nos permite diferenciar lo sobrenatural auténtico, proveniente de Dios, de lo preternatural, manifestado por ángeles o demonios, lo que es crucial para el discernimiento espiritual. Finalmente, la perspectiva moral nos invita a reflexionar sobre cómo la relación con lo sobrenatural impacta la vida humana, exigiendo humildad, discernimiento y fidelidad a la verdad revelada. Este análisis filosófico no solo amplía nuestra comprensión de lo sobrenatural, sino que también fortalece la manera en que interactuamos con lo divino y protegemos la fe de posibles engaños.

 

Referencias

Bergson, H. (1907). L’évolution créatrice. Félix Alcan. /Berdiaev, N. (1947). L'esprit et la liberté. Editions du Seuil. /Blondel, M. (1893). L’Action: Essai d’une critique de la vie et d’une science de la pratique. Félix Alcan. /Chardin, P. T. (1955). El fenómeno humano. Editorial Taurus. /Husserl, E. (1913). Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Niemeyer. /James, W. (1902). Las variedades de la experiencia religiosa. Longmans, Green & Co. /Marcel, G. (1949). Le mystère de l’être. Aubier. /Mounier, E. (1949). Introduction aux existentialismes. Presses Universitaires de France. /Otto, R. (1917). Das Heilige: Über das Irrationale in der Idee des Göttlichen und sein Verhältnis zum Rationalen. C.H. Beck. /Scheler, M. (1916). Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik. Niemeyer. /Soloviev, V. (1897). Justification of the Good: An Essay on Moral Philosophy. St. Vladimir’s Seminary Press.

 

 

 

Capítulo 4

La parapsicología y la búsqueda científica

 de lo inexplicable

 

 

 

La parapsicología ha sido un campo de estudio que busca explorar fenómenos que desafían las explicaciones convencionales de la ciencia. La parapsicología ha evolucionado a lo largo de la historia en distintas etapas:

1.      Periodo Mítico (Antigüedad - 1778): Los fenómenos paranormales eran interpretados como magia o manifestaciones divinas. Se encuentran referencias en textos religiosos como el Zend-Avesta persa y la Biblia.

2.     Periodo Magnético (1778 - 1847): Franz Mesmer introdujo el concepto de magnetismo animal, precursor de la hipnosis. Se comenzó a estudiar la influencia de la mente sobre el cuerpo.

3.     Periodo Espiritista (1847 - 1882): Con el auge del espiritismo, se popularizaron las sesiones con médiums. Charles Richet reconoció la importancia de este movimiento en la investigación de fenómenos psíquicos.

4.     Periodo Pre-Científico (1882 - 1927): Se fundó la Society for Psychical Research en 1882, con el objetivo de estudiar fenómenos paranormales de manera sistemática. Investigadores como Frederic W.H. Myers y William Crookes realizaron estudios sobre telepatía y espiritismo.

5.     Periodo Científico (1927 - actualidad): J.B. Rhine estableció el primer laboratorio de parapsicología en la Universidad de Duke, utilizando métodos estadísticos para estudiar la percepción extrasensorial. En tiempos recientes, Dean Radin ha explorado la relación entre la conciencia y la física cuántica.

A pesar de los avances, la parapsicología sigue siendo un campo controvertido, con críticas sobre la replicabilidad de sus experimentos y la falta de aceptación dentro de la comunidad científica. Mario Bunge clasificó la parapsicología como una pseudociencia, argumentando que carece de fundamentos empíricos y metodológicos rigurosos. Según él, la falta de falsabilidad y replicabilidad en los experimentos parapsicológicos impide que sean considerados científicos. Algunos defensores de la parapsicología han señalado que su rechazo es demasiado categórico y que ignora ciertos estudios que han intentado aplicar métodos científicos al análisis de fenómenos paranormales. Investigadores como Dean Radin han argumentado que la conciencia y la intención pueden influir en la realidad física, basándose en experimentos con mecánica cuántica. Además, se ha señalado que la ciencia ha evolucionado históricamente al explorar fenómenos inicialmente considerados inexplicables, por lo que descartar la parapsicología sin más podría limitar el avance del conocimiento. Sin embargo, la mayoría de la comunidad científica sigue considerando que los estudios en parapsicología no cumplen con los estándares necesarios para ser aceptados como ciencia legítima. La Parapsychological Association (PA) fue aceptada como miembro afiliado de la American Association for the Advancement of Science (AAAS) en 1969. Sin embargo, la parapsicología ha enfrentado un rechazo constante dentro de la comunidad científica, y su estatus es objeto de debate. Aunque no fue "expulsada" formalmente, su influencia dentro de la academia ha disminuido con el tiempo, y muchas universidades han dejado de ofrecer programas de investigación en esta área debido a la falta de evidencia replicable y el escepticismo generalizado

 

Exponentes

J. B. Rhine (1895-1980): Defendió la existencia de la percepción extrasensorial (ESP) y la telepatía mediante experimentos con cartas Zener, argumentando que los resultados mostraban un fenómeno estadísticamente significativo. Crítica: Sus métodos fueron cuestionados por posibles sesgos y errores en el diseño experimental, lo que llevó a dificultades en la replicabilidad de sus hallazgos.

Charles Richet (1850-1935): Propuso la metapsíquica como una forma de estudiar la telepatía y la precognición con un enfoque científico, buscando explicaciones fisiológicas para los fenómenos paranormales. Crítica: Sus estudios carecían de pruebas concluyentes y eran basados en observaciones anecdóticas, lo que impedía su aceptación dentro de la comunidad científica.

Frederic W. H. Myers (1843-1901): Introdujo la teoría del "yo subliminal" y exploró la posibilidad de la supervivencia de la conciencia después de la muerte mediante la investigación psíquica. Crítica: Sus teorías no han sido verificadas experimentalmente y dependen de testimonios subjetivos, lo que dificulta su aceptación en la ciencia convencional.

William Crookes (1832-1919): Investigó el espiritismo y documentó fenómenos paranormales, incluyendo la materialización de espíritus mediante el estudio de médiums como Florence Cook. Crítica: Se argumenta que sus experimentos carecían de controles adecuados, y algunos lo acusaron de ser víctima de fraudes de los médiums que estudió.

Ian Stevenson (1918-2007): Documentó casos de niños que afirmaban recordar vidas pasadas, encontrando patrones en marcas de nacimiento y relatos que coincidían con personas fallecidas. Crítica: Sus investigaciones han sido criticadas por la falta de evidencia verificable y por el posible sesgo cultural en la interpretación de los testimonios.

Dean Radin (1952- ): Propuso que la conciencia y la intención humana pueden influir en la realidad física, basándose en experimentos con el efecto observador en la mecánica cuántica. Crítica: Sus hallazgos han sido cuestionados debido a la dificultad de replicar sus experimentos y a la falta de consenso sobre la interpretación de los resultados.

Muchas investigaciones parapsicológicas han intentado explicar los fenómenos paranormales a través de conceptos como la percepción extrasensorial, la energía psíquica o la influencia de la conciencia sobre la materia, pero han evitado incorporar hipótesis sobrenaturales en su análisis. Una posible razón para esta exclusión es el intento de presentar la parapsicología como una ciencia, alejándose de enfoques religiosos y esotéricos. Sin embargo, al descartar la posibilidad de entidades o fuerzas sobrenaturales, se ha dejado fuera una dimensión que podría ser clave para comprender ciertos fenómenos. Esto ha llevado a debates sobre si la parapsicología debería ampliar su marco teórico o si, por el contrario, debería centrarse exclusivamente en mecanismos naturales verificables. El sesgo cientificista y positivista malogró sus investigaciones y resultados.

Los fenómenos parapsicológicos han sido objeto de investigación y debate durante décadas. Desde un punto de vista imparcial, los estudios en parapsicología han intentado demostrar la existencia de fenómenos como la percepción extrasensorial (ESP), la telepatía, la precognición y la influencia de la conciencia sobre la materia. Como evidencia a favor algunos experimentos han mostrado resultados que parecen desviarse de lo que se esperaría por azar, lo que ha llevado a algunos investigadores a plantear la posibilidad de que ciertos fenómenos parapsicológicos sean reales. Estudios como los de J.B. Rhine con cartas Zener o los análisis estadísticos de Dean Radin sobre intención y conciencia han sido presentados como indicios de efectos no explicados por la ciencia convencional. Sin embargo, la falta de replicabilidad de los resultados es una crítica constante. Los estudios que han afirmado demostrar estos fenómenos suelen tener dificultades para ser replicados en condiciones controladas, y algunos han sido cuestionados por posibles sesgos metodológicos. La mayoría de la comunidad científica sostiene que los efectos observados pueden explicarse por errores experimentales, sesgos de confirmación o incluso fraude en algunos casos. En conclusión, aunque hay investigaciones que sugieren la existencia de fenómenos parapsicológicos, la falta de pruebas contundentes y replicables ha impedido que sean aceptados como parte de la ciencia convencional. Su estudio sigue siendo un área de exploración que genera interés, pero también es motivo de escepticismo.

