SERES INTERMEDIOS
PERO NO INTERMEDIARIOS
Una reflexión teológica sobre entidades liminales en el imaginario espiritual andino y universal
Resumen
Este ensayo explora la noción de seres ontológicamente intermedios presentes en diversas tradiciones espirituales, especialmente en el imaginario andino y en culturas antiguas que hablan de dioses civilizadores venidos del cielo. A través de una lectura teológica cristiana, se distingue entre entidades que actúan como mediadores legítimos entre Dios y el hombre, y aquellas que simplemente existen en zonas liminales del orden creado, sin función redentora ni intercesora. El texto propone una ontología más matizada que reconoce la existencia espiritual sin atribuir divinidad, y advierte sobre los riesgos del culto a entidades ambiguas. Se integran referencias bíblicas y patrísticas para sustentar el discernimiento espiritual y la centralidad de Cristo como único mediador.
Palabras clave
Ontología intermedia · Mediación espiritual · Teología cristiana · Dioses civilizadores · Muki y Apu · Discernimiento espiritual · Patrística · Sincretismo religioso · Cosmología andina · Ángeles caídos
1. Introducción
La historia religiosa de la humanidad está poblada por entidades que desafían las categorías tradicionales de lo divino y lo demoníaco. En los Andes, figuras como el Muki y el Apu han sido interpretadas como presencias tutelares, protectores de la tierra, o incluso como manifestaciones de lo sagrado. En otras culturas, los llamados dioses civilizadores venidos del cielo —como Viracocha, Quetzalcóatl o los Anunnaki— han sido considerados portadores de orden, sabiduría y tecnología. Este ensayo propone una lectura teológica y ontológica de estas entidades, no como mediadores entre Dios y el hombre, sino como seres ontológicamente intermedios: entidades que habitan zonas liminales entre lo divino y lo caído, entre el cielo y el abismo, sin ocupar el rol de intermediarios legítimos.
2. El problema teológico del culto a entidades no divinas
Desde la perspectiva cristiana, toda adoración, súplica y reverencia debe dirigirse exclusivamente al Dios revelado en Jesucristo. La práctica de hacer pagos, ofrendas o rituales a entidades como el Muki o el Apu, aunque profundamente arraigada en la tradición cultural andina, plantea un conflicto espiritual: se reconoce a estas entidades un poder que no les corresponde ontológicamente. La Iglesia no niega la experiencia de quienes afirman haber tenido encuentros con estas presencias, pero sí advierte sobre el riesgo de atribuirles funciones que sólo pertenecen a Dios o a sus enviados legítimos.
“Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).
San Ireneo de Lyon, en Contra las herejías, advierte:
“Los que se apartan de la verdad, aunque parezcan sabios, no conocen a Dios, y por eso se extravían en la multiplicidad de los poderes invisibles.”
3. Ontología intermedia: más allá del dualismo clásico
La teología cristiana ha tendido a dividir el mundo espiritual en dos grandes categorías: los seres que sirven a Dios (ángeles, santos) y los que se oponen a Él (demonios, espíritus impuros). Sin embargo, esta clasificación no contempla la posibilidad de entidades que no encajen plenamente en ninguna de estas dos categorías. Aquí se propone la noción de seres ontológicamente intermedios: entidades que no son mediadores legítimos entre Dios y el hombre —como lo es Cristo, único puente entre lo divino y lo humano— sino que simplemente existen en zonas intermedias del cielo y del infierno. No interceden, no redimen, no conducen al Padre. Su función no es la de intermediarios, sino la de habitantes de márgenes ontológicos, regiones liminales donde la luz y la sombra se entrelazan, donde lo creado y lo caído conviven sin resolución.
San Gregorio Nacianceno, en su Oración Teológica, afirma:
“No todo lo que es espiritual es santo, ni todo lo que es invisible es divino.”
4. Los dioses civilizadores venidos del cielo
En muchas culturas antiguas, se registra la presencia de seres que descienden del cielo para enseñar, fundar ciudades, transmitir conocimientos y establecer orden. Viracocha en los Andes, Quetzalcóatl en Mesoamérica, los Anunnaki en Mesopotamia, los Nommo en África: todos comparten el patrón de ser entidades no humanas que interactúan con la humanidad en momentos fundacionales. Aunque no se presentan como salvadores, sí como maestros. Desde la teología cristiana, estas figuras no pueden ser consideradas divinas ni mediadoras. Su origen es incierto, su intención ambigua, y su efecto espiritual requiere discernimiento.
San Agustín, en La Ciudad de Dios, advierte:
“Los demonios pueden enseñar cosas útiles, pero lo hacen para seducir, no para salvar.”
5. Discernimiento espiritual y redención
El cristiano está llamado a discernir, no a negar simplistamente. La existencia de seres intermedios no implica su legitimidad espiritual. Aunque puedan manifestarse con poder, belleza o sabiduría, no deben ocupar el lugar de Dios ni ser objeto de culto. Todo lo que no conduce a Cristo, aunque fascine, puede ser una trampa. Sin embargo, incluso estas entidades, si existen, están llamadas a la redención. Todo lo creado, incluso lo caído, puede ser restaurado. Pero para ello, debe ser iluminado por la verdad revelada.
“No creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” (1 Juan 4:1).
San Antonio Abad enseñaba:
“El demonio se disfraza de ángel de luz, y por eso el monje debe tener el corazón vigilante y la mente sobria.”
6. Conclusión
La noción de seres intermedios pero no intermediarios permite una lectura más matizada del mundo espiritual. Reconoce la complejidad ontológica de ciertas entidades presentes en el imaginario religioso sin atribuirles funciones que sólo pertenecen a Dios. Esta distinción es crucial para evitar el sincretismo, el relativismo espiritual y la confusión teológica. El cristiano, en diálogo con las culturas, debe aprender a discernir lo que es símbolo, lo que es sombra, y lo que puede ser luz. Porque en los márgenes del ser, también se libra la batalla por la verdad.
7. Epílogo
Este ensayo no pretende clausurar el misterio, sino abrirlo. En los Andes, como en tantas otras geografías espirituales, hay voces que susurran desde los bordes del cielo y del abismo. El cristiano no debe temerlas, pero tampoco adorarlas. Debe escucharlas con el oído del Espíritu, para que lo que hoy es sombra, mañana pueda ser luz. Porque incluso en los márgenes, Dios puede hablar. Pero sólo en Cristo, esa voz se convierte en Palabra.
8. Bibliografía
Agustín de Hipona. (2000). La ciudad de Dios (Vol. I–II). BAC. Antonio Abad. (2010). Dichos y enseñanzas. Monte Carmelo. Biblia de Jerusalén. (2009). Ediciones Cristiandad. Gregorio Nacianceno. (1998). Oraciones teológicas. Ciudad Nueva. Ireneo de Lyon. (1995). Contra las herejías. Paulinas. Juan Pablo II. (1994). Cruzando el umbral de la esperanza. Plaza & Janés. Pablo de Tarso. (ca. 60 d.C.). Cartas Pastorales. Nuevo Testamento. Rahner, K. (1976). Tratado fundamental sobre la fe. Herder. Ratzinger, J. (2005). Introducción al cristianismo. Sígueme. Ricoeur, P. (1995). La simbólica del mal. Trotta. Tillich, P. (1985). Teología sistemática. Cristiandad.
KIKO ALVAREZ VITA
ResponderEliminarInteresante, creo que estás haciendo una teología de los seres intermedios, no niegas su existencia, pero tampoco son intermediarios entre Dios y el hombre, están en otra categoría. Es la primera vez que veo un enfoque como este.