Reconciliación
de Razón y Mito
Gustavo Flores Quelopana
Razón y Mito se oponen. No
obstante, la razón tiene sus mitos y el mito sus razones. Y justamente por ello
ambas expresan el dinamismo poliédrico del espíritu humano. Sin el mito el hombre
pierde profundidad y altura, sin la razón se pierde precisión y crítica. El
mito es vía regia a lo trascendente, la razón hacia lo inmanente. La reconciliación
definitiva de ambas quizá esté reservado para la otra vida, pero buscar su armonía
provisoria en esta vida resulta apremiante en medio de la profunda crisis de la
razón moderna. Crisis, por lo demás, que es expresión del desgarramiento entre
lo trascendente y lo inmanente en el propio corazón humano. De ahí que surja la
inquietud por la utopía epistémica que reconcilie razón y mito, concepto y fe,
ciencia y religión.
Metafísicamente el Mito es la preeminencia de la esencia sobre la existencia y la Razón moderna es la preeminencia de la existencia sobre la esencia. Las esencias son postuladas para comprender el devenir y salvar al mundo de las apariencias. En cambio la razón diluyendo la comprensión eidética del ser convierte las esencias en conceptos y lo fáctico en lo único válido. De este modo se tienen dos concepciones profundamente antagónicas desde su base metafísica. La primera consagra la trascendencia, mientras la segunda hace lo mismo con la inmanencia. La posmodernidad neoniezscheana proclamando el fin de la subjetividad de la modernidad tardía proclaman la muerte del sujeto y se vinculan a una teoría del deseo. Pero bien visto, su teoría del deseo tampoco se libra del subjetivismo modernista que combate. El resultado es que el imperio logocrático de la razón –ya sea sustantiva o débil- se hunde en un relativismo epistémico y cultural, el solipsismo escéptico radical y la chapucería nihilista. Ante esta crisis de los fundamentos civilizatorios emerge la pregunta: ¿Es posible una nueva utopía epistémica? ¿Será factible una reconciliación –aunque sea provisoria- entre los polos opuestos de la razón y el mito? ¿La nueva utopía epistémica no supone un repensar metafísico?
Con el imperio de la Edad de Razón se puede pensar que se ha dejado atrás la Edad del Mito. Lo cual se ha vuelto nítido desde la modernidad experimental y empírica. Pero lo evidente es que en el corazón mismo de la Razón se cobijan nuevos mitos. La diferencia es que dichos mitos ya no pertenecen a una civilización de cultura religiosa y trascendente sino a otra civilización de cultura secular e inmanente.
Metafísicamente el Mito es la preeminencia de la esencia sobre la existencia y la Razón moderna es la preeminencia de la existencia sobre la esencia. Las esencias son postuladas para comprender el devenir y salvar al mundo de las apariencias. En cambio la razón diluyendo la comprensión eidética del ser convierte las esencias en conceptos y lo fáctico en lo único válido. De este modo se tienen dos concepciones profundamente antagónicas desde su base metafísica. La primera consagra la trascendencia, mientras la segunda hace lo mismo con la inmanencia. La posmodernidad neoniezscheana proclamando el fin de la subjetividad de la modernidad tardía proclaman la muerte del sujeto y se vinculan a una teoría del deseo. Pero bien visto, su teoría del deseo tampoco se libra del subjetivismo modernista que combate. El resultado es que el imperio logocrático de la razón –ya sea sustantiva o débil- se hunde en un relativismo epistémico y cultural, el solipsismo escéptico radical y la chapucería nihilista. Ante esta crisis de los fundamentos civilizatorios emerge la pregunta: ¿Es posible una nueva utopía epistémica? ¿Será factible una reconciliación –aunque sea provisoria- entre los polos opuestos de la razón y el mito? ¿La nueva utopía epistémica no supone un repensar metafísico?
