sábado, 8 de octubre de 2022

ENTRADA DE DICCIONARIO

 

ENTRADA DE DICCIONARIO

 


Gustavo Flores Quelopana (1959) nació en Lima (Perú), estudió filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, fue presidente de la Sociedad de filosofía de su país, dos veces de la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino (SITA-Perú), considerado uno de los más penetrantes intérpretes del pensamiento del filósofo cajamarquino Antenor Orrego, escritor fecundo, conferenciante conceptuoso; como también de las consideraciones filosóficas sobre el Inca Garcilaso de la Vega. Autor de una ingente obra filosófica. La velocidad en que publica sus obras hace difícil seguirlo y quizá cuando abandone este mundo sea posible ordenar su pensamiento. Lo más singular de su producción es que adoptando una postura metafísica lo haga imbricado con los problemas y temas de su tiempo.

El desarrollo de su pensamiento ha conocido varias etapas -pueden señalarse hasta cuatro (marxista, culturalista, mitocrática, metafísica)-, ha sido influido por Tomás de Aquino, Karl Marx y Karl Jaspers especialmente, aunque ha sabido seguir su propio camino, particularmente en su reconceptualización del origen de la filosofía y la crítica a la modernidad. En realidad, su pensamiento se ve asociado a una vasta tradición que va desde Heráclito, Platón, Agustín, Tomás de Aquino hasta Kant, Marx, Scheler, Stein, Heidegger, Jaspers y Derrida. Y en la tradición peruana reinterpreta al Inca Garcilaso de la Vega, Manuel González Prada, Víctor Andrés Belaunde y José Carlos Mariátegui. Su obra se inicia en el último tramo de la guerra fría -mitad de los años ochenta- adscribiéndose al marxismo, pero después elabora desde su propio camino el grueso de su obra, en contrapartida con la larga hegemonía del neoliberalismo y la filosofía posmoderna -años 90 en adelante-, para asistir luego al alumbramiento de un nuevo orden mundial y verlo como una oportunidad para la vuelta a la metafísica -años 20 del siglo veintiuno-.

Bajo esta premisa, su vuelta al problema del ser lo lleva a combatir el presupuesto nihilista de la filosofía posmoderna y a discrepar del divorcio heideggeriano entre lo ontológico y lo óntico. El ser se le aparece no sólo como lo anterior, sino como lo divino. Se trata de la clara y clásica distinción cristiana entre ser eterno y ser finito. Sólo sobre esta base es posible concebir el ser como fundamento, de lo contrario se desbarra en un supraser inaccesible. Todo lo cual implica creer que no sólo con el pensamiento se accede al ser, sino también con la fe. Con el pensar y el creer se deja que el ser sea. Es un pensador que tiene clara conciencia que ha llegado el momento final de una época -la moderna- que se basó en la razón y en la pérdida de la fe, y que la recuperación del ser en la nueva época que adviene va de la mano con la recuperación del creer junto al pensar.

Reivindica la intuición, la metafísica y el carácter de universalidad de la filosofía. Ha trabajado sobre todo en la exposición y crítica de la filosofía posmoderna, la metafilosofía, las filosofías ancestrales, y la crítica al pensamiento de la modernidad. Una de sus propuestas centrales es la consideración de la modernidad como la crisis y fracaso del pensamiento inmanentista o terrenalista. De ahí que postule su superación mediante una filosofía metafísica de la síntesis que supere las unilateralidades tanto del trascendentalismo antiguo y medieval como del inmanentismo de la modernidad. Elaboró una doctrina de la filosofía como necesidad existencial, influida por el existencialismo, el personalismo y el espiritualismo, desembocando en lo que llamó la naturaleza onto-ética del hombre, entendiendo por él una concepción de lo real presidida por el Dios personal y providencial, opuesta a todo materialismo, nihilismo y relativismo.    

Atendiendo solamente a su pensamiento expresado en sus recientes obras, y sin olvidar que es un pensador que prefiere el ágil ensayo al erudito tratado, se puede señalar lo siguiente.

Gustavo Flores en el campo de la metafilosofía es autor de una teoría general de la misma (Teoría general de la filosofía). Clasifica las teorías filosóficas en tres: la teoría restringida (origen griego), la teoría ampliada (incluye el mito, o filosofía mitocrática) y la teoría general (se extiende hasta la prehistoria, con la llamada filosofía numinocrática). Según él, la filosofía es una condición existencial del hombre y por ello es parte de su proceso de hominización (Filosofía como necesidad existencial). Filosofía es, en consecuencia, el proceso de despliegue no sólo de la razón, sino de su propia existencia asida por el misterio del mundo. En este sentido resulta muy peculiar que en su teoría de la razón (La razón en su laberinto) no excluya el tratamiento filosófico de la estupidez humana (Crítica de la razón estúpida).

