domingo, 27 de septiembre de 2015

LÓGICA TRASCENDENTAL KANTIANA

DIFICULTADES DE LA LÓGICA TRASCENDENTAL KANTIANA

El contradictorio papel pasivo-activo del tiempo
 en la autoafección trascendental
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 
I

Cuando Eberhard acusó a Kant de no haber descubierto nada y de ser una mala repetición de Leibniz, éste se defiende reivindicando su descubrimiento crítico del juicio sintético a priori. Con ello quería decir que la filosofía anterior había girado en torno a juicios analíticos o de simples conceptos, mientras que la filosofía crítica lo hace en torno a un tipo de juicios que no son puramente formales, como el juicio analítico de la lógica pura, ni puramente empíricos, como el juicio sintético a posteriori de las ciencias reales. Kant defendía el estatuto propio del juicio sintético a priori por el contenido trascendental. Pues sin algo trascendental no hay experiencia, o sea es la condición a priori de la posibilidad de la experiencia. Es decir, este “ser puro” o molde de todas las cosas lo construyen los juicios sintéticos a priori. Por ello Heidegger lo llama conocimiento ontológico, porque determina el ser de las cosas, y añade que es una fundamentación de la metafísica, pero lo que no precisa es que concierne solamente a la metafísica de la subjetividad.

II

El problema central de la Crítica de la razón pura es: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Es decir, cómo son posibles una clase de juicios que fueran necesarios como los analíticos y que aumentaran el conocimiento como los sintéticos. Para Kant el principio de los juicios analíticos es el principio de contradicción, mientras que el principio de los juicios sintéticos a priori es la tiempo. Mientras que el principio de contradicción determina la verdad del conocimiento analítico, el tiempo lo hace con el conocimiento real. Los primeros son válidos al margen de la sensibilidad, mientras que los segundos lo son con la concurrencia de la sensibilidad.

Para Kant la lógica formal sólo trata con juicios analíticos o conceptos vacíos, mientras la lógica trascendental trata con juicios sintéticos a priori o conceptos que hacen posible el conocimiento. La metafísica dogmática fue metafísica de simples conceptos o de juicios analíticos. Su acción no aumenta el conocimiento y lo único que hace es subsumir cada concepto en su género o en su especie. Se trata de un juego de meras representaciones que no tienen respaldo en la realidad objetiva. En cambio la ciencia se maneja con juicios de experiencia, que van allá del mero pensar y que son llamados por Kant juicios sintéticos.

III

De manera que los juicios sintéticos a priori “contienen, por así decirlo, nada más que el esquema puro de la experiencia posible”. El objetivo de la Crítica de la razón pura es establecer la posibilidad de la experiencia real y para ello se retrotrae a su elemento puro a priori. Los principios de los juicios sintéticos a priori son las fuentes subjetivas de la posibilidad de un conocimiento de un objeto en generalñ. Es decir, el fundamento de un objeto real es un objeto en general o la experiencia posible. Esto es el problema de cómo un concepto representa un objeto, en la filosofía crítica el concepto es el objeto en general, que es fundamento del objeto real.

Ahora bien, Kant señala que las fuentes subjetivas necesarias y a priori que hacen posible el objeto en general son tres, a saber, la sensibilidad ( que aporta la sinopsis de lo múltiple a priori por el sentido), la imaginación (que brinda la síntesis de ese múltiple) y la apercepción (que otorga unidad a la síntesis)[1]. Estas tres fuentes contienen las condiciones de la posibilidad de la lógica trascendental o los juicios sintéticos a priori o la posibilidad de toda experiencia. Estas tres fuentes pueden ser consideradas como empíricas, pero son fundamentos a priori que hacen posible el uso empírico[2]. La sección segunda del capítulo II de la Analítica de los Principios ratifica la actualidad de estos asertos, a pesar de haber sido eliminados en la segunda edición, porque no sólo sostiene que la lógica general no tiene que ver con los juicios sintéticos, sino que enfatiza que la tarea principal de la Lógica Trascendental es determinar la posibilidad, condiciones, alcance y validez de los juicios sintéticos a priori. Por eso Kant se esmera al máximo en destacar que su tema no es el entendimiento sino las relaciones entre los conceptos y las intuiciones. Pues insiste que en los juicios analíticos se permanece en el concepto, y en los juicios sintéticos no se trata de una relación de identidad ni de contradicción sino que se trata de salir del entendimiento hacia la experiencia. Al juicio sintético no le basta el entendimiento y tiene que salir del concepto para compararlo sintéticamente con otro.

