viernes, 11 de agosto de 2023

EN EL UMBRAL

 EN EL UMBRAL

Sin duda que el mundo se encuentra en el umbral de una posibilidad bifronte, a saber, estamos al borde de una apocalíptica Tercera Guerra Mundial, como nunca antes lo estuvo el mundo, y, también, nos encontramos en medio del terremoto geopolítico que representa la lucha reaccionaria de la élite Bilderberg por mantener su poder global con su esquema unipolar, junto al poderoso emerger revolucionario del Nuevo Orden Mundial Multipolar.

La diferencia entre la crisis de los misiles en Cuba en 1962 y el riesgo de guerra termonuclear de hoy es que los líderes de ambas potencias eran cabezas lúcidas. Tanto Kennedy como Kruschev demostraron su capacidad para resolver la tensión mundial en menos de un mes. En cambio, actualmente Biden es un líder senil, que saluda y extiende la mano a seres invisibles en cada discurso y resulta siendo un instrumento fácil de los partidarios de la demencial guerra contra Rusia. En ese marco de poco vale que Putin muestre sensatez mientras que su contrapartida se hace eco del ala fascista del Reich Bilderberg. Además, el plan de rodear las fronteras rusas responde a un plan meticulosamente elaborado y no es una improvisación repentina. Eso es lo más peligroso porque revela una intención subalterna dispuesta a la confrontación nuclear con el gigante euroasiático. Esto es lo que llamamos el “desquiciamiento de la plutocracia occidental mundial”. Realmente cuesta creer que responda a un plan medido hasta en sus últimas consecuencias y que sea ciegamente seguido por los líderes vasallos europeos. ¿Pero realmente los amos del mundo en su ala fascista están desquiciados?

Obviamente que las élites occidentales no se han vuelto temerarias de la noche a la mañana. Así como ven a Ucrania como el pretexto para batir a Rusia, del mismo modo ven a Taiwán para batir a China. Se busca crear otra guerra proxy. No en vano hay 73 bases militares estadounidenses en Corea del Sur y 120 en Japón. Además, el país nipón se rearma y está militarizando aceleradamente islas artificiales aledañas. Estados Unidos no sólo prepara un muro de defensa contra China, sino una avanzada de ofensiva. Y es que la inteligencia del mal se caracteriza por la hipocresía, la mentira, la manipulación, la agresión, la irrespetuosidad y la violencia. Todo ello calza a la perfección con la política internacional del occidente liberal y ahora con el proceder el Reich Bilderberg. No basta con evitar el enfrentamiento con la inteligencia del mal, porque tarde o temprano se dejará llevar por la violencia y desatar su agresividad. Esto ya se vio con los regímenes fascistas de la Segunda Guerra Mundial. Jean Baudrillard[22] ha hecho notar que a la negación de Dios le sigue la negación de la realidad que es sustituida por lo virtual. Pero lo que nosotros notamos aquí es que la inteligencia del mal se edifica, o trata de hacerlo, una realidad egocéntrica, sin compasión, ni empatía ni caridad y que responda tan sólo a sus afanes egoístas. Se trata de una realidad psicopática, que se siente superior al resto y con un narcisismo destructivo. La psicopatía del Reich Bilderberg es lo que está poniendo a la humanidad en peligro con un holocausto nuclear, porque con su pobreza emocional sólo pone en primer lugar su narcisismo, ausencia de empatía, impulsividad de tener poder y controlar el mundo. Este tipo de personalidad social viene acompañado de promiscuidad sexual, vida parasitaria, ausencia de remordimiento y conducta delictiva. Y a todo ello se entrega, en su mayoría, la élite del mundo.

El ataque con drones al Kremlin es un claro indicador de que el mundo está por atravesar vesánicamente el umbral de la apocalíptica guerra termonuclear. En vez de parecer un ataque de falsa bandera de los propios rusos, como lo han sugerido desde Francia, tiene todos los indicadores de ser una prueba preliminar para un ataque devastador sobre Moscú. Ahora se entiende por qué la reacción rusa ha sido responsabilizar del ataque a los Estados Unidos y a la OTAN. Mientras que la potencia del Norte se apresuró a deslindar cualquier responsabilidad por el ataque. El cual no es de fiar. Desde que se desintegró la Unión Soviética sólo se conoció la expansión amenazante de la OTAN hacia las fronteras rusas. Los vuelos de aviones espías y de reconocimiento occidentales tampoco han cesado y son continuamente interceptados. O sea, no se tratan de vuelos inocentes, sino de patrullaje continuo para afinar planes ofensivos.

