Santo Tomás de Aquino (1225-1274/49 años) fue el más grande y completo de los filósofos escolásticos. Junto a San Agustín constituyen las dos cumbres del pensamiento cristiano. Si San Agustín pertenece a una época de disolución y desenfreno, Santo Tomás a una época de esplendor intelectual. Si Agustín enfatiza la gracia, Santo Tomás la razón y la libertad humana. Si Agustín expresa un neoplatonismo cristiano, Santo Tomás un aristotelismo cristiano. Comparten similitudes (amor incondicional a Dios), pero sus enfoques teológicos son distintos (uno subraya la fe, la predestinación y el pecado, el otro la razón, la libertad y la experiencia).
En el presente volumen Gredos presenta una selección de dos de las obras más importantes de Santo Tomás: Suma contra los gentiles (1259) y la Suma Teológica (1263). Cristianizó a Aristóteles. Se considera que, pese a la grandiosidad de su síntesis, la misma no dejó de ser precaria porque potencia la autonomía de la filosofía.
Sus aportes más importantes fueron: la distinción entre esencia y existencia en el ser finito; lo que lo lleva a precisar que la esencia divina es la existencia misma, Dios no sólo es causa final y mero pensamiento puro como en Aristóteles, sino causa eficiente, y por ello es creador, providente y personal; no aceptó la individuación por la materia en los ángeles, los cuales son inteligencias y espíritus puros; la unidad substancial del alma con el cuerpo, lo que le permite pensar la inmortalidad personal y la resurrección de la carne; las virtudes morales son insuficientes sin las virtudes teologales; como el fin del hombre es sobrenatural la asistencia del Estado es insuficiente y es necesaria la asistencia de la Iglesia.
En suma, no sólo trasmutó el finalismo aristotélico en providencialismo cristiano, consideró la política sujeta a la moral y a la religión, y su civis se basa en un Estado constitucional, con un gobierno mixto entre monarquía y aristocracia con base democrática, y justificó el tiranicidio, sino que consideró que la filosofía no era suficiente ni terminal, pero su síntesis no detuvo la independencia de la filosofía. La independencia de la filosofía impulsó la autonomía de la razón, el avance de la secularización, el predominio de lo inmanente sobre lo trascendente. O sea, aceleró el cambio civilizatorio que representó el advenimiento de la modernidad occidental.
No es que su defensa de la razón, la libertad humana y la experiencia tuviese que ir necesariamente hacia el avasallante predominio de la lógica cuantitativa del dinero, la revolución científica, los descubrimientos geográficos y la Reforma protestante. Pero formó parte del anuncio de un cambio de valores en la imagen del mundo que traería la modernidad occidental.
En su momento fue acusado de hereje y recién pudo levantarse el cargo en 1323 al ser canonizado. Desde que León XIII exaltó el tomismo renació el neotomismo como un potente realismo metafísico que sin rechazar la ciencia es una filosofía del ser (Macheral, Mercier, Gilson, Grabmann, Sertillanges, Copleston, Maritain, Blondel, Geyser, Garrigou, Bochenski). En la actualidad es asumida como una filosofía totalista del ser y del hombre, que no descuida ni glorifica la ciencia, ni niega la peculiaridad del ser humano y admite la posibilidad de una nueva metafísica.
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