IV

¿En dónde nace la síntesis entre dos conceptos a priori? Su respuesta alude a un ámbito donde estén comprendidas todas nuestras representaciones y ese lugar es el Tiempo. Ya en la Estética Trascendental había definido al tiempo como “la forma del sentido interno”, “condición formal a priori de todos los fenómenos en general”, lugar donde se da la “posibilidad de registrar la representación misma”, en el tiempo todos nuestros conocimientos se ordenan, enlazan y relacionan[3]. Pero el tiempo no solamente es el ámbito en el que se da pasivamente a los conceptos puros el material puro o lo múltiple puro para la síntesis pura, sino que tiene la función activa de iniciar la síntesis pura. En la segunda edición es más explícito diciendo que las representaciones puras son relaciones puras porque no hay afección externa y, por consiguiente, la síntesis comienza por la autoafección del sentido interno o el tiempo. En otras palabras, el tiempo es la forma del sentido interno en que se autoafecta el espíritu y empieza todo el proceso de síntesis[4].

Si el tiempo es el poder que tiene el espíritu de autoafectarse entonces la intuición pura, que precede a todo pensamiento, es activa. La intuición pura no contiene nada hasta que el espíritu se autoafecta con las representaciones del material puro. La representación pura del espíritu autoafectante o del tiempo solamente es su propia capacidad de actividad. En otras palabras, el sentido interno del espíritu, que es el tiempo, es el que despliega todo el material puro de representaciones puras. Pero el tiempo ya no sintetiza las mismas sino la imaginación, y su unidad necesaria y universal corresponde a la apercepción. Así se constituye el ser puro o molde de todas las cosas. O sea el ser de las cosas, que viene en los juicios sintéticos a priori, se constituye en la síntesis pura y originaria del tiempo, la imaginación y la apercepción. Sensibilidad pura, entendimiento puro y apercepción pura son la fuente de la síntesis pura o del ser puro.

Kant no se detiene aquí y señala que el aspecto externo de la síntesis pura es el esquema trascendental de la imaginación y el aspecto interno son las categorías del entendimiento puro[5]. Los esquemas son así imágenes organizadas en el tiempo por las categorías. Es decir, el esquema es categoría más tiempo. Para Kant esto es muy importante porque así demuestra que las categorías necesitan del tiempo para el contacto con lo múltiple sensible puro. Así, las categorías sólo metidas en esquemas cumplen la función de ordenar lo múltiple sensible, y sin los esquemas solamente son funciones del entendimiento relativas a los conceptos y no representan ningún objeto.

En otras palabras, el juicio sintético a priori y el esquema trascendental son la misma cosa porque hacen posible la objetivación del objeto y, por consiguiente, el conocimiento. El ser puro o todo puro de toda experiencia posible es el Objekt (objeto) que funda la objetividad y hace posible la experiencia y el conocimiento. La verdad trascendental, que hace posible la verdad empírica, es la relación general con el Objekt, como fundamento y fuente de la verdad. Es la Deducción trascendental la encargada de probar la validez objetiva a priori de esta envoltura formal denominada Objekt, antes de la presencia real del objeto.