No obstante, a lo largo de la historia, diversas fuerzas armadas y agencias de inteligencia han mostrado interés en los fenómenos parapsicológicos, explorando su posible aplicación en estrategias militares y de espionaje. En Estados Unidos, por ejemplo, la CIA llevó a cabo el Proyecto Stargate, un programa de investigación sobre visión remota que buscaba determinar si ciertas personas podían obtener información a distancia sin medios convencionales. Asimismo, se han reportado estudios similares en Rusia y China, donde se ha investigado la posibilidad de utilizar habilidades psíquicas en operaciones de inteligencia y seguridad. Aunque estos programas han generado interés, la falta de evidencia replicable ha llevado a que muchos sean descontinuados o considerados experimentos sin resultados concluyentes.

La relación del poder político y militar con las facultades paranormales data desde muy antiguo. Así, la historia del chamán Antarqui y su supuesta capacidad de viajar astralmente es parte de las leyendas que rodean la expedición de Túpac Yupanqui hacia Oceanía. Según algunos relatos, Antarqui habría utilizado sus habilidades para explorar espiritualmente las islas antes de que el inca emprendiera la travesía física. Túpac Yupanqui, príncipe heredero del Imperio Inca, habría recibido información sobre tierras lejanas a través de comerciantes que hablaban de las islas Auachumbi y Niñachumbi. Motivado por su espíritu explorador, organizó una expedición con cientos de embarcaciones y miles de hombres para cruzar el Pacífico. Aunque la veracidad de este viaje ha sido debatida, estudios recientes han demostrado que, con la tecnología naval de la época, la travesía era posible. La figura de Antarqui añade un elemento místico a la historia, vinculando la exploración con prácticas chamánicas y conocimientos ancestrales. Según algunas interpretaciones del mito de los hermanos Ayar, se les atribuyen habilidades extraordinarias que podrían considerarse poderes paranormales. Por ejemplo, se dice que Ayar Cachi tenía una fuerza descomunal y que, al ser encerrado en una cueva, su grito fue tan poderoso que sacudió la tierra y abrió montañas. Ayar Uchu, por otro lado, fue convertido en piedra tras desafiar a un ídolo sagrado, lo que sugiere una conexión con fuerzas sobrenaturales. Además, algunos relatos mencionan que Ayar Auca desarrolló alas y voló hacia la pampa del Sol antes de convertirse en piedra, lo que refuerza la idea de que estos personajes poseían habilidades más allá de lo humano. Estas narraciones han llevado a algunos investigadores, como Rodolfo Sánchez Garrafa, a sugerir que los hermanos Ayar eran sacerdotes con poderes chamánicos, lo que explicaría su papel en la fundación de Cuzco.

Otros relatos míticos también describen poderes sobrenaturales. En la mitología china, Sun Wukong, el legendario Rey Mono, nació de una piedra mágica que había absorbido la energía del cielo y la tierra. Desde su origen, poseía habilidades extraordinarias que lo hacían único entre los seres vivos: podía transformarse en cualquier criatura, viajar miles de kilómetros en un solo salto y manejar la energía vital a su voluntad. Movido por su ambición de alcanzar la inmortalidad, desafió a los dioses del Cielo, robó el elixir de la vida y el fruto sagrado del árbol de la inmortalidad, lo que lo llevó a enfrentarse al mismísimo Emperador de Jade. Su rebeldía lo convirtió en uno de los personajes más fascinantes de la mitología china, y su historia quedó inmortalizada en Viaje al Oeste, donde acompaña al monje Tang Sanzang en su travesía espiritual, enfrentándose a demonios y entidades sobrenaturales en el camino.

En la mitología hindú, se cuenta la historia de Surya, el dios del sol, cuya intensidad era tan abrumadora que su esposa, Sanjna, no podía soportarlo. Incapaz de convivir con su esposo, Sanjna decidió crear una copia perfecta de sí misma llamada Chhaya, que ocupó su lugar mientras ella escapaba a la Tierra transformada en una yegua. Surya, al descubrir su ausencia, descendió al mundo terrenal y, al hallar a Sanjna en su forma equina, adoptó también la apariencia de un caballo. De su unión nació Ashwini, un dios con habilidades sobrenaturales que más tarde se convertiría en el sanador divino de los dioses, conocido por su capacidad de restaurar la salud y la vitalidad con su toque. Este relato no solo refleja la interacción entre el mundo divino y el humano, sino que también destaca el poder de la transformación y la influencia de los dioses sobre la realidad. Ambas leyendas muestran personajes con habilidades paranormales que desafían las reglas naturales, ya sea a través de la magia, la voluntad divina o la conexión con fuerzas cósmicas.

La parapsicología, al intentar abordar los fenómenos paranormales con un enfoque científico, se ha enfrentado a dificultades metodológicas que han limitado su aceptación en la comunidad científica. Su apego a métodos positivistas ha llevado a que muchos de sus experimentos carezcan de replicabilidad y sean criticados por falta de rigor. Sin embargo, los relatos sobre experiencias paranormales y sobrenaturales continúan surgiendo en diferentes culturas y épocas, lo que sugiere que estos fenómenos siguen ocurriendo, independientemente de su validación científica. Algunos investigadores y filósofos sostienen que su comprensión requiere una aproximación más holística, integrando perspectivas espirituales y religiosas que permitan interpretar estos eventos desde un marco de significado y trascendencia. Esta postura plantea preguntas fundamentales sobre la naturaleza de la realidad y el papel de la ciencia en la exploración de lo inexplicable.

La ciencia, tal como se entiende en la actualidad, se basa en la observación empírica, la experimentación y la falsabilidad como criterios fundamentales para validar conocimientos. Su enfoque busca evitar interpretaciones subjetivas y garantizar que los resultados sean replicables. Sin embargo, algunos argumentan que este método deja fuera dimensiones de la experiencia humana, como la conciencia, los fenómenos espirituales y las vivencias subjetivas que no pueden ser fácilmente medidas o verificadas. Desde esta perspectiva, integrar enfoques más subjetivos podría ampliar el alcance de la ciencia y permitir una exploración más profunda de fenómenos que escapan a los límites de la observación estrictamente material. Por otro lado, aceptar que ciertos fenómenos pertenecen a un ámbito más filosófico y espiritual permitiría abordarlos desde marcos de significado distintos al científico, sin necesidad de forzar su estudio dentro de metodologías que quizá no les sean aplicables. Esta visión sostiene que la ciencia tiene sus propios límites y que no todo el conocimiento debe ser explicado con herramientas empíricas. En última instancia, la respuesta dependerá de cómo se conciba la relación entre ciencia y conocimiento.

La relación entre ciencia y conocimiento ha sido concebida de distintas maneras a lo largo de la historia. Aquí algunas perspectivas fundamentales:

1.      Ciencia como la única vía para el conocimiento (Positivismo): En esta visión, la ciencia es el único método válido para obtener conocimiento verdadero. Se basa en la observación, la experimentación y la falsabilidad, descartando todo aquello que no pueda ser medido o probado empíricamente.

2.     Ciencia como una forma de conocimiento entre muchas (Pluralismo epistemológico): Esta perspectiva reconoce que el conocimiento puede adquirirse a través de diversas vías, como la filosofía, la religión o la intuición. La ciencia es solo una de ellas, útil para comprender el mundo material, pero insuficiente para abordar cuestiones subjetivas o trascendentales.

3.     Ciencia como herramienta de aproximación progresiva a la verdad (Realismo científico): Se sostiene que el conocimiento científico evoluciona constantemente, refinando sus métodos y ajustando sus teorías para acercarse cada vez más a una comprensión verdadera de la realidad.

4.     Ciencia como construcción social (Constructivismo): Desde esta perspectiva, la ciencia no descubre verdades absolutas, sino que construye modelos de conocimiento basados en el contexto histórico, cultural y social en el que opera.

5.     Ciencia como revelación parcial del conocimiento total (Integracionismo espiritual-científico): Se argumenta que la ciencia es una herramienta útil, pero limitada, para comprender la realidad, y que debe complementarse con enfoques espirituales o filosóficos para obtener una visión más completa del conocimiento.

