LA MÍSTICA Y EL TIEMPO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
El restringir la realidad a lo que el
lenguaje puede describir, hacer que el lenguaje es el que revela la verdadera
realidad, concebir el lenguaje como el molde de la realidad, tiene su
fundamento en la nueva importancia del tiempo como clave de la filosofía
antiesencialista y antimetafísica contemporánea. El centro del filosofar
neonominalista es el tiempo, el cual no es comprendido desde la eternidad, sino
que la eternidad queda comprendida desde el poder creador del tiempo.
La filosofía neonominalista
contemporánea es temporalista, lo que la predispone a una incomprensión misma
de la eternidad, con su fundamento y dialéctica interna, donde el tiempo es parte del
cumplimiento escatológico de la eternidad.
Aquí no es el lugar
para discutir si la eternidad está más allá del tiempo, punto con el que
coincidimos, o si entre ambos existe un
abismo insalvable, con lo que discrepamos. Sólo nos limitamos a señalar que un
análisis fenomenológico del éxtasis místico nos lleva a reconocer la dimensión
de la eternidad donde el ser alimenta la verdad del sujeto, e ir más allá de la
dimensión temporalista donde el sujeto alimenta la verdad del ser.
No reconocer el
carácter cognoscitivo de la inexpresable experiencia mística resulta de un
punto de partida abstracto, restringido y trunco de la experiencia humana
restringida a lo meramente temporal, y la cual excluye ab initio la no coincidencia entre lenguaje y realidad.
La mística que
trasciende el tiempo completa nuestra experiencia y significa ante todo,
inevitablemente, completar el sentido de nuestra propia vida temporal y hacerla
inteligible ante el misterio supremo de la eternidad divina.
La mística para ser
inteligible no necesita expresarse en conceptos y en la forma de reflexión que
genera. Con la mística el sentido de la vida une la inmanencia con la
trascendencia, el tiempo y la eternidad y completa el sentido de lo finito de
estar plantado ante lo absoluto.
La mística produce
sentido significativo más allá de las palabras y el lenguaje, en un movimiento
que no va hacia la irracionalidad, sino que, por el contrario, completa la
trayectoria de la racionalidad yendo más allá de la temporalidad.
Si la experiencia
metafísica nos lleva a pensar sobre el origen y destino de lo finito, la
experiencia mística nos conduce a vivirla. La esencia y sentido de la mística
implica penetrar existencialmente en el sentido último de lo finito. No es
posible ninguna teoría inteligible de la mística si se la divorcia del contexto
de la eternidad, nuestro lugar en el cosmos de su infinitud, al hombre de su
contexto en la totalidad de las cosas temporales creadas.
Así como el problema
metafísico de reunir todos los fines del mundo sea una tarea imposible, pero no
es un sin sentido; de modo similar, conocer intemporal y extáticamente las
verdades divinas sin posibilidad de comunicación idiomática, tampoco es un sin
sentido. Porque es el problema que plantea la mística misma.
La filosofía griega
culminó con la identificación de la causa eficiente con la causa final, o sea
con la percepción de Dios como causa eficiente y final que hace al mundo
inteligible. Unidad dividida (Heráclito) o Unidad compacta (Parménides, Platón,
Aristóteles, Plotino), como hace ver Mariano Iberico (Perspectivas sobre el tema del tiempo, cap. I), es el tema de la
filosofía griega que culmina con la desvalorización del devenir. A lo cual
habría que completar diciendo que la irrupción de la tradición judeo-cristiana
en la filosofía occidental concede importancia a la creación y al devenir, a la
historia insertada en lo escatológico.
Y el sentido de la
mística deja de ser solamente de ascensión hacia lo eterno y divino por
esfuerzo personal, como lo fue en el paganismo, sino que viene a ser ahora de
descenso hacia lo finito y temporal por amor de la gracia de Dios.
Si Kant
expresó que el concepto de libertad amplía la razón más allá de los límites
teóricos de la naturaleza y da esperanza en lo suprasensible, de modo similar
es posible afirmar que el concepto de lo inexpresable místico eleva la razón
hasta lo supremamente real, intemporal y da firmeza en el amor superabundante
del ser supremo.
El
tiempo en la experiencia extática se suspende, siendo el fenómeno místico
expresión no del anhelo de eternidad, de plenitud o de ser, sino de un amor
intenso, profundo y sincero a Dios y a su creación. La suspensión temporal en
el éxtasis místico tiene que ver tanto con su dimensión objetiva (orden en la
medición del movimiento), subjetiva (intuición del movimiento por el alma) y
estructura de posibilidad (capacidad de elegirse el existente como, proyecto).
Esta triple suspensión del tiempo en el éxtasis místico explica su carácter de suspensión extática, donde si el tiempo
es el ámbito donde discurren los objetos finitos, en cambio la eternidad es el
ámbito de la inmovilidad completa y la eviternidad es el lugar de la
inmovilidad esencial con movilidad accidental. La suspensión extática del
éxtasis místico no acontece en la eternidad, pues sólo Dios es eterno, tampoco
en el tiempo, donde es el reino de la movilidad completa, sino que discurre en
la eviternidad.
Incluso
es posible afirmar, recogiendo el concepto de San Agustín, que la mística es un
futurible en Dios, o suceso que nunca se dará a todos, pero que se daría si se
hubieran cumplido ciertas condiciones. Y esto es así porque Dios ve a todas sus
criaturas en su realidad y posibilidad. Lo hipotético también está presente en
la mente divina.
Efectivamente,
en el éxtasis se sale del tiempo, de la movilidad completa, sólo se conserva
una movilidad accidental de los sentidos materiales, y se participa con los
sentidos espirituales de la simultaneidad del antes y después de los Espíritus
puros. Situación que también se suele decir que se experimenta en la meditación
zen, sufí, yoga y en ciertas experiencias paranormales.
Sin
embargo, la diferencia entre éstos y la mística cristiana, es que mientras en
los primeros se trata de fenómenos psíquicos, en la segunda se trata de un
fenómeno provocado por Dios mismo.
Lima, Salamanca 18 de Febrero 2014
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