Con el imperio de la Edad de Razón se puede pensar que se ha dejado atrás la Edad del Mito. Lo cual se ha vuelto nítido desde la modernidad experimental y empírica. Pero lo evidente es que en el corazón mismo de la Razón se cobijan nuevos mitos. La diferencia es que dichos mitos ya no pertenecen a una civilización de cultura religiosa y trascendente sino a otra civilización de cultura secular e inmanente.
Por ello, mientras que el mito pertenece a
una espiritualidad civilizatoria de índole trascedente y metafísica, el mitoide
es propio de una espiritualidad civilizatoria inmanente y secular. En
consecuencia, si la Antigüedad tenía mitos propiamente dichos, en cambio la
modernidad tiene mitoides. Ahora bien, si al mito le falta el imperio de la
lógica y del razonamiento deductivo, a la razón le falla el imperio de la intuición
y la metáfora. Al respecto se suele decir que siete mil años de matemáticas
aportaron el razonamiento y método deductivo hasta culminar con la pitagórica concepción
numérica del cosmos. Lo cual es una inexactitud. Las matemáticas de Babilonia, Egipto,
China e India son la demostración de que el pensamiento intuitivo y mítico no
estuvo exento de aportes matemáticos. Pero además, en el corazón mismo de la
Edad de la Razón el mito sufre una metamorfosis más. Lo que demuestra su
persistencia epistémica. Ello también permite afirmar la existencia de una
dialéctica histórica compleja tanto por separado como en interrelación en el
mito como en la razón. Esto es, el Mito a pesar de no ser conceptual sino
intuitivo y numinoso no deja de generar operaciones mentales y deductivas; y la
Razón que al identificarse desde los griegos con el concepto no cesa de generar
razonamientos míticos.
Lo que significa que tanto la razón como el
mito requieren de dos tipos de consideraciones, a saber, una de tipo
organológica y otra de tipo metodológica. Organológicamente razón y mito
guardan relaciones dinámicas e intrínsecas. Metodológicamente son
diferenciables y extrínsecas. Pero cabe una tercera y más sugestiva
consideración y es de tipo existenciaria. Efectivamente, ambos tipos de
razonamiento, tanto el mítico como el racional pueden ser vistos como el movimiento
de la totalidad dinámica de la Razón. O sea, mito y razón no son más que formas
singulares que tiene la Razón misma de afrontar la existencia humana en un
cosmos desafiante.
Actualmente los desafíos que tiene que afrontar
la razón instrumental moderna están relacionados con los extremos objetivantes
y cosificadores del imperio logocrático del concepto. La postura
desmitologizante y la hermenéutica desmitizante desde que emergió tibiamente
con el terminismo escotista y el nominalismo occamista se fue desplegando
lentamente con el subjetivismo idealista cartesiano hasta consolidarse con Marx
declarando que la religión era el opio de los pueblos, Nietzsche proclamando
que Dios había muerto, Wittgenstein y los juegos de lenguaje, Sartre propagando
que la existencia precede a la esencia, Foucault promulgando la muerte del
hombre, Gadamer destacando la constitución hermenéutica del mundo, Lyotard
enunciando que el hombre se mueve solamente entre metarrelatos y Vattimo con el
pensamiento débil y el aserto que no existen hechos sino interpretaciones. Pero
desde que Max Weber enfatizó que el mundo se desencantó se ha hecho más
palpable la necesidad de reencantar el mundo nuevamente. Hay que romper con la
circularidad hermenéutica del pensamiento moderno, responsable del cuerpo
enfermo de la modernidad occidental. Aquella clausura de la Trascendencia en el
cosmos como en el alma sólo puede ser superada revirtiendo el idealismo subjetivo
que domina la episteme moderna. Recién entonces podrá ser recuperado el Ser de
su olvido nihilista que lo asedia. En el
fondo se trata del drama de la razón por reconquistar su propia dimensión
plena. Al desconocer las verdades suprarracionales y suprimir el fundamento
trascendente del mundo la Razón se dañó a sí misma y desató una crisis de proporciones
nunca vistas.
