miércoles, 27 de enero de 2021

NIHILISMO COMO IDEOLOGÍA

 

NIHILISMO COMO IDEOLOGÍA

Gustavo Flores Quelopana

  

Cuando el nihilismo ha dejado de ser un lujo de intelectuales para encarnarse en las masas, entonces ha sonado la hora en que los factores objetivos y subjetivos coinciden en el pútrido miasma de la burguesía póstuma.

 

Su conciencia falsa como fin de los ideales y negación de los valores realzan la Nada a una significación engañosa que no corresponde con la realidad del ser. Marx materializa, Freud psicologiza, Jung arcaíza y Heidegger hace diletantismo metafísico convirtiendo la angustia en el sentir fundamental del hombre. Todos reflejan una sociedad decadente que camina hacia su ocaso nihilista.

 

El nihilismo es ideología dominante de la burguesía exangüe y catafáltica. Es el pensamiento y el sentimiento más hondo de una clase que se siente a su gusto con su descompuesta alienación. Lo risible es que a aquella alienación la llamen “gozosa libertad sin dogmas ni dioses”.

 

Pero lo peor de todo no es precisamente eso, sino que nos hemos quedado sin imagen futurible y correctora. La función utópica ha sido devorada por un caos de símbolos y alegorías fantasiosas, sin significación histórico-constructiva. Nos hemos quedado sin función utópica porque el pensamiento técnico está eliminando por todos los resquicios planetarios el excedente espiritual.

 

El nihilista de hoy es más parecido a la astilla cadevérica de catafalco porque no lleva su tragedia con angustia, sino con loca y cínica alegría dionisíaca. La indecente tranquilidad de la conciencia nihilista es robustecida por la sociedad del consumo masivo. Pero vivir en el placer narcisista, la libertad sin límites, individualista, consumista, desocializado, hedonista de la ideología nihilista, no es ejercer la función utópica, sino que es pervertirla.

 

En el panorama actual no hay clases sociales en ascenso, lo único que está en ascenso son las máquinas. Y así predomina la cultura objetiva sobre la cultura subjetiva. La hora presente de la sociedad burguesa-individualista culmina en la más barata sustracción de lo humano de las propias fuerzas motrices que impulsan la historia.

 

El hombre se ha vuelto prescindible, sustituible y reemplazable. El triunfo de la economía dineraria en la modernidad ya lo había anticipado y hoy la vemos como una de las principales fuerzas motrices que impulsan su culminación. ¿Cómo salir del atolladero histórico? ¿Pero, acaso, habrá salida concreta y no como mero ejercicio intelectual? ¿Se podrá revivir la función reconstrucitva del pensamiento utópico, más ligada a la esperanza que a la fantasía humana?

27 ENERO 2021

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