domingo, 7 de diciembre de 2025

RELIGIÓN Y SECULARIZACIÓN DEL INFINITO

 


RELIGIÓN Y SECULARIZACIÓN

 DEL INFINITO

  

L

a humanidad contemporánea se arrastra sobre un filo de abismo: lo que alguna vez fue infinito sagrado ha sido secularizado, vaciado, degradado, convertido en cálculo, técnica y mercancía. La modernidad inmanentista ha invertido lo eterno y lo ha reducido a energía cósmica, a espectáculo consumista, a ilusión terapéutica disfrazada de espiritualidad. La sombra luciferina de la Bestia nihilista se extiende sobre todos los orbes civilizacionales, consolidando un vacío estructural que se impone como orden global. La religión, debilitada y privatizada, lleva las de perder en todos los polos del mundo multipolar, donde apenas se advierten destellos de una reversión metafísica radical, sofocados por el peso específico de las fuerzas contrarias: consumismo global, tecnocracia digital, secularismo cultural, instrumentalización política.

Atravesamos el Gólgota de la posverdad, donde la Verdad ha sido crucificada por el relativismo y la mentira se normaliza como norma cultural. La pregunta evangélica —“¿habrá fe cuando llegue el Señor?”— se actualiza en grado sumo, porque la fe mengua y la caridad se extingue en utilidad. La secularidad contemporánea se define por ser científica, técnica, material, hedonista y anética: un sistema total de vaciamiento que arrasa con la gratuidad y la trascendencia, consolidando la hegemonía del nihilismo estructural.

Lo que se yergue en el horizonte no es la aurora de una resurrección espiritual, sino la luciferina consolidación del vacío. El ultimátum está dado: o la humanidad se hunde definitivamente en el abismo del anetismo, convertida en espectro entre algoritmos y máquinas, o se atreve a una resurrección metafísica radical que reinstaure lo eterno como fundamento absoluto. El Apocalipsis no es futuro, es presente: la Bestia nihilista ya reina, y su sombra se ha consolidado como estructura.

 

1. La secularización del infinito y el debilitamiento de la religión en los orbes civilizacionales

La humanidad contemporánea atraviesa un umbral decisivo: la secularización del infinito se ha convertido en el signo dominante de la modernidad global. En China, esta secularización se acentúa con radicalidad, pues el Estado ha convertido la técnica, el mercado y la burocracia en pilares de legitimidad, relegando la religión a un espacio controlado y subordinado. En los demás BRICS —Brasil, Rusia, India, Sudáfrica— la situación es distinta, pero igualmente reveladora: la religión persiste, sí, pero debilitada, instrumentalizada, reducida a identidad política o a espectáculo cultural. El resultado es un panorama donde la religión lleva las de perder en todos los orbes civilizacionales, confirmando con dramatismo el mensaje apocalíptico que atraviesa las Escrituras: “¿Habrá fe cuando llegue el Señor?” (Lc 18,8).

La secularización del infinito no es un fenómeno neutral. Es el signo de un proceso luciferino que ha invertido lo sagrado, degradándolo a lo material, a lo panteísta, a la energía cósmica. La lógica no instrumental de la religión —la gratuidad, la caridad, la trascendencia— ha sido arrasada por el secularismo global y la lógica del mercado. Lo que antes era don gratuito se convierte en mercancía; lo que antes era caridad se convierte en utilidad; lo que antes era fe se convierte en espectáculo. El prójimo deja de ser hermano y se convierte en cliente, recurso o competidor.

La Iglesia católica posconciliar ha intentado responder a este desafío con una teología encarnada: de Lubac con su visión integral de la gracia, Teilhard de Chardin con su Punto Omega, Schillebeeckx con su teología de la experiencia, Congar con su eclesiología de comunión, Gutiérrez con la teología de la liberación, Rahner con su cristiano anónimo. Todos ellos han buscado reinsertar la trascendencia en la historia, reconciliar fe y mundo, mostrar que la salvación se hace visible en lo humano. Pero los poderes fácticos del consumismo se han impuesto con fuerza: la técnica, el mercado y la burocracia han colonizado la imaginación, han devorado el espíritu, han convertido la vida en espectáculo y mercancía.

El resultado es un mundo donde la religión se ve desplazada, debilitada, menguada. La secularización del infinito se ha convertido en la hegemonía cultural dominante. Incluso en el mundo multipolar, donde algunos ven una primavera espiritual, lo que se advierte es más bien la consolidación del vacío. Los países emergentes apenas muestran indicios de una reversión metafísica radical, pero sobre ellos pesan las fuerzas contrarias: consumismo global, tecnocracia digital, secularismo cultural, instrumentalización política de la religión. La pluralidad geopolítica no garantiza pluralidad espiritual. La sombra luciferina de la Bestia nihilista se extiende sobre todos los polos, disfrazada de progreso, bienestar y libertad.

