jueves, 29 de junio de 2023

FALACIAS DE LA RELIGIÓN UFOLÓGICA

 FALACIAS DE LA RELIGIÓN UFOLÓGICA


Por lo general, la mente humana es muy proclive a creer en ilusiones sin pruebas científicas. Y es así porque la ilusión surge de la propia percepción que engaña a la mente y la misma nos lleva hacia decisiones y creencias irracionales. Y el sentido común es la víctima predilecta de las ilusiones. Algo no es real simplemente porque existe, las ilusiones también existen pero no son reales. Realidad y Existencia no son equivalentes y no distinguirlas es origen de muchas confusiones y ficciones. Lo que es Real tiene consistencia ontológica individual permanente, en cambio lo que es simplemente Existente le basta tener trascendencia a la conciencia sin poseer identidad permanente. No toda existencia tiene realidad, en cambio toda realidad tiene existencia[1]. Incluso ciertas psicopatologías hacen ver entidades, como la esquizofrenia, o escuchar voces, como la paranoia, como si fuesen reales pero que solamente existen en la mente del sujeto. Como vemos no todo lo existente es real. Creer como real lo meramente existente es un trastorno cognoscitivo que tiene que ver con la alucinación, la psicopatología, el fraude, la manipulación mental y paradigmas epocales.

Al conversar con investigadores y creyentes ufológicos se observa generalmente la presencia de una similitud con los prejuicios cognitivos de la esquizofrenia: demasiada atención a posibles amenazas, el saltar a conclusiones precipitadas, hacer atribuciones externas, problemas de razonamiento acerca de situaciones lógicas y sociales, dificultad para diferenciar el discurso interior del de una fuente externa, déficit neurocognitivo global en la memoria, distorsión de la realidad, ideas delirantes, persistencia de experiencias psicóticas, problemas de funcionalidad social, procesamiento visual y para mantener la concentración. Muchas personas normales tienen experiencias psicóticas sin ser esquizofrénicas.

 Así, la vida inteligente extraterrestre es una ilusión sin evidencia de su realidad y que se asocia al fenómeno ovni, pero como hemos visto esto no debe ser necesariamente así. El fenómeno ovni puede subsistir sin el nexo con la vida inteligente extraterrestre. Es decir, aun cuando la ciencia llegue a confirmar que estamos solos en el universo, como al parecer todos los indicios lo indican, el fenómeno ovni sobrevivirá como fenómeno atmosférico anómalo, como programa de aviónica secreto y, cuando no, como engaño sobrenatural del satán.

Así, sobre el fenómeno ovni hay que distinguir tres tipos de problemas, a saber: el problema de la manifestación natural ovni (rayos globulares, nubes lenticulares, hologramas solares, sprites, meteoros, estrellas, planetas), el problema de la manifestación artificial (tecnología ovni humana, aviones negros, misiles hipersónicos, satélites, globos, fraudes, engaños humanos y demoníacos) y el problema de la inteligencia extraterrestre (civilizaciones en nuestra galaxia y fuera de ella). Los dos primeros son objetivos, es decir, existen y son reales. El tercero no es real, existe como objeto hipotético. El fenómeno ovni justamente se convierte en mitoide de la modernidad tecnológica al confundirse con el tercer problema, a saber, el problema de la inteligencia extraterrestre, y al subsumir erróneamente los dos primeros al predominio ET.

A partir de esta confusión con la inteligencia ET surge la ufolatría (con líderes carismáticos, astutos, mitómanos y superficiales, y con adeptos sumisos, acríticos y sugestionables[2]), que curiosamente se encuentra ampliamente extendida en sociedades tecnológicamente avanzadas[3]. Lo cual no es extraño, dado que son en esas sociedades precisamente donde el “Reloj del Apocalipsis” termonuclear amenaza con la destrucción del planeta y aprisiona con más fuerza a las conciencias y acentúa la angustia del hombre común.