Quizá todavía esta civilización moderna basada
en un idealismo subjetivo, que terminó sacralizando al hombre o el regnum materiae del regnum hominis, no ha llegado a beberse la última gota de su elixir
letal. Es posible que eso llegue con la civilización cibernética de los ciborgs
autónomos. Pero ya será otra historia, donde la humanidad haya entrado a su
franca extinción. Mientras tanto, soñar y guardar la esperanza de una nueva
utopía epistémica que reconcilie la razón y el mito no es una tarea fútil ni
vana. Y no lo será si se toma en cuenta nuevamente al mito como horizonte de
revelación natural que permite rehabilitar el horizonte sobrenatural de lo divino.
En ambos horizontes está Dios y el inicio de una hermenéutica remitizante que
la haga posible en nuevos términos. Parece no haber otra salida en la coyuntura
civilizatoria actual donde confluyen al mismo tiempo graves crisis materiales y
espirituales.
La recuperación de lo trascendente no es ninguna labor perdida ni
retroceso histórico. Al superar los dogmas historicistas y relativistas, que
engolfan a la razón en su propia vanidad, se puede apreciar la estructura
permanente y esencial en la realidad humana y la realidad exterior. Y en
aquella estructura ontológica de base se percibe que la raíz primaria del mito
y del lenguaje es el lenguaje metafórico. La metáfora recurre al razonamiento
analógico y lo analógico es un elemento esencial del lenguaje simbólico. El
mito y los sueños comparten la misma lógica diferente al que gobierna la
vigilia. Metáfora, símbolo y analogía son el verdadero lenguaje universal
producido por el hombre. En cambio la lógica del concepto es un lenguaje universal
con carácter unívoco y reductor de la realidad. A lo que vamos es que lo
metafórico y simbólico es más universal que el concepto lógico.
En este sentido así como el cuerpo expresa
sus metáforas a través del espíritu que lo anima, del mismo modo la naturaleza
también es profundamente metafórica al expresar el sentido y orden teleológico
con el que ha sido creado. Y la raíz del lenguaje metafórico es la
espiritualidad, ya sea humana o divina. Metáforas numinosas y metáforas lingüísticas
se influyen recíprocamente. Es Aristóteles quien consagra el reemplazo de la
metáfora por el concepto, de la función semántica sobre la función
mágico-numinosa de la palabra. La palabra con el concepto ya no tendrá poderes
sobrenaturales. Desde el estagirita lo decisivo de las palabras será su
carácter lógico. La conexión entre lenguaje y mito se disuelve al reducirse las
palabras a signos conceptuales. El concepto como definidor de lo general y
universal será el punto de partida de un tipo de deducción que culmina en la
formulación de la ley científica. En el horizonte mitocrático las palabras son
signos mágicos, mientras en el horizonte logocrático son signos conceptuales. Desde
entonces lo semántico inicia su rumbo prevaleciente sobre lo sintáctico hasta
convertirse en el caballo de batalla para el dominio del mundo.
Pero la verdad es que no sólo nuestro hablar,
sino la realidad misma, expresa en grado superior la presencia de metáforas. En
la realidad la metáfora prevalece sobre la conceptualización. La metáfora invade
toda la expresión lingüística y el poeta junto al hombre prehistórico es el
metaforizador por excelencia. La metáfora es la conexión primigenia de la razón
humana con la realidad. La metáfora es la forma originaria que tiene la razón
para dar cuenta de su existencia y de la realidad. Los conceptos, logoi, son inmutables, ideas
esquemáticas que no aprehenden la infinita variedad de la existencia. En este
sentido lo que la Razón humana ganó en precisión con el concepto lo perdió en
extensión con la subordinación de la metáfora. Si la profundidad del concepto
es de índole lógica, la profundidad de la metáfora es de índole existencial. No
es casual que la vida humana y su habla común no sigue un ideal lógico sino
metafórico, existencial y ontológico.