La validez de los juicios sintéticos a priori se determina porque la síntesis pura es posible a partir de elementos puros a priori. O sea los conceptos puros del entendimiento son elementos de los juicios sintéticos a priori, los cuales a su vez son elementos del objekt o posibilidad de la experiencia. Es decir, el juicio nace de ligar en el acto del conocimiento: el objeto y el sujeto. El pensamiento trascendental se da un objeto por la propia actividad del espíritu que se autoafecta. Esto quiere decir que la propia actividad del sujeto es el objeto afectante. En el conocimiento a priori el sujeto está constituido por las facultades de representación, el objeto por su propia actividad y el conocimiento por la forma de esta actividad plasmada en juicios sintéticos a priori. De manera que el valor de los juicios sintéticos a priori es la posibilidad misma de la experiencia o expresada en su formulación clásica: “Las condiciones de la posibilidad de la experiencia en general son al mismo tiempo las de la posibilidad de los objetos de la experiencia”[6]. Esto significa que la posibilidad de la experiencia es fundamento de la experiencia real o de la realidad empírica.

V

Ahora se entiende por qué la interpretación heideggeriana sostiene que el problema de la posibilidad de los juicios sintéticos a priori equivale al único problema kantiano: el de la posibilidad de una metafísica. Heidegger dirá que el proyecto crítico kantiano es una metafísica de la subjetividad humana, mientras Cassirer opina en su famosa polémica en Davos (1929) que con esto Kant desaparece y que no es cierto que todas las facultades del conocimiento se reducen a la imaginación trascendental, quedando solo la temporalidad del Dasein, pues así la distinción entre fenómeno y nóumeno desaparece ya que todos los seres pertenecerían a la misma dimensión del tiempo y a la finitud. El dualismo kantiano para Cassirer no involucra una oposición metafísica entre dos reinos del ser, sino entre el ser y el deber, desde un único reino de realidad empírica.

Para Torreti la teoría de la experiencia en Kant no es una teoría de la experiencia científica (Cohen) ni una teoría de la experiencia ordinaria (Bird), ni una teoría de la experiencia trascendental, sino una teoría de la experiencia misma, en su estructura formal, continua y homogénea, con principios invariables a pesar de la variedad de sus contenidos. Pero su teoría de la experiencia no va hacia lo trascendente ni se queda en lo trascendental, sino que su significado último es explicar el conocimiento de la realidad empírica, o sea la posibilidad de los juicios sintéticos a priori. De ahí que Kant siempre tenga los ojos en la experiencia real y subraye que la experiencia descansa en la unidad sintética de los fenómenos, síntesis sin la cual la experiencia sería como una rapsodia de percepciones sin enlace y no presentaría la unidad trascendental y necesaria de la apercepción. En otras palabras, existe una identidad entre esencia de la experiencia pura y esencia de la experiencia real.  Por ello la experiencia real es el único modo de conocimiento de la realidad empírica.

La Deducción trascendental demuestra que el conocimiento empírico es producto de la espontaneidad de la mente, la cual a través de las categorías hace que los objetos aparecidos en la intuición sean reconocidos como tales. Ahora bien, formalmente las cosas dependen de la mente pero materialmente no, el objeto (objekt) no es el ente subsistente por sí mismo, sino lo que se sabe en la representación (lo múltiple unificado por la actividad sintética de las categorías).

VI

Esto hace de la Deducción trascendental un capítulo oscuro porque su misión era demostrar que la razón nunca se refiere a objetos suprasensibles. Incluso la versión de 1787 enfatiza más que sin el entendimiento no habría Naturaleza o realidad empírica. Los principios trascendentales del entendimiento tienen valor constitutivo, y los principios trascendentales del juicio tienen valor regulativo (orientan la organización de la experiencia). Pero la idealidad trascendental del espacio y del tiempo y la justificación y validez de las categorías formulan el distingo entre fenómenos (condicionados por nuestra facultad de conocer) y cosas en sí (entes independientes del conocimiento) y con ello se suscita un grave problema. Por un lado se sostiene que las cosas en sí son fundamento de los fenómenos y afectan a la mente, pero por otro lado dice que no conocemos a priori ni a posteriori nada que no sea fenoménico. Declarar posible una existencia no fenoménica para luego decir que no podemos justificarla con nada es de una inconsistencia clamorosa.

