martes, 9 de septiembre de 2014

EL TOMISMO Y LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ

EL TOMISMO Y LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 
Para el historiador Felipe Barreda Laos nuestra falta de amor a la libertad y la tendencia irrenunciable a la sumisión nos viene del espíritu de sometimiento y genuflexión de la educación  colonial, centrada en la enseñanza del escolasticismo y especialmente de la doctrina de santo Tomás de Aquino.

Reforzando su argumento en su célebre libro Vida intelectual del Virreinato del Perú cita las palabras del Padre Vicente Amil y Feijoo en la iglesia Catedral de Lima el 6 de diciembre de 1780 en presencia del Virrey Jáuregui, autoridades y numeroso público. Decía el orador: “Use el príncipe bien o mal de su poder, éste siempre es de Dios, aunque la voluntad sea la más inicua. Permitamos que sea su gobierno tan tirano que ya no sea un príncipe sino un demonio; aun así, dice Santo Tomás, debe guardársele fidelidad, no dándose otro arbitrio que el de recurrir a Dios, Rey de reyes, que oportunamente ayuda en la tribulación. Sólo una excepción reconoce Santo Tomás, que es admitida de todos. Si el príncipe ordena algo contra  la ley divina, visto está que entonces no debe ser obedecido; pero ni aun en tal caso es lícito contra él la insurrección”.

Con estas palabras Felipe Barreda Laos responsabiliza al pensamiento tomista colonial de la falta de un espíritu libertario, de un ideal colectivo, de un sentimiento nacional y de la pasividad indiferente que promueve la sumisión y debilita la voluntad entre los peruanos. ¿Es esto totalmente cierto? ¿No se deja arrastrar Barreda Laos por la pasión hispanofóbica y anticlerical? ¿Acaso no hace falta una mirada más serena y matizada de los acontecimientos que haga distingo entre la política educativa colonial y el pensamiento filosófico tomista mismo junto al de los más representativos intelectuales del Virreynato? Nosotros creemos que sí, que es un error confundir ambas cosas y ponerlos en un mismo saco.

Que la Colonia suprimía la voluntad fuerte y promovía la sumisión es cierto. Que el clero, la prensa, la universidad y demás clases sociales eran hostiles a la libertad también es verdad. Que se educaba para el servilismo y para la pasividad indiferente es incuestionable. Que la iglesia tenía el monopolio educativo es otra veracidad. Que triunfó el servilismo, la adulación, la genuflexión, la hipocresía, la corrupción y el despotismo es totalmente cierto.  En suma, que durante el Virreynato se persiguió con éxito dos objetivos fundamentales, a saber, la sumisión política y social a la Monarquía y la sumisión religiosa a la Iglesia, es incuestionable. Sin embargo, esto es solamente una parte de la verdad y no toda la verdad.

Si esto fuese toda la verdad entonces no se explicarían dos cosas. Primero, el surgimiento de la neoescolástica renovada del barroco en las Universidades de Salamanca y de Coimbra, con figuras sobresalientes como los dominicos Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano, Bartolomé de Medina y Domingo Báñez, los mercedarios Francisco Zumel y Pedro de Oña; los jesuitas Francisco de Toledo, Benito Pereiro, Luis de Molina, Gabriel Vázquez, Gregorio de Valencia, Francisco de Vitoria, Roberto Bellarmino, Juan de Mariana. Y segundo, la indoblegable defensa del indio por el dominico Bartolomé de las Casas, el humanismo del jesuita José de Acosta, Avendaño y la defensa de los derechos indianos, el racionalismo de Nicolás de Olea, la polémica jesuita del probabilismo, la expulsión de los jesuitas en 1767 que ha habían adelantado la reforma agraria en sus haciendas, la revolución de José Gabriel Condorcanqui, la reforma intelectual propuesta por Rodríguez de Mendoza, Baquíjano y Carrillo e Hipólito Unanue.

