sábado, 21 de julio de 2012

ANTENOR ORREGO PROFETISMO Y UTOPISMO NO CIENTISTA

ANTENOR ORREGO
 PROFETISMO Y UTOPISMO NO CIENTISTA
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
 

Antenor Orrego no fue un sabio acrisolado al estilo de Confucio, ni un místico sumido en la meditación como Buda, fue más bien una figura radicalmente profética, caracterizada por una espiritualidad de extraordinaria intensidad.
Un gran pensador, a su manera, fue un filósofo perfectamente coherente pero no un filósofo sistemático que nos dejara un sistema doctrinal perfectamente acabado y libre de contradicciones. No fue un erudito apartado del mundo, que desarrollara una problemática filosófica abstracta de fe y obras.
A él se podría aplicar perfectamente las palabras de Pablo en los Hechos de los Apóstoles: “He soportado más penalidades, he estado mas veces en prisión, me han dado más azotes, muchas veces estuve en peligro de muerte... He hecho muchos viajes, he cruzado peligrosos ríos, peligros de salteadores, peligros de los de mi pueblo, peligros de gentiles, peligros de ciudad, peligros en despoblado, peligros de mar, peligros entre falsos hermanos”.
La vena profética de Orrego no sigue un enfoque reflexivo y temático, sino que la misma fue un proyecto vital; su grandeza se mide así como resultado de cómo resplandece en su obra la autenticidad de una vida que vivió de cara tanto a la historia, como a la eternidad.
Sin embargo, ¿hay mesianismo en su pensamiento? ¿si lo hubiera, cómo entenderlo en relación con su profetismo? ¿no fue mas bien un utopista? ¿Guardará su pensamiento relación con el milenarismo?.
En realidad, esto es todo un tema que ocuparía un estudio aparte; por lo cual aquí sólo dejaré apuntadas unas cuantas ideas. Conocido es, por ejemplo, cómo el pensamiento iluminista, profético y apocalíptico de Joaquín De Fiore(fallecido en 1202), influyó sobre algunos cronistas de la Conquista de América, con su doctrina de las tres edades del mundo: la edad del padre o del Antiguo Testamento, la edad del Hijo o del Nuevo Testamento, y la edad del Espíritu Santo o monacal y espiritual; haciéndolos pensar que lo que estaba ocurriendo en la Conquista del Nuevo Mundo pertenecía a la edad del Espíritu Santo. Un eco lejano de la profecía iluminista de joaquinismo se puede establecer en Orrego, cuando en vez de la edad del espíritu santo el predice la edad del humanismo americano para en nuevo mundo.
Su profetismo encierra esa confianza mesiánica en un proceso bienhechor que se espera. Pero tratase de un proceso que ha de plasmar una idea o proyecto hermoso pero realizable, en ese sentido no es utópico para él el humanismo americano que prevé. No obstante hay vínculos con el tema de la Ciudad Radiante común al utopismo y al milenarismo. Y es que él, después de todo, es un pensador occidental, que nace de una doble raíz externa: semítica o judeocristiana, de la que hereda la noción de progreso, creación y libertad individual; y grecorromana o indoeuropea, de la que recibe el racionalismo y la visión cíclica de la historia. Pero a su vez cuenta con la presencia de una raíz interna: el mestizaje entre lo indígena y lo hispánico, de la que absorbe un alma dividida que añora su integración.
El humanismo americano de Orrego, en este sentido, no está al margen del dilema de los tiempos modernos entre la revolución milenarista, que busca la revolución de los pobres y el progreso, y la utopía cientista, que supone el regreso a la quietud protectora del seno materno y el eterno presente. Pero él fue consciente de que ambos ponen en peligro la libertad del individuo.
Si la utopía es el símbolo onírico de retornar al protector útero materno, el milenarismo es el avance hacia la   dictadura  del   pueblo, la utopía es un sueño de refugio y la utopía científica mezcla está calma con la noción de progreso del milenarismo. En este sentido, lo que tranquiliza al hombre secularizado de hoy no es la religión sino la ciencia, aún bajo peligro de sacrificar su tranquilidad. En el marxismo hay la utopía de las leyes justas, y a la vez el milenarismo del reino de los pobres.
Orrego no es un milenarista porque cree que más allá de cualquier configuración histórica del Espíritu, incluso del humanismo americano, está en primer lugar el reino de la felicidad infinita del espíritu finito por la presencia de Dios en la conciencia del hombre. No abraza por tanto un utopismo cientista que pone incienso en el altar de la ciencia ni cree en la perennidad de la felicidad presente en este mundo. Pero tampoco es un milenarista de viejo cuño, que rechace la necesidad de construir en la tierra la Ciudad del Sol; lo que no admite es el peligro totalitario de cualquier teocentrismo ó antropocentrismo, por ello, justamente su metafísica resucita – sin quererlo – la síntesis realista del tomismo entre lo inmanente y lo trascendente, evitando caer en una metafísica inmanentista atea del existencialismo tanto sartreano como heideggeriano, y la chatura neopositivista que hiperboliza lo experimental y lo sensible.
            Su metafísica se basa en una filosofía equilibrada que no rechaza la ciencia, confía en la razón sin desconocer sus límites y subraya la responsabilidad social del hombre sin olvidar que su fin último es la vida sobrenatural y la visión de Dios.
Lima, Salamanca 21 de Julio 2012

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