ARGUEDAS:
EL CÍNICO
Gustavo Flores Quelopana
El paralelismo entre Arguedas y Diógenes es
tan atrevido como exacta. Es parte del papel de Arguedas en el cinismo burgués.
Con su suicidio Arguedas ha viajado al punto medio cínico de no existir. El suicidio
de Arguedas fue tan meticulosamente planificado y teatral que parece todo un
engaño, y, sin embargo, no lo fue. El semejante aparato trágico al que me
refiero tiene que ver con detalles de su muerte.
Ya antes del definitivo suceso Arguedas había
tenido anteriores intentos de suicidio. Su propia novela Yawar Fiesta
está arrastrada por una vorágine de autodestrucción. Había en él una obsesión
con el suicidio. Ya en 1962 en una carta del 23 de febrero a Pierre Duviols le
dice: “Todo mi problema es psíquico…no podría seguir viviendo”. Duviols (Carmen María Pinilla, editora, Itinerarios Epistolares. La amistad de José María Arguedas y Pierre Duviols en dieciséis cartas, pág. 13, Fondo editorial PUCP, Lima 2011) advertía en Arguedas una tenaz subvaloración de sí mismo.
Veamos lo detalles teatrales. Primero, la
carta de despedida del 28 de noviembre de 1969 dirigida a los estudiantes y
profesores de la Universidad Nacional Agraria La Molina. Allí manifiesta su novela
inconclusa, un profundo apego a la universidad y de ser acogido por la
comunidad académica. Segundo, la carta a su esposa Sybila Arredondo, donde se
despide de ella y de su hija Carolina.
Lo tercero es lo más interesante y significativo.
Dejó instrucciones muy precisas para su entierro: 1. Que su cuerpo fuera
acogido por su comunidad universitaria, 2. Que no hubiera pena sino
indulgencia, 3. Que lo acompañaran al lugar donde debía de quedar
definitivamente, 4. Que no se interrumpieran las actividades académicas, 5. Pidió
la presencia de dos conjuntos de música folklórica para su entierro en homenaje
a su amor a la cultura y a la preservación de las tradiciones andinas, 6. Escogió
a María Rosas Salas, a quien la había impartido sus últimas lecciones de canto
quechua, para que interpretara música tradicional en su ceremonia fúnebre, y 7.
Además solicitó la presencia de bailarines de tijeras para tal ocasión.
Todo lo cual se interpreta como su compromiso
por la preservación de las tradiciones peruanas. Lo cual no se discute. Lo que
llama la atención es la dosis de frialdad, para un depresivo, para convertir su
muerte en una fiesta folklórica. Así como en su novela lo estético y lo social
se fusionan, en su entierro la pena y la alegría se mezclan. Las instrucciones
señaladas no indican indignación ni nostalgia, sino reivindicación.
¿Pero acaso el rasgo del espíritu cínico es
la reivindicación? Claro que sí. Diógenes de Sinope y su maestro Antístenes
reivindicaron lo natural contra los convencionalismos sociales. Arguedas
reivindica al Perú profundo contra el Perú oficial. ¿Pero acaso desde 1968 el
Perú profundo no estaba siendo reivindicado por el Gobierno Revolucionario de
la Fuerza Armada del General Velasco Alvarado con sus profundas reformas
estructurales? ¿Su reivindicación no guarda un cierto aire desfasado? ¿No era
motivo de celebración, más bien, que su depresión se amenguara ante la
reivindicación del indio por el proceso velasquista?
Es como si su suicidio acontecido en 1969
fuese un esfuerzo para no dejarse arrebatar la aureola de reivindicación de la
cultura andina por una revolución iniciada en el 68 y que desaparecía para
siempre a la brutal y opresora oligarquía latifundista. ¿Al suicidarse no
sustituyó lo malo por lo peor? Tenía motivos suficientes para sentirse contento
y ditirámbico por la realización de la ansiada Reforma Agraria y ser coronado
como el novelista del neoindigenismo. Pero prefirió, como Napoleón, colocarse
él mismo la corona neoindigenista con su suicidio.
Y es aquí donde atisbo el cariz de cinismo burgués,
individualista, que cae atrapado en un círculo desesperante donde la inmanencia
lo resuelve todo. Vargas Llosa (La utopía arcaica, FCE, México, 1996) señala que lo mágico es lo esencial de Arguedas
y a esa visión le llama “utopía arcaica”. Pero Arguedas no se suicida en un
puritano rechazo de la modernidad o por plegarse a la versión radical del
indigenismo de Valcárcel.
