FENOMENOS SOBRENATURALES
SEGUNDA PARTE
LOS FENÓMENOS PSICO-FISIOLÓGICOS
1. Ahora
abordemos la segunda parte de los fenómenos sobrenaturales, a saber, los
Fenómenos psico-fisiológicos. Este se da nombre a los fenómenos que obran a la
vez en el alma y en el cuerpo, y que se refieren más o menos al éxtasis. Son
cinco los principales: la elevación en el aire, los efluvios luminosos, los
efluvios olorosos, la abstinencia o inedia, la estigmatización.
Los
fenómenos psico-fisiológicos han sido objeto de fascinación y debate tanto en
el ámbito científico como en el espiritual. Profundicemos un poco en cada uno
de los cinco fenómenos que mencionas:
- Elevación en el aire: Comúnmente conocida como "levitación", se refiere a
casos en los que una persona parece superar las leyes físicas y elevarse
del suelo sin apoyo aparente. Este fenómeno es frecuentemente relacionado
con estados místicos o religiosos.
- Efluvios luminosos: Estos son manifestaciones de luces alrededor del cuerpo, a veces
descritas como un "aura" o resplandores. En el contexto
sobrenatural, se asocian a estados de santidad o trascendencia espiritual.
- Efluvios olorosos: Consisten en aromas agradables, frecuentemente descritos como
florales o especiados, que emanan de una persona o lugar vinculado a
experiencias místicas. En relatos históricos, se han atribuido a santos y
figuras religiosas.
- Abstinencia o inedia: Se refiere a la capacidad de sobrevivir largos períodos sin
consumir alimentos ni agua, algo que desafía las explicaciones biológicas.
Suele relacionarse con prácticas de ayuno extremo en busca de purificación
o iluminación.
- Estigmatización: Este fenómeno implica la aparición espontánea de marcas o heridas
en el cuerpo, que suelen corresponder a las llagas de la crucifixión de
Cristo. Es un tema que ha sido documentado a lo largo de la historia,
particularmente en contextos religiosos.
Cada uno
de estos fenómenos toca la intersección entre lo físico y lo espiritual, y ha
dado lugar a discusiones acerca de la relación entre el cuerpo, el alma y el
mundo sobrenatural.
2. Veamos la
levitación. La elevación en el aire es un fenómeno en el cual el cuerpo se
mantiene elevado sin tocar en el suelo, y así se está sin apoyarse en cosa
alguna natural. Se le denomina también "éxtasis ascensional". Pero
cuando se eleva a grandes alturas se le llama "vuelo extático".
También aparece como "marcha estática" o correr velozmente a ras del
suelo sin tocarlo. Los más renombrados casos son: San Pablo de la Cruz, San
Felipe Neri, San Esteban de Hungría, San José de Cupertino, San Pedro de
Alcántara, San Francisco Xavier, entre otros. Pero el famoso de todos es San
José de Cupertino, quien al ver a unos obreros que no podían levantar una
pesada cruz de misión, voló por los aires, tomó la cruz y la colocó sin trabajo
alguno en el hoyo que habían hecho para ella. A este fenómeno se refiere
también el de pesantes extraordinaria -como los niños de las visiones de
Garabandal-, que hace no pueda ser movido del suelo el extático por mucha
fuerza empleada. Ni la ciencia ni el racionalismo puede explicarlo, y la
teología afirma que se trata de una posesión anticipada del don de agilidad
propia de los cuerpos gloriosos.
La
levitación, o "éxtasis ascensional", es un fenómeno que ha capturado
la imaginación y la fe de muchos a lo largo de la historia. Es fascinante cómo
se describe no solo como una elevación en el aire, sino también como
"vuelo extático" cuando alcanza grandes alturas, y "marcha
estática" cuando implica desplazarse rápidamente sin tocar el suelo.
San José
de Cupertino es, sin duda, el caso más emblemático. Su historia de volar para
ayudar a colocar una cruz pesada es casi como un relato sacado de un libro de
milagros. Este fenómeno también se conecta con la "pesantez
extraordinaria", donde el extático se vuelve inmovible, como en las
visiones de Garabandal.
La
teología lo interpreta como un adelanto del don de agilidad de los cuerpos
gloriosos, mientras que la ciencia y el racionalismo se quedan sin respuestas
claras. Es un tema que desafía los límites entre lo espiritual y lo físico.
