Este es el diálogo de la vejez de su "gran hazaña", a saber, elevar la contraposición abstracta eleática entre el Ser y el no-ser a la relación especulativa entre el Ser y la Nada. Prácticamente es el reconocimiento ontológico del ser de la Nada.
Al analizar el Ser y el no-ser cree posible atribuir cierta realidad al no-ser. Con esto roza romper con principio eje de toda la metafísica clásica: el nihil ex nihilo. Ahora es posible que algo venga de la Nada.
En otras palabras, aquí en el Sofista se encuentra la más importante prefiguración del principio de contradicción, posteriormente establecido por Aristóteles en el libro IV de su Metafísica. Ahora se comprende por qué Hegel piensa que el Sofista instaura la dialéctica de la contradicción por encima de la lógica formal.
El Sofista es una prolongación del reexamen de las ideas de Parménides que aparece en su diálogo El Parménides, pero también es un camino nuevo donde se confiere ser al no-ser.
Con ello se demuestra que la razón natural sin revelación puede llegar a pensar un nuevo principio metafísico. El cual, sin embargo, no puede llegar a la madurez porque la metafísica griega está desprovista de la idea de Creación, omnipotencia divina y creación desde la nada.
Si esto es así, entonces este diálogo no sólo llega a las puertas de la dialéctica de la contradicción en lo finito, sino también llega ad portas de la identidad divina sin contradicción.
En el diálogo también se rechaza la solución materialista de Demócrito. Rechaza identificar el vacío con la Nada y los átomos. Al materialismo de los "amigos de la Tierra" opone la filosofía de los amigos de las Ideas".
Esa nueva relación entre lo Uno y lo Múltiple junto al reconocimiento ontológico de la nada, es el bien perdido de la filosofía burguesa en su terminal fase imperialista, la cual se precipitó a la ontología nihilista de la nada.
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