Cada una de estas concepciones plantea interrogantes sobre los límites de la ciencia y su papel en la construcción del conocimiento humano. No obstante, la realidad se manifiesta de múltiples formas y niveles, lo que implica que la ciencia es solo una herramienta dentro de un abanico más amplio de formas de conocimiento. Aunque el método científico es invaluable para la comprensión de lo empírico y lo verificable, no abarca por completo aspectos como la experiencia subjetiva, la intuición, la espiritualidad o el conocimiento simbólico presente en diversas tradiciones filosóficas y religiosas. Sin embargo, sostener esto no implica caer en el relativismo absoluto, donde todas las formas de conocimiento se consideran igualmente válidas sin criterios de evaluación. Más bien, se trata de reconocer que cada modelo de conocimiento tiene su propia lógica interna y su manera de interpretar el mundo. La ciencia es crucial para entender la dimensión material y cuantificable de la realidad, pero no necesariamente invalida otras formas de saber que operan en el terreno de lo vivencial, lo místico o lo trascendental. Este enfoque invita a un pluralismo epistemológico, donde la ciencia convive con otras formas de conocimiento sin que una excluya por completo a las demás.

Ahora bien, el pluralismo epistémico reconoce la existencia de múltiples formas de conocimiento sin caer en el anarquismo epistemológico propuesto por Paul Feyerabend. Mientras que el pluralismo busca integrar distintas perspectivas sin negar la validez de la ciencia, el anarquismo epistemológico de Feyerabend sostiene que no hay reglas metodológicas universales, llegando a afirmar que "todo vale" en la producción de conocimiento. El pluralismo epistémico sostiene que la ciencia es una herramienta valiosa, pero no la única forma legítima de conocer el mundo. Permite la coexistencia de enfoques filosóficos, espirituales y simbólicos sin necesidad de eliminarlos bajo criterios estrictamente científicos. En contraste, Feyerabend cuestiona la estructura misma de la ciencia y su pretensión de objetividad, llegando a proponer que el progreso del conocimiento ocurre de manera caótica y sin normas fijas. Por tanto, el pluralismo epistémico mantiene el rigor crítico, evitando una postura relativista extrema donde todas las formas de conocimiento tienen el mismo valor sin evaluación.

El pluralismo epistémico, al reconocer múltiples formas de conocimiento sin caer en el relativismo extremo, se alinea con el ontorrealismo filosófico, que sostiene que la realidad es objetiva y multifacética, y que puede ser abordada desde distintas perspectivas sin perder coherencia. Del mismo modo, esta visión permite una apertura hacia la filosofía de lo sobrenatural, pues admite que ciertos fenómenos pueden ser mejor comprendidos desde marcos conceptuales distintos al estrictamente científico. Si bien la ciencia estudia lo verificable, el conocimiento filosófico y espiritual aborda dimensiones de la realidad que no siempre pueden ser reducidas a parámetros medibles. Este enfoque invita a una integración del conocimiento, donde la ciencia, la metafísica y lo sobrenatural no se excluyen mutuamente, sino que pueden complementarse en la búsqueda de una comprensión más completa del mundo.

 

Referencias

Bunge, M. (1982). La ciencia: Su método y su filosofía. Siglo XXI Editores. / Feyerabend, P. (1974). Contra el método. Ariel, Barcelona. /Radin, D. (1997). The Conscious Universe: The Scientific Truth of Psychic Phenomena. HarperOne. /Rhine, J. B. (1953). New Frontiers of the Mind: The Story of the Duke Experiments. Farrar & Rinehart. /Sánchez Garrafa, R. (2020). Los Ayar – La Refundación del Centro del Mundo. Editorial Andina. /Stevenson, I. (2001). Children Who Remember Previous Lives: A Question of Reincarnation. McFarland & Company. /Del Busto, J. A. (2000). Túpac Yupanqui, descubridor de Oceanía. Editorial Brasa.

 

 

 

 

 

Capítulo 5

Los grandes teólogos y lo sobrenatural

 

 

 

 

Los grandes teólogos han abordado lo sobrenatural porque es un concepto esencial para la comprensión de la relación entre Dios y el mundo. Desde los primeros pensadores cristianos hasta los teólogos contemporáneos, lo sobrenatural ha sido visto como el ámbito en el que la gracia, la revelación y la trascendencia se manifiestan. Las razones fundamentales para abordar lo sobrenatural han sido: a. Naturaleza de la fe religiosa: La teología trata de explicar la experiencia religiosa, que suele incluir elementos que trascienden lo meramente natural. Los milagros, la revelación divina y la gracia requieren una reflexión profunda sobre cómo Dios actúa en la realidad; b. Interacción entre lo natural y lo divino: Pensadores como Santo Tomás de Aquino han tratado de definir cómo la naturaleza humana se relaciona con la gracia y cómo lo sobrenatural perfecciona lo natural sin destruirlo. Esta relación ha sido clave en la formulación de doctrinas teológicas; c. Desafíos filosóficos y científicos: Con el avance de la razón y la ciencia, los teólogos han tenido que responder a cuestionamientos sobre la existencia de lo sobrenatural, defendiendo su papel dentro de una visión coherente de la realidad; d. Influencia en la doctrina cristiana: Conceptos como la salvación, el pecado original y la vida eterna dependen de una comprensión de lo sobrenatural. Los teólogos han trabajado para definir sus límites y características dentro de las enseñanzas religiosas; e. Dimensión experiencial y mística: La espiritualidad y la mística han sido aspectos centrales de la tradición teológica. Muchos teólogos han abordado lo sobrenatural para explicar experiencias de unión con lo divino, visiones y revelaciones.

En definitiva, la teología no puede prescindir de lo sobrenatural, porque es un aspecto esencial de la búsqueda de Dios.

 

Exponentes

San Agustín de Hipona (354-430): En La ciudad de Dios, Agustín desarrolla la idea de la gracia como el vínculo entre lo divino y lo humano. Para él, la gracia es un don gratuito de Dios que permite la salvación, y lo sobrenatural se manifiesta en la acción divina sobre el mundo. Crítica: Su visión ha sido criticada por su fuerte énfasis en la predestinación, lo que ha llevado a debates sobre la libertad humana y la responsabilidad moral.

Santo Tomás de Aquino (1225-1274): En su pensamiento, la gracia y lo sobrenatural no anulan la naturaleza humana, sino que la perfeccionan. Su doctrina sostiene que la razón y la fe pueden coexistir, y que lo sobrenatural es accesible a través de la revelación divina. Crítica: Algunos han señalado que su enfoque racionalista puede reducir la dimensión mística de lo sobrenatural, subordinándolo a una estructura filosófica demasiado sistemática.

Henri de Lubac (1896-1991): En Surnaturel, argumenta que la naturaleza humana está orientada intrínsecamente hacia lo divino, y que la gracia no es un añadido externo, sino parte esencial del destino humano. Crítica: Su postura ha sido cuestionada por algunos teólogos que consideran que diluye la distinción entre lo natural y lo sobrenatural, afectando la doctrina tradicional sobre la gratuidad de la gracia.

Karl Rahner (1904-1984): Propone el concepto de existencial sobrenatural, según el cual todo ser humano está abierto a la gracia de Dios desde su propia estructura ontológica. Lo sobrenatural no es algo añadido, sino una dimensión constitutiva de la existencia humana. Crítica: Su enfoque ha sido criticado por su ambigüedad, ya que algunos consideran que su visión puede llevar a una interpretación demasiado inclusiva de la salvación, reduciendo la necesidad de la fe explícita.

Hans Urs von Balthasar (1905-1988): Su teología estética sostiene que la gloria de Dios se manifiesta en la belleza, y que lo sobrenatural se revela a través de la experiencia estética y la contemplación. Crítica: Se ha señalado que su énfasis en la estética puede hacer que la teología pierda su dimensión práctica y ética, enfocándose demasiado en la contemplación sin abordar suficientemente la acción moral.

Ricardo de Middleton (1882-1911) y Antonio Andrés: Se les atribuye la idea del deseo innato de visión beatífica, según la cual el ser humano tiene una inclinación natural hacia la contemplación de Dios, lo que fundamenta la existencia de lo sobrenatural como parte esencial de la vida humana. Crítica: Algunos han argumentado que esta postura puede llevar a una visión demasiado optimista de la naturaleza humana, minimizando la necesidad de la gracia para alcanzar la visión de Dios.

 

Clasificación

Aquí una clasificación de las posturas teológicas sobre lo sobrenatural según la ontología, la epistemología y la ética:

1. Ontología (naturaleza del ser y la realidad)

  • San Agustín de Hipona: Lo sobrenatural se manifiesta a través de la gracia divina, que transforma la naturaleza humana. La realidad está dividida entre la ciudad terrenal y la ciudad celestial.
  • Santo Tomás de Aquino: La naturaleza humana es perfeccionada por la gracia, sin ser anulada. Lo sobrenatural actúa como un complemento que eleva el orden natural.
  • Henri de Lubac: La naturaleza humana tiene una orientación intrínseca hacia lo sobrenatural; la gracia no es un añadido, sino una parte esencial del destino humano.
  • Karl Rahner: Lo sobrenatural está inscrito en la estructura ontológica del ser humano. Todo individuo posee una apertura natural a la gracia.
  • Hans Urs von Balthasar: Lo sobrenatural se manifiesta en la belleza y la gloria divina, revelando una dimensión estética de la realidad.
  • Ricardo de Middleton y Antonio Andrés: La naturaleza humana tiene un deseo innato de contemplación divina, lo que fundamenta la existencia de lo sobrenatural como parte esencial del ser.

