miércoles, 21 de agosto de 2019

UNA ACOTACIÓN SEMIÓTICA


UNA ACOTACIÓN SEMIÓTICA
Diferencia entre semiótica tradicionista y tradicionalista
Gustavo Flores Quelopana
Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía
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En principio la semiótica –también semiología- es la teoría general del signo y no sólo linguístico. Hay signos conceptuales y signos simbólicos. Por ejemplo un Himno Nacional es la combinación de ambos. Pues su música es un signo no conceptual y su letra es un signo conceptual. En realidad no hay acuerdo sobre la definición del signo, pero se puede decir que signo es algo que se refiere a alguna para cosa. Tambien el signo es aquello que tiene función significativa y el significado es aquello que encierra un sentido. De modo que la semiotica también puede entenderse como la teoría del sentido a través del signo.

Fue el monje Guillermo de Occam quien en el siglo XIV plasma una nueva forma de pensar a partir del signo y del lenguaje. Así el signo natural desplaza a la especie como fundamento del conocimiento. La experiencia se convierte en auténtica causa del conocimiento, las especies son innecesarias. No se da cuenta que éstas son también fruto de la experiencia. El concepto deviene en mera función lógica, significación o representación. Cree que el universal es produco de la mente, no es ante rem ni in re, no es ontológico. Ese será el nuevo modelo de cientificidad basado en causas eficientes. Describe el movimiento sin referirlo a una conexión eidético-ontológica, quedando así libre el criterio cuantitativo dimensional de la naturaleza. En el alma sólo hay signos convencionales, ficciones, puros nombres. Sólo Dios conoce la verdad, el hombre está en posesión sólo de signos. Reconoce la trascendencia de la substancia y la cualidad pero el espacio y el tiempo son subjetivados. Al final sólo tenemos nombres vacíos sin substancia. El objetivo de Occam fue expurgar a la teología de la visión esencialista. Esto lo coloca en la fundación de la metafísica moderna del individuo con la “suposición personal”.

La semiótica ya no es una moda pero muchos de sus aportes permanecen. En especial que los signos son vastos campos de sentido generados en los procesos sociales de significación. Como texto, imagen, sonido y gesto sirve a la literatura, psicología, sociología, politica y demás ciencias sociales. También se ha vuelto evidente que la semiótica sin ontología es idealismo lógico y subjetivismo simbólico al negar la validez del mundo objetivo. Es decisivo superar esa ruptura subjetivista, que ocasiona una pérdida de fe en la realidad, todo lo vuelve en simulacro, un agnosticismo que degenera en escepticismo y expresa el ocaso de la nihilista  climaérica civilización occidental moderna.

En el vasto campo de sentido de la semiosis hay uno en particular interesante, a saber, la del símbolo hímnico.  Es interesante porque en ella es notorio dos formas contrapuestas de entender la Tradición: la tradicionista y la tradicionalista.

La semiosis tradicionista reconoce el carácter dinámico y, por ende, modificable del símbolo hímnico. En contraste la semiótica tradicionalista destaca el carácter estático e, en consecuencia, intangible del símbolo hímnico.

También ambas están basadas en un concepto distinto del Tiempo que las conduce hacia su contraposición. El tiempo en la semiótica tradicionista es concebida como una fluencia del pasado hacia el presente en una visión hacia el futuro. En cambio el tiempo en la semiótica tradicionalista concibe el pasado, presente y el futuro de una forma absoluta y por ende separadas.

De esta diferente concepción del tiempo se desprende una distinta actitud hacia la Historia. La semiótica tradicionista ve la historia en permanente interacción con el presente y el futuro. Por el contrario la semiótica tradicionalista concibe la historia como un compartimiento estanco intocable por el presente.

Por ello, para la primera la tradición está en un presente-vivo y en diálogo permanente, en cambio para la segunda está en un presente-muerto y cerrado para cualquier cambio.

De ahí que mientras la primera asuma una actitud progresista, la segunda sea conservadora respecto al símbolo patrio. Así, mientras que para la semiótica tradicionista no hay cabida para ninguna ley de intangibilidad del símbolo patrio, para la semiótica tradicionalista es su columna vertebral.

La ley de intangibilidad en realidad se basa en una concepción naturalista, donde se petrifica la vida espiritual, no comprende que los símbolos patrios son creación y que se encuentra inserto en el devenir de los actos espirituales siempre renovados de la creación. Los símbolos patrios no son un factum invariable sino actividad del espíritu que se origina en determinadas condiciones históricas y cuya interpretación está sujeta a cambios.

La sintaxis del símbolo patrio se ocupa de su contenido lingüístico en tanto que convención, lo cual es ya regla petrificada, pero la estilística considera el contenido del símbolo patrio como creación y formación viva. Asi pues, el camino correcto debe ir de la estilística a la sintaxis, y no al revés, puesto que en todas las creaciones espirituales la forma del devenir es la que nos permite comprender la forma de lo devenido.

Cuando se plantea el cambio de las letras del símbolo hímnico se está más en el terreno del signo lingüístico que en el del signo en general. Es cierto que hay que tomar en cuenta que metodológicamente el signo lingüístico tiene dos caras: como convención y como creación. Pero dialécticamente tiene la primacía el devenir sobre lo devenido.

Es por ello que el lenguaje hímnico  es una energía independiente y original del espíritu que debe ser comprendida dentro de la filosofía simbólica universal. 

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