R. Rorty (1931-2007) es el último abanderado del irracionalismo, el idealismo subjetivo y fiel representante de la decadencia de la filosofía imperialista.
Habiendo abandonado el giro lingüístico critica la pretensión filosófica desde Descartes de fundamentar el conocimiento y la realidad. Desde el pragmatismo planeta una filosofía edificante opuesta a la filosofía sistemática. Insta a abandonar la búsqueda de la Verdad, Objetividad, Realidad, Esencia y Razón. En su lugar concibe la filosofía como conversación edificante, que sustituye la verdad por las creencias convenientes.
Su filosofía sin espejos es una trivial filosofía conversacional que jamás debe buscar el arjé. El abandono subjetivista del representacionalismo sigue la senda extraviada del segundo Wittgenstein, el segundo Heidegger, ello Sellars, Quine y Davidson.
Le parece insostenible la objetividad ligada a una trascendencia. Con ello ahonda subjetivistamente el hiato entre Ser y Pensar.
La tragedia de la filosofía burguesa en su etapa imperialista es que se muestra incapaz de desarrollar el método dialéctico de Hegel y de superar la forma que adopta en el marxismo. De modo que embarcado en una trayectoria decadente retrocede hacia el idealismo subjetivo berkeleyano.
Rorty opone a la objetividad la intersubjetividad o solidaridad, y con su característica miopía proclama que las cuestiones hoy no son metafísicas o teológicas, sino políticas. Este estrechamiento de miras hace que su historicismo nominalista sustituya tristemente la teoría por la narrativa. En una palabra, su filosofía es el heraldo de la descomposición de la decadente filosofía burguesa que renuncia a la objetividad y al conocimiento del mundo como contrapartida al brutal dominio geopolítico del imperialismo.
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