2. Epistemología (modo de conocer lo sobrenatural)

  • San Agustín de Hipona: Lo sobrenatural se conoce mediante la fe y la revelación, superando los límites de la razón humana.
  • Santo Tomás de Aquino: La razón y la fe pueden coexistir. Lo sobrenatural es accesible a través de la revelación divina y el conocimiento racional.
  • Henri de Lubac: La experiencia religiosa y la orientación natural del ser humano permiten conocer lo sobrenatural.
  • Karl Rahner: El conocimiento de lo sobrenatural es un proceso existencial; la apertura a la gracia permite su comprensión progresiva.
  • Hans Urs von Balthasar: La belleza y la estética revelan lo sobrenatural; el arte y la contemplación son caminos de conocimiento.
  • Ricardo de Middleton y Antonio Andrés: El conocimiento de lo sobrenatural surge del deseo innato de visión beatífica, manifestado en la vida espiritual.

3. Ética (implicaciones morales del sobrenatural)

  • San Agustín de Hipona: La ética está determinada por la gracia; la ciudad de Dios representa la vida moral ideal.
  • Santo Tomás de Aquino: La moralidad humana es elevada por lo sobrenatural; las virtudes teologales guían la vida ética.
  • Henri de Lubac: La relación entre naturaleza y gracia implica un compromiso moral con el destino divino del ser humano.
  • Karl Rahner: La apertura al sobrenatural implica responsabilidad moral; la ética se construye sobre la aceptación de la gracia.
  • Hans Urs von Balthasar: La experiencia estética del sobrenatural tiene consecuencias morales, ya que la belleza revela la verdad y el bien.
  • Ricardo de Middleton y Antonio Andrés: La ética se fundamenta en el deseo de la visión beatífica, guiando la acción moral hacia la plenitud espiritual.

Este esquema muestra cómo cada teólogo ha abordado lo sobrenatural desde diversas perspectivas, con implicaciones en la ontología, la epistemología y la ética.

 

La Gloria Sobrenatural

La gloria sobrenatural se entiende como la manifestación suprema de la presencia y el esplendor divino, trascendiendo los límites de la realidad natural. En la teología cristiana, se asocia con la revelación de la majestad de Dios, su poder absoluto y su perfección infinita. Desde una perspectiva mística, la gloria sobrenatural no solo es un atributo de lo divino, sino también una experiencia transformadora para quienes la contemplan. Se manifiesta en visiones, milagros y estados de comunión espiritual profunda. Hans Urs von Balthasar, por ejemplo, la vincula con la teología estética, donde la belleza es un reflejo de la gloria divina. En términos bíblicos, la gloria sobrenatural se describe como una luz radiante, una energía que envuelve a los elegidos y un signo de la presencia de Dios en la historia. Se menciona en episodios como la Transfiguración de Cristo y la aparición de la Shekinah, la gloria visible de Dios en el Antiguo Testamento.

La gloria sobrenatural ha sido interpretada de diversas maneras a lo largo de la historia, especialmente en el ámbito teológico y espiritual. Aquí algunas de sus principales interpretaciones:

1.      Manifestación divina: En muchas tradiciones religiosas, la gloria sobrenatural se entiende como la presencia visible de Dios en el mundo. Se describe como una luz radiante, una energía transformadora o una intervención milagrosa que revela la majestad divina.

2.     Experiencia mística: Algunos teólogos y místicos han interpretado la gloria sobrenatural como un estado de unión con lo divino. En esta visión, la gloria no es solo un fenómeno externo, sino una vivencia interna que eleva el alma hacia lo trascendente.

3.     Dimensión estética: Hans Urs von Balthasar, por ejemplo, relaciona la gloria sobrenatural con la belleza divina. Según su teología estética, la gloria de Dios se manifiesta en la armonía, el arte y la contemplación de lo sublime.

4.     Intervención sobrenatural en la historia: En algunas interpretaciones, la gloria sobrenatural se manifiesta en eventos extraordinarios, como milagros, revelaciones o momentos de transformación espiritual colectiva.

 

Conclusión

La enseñanza fundamental que dejan los grandes teólogos sobre lo sobrenatural, la gracia y la gloria se puede sintetizar en tres puntos clave:

1.        Lo sobrenatural como manifestación de la acción divina: Desde San Agustín hasta Karl Rahner, los teólogos han argumentado que lo sobrenatural no es un concepto ajeno a la naturaleza humana, sino una dimensión que revela la presencia y acción de Dios en el mundo. Ya sea como intervención milagrosa, como parte de la estructura ontológica del ser humano, o como fuente de belleza y esplendor, lo sobrenatural es el medio a través del cual lo divino se comunica con la humanidad.

2.       La gracia como don transformador: La gracia no es solo una ayuda ocasional, sino el principio que perfecciona la naturaleza humana y la eleva hacia su destino último. Santo Tomás de Aquino enfatiza su papel en la perfección del ser, Henri de Lubac señala su relación con la vocación innata del hombre hacia lo divino, y San Agustín la presenta como el vínculo entre la humanidad y la ciudad de Dios. La gracia es vista como el camino por el cual el alma alcanza la comunión con lo eterno.

3.       La gloria como expresión de la plenitud divina: Hans Urs von Balthasar y otros pensadores han resaltado que la gloria es la manifestación visible de lo divino. Puede expresarse en la belleza, en la experiencia mística o en la revelación de la verdad suprema. La gloria sobrenatural es la culminación de la relación entre Dios y la creación, una revelación del esplendor divino que transforma al creyente.

En conjunto, estos teólogos han mostrado que lo sobrenatural, la gracia y la gloria no son conceptos aislados, sino dimensiones interconectadas de la experiencia religiosa. Lo sobrenatural es la manifestación del misterio divino, la gracia es el vínculo que permite participar de ese misterio, y la gloria es la expresión última de la presencia de Dios. Una reflexión filosófica de corte metafísico y teológico destaca la interconexión entre lo natural y lo sobrenatural en la experiencia religiosa. Se basa en la idea de participación ontológica, desarrollada por Santo Tomás de Aquino, según la cual el ser humano no solo existe en el mundo material, sino que participa del ser divino a través de la gracia. Desde una perspectiva fenomenológica, también se puede interpretar como una aproximación a la experiencia religiosa como encuentro con la trascendencia, donde la mística y la vivencia de lo sagrado se convierten en el culmen de la relación entre el creyente y lo divino El ontorrealismo busca integrar la realidad ontológica con la experiencia humana, lo que se relaciona directamente con la concepción de lo sobrenatural, la gracia y la gloria en la experiencia religiosa. Desde esta perspectiva, lo sobrenatural no es solo un concepto abstracto, sino una realidad ontológica que fundamenta la existencia. La gracia, en este marco, sería el vínculo que permite la participación en esa realidad, y la gloria, su manifestación última.

 

Referencias

Agustín de Hipona (426). La ciudad de Dios. Biblioteca de Autores Cristianos. /Tomás de Aquino (1265-1274). Summa Theologiae. Ediciones Sígueme. /Henri de Lubac (1946). Surnaturel: Études historiques. Aubier. /Karl Rahner (1966). El oyente de la palabra. Herder. /Hans Urs von Balthasar (1961). Gloria: Una estética teológica. Ediciones Encuentro. /Ricardo de Middleton (1909). The Natural Desire to See God. Oxford University Press. /Antonio Andrés (1910). La visión beatífica y el deseo innato. Editorial Teológica.

 

 

 

 

 

 

Capítulo 6

El materialismo y la negación del misterio

 

 

 

 

 

¿Es posible el conocimiento sin apertura a lo sobrenatural?

El conocimiento humano se ha desarrollado a partir de diversas fuentes: la observación empírica, el razonamiento lógico, la intuición y la revelación espiritual. Sin embargo, la pregunta sobre si el conocimiento puede existir sin apertura a lo sobrenatural depende de cómo se define la realidad y sus límites. Desde una perspectiva puramente materialista, el conocimiento se restringe a lo medible y verificable, excluyendo dimensiones trascendentes. Esta visión ha sido dominante en la ciencia moderna, donde la experimentación y la lógica son los pilares del saber.

