viernes, 29 de noviembre de 2024

LIBRO DE HOMENAJE AL DR. PIERRE FOY VALENCIA

 


PIERRE FOY VALENCIA

Gustavo Flores Quelopana

 

En nuestro tiempo nihilista, narcisista, hedonista y egocéntrico Pierre Foy Valencia está lejos de ser un cadáver light vegetativo y semoviente, sólo capaz de cavar fosas profundas, erigir sepulcros y profesar incertidumbres. Todo lo contrario. Con su ferviente convicción ecologista defiende la plenitud de la vida y del medio ambiente. Su espíritu burgués es de índole espiritual y cultural, donde la libertad se impone a las barreras autoritarias y destructivas.

En el fondo de su postura hay una agitación contra el capitalismo digital, la modernidad gaseosa, la masificación de la positividad, el cinismo de la razón subjetiva y el vacío existencial. Esos son temas que han tratado últimamente Zuboff, Bauman, Han, Sloterdijk y Lipovetsky. Y Foy Valencia encuentra una respuesta con aroma de achicoria y fragancia de jazmín en los jardines del ambientalismo y el animalismo. ¿Serán estas posturas una respuesta correcta a la crisis presente? Eso no cabe dilucidarlo aquí, basta señalarlo.

Pierre Foy Valencia tiene el mérito de haber creado el curso universitario de derecho animalístico, publicado importantes libros de derecho ambiental y ser un impulsor académico de nuevas generaciones de esta disciplina jurídica interdisciplinaria. Es un connotado maestro universitario, riguroso investigador y meticuloso escritor. Especialmente destaca su mastodóntico volumen “Tratado de Derecho ambiental”. Además, es un ferviente defensor de la ideología liberal y un bibliómano empedernido.

Y como procedo del ámbito de la filosofía y no del Derecho nos conocimos a través de nuestro buen amigo y también abogado, natural de la primaveral ciudad de Trujillo, Santiago Gutiérrez Rodríguez, quien es miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía.

Fue Santiago el que nos puso en contacto a través del hábito bibliómano de Foy. En una palabra, le recomendó a Pierre algunos de mis libros y así comenzó nuestra amistad, que no es añeja, apenas contará con dos años. Desde entonces nuestras reuniones han girado en torno a libros y más libros, temas de los más diversos y preocupaciones polémicas. Generalmente nos reunimos en el Club Miraflores, amenizando nuestro encuentro con excelentes almuerzos o lonches.  Y a pesar de no coincidir en muchas posturas la amistad sigue indemne.

Su curiosidad intelectual es vasta y pródiga, la facilidad que tiene para crear términos clasificatorios es pasmosa, siendo un gran conversador es ameno y risible. Con gran capacidad de humor no deja de ser entretenido. Pero cuando se pone serio tampoco pierde la traviesa y jocosa chispa criolla. Eso lo advertí cuando escribió su opinión sobre mi pensamiento y el cual lo publiqué en mi libro “Caleidoscopio intelectual” (Lima, Iipcial, 2024). Tiene la sorna de un Ricardo Palma y la minuciosidad de un Immanuel Kant.

Cierta vez me invitó a su casa y conocí su biblioteca y a sus canes. Justo había una simpática señora de aspecto cajamarquino que hacía el aseo de su casa. Pude observar que si bien sus libros son numerosísimos mayor es la cantidad de libros fotocopiados que se resisten a ser ordenados e ir a los anaqueles. Efectivamente, el maremágnum de información y bibliografía que maneja Pierre lo hace estar en lucha constantemente con el orden. Y esto a tal punto ocurre que tiene un hermoso estudio tecno-espacial que no luce por estar invadida de bibliografía por ordenar.

No es el primer caso donde la creatividad se asocia el desorden. Beethoven, Edison, Faraday, Picasso, Einstein, Jobs y Twain son algunos de los casos más conocidos. Hay mentes que requieren de un supuesto caos para crear. Quizá mi primera impresión sea fallida, pero no deja de ser interesante. Siempre he estado intrigado por el misterio de la creatividad. Por mi parte sucede todo lo contrario. Necesito del orden para crear. Tal es el caso de Tchaikovski, Newton, Kant.

Otro aspecto que me llama la atención es cómo nuestra amistad pudo salir incólume a pesar de mantener puntos de vista tan diferentes en tantos aspectos. Creo que no es mérito mío sino suyo. Su bonhomía facilitó las cosas. Nuestras discrepancias siempre fueron alturadas y cordiales. No obstante, no se me pasa desapercibido que no sea yo un “caviar”, a pesar de mi socialismo. Ese término lo repite hasta la saciedad, pero como lo hace en tono divertido evita la pesadez cargante.   

La verdad es que en nuestros encuentros no evitamos la confrontación dialéctica. No son encuentros de salón ni tampoco tertulias chocarreras de cantina. Prima el intercambio libre de ideas. En ufología discrepamos. En metafísica, religión y política también. Estoy seguro que eso es lo que hace interesantes nuestros encuentros. Yo soy creyente católico, él agnóstico. Pienso que los aliens son demonios, él que son extraterrestres.

Considero que en política China demostró la efectivad del comunismo en el poder y el capitalismo en la economía para lograr una efectiva distribución de la riqueza, él defiende el capitalismo en su versión neoliberal. Él es un animalista, yo un humanista. Hasta nuestras concepciones de justicia y del animalismo son distintas. Tantas son nuestras discrepancias que salgo admirado de su amistad. Pero al final sale prevaleciendo la amistad. El mérito es suyo, no mío.  

Esto me lleva a reflexionar sobre la amistad. “Florián” afirmaba: “Amigos míos, los amigos no existen”. Por su parte, el peripatético Aristóteles decía que hay amigos de tres clases: de diversión, negocios y desinteresadas. Pero a la amistad desinteresada la consideraba la verdadera amistad. Para los chinos el verdadero amigo enriquece el alma. Para los hindúes el tiempo es la verdadera prueba de la amistad. Y el cristianismo enfatiza lo incondicional, el sacrificio y la lealtad como pruebas de la amistad. En última instancia sale a nuestro encuentro la sentencia de George Herbert: “Vivir sin amigos, morir sin testigos”. Aunque desde su tumba Voltaire nos repite: “¡Dios mío, líbrame de mis amigos! De mis enemigos ya me libro yo”.

Pues bien, Pierre destaca por brindar una amistad que nutre el alma. No es una persona perfecta, como nadie lo es, pero sus méritos son mayores que sus defectos, como en muchos lo son.

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