Pero el lenguaje metafórico no puede dejar de
limitar con lo lógico. Su línea intuitiva no seguirá una lógica deductiva pero
contiene una lógica paraconsistente que le da coherencia interna. Ya las
lógicas modales, tanto temporalistas como epistémicas, demuestran que la lógica
no es unívoca y sugiere la metáfora de distinguir entre la lógica intuicionista
y la lógica de Dios. No existe lógica privilegiada sino que la razón en
situaciones diferentes emplea diferentes lógicas. Lo que lleva a pensar que la
reconciliación de la razón con el mito en una nueva utopía epistémica esté
basada, en vez de en una pragmática lingüística, en el reconocimiento de
regiones ontológicas que exigen diverso tratamiento lógico. Ello permite entender
cómo lo lógico y lo poético experimentan una permanente relación. Lo literario
es una determinada visión del mundo en donde se experimenta el paso de lo
conceptual a lo metafórico. La metáfora al no vivir en el principio de
identidad mora en la no identidad.
En consecuencia, al desrealizar la realidad
descubre una nueva realidad. Y es por eso que se convierte en el medio
privilegiado para emprender una hermenéutica remitizante, recuperar la trascendencia
y las verdades suprarracionales. Es por ello que el lenguaje no es de
naturaleza lógica, como creía Platón, sino de naturaleza metafórica. En la
propia palabra mora el mito y lo lógico identitario. La palabra misma expresa
la naturaleza contradictoria de la propia existencia humana. Logos y mytho se repelen
y se buscan al mismo tiempo.
El hombre como animal que habla –Anthropos lalos lo definía Aristóteles-
aparece antes que el Anthropos logikós.
La atracción que existe en el seno de la razón entre pensamiento y metáfora no
excluye una mutua repelencia natural. Ello es expresión de la singular tensión
y cambio que experimenta el logos y el mytho en cada época. Las mutaciones de
los campos lógicos y metafóricos se mueven en los contextos culturales,
históricos, nacionales e individuales. Pero lo que define el devenir de una
nueva utopía epistémica es el reconocimiento en la razón de una estructura
ontológica básica y permanente, poliédrica y polivalente capaz de configurar
una nueva reconciliación civilizatoria salvadora entre razón y mito.
En América Latina el eurocentrismo filosófico
funciona actualmente como el modelo vigente por la filosofía normalizada que
impide salir del imperio logocrático del concepto y, por consiguiente, arribar
hacia una nueva utopía epistémica que reconcilie el mito y el concepto, la
razón y la fe. Otras visiones no eurocéntricas están presentes como horizonte
subalterno del saber –nativismo, interculturalismo, neocolonialismo,
homeomorfismo, etc.- pero no constituyen un paradigma vigente al no poner en
cuestión la concepción misma de la filosofía.
La revolución teórica por venir requiere para
triunfar de nuevas condiciones no sólo internas –como creación de nuevas
categorías- sino también externas –espirituales, sociales, culturales y
económicas-. Lo cual no significa que en la nueva relación entre logos y mytho tenga que mediar la revolución política. Esta simplificación
tan irreal suele desembocar en reduccionismos que palidecen ante la realidad.
La nueva utopía epistémica si no es capaz de emprender su propio camino no será
capaz de enarbolar su marcha histórica.
19 de setiembre 2018
Liliana Molineris: El hombre piensa ser autosuficiente y vive de frivolidad y apariencia, olvidando la verdadera esencia de la vida misma, el alma. Esto se demuestra por el egoísmo y la malicia que llenan las páginas de los periódicos y los noticieros.
ResponderEliminarEl mito y la razón, la trascendencia y la inmanencia deben caminar cogidos del brazo, deben volver a vivir en el corazón del hombre para superar esta profunda crisis de la era moderna.