 

 2. La sombra luciferina y la degradación de lo sagrado: panteísmo energético y religiones ufológicas

La secularización del infinito no solo ha invertido lo sagrado, sino que lo ha degradado hasta convertirlo en materia, en energía cósmica, en un panteísmo secularizado que se disfraza de espiritualidad. Lo eterno se reduce a vibración, a flujo impersonal, a bienestar terapéutico. La caridad se extingue en utilidad, y la fe se disuelve en consumo de experiencias místicas. Esta degradación es la sombra luciferina disfrazada de luz: promete plenitud, pero entrega vacío; promete libertad, pero esclaviza en el nihilismo.

La ilusión de espiritualidad se proyecta también en las religiones ufológicas, que invocan a los supuestos “hermanos mayores”. Allí lo sagrado se sustituye por la expectativa de salvación externa, por la fascinación tecnológica‑mística de seres extraterrestres que vendrían a guiar o rescatar a la humanidad. Pero esta promesa no es trascendencia, sino simulacro: lo divino sustituido por lo cósmico, la caridad reemplazada por la esperanza de un rescate alienígena. Es otra máscara de la Bestia nihilista, que bajo apariencia de revelación perpetúa el vacío.

El relativismo derivado de esta secularización ha terminado por crucificar la Verdad. Todo se convierte en opinión, en narrativa, en construcción subjetiva. La Verdad, entendida como fundamento absoluto, es expulsada del espacio público, condenada como intolerancia, ridiculizada como superstición. Así como Cristo fue crucificado por los poderes de su tiempo, hoy la Verdad es sacrificada en el altar del mercado, de la técnica y del relativismo. La humanidad atraviesa el Gólgota de la posverdad, donde la mentira se normaliza y el vacío se institucionaliza. La pregunta evangélica —“¿habrá fe cuando llegue el Señor?”— se actualiza en grado sumo, porque la fe mengua y la caridad se extingue en utilidad.

La secularidad contemporánea se define por ser científica, técnica, material, hedonista y anética. La ciencia absolutizada descarta lo trascendente; la técnica se convierte en fin en sí misma; lo material se erige como único horizonte; el hedonismo exalta el placer inmediato como valor supremo; y el anetismo consuma la deshumanización, reduciendo al hombre a espectro entre máquinas y algoritmos. Este sistema total de vaciamiento constituye la consolidación estructural del vacío, que se impone como orden global.

Lo que se yergue en el horizonte no es una reversión metafísica radical, sino la luciferina consolidación del vacío. La modernidad inmanentista, al secularizar el infinito, ha crucificado la Verdad y ha degradado lo sagrado a energía cósmica, a espectáculo consumista, a ilusión ufológica. La humanidad multipolar apenas muestra destellos de espiritualidad, pero sobre ella pesan las fuerzas contrarias: consumismo global, tecnocracia digital, secularismo cultural, instrumentalización política de la religión. La pluralidad geopolítica no garantiza pluralidad espiritual. El resultado es un mundo donde la Bestia nihilista extiende su sombra sobre todos los orbes civilizacionales.

3. El Gólgota de la posverdad: relativismo, anetismo y la crucifixión de la Verdad

Lo que se yergue en el horizonte es la consolidación luciferina del vacío. La modernidad inmanentista, al secularizar el infinito, ha crucificado la Verdad y ha degradado lo sagrado a energía cósmica, a espectáculo consumista, a ilusión ufológica. La humanidad multipolar apenas da indicios de una reversión metafísica radical, pero sobre ella pesan las fuerzas contrarias: el consumismo global, la tecnocracia digital, el secularismo cultural y la instrumentalización política de la religión. La pluralidad geopolítica no garantiza pluralidad espiritual. El resultado es un mundo donde la Bestia nihilista extiende su sombra sobre todos los orbes civilizacionales, disfrazada de progreso, bienestar y libertad.

