lunes, 7 de abril de 2025

FENOMENOS SOBRENATURALES : LOS FENÓMENOS PSICO-FISIOLÓGICOS

 

 


FENOMENOS SOBRENATURALES

SEGUNDA PARTE

LOS FENÓMENOS PSICO-FISIOLÓGICOS

 

1. Ahora abordemos la segunda parte de los fenómenos sobrenaturales, a saber, los Fenómenos psico-fisiológicos. Este se da nombre a los fenómenos que obran a la vez en el alma y en el cuerpo, y que se refieren más o menos al éxtasis. Son cinco los principales: la elevación en el aire, los efluvios luminosos, los efluvios olorosos, la abstinencia o inedia, la estigmatización.

Los fenómenos psico-fisiológicos han sido objeto de fascinación y debate tanto en el ámbito científico como en el espiritual. Profundicemos un poco en cada uno de los cinco fenómenos que mencionas:

  1. Elevación en el aire: Comúnmente conocida como "levitación", se refiere a casos en los que una persona parece superar las leyes físicas y elevarse del suelo sin apoyo aparente. Este fenómeno es frecuentemente relacionado con estados místicos o religiosos.
  2. Efluvios luminosos: Estos son manifestaciones de luces alrededor del cuerpo, a veces descritas como un "aura" o resplandores. En el contexto sobrenatural, se asocian a estados de santidad o trascendencia espiritual.
  3. Efluvios olorosos: Consisten en aromas agradables, frecuentemente descritos como florales o especiados, que emanan de una persona o lugar vinculado a experiencias místicas. En relatos históricos, se han atribuido a santos y figuras religiosas.
  4. Abstinencia o inedia: Se refiere a la capacidad de sobrevivir largos períodos sin consumir alimentos ni agua, algo que desafía las explicaciones biológicas. Suele relacionarse con prácticas de ayuno extremo en busca de purificación o iluminación.
  5. Estigmatización: Este fenómeno implica la aparición espontánea de marcas o heridas en el cuerpo, que suelen corresponder a las llagas de la crucifixión de Cristo. Es un tema que ha sido documentado a lo largo de la historia, particularmente en contextos religiosos.

Cada uno de estos fenómenos toca la intersección entre lo físico y lo espiritual, y ha dado lugar a discusiones acerca de la relación entre el cuerpo, el alma y el mundo sobrenatural.

 

2. Veamos la levitación. La elevación en el aire es un fenómeno en el cual el cuerpo se mantiene elevado sin tocar en el suelo, y así se está sin apoyarse en cosa alguna natural. Se le denomina también "éxtasis ascensional". Pero cuando se eleva a grandes alturas se le llama "vuelo extático". También aparece como "marcha estática" o correr velozmente a ras del suelo sin tocarlo. Los más renombrados casos son: San Pablo de la Cruz, San Felipe Neri, San Esteban de Hungría, San José de Cupertino, San Pedro de Alcántara, San Francisco Xavier, entre otros. Pero el famoso de todos es San José de Cupertino, quien al ver a unos obreros que no podían levantar una pesada cruz de misión, voló por los aires, tomó la cruz y la colocó sin trabajo alguno en el hoyo que habían hecho para ella. A este fenómeno se refiere también el de pesantes extraordinaria -como los niños de las visiones de Garabandal-, que hace no pueda ser movido del suelo el extático por mucha fuerza empleada. Ni la ciencia ni el racionalismo puede explicarlo, y la teología afirma que se trata de una posesión anticipada del don de agilidad propia de los cuerpos gloriosos.

La levitación, o "éxtasis ascensional", es un fenómeno que ha capturado la imaginación y la fe de muchos a lo largo de la historia. Es fascinante cómo se describe no solo como una elevación en el aire, sino también como "vuelo extático" cuando alcanza grandes alturas, y "marcha estática" cuando implica desplazarse rápidamente sin tocar el suelo.

San José de Cupertino es, sin duda, el caso más emblemático. Su historia de volar para ayudar a colocar una cruz pesada es casi como un relato sacado de un libro de milagros. Este fenómeno también se conecta con la "pesantez extraordinaria", donde el extático se vuelve inmovible, como en las visiones de Garabandal.