No obstante, a lo largo de la historia, diversas tradiciones filosóficas y religiosas han argumentado que el conocimiento pleno requiere una apertura a lo sobrenatural. Pensadores como Santo Tomás de Aquino sostienen que la razón humana, aunque poderosa, necesita la revelación para alcanzar una comprensión más profunda del mundo y su propósito. La dimensión trascendental del conocimiento no solo ofrece respuestas a cuestiones metafísicas, sino que también enriquece la visión del ser humano sobre su existencia y destino.

Por otro lado, desde el ámbito de la fenomenología, algunos filósofos han señalado que la experiencia subjetiva es fundamental para la construcción del conocimiento. El pensamiento de Karl Rahner y Henri de Lubac, por ejemplo, sostiene que la estructura ontológica del ser humano está abierta a lo sobrenatural, lo que implica que la búsqueda de la verdad no puede excluir esta dimensión. La reducción del conocimiento a lo puramente material podría llevar a una visión incompleta de la realidad, limitando la exploración de ámbitos como la conciencia y la espiritualidad.

Karl Jaspers, filósofo existencialista, abordó la cuestión de lo sobrenatural desde su concepto de trascendencia. Para él, la existencia humana está marcada por situaciones límite, como la muerte, el sufrimiento y la culpa, que llevan al individuo a confrontar su propia finitud y a buscar un sentido más allá de lo puramente racional. Jaspers no rechazó lo sobrenatural de manera absoluta, pero sí cuestionó su exclusión sistemática en el pensamiento moderno. En su obra, defendió la idea de que la filosofía debe abrirse a la posibilidad de lo trascendente, sin caer en dogmatismos religiosos ni en reduccionismos científicos. Su enfoque sugiere que la negación de lo sobrenatural empobrece la comprensión de la existencia humana, ya que limita la exploración de dimensiones más profundas del ser.

Leonardo Polo aborda lo sobrenatural desde su antropología trascendental, distinguiéndolo de la dimensión natural y esencial del ser humano. Para Polo, lo sobrenatural no es simplemente un añadido externo a la existencia humana, sino una realidad que supera y perfecciona la naturaleza y la esencia del hombre. En su enfoque, Polo sostiene que la antropología filosófica puede tratar lo sobrenatural sin necesidad de recurrir exclusivamente a la teología o la mística. Su método permite describir la índole específica de lo sobrenatural, diferenciándolo de la estructura trascendental del ser humano. Además, Polo critica las posturas que niegan radicalmente la existencia de lo sobrenatural, como el idealismo hegeliano o el materialismo absoluto. Para él, la negación de lo sobrenatural empobrece la comprensión de la realidad humana, ya que limita el conocimiento a lo puramente racional y empírico.

No obstante, la consideración de lo sobrenatural en la filosofía de Leonardo Polo ha sido objeto de debate, especialmente dentro de su antropología trascendental. Las principales críticas a su enfoque: 1. Separación entre lo trascendental y lo sobrenatural: Polo distingue entre la dimensión trascendental del ser humano y lo sobrenatural, argumentando que este último no es simplemente una extensión de la naturaleza humana, sino algo que la supera y perfecciona. Algunos críticos consideran que esta separación es problemática, ya que podría implicar una visión dualista que dificulta la integración de lo sobrenatural en la existencia humana. 2. Dificultad para definir lo sobrenatural dentro de la filosofía: Aunque Polo sostiene que su método filosófico permite abordar lo sobrenatural sin recurrir a la teología o la mística, algunos estudiosos han señalado que su propuesta no logra establecer claramente los límites entre lo filosófico y lo teológico. Esto ha generado dudas sobre si su antropología trascendental realmente puede tratar lo sobrenatural sin depender de presupuestos religiosos. 3. Influencia del pensamiento tomista: Aunque Polo se inspira en Santo Tomás de Aquino, su interpretación del tomismo ha sido considerada heterodoxa por algunos filósofos. Su intento de ampliar la metafísica clásica ha generado debates sobre si realmente sigue la tradición tomista o si introduce elementos ajenos a ella, especialmente en su manera de abordar lo sobrenatural. 4. Posible reducción de lo sobrenatural a una estructura conceptual: Algunos críticos han señalado que la manera en que Polo trata lo sobrenatural dentro de su antropología trascendental podría reducirlo a una estructura conceptual, en lugar de reconocerlo como una realidad experiencial. Esto podría limitar la comprensión de lo sobrenatural como una dimensión viva y activa en la existencia humana.

Jean-Luc Marion, filósofo francés de orientación fenomenológica, ha abordado lo sobrenatural desde su concepto de fenómeno saturado. En su obra Étant donné (1997), Marion introduce la idea de que ciertos fenómenos exceden las condiciones de posibilidad impuestas por la razón y la percepción humana, lo que los convierte en fenómenos saturados. Desde esta perspectiva, lo sobrenatural no es simplemente un concepto teológico, sino una manifestación que desborda la capacidad del sujeto para comprenderlo plenamente. Marion argumenta que la donación de estos fenómenos no depende de la interpretación del sujeto, sino que se presentan con una intensidad que desafía cualquier intento de reducción racional. Además, Marion ha explorado la relación entre lo sobrenatural y la teología fenomenológica, defendiendo que la revelación divina puede ser entendida como un fenómeno saturado, es decir, como una experiencia que trasciende los límites de la percepción ordinaria. Su enfoque ha sido influyente en la filosofía contemporánea, especialmente en el diálogo entre fenomenología y teología. No obstante, Jean-Luc Marion ha recibido diversas críticas respecto a su concepción de lo sobrenatural dentro de su fenomenología de la donación. Las principales objeciones son: 1. Ambigüedad en la noción de "fenómeno saturado": Algunos críticos han señalado que su concepto de fenómeno saturado, que incluye lo sobrenatural como una manifestación que desborda la capacidad del sujeto para comprenderlo, es demasiado amplio y difícil de delimitar. Se ha argumentado que esta noción puede llevar a una interpretación subjetiva de lo sobrenatural, sin criterios claros para diferenciarlo de otros fenómenos. 2. Influencia teológica en su fenomenología: Marion ha sido acusado de introducir una dimensión teológica en su fenomenología, lo que ha generado debates sobre si su enfoque sigue siendo estrictamente filosófico o si cruza hacia el ámbito de la teología. Algunos críticos consideran que su énfasis en la revelación y la donación divina compromete la neutralidad de su método fenomenológico. 3. Problemas con la noción de donación: Su interpretación de la Gegebenheit (donación) ha sido cuestionada por filósofos como Dominique Janicaud y Jean Grondin, quienes sostienen que Marion exagera la autonomía del fenómeno, eliminando el papel del sujeto en la constitución de la experiencia. Esto ha llevado a críticas sobre si su fenomenología realmente ofrece una alternativa viable a la tradición husserliana. Dificultad para integrar su pensamiento en la fenomenología clásica: Aunque Marion se inspira en Heidegger y Husserl, algunos estudiosos han señalado que su propuesta no encaja fácilmente dentro de la fenomenología tradicional, lo que ha generado debates sobre la coherencia interna de su sistema filosófico

En conclusión, si bien el conocimiento basado en la razón y la ciencia es esencial, la exclusión de lo sobrenatural implica una limitación en la interpretación de la realidad. La apertura a lo trascendente permite una comprensión más amplia del ser humano, la moral y la existencia, reconociendo que la búsqueda de la verdad no puede agotarse en lo estrictamente material.

Para evitar las limitaciones de Leonardo Polo y Jean-Luc Marion en su concepción de lo sobrenatural, es necesario integrar un enfoque que reconozca la dimensión trascendental sin caer en reduccionismos epistemológicos ni en ambigüedades filosóficas. Algunas estrategias para superar sus restricciones incluyen:

1.        Evitar la separación rígida entre lo trascendental y lo sobrenatural (Crítica a Polo) Polo distingue entre la estructura trascendental del ser humano y lo sobrenatural como algo que lo perfecciona, pero esta separación podría generar una visión fragmentada de la relación entre lo humano y lo divino. Una solución sería adoptar una ontología integral, donde lo sobrenatural no sea un ámbito externo a la condición humana, sino una dimensión constitutiva que permite la plenitud del ser.

2.       Superar la ambigüedad del fenómeno saturado (Crítica a Marion) Marion introduce la idea de los fenómenos saturados como experiencias que desbordan la capacidad del sujeto para comprenderlos, lo que incluye la revelación y lo sobrenatural. Sin embargo, esta noción puede llevar a una visión subjetiva y difusa de lo sobrenatural. Para evitar esta limitación, se podría complementar su enfoque con una metafísica del don que no solo reconozca la donación del fenómeno, sino que también permita criterios objetivos para discernir su significado.

3.       Equilibrar fenomenología y metafísica Tanto Polo como Marion tratan de abordar lo sobrenatural desde perspectivas fenomenológicas o epistemológicas, pero podrían beneficiarse de una síntesis con la metafísica clásica. Integrar el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, permitiría una visión más estructurada de lo sobrenatural, evitando la dependencia exclusiva de la experiencia subjetiva.