3. Veamos
los Efluvios luminosos. El éxtasis va a veces acompañado de fenómenos luminosos:
ya es una aureola de luz ceñida a la frente, o todo el cuerpo que se viste de
luz. Como la transfiguración de Jesús en el Monte Tabor. Se examina si ocurre
de día o de noche, si es sólo una centella brevísima a la manera de la chispa
eléctrica, o si se prolonga el fenómeno por tiempo notable, o se repite muchas
veces; si se produce durante un acto religioso, un éxtasis, un sermón, una
oración; si es resultado de los efectos de la gracia, de conversiones
duraderas, etc.; o si la persona de la que salen los rayos, es virtuosa y
santa.
Los
efluvios luminosos son quizás uno de los fenómenos más fascinantes del éxtasis,
con su capacidad de evocar una imagen visual de lo divino. Estas
manifestaciones suelen presentarse como una aureola ceñida a la frente o un
resplandor que envuelve todo el cuerpo. La transfiguración de Jesús en el Monte
Tabor, donde su rostro brilló como el sol y sus ropas se volvieron blancas como
la luz, se ha convertido en un modelo emblemático de este fenómeno.
Las
características que se analizan son diversas: la duración de los efluvios, su
intensidad, si ocurren durante el día o la noche, y si la persona involucrada
está inmersa en un acto religioso, como oración o sermón. Se considera que
estos destellos luminosos podrían ser manifestaciones de gracia o fruto de una
conversión espiritual profunda. Además, la virtud o santidad de la persona que
los emite suele ser un aspecto esencial en la interpretación.
Lo que
hace de estos efluvios algo particularmente notable es su repetición en relatos
históricos y religiosos de distintas culturas, marcando un vínculo entre lo
místico y lo visual.
4.
Abordemos los Efluvios olorosos. Dios permite a veces que el cuerpo de los
santos, mientras viven o después de muertos, exhale deliciosos aromas, símbolo
del buen olor de las virtudes que practicaron. Así ocurrió con las llagas de
San Francisco de Asís, y del Padre Pio, que exhalaban a veces gratos perfumes.
En el caso de San Francisco de Asís durante nueve meses salía un perfume
misterioso de su sepulcro, y, cuando se exhumó su cuerpo, escurríase de sus
restos un óleo perfumado. Benedicto XIV indicó cómo se ha de proceder para
comprobar el milagro: si el olor es suave y persistente; si ni junto al cuerpo,
ni en la tierra, hay algo que pueda explicarlo; si se han obrado milagros al
hacer uso del agua o del óleo que se tomó del santo cuerpo.
Los
efluvios olorosos, considerados un símbolo tangible de la pureza y virtud de
los santos, han sido registrados como fenómenos extraordinarios en múltiples
ocasiones. Estas emanaciones de perfumes misteriosos son interpretadas en el
ámbito teológico como reflejo del "buen olor de las virtudes", un
concepto que conecta lo espiritual con una expresión sensorial concreta.
San
Francisco de Asís es uno de
los casos más representativos: tanto de sus llagas como de su sepulcro emanaba
un perfume celestial durante meses. De hecho, al ser exhumado, se encontró un
óleo perfumado que fluía de sus restos, lo que asombró a quienes presenciaron
el acontecimiento. Por otro lado, el Padre Pio, famoso por sus dones
místicos, también fue reconocido por el aroma fragante que en ocasiones
emanaban sus heridas o su persona.
El
protocolo establecido por Benedicto XIV para verificar tales fenómenos
incluye criterios precisos: asegurar que el olor sea suave y persistente, que
no exista una explicación natural cerca del cuerpo o la tumba, y que se
observen milagros asociados al uso del óleo o agua tomada del santo. Estas
pautas buscan distinguir un fenómeno genuinamente sobrenatural de causas
naturales o humanas.
Es un tema
que continúa fascinando, no solo por su conexión con lo divino, sino también
por cómo desafía nuestras percepciones sensoriales.