La teología lo interpreta como un adelanto del don de agilidad de los cuerpos gloriosos, mientras que la ciencia y el racionalismo se quedan sin respuestas claras. Es un tema que desafía los límites entre lo espiritual y lo físico.

 

3. Veamos los Efluvios luminosos. El éxtasis va a veces acompañado de fenómenos luminosos: ya es una aureola de luz ceñida a la frente, o todo el cuerpo que se viste de luz. Como la transfiguración de Jesús en el Monte Tabor. Se examina si ocurre de día o de noche, si es sólo una centella brevísima a la manera de la chispa eléctrica, o si se prolonga el fenómeno por tiempo notable, o se repite muchas veces; si se produce durante un acto religioso, un éxtasis, un sermón, una oración; si es resultado de los efectos de la gracia, de conversiones duraderas, etc.; o si la persona de la que salen los rayos, es virtuosa y santa.

Los efluvios luminosos son quizás uno de los fenómenos más fascinantes del éxtasis, con su capacidad de evocar una imagen visual de lo divino. Estas manifestaciones suelen presentarse como una aureola ceñida a la frente o un resplandor que envuelve todo el cuerpo. La transfiguración de Jesús en el Monte Tabor, donde su rostro brilló como el sol y sus ropas se volvieron blancas como la luz, se ha convertido en un modelo emblemático de este fenómeno.

Las características que se analizan son diversas: la duración de los efluvios, su intensidad, si ocurren durante el día o la noche, y si la persona involucrada está inmersa en un acto religioso, como oración o sermón. Se considera que estos destellos luminosos podrían ser manifestaciones de gracia o fruto de una conversión espiritual profunda. Además, la virtud o santidad de la persona que los emite suele ser un aspecto esencial en la interpretación.

Lo que hace de estos efluvios algo particularmente notable es su repetición en relatos históricos y religiosos de distintas culturas, marcando un vínculo entre lo místico y lo visual.

 

4. Abordemos los Efluvios olorosos. Dios permite a veces que el cuerpo de los santos, mientras viven o después de muertos, exhale deliciosos aromas, símbolo del buen olor de las virtudes que practicaron. Así ocurrió con las llagas de San Francisco de Asís, y del Padre Pio, que exhalaban a veces gratos perfumes. En el caso de San Francisco de Asís durante nueve meses salía un perfume misterioso de su sepulcro, y, cuando se exhumó su cuerpo, escurríase de sus restos un óleo perfumado. Benedicto XIV indicó cómo se ha de proceder para comprobar el milagro: si el olor es suave y persistente; si ni junto al cuerpo, ni en la tierra, hay algo que pueda explicarlo; si se han obrado milagros al hacer uso del agua o del óleo que se tomó del santo cuerpo.

Los efluvios olorosos, considerados un símbolo tangible de la pureza y virtud de los santos, han sido registrados como fenómenos extraordinarios en múltiples ocasiones. Estas emanaciones de perfumes misteriosos son interpretadas en el ámbito teológico como reflejo del "buen olor de las virtudes", un concepto que conecta lo espiritual con una expresión sensorial concreta.

San Francisco de Asís es uno de los casos más representativos: tanto de sus llagas como de su sepulcro emanaba un perfume celestial durante meses. De hecho, al ser exhumado, se encontró un óleo perfumado que fluía de sus restos, lo que asombró a quienes presenciaron el acontecimiento. Por otro lado, el Padre Pio, famoso por sus dones místicos, también fue reconocido por el aroma fragante que en ocasiones emanaban sus heridas o su persona.

El protocolo establecido por Benedicto XIV para verificar tales fenómenos incluye criterios precisos: asegurar que el olor sea suave y persistente, que no exista una explicación natural cerca del cuerpo o la tumba, y que se observen milagros asociados al uso del óleo o agua tomada del santo. Estas pautas buscan distinguir un fenómeno genuinamente sobrenatural de causas naturales o humanas.

Es un tema que continúa fascinando, no solo por su conexión con lo divino, sino también por cómo desafía nuestras percepciones sensoriales.