4.       Reivindicar la experiencia humana de lo sobrenatural Para evitar la reducción de lo sobrenatural a un esquema conceptual (como en Polo) o a un fenómeno sin suficiente estructura (como en Marion), es importante considerar la experiencia viva del creyente, reconociendo cómo lo sobrenatural se manifiesta en la existencia concreta. Esto implicaría un enfoque más personalista, donde el diálogo entre razón, fe y experiencia sea el núcleo de la reflexión.

En conclusión, la clave para superar las limitaciones de Polo y Marion es integrar lo sobrenatural en una visión filosófica más holística, que no lo relegue al plano conceptual ni lo disuelva en la subjetividad, sino que lo reconozca como una dimensión real y activa de la existencia.

 

La modernidad y el rechazo de lo trascendente

La modernidad ha estado marcada por un énfasis en la razón, el progreso científico y el empirismo, lo que ha llevado a un rechazo sistemático de lo trascendente. Desde la Ilustración, la filosofía ha tendido a desligarse de los marcos religiosos, promoviendo un conocimiento basado exclusivamente en la observación y la prueba empírica. Este giro epistemológico permitió avances significativos en diversas áreas, como la física y la medicina, pero también redujo la percepción del misterio en la existencia humana.

Uno de los efectos del pensamiento moderno ha sido la tendencia a considerar la trascendencia como una construcción subjetiva sin fundamento en la realidad objetiva. Pensadores como Feuerbach y Nietzsche han interpretado lo sobrenatural como una proyección del ser humano, más que una dimensión real del universo. Esta visión, aunque influyente, ha sido criticada por su reduccionismo, ya que elimina aspectos fundamentales de la espiritualidad y la experiencia religiosa que han acompañado a la humanidad desde sus orígenes. La negación de lo trascendente también ha tenido implicaciones en el ámbito ético y social. Al eliminar la dimensión espiritual, la moral queda subordinada a principios puramente racionales o pragmáticos. Esto ha generado debates sobre si una sociedad puede sostener una ética sólida sin referencia a lo sobrenatural, ya que muchas tradiciones han basado sus principios morales en concepciones trascendentales del bien y la justicia. A pesar del predominio del pensamiento secular, en el siglo XX y XXI han surgido corrientes filosóficas que buscan reintegrar la trascendencia en el discurso moderno. Movimientos como el personalismo y el realismo metafísico han planteado que la negación absoluta de lo sobrenatural no solo empobrece la visión del ser humano, sino que también limita la comprensión de la realidad en su totalidad.

Mi filosofía ontorrealista permite una recuperar equilibrada de lo sobrenatural porque integra una visión objetiva y estructurada de la realidad, reconociendo que lo sobrenatural no es una mera construcción subjetiva, sino una dimensión legítima del ser. El ontorrealismo filosófico permite recuperar lo sobrenatural de manera equilibrada porque:

1.        Rechaza el reduccionismo materialista: No limita el conocimiento a lo puramente empírico, sino que admite la existencia de realidades que trascienden la medición científica.

2.       Integra lo sobrenatural dentro de la estructura ontológica del ser: En lugar de considerarlo como algo externo o añadido, lo comprende como una dimensión esencial de la existencia.

3.       Equilibra razón y trascendencia: Permite un diálogo entre filosofía y metafísica, asegurando que la apertura a lo sobrenatural no implique una negación del pensamiento racional.

4.       Rescata lo místico sin perder rigor filosófico: Lo sobrenatural se analiza con criterios ontológicos, evitando caer en interpretaciones puramente subjetivas o fideístas.

De esta manera, el ontorrealismo recupera una visión profunda de la realidad, donde lo sobrenatural no es un límite, sino un horizonte abierto hacia la plenitud del conocimiento y del ser. Hacia la plenitud del conocimiento y del ser, el ontorrealismo filosófico abre un horizonte donde lo sobrenatural no es un límite, sino una vía de profundización ontológica. La plenitud del conocimiento se alcanza cuando se reconoce que la realidad no puede reducirse a lo meramente material o conceptual, sino que incluye dimensiones trascendentales que enriquecen la comprensión del universo y de la existencia humana. Lo sobrenatural, lejos de ser una contradicción con la razón, la complementa y la expande, permitiendo un acceso más profundo a la verdad. Por otro lado, la plenitud del ser implica la realización integral del individuo, en la que lo ontológico y lo espiritual se encuentran en armonía. Al integrar lo sobrenatural dentro del marco ontorrealista, se reconoce que el ser humano no solo busca conocimiento, sino también plenitud existencial, lo que implica una apertura a la trascendencia como parte esencial de su desarrollo. Este enfoque permite superar las limitaciones del materialismo, el reduccionismo científico y los enfoques filosóficos que excluyen lo sobrenatural. El ser no está cerrado en sí mismo, sino abierto hacia un horizonte infinito, en el que el conocimiento y la gracia convergen en una visión más completa y profunda de la realidad.

 

Lo sobrenatural como resistencia al reduccionismo científico

El reduccionismo científico sostiene que toda la realidad puede explicarse en términos físicos, químicos y biológicos, sin necesidad de recurrir a conceptos como la gracia, lo místico o lo trascendental. Esta postura ha sido dominante en el desarrollo de la ciencia moderna, permitiendo descubrimientos extraordinarios en campos como la física cuántica y la neurociencia. Sin embargo, su aplicación excesiva ha generado críticas por su tendencia a excluir dimensiones de la experiencia humana que no pueden ser reducidas a lo material.

Uno de los principales argumentos contra el reduccionismo es que existen fenómenos que desafían la explicación científica convencional, como las experiencias cercanas a la muerte, la conciencia y ciertos relatos místicos. La negación sistemática de estas realidades ha llevado a algunos pensadores a defender la necesidad de un enfoque más abierto, que integre la dimensión sobrenatural en la interpretación del mundo. El pluralismo epistemológico sugiere que el conocimiento humano no debe limitarse solo a lo medible, sino que debe abarcar también lo subjetivo, lo espiritual y lo simbólico. Esto no implica un rechazo de la ciencia, sino una ampliación de sus horizontes para considerar explicaciones que no encajen dentro de los métodos empíricos tradicionales. De esta manera, lo sobrenatural actúa como una forma de resistencia ante la simplificación materialista, recordando que la realidad es más compleja que lo que la ciencia puede captar.

En conclusión, aunque la ciencia ha revolucionado el conocimiento humano, el reduccionismo no puede explicar por completo la totalidad de la existencia. Lo sobrenatural ofrece una alternativa para comprender aspectos de la realidad que van más allá de lo físico, proporcionando una visión más integral del universo y la condición humana. El ontorrealismo, con su pluralismo epistemológico, amplía la comprensión del conocimiento humano, reconociendo que la realidad no se reduce únicamente a lo que puede ser medido científicamente. Al integrar lo subjetivo, lo espiritual y lo simbólico, permite una visión más rica y profunda del ser y del universo. En lo subjetivo considera que no todo conocimiento es cuantificable; la experiencia individual, la intuición y la conciencia desempeñan un papel fundamental en la forma en que el ser humano interpreta la realidad. El ontorrealismo reconoce esta dimensión, evitando el reduccionismo empirista. En lo espiritual estima que la trascendencia y lo sobrenatural no son conceptos ajenos al conocimiento, sino realidades que han sido abordadas por la filosofía y la teología. En lugar de excluirlas, el ontorrealismo las integra como aspectos esenciales en la búsqueda de la verdad. Sobre lo simbólico considera que el lenguaje, los mitos, la estética y los valores poseen un significado profundo que trasciende lo meramente racional. La interpretación simbólica permite acceder a verdades que no pueden expresarse solo en términos científicos o lógicos. Este enfoque supera las limitaciones del materialismo y el racionalismo extremo, permitiendo una reconciliación entre razón y trascendencia.

El reduccionismo cientificista representa un daño profundo en los ámbitos metafísico, ontológico y ético, al limitar la comprensión de la realidad a lo estrictamente empírico y medible. Metafísicamente, niega la posibilidad de dimensiones trascendentes, reduciendo la existencia a meros fenómenos físicos y eliminando cualquier sentido de propósito o significado más allá de lo material. Ontológicamente, despoja a la realidad de su riqueza y profundidad, negando la existencia de entidades o principios que no puedan ser cuantificados, lo que empobrece la visión del ser y la existencia. Éticamente, al reducir la moral a meros procesos biológicos o sociales, socava la dignidad humana y la responsabilidad moral, eliminando la posibilidad de valores universales y dejando la ética a merced de interpretaciones pragmáticas o utilitaristas. Este enfoque, al excluir lo simbólico, lo espiritual y lo trascendente, limita la capacidad humana de acceder a verdades más profundas y de construir una visión integral del mundo.

