viernes, 5 de enero de 2024

NOTA NECROLÓGICA

 

El Dr. Carlos Alvarado de Piérola (1944-2023/79) ha fallecido. Q.E.P.D. Nunca fue mi profesor, mi profesor de Historia de la ciencia en San Marcos era el Dr. Julio Sanz. Pero tuve la suerte que fuera algo mejor que ello, a saber, fuimos amigos a pesar de la distancia generacional que nos separaba. A Carlos le distinguía la amabilidad y el respeto de las opiniones ajenas. Jamás lo oí abusando de dicterios y adjetivos contra el que discrepaba de sus posturas. Confrontamos varias veces en privado nuestras contrapuestas posiciones filosóficas, siempre con gran respeto y placer mutuo. Observé que gustaba reflexionar sobre objeciones a su cientificismo y ateísmo. Cierta vez enfermó gravemente y estuvo a punto de morir, luego se recuperó. Al poco tiempo conversamos sobre la vida, la muerte, el alma, la inmortalidad y Dios. Lo entrevisté en librosperuanos.com por ocasión de su libro de Epistemología. Siempre se mostró decente en la obra, el pensamiento y la vida. Nunca se mostró arrogante ni ofensivo. Se deleitaba con la conversación alturada e inteligente. Publicó poco y siempre con modestia reconocía que sus obras eran divulgativas. En 2019 tuve la sorpresa de que él me propusiera como presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, y así fue. Era gran admirador de Popper y seguidor de Bunge. No era positivista al estilo comteano sino bungeano. Declarado cientificista, materialista y ateo. Fundó la Asociación Peruana de Historia de la Ciencia (2010). Falleció convencido de que el mundo necesita de más ciencia. Mi amigo, el destacado filósofo trujillano Víctor Baltodano, recogió su legado en su libro Filosofía de las ciencias (2010). Por mi parte, reitero el punto central de nuestras discrepancias: en ningún otro lugar se muestra más claro el desequilibrio espiritual que padece nuestro tiempo que en la absolutización de la importancia de la ciencia en desmedro de las humanidades. Y esa es la causa de la pérdida del sentido de la vida y el extravío del sentido moral en el mundo actual. No hay solución civilizatoria sin marchar hacia una nueva síntesis metafísica entre lo inmanente y lo trascedente.

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