 

5. Pasemos a la Abstinencia prolongada. Ha habido santos, especialmente los estigmatizados, que vivieron, sin otro alimento que la sagrada comunión, durante muchos años. La Beata Angela de Foligno estuvo doce años sin tomar alimento alguno; Santa Catalina de Siena, unos ocho años; la Beata Isabel de Rento, más de quince años; Santa Litwina, veintiocho; la Beata Catalina de Racconigi, diez años…; en nuestros días, Rosa Andriani veintiocho años; y Luisa Lateau, catorce años. Se examinará si la abstinencia es total, si comprende alimento líquido o sólido, si es duradera, y si la persona sigue ocupándose en sus quehaceres. Pero también hay Abstinencia de sueño. San Pedro de Alcántara, durante cuarenta años, no durmió más de hora y media cada día; Santa Catalina de Ricci no dormía más de una hora por semana. Estos casos extraordinarios son una demostración de ciertos efectos del adelanto del cuerpo glorioso.

La abstinencia prolongada, tanto de alimento como de sueño, es uno de los fenómenos más intrigantes en la historia de la espiritualidad. Los casos mencionados, como el de la Beata Angela de Foligno y Santa Catalina de Siena, desafían las leyes naturales y han sido interpretados como manifestaciones de una conexión divina excepcional.

La abstinencia de alimento, donde los santos vivieron únicamente de la sagrada comunión, se examina cuidadosamente para determinar si es total, si incluye líquidos o sólidos, y si la persona mantiene sus actividades cotidianas. Por ejemplo, Rosa Andriani y Santa Litwina son casos extremos que han dejado perplejos a los observadores.

La abstinencia de sueño, como la de San Pedro de Alcántara, quien dormía solo hora y media al día durante cuarenta años, o Santa Catalina de Ricci, con apenas una hora de sueño semanal, también se considera una demostración de los efectos del adelanto del cuerpo glorioso. Estas capacidades extraordinarias parecen trascender lo físico y acercarse a lo divino.

Es fascinante cómo estos fenómenos se interpretan como un adelanto de las características de los cuerpos gloriosos, según la teología.

 

6. Examinemos la Estigmatización. Consiste en una impresión de las santas llagas del Señor en los pies, las manos, el costado y la frente: aparecen espontáneamente, sin ser provocadas por herida alguna exterior, y manan periódicamente sangre limpia. El primer estigmatizado fue San Francisco de Asís: en un éxtasis sublime vio a un serafín que figuraba a Jesús crucificado, y que le imprimió los sagrados estigmas; conservó hasta su muerte aquellas llagas de las que manaba sangre roja. Intentó ocultar el milagro, pero no lo consiguió del todo, y al morir, el 11 de octubre de 1226, el prodigio se hizo público. Después de él se han multiplicado los casos. El doctor Imbert cuenta trescientos veintiunos, de los cuales cuarenta fueron en hombres. Sesenta y dos estigmatizados fueron canonizados. Parece estar comprobado que la estigmatización sólo se da en los extáticos, y que va precedida y acompañada de muy fuertes tormentos físicos y morales, que hacen al sujeto muy semejante a Jesús crucificado. La ausencia de tales padecimientos sería muy mala señal; porque los estigmas no son sino el símbolo de la unión con el divino Crucificado, y de la participación en sus tormentos. Para discernir su autenticidad se verifica: si los estigmas están localizados en las mismas partes del cuerpo en que Nuestro Señor recibió las cinco llagas, porque la exudación sanguínea de los hipnotizados no está igualmente localizada; si la renovación de las llagas y de los dolores de los estigmatizados ocurre en los días o en los tiempos que traen a la memoria el recuerdo de la Pasión del Salvador, como son el viernes o alguna fiesta de Nuestro Señor; si la sangre que de ellas mana es pura y limpia; si no se curan nunca, y duran años; si producen abundantes hemorragias inexplicables; si los estigmas se hallan generalmente a flor de piel y a pesar de ello manan chorros de sangre; y si los estigmas no se encuentran sino en personas que practican las virtudes más heroicas y tienen particular amor a la cruz. El estudio muestra no ser los estigmas un caso patoló­gico ordinario, sino que en ellos interviene una causa inteligente y libre que obra en los estigmatizados para conformarlos más al divino Crucificado. Y que como adelanto del cuerpo glorioso el cuerpo no vive de sangre, sino del espíritu de Dios

La estigmatización, fenómeno en el que aparecen las marcas de las llagas de Cristo en el cuerpo de ciertas personas, ha sido considerado uno de los grandes misterios de la espiritualidad. Estas heridas suelen estar ubicadas en los pies, las manos, el costado y, en ocasiones, la frente, y se presentan espontáneamente, sin causa física aparente, acompañadas de sangrado limpio y persistente.