 

Referencias

Tomás de Aquino (1265-1274). Summa Theologiae. Ediciones Sígueme. /Karl Jaspers (1932). Philosophie. Springer. /Henri de Lubac (1946). Surnaturel: Études historiques. Aubier. /Karl Rahner (1966). El oyente de la palabra. Herder. /Leonardo Polo (1999). Antropología trascendental. Eunsa. /Jean-Luc Marion (1997). Étant donné: Essai d’une phénoménologie de la donation. PUF. /Rubén Dri (2023). Ateísmo, Fe y Liberación: Mensaje Cristiano y Pensamiento de Marx. Biblos. /Flores Quelopana, Gustavo (2025) Ontorrealismo. Más allá de lo inmanente, camino hacia lo eterno. Lima: IIPCIAL.

 

 

 

Conclusión

¿Hacia una reconciliación entre razón

 y lo sobrenatural?

 

 

¿Lo sobrenatural es un límite o una vía de conocimiento?

A lo largo de la historia del pensamiento, lo sobrenatural ha sido visto tanto como un límite al conocimiento racional o como una vía de acceso a verdades más profundas. En la visión materialista y positivista, lo sobrenatural se presenta como un obstáculo, una barrera que impide el avance de la ciencia y la razón al introducir elementos no verificables empíricamente. Desde esta perspectiva, lo que no puede ser medido ni demostrado es considerado irrelevante para la construcción del conocimiento.

Sin embargo, en las tradiciones filosóficas y teológicas, lo sobrenatural ha sido entendido como una expansión del conocimiento, una dimensión que permite trascender los límites del pensamiento estrictamente racional. San Agustín y Santo Tomás de Aquino defendieron la idea de que la razón y la fe no son opuestas, sino complementarias. Para ellos, el conocimiento de lo sobrenatural no es irracional, sino una vía que permite comprender aspectos de la realidad que la ciencia no puede abordar por sí sola. El debate entre estas dos posturas plantea una pregunta crucial: ¿Debe el conocimiento humano limitarse a lo que puede ser demostrado por métodos científicos o debe abrirse a dimensiones espirituales y trascendentes? Movimientos filosóficos como el personalismo y la fenomenología han propuesto que el conocimiento humano es mucho más amplio que la lógica empírica, ya que la intuición, la experiencia subjetiva y la revelación también forman parte de la manera en que el ser humano comprende el mundo.

Pero el ontorrealismo también reconoce que la realidad no se agota en lo puramente material o racional, sino que se estructura en niveles ontológicos que incluyen lo trascendental y lo sobrenatural. A diferencia de otras corrientes, el ontorrealismo no solo integra la experiencia subjetiva y la intuición, sino que propone un marco ontológico donde lo sobrenatural es una dimensión legítima del ser, no un mero constructo interpretativo. Mientras la fenomenología enfatiza la aparición del fenómeno ante la conciencia y el personalismo destaca la dimensión subjetiva del ser humano, el ontorrealismo va más allá al estructurar la realidad como una totalidad donde lo inmanente y lo eterno convergen. Así, el ontorrealismo aporta un pluralismo epistemológico que supera las limitaciones del materialismo, del reduccionismo fenomenológico y de las posturas excesivamente racionalistas. Su enfoque permite una reconciliación entre razón y trascendencia, asegurando que el conocimiento humano se expande al considerar la apertura a lo absoluto y la donación del ser.

Desde la perspectiva del ontorrealismo, la definición de lo místico en Wittgenstein resulta problemática porque su enfoque lingüístico lo reduce a una experiencia subjetiva sin una referencia ontológica clara. En el Tractatus Logico-Philosophicus, Wittgenstein sostiene que lo místico es aquello que no puede expresarse con palabras, vinculándolo con el asombro ante la existencia del mundo. Sin embargo, esta concepción deja lo místico en un territorio ambiguo, sin una estructura ontológica que lo sustente. El ontorrealismo, en cambio, propone que lo sobrenatural y lo místico no son meras experiencias subjetivas, sino dimensiones reales del ser, integradas en una ontología que reconoce la trascendencia como parte legítima de la realidad. Mientras Wittgenstein limita lo místico a una vivencia inexpresable, el ontorrealismo lo incorpora como una vía de conocimiento, permitiendo una reconciliación entre razón y trascendencia.

En definitiva, lo sobrenatural no tiene por qué ser visto como un límite a la razón, sino como una dimensión complementaria que permite un acercamiento más completo a la verdad. Si la realidad es multifacética, la razón y la apertura a lo trascendente pueden coexistir sin que una excluya a la otra.

 

Pensamiento contemporáneo y la posibilidad de lo místico

En el pensamiento contemporáneo, la posibilidad de lo místico ha resurgido como un tema de reflexión en filosofía, neurociencia y teología. Durante el siglo XIX y XX, la influencia del racionalismo y el materialismo redujo la importancia de lo sobrenatural en la construcción del conocimiento. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha dado un giro hacia la revalorización de la experiencia mística como una parte legítima de la comprensión humana.

Filósofos como Karl Jaspers y Paul Ricoeur han explorado el papel de la trascendencia en la existencia humana, argumentando que el conocimiento no puede reducirse a lo puramente material. Asimismo, pensadores como Henri de Lubac han sostenido que el ser humano tiene una orientación innata hacia lo sobrenatural, lo que implica que la dimensión mística no es una anomalía, sino una parte esencial del desarrollo intelectual y espiritual. Desde la neurociencia, investigaciones sobre experiencias religiosas y estados alterados de conciencia han revelado que la percepción de lo místico y lo sobrenatural no es una simple ilusión, sino un fenómeno que tiene manifestaciones reales en la actividad cerebral. Esto ha generado un diálogo entre ciencia y espiritualidad, abriendo nuevas perspectivas sobre cómo integrar lo sobrenatural en la visión contemporánea del conocimiento.

El pensamiento actual también explora cómo la cultura y el arte han sido medios a través de los cuales lo místico y lo sobrenatural se han expresado a lo largo de la historia. Desde la música hasta la literatura, las manifestaciones de lo trascendental han influido en la forma en que la humanidad ha entendido su papel en el universo. La estética teológica de Hans Urs von Balthasar, por ejemplo, sostiene que la belleza es una vía legítima de acceso a lo divino, lo que refuerza la idea de que el conocimiento no es exclusivo de la racionalidad científica.

Es fascinante pensar en el posible retorno a una era donde la mística y lo sobrenatural ocupen un lugar central en la construcción del pensamiento humano. La evolución histórica muestra cómo cada época ha estado marcada por una concepción dominante del mundo, desde el cosmismo antiguo, la religiosidad medieval hasta el pragmatismo moderno, y ahora parece haber indicios de una nueva síntesis, donde la espiritualidad y la trascendencia se reconcilian con la realidad geopolítica y cultural contemporánea. El mundo multipolar, con su diversidad de tradiciones filosóficas y religiosas, desde la China hasta la India pasando por la Rusia ortodoxa, puede favorecer un aggiornamento de lo espiritual -siempre y cuando no se interponga un Armagedón nuclear- en el que distintas cosmovisiones dialoguen sin caer en dogmatismos cerrados. Esto abre la posibilidad de una visión del conocimiento menos reductora, donde lo simbólico, lo subjetivo y lo ontológico tienen su lugar junto a la ciencia y la racionalidad. Si esta transformación no se ve frustrada por conflictos globales o crisis de gran escala, el futuro podría ser testigo de un renacimiento del pensamiento místico, no como una vuelta acrítica al pasado, sino como una integración equilibrada entre lo eterno y lo contingente, lo infinito y lo finito.

 

Implicaciones filosóficas y existenciales

La reconciliación entre razón y sobrenatural tiene implicaciones profundas en la forma en que el ser humano interpreta su existencia y la realidad en su conjunto. Si aceptamos que el conocimiento no se limita a lo estrictamente empírico, entonces la realidad deja de ser una estructura cerrada y se convierte en un horizonte abierto, donde la razón, la intuición y la espiritualidad pueden interactuar en la búsqueda de significado.

Desde el punto de vista existencial, la apertura a lo sobrenatural tiene consecuencias en la manera en que el ser humano enfrenta cuestiones fundamentales como la muerte, el propósito de la vida y la moralidad. Si lo sobrenatural es real y significativo, entonces la existencia humana adquiere una dimensión trascendente que va más allá de la mera supervivencia biológica. La gracia y la gloria, como lo han desarrollado teólogos como Karl Rahner y Henri de Lubac, se convierten en principios que estructuran la vida en función de un propósito más elevado. En términos filosóficos, la reconciliación entre razón y sobrenatural implica una reconsideración del reduccionismo materialista. Movimientos como el realismo metafísico y el pluralismo epistemológico han propuesto que la realidad es más compleja de lo que los enfoques exclusivamente científicos pueden explicar. Esto no significa rechazar la razón, sino ampliar su alcance para incluir dimensiones de la experiencia humana que han sido marginadas por el pensamiento moderno.