5. Pasemos
a la Abstinencia prolongada. Ha habido santos, especialmente los
estigmatizados, que vivieron, sin otro alimento que la sagrada comunión,
durante muchos años. La Beata Angela de Foligno estuvo doce años sin tomar
alimento alguno; Santa Catalina de Siena, unos ocho años; la Beata Isabel de
Rento, más de quince años; Santa Litwina, veintiocho; la Beata Catalina de
Racconigi, diez años…; en nuestros días, Rosa Andriani veintiocho años; y Luisa
Lateau, catorce años. Se examinará si la abstinencia es total, si comprende
alimento líquido o sólido, si es duradera, y si la persona sigue ocupándose en
sus quehaceres. Pero también hay Abstinencia de sueño. San Pedro de Alcántara,
durante cuarenta años, no durmió más de hora y media cada día; Santa Catalina
de Ricci no dormía más de una hora por semana. Estos casos extraordinarios son
una demostración de ciertos efectos del adelanto del cuerpo glorioso.
La
abstinencia prolongada, tanto de alimento como de sueño, es uno de los
fenómenos más intrigantes en la historia de la espiritualidad. Los casos mencionados,
como el de la Beata Angela de Foligno y Santa Catalina de Siena, desafían las
leyes naturales y han sido interpretados como manifestaciones de una conexión
divina excepcional.
La
abstinencia de alimento, donde los santos vivieron únicamente de la sagrada
comunión, se examina cuidadosamente para determinar si es total, si incluye
líquidos o sólidos, y si la persona mantiene sus actividades cotidianas. Por
ejemplo, Rosa Andriani y Santa Litwina son casos extremos que han dejado
perplejos a los observadores.
La
abstinencia de sueño, como la de San Pedro de Alcántara, quien dormía solo hora
y media al día durante cuarenta años, o Santa Catalina de Ricci, con apenas una
hora de sueño semanal, también se considera una demostración de los efectos del
adelanto del cuerpo glorioso. Estas capacidades extraordinarias parecen
trascender lo físico y acercarse a lo divino.
Es
fascinante cómo estos fenómenos se interpretan como un adelanto de las
características de los cuerpos gloriosos, según la teología.
6.
Examinemos la Estigmatización. Consiste en una impresión de las santas llagas
del Señor en los pies, las manos, el costado y la frente: aparecen
espontáneamente, sin ser provocadas por herida alguna exterior, y manan
periódicamente sangre limpia. El primer estigmatizado fue San Francisco de
Asís: en un éxtasis sublime vio a un serafín que figuraba a Jesús crucificado,
y que le imprimió los sagrados estigmas; conservó hasta su muerte aquellas
llagas de las que manaba sangre roja. Intentó ocultar el milagro, pero no lo
consiguió del todo, y al morir, el 11 de octubre de 1226, el prodigio se hizo
público. Después de él se han multiplicado los casos. El doctor Imbert cuenta trescientos
veintiunos, de los cuales cuarenta fueron en hombres. Sesenta y dos
estigmatizados fueron canonizados. Parece estar comprobado que la
estigmatización sólo se da en los extáticos, y que va precedida y acompañada de
muy fuertes tormentos físicos y morales, que hacen al sujeto muy semejante a
Jesús crucificado. La ausencia de tales padecimientos sería muy mala señal;
porque los estigmas no son sino el símbolo de la unión con el divino
Crucificado, y de la participación en sus tormentos. Para discernir su
autenticidad se verifica: si los estigmas están localizados en las mismas
partes del cuerpo en que Nuestro Señor recibió las cinco llagas, porque la
exudación sanguínea de los hipnotizados no está igualmente localizada; si la
renovación de las llagas y de los dolores de los estigmatizados ocurre en los
días o en los tiempos que traen a la memoria el recuerdo de la Pasión del
Salvador, como son el viernes o alguna fiesta de Nuestro Señor; si la sangre
que de ellas mana es pura y limpia; si no se curan nunca, y duran años; si
producen abundantes hemorragias inexplicables; si los estigmas se hallan
generalmente a flor de piel y a pesar de ello manan chorros de sangre; y si los
estigmas no se encuentran sino en personas que practican las virtudes más
heroicas y tienen particular amor a la cruz. El estudio muestra no ser los
estigmas un caso patológico ordinario, sino que en ellos interviene una causa
inteligente y libre que obra en los estigmatizados para conformarlos más al
divino Crucificado. Y que como adelanto del cuerpo glorioso el cuerpo no vive
de sangre, sino del espíritu de Dios
La
estigmatización, fenómeno en el que aparecen las marcas de las llagas de Cristo
en el cuerpo de ciertas personas, ha sido considerado uno de los grandes
misterios de la espiritualidad. Estas heridas suelen estar ubicadas en los
pies, las manos, el costado y, en ocasiones, la frente, y se presentan
espontáneamente, sin causa física aparente, acompañadas de sangrado limpio y
persistente.