Participando activamente en el debate de la filosofía ancestral y precolombina acuñó la categoría de la “filosofía mitocrática”, porque considera insuficiente su mera identificación con el mito para avanzar en la explicación de la filosofía mítica. El mito sería otra de las formas que tiene la razón de dar cuenta de los fundamentos del mundo de modo metafórico y simbólico. Más de diez libros son los que ha dedicado a este tema. Entre los más resaltantes: Eurocentrismo y filosofía prehispánica, Los amautas filósofos, Las filosofías marginadas, Filosofía mitocrática y mitocratología, Corpus filosófico andino, ¿Existió filosofía en nuestra América Andina?). Lugar relevante en este tema ocupa su libro Pensar sin fronteras. Conversaciones filosóficas, donde se rechaza la visión eurocéntrica de la filosofía sin incurrir en el etnocentrismo separatista.

Ha propuesto su propia teoría de la alteridad en polémica con Levinas. Considera que la ética ontológica no es una reducción del deber ser al ser, de lo ético a lo ontológico, sino que es la afirmación que lo ético no es una instancia por encima ni por debajo de lo ontológico, sino que es una manifestación superior de lo ontológico mismo en el hombre. Es decir, la manifestación ontológica del ser en lo humano es la ética. En el hombre la metafísica del ser y la metafísica de lo ético coinciden. Su ética de la alteridad es una defensa de la unidad entre ética y ontología, y por lo mismo no puede desligarse de cuestiones de religión, estética, política y economía.

Su teoría de la alteridad está unida a su teoría de la filosofía como onto-ética (Filosofía como onto-ética). Considera que lo humano filosofa porque su ser es una interrogación abierta. Discrepando de la ontología de Heidegger afirma que la ontología humana no es un simple estar abierto al mundo, sino que es un estar abierto con “responsabilidad” en el mundo. El hombre es un ser cuyo conocer y hacer responde a su estructura onto-ética. Su estructura ontológica es ética, da cuenta de su peculiaridad y dignidad, pues sin ello retorna a la animalidad, a la naturaleza, a lo biológico y material. El hombre es un ser cargado de asombro y desconcierto, que siente su responsabilidad de existir, conocer y hacer. Esta responsabilidad ontológica es el detonante del filosofar.

Esta concepción onto-ética de lo humano también lo llevó a discrepar con la teoría de la justicia de John Rawls basada en la equidad. Para Gustavo Flores, en su obra Igualdad sin lágrimas. Justicia como copertenencia, la justicia no sólo es equidad sino también gratuidad. Lo que indica que la esencia de la justicia es la copertenencia. El perfeccionamiento de la justicia es la clave para la obtención de la libertad, bienestar y felicidad. Por ende, los ideales del saber están enlazados con la justicia global, para conseguir la unión universal en una totalidad armónica. La filosofía de la justicia tiene una fundamentación ético-política, porque un mundo de libertad sin igualdad engendra daño al estar reñido con el bien.

Es un filósofo que también ha prestado atención a la filosofía de la tecnología. Especialmente al capitalismo digital. Lejos de considerarla como la panacea de nuestro tiempo tecnológico afirma la miseria del capitalismo digital porque engendra tecno-utopismos consoladores, que postulan la resurrección del universo adánico a partir de un entusiasmo acrítico y descontrolado ante los avances de la ciencia y del dataísmo imperante. El tecnoutopismo es la ideología que genera el capitalismo digital basado en la creencia de que los avances de la ciencia y la tecnología conducen a la realización del ideal de la felicidad humana y la eliminación de todos los males sociales. Se trata de una ideología inmovilista, evolucionista y conservadora, por parte de un sistema que confía en sus mecanismos de adaptación social, pensándose eterna en la historia (Miseria del capitalismo digital y de la tecnoutopía). En su obra Ideas ante el capitalismo digital enfatiza la idea que estamos viviendo el tránsito histórico desde el capitalismo neoliberal al capitalismo digital.