Comparto completamente su preocupación y realmente espero que esta reconciliación no sea UTOPIA.
Liliana Molineris: L'uomo pensa di bastare a se stesso e vive di frivolezze ed apparenza dimenticando la vera essenza della vita stessa, l'anima.. Lo dimostrano l'egoismo, la cattiveria che riempiono le pagine dei giornali e i telegiornali.
ResponderEliminarMito e ragione, trascendenza ed immanenza devono camminare a braccetto, devono tornare a convivere nel cuore dell'uomo per superare questa profonda crisi di questa era moderna.
Condivido in pieno la tua preoccupazione e spero davvero che questa riconciliazione non sia UTOPIA.
Liliana Molineris LA UTOPIA EN EL HOMBRE MODERNO?
ResponderEliminarBienestar, Dinero, Potere
QUE PENA !!!
Es por esto que la Razón y el Mito reclaman la reconciliación, para que la humanidad encuentre el verdadero significado de la vida, ideales profundos por los cuales vale la pena luchar y sacrificarse.
Esta UTOPIA no está muerta, sino asfixiada en el corazón del hombre moderno; solo debe encender la chispa correcta para que estos corazones áridos se inflamen, para que uno pueda volver a perseguir sus verdaderos ideales, aquellos por los cuales vale la pena vivirlos.
Felicidades me pensador
Tus obras son siempre un gran punto de partida para la reflexión. GRACIAS
Liliana Molineris L'UTOPIA nell'uomo moderno?
ResponderEliminarBenessere, Denaro, Pptere
CHE PENA !!!
Ecco perché Ragione e Mito reclamano una riconciliazione, perché l'umanità ritrovi il vero senso della vita, ideali profondi per cui valga la pena lottare e sacrificarsi.
Questa UROPIA non è morta, ma è soffocata nel cuore dell'uomo moderno; deve solo scoccare la giusta scintilla perché questi aridi cuori si infiammino, perché si ritorni ad inseguire veri ideali, quelli per cui vale la pena vivere.
Complimenti mi pensador
Le tue opere sono sempre un ottimo spunto di riflessione. GRAZIE
Vega Zamora Nicolás La cuestión, aparte de reconciliarlos es saber que no son entidades opuestas sino que se complementan la una a la otra y deben estar ligadas tanto más cuanto que tengamos como premisa fundamental la inserción de esfuerzo en la labor que devendrá trascendental para el destino Universal.
ResponderEliminarHugo Chacón Málaga (Lima) Nuevo texto, Gustavo. Felicitaciones. Reconciliar Razón y Mito, es una tarea formidable. "La razón tiene sus mitos y el mito sus razones". Es ya un libro que espera ser muy pronto leído. Felicitaciones de nuevo. Y bien por la filosofía nacional.
ResponderEliminarLiliana Molineris El lenguaje puede compararse con una casa, puede estar contenido en cuatro paredes. El lenguaje es un mundo "terminado". El pensamiento no, consciente o inconcluso, es un mundo "infinito".
ResponderEliminarEl nacionalismo tiene desafìos nuevos para resurgir en un mundo global con problemas mundiales. La globalizaciòn va màs allà del neoliberalismo y la mundializaciòn se acelera por la confluencia de crisis de ìndole global. Hemos ingresado a la Era de la Tierra, la era planetaria se acelera y exige del pensamiento humano respuestas a la altura de problemas globales. Y si el nacionalismo busca renacer debe ofrecer respuestas a dichas crisis globales. El nuevo nacionalismo debe ser capaz de ofrecer soluciones globales. La Humanidad es una categorìa màs amplia que la Naciòn, y el neonacionalismo debe responder a sus nuevos problemas. De lo contrario en vez de constituir una contribuciòn se convertirà en un bàrbaro regresionismo reaccionario decimonònico con perfiles de amenaza fascista.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
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