KUHN Y LA VERDAD
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
Kuhn en su célebre libro La estructura de las revoluciones científicas (1971 1era ed. en español) sostiene que la ciencia no tiene que ver con la verdad sino con marcos pragmáticos que rompen con la tradición dominante y son llamados paradigmas, los cuales cambian la ontología básica y el mundo fenoménico y no el inefable mundo nouménico. Las diversas ontologías (aristotélica, epicureísmo, estoicismo, ptolemaica, copernicana, newtoniana, einsteniana, cuántica) reflejan un vaivén teórico de rompecabezas resueltos que siguieron siéndolo casi siempre. Pero no reflejan para Kuhn la verdad, sino tan sólo resultados pragmáticos obtenidos de pasos revolucionarios dados cuando se pierde la capacidad de resolver problemas.
Este punto de vista fue calificado por Popper de relativismo historicista; cosa que Kuhn rechazó (en su famoso Epílogo: 1969) por considerar que no es relativismo afirmar que una mejor representación sustituye a la anterior en una superior descripción de la realidad. Y esto lo afirma ratificando su convicción de que es ilusoria la teoría de la verdad como correspondencia.
Pues bien, Kuhn niega ser un relativista y a la vez rechaza la teoría de la correspondencia de la verdad. ¿Pero es coherente Kuhn? Sí, porque, como veremos, la verdad epistemológica es distinta a la verdad ontológica.
La verdad epistemológica es un tema científico mientras la verdad ontológica es un tema metafísico. La verdad epistemológica trata de la adecuación del entendimiento y la realidad. La verdad ontológica versa sobre la realidad como algo distinto de la apariencia. En la antigüedad y medioevo la verdad ontológica conservó su preeminencia, pero desde la Edad moderna la prerrogativa recayó sobre la verdad epistemológica.
Para Kuhn la ciencia no tiene que ver con la verdad (ontológica) sino con marcos pragmáticos a nivel fenoménico (verdad epistemológica). El paradigma es un tema epistémico antes que metafísico. La verdad metafísica requiere para ser entendida de una previa teoría del ser, no así la verdad epistemológica, que funciona sobre la base de las posibilidades del conocer.
Esto es, la noción de verdad en Kuhn es epistemológica antes que ontológica y metafísica. Es por eso que se niega a reconocer la existencia de un proceso dirigido a un fin, alaba la evolución no teleológica de Darwin y rechaza toda alusión a lo nouménico.
Sin embargo, aunque a Kuhn no le guste hablar en su teoría de la “verdad”, su postura es común a las doctrinas modernas que ponen énfasis en las posibilidades cognoscitivas del sujeto o, en este caso, de la comunidad científica.
Por tanto, Kuhn antes que relativista es partidario no de la verdad lógica, semántica, existencial, filosófica, correspondencia, coherencia, sino de la verdad epistemológica (adecuación del entendimiento y la realidad).
En este sentido, efectivamente, Popper lo malinterpretó. Kuhn nunca pretende hablar de la realidad sino de la “descripción científica” de la realidad. Y para él la ciencia discurre en este sentido. Toda correspondencia metafísica entre la interpretación científica y la realidad es ilusoria, pues la generalización simbólica lógico-matemática de la ciencia es metafórica (pues no vemos electrones, corrientes eléctricas, protones, ni la partícula de Higgs, tan sólo hacemos mediciones), no obstante nos damos cuenta de que el mundo existe y cambia, aunque el científico nunca opera con lo “dado” sino tan sólo con lo “recogido. Pero esto basta para que Kuhn rechace las acusaciones de subjetivismo e irracionalidad.
El paradigma señala un condicionamiento histórico del conocimiento científico, pero esto para Kuhn no conduce necesariamente hacia un relativismo. Kuhn se atiene al marco de la fenoménica verdad epistemológica y trata de no trasgredir los límites nouménicos que el relativismo supone. La negación kuhniana de la existencia de la verdad es afirmada sólo para el plano científico y no entra a discutirlo en otro terreno.
El relativismo gnoseológico niega la verdad absoluta y afirma que la verdad depende de las circunstancias, el relativismo ético hace lo mismo con el bien y el mal, mientras el relativismo ontológico sostiene que nada es permanente y todo cambia. La postura de Kuhn coquetea con el relativismo gnoseológico cuando declara que la verdad fija y permanente “de carácter científico” es ilusorio (ibíd., p. 348). Pero no se refiere al ser sino al conocer, a los marcos paradigmáticos de interpretación.
Lo que sin duda es Kuhn es un idealista. Con el idealismo la cultura occidental pasó de la esterilidad científica de la escolástica medieval a la esterilidad metafísica del pensamiento moderno. El idealismo kuhniano al hacer valer el paradigma como marco epocal de interpretación científica fortalece el antiguo error que viene desde Descartes y que consiste en hacer valer la esencia sobre la existencia.
Aunque su prudencia agnóstica de raíz kantiana trata de limitar el paradigma científico al ámbito de lo fenoménico, no logra esclarecer entonces cómo la convención histórica lógico-matemática de la ciencia en vez de ir “hacia nada” va hacia algo previo e indemostrable.
El paradigma kuhniano para mostrar toda su potencialidad debería pisar terreno realista, donde lo ontológico se antepone a lo epistemológico, y eso significaría cambiar el paradigma metafísico en la matriz disciplinar.
En una palabra, el paradigma realista en la matriz disciplinar científica permitiría al pensamiento moderno superar la esterilidad metafísica, postular desde la existencia de las cosas un ser supremo, que está más allá de lo temporal y material, dejar atrás el cientismo, el escepticismo, el nihilismo, la increencia y eludir la metafísica de la inmanencia.
Finalmente, el trabajo de Kuhn nos permite advertir que la historia de occidente está culminando en un paradigma idealista donde el pensar rebasa al ser, y darnos cuenta de ello nos introduce en una fase pre-paradigmática donde renacerá enriquecido el paradigma realista.
Lima, Salamanca 26 de marzo 2013
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