De este modo, la ufolatría llega al extremo delirante de confeccionar mapas estelares señalando de qué estrellas provienen los Reptilianos, los Sirianos, los Andromedianos, los Nórdicos, los Zetas, e incluso llegan al extremo de indicar otros lugares donde existe inteligencia desconocida[4]. Otros presentan otra clasificación morfológica: Humanoides (verdes, grises, nórdicos y gigantes), Zoomórficos (reptilianos insectoides, cefalopoides), Xenomórficos (figuras nebulosas, ameboides, minerales, vegetales, etc.). Ante esto la ciencia ha descartado la apariencia humana como dirección de la evolución convergente. Abundan libros, películas, series de televisión, videojuegos sobre extraterrestres, incluso la creencia astrológica del New Age hablan de que Jesucristo fue un extraterrestre. La arqueología, la ciencia, la astronomía han ido derribando estas ficciones, pero la exoplanetología hizo que científicos, en número cada vez mayor, se mostraran optimistas sobre la posibilidad de encontrar planetas en torno a estrellas de nuestra galaxia y de otras galaxias que pueda albergar vida inteligente. Este último hecho resucitó nuevamente la ufolatría, que ya había caído en descrédito por tanto fraude y engaño[5].

Tanto la ufolatría popular, “científica” y teológica echan mano desde el punto de vista lógico a tres tipos de falacias, que se condicen con la degradación cultural de la civilización consumista y hedonista actual:

·           Falacia del Residuo (afirmación de la existencia de ET sobre un reducidísimo número de casos inexplicados).

·           Falacia de la Diversidad (afirmación de otras formas de vida sobre condiciones desconocidas e inexplicadas).

·           Falacia de la Vastedad (dado que el universo es tan vasto, debería ser cierto que haya un enorme número de civilizaciones extraterrestres en el Universo).

 

Especialmente la ufología teológica se sirve de esta última falacia, la cual como hemos visto se fundamenta en una comprensión errónea de la omnipotencia divina.

La agudización de las crisis de la modernidad (ecológica, política, alimentaria, seguridad mundial, sanitaria, económica, poblacional, educativa, moral y espiritual) hace prever la mayor difusión de las sectas ufolátricas a corto y mediano plazo en medio de una sociedad sumida en la increencia, el nihilismo, la religión a la carta, el relativismo, el hedonismo y la profunda secularización. Es más, el avance de la sociedad cibernética aumenta el temor sobre el peligro del dominio de los robots sobre la humanidad. Se siente la amenaza de la era posthumana[6]. Lo más seguro es que los robots pensantes y autónomos no representen la evolución de la especie humana sino, más bien, su fin. Se avizora un futuro sombrío para el hombre en medio del auge de las máquinas.  La super inteligencia artificial introduce un nuevo elemento angustiante en la conciencia de la humanidad. En otras palabras, se vive una gigantesca crisis civilizacional en la era cibernética, que desborda el orbe occidental y que en una era globalizada involucra a todas las demás civilizaciones unidas por la racionalidad científico-técnica y la economía de mercado. Es una dura prueba para las conciencias que perseveran en la fe trascendente y en la respuesta afirmativa que subyace en la interrogante de la problemática integral del fenómeno ovni: ¿Puede el hombre seguir siendo el centro metafísico-moral del cosmos?

Por último, hay algo más profundo en todo este movimiento que cree en la inteligencia extraterrestre. Y es que existe un contenido escatológico salvífico subyacente en sus inquietudes más profundas. Pues así como sin mística no hay auténtico conocimiento ni amor a Dios, del  mismo modo trasladando dicho amor y conocimiento hacia los supuestos aliens se termina por esfumar a Dios mismo en una serie de eones intermediarios o inteligencias eternas, emanados de la unidad suprema, y que el gnosticismo pone en relación a la materia con el espíritu.

Efectivamente, la ufolatría se inscribe como parte de la ofensiva contemporánea del revival gnóstico. No es casual que esta forma de religiosidad practique de forma generalizada la meditación de contacto en busca de la salvación por el conocimiento ET que los regenera y diviniza. No hay duda que no sólo hay teología ufológica cristiana sino también gnóstica. Trascender el espacio y el tiempo por un esfuerzo de éxtasis personal de contacto, forma parte de esta nuevo tipo de religiosidad egocéntrica e individualista que implica una antropología, cosmología y soteriología que enfatiza la importancia del contacto ET. En ellos el mito intemporal y trascendente se articula con el mitoide temporal e inmanente.