Pero nada de esto invalida la escatología cristiana, que sigue siendo válida y no depende de las interpretaciones filosóficas o tendencias históricas. El tiempo del fin está en manos de Dios, como lo expresa claramente el Evangelio: "Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre" (Mateo 24:36). Las especulaciones sobre el futuro de la humanidad—ya sea desde una perspectiva política, cultural o filosófica—pueden ofrecer insights interesantes sobre cómo los tiempos pueden evolucionar. Sin embargo, desde el cristianismo, la esperanza escatológica no está sujeta a cálculos humanos, sino al designio divino. El hecho de que el mundo pueda entrar en una nueva era de espiritualidad no implica que la escatología pierda su vigencia; al contrario, sigue siendo la última palabra sobre el destino final. La historia sigue su curso, pero la revelación afirma que el cierre definitivo de los tiempos pertenece únicamente a Dios.

La escatología y el ontorrealismo convergen en su búsqueda de una comprensión profunda del ser y su destino final. Mientras la escatología cristiana aborda el cumplimiento último del tiempo y el propósito divino para la humanidad, el ontorrealismo estructura la realidad de manera que integra lo sobrenatural como una dimensión legítima del ser. El ontorrealismo reconoce que la realidad no se reduce únicamente a lo material o inmanente, sino que posee niveles ontológicos que incluyen la trascendencia. Esto permite que la escatología se comprenda no solo como una expectativa futura, sino como una dimensión presente del ser que orienta su existencia hacia lo eterno. La apertura a lo trascendental dentro del ontorrealismo implica que el fin de los tiempos no es solo un evento escatológico, sino un destino inscrito en la estructura del ser mismo. Asimismo, la escatología cristiana establece que el mundo camina hacia su consumación en Dios, lo que implica una visión teleológica de la historia y del ser humano. Desde el ontorrealismo, esto puede interpretarse como la culminación del proceso ontológico, donde lo inmanente se abre plenamente a lo trascendental sin perder su identidad. En este sentido, el ontorrealismo aporta un marco filosófico que respalda la posibilidad de una armonía entre razón, fe y lo sobrenatural, asegurando que el conocimiento y la estructura del ser estén orientados hacia la plenitud escatológica.

La relación entre ambos enfoques también permite superar las limitaciones del materialismo y del reduccionismo filosófico. Si el mundo es más que una mera sucesión de eventos físicos, la escatología no es simplemente un relato religioso, sino una clave ontológica que revela el sentido último de la realidad. El ontorrealismo, al integrar la trascendencia como parte esencial del ser, confirma que la escatología no es un concepto ajeno a la filosofía, sino una manifestación legítima del destino ontológico del hombre.

En conclusión, la reconciliación entre razón y sobrenatural no implica un conflicto, sino una integración. La razón sigue siendo una herramienta fundamental para el conocimiento, pero el reconocimiento de lo sobrenatural como parte de la realidad permite una comprensión más rica y completa de la existencia.

En este sentido, las implicancias filosóficas y existenciales del ontorrealismo abarcan tanto la comprensión del ser como su orientación hacia lo trascendente. Entre las implicancias filosóficas tenemos:

1.        Reconciliación entre razón y trascendencia: El ontorrealismo permite una integración equilibrada entre lo racional y lo sobrenatural, superando el reduccionismo materialista y el escepticismo extremo.

2.       Ontología abierta: En lugar de limitar la realidad a lo inmanente, el ontorrealismo reconoce niveles ontológicos que incluyen lo eterno y lo absoluto.

3.       Pluralismo epistemológico: La verdad no se alcanza solo a través de la ciencia o la lógica formal; la intuición, la experiencia y lo simbólico también forman parte del conocimiento legítimo.

4.       Superación del nihilismo: Al reconocer que el ser tiene una estructura trascendental, se evita la visión pesimista de la existencia propia del pensamiento posmoderno.

Implicancias existenciales:

1.        Apertura a lo sobrenatural: La existencia humana no está cerrada en sí misma, sino orientada hacia la trascendencia, lo que da sentido al ser y su destino.

2.       Plenitud ontológica: La vida no se reduce a lo meramente biológico o psicológico, sino que se realiza plenamente cuando el ser se abre a lo eterno.

3.       Fundamento ético sólido: Al reconocer lo sobrenatural como parte de la realidad, se establece una base ética más profunda que no depende solo de constructos socioculturales.

4.       Esperanza escatológica: El ontorrealismo permite pensar la existencia como una preparación hacia lo absoluto, dando dirección y propósito a la vida humana.

En conjunto, estas implicancias fortalecen una visión integral del ser, donde lo material y lo espiritual no están en conflicto, sino en armonía. En realidad, la reconciliación entre la razón y lo sobrenatural en esta vida siempre será parcial y excepcional, pues la naturaleza humana está limitada por su condición finita y por la influencia de la materia. Aunque la razón puede intuir y acercarse a lo trascendente, nunca podrá abarcarlo completamente, ya que lo sobrenatural trasciende los límites del pensamiento lógico y de la percepción sensorial. En este sentido, la experiencia mística y la fe permiten vislumbrar aspectos de lo divino, pero siempre de manera fragmentaria y condicionada por la realidad terrenal. En contraste, la reconciliación que se tendrá en la vida en el cielo y en gloria será mucho más plena, pues el ser humano participará de una realidad transformada, libre de las limitaciones del mundo material. Sin embargo, esta reconciliación nunca será total como en Dios, ya que la criatura, por su propia naturaleza, nunca podrá alcanzar la infinitud y perfección absoluta del Creador. La gloria celestial permitirá una comunión más profunda con lo divino, pero siempre dentro de los límites de la creaturalidad.

Este enfoque resalta la distinción ontológica entre Dios y sus criaturas: aunque el ser humano puede aspirar a la unión con lo sobrenatural, siempre habrá una diferencia esencial entre el Creador y lo creado. La plenitud de la reconciliación en la gloria será el máximo grado posible para el ser humano, pero sin llegar a la totalidad absoluta que solo pertenece a Dios. Así, la existencia encuentra su sentido en la búsqueda de esta unión, sabiendo que la perfección última solo reside en el Ser divino.

La creaturalidad no es un estado de separación absoluta, sino una condición que tiene un destino incluso en el seno de Dios. La existencia creada está llamada a participar de la gloria divina, pero siempre dentro de los límites de su propia naturaleza. Este reconocimiento es fundamental para comprender la relación entre el ser humano y lo trascendente: la criatura no se disuelve en Dios, sino que alcanza su plenitud en comunión con Él.

El Maligno, al no aceptar esta realidad, cayó en la desgracia de la rebelión. Su error fue querer igualarse a Dios, negando la diferencia ontológica entre el Creador y lo creado. En lugar de reconocer su lugar dentro del orden divino, buscó una autonomía absoluta, lo que lo llevó a la separación y la condena. Esta tragedia es una advertencia sobre los peligros del orgullo y la negación de la dependencia de Dios.

La enseñanza que se desprende de esto es clara: la creaturalidad no es una limitación negativa, sino una vocación hacia la participación en lo divino. La plenitud del ser no se encuentra en la autosuficiencia, sino en la apertura a la gracia y la gloria.

 

Referencias

 San Agustín (426). La ciudad de Dios. Biblioteca de Autores Cristianos. /Tomás de Aquino (1265-1274). Summa Theologiae. Ediciones Sígueme. /Karl Jaspers (1932). Philosophie. Springer. /Paul Ricoeur (1990). Soi-même comme un autre. Seuil. /Henri de Lubac (1946). Surnaturel: Études historiques. Aubier. /Hans Urs von Balthasar (1961). Gloria: Una estética teológica. Ediciones Encuentro. /Jean-Luc Marion (1997). Étant donné: Essai d’une phénoménologie de la donation. PUF. /Flores Quelopana, Gustavo (2025). Ontorrealismo. Más allá de lo inmanente, camino hacia lo eterno. Lima: IIPCIAL.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ÍNDICE

 

 

 

 

 

Prólogo

 

1. La tensión entre lo racional y lo sobrenatural

 

2. Fenómenos sobrenaturales: ¿excepción o evidencia?

 

3. El sobrenatural bajo la mirada filosófica

 

4. La parapsicología y la búsqueda científica de lo inexplicable

 

5. Los grandes teólogos y el sobrenatural (Exposición y Crítica)

 

6. El materialismo y la negación del misterio

 

Conclusión: ¿Hacia una reconciliación entre razón y sobrenatural?

 

 

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