lunes, 15 de noviembre de 2021

CRETINISMO Y MODERNIDAD

CRETINISMO Y MODERNIDAD

Gustavo Flores Quelopana


Su autor es un neurocientífico que denuncia que la televisión y los videojuegos están disminuyendo el coeficiente intelectual y el desarrollo intelectual en la última generación. La desintegración familiar y la falta de contacto con la naturaleza en las grandes urbes influyen en el predominio de este entretenimiento disolvente. Y por este camino la humanidad va hacia un franco retroceso intelectual, mental y emocional.

En realidad, lo señalado por el neurocientífico habría que ampliarlo, porque los videojuegos y la televisión no son sino una expresión más del aumento de cultura material y el retraso de cultura individual en la modernidad. Con la revolución científico-técnica, la industria y la economía de consumo se ha experimentado un avance arrollador de la cultura de las cosas pero a costa de un retroceso pasmoso de la cultura de las personas. Es la máquina la que ha enriquecido su espíritu, más no al hombre.
Los tiempos modernos se caracterizan por la preponderancia de la cultura objetiva sobre la cultura subjetiva. La cultura objetiva aumenta sin descanso, pero la cultura subjetiva disminuye en la ética, el lenguaje, religión, literatura, vida cotidiana y familiar, etc. La relación discrepante entre lo objetivo y lo subjetivo es el gran tema de la objetivación de la mente en la modernidad. El comportamiento epistemológico del espíritu humano en la modernidad, fortalece el espíritu objetivo y debilita el espíritu subjetivo.
El crecimiento del espíritu objetivo refleja la hegemonía en la modernidad de lo cuantitativo sobre lo cualitativo, porque acumula dentro de sí una gran cantidad conocimiento especializado. Los artilugios técnicos de la modernidad reflejan un enorme división del trabajo que causa la divergencia entre la cultura objetiva y la cultura subjetiva. Al final lo que se tiene un cambio en el estilo de vida, donde el materialismo vital en desmedro del crecimiento espiritual es fiel reflejo del predominio de la cultura de las cosas sobre la cultura del individuo.
Con ello el hombre es menos persona y más cosa. La enajenación cabalga aceleradamente sobre los hombros de la racionalidad funcional moderna. Se trata de un libro que casi llega a las mismas conclusiones de Nicholas Carr (¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales, 2016) y que se enriquece con la lectura del Jean-Paul Lafrance, Malestar en la civilización digital (2020).

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