Su reflexión sobre el capitalismo digital lo condujo hacia la meditación sobre la razón burguesa. En su obra Apocalipsis de la razón burguesa. Capitalismo digital, cibercracia y ciber deus sostiene que la razón burguesa es la episteme desontológica del mundo llevada adelante por la modernidad capitalista. Es el hombre epistémico de la modernidad el que ha llevado adelante la desrealidad de lo real. Y bajo el capitalismo digital del capitalismo cibernético se consuma el giro epistémico cumbre sin objetivo humano. Ya no es el hombre el centro de la subjetividad, ahora lo es el algoritmo del computador. De manera que el nihilismo y la des-subjetividad del hombre es consecuencia de este giro metafísico que representa la desrealización de lo real por la desontologización del mundo. La desontologización del mundo es el ápice del imperio del ente y el olvido consumado del ser. Este es un proceso que saca adelante el capitalismo cibernético con el metaverso. Sin la desontologización del mundo no puede triunfar ni el cibermundo, la cibercracia ni el ciber deus. Constituye su prerrequisito. Sin humanismo se abren las compuertas de la franca decadencia cultural y el peligro de la extinción civilizatoria en pleno auge cibernético.

Esta reflexión sobre la razón burguesa apocalíptica se aúna a sus ideas sobre la modernidad última. En su libro La modernidad envejecida. Cómo la era deshonesta lleva al mundo a su final, afirma que vivimos la modernidad decadente y final, donde el aumento vertiginoso de la desigualdad, el hiperconsumo, el relativismo y el hedonismo es inversamente proporcional al incremento de los medios tecnológicos y científicos para superarla.

Esta idea es ahondada en su obra Sentido metafísico del mundo multipolar. Considera que el presente enloquecimiento que sacude a la humanidad y que la pone al borde de una apocalíptica Tercera Guerra Mundial, está relacionada íntimamente con el hundimiento del capitalismo tardío o de la modernidad envejecida. Vivimos el ocaso de la razón burguesa y el surgimiento del mundo multipolar. Detrás de todo este gran cambio histórico está como trasfondo una idea metafísica del mundo. Entrever su sentido y significado es la tarea filosófica central de nuestro tiempo asediado de incertidumbre, amenazas y extravío del sentido de la vida. El mundo multipolar es portador de una nueva idea del mundo, de hondas repercusiones para el derrotero futuro de la humanidad. De su resultado depende la salvación o perdición de la humanidad en la historia. No sólo se llega al final del capitalismo neoliberal, sino que se abre camino a un nuevo sentido metafísico que supere las unilateralidades inmanentistas de la modernidad atea y nihilista. Considera que sin superar la visión secularizada del ser no se abrirán las compuertas para la superación efectiva de la crisis de nuestro tiempo.

El tema de la metafísica y su conexión con nuestro tiempo es tratado en el libro Carta sobre la metafísica. Aquí se plantea la interrogante sobre la responsabilidad del inmanentismo de la cultura occidental moderna en la catástrofe moral y climática que nos amenaza.  Su programa plantea una filosofía de la síntesis que integra inmanencia y trascendencia.

Penetra en la raíz antimetafísica de la modernidad en su obra La paradoja antrópica. Hecatombe de la crisis ambiental. La raíz metafísica de la modernidad antiecológica es un antropocentrismo pragmático, un racionalismo subjetivo-objetivo, un empirismo fáctico, la razón autónoma, el imperio del deus in terris o diosecillo terrestre, el imperio del inmanentismo, el humanismo sin Dios, la secularización radical, la desontologización de la realidad, la imagen desacralizada del mundo, la supresión del sentido del ser, lo divino y la vida, la negación de los valores absolutos, el historicismo relativista, al ateísmo, hedonismo, individualismo y el nihilismo. Todo lo cual desemboca en la imagen metafísica desrealizadora del mundo, presidida por la razón funcional en desmedro de la razón substancial, la trascendencia divina y la metafísica, donde las cosas, incluido el hombre, devienen en entes manipulables e instrumentales. Dejan de ser fines en sí mismos. Ese es el marco espiritual de la modernidad, a través de la cual, y desde la Revolución Industrial, se envenenó el aire, el agua, la tierra, y se contaminó el planeta entero. La modernidad empirista y nominalista no respetó el equilibrio de la vida y llevó al mundo al borde la extinción masiva de las especies. La modernidad capitalista representa el ápice de la paradoja antrópica.

Refrendando su postura de pensador, poseedor de una pluma ágil y vigorosa, conectada con los problemas actuales de nuestro tiempo, ha publicado en el 2023: "Ser y Realidad"; "Nietzsche y la metafísica inmanente"; "Filosofía, Ser, Historia"; "Prometeo liquidado: Inteligencia Artificial y Juicio Final"; "Ufología: el gran fraude"; "Humanidad en peligro: Tercera guerra mundial". 

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