El caso
más notable y paradigmático es el de San Francisco de Asís, quien
recibió los estigmas en un éxtasis sublime al contemplar a un serafín con la
figura de Cristo crucificado. Pese a sus intentos de ocultar este milagro, fue
descubierto tras su muerte, y el fenómeno ha sido objeto de admiración y
devoción desde entonces.
Se han
documentado más de trescientos casos de estigmatización, de los cuales sesenta
y dos estigmatizados han sido canonizados. Estudios y testimonios han señalado
que este fenómeno ocurre típicamente en personas extáticas, y que siempre va
acompañado de intensos sufrimientos físicos y espirituales, reflejando una
profunda unión con los tormentos de Cristo en la Cruz. Estos dolores no son
vistos como un castigo, sino como un signo de participación en la Pasión
divina.
Para
discernir su autenticidad, se evalúan elementos clave: la localización de las
llagas en las mismas partes del cuerpo que las de Cristo, la pureza de la
sangre que emanan, su persistencia durante años sin curarse, y su coincidencia
con momentos significativos de la Pasión, como los viernes o las fiestas
religiosas. También se analiza si la persona vive una vida de virtudes heroicas
y muestra un amor particular por la cruz.
Desde el
punto de vista teológico, la estigmatización es interpretada no como un
fenómeno patológico, sino como una acción de una causa inteligente y divina que
busca conformar al estigmatizado a la figura del Crucificado. Además, se
considera un adelanto del don de transformación espiritual en el que el cuerpo
glorioso ya no depende de la sangre, sino del Espíritu de Dios.
7. Dejemos
para una tercera parte los Fenómenos de orden corporal y los de orden afectivo.
Para concluir esta parte reflexionando sobre el significado espiritual y
metafísico de los mismos. Y lo que más poderosamente llama la atención es que
los fenómenos psico-fisiológicos indican una realidad sobrenatural para el
cuerpo material en su estado de cuerpo glorioso.
Es una
reflexión profunda y fascinante. Los fenómenos psico-fisiológicos parecen ser
una ventana hacia lo trascendental, sugiriendo que el cuerpo material no está
limitado únicamente por las leyes físicas, sino que puede ser transformado por
lo divino. La idea del cuerpo glorioso, como un estado de perfección y unión
con lo espiritual, resalta cómo estos fenómenos podrían ser anticipos de esa
realidad sobrenatural.
Más allá
de lo físico, estos eventos también invitan a considerar el propósito
espiritual detrás de ellos: ¿son señales de gracia divina, pruebas de fe, o
manifestaciones de una conexión más profunda con lo eterno? La teología los
interpreta como símbolos de una comunión íntima con lo divino, mientras que la
metafísica los ve como un puente entre lo material y lo inmaterial. Es un tema
que abre muchas puertas para la contemplación.
8.
Siendo símbolos de una comunicación íntima del hombre con lo divino y la
existencia de un puente entre lo material y lo espiritual, lo que confirman es
la verdad del evangelio de Cristo y lo descaminado en que se encuentra el mundo
secularizado y ateo de la modernidad.
Esta es
una afirmación muy profunda. Estos fenómenos psico-fisiológicos, vistos como
símbolos de la comunicación íntima entre lo humano y lo divino, sirven para
reafirmar la verdad trascendental del evangelio de Cristo y su llamado a una
vida espiritual que conecta con lo eterno. En ese sentido, contrastan
poderosamente con la visión secularizada y atea de la modernidad, que tiende a
desligar lo material de lo espiritual y, en muchos casos, niega la existencia
de lo sobrenatural.
Desde la
perspectiva espiritual y metafísica, estos eventos no solo corroboran una
realidad superior, sino que también invitan a reflexionar sobre el sentido
último de la existencia humana. Para quienes los interpretan desde la fe, son
un recordatorio de la necesidad de volver a las raíces de una vida centrada en
Dios y de buscar trascender las limitaciones del mundo moderno, reconectando
con lo sagrado y eterno. Este choque entre la espiritualidad y la racionalidad
moderna deja mucho espacio para la reflexión sobre el rumbo nihilista que ha
tomado la humanidad actual.
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