CAPITALISMO Y TEMPLOS DEL DIVERSIONISMO SOCIAL
Gustavo Flores Quelopana
Pan y Circo entre los romanos, Gimnasios y Futbol en el capitalismo del siglo XXI. La relación entre capitalismo y deporte, especialmente el futbol como deporte de masas, tiene una importancia central como dominio de las conciencia de la población para evitar la lucha de clases.
La bibliografía sobre futbol es abundante, aunque más escasa lo es la que lo examina como fenómeno social y cultural. Entre éstos destacan el de Eduardo Galeano, "Futbol a sol y sombra"; Dante Panzeri, "Futbol, dinámica de lo impensado"; Manuel Vázquez Montalbán, "Futbol: una religión en busca de un Dios"; Mark Perryman, "La filosofía del futbol: entre patadas y pensamientos"; Manuel Sergio, "Filosofía del futbol"; Simon Kuper, "Futbol contra el enemigo: Un fascinante viaje alrededor del mundo en busca de los vínculos entre el futbol, el poder y la cultura"; Mario Alessandro Curleto, "Futbol y poder en la URSS de Stalin"; Jorge Valdano, "Futbol: el juego infinito. El nuevo futbol como símbolo de la globalización"; Juan Villoro, "Dios es redondo", y la lista es más extensa aún.
Sin duda, el futbol se convirtió en una poderosa fuerza distractora de la conciencia de clase. A diferencia del brutal capitalismo salvaje de los siglos anteriores, el capital del siglo veinte, al convertir en fuerza de trabajo a toda la población, se percató que es bueno para la valorización del capital santificar el cuerpo con el deporte y la conciencia con la religión.
El catolicismo trató de sacudirse de ese lastre mediante la teología de la liberación, pero fue sofocada. Es más, ante el nuevo panorama de la extinción del empleo desde el siglo XXI, ante el avance de la tecnología, el capital intensifica las competiciones deportivas a nivel global por razones objetivas -reditúa inmensas ganancias en apuestas globales- y subjetivas -permite el control social de las masas-.
Sin duda, el capital ha tenido éxito aislando las protestas de los desempleados, obreros y haciendo que la lucha de clases la vayan ganando los ricos contra los pobres.
La pasión desenfrenada que desata este deporte es un sustituto de lo que Martin Buber llama el "eclipse de Dios" y de lo que Alfred Müller-Armack denominó "el siglo sin Dios". No se trata solamente de ceguera espiritual, sino que el hombre no puede vivir sin confesión religiosa, sin el acto de trascendencia. El mundo secularizado genera ídolos baconianos, y uno de los más importantes es el futbol.
Los grandes servicios que presta esta pasión a las dictaduras y a los poderes de turno ha sido ilustrado por Duncan Shaw en su libro "Futbol y franquismo", Carlos Fernández Santander en su obra "El futbol durante la guerra civil y el franquismo", Ricardo Angoso en "Rafael Videla se confiesa. La historia jamás contada de un periodo turbulento", o el de José Antonio Lladós con el texto "El circo de los pueblos. Cómo dictadores, narcos, políticos y empresarios consiguieron poder a través del futbol".
La escandalosa derrota de Perú -que venía haciendo brillantes partidos- ante Argentina, en el Mundial de Argentina 78, previa visita del dictador Videla en los camerinos Perú, el extraño comportamiento del dictador peruano de entonces, el general Francisco Morales Bermúdez -hoy condenado en ausencia por la justicia italiana a cadena perpetua por el Caso Cóndor-, la extraña llegada de carne argentina al puerto del Callao, y toda una serie de acontecimientos extraños fuera y dentro de la cancha dejan ese sabor de intromisión del poder en el deporte.
Galeano tiene razón. El futbol se ha convertido en un asunto político y social, pero también financiero y económico. En ese frenesí por buscar poder y dinero se va sofocando el talento y el genio. Así, vemos que los genios de la pelota se van extinguiendo a favor del juego mecánico y autómata. Sin arte, pero efectivo como la máquina.
Y aquí surge la perspectiva filosófica. El deporte en general, bajo la hegemonía de la economía dineraria se va convirtiendo en una industria de poder y ganancia, no interesa el precio. El objetivo de la valorización del capital lo invade y lo deshumaniza todo. Los grandes templos del deporte son templos del diversionismo social, control de masas y ganancias millonarias al servicio del dinero.
El deporte no recuperará su esencia artística, de sana competitividad y de realización personal hasta que no se suprima el capitalismo enajenante que somete lo humano al poder y al capital.
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