La interpretación idealista de la cosa en sí intentó eliminarla (Jacobi, Maimon, Beck, Fichte, Vleeschauwer, Lehmann, Torreti) como representación de la propia actividad del espíritu, conocimiento integral de los fenómenos, fundamento de la afección como objeto fenoménico). La interpretación realista intentó reafirmarla (Schultz, Riehl, Adickes, N. Hartmann) como aquello que trasciende al fenómeno. Kant define la cosa en sí como el objeto empírico posible por la mente que enlaza el concepto con la intuición, objeto trascendental que piensa un objeto no sensible sustrayéndose a la síntesis espacio-temporal-categorial. Pero su refutación del idealismo es ambigua porque afirma que el fundamento del fenómeno es el proceso sintético de la mente y luego dice que es la cosa en sí, concede existencia a la materia y luego afirma que es fenómeno, dice que el fenómeno no agota la cosa y luego dice que la cosa no es nada sin la sensibilidad, que existe algo independiente y luego que no subsiste. Esto remece la doctrina de la autoafección del espíritu por el tiempo hasta sus cimientos. ¿Pues qué necesidad tiene el sentido interno de autoafectarse si existe la cosa en sí que afecta la mente? La filosofía crítica insiste en dos ideas contradictorias: la mente se autoafecta y al mismo tiempo es afectada por la cosa en sí. Esto no borra la distinción entre juicios analíticos y juicios sintéticos pero complica la definición y función de éstos últimos, pues los juicios necesarios y universales fundados en la experiencia no provienen exclusivamente de la mente sino también de lo que afecta a la mente de forma independiente.

Esto significa que el problema central de la Crítica razón pura (cómo son posibles los juicios sintéticos a priori) queda irresuelto, pues lo necesario y universal proviene de la mente y, por tanto, de lo fenoménico, o se origina en lo nouménico que afecta la mente. Kemp Smith en su comentario precisa tres usos kantianos de la palabra trascendental. 1. Conocimiento a priori, 2. Factores a priori del conocimiento (espacio, tiempo, categorías, imaginación, apercepción trascendental, ideas de razón), y 3. Condiciones que hacen posible la experiencia (síntesis trascendentales. Y añade que las ideas trascendentales son regulativas, pero son trascendentes cuando son interpretadas como ideas constitutivas. Esto significa que la cosa en sí como ente que existe por sí mismo está más allá de lo trascendental, se sustrae a lo fenoménico y sin embargo hay una para cada fenómeno.

Kant en su crítica a la psicología racional distingue entre ser y aparecer, “sólo me conozco como fenómeno y no como soy”. En su crítica a la cosmología racional admite un mundo fenoménico traspasado de indeterminación, que da lugar a la acción libre. Dios es admitido como idea indispensable en la organización de la experiencia. El acceso a lo suprasensible está dado no por la metafísica dogmática sino por la metafísica moral, pues de las tres ideas puras (Dios, libertad e inmortalidad) sólo la libertad demuestra su realidad objetiva (espontaneidad de la mente). No hay fe teórica en lo suprasensible sino fe práctica, las categorías sirven para pensar lo suprasensible pero no para conocerlo.

El pensamiento kantiano giró en torno a un solo problema: el del conocimiento objetivo. Intentó resolverlo con la distinción entre los juicios analíticos y los juicios sintéticos a priori. Pero la principal inconsistencia y contradicción de la lógica trascendental y de toda la filosofía crítica nace de que Kant no logró emancipar el ser del conocer, el objeto está incluido en el modo de conocer, convirtiendo lo dado de la intuición en un autoponerse del Yo. Así, el fenomenismo crítico se convierte en la última versión del idealismo subjetivo y solipsista. Al final se confundió la existencia del objeto con su conocimiento, la dialéctica objetiva fue reducida a dialéctica subjetiva.