Pero el resultado final de toda esta heteróclita barahúnda paranoica es la mezcla informe que lleva al cuestionamiento de la fe preternatural revelada y de la religión sin retribución. En una religión interesada no se da un verdadero encuentro con Dios, y hay más bien la edificación de un ídolo, a saber, el del dinero o el dios Mammón. La religión interesada carece de autenticidad y profundidad y es profundamente satánica, la expectativa por la recompensa denigra el auténtico amor por Dios, y en esto reside la universalidad del mensaje del libro de Job. La ufología científica y la ufología esotérica están animadas por ese ánimo de creer “por algo”, por “una retribución”. Esta degradación del sentimiento religioso se corresponde con la secularización creciente de la modernidad tecnologizada.

Pero hay algo más transcendental todavía que se enseña en el libro de Job, y es que Dios confía en el hombre y no en fantásticos ET. Y es precisamente ese profundo desengaño en el hombre, en la realidad humana, sobre todo en las sociedades altamente tecnológicas, lo que subyace profundamente en la creencia ufolátrica de toda laya. Resuenan aquellas palabras bíblicas sobre el hombre, predilectas por los protestantes: “gusano pútrido y hediondo”. Desengaño y desesperanza que tiende a agudizarse en momentos de crisis civilizacional como la presente. Desde la oscuridad de la confusión y las tinieblas se trata de que el ser humano sepa elegir el camino a seguir y por ello bien se dice en el evangelio “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” [7].

Nuestras conclusiones son semejantes a las de Jung y Sagan pero también diferentes. Semejantes a Jung por cuanto que se ve en el fenómeno ovni un contenido religioso. Nuestra diferencia radica en que no hablamos de mito sino de mitoide y que dicho sentimiento religioso es de carácter inmanente y no trascendente. Similar a Sagan porque no se ve razón ni prueba contundente para creer en la existencia de seres inteligentes extraterrestres. Pero diferente a él en tanto que admitimos la existencia y realidad del fenómeno ovni en su manifestación natural y artificial (tecnología militar secreta y engaños del demonio) y que la ciencia sin la religión y la metafísica filosófica termina destruyendo la espiritualidad. Credulidad, manejo de la conciencia, engaños, negocios, aberraciones psicológicas y pura paranoia, está debajo de la creencia en seres inteligentes extraterrestres. La exploración espacial sigue teniendo una base más realista, a saber, encontrar otros hábitats semejantes a la tierra y enviar humanos al espacio.

Además, culturológicamente es posible afirmar que no es pura coincidencia el gran auge de la ufolatría en los países más desarrollados tecnológicamente. La amenaza de destrucción termonuclear y degradación global del medio ambiente pesa sobre las conciencias de millones de gentes comunes incrementando la angustia existencial y el deseo de salvación inmanente. Y un poderoso paliativo es regresionar a la credulidad ilimitada que da cobijo a la creencia en extraterrestres mesiánicos y salvadores.

Aquí no se trata de fe sino de credulidad, que da cabida a una alucinación colectiva de nuestro tiempo llamada inteligencia extraterrestre. Alucinación que emerge de un mundo banalizado, donde el hombre y sus asuntos han perdido importancia y en su lugar se prefiere creer en seres superiores de otras galaxias que brindan esperanzas. En suma, se trata de un escapismo mental que retrata la profunda degradación espiritual de la modernidad secularizada de nuestro tiempo.

En este contexto, el tema de la inteligencia extraterrestre  también se ha convertido en un mitoide estratégico de distracción de la opinión pública mundial para implantar un mundo unipolar.

Por su parte el argumento de la teología ufológica, sobre el cual descansa todo su edificio (“El poder ilimitado de Dios”), es un sofisma y una tergiversación del constitutivum metaphysicum de Dios. Dios no hace todo lo que puede sino todo lo que es racional a su justicia, se pone límites a sí mismo, respeta la libertad humana y su creación. Justamente porque el poder de Dios tiene límites es que tiene lugar la posibilidad de que el hombre libre pueda cambiar su camino, de convertirse. Y con su justicia es como Dios se hace presente en la historia y en la naturaleza.