Atravesamos el Gólgota de la posverdad: la Verdad ha sido crucificada por el relativismo, y la humanidad camina entre simulacros, narrativas y manipulaciones. La posverdad no niega frontalmente, sino que disuelve; convierte todo en relato útil, en percepción manipulada, en espectáculo mediático. La pregunta evangélica —“¿habrá fe cuando llegue el Señor?”— se actualiza en grado sumo, porque la fe mengua, la caridad se extingue en utilidad, y lo sagrado se degrada en vacío. El nihilismo estructural apocalíptico de la Bestia se fortalece. Su sombra luciferina se advierte en la secularización del infinito, en la reducción de lo eterno a cálculo, en la sustitución de la trascendencia por técnica y mercado. La humanidad se arriesga a llegar al final de los tiempos sin fundamento espiritual, convertida en cadáver anético, espectro entre algoritmos y máquinas. El Apocalipsis se actualiza: la batalla no es solo política o económica, sino espiritual, entre el vacío y la trascendencia, entre la Bestia nihilista y la posibilidad de una resurrección metafísica. La secularidad contemporánea se define por ser científica, técnica, material, hedonista y anética. La ciencia absolutizada descarta lo trascendente; la técnica se convierte en fin en sí misma; lo material se erige como único horizonte; el hedonismo exalta el placer inmediato como valor supremo; y el anetismo consuma la deshumanización, reduciendo al hombre a espectro entre máquinas y algoritmos. Este sistema total de vaciamiento constituye la consolidación estructural del vacío, que se impone como orden global. El desenlace es inexorable: o la humanidad se hunde definitivamente en el abismo del vacío, o se atreve a una resurrección metafísica que reinstaure lo eterno como fundamento absoluto. El ultimátum está dado. El Apocalipsis no es solo futuro, es presente: la Bestia nihilista ya reina, y su sombra luciferina se extiende sobre todos los orbes. La humanidad atraviesa el Gólgota de la posverdad, y solo una reversión radical puede rescatar la Verdad del sepulcro.

 

Conclusión

La historia presente se revela como un Apocalipsis actualizado: la secularización del infinito, propia de la modernidad inmanentista, ha conducido a la luciferina consolidación estructural del vacío. Lo sagrado ha sido invertido y degradado, reducido a energía cósmica, a espectáculo consumista, a ilusión ufológica, mientras la lógica no instrumental de la religión —la gratuidad, la caridad, la trascendencia— ha sido arrasada por el cientificismo, la técnica, el materialismo, el hedonismo y el anetismo. El relativismo ha crucificado la Verdad, y la humanidad atraviesa el Gólgota de la posverdad, donde la mentira se normaliza y la fe se extingue.

Los países del mundo multipolar apenas muestran destellos de una reversión metafísica radical, pero sobre ellos pesan las fuerzas contrarias: el consumismo global, la tecnocracia digital, el secularismo cultural y la instrumentalización política de la religión. La pluralidad geopolítica no garantiza pluralidad espiritual. La sombra luciferina de la Bestia nihilista se extiende sobre todos los orbes civilizacionales, disfrazada de progreso, bienestar y libertad, consolidando el vacío como orden global. El ultimátum está dado: o la humanidad se hunde definitivamente en el abismo del vacío, convertida en cadáver anético y espectro entre algoritmos, o se atreve a una resurrección metafísica radical que reinstaure lo eterno como fundamento absoluto. No hay neutralidad posible. El desenlace será inexorable. La pregunta evangélica —“¿habrá fe cuando llegue el Señor?”— resuena hoy con dramatismo supremo, porque la fe mengua y la caridad se extingue en utilidad.

La humanidad se encuentra en la última estación antes del desenlace: el Apocalipsis no es futuro, es presente. La Bestia nihilista ya reina, y su sombra luciferina se ha consolidado como estructura. Solo una reversión metafísica radical, una resurrección espiritual que reinstaure la Verdad crucificada, puede quebrar el dominio del vacío. De lo contrario, lo que se yergue en el horizonte será la eternización del nihilismo, la consumación del anetismo, la victoria definitiva de la Bestia sobre el espíritu.

 

Bibliografía

Congar, Yves. Verdadera y falsa reforma en la Iglesia. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1968.

de Lubac, Henri. Meditación sobre la Iglesia. Madrid: Encuentro, 1953.

de Lubac, Henri. Proudhon y el cristianismo. Madrid: Ediciones Encuentro, 1945.

Flores Quelopana, Gustavo. Signos del Cielo. Lima: Iipcial, 2011.

Flores Quelopana, Gustavo. Buscar a Dios en tiempos sin Dios. Lima: Iipcial, 2017.

Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación: Perspectivas. Lima: CEP, 1971.

Rahner, Karl. Curso fundamental sobre la fe. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1976.

Rahner, Karl. Escritos de Teología. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1962–1984.

Schillebeeckx, Edward. Jesús: la historia de un viviente. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1974.

Schillebeeckx, Edward. Cristo y los cristianos: Gracia y liberación. Salamanca: Sígueme, 1982.

Teilhard de Chardin, Pierre. El fenómeno humano. Madrid: Taurus, 1955.

Teilhard de Chardin, Pierre. El medio divino. Madrid: Taurus, 1957.

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