El libro más importante de Quentin Meillassoux es Après la finitude (Después de la finitud), publicado en 2006. En esta obra, Meillassoux desarrolla su concepto de "materialismo especulativo" y critica el "correlacionismo", una postura filosófica que sostiene que no podemos conocer la realidad fuera de nuestra relación con ella. Este libro ha sido fundamental para el movimiento del realismo especulativo en la filosofía contemporánea.
No obstante, a su postura le dirijo las siguientes objeciones:
1. Dependencia del tiempo y el devenir: Su concepto de un "Dios-por-venir" no puede considerarse verdaderamente divino, ya que depende del tiempo y la contingencia en lugar de ser eterno.
2. Más cercano a un demiurgo que a un-Dios: Su idea de una entidad futura recuerda más al demiurgo platónico, que modela la realidad, pero no es un ser absoluto ni creador en el sentido tradicional.
3. Uso del posibilismo: Meillassoux parece jugar con el posibilismo al sostener que todo es contingente, lo que dificulta establecer estructuras ontológicas estables. El ser mismo se hace imposible.
4. La contingencia absoluta como contrasentido: Su idea de que no hay leyes necesarias que rijan el universo podría llevar a una paradoja ontológica, ya que haría imposible la existencia de cualquier ser estable.
5. Depende totalmente del principio de inmanencia
Su materialismo especulativo se basa en la idea de que la realidad existe independientemente de nuestra relación con ella, pero algunos argumentan que, paradójicamente, su enfoque sigue dependiendo del principio de inmanencia. Es decir, aunque rechaza el correlacionismo, su filosofía sigue operando dentro de un marco donde el pensamiento y la realidad están vinculados de manera inmanente.
6. Rechaza la trascendencia. La objeción aquí es que, al afirmar que todo es absolutamente contingente, Meillassoux parece asumir una estructura ontológica que sigue dependiendo de la inmanencia, lo que podría socavar su intento de establecer un realismo especulativo radical. Algunos críticos han señalado que su rechazo de la trascendencia lo mantiene dentro de una lógica interna que no logra superar completamente el correlacionismo que él mismo critica.
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