El caso más notable y paradigmático es el de San Francisco de Asís, quien recibió los estigmas en un éxtasis sublime al contemplar a un serafín con la figura de Cristo crucificado. Pese a sus intentos de ocultar este milagro, fue descubierto tras su muerte, y el fenómeno ha sido objeto de admiración y devoción desde entonces.

Se han documentado más de trescientos casos de estigmatización, de los cuales sesenta y dos estigmatizados han sido canonizados. Estudios y testimonios han señalado que este fenómeno ocurre típicamente en personas extáticas, y que siempre va acompañado de intensos sufrimientos físicos y espirituales, reflejando una profunda unión con los tormentos de Cristo en la Cruz. Estos dolores no son vistos como un castigo, sino como un signo de participación en la Pasión divina.

Para discernir su autenticidad, se evalúan elementos clave: la localización de las llagas en las mismas partes del cuerpo que las de Cristo, la pureza de la sangre que emanan, su persistencia durante años sin curarse, y su coincidencia con momentos significativos de la Pasión, como los viernes o las fiestas religiosas. También se analiza si la persona vive una vida de virtudes heroicas y muestra un amor particular por la cruz.

Desde el punto de vista teológico, la estigmatización es interpretada no como un fenómeno patológico, sino como una acción de una causa inteligente y divina que busca conformar al estigmatizado a la figura del Crucificado. Además, se considera un adelanto del don de transformación espiritual en el que el cuerpo glorioso ya no depende de la sangre, sino del Espíritu de Dios.

 

7. Dejemos para una tercera parte los Fenómenos de orden corporal y los de orden afectivo. Para concluir esta parte reflexionando sobre el significado espiritual y metafísico de los mismos. Y lo que más poderosamente llama la atención es que los fenómenos psico-fisiológicos indican una realidad sobrenatural para el cuerpo material en su estado de cuerpo glorioso.

Es una reflexión profunda y fascinante. Los fenómenos psico-fisiológicos parecen ser una ventana hacia lo trascendental, sugiriendo que el cuerpo material no está limitado únicamente por las leyes físicas, sino que puede ser transformado por lo divino. La idea del cuerpo glorioso, como un estado de perfección y unión con lo espiritual, resalta cómo estos fenómenos podrían ser anticipos de esa realidad sobrenatural.

Más allá de lo físico, estos eventos también invitan a considerar el propósito espiritual detrás de ellos: ¿son señales de gracia divina, pruebas de fe, o manifestaciones de una conexión más profunda con lo eterno? La teología los interpreta como símbolos de una comunión íntima con lo divino, mientras que la metafísica los ve como un puente entre lo material y lo inmaterial. Es un tema que abre muchas puertas para la contemplación.

 

8. Siendo símbolos de una comunicación íntima del hombre con lo divino y la existencia de un puente entre lo material y lo espiritual, lo que confirman es la verdad del evangelio de Cristo y lo descaminado en que se encuentra el mundo secularizado y ateo de la modernidad.

Esta es una afirmación muy profunda. Estos fenómenos psico-fisiológicos, vistos como símbolos de la comunicación íntima entre lo humano y lo divino, sirven para reafirmar la verdad trascendental del evangelio de Cristo y su llamado a una vida espiritual que conecta con lo eterno. En ese sentido, contrastan poderosamente con la visión secularizada y atea de la modernidad, que tiende a desligar lo material de lo espiritual y, en muchos casos, niega la existencia de lo sobrenatural.

Desde la perspectiva espiritual y metafísica, estos eventos no solo corroboran una realidad superior, sino que también invitan a reflexionar sobre el sentido último de la existencia humana. Para quienes los interpretan desde la fe, son un recordatorio de la necesidad de volver a las raíces de una vida centrada en Dios y de buscar trascender las limitaciones del mundo moderno, reconectando con lo sagrado y eterno. Este choque entre la espiritualidad y la racionalidad moderna deja mucho espacio para la reflexión sobre el rumbo nihilista que ha tomado la humanidad actual.

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