¿Por qué el Occidente liberal estaría interesado en hacer este tipo de pruebas? Al parecer porque no sólo tiene en Ucrania una guerra perdida por medios convencionales, sino que no se resigna a asumir su derrota, y en vez de buscar la paz se precipita ensayando operativos desesperados. Lo que se condice con el extraño comportamiento del senil Biden que no pierde la ocasión de ninguna cumbre internacional para comentar entre bastidores que ya viene la guerra nuclear. Pero el que siembra vientos cosecha tempestades. Y Putin, siempre muy bien informado, no ha tardado en mostrarle al mundo occidental a lo que se expone con sus continuas insensatas provocaciones. 

Mientras que Europa occidental ha perdido toda soberanía mostrándose vasalla a los dictados de Washington, el sinuoso Macron y Hungría son los únicos países que se oponen a continuar con la guerra. El resto persiste en su empeño de apoyar a Biden en su juego geopolítico guerrerista. Mientras tanto crece la protesta popular contra la guerra en Alemania, Italia y España. Ya nadie deja de presentir que el mundo está deslizándose peligrosamente hacia un camino sin retorno. China es constantemente acosada por el Imperio norteamericano a sabiendas que no tiene opción válida de triunfo militar, según sus propios expertos militares. La política exterior de Biden ha perdido por completo el rumbo y los bloques militares ofensivos que promueve de un océano a otro no serán capaces de retrasar la hora definitiva de su acelerado ocaso.

El mundo anda desquiciado porque el principal foco promotor de la tensión mundial es un imperio en declive, que cree que puede salir de sus crisis promoviendo guerras. Pero esta vez ha elegido a los enemigos equivocados, a saber, nada menos que las otras dos superpotencias en auge, en especial China. Y es que el injerencismo en política exterior le es consustancial al imperio del norte, siendo el principal factor de inestabilidad para la paz mundial. El mundo occidental liberal liderado por el Imperio del Mal ha ido insensatamente muy lejos en sus provocaciones contra Rusia y China. La elite liberal cree poder sobrevivir a un conflicto termonuclear y se arriesga a provocarlo. Vive la humanidad en el presente las horas más decisivas de su historia. ¿Seremos capaces de remontar el peligro y conjurar la locura del Hegemón en decadencia? 

Si los Estados Unidos en el ámbito interno no implosiona y la Administración Biden fragua un fraude electoral para reelegirse, entonces habremos cruzado el umbral de la supervivencia de la civilización humana, porque nuestra destrucción se hará inevitable. El senil Biden es el operador político de las fuerzas más oscuras del llamado “Estado profundo” de la política y economía norteamericana y tiene como principal encargo llevar al mundo al holocausto nuclear.

Pero la otra tendencia es que el rápido ascenso de los BRICS acelere la caída del mundo unipolar y el triunfo del mundo multipolar. Por lo pronto la instauración de una nueva moneda de los BRICS acelera la caída estrepitosa del dólar, en medio de la economía estadounidense que se debate entre la inflación, escasez de productos, depresión del mercado laboral, la especulación desmedida por la desregulación del mercado financiero, la descontrolada expansión crediticia, recesión. Todo lo cual hace pensar a algunos analistas que en EEUU se avecina una Gran Recesión que superará a la del 2008. Ante ello Occidente promueve el neocolonialismo y frena la formación de un orden mundial multipolar. Por su parte, Latinoamérica aboga por un mundo multicéntrico, libre de dominación y neocolonialismos. China insiste en abogar por la cooperación igualitaria y mutuamente ventajosa entre todos los países, sin incurrir en juegos geopolíticos. Putin señala que la presión occidental hizo que de la globalización el mundo se haya desplazado hacia la política de bloques, donde la geopolítica y la geoeconomía son puestas al servicio de la confrontación en vez de la cooperación recíproca y mutuamente favorable. Pero en vez de eso las potencias occidentales prefieren suscribir acuerdos de cooperación en materia de defensa.

Un ejemplo reciente de ello es EEUU, que a través de su embajador en China declaró desafiante y provocadoramente: “Somos el líder del Indo-Pacífico y Pekín lo sabe”. Luego añadió contradictoriamente: “Washington se quedará en la región, no quiere conflictos con el gigante asiática, pero que se defenderá”. Como era de esperar la contraparte china observó que se trata de un comportamiento hegemónico imperial en el que “se creen los dueños del mundo”. La pregunta natural es ¿Qué se busca liderando regiones ajenas? ¿Eso no es acaso reclamar la propiedad de todo el planeta? ¿No son provocaciones muy peligrosas del Imperio del mal?

Reclamar la propiedad de todo el planeta y buscar liderar regiones ajenas es la característica principal del imperialismo norteamericano, que hoy en Ucrania está poniendo al mundo en el umbral de la destrucción de la humanidad.

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