La obra de Vitoria, Soto, Suárez, Belarmino y Mariana siguen siendo aportes fundamentales y un tesoro doctrinal para el pensamiento moderno.  Así de los jesuitas Bellarmino y Suárez parte un movimiento neoescolástico contra el absolutismo, Juan de Mariana defiende el tiranicidio. Todos ellos son humanistas que aportan el derecho de gentes, el derecho natural, el derecho de resistencia, la soberanía del pueblo y los derechos humanos, sin los cuales no se comprende bien la Revolución Norteamericana, la Revolución Francesa, la Ilustración y el movimiento independentista de América del Sur.

Por su parte, la obra de la élite intelectual de la Colonia peruana estaba transida del espíritu lascaciano y de la defensa de los derechos indianos. Que no tuvieron eco social es otra cosa, pero la realidad es que se dio un pensamiento tomista menos rígido, más creativo y muchas veces reñido con los intereses de la Monarquía y de la Iglesia jerárquica local.

El propio pensamiento del Doctor Angélico descalifica su tergiversación ultraconservadora de las autoridades eclesiásticas durante la Colonia. Su obra ofrece observaciones acerca de que el gobernante representa al pueblo (S. T. Ia, IIae, 97, 3 ad 3). De hecho la concepción de Santo Tomás es que es legítimo derrocar a los tiranos, porque el gobernante ha de responder a la confianza que se le tiene y no puede abusar de ella. El tirano puede ser legítimamente derrocado, ya que es culpable de abusar de su posición y poder. La legislación debe ser compatible con la ley moral, si no lo es entonces viola le ley de la naturaleza y ya no es ley sino corrupción (S. T. Ia, IIae, 95, 2). Por eso nunca consideró que los derechos del Estado sobre sus miembros fueren absolutos. Su fe en el destino sobrenatural del hombre y en la posición de la Iglesia le impidió aceptar la noción de poder absoluto del Estado.

Pero de esto no se le puede atribuir que piense que la autoridad fuera otorgada al soberano por el pueblo. Es cierto que en este punto no es totalmente claro, pues por momentos parece estar hablando de gobiernos elegidos por el pueblo. Sin embargo, lo cierto es que a pesar que no consideraba ninguna forma particular de gobierno como ordenada por Dios, y aunque no dio una importancia primordial a la forma de constitución, se inclinó -como destaca el Padre Copleston- por una constitución mixta en la que el principio de unidad, representado por la monarquía, se combina con el principio de administración por los mejores y con cierta medida de control popular. El Doctor Angélico estaba a favor de una monarquía constitucional, donde el primer deber del gobernante es cuidar y promover el bien común. De manera que siempre pensó que el estado tiene que ocuparse de asuntos materiales y temporales, no es departamento de la iglesia, ni creyó que el gobernante sea un vicario del Papa.

Resumiendo, podemos llegar a las siguientes conclusiones:
En primer lugar, no es cierto que todo el movimiento intelectual del Virreynato estuvo dirigido a someterse a los intereses de la Monarquía y la Iglesia local.
En segundo lugar, se dio un potente movimiento humanista teológico que bebe de las fuentes del neotomismo renovado del barroco y que tiene como noción central la idea de la libertad humana.
En tercer lugar, la polémica entre Bartolomé de las Casas y Sepúlveda decidió la suerte de la tendencia más progresista del pensamiento colonial.
En cuarto lugar, la obra política del Doctor Angélico no justifica la tiranía, al contrario, la denuncia y condena. Lo cual demuestra que en Colonia existió un tomismo reaccionario y tergiversado para justificar la dominación, y un tomismo renovado, crítico y creativo que alimentó al humanismo teológico.
En quinto, el espíritu más progresista y libertario del pensamiento humanista-teológico colonial encontró en la filosofía de la dominación y en la teología de la liberación su manifestación más reciente.


Lima, Salamanca 09 de Setiembre 2014

1 comentario:

  1. http://statveritasblog.blogspot.com.ar/2014/09/actualidad-de-santo-tomas.html

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