Henri Bergson (1859-1941) fue un filósofo interesado e intrigado por los problemas parapsicológicos y la inmortalidad del alma. En su libro "La energía espiritual" (1919/60 años) sostiene que la oposición entre materia y conciencia se resuelve definiendo a la Vida como libertad en la necesidad. No hay paralelismo entre alma y cuerpo, porque lo mental desborda lo cerebral. De esta forma la inmortalidad del alma y los fenómenos parapsicológicos son posibles. El sueño es vida mental (recuerdo y sensación). Quien sueña no es el cerebro sino el espíritu. El esfuerzo intelectual para comprender es un esquema dinámico de la imagen. El pensamiento no es producto del cerebro sino del alma. La tesis realista e idealista sobre el paralelismo psicofísico es contradictoria. No hay tal paralelismo, la energía espiritual trasciende, supera y es independiente de la materia, el cuerpo y el cerebro. Si lo mental no depende de lo cerebral, entonces la parapsicología no tiene que sujetarse al método científico.
Recordemos que el espiritismo se puso de moda en la segunda mitad del siglo diecinueve con su exponente máximo Alan Kardec (1804-1869), doctrina que insiste en la inmortalidad del alma, la comunicación entre vivos y muertos y la enseñanza de espíritus superiores a través de médiums.
Bergson se limita de defender la idea de la inmortalidad del alma y está lejos de suscribir las otras tesis de la doctrina espiritista. Estudia la inmortalidad del alma como fenómeno sobrenatural que testimonia una energía espiritual. Su interpretación no pretende probar la realidad de las almas invocadas por los médiums, pero sí plantea la naturaleza psíquica de la Vida y un depósito común del espíritu. No habla de Dios, pero sí de la Vida como evolución creadora.
En una palabra, para Bergson la parapsicología no es fraude, alucinación, sugestión o truco, sino un fenómeno verdadero de la energía espiritual. Sin embargo, su tesis espiritualista no da pie para apoyar la comunicación entre vivos y muertos y la enseñanza de espíritus superiores a través de médiums de la doctrina espiritista. Bergson no era ingenuo y, a pesar de no ser de confesión católica, no ignoraba las advertencias sobre trucos del espiritismo y la posibilidad de la influencia de espíritus no humanos -léase demoníacos- en dichas sesiones espiritistas.
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