lunes, 7 de noviembre de 2022

¿EXISTIÓ FILOSOFÍA EN NUESTRA AMÉRICA PRECOLOMBINA?

 

¿EXISTIÓ FILOSOFÍA EN NUESTRA AMÉRICA PRECOLOMBINA?

 


¿Existió filosofía en nuestra América andina? Esta pregunta revela la forma en que se encuentra el debate sobre el tema. Por un lado, la posición eurocéntrica se bifurca en dos grandes vertientes, a saber, la intercultural y la cosmovisional. Y tienen en común que Grecia es la medida de toda filosofía posible. Además, sostiene que la filosofía fue introducida en nuestro medio desde la Conquista española. Repiten la definición académica de la filosofía como pensar crítico, metódico y racional. Por tanto, la respuesta a la pregunta formulada será negativa.

 

Por otro lado, la posición nativista que es muy rica en variantes (mítica, lingüística, ecológica, etnofilosófica, mitocrática) tiene como punto en común que la filosofía es de carácter universal y, por consiguiente, está en todas las culturas y civilizaciones. De manera que la respuesta a la interrogante es de carácter positivo.

 

Esta segunda respuesta es más compleja porque exige la reconceptualización de la filosofía misma, su mirada metafilosófica, la reinterpretación del mito, el esclarecimiento entre el logos de la ratio y el logos del mytho. Esto significa que de poco sirve el rastreo de las crónicas si antes no se realiza el trabajo teórico previo de redefiniciones conceptuales. Esta hermenéutica previa se realiza en lo que denomino filosofía mitocrática. Como categoría nueva que permite dar consistencia teórica al nuevo planteamiento y que estaba ausente en la posición nativista.

 

Lo primero que hay que esclarecer es la naturaleza de la misma filosofía, distinguir su forma cultural y su fondo universal. La palabra es de origen griego pero ello no significa que el interrogar límite del hombre sea griego. Por el contrario, el hombre de todos los tiempos se ha planteado preguntas de tipo filosófico sobre el sentido de su existencia y del universo. Esto es, el hombre mismo es una criatura filosófica. Pero como la filosofía exige cultivo, esfuerzo y preparación inevitablemente conduce al tipo humano que la encarnó. Y en las culturas ancestrales fue el sabio, generalmente sacerdote, asceta, astrónomo o médico, el que representó la figura del filósofo ancestral. Esto permite entender, por ejemplo, cómo el Inca Garcilaso identificó a los amautas con los filósofos. De modo que lo filosófico no se diluye en mera cosmovisión.

 

Naturalmente que lo dicho implica un segundo problema bastante serio. El cual es cómo concebir el mito y la razón en relación con el filosofar ancestral. Para responder a la cuestión del mito se hace necesario unir al universalismo filosófico la crítica a la conceptolatría de la razón del eurocentrismo occidental, iluminar la dialéctica entre el logos del mytho y el logos de la ratio, identificar la lógica del símbolo mediante la metáfora y la analogía, y elaborar una hermenéutica remitizante que haga comprender que el mito es la forma analógico-metafórica que tiene la razón para responder las cuestiones últimas de la existencia.

 

De modo ineludible la pregunta por la relación entre filosofía y razón en el filosofar ancestral queda ligada a una teoría de las mentalidades, donde se diferencia: la filosofía empiriocrática, bajo el imperio de lo sensible y propia de la Edad de Piedra, estaba unida a la magia, como observa Frazer, es más antigua que la religión, ese producto cultural refinado que exige una capacidad apreciable de abstracción, o en otros términos el hombre primitivo filosofa mágicamente y piensa por primera vez en la idea del alma (hombre de neandertal). La filosofía mitocrática, bajo la égida del mito y propia de la Edad del Paleolítico superior o mesolítico, es aquella que se ejerce unida a lo santo, religioso y mítico, y se plasma en una teoría del destino. Pues lo mítico, como observa Mircea Eliade, no es la proyección fantástica de un acontecimiento natural sino la fijación de modelos ejemplares y cósmicos de todas las acciones humanas, es decir el hombre de la revolución agrícola filosofa religiosa y poéticamente. Y la filosofía logocrática, bajo el gobierno del concepto, que nace en la Edad de los Metales y se prolonga hasta nuestra era cibernética, propia del hombre de las sociedades arcaicas de alta cultura y de la sociedad industrial moderna donde se filosofa conceptualmente.

 

Estas tres formas de mentalidad representan tres formas filosóficas de pensar, dos de las cuales no sólo corresponden a la historia arcaica del pensamiento, sino que están presentes en el hombre de hoy por cuanto son categorías generales del pensar. Esto es que las mentalidades participatoria, mítica y lógica son constitutivas de modo irrenunciable a la mente filosófica humana. Es decir, la filosofía conceptual es sólo una de las formas –la última- del preguntar filosófico. Así, la naturaleza epistémica de la filosofía no es unívoca sino multívoca y epocal.

 

La idea subyacente y común al planteamiento de las tres mentalidades es el hombre como irrenunciable criatura filosófica. O sea, el hombre se hace preguntas últimas sobre las cosas en todas las edades de la historia. Su capacidad para el asombro filosófico no tiene límite epocal, es trans-epocal. Toda esta fundamentación está orientada a sustentar más elaboradamente la idea que Grecia no es la medida de toda filosofía posible, negando el eurocentrismo filosófico y sustentando la existencia de la filosofía mitocrática precolombina. Lo cual se asocia a la disquisición sobre el dualismo metafísico, el emanatismo y la nada relativa en el esquema metafísico prehispánico.

 

Esto pulveriza la idea de que las grandes preguntas que afectan al ser humano sólo comienzan con la escritura y el pensar conceptual-abstracto. Esta confusión conceptolátrica no entiende que el hombre de todos los tiempos siempre estuvo asediado en su existencia y pensamiento por las preguntas límite del misterio del mundo. Por ende, el pensamiento humano no necesita llegar a la fase del concepto lógico para afrontar las preguntas últimas sobre el sentido del universo. Pues el pensamiento simbólico también lo hace.

 

Existe el universal conceptual, el universal perceptivo, el universal idiomático, el universal emocional, el universal intuitivo, el universal estético, el universal religioso y el universal existencial. No obstante, el sentido universal existencial estaría en la base de todos los demás sentidos y sería el detonante del filosofar mismo. Es decir, el hombre filosofa por necesidad existencial antes que por necesidad lógica. Por tanto, lo extralógico tiene cabida en la metalógica o lógica filosófica. No reconocer este hecho engolfa la filosofía latinoamericana al magisterio eurocéntrico.

 

No existe y nunca existió la filosofía que “utiliza la razón hasta las últimas consecuencias y no acepta supuestos”. Esta ilusión epistémica no sirve para comprender ni la esencia ni las formas históricas de la filosofía misma. La teoría de la Polaridad del logos humano (logos como predisposición, polimorfismo, universalidad, logos mítico y multivocidad del logos filosófico) permite comprender el dinamismo del pensar filosófico e impele a la desconstrucción mitocrática de la filosofía. Lo que culmina en la necesidad de la una síntesis jerarquizada de las diversas metafísicas históricas (alétheia, eidos, percipi, virtual) para afrontar la crisis de la razón actual. El hombre filosofa por necesidad existencial antes que por necesidad lógica. Por ello es errónea la distinción entre filosofía laxa y filosofía en sentido estricto.

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