Aquí no se discute que en sus novelas está su
intimidad, sus traumas y miedos inconscientes. Lo que se pone en duda es que la
Mesa redonda del 65 haya sido el detonante de su pérdida del sentido de la vida
y de su suicidio. Lo cual es absurdo. Lo del 65 no es comparable a la
Revolución del 68. Si lo del 65 lo deprimió, lo del 68 lo debió llevar a lo
exultante.
Pero extrañamente no fue el caso. En vez de
amainar su depresión se agudiza con el proceso revolucionario del 68. Su última
novela, dice Vargas Llosa, es la de un suicida que no quiere aceptar la
extinción del pasado quechua. Y así, su infierno interior se trasluce pintando
una novela infernal, donde abunda la destrucción y lo deja sin fuerza creativa.
Pero es muy dudoso que se suicidara porque el mundo quechua estuviese en “extinción”.
Si no lo está ahora en 2024, menos lo estaba en 1969.
Si seguimos la distinción que hace Sloterdijk (Crítica de la razón cínica, Siruela, España, 2003) entre cinismo antiguo -al que llama quinismo- y cinismo moderno, lo primero que
se advierte en el segundo es la carga nihilista y negadora que trae consigo. Un
cínico antiguo no se suicida, como que nunca aconteció. En cambio, un cínico
moderno sí. No en vano el siglo veinte fue protagonista de dos guerras
mundiales, el lanzamiento de dos bombas atómicas y otras atrocidades
normalizadas.
Y es aquí donde al suicidio de Arguedas cobra
significación. Se suicida por cínico moderno, o sea, por nihilista. Y su mayor
acto nihilista es suicidarse en pleno proceso revolucionario que reivindica al
indio que él tanto representó y defendió en su novelística.
Arguedas no es un cínico nihilista horizontal,
sino vertical y complejo. El cínico nihilista horizontal moderno es aquel que
sabiendo de las desigualdades e injusticias sociales es conformista con el
mundo. El cínico vertical y complejo moderno es aquel que a sabiendas que se ha
iniciado el proceso de supresión de la conformidad social él quiere ser el
primero en reclamar su representación. Y para lograrlo en su imaginación se autoinmola.
Arguedas con su suicidio se inmoló a destiempo por la reivindicación del mundo
andino.
PhMg Leonel Patricio Silva Montellanos
ResponderEliminarCoincido con su lucido análisis, profesor Gustavo 📓. Comparto.
Luis Arana Galindo (Autor de “El Reino del río turquesa”)
ResponderEliminarDr. Flores, muy buenos días.
Muy interesante como singular su disquisición sobre el suicidio de Arguedas, un abanderado literario del nuestro mundo andino, quechua.
¿Con su muerte, Arguedas demostró ser un cínico burgués? Todo indica que tuvo obsesión del suicidio aun de niño, hasta que, a su tercera edad, toma tan fatal decisión.
No lo justifico. Pero creo que todos, en alguna medida y por diversas razones, en algún resquicio de nuestras vidas, sentimos el deseo de ausentarnos de la vida que nos tocó.
En el caso de Arguedas, no olvidemos -como narra él mismo- su triste infancia y su profunda sensibilidad humana ante la estoica vida del indio campesino, pongo, explotado hasta nomás, analfabeto y crucificado por el cristianismo. Entonces, no sería nada extraño enterrar esta vida.
Me parece que en él no hubo el propósito de salvar el mundo quechua – cosa que es propio de líderes políticos, vía plasmación de determinadas ideologías- sino testimoniarlo mediante su pluma, descubrirlo y mostrarlo al mundo.
¿Teatralizado y planificado su propia muerte? Probablemente. Dicho proceso está sugerido en varios momentos y documentos. Pero él es un artista de las letras, y, como tal, medio esquizofrénico. ¿Quién artista no lo es? Ellos son muy propensos al suicidio. Sufren el impulso de ello en muchos momentos de sus vidas.
En la coyuntura de su muerte anunciada, la “revolución” reformista y populista de Velasco no fue -para mí- nada revolucionario. La historia demostró que fue una flor de Puya Raimondi. El campesino quedó más huérfano y desorientado que solo atinó a tomar la vía de la migración. Y el Estado quedó aún más adeudado. Inclusive ahora mismo -2024- los terratenientes siguen cobrando sus bonos agrarios.
¿Velasco fue el adalid de la reivindicación política, el del rescate del Perú profundo de las garras y el yugo del Perú oficial? No. Su revolución fue un impulso de izquierda que inmediatamente -tal como ocurrió tras la declaración de la independencia- fue recapturada por la derecha del Perú oficial. Seguimos, así, bajo el dominio -racista, clasista- de la oligarquía. Y esta situación no nos hace suicidas de nada, salvo estemos en extrema situación de indigna opresión de la pobreza material y mental. Arguedas no estuvo en este plano.
