Teodoro Hampe
Martínez
In memoriam
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Esta vez la fría Parca ha
pasado sigilosa y rauda para llevarse a los tan sólo 56 años al historiador y
catedrático Teodoro Hampe. Los medios no informan sobre el motivo de su
fallecimiento, pero ese detalle poco importa cuando lo relevante de veras es el
brillo ejemplar de su estela académica y humana. Sí, hace cinco días que
emprendió su encuentro con el Creador el amigo y connotado historiador Teodoro
Hampe Martínez.
Ciertamente no es mi pluma
la más idónea para hablar del genio y figura de tan ilustre personaje, más el
escaso tiempo en que lo traté dejó testimonio de su seriedad intelectual,
sobriedad cultural y bonhomía personal. Ahora, Teodoro ha salido del tiempo, ha
cruzado el umbral de la aterradora muerte y espera, como esperaremos muchos, el
momento de la eternidad.
La Historia, como la poesía
y la vida cósmica –escribía Mariano Iberico- es una de las grandes formas del
aparecer universal. A Teodoro Hampe le tocó explicarnos con gran erudición y
maestría la vivencia teorética del pasado histórico. En sus diversos libros y
artículos el pasado no carece de objetividad, no es mero alarde interpretativo,
y no es una mera región del tiempo de lo no existente, sino que, por el
contrario, el pasado se constituye en presente, en sus múltiples perspectivas iridiscentes,
como una ola que viene detrás y empuja hacia adelante.
Efectivamente, en la pluma
de Hampe el pasado es una forma viviente del ser, donde su ser actual es reflejo
de su sustancia. Él nos demostró –como en su tiempo lo hicieron Guillermo
Leguía, Basadre, Vargas Ugarte, Rostworowski, Lohmann, Waldemar Espinoza, Macera,
y tantos otros connotados- que el pasado puede actuar sobre el presente y
lanzarnos hacia el futuro. En otras palabras, el pasado se salva de sucumbir petrificado
en el olvido por la tradición histórica que lo actualiza. Y en esto le cupo un
lugar de honor al Dr. Hampe Martínez en sus diversos escritos de historia, educación,
cultura y sociedad.
Dicen que el estilo es el
hombre. Pues bien, Teodoro no era un orador nato, prefería leer sus escritos e
investigaciones, pero su solvencia ideológica era claramente notoria en las
entrevistas, preguntas y conversaciones. Su pluma era precisa como la de un
cirujano, escribía con sobriedad y pulcritud. Prefería la palabra documentada
que la furibunda especulación. En mi caso el conocimiento de su persona data
del año 2009. Fue un día en que recibí por primera vez su llamada telefónica
solicitándome un escrito mío que le había llamado la atención y que requería
tenerlo para un trabajo a presentar para una revista argentina.
En su hábito intelectual
detectivesco había leído por la web mi escrito “Premonición, teofanía y astrología
en la caída del Imperio Inca” y necesitaba saber si estaba publicado en libro y
demás detalles. Dicho trabajo fue publicado en mi libro Ensayos de Filosofía Mitocrática, 2009. Su honestidad intelectual
no escatimó en enviar a mi domicilio a su secretaria, quien me portó un libro
en obsequio (Relación de la ciudad del
Cusco, 1649), cosa que yo correspondí con algunos de mi autoría.
Después de algunos años lo
volví a encontrar en 2015, aunque esta vez fue personalmente, cuando en
coordinación con Virginia Vílchez, directora de la librería Libros Peruanos, le
propuse una entrevista sobre su libro dedicado al gran héroe peruano del mar, Miguel Grau, protagonista político
(Municipalidad Provincial de Piura Fondo Editorial, 2013). Era un momento
idóneo porque el veredicto de la Corte de la Haya estaba por conocerse. Era la
primera vez que lo tenía delante de mis ojos y pude observar en su postura
corporal una delgadez acompañada de un aire de tristeza. Desconozco de sus
cuitas, pero a la vista eran notorias. Tenía una mirada de lince, modales elegantes,
frente elevada, y sus labios finos dejaban lucir una sonrisa mordaz e incisiva.
La lectura de su libro
sobre nuestro gran Almirante Grau me dejó una grata impresión. En primer lugar,
llenaba un vacío sobre su protagonismo político. En segundo lugar, la esencia
de su mensaje es que lo cardinal de lo político en Grau no está en su
civilismo, que es coyuntural, ni en la defensa del orden constitucional, sino
en su voluntad de servir al país con sentido peruanista y patriótico. En tercer
lugar, la obra contribuye a ampliar la investigación sobre la historia política
en la era del guano basándose en sólidas bases historiográficas (Puente
Candamo, Ortiz Sotelo y Thorndike).
El segundo punto es
sobremanera importante en los actuales momentos electorales en que vive el
país. Y creo que en esto reside el mensaje póstumo del Dr. Hampe en su último libro.
Pues en la presente era del gas y de crecimiento económico sostenido, se hace notoria
la necesidad de contar con el peruanismo y patriotismo ejemplar de una figura
como Grau. Esto es, la curul congresal del perínclito marino debe irradiar
ejemplo político para despejar el miasma pútrido que por momentos hace
irrespirable la carrera por el sillón de Pizarro. Teodoro nos recuerda que Grau
defendió en orden constitucional a toda costa pero con sentido crítico al
rechazar la constitución anatópica de 1856.
El Dr. Teodoro Hampe Martínez
ha partido tempranamente, deja un legado intelectual valioso, invita a un estudio
serio de nuestra patria y nos insta insobornablemente a cultivar un sentido
peruanista y patriótico ad portas del Bicentenario de nuestra Independencia.
Lima, Salamanca
viernes 12 de febrero 2016
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