Moody entiende bien que los testimonios recogidos llevan a pensar que la vida prosigue después de la muerte y que son muchas las personas declaradas clínicamente muertas las que han vivido ese trance. Pero al mismo tiempo admite que su libro no es un estudio científico, ni que presenta una "prueba" de que hay vida después de la muerte. Se niega a sacar conclusiones en ese sentido, y afirma que ni intenta construir una teoría.
Sólo presenta informes significativos con el propósito de descubrir un medio para interpretarlas. La imposibilidad de construir una prueba se debe al pensamiento naturalista, cientificista, materialista y lógico actual.
Pero admite que se trata de hechos asombrosos que no son subjetivos sino universales, que hay algo muy real que indica que la mente, espíritu o alma puede existir separada del cuerpo, y que se trata de experiencias con repercusiones profundas en las personas que lo vivieron.
Afirma que las experiencias cercanas a la muerte no son sueños ni fantasías, sino episodios reales de categorías diferentes. Los casos de laboratorio de aislamiento no explican las experiencias cercanas a la muerte. No se trata de mentiras del consciente, ni de embellecimiento del inconsciente. Las alucinaciones autoscópicas -verse uno mismo como fantasma- son un enigma neurológico que no explican las experiencias de sobrevivencia de la muerte. Las drogas psicoactivas del chamanismo son también un camino para obtener experiencias de otras dimensiones. Finalmente, la experiencia no puede ser demoníaca porque la persona retorna a la vida decidida a actuar bien.
Es decir, las entradas a otras esferas de conciencia y de la realidad son variadas: 1. experiencias de muerte clínica, 2. drogas psicoactivas, 3. meditación mística, 4. aislamiento.
Es verdad, que no hay definición científica unánime sobre la muerte. Pero no se puede negar que hay un "punto de no retorno". No obstante, la experiencia de la muerte no se relaciona con una función biológica residual.
Es muy significativo que, si bien los testimonios no hablan del Cielo ni del Infierno, sin embargo, los suicidas que volvieron a la vida de un lugar horrible donde les espera un castigo grave. Para el caso de la reencarnación afirma que existe otra técnica investigativa, conocida como regresión hipnótica lejana.
Las coincidencias con la Biblia, el Libro Tibetano de los muertos, Platón y Swedenborg sin haberlos leído, indican que se trata de una experiencia real, que no es un invento de la mente sino un hecho que concierne a la realidad.
De las 15 características que presenta la experiencia de la muerte sobresalen -aunque ningún testimonio es idéntico a otro-: se ven fuera del cuerpo; oyen y ven lo que sucede, pero no son vistos ni oídos; van hacia un túnel largo y oscuro; al final del túnel divisan una luz; la luz se presenta como un ser luminoso (Cristo, ángeles, en otros casos son familiares y amigos fallecidos); perciben un límite; se les dice que deben regresar; se reúnen con su cuerpo y reviven.
Las experiencias de muerte física o vida más allá de la muerte niegan que la muerte sea una aniquilación (visión materialista) sino una supervivencia (visión espiritualista). Moody insiste que su libro no es una prueba, ni una demostración, es un libro acientífico, sino que es la presentación de un enigma que persiste en la ciencia.
Una acotación personal que no es del agrado de los ufólatras, es que los testimonios no ven en ningún caso extraterrestres, sino seres de luz.
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