Dudo, entonces, del cinismo burgués y nihilista de Arguedas. Su psiquis menoscabada desde la cuna lo condujo a su desaparición física. ¿Pensó que el mundo quechua se hallaba en vías de extinción? No, él como antropólogo tenía plena conciencia de que, mientras millones de andinos siguieran cultivando su cultura, no había forma de su desaparición. Prueba irrefutable de ello son los quinientos años de opresión y exacción colonial sobre una supuesta masa “sin alma”.
Para la gran población quechua andina, Arguedas viene a ser un abanderado de su fuerza comunal; referente de un pueblo vencedor de tierras agrestes, climas impíos, al que el Perú oficial -adrede- poco o nada le dio instrucción académica, pues requería, y requiere, el “cholo barato”.
Mi apreciado amigo Luis Arana. Muy agradecido por su reflexión que añade la consideración de "esquizofrénico" a Arguedas. Yo diría más bien "esquizoide". Hipótesis que también podría explicar la teatralización de su muerte.
EliminarAna Maria Gálvez Barrera
ResponderEliminarUn análisis psicoanalista y filosófico como no se ha hecho hasta ahora del querido José María Arguedas. Al margen de todo, sus letras llegan al corazón de todo peruano que en lo profundo de sur es conciente de toda la historia y desenlace de los de arriba con los de abajo.
Felicitaciones Dr. Gustavo Flores por este análisis, mencionando fuentes que nos motiva a la consulta.
Marita Troiano
ResponderEliminarExcelente análisis querido Gustavo. Mis felicitaciones
José Díaz Sánchez
ResponderEliminarUn análisis inédito en lo que concierne a las causas más profundas del suicidio de Arguedas y en su relación con el Cinismo. La fundamentación a la luz de conceptos más actuales, sin dejar la cosmovisión andina, enriquece el texto otorgándole más amplitud.
Sin duda es un develar, desde la óptica psiquiátrica , un acto doloroso.
Felicitaciones amigo Gustavo.
OfiucoArt Ysai Quiroz
ResponderEliminarArguedas fue un hombre que tenía un dolor en el alma, producto de una vida llena de marginación. El se sentía como el representante indígena, y el libertador de esa opresión, por consiguiente al confrontarse con la realidad y ver qué no tenía, las armas necesarias para aliviar el sufrimiento de él y su pueblo. Decidió morir de una forma planificada, como quien se prepara para la última batalla, y esto se llama Cinismo burgués moderno
Israel René Lira
ResponderEliminarEl cinismo burgués moderno parece ser una constante en las personalidades atormentadas por la necesidad de hacerse escuchar y de no sentirse lo suficientemente reconocidos, ya sea por un mundo nuevo que los abraza (Arguedas) o por un mundo nuevo que los rechaza (Mishima), tal es así que deciden fundir su obra y su vida en un desenlace lleno de teatralidad y drama para perpetuarse en la historia bajo sus propios términos, símil proceder, salvando las distancias y las circunstancias, me recuerda a la del pensador, poeta y escritor Yukio Mishima, cuyo suicidio con seppuku incluido, nos da una muestra de esa teatralidad cínica burguesa con la que algunos pensadores deciden resolver su drama existencial, haciendo una catarsis apoteósica y mediática, genesis de alabanzas para unos y de rechazo para otros. Un gran aporte a estas reflexiones Prof. Gustavo, muy acertada la forma de aproximación a dicho planteamiento.
Fernanda Iriarte
ResponderEliminarEs realmente innovador y atinado el realizar este análisis sobre el suicidio de Arguedas, puede interpretarse como un acto profundamente nihilista y cínico en clave moderna, donde la autoinmolación trasciende lo personal para convertirse en una reivindicación del Perú profundo. Más que un gesto de desesperación, parece ser una acción cargada de significado cultural y político, diseñada para asegurar su lugar como símbolo de la identidad andina en un contexto histórico que comenzaba a transformarse. Esta postura, aunque provocadora, invita a reflexionar sobre la relación entre las luchas individuales y los procesos históricos, dejando abierta la complejidad del legado de Arguedas.
Salomon Ruiz Goin
ResponderEliminarArguedas era un maníaco depresivo, él no se inmolo conscientemente por nada, simplemente la enfermedad se agravó y dio curso al desenlace fatal...además desde joven quiso matarse, cuando una zamba de barrios altos lo sedujo y momentáneamente se olvidó de sus intentos de suicidio, como el mismo relata en una de obras.