El misterio de la libertad divina es que también el Dios Todopoderoso se hace débil para dejar espacio a la libertad humana. No solamente somos una “caña pensante”, al decir de Pascal, sino una “caña con libre arbitrio”. Lo cual lejos de justificar el antropocentrismo implica un vigoroso rechazo, porque la libertad humana no conoce los designios de su creador y todo lo creado no existe para la utilidad del ser humano. La creación es una teofanía de su amor gratuito. Todo lo cual impide el reemplazo de Dios por el hombre. Por eso la teofanía de Dios no es violenta sino suave como la brisa. Y la Providencia no miente al habernos dado la Revelación, y el papel de ésta es permitir que el hombre ascienda a la trascendencia ayudado por las dos alas a su alcance, a saber: la razón y la fe. Su poder se sujeta a su Sabiduría. Esto hay que destacarlo con fuerza en medio de una época como la nuestra azotada por el irracionalismo y la superstición de la credulidad.

En suma, el fenómeno ovni es real, como fenómeno natural y artificial, y ha sido el mejor elemento diversionista para encubrir la carrera armamentista. Pero la inteligencia extraterrestre es un tema de la literatura de ficción y un fraude ufolátrico grotesco sin evidencia contundente alguna. En una palabra el fenómeno ovni como fenómeno natural y artificial es real, pero como inteligencia extraterrestre es solamente existente pero no real.



[1] Al respecto Nicolai Hartmann sostiene que sólo los objetos reales e ideales existen porque no son creaciones nuestras, en cambio los objetos irreales o creados por nuestra imaginación tienen consistencia pero no existencia. Esta teoría es errónea porque también se da la existencia irreal y porque subsume lo real a la existencia. Toda la confusión se origina porque identifica la Realidad con el ser real, cuando al contrario el primero trasciende al segundo y se da en todas las esferas del ser. Con esto tampoco identificamos la realidad y el ser.

[2] Es la astucia de la serpiente que ofrece ciencia sin obediencia a Dios (Génesis 3, 1).

[3] Una lista bastante completa y detallada se ofrece en el artículo “Religión Ovni” de Wikipedia. Todas son sectarias, milenaristas, y en su sincretismo introducen creencias cristianas y científicas. Su tecnofilia (fe ciega en la tecnología) se combina con su ETfilia (fe en las capacidades espirituales de los ET).

[4] Cfr. Ufo Giovanny Astra FB, post “lieu de nos visiteur”. Enero 24 2015.

[5] Entre los casos más sonados de fraudes estuvo el autor de “Yo visité Ganimedes” al reconocer que era pura ficción, y a mediado de 1990 José Luis Jordán Peña reconoció ser el instigador de la civilización extraterrestre ummita. Este último convencido de su inmoralidad confesó todo a la policía, tras haber desatado una ola sectaria que marcaba a fuego con su símbolo a niños. Mucho se habló que fueron experimentos del servicio secreto sobre el control mental. Todo lo cual demuestra lo frágil de establecer el criterio de verdad en simples “Testimonios”. Tampoco se puede omitir mencionar la sentencia en 2012 por el Tribunal de Apelaciones de Francia contra la iglesia de la Cienciología, que cree en seres galácticos, por fraude y ser una banda organizada con fines económicos. Muchos han descubierto que en el actual mundo anético y sin valores, la mejor manera de conseguir su primer millón de dólares es hacer su propia religión, y mejor si trata sobre extraterrestres.

[6] El fundador de Microsoft, Bill Gates, se unió a la carta abierta firmada a fines del 2014 por destacados pensadores, entre ellos el empresario tecnológico Elon Musk y el científico británico Stephen Hawking, en su preocupación acerca de cómo pueda ser utilizada la inteligencia artificial en el futuro. El astrofísico británico fue más radical al expresar que la inteligencia artificial acabaría con la especie humana. Pues lo humanos ya no podrán competir al estar limitados por la evolución biológica ante máquinas que se rediseñarán a un ritmo creciente. A comienzos de 2015 el MIT anunció el logro de Matrix o de un interfaz que permita conectar el cerebro humano a una computadora, y se calcula que en tan sólo una década estará listo el proyecto Avatar de la NASA y el Departamento de Defensa, con un cerebro humanoide y una consciencia transferida a un ordenador.

[7] Romanos 5,21.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.