La idealidad del espacio y del tiempo, la deducción de las categorías y la cosa en sí son los tres pilares sobre los que descansa la filosofía crítica. Pero el tercer pilar es problemático y torna contradictoria y ambigua la solución crítica sobre la objetividad del conocimiento. Si los juicios sintéticos (basados en la experiencia) a priori (necesarios y universales) son posibles por los principios trascendentales del entendimiento (que posibilita tanto la esencia como la realidad de la experiencia empírica), entonces no se comprende la insistencia en la afección de la mente por la cosa en sí. El papel activo-pasivo del sentido interno con el tiempo resulta siendo contradictorio si se reconoce que subsiste algo independiente que afecta a la mente. Al final el kantismo no logra eliminar la oposición metafísica entre dos reinos del ser: lo nouménico y lo fenoménico, aunque da pasos decisivos en ese sentido. La cosa en sí se guarda celosamente para sí el ser no pensado que afecta a la mente y el reino único de la realidad empírica se remece porque el ser pensado no elimina lo suprasensible. Esta inconsistencia de la filosofía crítica y de la lógica trascendental refleja el giro de la filosofía moderna hacia el inmanentismo, donde lo epistemológico determina lo ontológico, lo ontológico es reducido a lo experimentado por el hombre y señala el derrotero nihilista de la filosofía occidental.
VII
Todo lo cual nos lleva a Davos. En 1929 en Davos acontece el célebre debate sobre la herencia kantiana: ¿epistemológica o metafísica? Para Cassirer la revolución copernicana no deja de lado la cuestión del ser porque señala que al ente le antecede la constitución del ser de una objetividad en general. Por ello, el ser de la nueva metafísica kantiana no es la sustancia sino la función. Para Heidegger, Kant apunta a una refundación de la metafísica fijando como pregunta central la pregunta qué es el hombre. O sea la posibilidad de la metafísica exige una metafísica del ser ahí. Es decir, el núcleo kantiano es la posibilidad de una nueva ontología.

En mi opinión en Kant hay una refundación de la metafísica pero no en el sentido fenomenológico de Heidegger, sino en el sentido epistemológico de Cassirer. Para Kant no hay posibilidad de ontología sin resolver la pregunta por la constitución del ser de una objetividad en general. Cada clase de objetividad tiene sus propias categorías a priori. Pero ni Cassirer y Heidegger advierten por su sesgo inmanentista moderno es que es un error la reducción del a priori a pura condición trascendental. Al contrario, porque lo a priori no se limita a lo trascendental nuestro conocimiento no se limita a la experiencia y la metafísica es posible. El verdadero problema crítico no es el de la experiencia sino el de la crítica de la experiencia.

Bibliografía

De Kant: Crítica de la razón pura, Losada, B. Aires 1960-61, 2 vols.; Nueva crítica de la razón pura, Sarpe, España 1984. Sobre Kant: Ernest Cassirer, Kant, vida y doctrina, FCE, México 1948; Herman de Vleeschauwer, La evolución del pensamiento kantiano, UNAM, 1962; Martín Heidegger, Kant y el problema de la metafísica, FCE, México 1973; M. Heidegger, La pregunta por la cosa, Sur, Buenos Aires 1964; Norman Kemp Smith, A Commentary  to Kant´s Critique of pure reason, Humanities Press 1962; Sixto García, Lógica formal y lógica trascendental, en: Lógica. Aspectos formales y filosóficos, PUCP, Lima 1978; Roberto Torreti, Manuel Kant. Estudio sobre los fundamentos de la filosofía crítica, Ed. Charcas, B. Aires 1967.




[1] A 95, L 233
[2] A 115, L 244
[3] A 98-99, L 237
[4] B 67-68, L 193
[5] A 155, B 194, L 292
[6] A 158, B 197, L 293

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