miércoles, 17 de diciembre de 2025

DILEXI TE (Comentario)

 

DILEXI TE -Yo te he amado (Ap 3, 9)- es la Exhortación Apostólica de León XIV. En ella el Sumo Pontífice no se pliega a la Teología de la liberación de Gutiérrez y Sobrino, sino a la Teología de los pobres de León XIII, posteriores y esencial a la Doctrina Social de la Iglesia, donde se propone transformar la sociedad y sus estructuras desde la fraternidad y la caridad en vez de la confrontación política y la lucha de clases. Su condena a la cultura elitista del éxito, el descarte y la meritocracia es categórica, y su conexión con el Cristo pobre, la opción de Dios por los pobres, la tradición de la construcción de una Iglesia para los pobres y el reconocimiento de que amar al prójimo es amar al pobre es un desafío permanente.
Hay que subrayar que la opción por los pobres en Cristo no es solo una cuestión social o estructural, sino profundamente espiritual: se trata de reconocer en ellos el rostro mismo de Dios y vivir la caridad como camino de santidad. La lucha de clases como categoría política no aparece en el Evangelio, pero la denuncia de la injusticia y la invitación a la conversión sí son constantes. Dios encarnó a su Hijo no en un rey sino en un hombre pobre e itinerante.
Así, la postura de León XIV se muestra coherente con Cristo en cuanto prolonga su opción preferencial por los pobres, su rechazo a la lógica del poder y del éxito mundano, y su invitación a transformar el mundo desde la fraternidad universal.
Una crítica posible a la postura de León XIV es que al privilegiar la fraternidad y la caridad como motores de transformación social puede correr el riesgo de subestimar la dimensión estructural de la injusticia. La teología de los pobres, en continuidad con León XIII, enfatiza la dignidad y la opción por los marginados, pero algunos podrían señalar que sin una confrontación más directa con los sistemas económicos y políticos que generan desigualdad, la propuesta puede quedarse en el plano moral y espiritual, sin lograr cambios efectivos en las estructuras que perpetúan la pobreza.
Otra crítica sería que, al rechazar la lucha de clases y la confrontación política, se podría dar la impresión de que la Iglesia se distancia de las experiencias históricas de los pobres que sí han recurrido a la organización política y social para defender sus derechos. En este sentido, algunos teólogos de la liberación han argumentado que la caridad y la fraternidad, aunque esenciales, no bastan si no se acompañan de una praxis transformadora que cuestione directamente los mecanismos de opresión.

Finalmente, se podría cuestionar que la condena a la meritocracia y al éxito elitista, aunque coherente con el Evangelio, necesita ser matizada para no desalentar el esfuerzo personal y la responsabilidad individual, que también forman parte de la dignidad humana. La crítica aquí sería que la postura de León XIV, al ser tan categórica, podría ser interpretada como un rechazo absoluto a cualquier forma de mérito, cuando en realidad lo que se busca es evitar que el mérito se convierta en un criterio de exclusión o descarte.

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